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    Derechos reservados de autor.Carlos Infante [email protected]

    Derechos reservados de autor.Jos Mara Vsquez [email protected] Derechos de edicin: Manoalzada editores de Hugo Walter Villanueva Azaa

    Av. Las Palmeras 5772, Los Olivos.

    [email protected] Diseo de la portada: Manuel Infante. Diagramacin: Sistemas y Comunicaciones Estratgicas E.I.R.L.

    Hecho el Depsito Legal

    En la Biblioteca Nacional del Per N 2013 - 05464ISBN: 978-612-45111-3-4

    Impresin y encuadernacin: Corporacin Grfca Esmeor Lima.

    Impreso en el Per

    1a. edicin, octubre del 2012

    500 ejemplares

    Publicacin realizada bajo los auspicios de la Universidad Nacional de San Cristbal de Huamanga.

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    A: Octavio Infante Garca, Flix Gaviln, AmadorGarca, Willy Reto, Pedro Snchez, Eduardo de la

    Pinella, Jorge Luis Mendvil, Jorge Sedano y JuanArgumedo que murieron en Uchuraccay.

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    CONTENIDO

    Prlogo 13Introduccin 19

    PRIMERAPARTE: ELTIBIODESPERTAR

    CAPTULOI1. Una rpida mirada al viejo continente 29

    1.1. El nuevo horizonte1.2. La cultura en el siglo XIX

    2. Los estertores coloniales 332.1. La nueva Repblica2.2. Nacionalismo sin nacin

    CAPTULOII1. La prensa del siglo XIX 411.1. Prensa, discurso e ideologa1.2. El mito de la objetividad periodstica

    CAPTULOIII1. La conciencia social en la primera mitad del siglo XIX 53

    1.1. Los orgenes de la tradicin autoritaria1.2. La prensa ayacuchana. El despertar

    1.3. La mirada dominante 1.3.1. El Indjeno 1.3.2. La Oliva de Ayacucho 1.3.3. El Nueve de Diciembre 1.3.4. El Ayacuchano 1.3.5. El Boletn de Salaverry 1.3.6. El Cadete en Jefe 1.3.7. El Centinela Catlico 1.3.8. El Desmentidor. Peridico de Campaa 1.3.9. La Estrella de Ayacucho

    1.3.10. Ayacucho Libre 1.3.11. El Restaurador de Ayacucho 1.3.12. El Franco 1.3.13. La Alforja

    1.4. Una primera sntesis

    SEGUNDAPARTE:AVANCESYRETROCESOS

    CAPTULOI

    1. En busca de una nueva conciencia 1211.1. 1850: La hegemona liberal

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    1.2. Nuevas y viejas prcticas en Amrica1.3. Per: la eterna inspiracin

    1.3.1. Conservadores y liberales, el desenlace1.3.2. Ofensiva liberal y contraofensiva conservadora

    1.4. El pndulo ayacuchano

    1.5. Huanta: La Revolucin de 1856CAPTULOII1. La prensa republicana 153

    1.1. La segunda fase del periodismo ayacuchano

    SEGUNDAPARTE: PATRIAONACIN, UNDIFUSOHORIZONTE

    CAPTULOI1. Los preludios de la guerra 197

    1.1. Una primera aproximacin2. Europa en movimiento 2023. Amrica: el plido reejo 2064. La patria en juego 212

    CAPTULOII1. La prensa en los aos de la Guerra del Pacco 221

    1.1. El acceso a la prensa2. Discursos y contra discursos 223

    3. Ayacucho en la guerra 2273.1. En medio de la guerra3.2. Los medios impresos en Ayacucho3.3. La dcada del 703.4. Durante la guerra

    EPLOGO 273Referencias Bibliogrcas 277Referencias y fuentes hemerogrcas

    ANEXOS 292PeridicoLa AlforjaPeridicoLa Estrella de AyacuchoPeridicoAyacucho LibrePeridicoEl restaurador de AyacuchoPeridicoEl FrancoPeridicoEl FilntropoPeridicoLa Prensa de la LibertadPeridicoEl Mensajero

    PeridicoLa Unin LiberalPeridicoEl rbol

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    PeridicoLa JuventudPeridicoLa Bandera de AyacuchoPeridicoLa IndependenciaPeridico El RejistroPeridico Correo de Encomiendas

    PeridicoEl SufrajioPeridicoLa JusticiaPeridicoEl AyacuchanoPeridicoEl ProgresoPeridicoProspecto de El Dos de mayoPeridicoEl RepublicanoPeridico El Rejistro ocial del DepartamentoPeridicoEl Periodismo

    CUADRON 1PERIDICOSAPARECIDOSENELPERENTRE1811 Y1863 46CUADRON 2DIARIOSQUECIRCULARONENTRE1823 Y1850 62CUADRON 3RELACINDEPERIDICOSQUECIRCULARONENTRE1850 Y1860 156CUADRON 4RELACINDEPRESIDENTESDELPERENTRE1862-1884 210CUADRON 5TASADECRECIMIENTODELAPOBLACINAYACUCHANA1791-1876 229

    CUADRON 6POBLACINDEAYACUCHO, SEGNGRUPOTNICOEN1876 229CUADRON 7PERIDICOSQUECIRCULARONENAYACUCHODURANTELADCADADEL60 237CUADRON 8PERIDICOSQUECIRCULARONENAYACUCHODURANTELADCADADEL70 238CUADRON 9PERIDICOSQUECIRCULARONENAYACUCHODURANTE1879-1884 239

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    PRLOGO

    LOSESTUDIOShistricos sobre Amrica Latina en la actualidad vie-nen desarrollando una verdadera revolucin historiogrca. Partede esta transformacin ha incluido a la historia poltica y la utili-zacin de la prensa como fuente. No obstante, la otrora historia

    poltica positivista del siglo XIXrecurri a ella pero como una fuentehistrica ms, sin advertir su verdadera importancia en el mun-do ideolgico de aquella centuria. Los propios especialistas de laprimera parte del siglo XX, a pesar de sealarla como una fuen-te testimonial de la historia poltica, deslizaron ciertos lmites ycomplejidades en su utilizacin priorizando otros tipos de fuenteshistricas. Incluso, un connotado historiador como Jorge BASADREarm: No se trata de creer sumisamente lo que ellos [peridi-cos] opinan, salvo en cuanto se quiere entender los argumentos,las ideas, los intereses o las pasiones de determinados partidos,grupos, clases, personas o pocas1, y el propio Ral PORRASBARRE-NECHEAagregara: En lo que respecta a la historia poltica, el testi-monio de los peridicos generalmente apasionado o banderizado,tiene que ser sometido a una rigurosa crtica histrica y ser compa-rado con otros testimonios contemporneos.2Esta premisa bsicapero fundamental para el estudio de la historia poltica tambin hasido planteada por la moderna historiografa de la prensa. Fran-

    cois XAVIERGUERRAen su clsico y celebrado libro Modernidade independencia de 1992 haba indicado los argumentos centralespara repensar el inujo y el poder de los peridicos, impresos y ma-nuscritos en la historia poltica y cultural del trnsito del antiguorgimen a la modernidad y de todo el siglo decimonnico.3 Ms

