la larga guerra del siglo XX 128

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26 Segunda Guerra Mundial 128 La Larga Guerra del siglo XX, 1914-1989 Una lucha de ratas para la que los alemanes no estaban preparados RATTEN KRIEG JAVIER GARCÍA ANDRÉS N o hay adjetivos que puedan hacer justicia a la magnitud de los combates de Stalingra- do. Salvo en Varsovia en 1939, hasta la invasión de la URSS, los combates urbanos habían tenido una escala re- ducida en todas las campañas de la Wehrmacht. Sin embargo, en la “Uni- versidad del Combate Callejero”, como denominaron los soldados alemanes a las ruinas de Stalingrado, las tácti- cas de combate y asalto combinado, que tan exitosamente habían proba- do las tropas del Reich durante los vic- toriosos años de la blitzkrieg, tuvie- ron que replantearse ante la respuesta de unas fuerzas soviéti- cas que, sorprenden- temente, fueron capa- ces de actuar con mu- cha mayor flexibilidad en este tipo de lucha, la Rattenkrieg, la gue- rra de ratas, desarro- llando nuevas tácticas para contrarrestar la superioridad manio- brera alemana. Otro tipo de combate. ¿Nuevas tácticas? Por un lado, el “abrazo”, consistente en desplegar las tropas propias “pegadas” a las enemigas para contrarrestar la superioridad aérea de la Luftwaffe y de la artillería alemana. Manteniéndose “unidos” a las fuerzas enemigas, los soviéticos conseguían disminuir la eficacia de los bombarderos aéreos y artilleros germanos, ante la posibilidad de al- canzar por error a las propias fuerzas. Por otro lado, la táctica de “diques” o “rompeolas”, edificios convertidos en fortificaciones que encauzaban los movimientos de las tropas ata- cantes hacia zonas de denso fuego y emboscada, en las cuales los carros de combate o la superioridad mate- rial y maniobrera germana carecían de eficacia. Junto a ello, el uso cada vez más destacado en ambos bandos de francotiradores —activos todo el tiempo en busca de “presas”— o las permanentes incursiones nocturnas. “Ni un momento de descanso para la serpiente fascista” proclamaban los mandos y la propaganda soviética. Así, el combate nocturno se convirtió en norma, con continuos golpes de mano de pequeñas unidades que realizaban permanentes contraataques locales y excepcionalmente ataques masivos a mayor escala. Las fuerzas soviéticas se mostra- ron más flexibles también en cuanto al mando. Las formaciones clásicas de compañías o batallones como uni- dades de combate, no tenían viabi- lidad en una lucha tan fragmentada como la que estaba teniendo lugar en Stalingrado, donde se combatía edificio a edificio y hasta planta a planta, en medio de la destrucción total causada por los bombardeos de la Luftwaffe y la artillería alema- na, a la que, posteriormente, se sumó gustosa la artillería del Ejército Rojo desde la orilla este del Volga. Una pe- sadilla para cualquier atacante en la que cada mínimo avance se conver- tía en una lucha fiera, sin cuartel, y la conquista de unos metros de terreno o de un edificio costaba días de en- frentamientos y siempre demasiadas bajas. Para llevar a cabo ese tipo de lucha, los soviéticos resolvieron for- mar grupos de 40 ó 50 soldados como máximo, directamente a las órdenes de los mandos de división, lo cual per- mitía que aquí y allá, en cualquier lu- gar, se formasen bolsas de resistencia que impedían el avance de las tropas alemanas y que, en cuanto podían, contraatacaban y neutralizaban las temporales conquistas germanas… Y vuelta a empezar… Adaptación. Aún así, las tropas del VI Ejército alemán destacadas en Stalin- grado se adaptaron pronto a este tipo de batalla y fueron capaces de impo- ner su calidad y destreza en comba- te, ayudadas por un excelente apoyo aéreo (cuando era posible) y por su probada flexibilidad táctica. Eso sí, a costa de una continua sangría de bajas —al igual que su oponente soviético—, convirtiendo Staligrando en un gran sumidero que se tragaba reemplazos, Las fuerzas soviéticas se adaptaron mejor a la lucha callejera: francotiradores, “rompeolas”, incursiones nocturnas, golpes de mano... se convirtieron en una pesadilla para el atacante refuerzos y pertrechos imprescindi- bles en otros frentes… Con las prime- ras nevadas y a medida que la batalla proseguía, estaba claro para las fuer- zas germanas que tendrían que pasar el invierno combatiendo entre las rui- nas de la ciudad. La moral se resintió de ello, aunque el nivel como fuerza de combate del VI Ejército no decayó en ningún momento. Incluso tras el cerco soviético y los fracasos alemanes por intentar socorrer el Kessel de Stalin- grado —reducido a la ciudad y partido en dos—, la intensidad de las refriegas callejeras no decayó un ápice. Ambos bandos lucharon sin cuartel durante los cerca de cuatro meses que duraron los combates en Stalingrado —o lo que quedaba de ella: un amasijo de ruinas y destrucción—, mientras la escasa población que quedaba en la ciudad vivíó en condiciones atroces, que en nada se diferenciaban de las de los soldados de uno y otro bando, que en medio de lo más crudo del invierno se vieron forzados a una cruel lucha por la supervivencia. Un sacrificio por y para dos regímenes tiránicos y dos líderes para los que la vida de sus sol- dados importaba bien poco… Alemanes y soviéticos combatieron calle a calle y fábrica a fábrica, en medio de la destrucción causada por los bombardeos de la ‘Luftwafe’ y la artillería ABC (Madrid) - 24/06/2014, Página 44 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. 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26 Segunda Guerra Mundial 128La Larga Guerra del siglo XX, 1914-1989

