La Moda Femenina en La Espana Del Siglo
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LA MODA FEMENINA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
ALUMNO:
JAIME MÁRQUEZ MORANT
ASIGNATURA:
ACCESO A LAS FUENTES DE INFORMACIÓN HISTÓRICA UNIVERSIDAD DE MÁLAGA
2
El presente trabajo se plantea como una aproximación al devenir de las
formas de la indumentaria femenina española durante el siglo XIX. Aspira a
ofrecer una visión global de los usos del vestir, las formas de peinado, etc. en
cada década que pueda ser de utilidad tanto para el investigador –ya sea
como punto de partida para futuros estudios sobre el traje o bien como
complemento a otras disciplinas– como para el lector general interesado por la
indumentaria.
La historia de la indumentaria española está aún lejos de contar con una
bibliografía completa y definitiva. Son muy desiguales los resultados obtenidos
en el estudio y la atención prestada a cada una de las áreas en que puede
dividirse el traje español: indumentaria histórica, tradicional, litúrgica y militar.
La silueta femenina experimentará numerosas transformaciones ante los
cambios que se sucederán en el traje. España, absolutamente integrada en el
desarrollo de la moda europea desde el siglo XVIII, presentará una
indumentaria que apenas se diferencia de la del resto del continente pues sigue
las líneas marcadas por Francia. En el siglo XIX, la tendencia a la sobriedad en
el traje masculino, alejada del lujo que aún se apreciaba en el traje de corte del
siglo anterior, va a contribuir al incremento de las diferencias entre la
indumentaria de géneros.
La indumentaria femenina durante ciertas fases del XIX se vincula a tres
movimientos culturales: durante la primera y segunda década tendríamos el
Neoclasicismo, momento en que empieza su adscripción con el Romanticismo
hasta mediados de la centuria, para terminar hacia 1890 adoptando las formas
del Modernismo.
3
Ce présent travail offre une approche de l’évolution des formes féminines
vestimentaires espagnoles au XIX siècle. Il vise à fournir, à chaque décennie,
une vision globale des usages de l’habillement, des différentes formes de
coiffures, etc. Ce qui peut être utile à la fois au chercheur –soit comme point de
départ pour de futures études sur les tenues vestimentaires ou en complément
à d’autres disciplines– comme au lecteur en général intéressé par ces codes
vestimentaires. La silhouette féminine subira de nombreuses transformations
face aux changements qui se succèderont dans le vêtement. L’Espagne,
absolument intégrée dans le développement de la mode Européenne depuis le
XVIII siècle, présentera une collection qui ne diffère guère du reste du
continent qui suit les lignes directrices marquées par la France. Au XIX siècle,
la tendance de la sobriété du vêtement masculin, loin du luxe encore très
apprécié dans le costume de la cour royale du siècle précédant, va à contribuer
à accroitre les différences entre les vêtements des différents sexes.
L’habillement de la femme lors de certaines phases du XIX siècle est lié a
trois mouvements culturels : Lors de la première et deuxième décennie était le
néoclassicisme au moment ou il commença son adhésion avec le romantisme
jusqu’au milieu du siècle pour terminer jusqu’en 1890 adoptant les formes du
modernisme.
L’histoire vestimentaire espagnole est encore loin d’avoir une bibliographie
complète et définitive. Très inégaux sont les résultats obtenus dans l’étude et
l’attention prêtée à chacun des domaines dans lesquels peut se diviser le
vêtement espagnol : costumes historique, traditionnel, liturgique et militaire.
4
1. ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS DE LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX
La indumentaria, hecho relacionado con diversas necesidades del ser
humano, como la protección del cuerpo frente al medio ambiente, así como
portadora de valores jerárquicos, políticos, religiosos, económicos, estéticos,
etc.1 de las sociedades en las que se produce y desarrolla, es un documento
de primer orden para el conocimiento de cada período histórico, con cuyo
espíritu está totalmente identificado2.
El siglo XIX en España, de agitado curso político y social debido a
acontecimientos como la Guerra de Independencia como respuesta a la
invasión napoleónica y al gobierno de José Bonaparte (1808-1814)3, las
diversas Constituciones (1808, 1812, 1834, 1837, 1845, 1876), el absolutismo
de Fernando VII (1808-1883)4, la pérdida de los territorios de América y
Filipinas, las desamortizaciones (Mendizábal, 1836-1837; Madoz, 1855-1856 y
1858-1867), las Guerras Carlistas (1833-1840, 1847-1849, 1872-1876), la I
República (1873-1874), la Restauración (1875) o la incipiente alternancia
política, va a acusar fielmente las abundantes variaciones de la moda
internacional, y a finales de la centuria anticipa las formas del traje
contemporáneo, que con modificaciones, perdura hasta la actualidad5.
La llegada de la Revolución Industrial y el sistema canovista a finales del
siglo elevó el nivel de vida de una clase media que empezaba a consolidarse
en los núcleos urbanos principales; sin embargo el popularmente llamado
"Desastre del 98” generó una profunda conmoción en la sociedad española.
1 M. COMBA (1977), 18-19. El autor señala la importancia de la indumentaria en las sociedades
estamentales que presentan colectivos humanos perfectamente diferenciados en su traje, así como que el vestido será indicativo de todas y cada una de las actividades humanas, como las fiestas, el luto o la vida diaria. 2 M. ROCAMORA (1933), 13. Rocamora dirá de la indumentaria que es el documento más vivo
para el estudio de cada época. 3 ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, La Guerra de la Independencia / Un viaje a la guerra / Los
afrancesados. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Portal de Archivos Españoles. URL: http://pares.mcu.es/GuerraIndependencia/portal/viaje/viaje/afrancesados.html. 4 ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, La Guerra de la Independencia / Archivo / Los fondos de la
Guerra de Independencia / La Administración de Fernando VII. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Portal de Archivos Españoles. URL: http://pares.mcu.es/GuerraIndependencia/portal/archivo/fondos/fondos.html. 5 C. SOLDEVILA (1950), 6-7. Soldevila apunta que entre los múltiples factores ideológicos y
sociales que influyen en la cambiante moda europea decimonónica es importante el espíritu de contradicción, que si bien en momentos de escasez fomenta el lujo, en otros de prosperidad promueve las formas sobrias en el vestir, con lo que la moda guardará relativa independencia respecto a su contexto político-social.
5
Mientras el nivel de vida y la integración con el resto de Europa progresaban, la
inestabilidad política marcaba el primer tercio del siglo XX6.
2. INFLUENCIAS, ARRANQUE Y DIVULGACIÓN: REVISTAS, FIGURINES, FOTOGRAFÍA Y
PRIMEROS FILMS
La industria textil arranca en el siglo XIX en España con un importante
receso a causa de la Guerra de Independencia, a lo que se unirá la pérdida de
los mercados americanos. En cuanto a los núcleos textiles más importantes, a
principios de siglo seguirán siendo Valencia, con la producción sedera, y
Barcelona, con la de indianas7. Es en esta centuria cuando se industrializa la
fabricación de tejidos con el telar de Joseph Marie Jacquard (1804), que
permite llegar a un mayor número de usuarios, factor que influirá decisivamente
en la moda (FIG. 1). El uso de esta máquina está documentado por primera vez
en España en 1822, concretamente en Barcelona8.
Por tanto, lo que tenemos es un siglo de cambios frecuentes en la moda,
que en gran medida obedecen a la necesidad, de los estamentos situados en la
cúspide de la pirámide socio-política, de diferenciarse su atuendo de las clases
inferiores, que se benefician del abaratamiento de las prendas por la
industrialización del sector textil. Ante tal demanda, surgirán en este siglo XIX
los grandes almacenes de ropa ya hecha.
Como el resto de las naciones, España, se sometió al embrujo de la capital
parisina y nada en cuestión de trajes se sustraía a su influencia9. París,
continúa como centro generador de usos en el vestir y marcadora de
tendencias10.
6 ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL, Bicentenario de las Independencias Iberoamericanas / Las
últimas posesiones. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Portal de Archivos Españoles. URL: http://pares.mcu.es/Bicentenarios/portal/ultimas_posesiones.html. 7 Tela de lino o algodón, o de mezcla de uno y otro, pintada por un solo lado; extraído de la
Real Academia Española; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 8 R. M. MARTÍN I ROS (1991), 22. El arranque de la Revolución industrial en España debe fijarse
en 1833, cuando se implanta la máquina de vapor en la fábrica barcelonesa de tejidos de algodón de Bonaplata. La total mecanización llegará en 1870, siempre radicada en la industria del algodón, siendo más tardía la de la seda. 9 P. PENA GONZÁLEZ (2008), 96. De hecho incluso la reina María Cristina encargó su vestido de
novia a Mme. Ninette en 1830. 10
R. M. MARTÍN I ROS (1991), 21. En Francia desde fechas muy tempranas puede hablarse de un nuevo concepto de moda, basado en la contradicción aparente de la alta costura que la origina, con una demanda minoritaria, y la producción en serie, que va a permitir su uso por más amplios grupos sociales. En España será en los albores del siglo XX cuando alta costura y producción en serie se hallen en plena andadura.