    1 BASADRE, Jorge.Introduccin a las bases documentales para la historia de la repbli-ca del Per con algunas reexiones. Lima: Ediciones P.L.V., Tomo I, 1971: 11.2 PORRASBARRENECHEA, Ral.El periodismo en el Per.Lima: Ediciones del sesquicente-nario de la Independencia del Per, 1970: 7172.3 Francois XAVIERGUERRA(1992)Modernidad e independencias. Ensayos sobre lasrevoluciones hispnicas. Mxico: FCEEDITORIALMAPFRE, S.A.

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    an, en varias entrevistas recalc que: El mundo de la opininno se limita a los peridicos, ni al impreso, ni al escrito, ni a laslites, ni a las ciudades. Hay, como en la sociedad misma formadapor mltiples grupos imbricados, una multiplicidad de espacios ymodalidades de opinin.4

    Precisamente, la historiografa reciente insiste en percibir ala prensa no solamente como una fuente histrica ms y desco-nectada de su contexto y de los intereses de los diversos actoressociales y polticos, sino por el contrario, la convierte en el objetode estudio central de la historia poltica considerando al peridicomismo como un actor poltico. Pero esta tesis tiene relevancia sia la prensa se le vincula con otros medios de informacin y se laenlaza en una inmensa red de comunicacin en donde los discur-

    sos polticos circulan profusamente por diversas arterias, canalesy espacios pblicos de sociabilidad; y, s en esta circulacin, se en-cuentran tambin incluidos los sectores de la lite y el mundo de-nominado plebeyo y popular.

    La historiografa reciente de la prensa en el Per ha sidoinuida por esta tendencia de la historia poltica y cultural. His-toriadores e investigadores como Vctor PERALTARUIZ, Jean-PierreCLMENT, Gustavo MONTOYA, Daniel MORN, Fernando CALDERN,

    MarcelVELSQUEZ, Carmen MCEVOY, Claudia ROSASLAURO, Luis Mi-guel GLAVEy CharlesWALKERhan indagado en diferentes aspectos,temticas y espacios estos argumentos de la historiografa actual.5Incluso, Glave y Walker han relevado las caractersticas de un pro-ceso histrico central de la historia regional del Cuzco a travs delos peridicos entre los inicios de la repblica y la ConfederacinPeruana-boliviana6. Asimismo, Caldern ha incidido en la historiade la prensa de Arequipa durante las guerras de independencia y

    los preludios de la repblica.

    7

    4 Francois XAVIERGUERRA, Eplogo. Entrevista con Francois Xavier Guerra: con-siderar al peridico mismo como un actor.Debate y perspectivas, N 3, 2003: 196.5 Para un anlisis amplio vase: Daniel MORN(2010)Repensando la revolucin desdela historiografa. Prensa, redes de comunicacin y discurso poltico en la coyuntura dela independencia. Per, 17901826,II Encuentro de historiadores peruanos y argen-tinos. La coyuntura del cambio, 1808-1824. Buenos Aires: Universidad Nacional deTres de Febrero Instituto de Estudios Histricos.6 Cfr. GLAVE, Luis Miguel (2004)La repblica instalada: formacin nacional y prensaen el Cuzco, 18251839, Lima: IEP-IFEA; yWALKER, Charles, La orga periodstica: Pren-sa y cultura poltica en el Cuzco durante la joven repblica,Revista de Indias,Madrid,

    vol. LXI, N 221, 2001: 726.7 CALDERN, Fernando, La prensa arequipea a inicios de la repblica, 1825-1834,

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    Indudablemente, en las otras investigaciones el foco de aten-cin ha seguido centrado en Lima, sin embargo, existen algunosltimos estudios que si bien no forman parte estricta de esta nuevatendencia de la historia poltica y cultural han ofrecido indicios im-portantes para el estudio de la prensa regional en el Per. Tales sonlos casos, por ejemplo, del libro de Gladiz ESPINOZA,El periodismoregional (2004); el de James MATOSTUESTA,Apuntes para una his-toria de la prensa en Pucallpa, 1945-1980(2005); el de FilomenoZUBIETANEZ,El periodismo en Huacho, 1820-2000(2012); y, latesis an indita de Luis FACUNDOANTN,Periodismo y proceso po-ltico en Lambayeque, 1846-1980 (1996).

    Entre estas tendencias podemos enmarcar la prolija inves-tigacin de Carlos INFANTEy Jos Mara VSQUEZ, La prensa aya-

    cuchana del siglo XIX. Una mirada al espritu de la poca (2012).Estudio serio y sistemtico porque es el resultado de un largo pro-ceso de investigacin basado en un corpus documental sostenidoy relevante para la historia de la prensa regional decimonnica enAyacucho y que ofrece diversas imgenes de los juegos del poderpoltico vinculando los intereses de la historia regional con la his-toria nacional. En esa perspectiva, considero que la importanciadel libro radicara hasta en seis aspectos clave: 1) El estudio de lar-

    ga duracin de la prensa de Ayacucho que permite un mejor an-lisis de la continuidad y el cambio de estos impresos, sus interesesen una coyuntura de guerra constante y de las liaciones con elpoder poltico; 2) el propio inters por la historia regional comofoco fundamental para comprender las complejidades de la insta-lacin de la repblica, sus vaivenes en el teatro de la lucha polticay el desmontaje de que la prensa de provincias fuera simplementealgo anecdtico en la vida poltica del pas; 3) este inters por

    la historia de la prensa regional de Ayacucho planteado en el libronos lleva a sumergirnos en una nueva y actualizada sistematizacinde los peridicos que circularon en el olvidado siglo XIX: al menoscuatro de estas publicaciones (El Indjeno, El Centinela Catlico,La Alforja y El Registro Ocial del Departamento) me han sugeri-do inquietudes y perspectivas de anlisis entre la historia poltica,religiosa y social; 4) el carcter netamente poltico y partidario delos peridicos ayacuchanos que antes de reejar un negocio comer-

    Academia Nacional de la Historia (Ed.)Pueblos, provincias y regiones en la historia delPer, Lima: ANH, 2006: 765-780.