Una lucha de ratas para la que los alemanes

no estaban preparados

RATTENKRIEG

JAVIER GARCÍA ANDRÉS

No hay adjetivos que puedan hacer justicia a la magnitud de los combates de Stalingra-

do. Salvo en Varsovia en 1939, hasta la invasión de la URSS, los combates urbanos habían tenido una escala re-ducida en todas las campañas de la Wehrmacht. Sin embargo, en la “Uni-versidad del Combate Callejero”, como denominaron los soldados alemanes a las ruinas de Stalingrado, las tácti-cas de combate y asalto combinado, que tan exitosamente habían proba-do las tropas del Reich durante los vic-toriosos años de la blitzkrieg, tuvie-ron que replantearse ante la respuesta de unas fuerzas soviéti-cas que, sorprenden-temente, fueron capa-ces de actuar con mu-cha mayor flexibilidad en este tipo de lucha, la Rattenkrieg, la gue-rra de ratas, desarro-llando nuevas tácticas para contrarrestar la superioridad manio-brera alemana.

Otro tipo de combate. ¿Nuevas tácticas? Por un lado, el “abrazo”, consistente en desplegar las tropas propias “pegadas” a las enemigas para contrarrestar la superioridad aérea de la Luftwaffe y de la artillería alemana. Manteniéndose “unidos” a las fuerzas enemigas, los soviéticos conseguían disminuir la eficacia de los bombarderos aéreos y artilleros germanos, ante la posibilidad de al-canzar por error a las propias fuerzas. Por otro lado, la táctica de “diques” o “rompeolas”, edificios convertidos en fortificaciones que encauzaban los movimientos de las tropas ata-cantes hacia zonas de denso fuego y emboscada, en las cuales los carros de combate o la superioridad mate-rial y maniobrera germana carecían de eficacia. Junto a ello, el uso cada vez más destacado en ambos bandos de francotiradores —activos todo el tiempo en busca de “presas”— o las

permanentes incursiones nocturnas. “Ni un momento de descanso para la serpiente fascista” proclamaban los mandos y la propaganda soviética. Así, el combate nocturno se convirtió en norma, con continuos golpes de mano de pequeñas unidades que realizaban permanentes contraataques locales y excepcionalmente ataques masivos a mayor escala.

Las fuerzas soviéticas se mostra-ron más flexibles también en cuanto al mando. Las formaciones clásicas de compañías o batallones como uni-dades de combate, no tenían viabi-lidad en una lucha tan fragmentada como la que estaba teniendo lugar

en Stalingrado, donde se combatía edificio a edificio y hasta planta a planta, en medio de la destrucción total causada por los bombardeos de la Luftwaffe y la artillería alema-na, a la que, posteriormente, se sumó gustosa la artillería del Ejército Rojo desde la orilla este del Volga. Una pe-sadilla para cualquier atacante en la

que cada mínimo avance se conver-tía en una lucha fiera, sin cuartel, y la conquista de unos metros de terreno o de un edificio costaba días de en-frentamientos y siempre demasiadas bajas. Para llevar a cabo ese tipo de lucha, los soviéticos resolvieron for-mar grupos de 40 ó 50 soldados como máximo, directamente a las órdenes de los mandos de división, lo cual per-mitía que aquí y allá, en cualquier lu-gar, se formasen bolsas de resistencia que impedían el avance de las tropas alemanas y que, en cuanto podían, contraatacaban y neutralizaban las temporales conquistas germanas… Y vuelta a empezar…

Adaptación. Aún así, las tropas del VI Ejército alemán destacadas en Stalin-grado se adaptaron pronto a este tipo de batalla y fueron capaces de impo-ner su calidad y destreza en comba-te, ayudadas por un excelente apoyo aéreo (cuando era posible) y por su probada flexibilidad táctica. Eso sí, a costa de una continua sangría de bajas —al igual que su oponente soviético—, convirtiendo Staligrando en un gran sumidero que se tragaba reemplazos,

Las fuerzas soviéticas se

adaptaron mejor a la lucha

callejera: francotiradores,

“rompeolas”, incursiones

nocturnas, golpes de mano...

se convirtieron en una

pesadilla para el atacante

refuerzos y pertrechos imprescindi-bles en otros frentes… Con las prime-ras nevadas y a medida que la batalla proseguía, estaba claro para las fuer-zas germanas que tendrían que pasar el invierno combatiendo entre las rui-nas de la ciudad. La moral se resintió de ello, aunque el nivel como fuerza de combate del VI Ejército no decayó en ningún momento. Incluso tras el cerco soviético y los fracasos alemanes por intentar socorrer el Kessel de Stalin-grado —reducido a la ciudad y partido en dos—, la intensidad de las refriegas callejeras no decayó un ápice.

Ambos bandos lucharon sin cuartel durante los cerca de cuatro meses que duraron los combates en Stalingrado —o lo que quedaba de ella: un amasijo de ruinas y destrucción—, mientras la escasa población que quedaba en la ciudad vivíó en condiciones atroces, que en nada se diferenciaban de las de los soldados de uno y otro bando, que en medio de lo más crudo del invierno se vieron forzados a una cruel lucha por la supervivencia. Un sacrificio por y para dos regímenes tiránicos y dos líderes para los que la vida de sus sol-dados importaba bien poco…

Alemanes y soviéticos combatieron calle a calle y fábrica a fábrica, en medio

de la destrucción causada por los bombardeos de la ‘Luftwafe’ y la artillería

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