6
En los años treinta de esta centuria aparecen en España los llamados
figurines, antecedentes de las revistas de moda, publicaciones que
contribuyeron a la difusión de la moda en el siglo XIX a través de las láminas
que incluían. Los figurines habían nacido en Francia en el siglo XVIII, con
ejemplos como Galerie des Modes (1785) (FIG. 2), y desde fechas tan
tempranas se publicaron en otros países siguiendo los modelos franceses.
Revistas parisinas de principios del siglo XIX, como Le Beau Monde (FIG. 3),
La Belle Assemblée, Le Follet y otras, alcanzaban gran difusión en el resto de
Europa y América, y sirvieron de modelo a las surgidas en otras naciones en la
misma época. Algunas de estas revistas eran sólo compendios de ilustraciones
de trajes con ligeros comentarios, junto a otras que incluían mucha información.
Las primeras españolas se publicaban en Madrid: El Correo de las Damas
(1833), El Semanario Pintoresco Español (1836), La Mariposa (1839) o El Buen
Tono11 (1939). Por ejemplo, el Correo de las Damas, respecto a la supremacía
de Francia, se quejaba del retroceso de España en cuestión de vestidos:
En Madrid apenas se puede llamar voluble a la moda: por lo regular viene cuando se ha
cansado ya de llamar a todas las puertas de París y aquí fija descansadamente su
domicilio: la moda en fin que conocemos por acá nada tiene de loca ni de inconstante.
Siempre los mismos vestidos, siempre los mismos sombreros, y lo que es peor, siempre
el mismo dinero12
.
Aunque esto se solucionará a partir de la década de los cuarenta, que
aparecen también revistas en otras ciudades, como El Guadalhorce en
Málaga13, La Psiquis y El Cisne, en Valencia. El Iris del Bello Sexo, en La
Coruña, o La Moda en Cádiz. Las revistas catalanas fueron más tardías, de
fines del siglo XIX o principios del XX, como El eco de la Moda, El Salón de la
11
G. VICENTE CIUDAD (2012), 402. La autora cita textualmente los nombres de otras revistas referentes a la prensa femenina del momento. Son el caso de: El Correo de las damas o, Poliantea instructiva Curiosa y Agradable de literatura, ciencias y artes (1804-1807), suplemento del Diario Mercantil de Cádiz, El amigo de las damas (1813), El periódico de las damas (1822). El diario del Bello Sexo (1795), El Diario de las damas (1804) y Lyceo general del Bello Sexo o Décadas eruditas y morales de las damas (1804). El periódico de las damas (1822) El Té de las Damas (1827), La Moda o Recreo semanal del Bello Sexo (1829-30), pero será durante esta década el resurgimiento de este tipo de prensa femenina cimentada en la sección de modas. En España durante 1833 y 1869 se editaron alrededor de treinta revistas de moda femenina, la mayoría de efímera existencia, de entre las que cabe destacar, además de la que aquí nos ocupa, El Buen Tono (1839) , La moda elegante (1842-1870), El Tocador (1844-1845), El correo de la moda (1851-1861) o El Pénsil del Bello Sexo (1846) entre otras. 12
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, Correo de las Damas, 7/8/1833, 46. URL: http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003848061&search=&lang=en 13
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA. Varios ejemplares en la Hemeroteca Digital. URL:
http://hemerotecadigital.bne.es/results.vm?lang=es&q=id:0004345880
7
Moda o La Gaceta de las Modas Europeas. Las publicaciones de moda en el
siglo XIX podían englobarse en tres grandes grupos: la mayoría de ellas
destinadas al público en general, otras eran de carácter más técnico,
enfocadas a los profesionales, y otras venían a ser catálogos comerciales de
prendas, editados por grandes almacenes.
Con la aparición de la fotografía se incorporan en el siglo XIX nuevas fuentes
para el estudio de la indumentaria. Así, desde la década de los ochenta,
determinadas revistas incorporan reproducciones fotográficas. No obstante, la
fotografía se difundió con cierta lentitud en el mundo de las revistas de moda
durante el siglo XIX, y su total primacía la alcanzará en el XX14. En 1850
aproximadamente, y dentro del campo de la fotografía, sobresale la figura del
francés André Adolphe Eugène Disderí que patentó lo que llamó Carte de visite
portrait (FIG. 4) donde podemos apreciar muy bien las enaguas cotidianas del
período. Además, a comienzos del nuevo siglo nos encontramos con
pinceladas de efectos especiales que dan color a los tejidos femeninos en el
cine primitivo. Tenemos varios films como The Spring Fairy (1902) y Le
scarabee d’or (1907) del español Segundo de Chomón15.
3. LA INDUMENTARIA FEMENINA EN LOS INICIOS DE LA CENTURIA: AÑOS 10 Y 20
La moda femenina de comienzos del XIX continúa las líneas del estilo
Consulado o Imperio, perviviendo hasta 1820 el traje forro (FIG. 5), aunque la
falda va adquiriendo forma cónica. Los vestidos forro, también llamados
vestidos camiseros, aúnan influencias de la funcionalidad del traje inglés con
otras pseudoantiguas, grecorromanas, fruto de las investigaciones
arqueológicas acordes con los ideales del Neoclasicismo. Esta moda fue
difundida desde la Francia del Directorio (1795-1799). Eran vestidos de una
pieza, más estrechos en la falda, con abundantes pliegues, muy escotados,
con el pecho marcado y con talle alto, con mangas cortas ajustadas al brazo y
algo huecas; frecuentemente arrastraban cola. Estos vestidos estarán muy
presentes en la indumentaria española durante el reinado de Carlos IV (1788-
14
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 183. 15
ARCHIVO DOCUMENTOS RNE (2009), Segundo de Chomón, un visionario del cine, Corporación de Radio y Televisión Española 2014. URL: http://www.rtve.es/radio/20091127/segundo-chomon-visionario-del-cine/303235.shtml Se pintan los negativos del celuloide para hacer más llamativo el nuevo arte que está surgiendo en los inicios del XX.
8
1808), y se asocian con los estilos del Directorio, Consulado o Imperio
perdurando hasta 1820. Se confeccionaban por lo general en colores claros y
muchas veces con tejidos de algodón, como las indianas. Frecuentemente
incluían sobrefaldas encima de ellos, de tejidos más fuertes y de diferente
color. Esta nueva tendencia del traje europeo, que supuso una transformación
radical en la ideología del vestido hasta entonces, envarado y aparatoso,
coincide con el surgimiento de las teorías de los médicos higienistas, sobre
todo los ingleses. Dichas teorías van a preconizar la supresión de elementos
interiores como las cotillas16, o los tacones altos, acercando el traje de todos
los estamentos de la sociedad. El calzado que acompañaba a este traje
normalmente era bajo y en ocasiones a modo de sandalias17. Sin embargo,
esta moda en el nuevo siglo ya no es tan sencilla como en el momento de su
aparición pues los colores ya no son exclusivamente el blanco o los tonos
crudos y, con frecuencia, se añaden bordados, a veces volantes, en la parte
baja de la falda. Las mangas podían aparecer abultadas en su parte superior, y
ser largas, hasta la muñeca, o cortas, acompañadas con largos guantes hasta
casi el inicio de ellas (FIG. 6).
Era normal encontrar en el traje femenino de estos años iniciales, el spencer
(FIG. 7), una prenda corta de busto de origen inglés, a modo de chaquetilla con
cuello, mangas ajustadas, bolsillos y abundante decoración, que surge a finales
del siglo XVIII y pervive hasta los años veinte18.
El peinado de las mujeres fue, durante el período del Imperio Napoleónico,
que coincidió con el Georgiano y la Regencia en Inglaterra, es decir, la primera
década del siglo, un estilo neoclásico con inspiración en la Antigua Grecia.
Usaban rizos en la frente y cerca de las orejas, y atado en un nudo o rodete en
la nuca; solían adornarlo con cintas o diademas y plumas en trajes de
ceremonia (FIG. 8). Después de 1820 comienzan a usar el cabello partido al
medio y con bucles sobre las orejas. En esta época todas las mujeres usaban
para salir a la calle un sombrero o un bonete. A los estilos de cabello femenino
de esta época se los ha llamado también los Jane Austen's hairstyles, por la
difusión que tuvieron posteriormente sus novelas y los filmes hechos sobre
16
Ajustador que usaban las mujeres, formado de lienzo o seda y de ballenas; extraído de la
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 17
M. ROCAMORA (1933), 20. 18
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 470.
9
ellas, como la famosa Orgullo y Prejuicio (Pride and Prejudice) de 1813. Esta
moda vinculada al estilo Imperio, fue seguida con más fuerza en zonas
españolas donde perduró más la ocupación francesa19.