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    cial, hicieron parte de una compleja red del poder meditico y lalucha en la arena poltica en la conguracin del Estado; 5) estacomplejidad muestra, como sealan los autores, que los impresoslocales eran armas polticas adems de ideolgicas, y que en cadauna de sus pginas empolvadas y amarillentas los discursos repre-sentaron los intereses de los actores polticos en las diversas co-yunturas y contextos (lucha entre caudillos, guerra civil o externay en procesos electorales), y segn sus intereses inmediatos; y, 6)todo este juego de intereses aparte de tener motivaciones polticasresult crucial para la creacin, aunque incipiente, de una deter-minada conciencia poltica en los actores de la historia regional deAyacucho: un caso pertinente que evidencia el libro sera la im-portancia y el papel que jugaron estos peridicos en la coyuntura

    de la guerra con Chile. Por estas razones considero queLa prensaayacuchana del siglo XIX, es una investigacin novedosa y funda-mental para la comprensin de la historia de la prensa regionaldecimonnica.

    Finalmente, como en todo libro de historia, el conocimien-to es un avance progresivo en donde conuyen diversos factores eintereses de los autores y el propio desarrollo de la disciplina y lainvestigacin, por ello, sera interesante que estos aportes de In-

    fante y Vsquez sobre la prensa de Ayacucho se profundicen enprximos estudios hasta en tres aspectos: 1) un mayor anlisis delos escritores pblicos (biografa de los periodistas) que redac-tan estos peridicos y sus vinculaciones mediadas o no con el poderpoltico; 2) las diversas redes de comunicacin y espacios pbli-cos (chicheras, cafs, calles, iglesias, plazas, parques, el plpito,festividades religiosas, etc.), por donde circularon estos impresoslo cual ayudara a percibir precisamente las vinculaciones de los

    mltiples actores polticos en conicto; y, 3) cmo en estos canalesy circuitos de comunicaciones los discursos polticos inuyen enel pblico, en otras palabras, indagar el impacto de la prensa en elpensamiento de la poca, los grados de lectura, difusin y recep-cin de los impresos.8Esta ltima premisa ha sido trabajada por la

    8 Dos de los investigadores de mayor importancia han centrado su estudio en el caso delsiglo de las luces francs: Robert DARNTON(2003)Los best sellers prohibidos en Franciaantes de la revolucin, Buenos Aires: FCETurner publicaciones; Rober CHARTIER, Elmundo como representacin. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Editorial Ge-disa, S.A.; y, Roger CHARTIER(1991)Espacio pblico, crtica y desacralizacin en el sigloXVIII. Los orgenes culturales de la revolucin francesa.Barcelona: Editorial Gedisa S.A.

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    moderna historiografa de la prensa y la historia poltica y culturalllegando a matizar esa visin monoltica de que la prensa fue unmedio netamente urbano y elitista sin ninguna relacin con los sec-tores populares. Es decir, de que los medios de la poca no tuvieronuna circulacin profusa y, por lo tanto, su inujo lleg solamente aun grupo reducido de los sectores ilustrados. Por el contrario, lasevidencias, no solo periodsticas sino mltiples, aunque parciales,indican que la lectura de los peridicos y los impresos fueron msall de los crculos letrados y los espacios de los poderosos y, quela plebe, aunque analfabeta y voluble, pudo acceder a esas redes ycircuitos de comunicacin por otros medios y con otros intereses.9

    Este ltimo argumento no invalida la inmensa investigacinde Carlos Infante y Jos Mara Vsquez, slo sugiere que el tema

    puede desarrollarse mucho ms y que todo libro es un avance delconocimiento parcial e inagotable. En conclusin,La prensa aya-cuchana del siglo XIX estoy seguro que representa un aporte in-valorable para la historia de la prensa regional y peruana y queterminar convertida en lectura obligatoria de los especialistas y elpblico en general.

    Mg. Daniel Morn10

    9 Para un ejemplo coyuntural consltese: Daniel MORN, La revolucin del impreso.Prensa, redes de comunicacin y lectura en los tiempos de las Cortes de Cdiz. Per.1808-1814,Revista del FORO, N 9798, Ilustre Colegio de Abogados de Lima: EdicinInternacional, Bicentenario Constitucin de Cdiz, 1812-2012. 2012: 125-162.10 CONICETUniversidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofa y Letras, Instituto Ra-

    vignani.

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    HACIAINICIOSDELSIGLOXIX, el Per sala de un largo proceso de do-minacin colonial e ingresaba a una etapa de construccin del r-gimen republicano en medio de una serie de problemas de ordensocial, cultural, poltico y econmico. En este contexto, la nueva so-

    ciedad dio a luz un tipo de prensa local, propia, nativa que comen-z a expresar y difundir los sentimientos de una nacin en procesode formacin1.

    Muy pronto, los acentuados desencuentros sociales de los quehablan Steve STEINy Carlos MONGE(1988), habran de provocar unviraje radical.

    Lejos de alcanzar un desarrollo sostenido, los desequilibriosestructurales comenzaron a provocar una crisis social arrastrando

    a toda la superestructura ideolgica y poltica. Las inexiones semostraron ms prximas, unas de otras, a diferencia de los relati-vos estados de equilibrio que registr ms adelante la historia re-publicana. Las dictaduras, precedidas de golpes civiles o militares,comenzaron a sucederse. Tan slo en la primera mitad del siglo XIX,las rupturas polticas de este tipo sumaron 12 en menos de 30 aos(1821 a 1850). Cada administracin poltica elabor un soportemeditico impulsando la creacin, a veces efmera, de peridicos2dispuestos a dejar testimonio escrito e impreso de la hazaa de los1 Al salir del perodo colonial era previsible que la burguesa emergente comenzara aconstruir una nueva nacin. Sin embargo, la nueva clase dominante profundiz ms lasdiferencias y segregaciones entre los herederos de la colonia (terratenientes, aristcratas yclrigos) y los indgenas y mestizos. De all que surgieron varias formas de ver el tema de laconciencia nacional. Por ejemplo, para FLORESGALINDOla diversidad resulta ser el sustentode una construccin ms democrtica de la sociedad. Por lo tanto, no es suciente hablarde una nacin sino de varias. Cfr.Buscando un Inca: Identidad y utopa en los Andes.1994: 370. Pero no se trata de diferenciar e imponer lo diverso sobre la unidad como dije-ra Rodrigo MONTOYA(2005), sino de presentar la idea de oposicin de un mundo o de unaunidad indgena o unidad peruana frente a sus antiguos verdugos.2 No olvidemos que la radio y la televisin aparecen a mediados del siglo XX. Casi simul-tneamente surgen los noticiarios radiales y televisivos.

    INTRODUCCIN

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    caudillos a los que sirvieron con notable esmero.Fueron sus notas, a veces informativas, a veces nutridas de

    intensa pasin, las que reejaron la conciencia moral, poltica eideolgica de la prensa de la poca3. No hubo, en buena cuenta,impreso que prescindiera de este aspecto.

    Con sus caractersticas particulares sin olvidar que en el res-to del pas y, especialmente, en la capital de la Repblica, apare-cieron y desaparecieron impresos de diferente periodicidad, y aligual que sus pares en todo el territorio nacional, cada peridicomostr una clara orientacin poltica e ideolgica hacia un lado uotro, de manera abierta o furtivamente.

    Desde esta perspectiva, creemos estar en condiciones de ar-mar que la lnea editorial que caracteriz a los impresos de esta

    poca no fue exclusivamente conservadora cuando s hegemni-ca, fue tambin reaccionaria en niveles signicativos, todo estocomo resultado de la inuencia poltica y del control econmico delos grupos de poder local, cuya esencia estuvo fuertemente atada alrgimen feudal.

    La dcada del 50 inicia con un breve perodo de estabilidadpoltica4. Haba terminado una primera etapa de confrontacin mi-litar; an as, en 1854 se registr otra revuelta de considerables

    proporciones destinada a derrocar a Runo Echenique, ocasin enque el caudillaje militar y los enconos personales volvieron a aso-marse y absorbieron por completo la atencin y la preocupacinde la nacin, por lo menos de aqulla que se encontraba instaladaen la franja costera y en ciertos enclaves andinos. Pronto, con elsegundo gobierno de Ramn Castilla, el panorama se orient ha-cia otras prioridades sin que por ello el proceso de gobernabilidadhaya entrado a desarrollar y consolidarse; lo que ocurri es que,

    factores de orden social y econmico, tanto en el pas como en elmundo, favorecieron sustancialmente este cambio.

    3 Una denicin relativamente amplia del concepto de prensa es desarrollada en CantoGrande y las dos colinas. Del exterminio de los pueblos al exterminio de comunistas en

    el Penal Castro Castro. Mayo1992. De Carlos INFANTE, 2007.4 Ramn Castilla vena gobernando el pas desde 1845, tras derrotar a las tropas rebel-des del general Vivanco. Ese ao al haber sido establecida la majestad del Congreso, fueungido como Presidente Constitucional. Sus dos gobiernos (18451851 y 18551859)fueron acompaados de un auge econmico importante en la historia peruana a partirde la explotacin del guano. Virgilio ROEL(1986) habra calicado este perodo como unmomento de opulencia a favor de la casta aristocrtica peruana. En: Historia social yeconmica del Per en el siglo XIX.

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    Como consecuencia de aquel reujo se registr un perodo deauge en la circulacin de peridicos. De un total de 26 impresos(entre 1845 y 1860), siete aparecieron durante la parte nal del pri-mer gobierno de Castilla y 16 en los siguientes diez aos, perodoque compartieron Echenique y Ramn Castilla, ste ltimo en susegunda administracin. Era la cifra ms elevada de medios du-rante una dcada en el siglo XIX. De all que consideramos necesarioestablecer, para aquel perodo, un momento de ruptura histrica5,del cual deriva el espacio temporal de otra de las investigacionesque dieron origen a este ensayo.

    Otro aspecto tomado en cuenta para la delimitacin temporal,fue al inicio del proceso de liberalismo en el Per, tanto en el cam-po poltico como en el econmico. En 1860 se promulg una nueva

    constitucin de tendencia liberal. Cuatro aos antes, la AsambleaNacional haba aprobado una carta poltica de igual orientacin,pero fue la del 60 la que dinamiz parcialmente el proceso liberalen el pas.

    Este cambio se extendi a la esfera de la cultura, repercutien-do en las posiciones ideolgicas y polticas de todos los sectores so-ciales comprometidos con la dinmica del pas. All estuvieron losintelectuales y la prensa, cuyo protagonismo sirvi para soliviantar

    en muchos casos el conicto entre conservadores y liberales o entreciviles y militares. De all que nos interes determinar si hubo unaconciencia crtica reejada en el discurso de la prensa ayacuchanaque circul a lo largo de todo el siglo XIXy, en segundo lugar, si esaconciencia contribuy en la formacin de un modo de pensamientofrente a la realidad social de la poca6.

    Debemos sealar que el tema no ha sido explorado con rigorcientco. Existe un escaso tratamiento acadmico que solo alcanza

    a una lectura descriptiva y algo especulativa del periodismo local,por lo que ha sido necesario agrupar investigadores de diferentesdisciplinas con la intencin de realizar un trabajo multidisciplinario.

    Pues bien, al hablar de la historia del periodismo ayacuchanoes inevitable referimos a aquel proceso que ha gestado un pensa-miento (o varios) independiente o no del rgimen poltico estable-

    5 EnEl Ocio del Socilogo, Pierre BOURDIEU, et al. (1994) , hablan de los procesos deruptura adscritos al escenario epistemolgico. Sin embargo, esta categora bien puedeaplicarse a procesos histricos con el objeto de establecer espacios opuestos o distintoscomo los que pretendemos precisar en el presente trabajo.6 Conciencia moral o conciencia crtica conforman una misma categora.

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    cido, pero que ha sido organizado en base a estructuras discursivasde inocultable conguracin en la prensa de la poca7. Y aun cuan-do en ese entonces no existan medios electrnicos de carcter ma-sivo8, la idea de jar nuestra atencin en la prensa tiene una dobleconnotacin e importancia para el presente trabajo: la de formarparte del objeto de estudio y la de ser fuente hemerogrca, pues,de sus pginas salieron los elementos necesarios para nutrir el datoemprico. En ambos casos, el lenguaje9, que une o confronta al pen-samiento con la realidad social, se encuentra all, como un dis-curso jado por la escritura en palabras de Pal RICOEUR(1999) y,como tal, queda marcado en la historia social de la poca.