El período comprendido entre los años veinte y hasta los años cincuenta, en
España se observa cierta penetración tardía de las nuevas modas francesas, lo
que tal vez guarda relación con la reacción adversa a Francia tras el fin de la
Guerra de Independencia20. Por tanto, se produce una transformación radical
en la silueta tendiendo a localizarse la línea de la cintura en su lugar natural al
descender el alto talle que caracterizaba al estilo Imperio y como consecuencia
de ello, la reaparición del corsé21 22 23 (FIG. 9). Las formas en el cabello y los
tocados seguirán manteniéndose.
4. LA INDUMENTARIA FEMENINA EN LOS AÑOS 30 Y 40
En los años 30, el traje presenta un acabado en pico, con la cintura más
marcada. Un traje en el que los hombros caen y son más anchos, efecto que
producen las mangas tan abultadas en su parte superior, conocidas como
mangas de jamón, o con volantes, y una falda acampanada, que puede llevar
también volantes. Esta falda es más corta que el traje Imperio (inicios de la
centuria), pero tendente a tocar el suelo. Los escotes, que ya descubrían los
hombros en los años veinte, se cubrían con canesúes24, chales de encaje25 y
19
C. SOLDEVILA (1950), 16-17. 20
C. SOLDEVILA (1950), 9-10. 21
Prenda interior armada con ballenas usada por las mujeres para ceñirse el cuerpo desde debajo del pecho hasta las caderas; extraído de la Real Academia Española. 22
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 135-155. Fue en el siglo XVII cuando se introdujo el corsé. El uso más común y conocido es el de reducir la silueta y hacerla más atractiva aunque también puede utilizarse en ortopedia. En las mujeres, su uso, es más frecuente para resaltar las curvas, reduciendo la cintura y marcando busto y cadera. Durante el siglo XVIII éste empezó a desaparecer de la vista agregándose otros elementos al traje, es ya en el XIX cuando se volverá a hacer visible. 23
A. M. DÍAZ MARCOS (2006), 137-138. La autora dice textualmente que el siglo XIX asiste a
una constante reflexión sobre la moda, heredera de la preocupación dieciochesca por el lujo y la novedad; la controversia sobre el uso del corsé o la polémica que despertaron los bloomers ponen de manifiesto la virulencia de las opiniones a favor y en contra de una prenda. No es casual, por tanto, que los primeros estudios sobre la moda aparezcan en las últimas décadas del siglo XIX con George Simmel, Thorstein Veblen, Gabriel Tarde y Herbert Spencer aluden a ella como un aspecto central en sus estudios. 24
Pieza superior de la camisa o blusa a la que se pegan el cuello, las mangas y el resto de la
prenda; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 25
Paño más largo que ancho que se utiliza como abrigo o adorno sobre los hombros. Sinónimo
de echarpes; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.
10
boas de plumas. Los vestidos en ocasiones incorporaban bertas26, cenefas de
encaje o tela decorada que ribeteaban los escotes y se adornaban con bandas
en la cintura y con lazos27. En los años treinta aparecen ciertos rasgos en la
indumentaria que podrían asociarse plenamente con el movimiento romántico;
y es que es un momento en el que se adoptan rasgos medievales como las
mangas con forma de globo en su parte superior, los cuellos de lechuguilla28,
las valonas29 o ciertas armaduras de las faldas (FIG. 10, 11).
Los sobretodos más usados eran echarpes, mantellinas y chales, siempre de
telas ligeras y amplias. De diario podían llevar tejidos estampados más fuertes.
Referente al calzado, los zapatos más corrientes eran bajos y escotados, de
tipo chinela o zapatilla, que se ataban sobre el tobillo con cintas, y de punta
cuadrada30 (FIG. 12).
Los sombreros se adornaban con cintas que a la vez tenían la utilidad de
atarse bajo la barbilla. Un tocado muy frecuente fue la capota, que al quedar
atada bajo la barbilla con cintas adquiría forma de teja o abocinada (FIG. 13).
Ésta se realizaba en paja o tela. Otro tocado frecuente era el turbante (FIG.
14). Mantilla y peineta eran habituales en el tocado, y su uso fue recogido en
las obras de viajeros extranjeros que llegaron a España, así como Víctor Hugo,
Téophile Gautier, Alfred de Vigny o Prosper Merimée, que se interesaron en
ellas por no estar presentes en la moda francesa. Sin embargo, cuando en
1845 Téophile Gautier pasa por Madrid, escribe que no ha encontrado ni una
manola verdaderamente castiza:
La manola es un tipo desaparecido, como la griseta de París, como las transtiberinas de
Roma; existe aún, pero despojada de su carácter primitivo. Ya no lleva su traje atrevido y
pintoresco (...). He buscado la manola pura sangre por todos los rincones de Madrid: en
los toros, en el jardín de las Delicias, en el Nuevo Recreo, en la fiesta de San Antonio, y
no he podido hallar ni una completamente castiza31
.
26
Tira de punto o blonda que adornaba generalmente el vestido de las mujeres, por el pecho,
hombros y espalda; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 27 M. COMBA (1977), 67. Señala que este traje se generaliza en España coincidiendo con el cuarto matrimonio de Fernando VII, con María Cristina de Borbón, en 1829, por las influencias italianas en el traje que se difunden en España a raíz del enlace. 28
Cabezón o puño de camisa muy grande y bien almidonado, y dispuesto por medio de moldes
en forma de hojas de lechuga, usado durante los reinados de Felipe II y Felipe III; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 29
Cuello grande y vuelto sobre la espalda, hombros y pecho, que se usó especialmente en los
siglos XVI y XVII; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 30
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 192-193. 31
T. GAUTIER (1845), 96-97.
11
Los cabellos en este caso se peinaban con raya en medio que distribuía el
pelo, a modo de tirabuzones o moños, a uno y otro lado de la cabeza; a
menudo lograba cierta altura32 (FIG. 15). Cerca de 1835 los estilos de cabello
de las mujeres son un poco más elaborados dando paso a la sofisticación33
(FIG. 16, 17).
En este período de la historia del traje el material de elaboración tenderá a
una mejor calidad y variedad como muselina34, organdí35 o tul36, tejiéndose con
frecuencia vestidos completos en este material.
Coincidiendo con el inicio de la mayoría de edad de Isabel II (1833-1868), los
años cuarenta se caracterizan por ser un momento de transición a un nuevo
período en la historia del traje español. La corte española se revivifica durante
su reinado personal pues se exigía una indumentaria muy cuidada y de mayor
complicación para esa renovada vida social: teatros, conciertos, bailes, etc. Las
clases populares seguirían incorporando elementos castizos en su
indumentaria mientras que la nobleza y burguesía se presentan mucho más
diferenciadas.
5. LA INDUMENTARIA FEMENINA EN LOS AÑOS 50 Y 60
Hacia mediados del siglo, las mangas tienden a ser más anchas. En otros
momentos también aparecerán cortas pero evolucionarán a la conocida manga
de pagoda37. Los escotes adquieren forma de V y los vestidos de noche
tienden a un acabado redondo38 39. Para mantener esa rigidez y volumen de las
32
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 191. Como ya se ha mencionado con anterioridad, fue en los primeros años del siglo XIX cuando el peinado es a la griega; el típico peinado de la etapa del Imperio o Consulado. Ahora, a partir de 1930 sobre todo, el peinado obtiene otra forma, se incorporan nuevos elementos y vuelve a tender hacia la monumentalidad. 33
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 171-180. El culmen de altura en los peinados lo tenemos en el siglo XVIII cuando las clases dirigentes francesas extendían hacia arriba el volumen del cabello incorporando joyas, jaulas de loros, flor de patata, maquetas de barcos, plumas, etc. Eran verdaderas torres artísticas de metro y medio. 34
Tela de algodón, seda, lana, etc., fina y poco tupida; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 35
Tela blanca de algodón muy fina y transparente; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 36
Tejido delgado y transparente de seda, algodón o hilo, que forma malla, generalmente en
octógonos; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 37
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 195. El autor cita textualmente que la manga de pagoda tiene una forma acampanada que aumenta su anchura desde el codo. 38
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 195. Apunta que las faldas se alargan y se ensanchan, y tienen bastantes pliegues y volantes que aún aumentan más su volumen, alcanzando medidas extremadas en su ruedo había 1860.
12
faldas era necesario el uso de estructuras fuertes que aguantaran estos
materiales. Estamos hablando de la crinolina, una falda interior con aros que
ahuecaba las faldas, y el miriñaque, armazón de aros en la línea del tontillo, el
pannier, el guardainfantes o el verdugado (siglos XV-XVIII)40, si bien es menos
rígido que aquellos al incorporar aros flexibles (FIG. 18).
Aún seguirá vigente el corsé, pero es aquí donde destacaríamos el uso de
los bloomers (FIG. 19). Este atuendo consistente en una túnica larga sobre
pantalones bombachos de tipo turco, alababa la libertad de movimientos que
estos permitían41.