    Es cierto que toda forma de periodismo, incluso aquella queno se caracteriza por el aparente uso de la palabra impresa, sino

    por la articulacin de formas expresivas distintas a ella, tiende ne-cesariamente a elaborar escritos, impresos o grabados, como pro-pone Alberto DALLAL(2003); sin embargo, ninguna de estas formasde produccin periodstica ostenta el privilegio que ha sabido ga-narse en ms de 500 aos el tipo de periodismo que dio inicio a laprensa, ms all del imaginario social construido a sus expensas yextendido a todo medio informativo, aun no siendo impreso.

    Como sea, nos referimos a la prensa (a secas) y, aunque parez-

    ca redundante, hablamos de una prensa informativa que luego dela instalacin de la Repblica se propag profusamente10a diferen-cia del perodo prerrepublicano y que, a pesar de su escaso tiraje ylimitada circulacin11, cumpli un rol fundamental en la construc-cin de la conciencia social durante la primera mitad del siglo XIX.

    7 Esta es una de las conclusiones a las que arribamos en la investigacin acerca de estamisma temtica pero con distinta delimitacin temporal. Cfr. INFANTE, Carlos y Jos Ma-ra VSQUEZ, Trabajo indito sobre La lnea Editorial de la prensa ayacuchana durante

    la primera mitad del siglo XIX. 2006: 71 72.8 No fue sino hasta 1925 cuando apareci la primera emisora en el Per. En 1958 hizo lopropio la seal de televisin en Lima. GARGUREVICH, Juan.Introduccin a la Historia delos medios de comunicacin en el Per. 1977: 106 152.9 Cfr. SAUSSURE, FerdinandDE(1995). Curso de lingstica general.10 El nmero de peridicos semanarios principalmente no fue menos de 14. Entreellos se encuentran:Ayacucho Libre, El Restaurador de Ayacucho, El Franco, La Alfor-

    ja, El Centinela Catlico, El Desmentidor. Peridico de campaa, El Nueve de Diciem-bre, El Ayacuchano, El Cadete en Jefe, El Boletn de Salaverry, El Indgena, La Olivade Ayacucho, entre otros. Cfr. INFANTEy VSQUEZ. La lnea editorial Op. Cit. p. 34.11 Ms all del altsimo ndice de analfabetismo de la poca, la prensa estuvo dirigida ala clase aristocrtica local y a quienes ostentaban el poder. Lo demuestra la baja canti-dad de suscritos de la prensa que haba en la jurisdiccin local.

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    Consideramos que esta nocin, acerca de la construccin de unpensamiento de una forma de ver el mundo o, simplemente, de laelaboracin de una ideologa sintetizada en el discurso periodsti-co, no resulta una tesis reveladora. Y, sin embargo, ratica lo que,ya sea por medio del sentido comn o de la crtica ilustrada, signi-can realmente los medios de comunicacin o, especcamente, laprensa. La subordinacin de esta a determinados intereses polti-cos, es explicada deliberadamente por el pensamiento dominantecomo un simple problema de debilidad de los medios informativos,debilidad que puede ser subsanada segn este punto de vistacon el fortalecimiento de la democracia, la misma que estara encondiciones de concederle la libertad o de garantizarle su inde-pendencia. Ya sabemos que esta idea solo pretende encubrir las

    distintas formas de hegemona cultural, de la cual se vale el poderdominante. Por eso, conferimos absoluta vigencia a la tesis marxis-ta que sostiene el carcter y la naturaleza poltica del periodismo12;cuyo soporte nos conduce a sostener que la prensa del siglo XIXenAyacucho, condens o reej formas particulares de mirar la reali-dad social, de conocer y reconocer los conictos previos, las pugnasmilitares, la relativa estabilidad poltica, los regmenes polticos yel auge econmico.

    El presente trabajo, ms bien, nos expondr la tendencia deesas miradas, es decir, el sentido de las interpretaciones que lle-garon a desarrollar los editores de la prensa ayacuchana sobre larealidad de entonces, as como la consistencia de sus argumentos,la continuidad y los alcances de su proyecto discursivo, el tipo deconciencia que fueron formando en sus lectores, etc.

    Resulta improbable establecer la relacin entre esa concienciasocial arraigada en sectores de opinin con acceso a estos medios

    y la concepcin ideolgica del peridico, debido a distancias tem-porales y a la evidente imposibilidad de recoger testimonios oralesacerca del tema. Es ms, no existe suciente acervo documentalacerca de este punto, por lo que se convierte en nuestra mayor di-cultad, aspecto que ha limitado la investigacin y la ha restringidoconfesamos a una lectura menos objetiva acerca de los puntos

    12 Durante la dcada del 70, producto de los cambios polticos y sociales registradosdesde principios del siglo XXen el mundo, el marxismo logr inuir en muchos espaciosde discusin armando la condicin de los medios como simples instrumentos de laclase que detenta el poder. Cfr. TAUFIC, Camilo (1983) Periodismo y Lucha de Clases;HUDEC, Vladimir (1991) Teora General del Periodismo. Entre otros.

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    controversiales sealados en el prrafo anterior. En tal sentido, de-bemos precisar que hemos tomado como base emprica y unidadde anlisis la prensa de la poca y no la prensa escrita, comoequivocadamente se le llama.

    El resultado de la investigacin ha determinado que la forma-cin de una conciencia crtica frente a la realidad social del pas,alzamientos y caudillaje militar, problemtica del indio, de la mu-jer, del negro y el auge econmico principalmente; se aliment demodo parcial del discurso periodstico de un sector no ocial dela prensa que contribuy relativamente en la construccin de unnuevo pensamiento social, amalgamado de referentes nacionalis-tas, patriticos y ligeramente liberales.

    El trabajo lo hemos dividido en tres partes: La primera, desa-

    rrolla la dinmica periodstica de 1827 a 1845; la segunda, cubrela dcada del cincuenta, vale decir entre 1850 y 1860; y, la ltima,abarca desde 1879 hasta el trmino de la guerra con Chile en 1884.Reiteramos: la primera parte abre el panorama de la prensa desdeun anlisis crtico. Se explica el papel de la prensa ayacuchana, susinclinaciones y tendencias, el discurso dominante y la realidad so-cio histrica que envuelve al fenmeno periodstico.

    En cuanto a la segunda parte, se examina a la prensa en el

    marco de la realidad poltica y social, la misma que estuvo marcadapor una continua crisis de gobernabilidad aunque menor a la mos-trada durante 1827 a 1845.

    La tercera y ltima parte aborda el mismo fenmeno social enel contexto de la guerra entre Per y Chile.

    Son tres espacios temporales deliberadamente seleccionadosque deben contribuir a otorgarle una mirada al comportamientosocial de la prensa del siglo XIXen Ayacucho. Cada parte presenta

    sus captulos propios, orientados a ofrecer explicaciones a la luz delcontexto histrico. Al nal del ensayo alcanzamos un conjunto deconclusiones presentadas de modo preliminar, dejando abierta al-gunas interrogantes que esperamos sirva en la construccin de unestado del Arte sobre el tema que nos convoca en esta oportunidad.

    Ayacucho, octubre de 2012.

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    Si pierdo las riendas de la prensa, no aguantar

    ni tres meses en el poder.

    Napolen Bonaparte

    PRIMERAPARTE

    EL TIBIO DESPERTAR

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    CAPTULOI

    1.UNARPIDAMIRADAELVIEJOCONTINENTE

    1.1.El nuevo horizonte

    ELSIGLOXIXfue el perodo de reujo en el proyecto de expansindel viejo continente1. La ruptura poltica de Europa con Amricaconcluy con la emancipacin de las colonias espaolas en 1824.Espaa, luego de tres siglos de absoluto dominio, perdera en solodiecisis aos todas sus colonias en Amrica2; Portugal correra lamisma suerte en 1825, con la separacin de Brasil del control pe-ninsular.

    Pero no solo era el clima de agitacin social que envolva al

    nuevo continente, era qu duda cabe la decadencia del rgimencolonial. La burguesa comenzaba a empoderarse en Inglaterra,Francia, Alemania y en toda Europa. El viejo sistema feudal estabasiendo aplastado totalmente. Entre 1815 y 1848, tres olas revolu-cionarias de corte burgus se registraron en Europa, la primera en-tre 1820 y 1824, la segunda entre 1829 y 1834 y la tercera en 18483.Con excepcin de la ltima, todas las anteriores encajaron dentrode movimientos de liberacin nacional. La de 1848, fue ms bien

    un alzamiento popular que se extendi desde Francia a toda Italia,a los estados alemanes, a Suiza y, en menor grado, a Irlanda, Grecia

    1 Con excepcin de Repblica Dominicana, Puerto Rico y Cuba se emanciparon ms tarde.2 Toda Europa, incluida la occidental, oriental y mediterrnea pasaron por este proceso.El antiguo imperio otomano, por ejemplo, a partir de 1820, gracias a los movimientosde liberacin, perdi sistemticamente Grecia, Serbia, Rumana, Tesalia, Bosnia, Her-zegovina, Bulgaria, entre otras. Cfr. GEORGION, Franois (2005) El imperio otomano

    y Europa en el siglo XIX. De la cuestin de oriente a la cuestin de occidente, N 139,Pars: Estudios turcos y otomanos.3 Cfr. BRIONES, Flix, et al. Las revoluciones burguesas del siglo XIX: 18151848,Theoria, Ao/ VOL. 14, N 02. Chilln: Universidad Bio Bio. Chile. 2005: 18.

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    e Inglaterra. Fue, segn Flix BRIONES, et al. (2005), el producto deaquellos aos de crisis.

    La resistencia del viejo orden era cada vez menor. Los afanes res-

    tauradores de las antiguas monarquas apenas duraran algunos aos.

    Francia fue un buen ejemplo de lo que ocurri en muchos lu-gares. La cada de Bonaparte abri las puertas a los Borbones y, conestos, retornaron las taras del pasado. Si el siglo XIXdio impulso alliberalismo observando un cambio fundamental de sus estructuraseconmicas, por otro lado, el pensamiento tradicional y conserva-dor no desapareci denitivamente.

    Precisamente fue este modelo de pensamiento conservador yreaccionario el que sostuvo el perodo de restauracin entre 1814 y1830, encabezado por la rama mayor de la monarqua Borbn querepresent los intereses de la gran propiedad agraria hereditaria, lamisma que fue derrocada en 1792.

    Pero la marcha de la historia no se detuvo. Los cambios so-ciales y polticos, estuvieron acompaados de notables transfor-maciones en materia tecnolgica e industrial. Virgilio ROEL(1987)apunta un total de 108 grandes inventos en ese siglo, casi uno porao y tres veces ms de lo obtenido el siglo anterior. Los grandesinventos [permitieron] transformar profundamente la tecnologa,en todos los campos de las actividades econmicas [] en la agri-cultura, transportes e industrias.4

    La burguesa comenz a desarrollar las fuerzas productivasgenerando otra clase social: el proletariado. Esta clase social esta-ba constituida fundamentalmente por trabajadores urbanos. ParaMARX y ENGELS, citados por Ricardo ANTUNES (1999), ambas cate-goras tenan la misma connotacin. Y es que, en Europa de esapoca, los trabajadores asalariados eran predominante y central-mente proletarios5. Generalmente, su espacio de trabajo eran lasfbricas, desde las ms avanzadas hasta las menos desarrolladas,donde se registraba un nivel de interaccin entre trabajo vivo ytrabajo muerto, entre trabajo humano y maquinaria cientcotecnolgica6.

    4 Cfr. ROEL, Virgilio.Historia social y econmica del mundo moderno, 1987: 38.5 Cfr. ANTUNES, Ricardo. Los nuevos proletarios del mundo y el cambio de siglo, En:Los sentidos del trabajo: ensayo sobre la armacin y negacin del trabajo, 1999: 1.6 Cfr. ANTUNES, Ricardo. Los nuevos proletarios Op. Cit. p. 2.

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    Su participacin en el proceso productivo fue crucial, de allque las manifestaciones a gran escala organizadas por el proleta-riado hacia mediados de aquel siglo, terminaron en eventuales to-mas del poder y el receso de la produccin como efecto de jornadas

    extensas de paralizacin.El nuevo horizonte no solo signic el cambio en el rgimende produccin, el nuevo modelo de pensamiento pas a dominar yextenderse a diferentes escenarios de la cultura.