La indumentaria infantil no era más complicada. Llevaban un miriñaque más
corto hasta media pierna, una falda muy corta, que mostraba en parte los
pantalones interiores de lencería y encaje. Los encajes ocupan un importante
lugar en este período en el vestido, ocupando en ocasiones gran parte del
mismo42 (FIG. 20). Como ya he mencionado con anterioridad, al principio de la
obra, la indumentaria española no cuenta con una bibliografía precisa y
completa por lo que enfrenta multitud de opiniones como por ejemplo; según F.
DE SOUSA CONGOSTO (2007, 182) en este siglo es cuando la indumentaria
infantil adquiere plena independencia de la de adultos, mientras que P. PENA
GONZÁLEZ (2008, 106) afirma que todavía en el Romanticismo el vestido infantil,
apenas, se diferenciaba del adulto excepto en la talla: se viste a los chicos
como caballeros miniaturizados y a las niñas como enanas.
En este momento se desarrollan elementos como la ropa interior, el pantalón
interior y las medias de seda, ante los avances de la higiene43. Según P. PENA
39
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 190. Como ya vimos con anterioridad, en la primera fase del Imperio o Consulado tenemos un traje que obtiene la forma cónica. Podemos anotar una de las primeras diferencias en la silueta de la falda pues en cincuenta años ya tiende a ser redonda. 40
A. GARRIDO RODRÍGUEZ, R. GÓMEZ RODRÍGUEZ, A. GONZÁLEZ DE LA OSA, J. MÁRQUEZ MORANT,
M. ZAFRA GRANADOS Y VARIOS (2013), 33-38. URL: https://www.academia.edu/5111954/la_moda_femenina_en_la_edad_moderna. 41
A. M. DÍAZ MARCOS (2006), 138. Este atuendo, si no fue inventado por Amelia Bloomer, sí que
lo popularizó hacia 1851. La prenda y la discusión sobre su uso alcanzaron gran notoriedad y enseguida se la relacionó con la lucha por los derechos de la mujer. La vida de esta prenda fue muy corta pues muy pronto muchas defensoras de la causa femenina –incluidas la propia Bloomer y Elizabeth Cady Stanton– dejaron de llevarla por considerar que no favorecía la causa y distraía la atención de su verdadera lucha. 42
C. SOLDEVILA (1950), 41. 43
R. M. MARTÍN I ROS (1991), 21-22. La producción de encajes durante el siglo XIX fue de gran importancia en España. Se simultaneó el consumo de piezas manuales, que aún gozaban de gran prestigio –sobre todo blondas y chantillí destinadas a mantillas y mantos–, con otras fruto de la mecanización. Los principales núcleos encajeros fueron Camariñas en Galicia, Almagro en La Mancha, Granada y, en Cataluña, Hospitalet de Llobregat y sobre todo la zona del
13
GONZÁLEZ (2008, 97) más que por higiene, una mujer vestía tanta o más ropa
interior que exterior para realzar, entre otras, la falda. La crinolina permanece
en uso durante los sesenta, pero experimentando transformaciones, ya que
tiende a desplazarse a la parte trasera de la falda, mientras que el frente irá
adquiriendo un perfil recto, constituyéndose la media crinolina en la década de
1870 (FIG. 21). Estas transformaciones son simultáneas a la aparición de la
cola que se forma al quedar en la espalda gran cantidad de tela (FIG. 22).
El traje de ceremonia sigue las líneas descritas: una cintura estrecha y una
falda amplia. Las variaciones se aprecian en el escote, que descubre los
hombros, y en las mangas cortas. Todo adornado con encajes y
confeccionados en seda y tul44. La reina Isabel II, protagonista de este periodo
de la historia del traje, aparece en los retratos de Federico de Madrazo (1815-
1894) con trajes de este tipo, que incluyen bordados heráldicos con motivos de
flores de lis, castillos y leones (FIG. 23). Ya entonces las mujeres preferían
inmortalizarse ataviadas con sus galas más espléndidas, las que utilizaban
para ocasiones sociales y que, en perfecta coherencia, eran denominadas
trajes de sociedad o trajes de baile; que no había reunión distinguida sin su
ración de contoneo. El traje de baile equivale al ideal femenino romántico,
porque en ninguna otra ocasión la mujer se acicalaba con mayor esmero. Son
las reuniones sociales el lugar donde cumple su papel en la vida: cazar un
buen marido45. Detengámonos un momento sobre ese ideal. Las revistas de
moda hablan de mujeres de dos edades: la joven casadera y la señora. El
Correo de la Moda recomienda para la primera vestidos de tonos claros y
tejidos livianos, y para la segunda, géneros de mayor cuerpo y tonos brillantes:
“Hasta los veinticuatro años nos es permitido un traje que nos envuelva en
una nube de gasas y de tules; hasta esa edad nos es lícito transformarnos en
hadas o ninfas, pero en llegando a los veinticinco, ya es imprescindible vestirse
como una mujer”46.
Esta cita permite acercarnos aún más al ideal femenino que persigue el traje
romántico al sugerir que las jóvenes se vistan como hadas y ninfas. Y en
Maresme, que abastecía a Francia. En este último caso las encajeras catalanas seguían patrones franceses y posteriormente las piezas se vendían como fabricadas en Francia. 44
M. COMBA (1977), 68. 45
P. PENA GONZÁLEZ (2008), 97. 46
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, Correo de la Moda, Periódico del Bello Sexo nº 146
16/1/1856, 16.
14
efecto, según el teatro de la época, el vestido de la Condesa de Vilches (FIG.
24) recuerda al de una ninfa, mientras que los de Luisa Fernandina de Borbón
(FIG. 25) y la Duquesa de Castro Enríquez (FIG. 26) se adaptan, a lo que el
ballet romántico entendía, por un hada. Concluimos que el ideal femenino
romántico procede del teatro y muy especialmente de la ópera y el ballet47.
Continúan usándose sobretodos como las manteletas48, aunque irán
aumentando sus dimensiones. Los chales de cachemira estarán muy presentes
también en la indumentaria junto con manguitos amplios. Respecto al calzado,
los más comunes siguen siendo los escotados y planos, atados con cintas, y
flor sobre la pala, así como botines de calle, realizados en tela que se combina
con el color del vestido, de tacón también bajo y atado a un lado. A diferencia
del calzado de antaño, éstos ya son más sofisticados.
Se usan muchos tocados que realzan los peinados, abundando los adornos
con flores artificiales, así como la mantilla, moda impulsada por Eugenia de
Montijo (FIG. 27). Tanto la capota como el sombrero se van haciendo más
pequeños a lo largo del período incluyendo un nuevo elemento: el velo (FIG.
28).
El peinado sigue la misma línea de los años 30. Las mujeres, en 1840, y
hasta 1860, usaban rodetes en la parte superior de la cabeza, y combinaban
rodetes con rizos que colgaban a los costados de la cara. Adornaban sus
cabellos con peinetas, flores, hojas, perlas, o cintas enjoyadas. Solían peinarse
también con una raya al medio, y un rodete en la nuca (FIG. 29). Cerca de
1860 los rodetes atados en la nuca se volvieron de uso casi general. Los rizos
alrededor de la cara eran populares alrededor de 1850. Los rizos y
ondulaciones, después de 1860, fueron muy populares entre las mujeres, y
usaban ruleros de metal durante la noche para mantener el cabello ondulado.
Es en los años sesenta donde la crinolina desaparece por completo y la
silueta femenina se ve liberada del volumen excesivamente abultado que
ofrecían las modas hasta entonces, ganando esbeltez y originando un perfil
característico de los años setenta. Predominan los escotes cuadrados y ya no
47
P. PENA GONZÁLEZ (2008), 98. 48
Especie de esclavina grande, generalmente con puntas largas por delante, que usan las
mujeres, a manera de chal, para abrigo o como adorno; extraído de la REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA.
15
en V. La cintura podía remarcarse con lazos o bandas mientras que las faldas
van a marcar aún más las caderas, alrededor de las cuales se forman fruncidos
que imitan las formas de cortinajes y tapicerías; aparecen así los trajes de
estilo tapicero que recordaban antiguos modelos como los vestidos a la polaca.
En estos años llega a España el polisón (FIG. 30), un elemento interior, de
origen francés, que incorporaban cojines, aros u otros objetos y que realzaba la
parte trasera de la falda49. Será en la década de los noventa cuando el polisón
se simplifique quedando reducido a un cojín o trasportín50 (FIG. 31).
6. LA INDUMENTARIA FEMENINA EN LOS AÑOS 70 Y 80
En España estas modas se desarrollan durante el Sexenio Revolucionario
(1868-1874) y los inicios del reinado de Alfonso XII. Estos vestidos a menudo
tenían una sobrefalda que se recogía por detrás sobre el polisón51 (FIG. 32).
Referente al peinado tenemos, en la década de los setenta, una innovación que
no tardará en llegar a España: en 1872 el francés Marcel Grateau patentó la
plancha enruladora (FIG. 33), que eran unas tenazas de forma de tubo, uno
cóncavo y el otro convexo, que se calentaban y mantenían el cabello ondulado.
Este invento fue un gran suceso y permitió formar nuevos estilos de peinados,
como uno que llevó su nombre, el ondeado Marcel (FIG. 34).
En los años ochenta surge el traje sastre, préstamo de la moda masculina,
con chaqueta, chaleco, cuello rígido y corbata. Son elementos que aparecen en
la indumentaria femenina que perdurarán hasta la actualidad52 (FIG. 35). Ya en
las décadas de finales de siglo surgen las faldas plisadas con un tipo de tela
específico para que se formen dichos pliegues (FIG. 36).
Los sobretodos más comunes eran en este período los abrigos, que en los
años ochenta adquieren la forma que conservan en la actualidad. En relación
con las modas masculinas se daban pocos contrastes de color en el traje,
49
A. GARRIDO RODRÍGUEZ, R. GÓMEZ RODRÍGUEZ, A. GONZÁLEZ DE LA OSA, J. MÁRQUEZ MORANT,
M. ZAFRA GRANADOS Y VARIOS (2013), 33-38. URL: https://www.academia.edu/5111954/la_moda_femenina_en_la_edad_moderna. 50
C. HERRANZ RODRÍGUEZ (1991), 56. 51
M. COMBA (1977), 68. Apunta que estas modas de trajes con sobrefalda continúan usándose en tiempos de Alfonso XIII. 52
F. DE SOUSA CONGOSTO (2007), 199. El autor cita textualmente que este estilo en el traje se debe al sastre inglés Redfern y quedará establecido en la indumentaria femenina como un elemento insustituible de ahí en adelante. Desde su aparición fue adoptado por muchas mujeres, por su funcionalidad. Se confeccionaba en tejidos más o menos costosos según las clientas, que pertenecen a un amplio espectro social.
16
combinándose telas distintas como por ejemplo el terciopelo y paño, o seda y
lana (FIG. 37). En este momento serán muy utilizadas las telas escocesas
combinándose con frecuencia en diferentes tonos. En el calzado predominaba
el uso de botas con tacón, ahora sí, alto, que resurge con la aparición del
polisón. Normalmente eran cerrados y acabados en pico (FIG. 38).
Los sombreros eran altos de copa y estrechos de ala por lo general, y como
los peinados se disponían hacia atrás tenían ahora que colocarse hacia
delante. Estos peinados podían adornarse con lazos, plumas u otros
elementos. Los peinados altos contribuyen a estilizar la figura (FIG. 39).
Siempre está presente el moño, colocado en la coronilla, así como abundantes
rizos que caen sobre los hombros, lo que con frecuencia llevaba a recurrir a
postizos53. A su vez, en Alemania, en 1883, Fritz Henkel lanza a la venta una
pomada para el cabello, para aumentar los ingresos de su compañía Henkel &
Cie. Durante el siglo siguiente, el Henkel Group se convertirá en una de las
compañías más importantes del mundo en productos para el cabello (FIG. 40).
7. LA INDUMENTARIA FEMENINA A FINALES DE LA CENTURIA: AÑOS 90
En la última década, 1890, se continúa la tendencia a presentar la anatomía
de la mujer sin artificios, hacia una mayor ligereza en la silueta. El cuerpo,
como el corsé, aparece emballenado y se muestra ancho de hombros, efecto
producido mediante mangas muy abultadas en la parte alta, a veces en exceso,
con mangas de jamón, que sobrepasan la línea de los hombros, y estrechas
más abajo, con vuelos sobre la mano54. En ocasiones las mangas serán más
uniformes y estrechas. El cuerpo se une con un cinturón a la falda, que es
estrecha en la zona de las caderas, acampanada en la parte inferior y con cola.
Este tipo de falda perdurará entrado el siglo XX. Se generaliza el uso de la
blusa, muy variable en cuanto a hechura; prenda suelta, con cuello alto y
cerrado, y vuelo bajo la barbilla. Se confeccionaba en tejidos cómodos y
ligeros, y frecuentemente aparecía bordada o acompañada de encaje. A veces
53
C. SOLDEVILA (1950), 44. 54
C. SOLDEVILA (1950), 52. Comenta textualmente que la silueta femenina de los rimeros noventa guarda similitudes con la de los años treinta, con las mangas muy hinchadas y la cintura estrecha, aunque las faldas serán a fines del siglo más largas que en el primer tercio.
17
la blusa era falsa, limitándose a una pechera55 en los trajes de chaqueta (FIG.
41).
El traje de noche en estos momentos de finales de siglo, retoma la túnica
ajustada y con larga cola –la línea princesa–, confeccionado en tejidos
vaporosos y transparentes, que dejaban ver un forro ceñido al cuerpo (FIG. 42).
La cintura estrecha, el busto abombado teniendo hacia delante, efectos
producidos por el uso del corsé, la falda con cola ajustada a las caderas, que
quedaban desplazadas hacia atrás, los cuellos altos y los adornos que al
caminar producen efecto de movimiento, originan en los últimos años del siglo
XIX la primera manifestación del Modernismo en el vestido, la silueta en S56,
que estará presente en la primera década del siglo XX. (FIG. 43).
Los sobretodos continúan las líneas de las décadas anteriores, con las
modificaciones propias de las tendencias de las modas del momento. Así, en el
caso de los abrigos se incorporan las mangas de jamón o globo, si bien para
llevar con vestidos de mangas anchas era más apropiado el uso de sobretodos
que prescindiesen de ellas (FIG. 44). La ornamentación colorista propia del
Modernismo acompaña a mantos, mantones de manila o pelerinas57. Los
tejidos en estos momentos finales del siglo contribuyen también a la esbeltez y
ligereza que se traduce en la silueta de la mujer (FIG. 45). Son ligeros y
cómodos, abundando las telas transparentes. Por otro lado, las aplicaciones de
piel se añaden con frecuencia a la indumentaria de hombres y mujeres, moda
impuesta con motivo de los viajes a París del zar Nicolás II (1868-1918) en los
años noventa. Los estampados aportan nuevos motivos, de influencia oriental,
como los temas vegetales (FIG. 46). Será en los tejidos labrados y en la
decoración donde se aprecian los rasgos más evidentes del Modernismo,
desarrollándose las formas sinuosas características del movimiento de encajes,
bordados y pasamanería58. La línea en los tocados se opone completamente al
momento anterior. Se visten sombreros muy grandes y aplastados con adornos
55
Parte de la camisa y otras prendas de vestir, que cubre el pecho; extraído de la REAL
ACADEMIA ESPAÑOLA. 56
R. M. MARTÍN I ROS (1991), 24-25. La expresión francesa apropiada a esa silueta, coup de fouet, se refiere a la característica sinuosidad de las formas de este movimiento artístico. 57
Toquilla de punto, como capa corta, que usan las mujeres; extraído de la REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA. 58
Género de galón o trencilla, cordones, borlas, flecos y demás adornos de oro, plata, seda,
algodón o lana, que se hace y sirve para guarnecer y adornar los vestidos y otras cosas; extraído de la REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.
18
de plumas y flores. Los peinados tienden a crecer en altura (FIG. 47). En lo
referente a la mantilla, cada vez más irá quedando relegada a actividades
como la asistencia a ceremonias, religiosas o de carácter civil, así como a
espectáculos, como las corridas de toros. Sigue siendo prenda compleja con
abundantes pliegues, realizada en encajes pesados, como la blonda, y contaba
con forro (FIG. 48).
En este momento la indumentaria femenina se acompaña con profusión de
complementos –guantes (FIG. 49), abanicos (FIG. 50), chales (FIG. 51), etc. –,
en una tendencia que no abandonará en el siglo siguiente.
En el calzado, las botas continúan ocupando el principal lugar con lazos o
botones (FIG. 52).
La difusión de los deportes, más tardía en España que en el resto de
Europa, va a producir, junto a una mayor extensión de la higiene, que el traje
español en el siglo XIX reciba influencia de la indumentaria deportiva. Así, se
recogen detalle de prendas como los bombachos o las viseras del ciclismo, o
los jerséis59. Por otro lado, a finales de siglo, los sectores acomodados inician
la costumbre de veranear en lugares como San Sebastián. Allí una de las
principales actividades es el baño, para lo cual surge una indumentaria
adecuada (FIG. 53).
La ropa interior femenina adquiere gran desarrollo por la extensión de la
higiene, siendo los elementos fundamentales la camisa, el corsé, los
pantalones y las enaguas. Se confeccionaban en batista o algodón, y se
decoraban con encajes y bordados. Además en 1890, Alexandre Godefroy, en
su salón de belleza en París, inventa una máquina para secar el cabello en los
salones de peluquería (FIG. 54). Consistía en una especie de bonete de metal
conectado a un tubo flexible que soplaba aire caliente proveniente de una
cocina de gas. Este sistema permitió a las mujeres poder secarse el pelo más
rápido y conservar el diseño de nuevos tipos de peinados. El tamaño de las
máquinas todavía hacía imposible un uso doméstico. En el siglo XX el sistema
se perfeccionaría añadiendo una resistencia eléctrica que permitiría transformar
el aire frío de entrada en caliente a la salida. Luego se añadirían también
termostatos para regular la temperatura y evitar las quemaduras. Y finalmente
59 C. SOLDEVILA (1950), 54.
19
se desarrollarían secadores portátiles para uso hogareño. Hasta bien entrado el
siglo XX España carecerá de su uso.