    1.2. La cultura en el Siglo XIX

    Si la cultura es uno de los principales factores que delimitan laidentidad de una sociedad, no resulta extraa la especial atencinque se le prest en los nacientes estados liberales surgidos luegode la crisis del antiguo rgimen. En el contexto de los cambios so-ciales, los productos culturales habran de aproximarse ms quenunca a la realidad de su tiempo. Por un lado el artista reejara ensus obras la realidad social y poltica del nuevo orden burgus; porotra parte la edad contempornea habra de inaugurar una nuevadependencia entre el profesional de la cultura y el pblico al queiran sus productos. Se abri el proceso de produccin, circulaciny consumo7en el mundo europeo.

    Pero no slo la esttica y el arte se mostraron alentadas por losnuevos tiempos, la cultura periodstica obtuvo similares progresos.La imprenta de Gutemberg que imprimi por vez primera un ejem-plar de la Biblia, all por el ao de 1452, dio origen a la actividadperiodstica impresa basada fundamentalmente en un trabajo deimpresin que condens un avance signicativo para el siglo XIX.La revolucin industrial favoreci notablemente a la masicacinde los trabajos impresos, pero tambin al desarrollo de la tcnicade impresin, distribucin de noticias, instalacin de mquinas dereproduccin8. El Nieuwe Tijdinghe (1605), primer peridico denoticias que vio el mundo, de pronto, estuvo acompaado de dece-nas de publicaciones en Alemania, Suiza, Italia, Inglaterra, Fran-cia, etc. Sin embargo, ms temprano que tarde, aquella expresincultural que la civilizacin humana produjo, enfrentara sin duda

    7 Cfr. BOURDIEU, Pierre.Sociologa y Cultura.1990.8 HUDEC. TeoraOp. Cit. p. 26.

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    los rigores del poder. El rgimen dominante del siglo XIXvio conagrado pernicioso la utilidad que podra tener la prensa al habersehecho masiva y sumamente inuyente en los miles de lectores, yprincipalmente en la opinin pblica.

    Dos siglos antes, la prensa ya haba enfrentado los avasalla-dores tentculos de la monarqua inglesa, que pretendi con rela-tivo xito someter a los escasos medios impresos que circulabanen esa poca. La lucha que se libr a partir de nes del siglo XVIIy dio origen a lo que hoy llamamos libertad de prensa o libertadde expresin. En 1695, la primera conquista en esta batalla fue laabolicin de la llamada Ley de censura, impuesta por la monarquainglesa.

    Un sector de peridicos se someti a los designios del po-der poltico, otro, a merced del poder econmico y, un tercero, elms reducido, austero o ms bien modesto, se inclin a trabajarsiguiendo una lnea progresista desarrollando cierta autonomadiscursiva.

    Las profundas diferencias sociales que no se resolvieron conla instalacin del sistema capitalista y que, por el contrario, se agu-dizaron; adems de generar una nueva divisin de clases, sentaronlas bases para que surgiera, tambin, en forma espontnea e, inclu-so, ilegal, la llamada prensa obrera.

    En Inglaterra [] entre los aos 1826 y 1829 sale la revista Coope -rative Magazine, tribuna del socialismo utpico de Robert Owen.[] En Inglaterra fue fundada la Asociacin Nacional de Cartistas en1840, y su actividad es un hito importante en la historia del movi-miento obrero. Con el cartismo, Inglaterra dio al mundo el primermovimiento realmente de masas, polticamente denido y conscientede su naturaleza proletaria [] El peridico ms importante de este

    movimiento fue el Northernm Star, fundado en 1837 en la ciudad deLeeds.9

    Pero, tal vez, el peridico ms importante, no por su tirajesino por su enorme signicado poltico para la poca, fue la NeuweRheinische Zeitung, fundado en Polonia nada menos que por elclebre Carlos MARXy por Federico ENGELS. Surgi, as, el peridicocon el cual comenzara a caminar el periodismo de izquierda.

    9 HUDEC. TeoraOp. Cit. p. 27.

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    La lucha ideolgica entre este tipo de prensa y aqulla quepugnaba por conservar el orden de cosas vigente o de esa prensaque apostaba por restaurar el viejo orden, se hara cruel.

    Muy pronto, la inuencia de medios impresos con una lnea

    editorial plenamente identicada, trasuntara las fronteras euro-peas. La inuencia renovadora de aquella poca se reejara enAmrica Latina donde aparecieron medios con similar caracters-tica. Pero de eso nos ocuparemos ms adelante.

    2. LOSESTERTORESCOLONIALES

    2.1.La nueva Repblica

    La profunda quiebra del Estado metropolitano entre 1796 y 1814,engendrada por el rgimen de explotacin, fue el factor decisivoque provoc el desenlace del conjunto de tensiones existentes enel sistema colonial y el poder centralista. Esta quiebra, como esbien conocida, tuvo como corolario las pugnas polticas y militaresque enfrentaron a los diferentes pases del continente europeo enla bsqueda de un nuevo equilibrio de fuerzas y en las que Espa-

    a estuvo profundamente comprometida. En 1793 la guerra contraFrancia implic que Espaa perdiera la isla de Santo Domingo, labase de los dominios espaoles en el nuevo mundo10. Pero su ver-dadera catstrofe poltica, militar y econmica vino de Gran Bre-taa, como consecuencia de la alianza forjada en 1796 por Napo-len a travs del tratado de San Ildefonso. La derrota de la alianzafranco espaola en Trafalgar11en 1805 signic la destruccin dela armada espaola y el alejamiento denitivo de sus antiguas po-

    siciones.

    10 SEVILLA, Rosario. Santo Domingo, frontera franco espaola. Consecuencias de lapresencia francesa en la isla espaola, Revista de Indias, Escuela de Estudios Hispa-noamericanos, Sevilla. N 4, 1990: 163.11 La batalla de Trafalgar, desde el primer momento, adems del signicado histrico ypoltico, alcanz categora de mito para los ingleses y espaoles y en menor grado parafranceses. Ninguna batalla ha dejado huella tan profunda para la conciencia colectiva.Cfr. DAZ, Luis. Trafalgar (1805): poltica, literatura y mito,ALEUA, Anales de literaturaespaola, N 18, 2005: 97.