8. LOS COMPLEMENTOS DE MODA: PAÑUELOS, GUANTES Y SOMBRILLA
Una cita encontrada en un ejemplar de El Pénsil del Bello Sexo, de 1845,
parece escrita esta misma mañana:
“Sabido es que los accesorios suelen ser, a veces, cosas indispensables
para que reine en todo una completa armonía, sin la cual dejan de ser los trajes
verdaderas obras de arte”60.
Los pañuelos en manos de señoras (FIG. 55, 25, 26) se han visto en todas
las épocas que ya hemos comentado. Los románticos los preferían según
explica El Tocador en 1844, bordados, provistos de guarniciones de encaje o al
menos con un festón en el borde (FIG. 56). En tanto que objeto del vestido, con
sentido de adorno de la mano más que de complemento higiénico, los pañuelos
habían de recibir un mimo decorativo del resto del traje:
Los pañuelos de la mano reúnen en el día todo el lujo y elegancia posibles; al bordado
mate ha sustituido uno en que se hallan enlazados diversos dibujos a un festón de hilo
casi imperceptible. Para visitas se usan pañuelos de batista bordados de colores, para
soirée batista también con un bordado de menudas flores caladas61
.
Al igual que el pañuelo, la moda del parasol excede los límites temporales
del Romanticismo (FIG. 57). Accesorio imprescindible de señorita cuya
principal función era la de preservar la tez del bronceado (FIG. 58). Una noticia
de 1852 nos pone al corriente de los diferentes tipos más novedosos:
La Maintenon es recta con mango pequeño, y se hace de tamaño mediano sin flores. La
Marquesa, sombrilla pequeña en forma de media naranja con abertura. Todo lo
caprichoso, fantástico, elegante y lujoso conviene a esta sombrillita cuyo mango está
artísticamente trabajado, se adorna con un deshilado a puntas y se forra de tafetán
blanco. La sombrilla Baronesa, es un medio entre la Maintenon y la Marquesa, se
guarnece con franja o deshilado y también se forra. Esta sombrilla puede usarse con
toda clase de trajes62
.
El accesorio romántico por excelencia serán los guantes (FIG. 59). Los de
una dama debían ser blancos y de cabritilla:
60
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, El Pénsil del Bello Sexo, 7/12/1845. 61
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, Semanario Pintoresco Español, nº11 14/3/1847. 62
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, El Correo de la Moda, nº16 6/1852.
20
Los guantes, una de las partes menos costosas de nuestros vestidos, son sin embargo
un objeto de gasto por la suma facilidad con que se ensucian, y particularmente los
guantes blancos; pero precisamente estos son los que hay que llevar con más
frecuencia63
.
Se estilaron cortos y largos, de seda y de encaje. No había razón para
arruinarse con este gasto porque era posible lavarlos:
“Se lavan al vapor toda clase de guantes, ya sean de cabritilla, castor o
seda. Se componen y limpian, poniéndoles botones si les faltan, y quedan sin
mal olor después de lavados. Por dos reales, tienda de los Guantes Azules,
calle del Carmen, núm. 23”64.
Por ejemplo, el vaciado de facturas del Archivo del Palacio Real nos
descubre el inmenso dispendio que la familia de Isabel II dedicaba a los
guantes. Se conservan muchas de estas facturas como por ejemplo la del
primer semestre del año 1857 donde la empresa del guantero de cámara Lafin,
envió 220 pares de guantes para la Reina y su esposo por un precio de 3292
reales de vellón65. Mientras que las facturas de diversos meses del año 1862
suman 466 pares de guantes por un valor de 7525 reales de vellón66.
9. LA MANTILLA Y LA PEINETA COMO COMPLEMENTOS CASTIZOS
Hacia 1830 no había mujer en España que no llevara mantilla (FIG. 60);
veinte años después, en 1850, exonerada por el sombrero, el chal, la manteleta
y otras innovaciones francesas, se convierte en atuendo folclórico para los
toros y la Semana Santa (FIG. 61). El declive de la mantilla se detecta ya en las
revistas en 1835. En este año el Correo de las Damas se proclamaba partidario
tanto de la mantilla como del sombrero pero animaba a las damas llevar ésta
primera por considerarlas estéticamente superior. Es notable que un sencillo
comentario de una revista femenina lograra captar la atención de los
intelectuales (hecho hoy en día inimaginable), pero así fue. Eugenio de Ochoa
respondió encantado a semejante ocurrencia:
63
P. PENA GONZÁLEZ (2008), 101. 64
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, El Defensor del Bello Sexo, 5/10/1845, 32. 65
ARCHIVO GENERAL DEL PALACIO REAL DE MADRID. Sección administrativa, Cuentas de Particulares, leg. 5236, facturas de 31/I/1857, 28/II/1857, 3/III/1857, 31/IV/1857. 66
ARCHIVO GENERAL DEL PALACIO REAL DE MADRID. Sección administrativa, Cuentas de
Particulares, leg. 5236, facturas de 28/II/1862, 5/III/1862, 14/III/1862, 30/IX/1862, 30/XI/1862.
21
“Una y mil enhorabuenas a nuestro compañero del Correo de las Damas por
haber, el primero entre los periódicos, elevado la voz contra el antipatriótico uso
de los sombreros mujeriles”. Y Mesonero Romanos le ofreció apoyo desde su
Semanario67.
En 1837 la mantilla fue exportada a Europa. El suceso lo recogió para el
Semanario Pintoresco Español la periodista Clementina, corresponsal en París:
Este gracioso capricho lo hemos tomado de las españolas, aunque ellas pretenden que
jamás las francesas saben sacar todo el partido de un auxiliar tan poderoso de las
gracias y la ligereza: dicen que ignora toda extranjera el modo garboso y señoril de llevar
la seductora mantilla, cuyos más insignificantes pliegues dejan traslucir la tierna
imaginación y ocultas miras de quien en ella se esconde. Cedamos pues a las gallardas
españolas el arte de manejar tan interesante velo, y contentémonos con saber que
nuestras modas penetran más allá de los Pirineos68
.
La mantilla seguiría captando la atención de los europeos en diversos
momentos entre 1835 y 1850, y recibió nombres tan diversos como camail,
crispina, cardenala y redowa. En España fue también denominada nube. Ya en
1851 podemos darla por extinguida incluso en nuestro país. Un lector de La
Ilustración que firma con las iniciales T. Z., se lamenta:
“¿Cuánto más graciosas, cuanto más elegantes han sido siempre las
mantillas nuestras, que esos sombreros que nos introducen?”69.
Por último, los abanicos se consideran el complemento de coquetería de la
mujer romántica española. Teófilo Gautier, cuando visita nuestro país, afirma
no haber visto mujer desprovista de ventilador, y lamenta que sólo las
españolas sepan manejarlo: “El manejo del abanico es un arte completamente
desconocido en Francia. Las españolas lo realizan a la perfección; el abanico
se abre, se cierra, se revuelve entre sus dedos con tal viveza y tan ligeramente,
que un prestidigitador no lo podría hacer mejor”70.
Un anuncio publicitario de 1852 nos revela los materiales habituales de los
abanicos que se fabricaban en Madrid: nácar, hueso, asta y sándalo.
67
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, El Correo de las Damas, 21/7/1835, 213. 68
BIBLIOTECA NACIONAL ESPAÑOLA, Semanario Pintoresco Español, nº42, 15/1/1837. 69
P. PENA GONZÁLEZ (2008), 103. 70
T. GAUTIER (1845), 94.
22
10. LA INDUMENTARIA POPULAR FEMENINA
La llamada indumentaria popular se determina por ser utilizada por un grupo
de individuos que constituyen un ente diferenciado dentro de una sociedad y
que consolidan su diferenciación con un traje marcadamente distinto al
generalizado en la sociedad en la que se engloba71. Este traje se asocia, desde
su aparición, a las clases populares y a producciones artesanales y
preindustriales, además de la función de cubrir el cuerpo habitualmente añade
un componente estético, religioso, ideológico, etc. En la actualidad su uso
queda casi totalmente destinada a preservar rasgos culturales por lo general en
desuso y tendentes a desaparecer, si bien en muchos casos representativos de
la historia y la tradición de ciertas comunidades y con suficiente interés para su
perduración. Pocas veces el uso de esta vestimenta se concreta en prendas
presentes en el vestido actual, reservándose a festividades como bodas u otras
ceremonias religiosas, así como actos de reafirmación de la individualidad
regional y de contenido ritual, aspecto este último que permanece en vigor en
numerosas fiestas (así la indumentaria de danzantes, de paloteo (FIG. 62),
botargas, etc.). Como afirma J. M. VALADÉS SIERRA (1994, 219-220), la práctica
aún vigente es el encargo de trajes populares por parte de los grupos familiares
para las nuevas generaciones, como muestra de un legado cultural en peligro
de desaparecer.
Podemos establecer unos orígenes de la indumentaria popular española
más o menos comunes a los del resto de Europa pero con las lógicas
diferencias locales72. Con frecuencia se ha fijado un origen muy remoto para la
indumentaria popular, que como tal es difícil precisar, aunque es cierto que en
este traje sí hay elementos muy antiguos que tienen razón de ser por la
climatología y el género de vida imperante en las distintas comunidades73, si
bien algunas de estas piezas sufren alteraciones en el siglo XIX.
Es a raíz del siglo XVIII, coincidiendo con la implantación de las modas
francesas en España, como en el resto de Europa, cuando se puede establecer
un punto de partida para el estudio de la indumentaria popular española. Desde
la segunda mitad de siglo cuando se produce en el traje popular una reacción
71
M. A. MORCILLO PARÉS (1993), 185. 72
M. COMBA (1977), 13. 73
N. HOYOS SANCHO (1959), 3.
23
contra la penetración de las modas francesas, exacerbando el carácter castizo
del vestido74. No obstante, no se debe dejar de lado el hecho de que la
indumentaria popular, a grandes rasgos, imitaba de forma tosca los usos en el
traje de la aristocracia. J. ORTEGA Y GASSET en prólogo a J. ORTIZ ECHAGÜE
(1930, 10) cita como ejemplo la indumentaria femenina del Valle de Ansó, que
presenta las características del traje cortesano del siglo XVI. Asimismo señala
que los trajes femeninos del resto de Aragón y Valencia imitan modelos
cortesanos del siglo XVIII. Por otro lado J. D’IVORI (1936, 9) habla de la
influencia de las basquiñas y los corpiños de los siglos XVII y XVIII en el traje
regional femenino (FIG. 63, 64), así como de las chupas y casacas tras
recortarse con los siglos, en el masculino.
En la indumentaria popular se distingue el traje de uso diario del festivo. En
el de diario priman los tejidos más bastos o fuertes y la decoración sencilla
(FIG. 65, 66) mientras que el festivo esmera la factura, con materiales más
ricos y ornamentación abundante, lo que unido a su menor desgaste, favorece
su conservación (FIG. 67, 68). Ambas modalidades irán evolucionando a lo
largo de los siglos, como cualquier especie de indumentaria. Este traje
permanece en uso por las clases populares hasta bien entrado el siglo XIX y va
desapareciendo a medida que se extiende la producción en serie del traje, y
avanzan los medios de comunicación y transporte entre núcleos de población
que difunden las costumbres y usos en el vestidos de las grandes poblaciones,
que siguen la moda internacional. Es representativo del traje tradicional
femenino en el tránsito a las modas burguesas el llamado traje de dama (FIG.
69), que sigue las líneas de la moda general de la época. Será en este siglo
XIX cuando ciertos viajeros franceses, como Alexandre Dumas, Théophile
Gautier o Prosper Mérimée, lamentarán la pérdida del uso de la indumentaria
popular en España. En nuestro país surgirán voces de denuncia de esta
situación como la de Gustavo Adolfo Bécquer, pero de forma generalizada esta
preocupación no se ve en los españoles hasta bien entrado el siglo XX75.
Ante el progresivo abandono de la indumentaria popular se acelera la
simplificación en ella. Se produce la identificación entre el traje festivo y el de
74
E. M. AGUILERA (1948), 25. 75
E. M. AGUILERA (1948), 12-13.
24
diario, primando las características del primero, lo que ofrece una realidad
distorsionada, excesivamente folclórica, en la que el traje popular se presenta
casi como un disfraz, siendo una reconstrucción ficticia de la vestimenta de una
zona, que elige la de la fiesta como representativa de cada área. Es por esto
que sería falso hablar de un traje catalán, valenciano, etc. sin tener en cuenta
todas las circunstancias históricas, geográficas, culturales, etc. que competen a
cada zona.
La indumentaria popular comienza a ser objeto de estudio en España
gracias a la labor de ciertos miembros de la Generación del 98 y la Institución
Libre de Enseñanza. Un hito en la difusión, el estudio y la recuperación de la
misma lo constituye la Exposición del Traje Regional e Histórico de Madrid de
1925. Así podemos decir que el traje de mujer va a repetir en todas las zonas
una serie de prendas que son la falda, el corpiño, como prenda de busto y,
sobre él, el pañuelo, mantón o cualquier de sus variantes, confeccionado en
distinto materiales según el clima. Con frecuencia, aparece el delantal (FIG.
70), cuya decoración obedece a su uso, casi inexistente en el de diario y muy
adornado en el festivo. Las prendas interiores comparten con la indumentaria
masculina la camisa y añaden la saya (FIG. 71), nombre también empleado
para la falda exterior, que cubre desde la cintura, a modo de falda interna,
empleándose el lino en su elaboración.
La mantilla sigue siendo el sobretodo más frecuente en el traje femenino. La
más común es de paño y forma semicircular, que cae hasta la cintura. Puede ir
forrada, comúnmente con bayeta, y adornada con bandas de terciopelo negro,
bordados, pasamanería, azabache u otros elementos. La mantilla tiene también
la función de prenda de respeto, formando parte de los tocados, apropiada para
ir a la iglesia, ceremonias o visitas, confeccionándose en terciopelo labrado o
encaje. La de ceremonia puede acompañarse con peineta. Los colores más
usados en la confección de las mantillas eran el negro y los tonos oscuros76.
11. IMÁGENES
76
N. HOYOS SANCHO (1959), 5-6.
25
FIG. 1 El telar de Joseph Marie Jacquard.
FIG. 2 Galerie des Modes, ejemplo de figurín francés (1785).
FIG. 3 Vestidos de noche de la escuela inglesa para agosto de 1808. Ejemplo de Le beau monde o revista literaria y de moda. Situado en el Victoria y Museo de Albert de Londres, Inglaterra.
FIG. 4 Carte de visite portrait. Patentada por Adolphe Eugène Disderí (1850).
26
FIG. 5 Ejemplos de traje forro en maniquíes (1800-1820).
FIG. 6 Bernardo López Píquer. Retrato de la reina María Isabel de Braganza, hacia 1816-1818. Museo del Prado, Madrid.
FIG. 7 Ejemplo de Spencer en maniquí (1790-1820).
FIG. 8 Le Journal des Modes, peinados femeninos de clase alta durante el Imperio napoleónico o Consulado.
27
FIG. 9 Ejemplo de corsé en dibujo. Reaparición del mismo (1820-1850).
FIG. 10 Vicente López, Retrato de la reina maria cristina de Borbón, hacia 1840. Ministerio de Hacienda, Madrid.
FIG. 11 Figurines en blanco y negro que muestran la armadura de las faldas (1830).
FIG. 12 Zapatos tipo chinela o sandalias (1830).
28
FIG. 13 Figurín de capotas: el tocado de los años 30 y 40.
FIG. 14 Retrato de una mujer joven con turbante, óleo sobre lienzo de Jacques Louis David (1748-1825), Francia.
FIG. 15 Ejemplo de peinado con raya en medio que distribuye el pelo a uno y otro lado de la cabeza con rodetes.
FIG. 16 Sofisticación: figurín con ejemplos de las distintas construcciones en los peinados.
29
FIG. 17 Máxima sofisticación en los cabellos del siglo XIX.
FIG. 18 Federico de Madrazo, Amalia de Llano y Dotres. Museo Nacional del Prado, Madrid.
FIG. 19. Figurín que muestra la incorporación del bloomer en la indumentaria femenina (1851).
FIG. 20 Carlos Luis de Ribera y Fieve, Retrato de niña, 1847. Museo del Prado, Madrid.
30
FIG. 21 Ejemplo en dibujo del armazón con frontal recto y crinolina hacia atrás (1870).
FIG. 22 Traje de ceremonia en maniquí con crinolina hacia atrás y aparición de la cola (1870).
FIG. 23 Federico de Madrazo, Retrato de la Reina Isabel II. Teatro Real, Madrid.
FIG. 24 Federico de Madrazo, Retrato de la Condesa de Vilches. Museo del Prado, Madrid, 1853.
31
FIG. 25 Federico de Madrazo. Retrato de la Infanta Luisa Fernanda de Borbón, duquesa de Montpensier. Museo Nacional del Prado, Madrid, 1851.
FIG. 26 Federico de Madrazo. Retrato de la Duquesa de Castro Enriquez. Museo Nacional del Prado, Madrid,1853.
FIG. 27 Figurín que muestra la nueva innovación de los tocados en 1850-1860: la mantilla.
FIG. 28 Retrato de una mujer con velo.
32
FIG. 29 Retrato de española de perfil con rodete. Ex colección de Del Campo.
FIG. 30 Ejemplo de figurín de mujeres con polisón en 1870.
FIG. 31 Ejemplo en dibujo de polisón en 1890.
FIG. 32 Ilustración de La Moda Elegante (1870-1892).
33
FIG. 33 Marcel Grateau probando la plancha enruladora.
FIG. 34 Modelo con el ondulado Marcel.
FIG. 35 Los trajes sastre: las mujeres se visten de hombre, 1880.
FIG. 36 Vestido en seda salvaje rosa con mangas mariposa, plisadas, soleil y falda y colas plisadas a juego. Propiedad de Toti Pries, 1989.
34
FIG. 37 Abrigo en piel en 1880. FIG. 38 Ejemplo de bota de salón realizado
en cabritilla, 1880.
FIG. 39 Figurín con polisón y sombrero alto de copa, 1884.
FIG. 40 Cartel publicitario de la compañía de Fritz Henkel, pomada para el cabello, 1883.
35
FIG. 41 Ejemplo de blusa con encajes en 1890. FIG. 42 Ejemplo de vestido de línea princesa, 1890.
FIG. 43 Vestidos en el modernismo. La silueta en ese. Barcelona, 1900.
FIG. 44 Figurín con abrigo de mangas de jamón o globo, 1890.
36
FIG. 45 Figurín en blanco y negro de 1898 con silueta en ese.
FIG. 46 Estampados con temas vegetales. 1890.
FIG. 47 Figurín con ejemplos de peinados y sombreros de finales del siglo XIX.
FIG. 48 La indumentaria burguesa en 1900.
37
FIG. 49 Figurín de damas con guantes en el siglo XIX.
FIG. 50 Típico abanico español, mediados del siglo XIX.
FIG. 51 Retrato de una mujer con un chal en el siglo XIX.
FIG. 52 Botas a finales del siglo XIX.
38
FIG. 53 Dibujo a color de mujeres con trajes de baño a finales del siglo XIX
FIG. 54 Primer secador de pelo, invención de Alexander Godefroy. 1890.
FIG. 55 Vicente López. Señora de Delicado Imaz, Museo Nacional del Prado, Madrid.
FIG. 56 Ejemplo de pañuelos bordados. Siglo XIX.
39
FIG. 57 (detalle 1) Manuel Cabral y Aguago Bejarano. La procesión del corpus en Sevilla. Museo del Prado, Madrid. 1857.
FIG. 57 bis (detalle 2) Manuel Cabral y Aguago Bejarano. La procesión del corpus en Sevilla. Museo del Prado, Madrid. 1857.
FIG. 58 John Singer Sargent. Paseo con Sombrilla.
FIG. 59 Retrato de una mujer con guantes blancos.
40
FIG. 60 La mantilla: tocado distinguido de la mujer española
FIG. 61 La mantilla: prenda de tradición española para acudir a celebraciones religiosas.
FIG. 62 Indumentaria de danzantes y paloteo. Cantabria en el siglo XIX
FIG. 63 Retrato de una mujer con basquiña. Traje regional femenino.
41
FIG. 64 Traje regional femenino: la basquiña. FIG. 65 Trajes populares de Cantabria en
el siglo XIX.
FIG. 66 Trajes populares de Cantabria del siglo XIX.
FIG 67. Traje típico de novia de clase alta en el siglo XIX.
42
FIG. 68 Ejemplo en maniquí de traje de ceremonia en el siglo XIX.
FIG. 69 Traje de dama del siglo XIX.
FIG. 70 Traje popular de Cantabria con delantal.
FIG. 71 Vestido a modo de saya.
43
12. BIBLIOGRAFÍA
AGUILERA, E. M (1948), Los trajes populares de España vistos por los pintores españoles, Barcelona. ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL Bicentenario de las Independencias Iberoamericanas / Las últimas posesiones. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Portal de Archivos Españoles. URL: http://pares.mcu.es/Bicentenarios/portal/ultimas_posesiones.html. ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL La Guerra de la Independencia / Archivo / Los fondos de la Guerra de Independencia / La Administración de Fernando VII. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Portal de Archivos Españoles. URL: http://pares.mcu.es/GuerraIndependencia/portal/archivo/fondos/fondos.html. ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL La Guerra de la Independencia / Un viaje a la guerra / Los afrancesados. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Portal de Archivos Españoles. URL: http://pares.mcu.es/GuerraIndependencia/portal/viaje/viaje/afrancesados.html. COMBA, Manuel (1977), Trajes regionales españoles, Madrid. DE SOUSA CONGOSTO, FRANCISCO (2007), Introducción a la historia de la indumentaria en España, Istmo, Madrid. DÍAZ MARCOS, Ana María (2006), La Edad de Seda, Publicaciones de la Universidad de Cádiz, Cádiz. GARRIDO RODRÍGUEZ, ASUNCIÓN; GÓMEZ RODRÍGUEZ, RAFAEL; GONZÁLEZ DE LA
OSA, ALEJANDRO; MÁRQUEZ MORANT, JAIME; ZAFRA GRANADOS MARINA, Y VARIOS
(2013), La moda femenina en la Edad Moderna, Universidad de Málaga, URL: https://www.academia.edu/5111954/la_moda_femenina_en_la_edad_moderna. GAUTIER, Theophile (1985), Viaje por España, Barcelona,
HERRANZ RODRÍGUEZ, C., (1991), “Las colecciones del Museo Nacional del Pueblo Español. Paseo por la moda y tradición”, en Moda en sombras, Madrid. HOYOS SANCHO, N (1959), El traje regional en España, Madrid MARTÍN I ROS, R. M (1991), “Moda e industria (1880-1939)”, en Moda en sombras, Madrid MORCILLO PARÉS, M.A (1993), “Aproximación al estudio antropológico de la indumentaria”, en Conferencia Internacional de Colecciones y Museos de Indumentaria, Madrid.
44
PENA GONZÁLEZ, PABLO (2008), “Indumentaria en España: el período isabelino (1830-1868)” en El traje en el Romanticismo y su proyección en España (1828-1868), Ministerio de Cultura. ROCAMORA, Manuel (1933), “Catàleg de la Col·lecció D’Indumentària” esposada per l’Associació d’Amics dels Museus de Catalunya, Barcelona. SOLDEVILA, CARLOS, (1950), La moda ochocentista, Barcelona VICENTE CIUDAD, GLORIA (2012), “La prensa femenina española: “El correo de las Damas”, periódico madrileño”, Madrid.
13. HOJA DE RUTA
En primer lugar, la visita al Portal de Archivos Españoles ha hecho que
extraiga información en los diferentes apartados expuestos en la bibliografía
final, como las circunstancias espacio-temporales y datos específicos sobre
éstos.
En segundo lugar la consulta a la Real Academia Española. Éste recurso
me ha ayudado a poder redactar el trabajo con más facilidad y hacer que el
lector entienda el contenido de la obra de principio a fin a pesar de la cantidad
de tecnicismos escritos. Definiciones como: indianas, ballenado, corsé, polisón,
pechera…
Destacar además el recurso Google Books, que gracias a él he
encontrado documentos muy interesantes a tan sólo dos clicks. Véase las
obras de COMBA, M; ROCAMORA, Manuel MARTÍN RÍOS, R. M; HOYOS SANCHO, N.
Y AGUILERA, E.M.
Por otro lado las fuentes de SOLDEVILA, CARLOS; PENA GONZÁLEZ, PABLO Y
VICENTE CIUDAD, GLORIA salen de Dialnet y me han sido de gran utilidad para
abrir el tema de la prensa femenina en este siglo XIX, el período isabelino y
algunos datos referentes a elementos utilizados en cada década.
Gracias a la Biblioteca Nacional Española he podido indagar, leer y
extraer textualmente varias citas de revistas y periódicos de la época tales
como: El Correo de las Damas, El Guadalhorce, Correo de la Moda, El pénsil
del bello Sexo, Semanario Pintoresco Español y El defensor del Bello Sexo.
45
Del recurso malagueño Jábega he podido barajar bastante información
de libros físicos y no en formato digital de autores como DE SOUSA CONGOSTO,
FRANCISCO; GAUTIER, THEOPHILE; HERRAZ RODRÍGUEZ, C; MORCILLO PARÉS, M. A Y
DÍAZ ARCOS, ANA MARÍA.
El Archivo Documentos RNE me ha aportado información en formato
audiovisual sobre la historia de la indumentaria femenina en la fotografía y en
los primeros films.
No olvidar además el recurso Academia.edu del cual he extraído
información sobre la moda femenina en la Edad Moderna para contrastar con
este siglo XIX.
Por último, el Archivo General del Palacio Real de Madrid que gracias a
que está digitalizado he podido dar con las facturas de guantes, lavados, etc.
en el período de Isabel II.