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    Sin Armada, el cordn umbilical que mantena ligadas Espaa y Am-rica se quebr: cruzar el Atlntico sorteando los buques de bloqueobritnicos se convirti en una heroicidad. Gran Bretaa suplant aEspaa como proveedora de productos para la Amrica espaola.12

    Pero no solo fue eso. Entre 1808 y 1814, en las amricas desapa-reci el Estado metropolitano, se cre en la prctica un vaco depoder, vaco que las diferentes Juntas establecidas en la pennsulano llegaron a cubrir. No es difcil imaginar las consecuencias quetuvo este hecho en la conciencia poltica de los americanos.

    Fernando VII, tras un breve perodo de ocupacin dirigido porNapolen y de disputas por la corona con su padre, volvi al tro-no de Espaa en 1814. Su retorno, gracias a la ayuda del ejrcito

    ingls, signic el restablecimiento del absolutismo en la Pennsu-la. Espaa tena solo una oportunidad: restablecer su domino enAmrica, no tena otra salida que le permitiera superar el desastreal que haba sido empujado. Para los liberales espaoles, la vueltaa un rgimen constitucional era la nica posibilidad de atraer a lascolonias americanas a una comunidad hispnica renovada13.

    John LINCH(1976) precisa que cuando en 1808 Espaa sufriun colapso ante la embestida de Napolen, dominaba un imperio

    que se expenda desde California hasta el cabo de Hornos, desde ladesembocadura del Orinoco hasta las orillas del Pacco, el mbitode cuatro virreinatos, el hogar de 17 millones de personas. Quinceaos ms tarde Espaa solamente mantena en su poder Cuba yPuerto Rico14. Las nuevas naciones, aunque fugaz y precariamente,se hicieron del control del continente.

    Sin embargo, el nuevo espritu no se desbord de manerauniforme. La realidad social sera ms fuerte que el pensamien-

    to emergente. Per precisa John LYNCH siempre fue ms colo-nial y menos desarrollado que Mxico, su capacidad minera, encambio, sobrevivi ms tiempo. Per nunca fue autosuciente enmanufacturas como lo fue en agricultura15.

    12 AtIENZA, Antonio. Una paliza, Trafalgar. Crepsculo naval espaol. Dossier, N 84,2005: 54.13 Cfr. La Crisis del Estado Metropolitano. En:Metfora y realidad de la Indepen-dencia en el Per. De Heraclio BONILLA. 2005: 3133.14 LYNCH, John,Las revoluciones hispanoamericanas. 18061826. 1976: 9.15 LYNCH,Las revolucionesOp. Cit. 12.

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    Las reformas impulsadas desde el siglo anterior por el rgi-men colonial, como indica John FISHER (1988), no sirvieron sinopara exponer los verdaderos problemas de fondo que aiga a lacolonia. Ni la creacin del virreinato del Ro de la Plata, ni las re-

    formas comerciales, ni el envo del virrey Abascal, lograron sacar alantiguo rgimen de su decadencia.El centralismo, entre otros vicios de la colonia, se mantuvo y

    se reprodujo luego de instalarse la Repblica; es ms, muchas deestas debilidades se profundizaron cuando la nueva Repblica de-cidi trasladar el poder poltico a manos castrenses.

    2.2. Nacionalismo sin nacin

    El Estado colonial espaol puso una extensin de 19,5 millonesde kilmetros cuadrados de territorio americano bajo su dominio.Control durante tres siglos el tiempo de varias generacionesun tercio del territorio norteamericano, todo Mxico, el Caribe,Centroamrica y la mayor parte de Sudamrica. Pero la repentinaunicacin territorial de varias naciones y nacionalidades no lograglutinarlos en una sola y nueva nacin, las diferencias se mantu-vieron a pesar de compartir, por obra de la fuerza, una lengua y unareligin comn. Un factor sustantivo jug en contra de este proyec-to, que por esencia es arbitrario16: la frrea resistencia del mundoandino y de las otras colonias, que procuraban labrar su propiodestino en base a cierto sentido de pertenencia, de unidad polticay cultural. Pero la resistencia tambin estaba dirigida a mantenersus diferencias con otras naciones y nacionalidades, con quienesconservaban distancias fcticas, territorialmente hablando; eranmundos distintos antes que opuestos.

    16 La educacin colonial sirvi al propsito de imponer culturalmente nuevos valoresy patrones sociales. [La educacin] es objetivamente una violencia simblica, en unprimer sentido, en la medida en que las relaciones de fuerza entre los grupos o las clasesque constituyen una formacin social son el fundamento del poder arbitrario que es lacondicin de la instauracin de una relacin de comunicacin pedaggica, o sea, de laimposicin y de la inculcacin de una arbitrariedad cultural segn un modelo arbitrario

    de imposicin y de inculcacin. Cfr. BOURDIEU, Pierre y PASSERON, Jean Claude.La re-produccin. Elementos para una teora del sistema de enseanza. 1981: 46.

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    Tras el retiro de las tropas realistas, el nuevo estado se sumer-gi en un problema menudo y, sin embargo, no lo afront decidi-damente. Intent mantener la dinmica colonial bajo las condicio-nes de un rgimen republicano, sin pensar en que la realidad hara

    sentir su peso. La necesidad de imaginar una vida en comn, dis-tinta a la comunidad realista, pondra a todas las nacionalidades,consciente o inconscientemente, frente al esfuerzo de converger entorno a esa unidad poltica llamada nacin.

    Pero el inters de los sectores dominantes caminaba por otrosendero. El uso de categoras que sugeran la tendencia a un nacio-nalismo peruano no era ms que parte del discurso dominante o,ms bien, un componente creado, primero, y rechazado despuspor las clases dominantes17.

    El nuevo Estado casi se esforzaba por profundizar las diferen-cias sociales, no solo entre los miembros del territorio peruano,sino, entre los habitantes de todo el continente. John LYNCHindicaque Amrica era demasiado vasto y un concepto demasiado vagocomo para atraer la lealtad individual o colectiva. Sus hombreseran mexicanos, venezolanos, peruanos, chilenos, pero lo eran ensu pas, no en Amrica. Sin embargo esta forma de comprensinestaba restringida a las lites sociales, conformada fundamen-talmente por la aristocracia criolla, no as por los indios u otrosgrupos subalternos. Bolvar, citado por LYNCH, supo percibirlo enalgn momento:

    [N]o somos europeos, no somos indios, sino una especie media entrelos aborgenes y los espaoles. Americanos por nacimiento, y euro-peos por derechos, nos hallamos en el conicto de disputar a los na-turales los ttulos de posesin y de mantenernos en el pas que nos vionacer, contra la oposicin de los invasores [espaoles]; as, nuestrocaso es el ms extraordinario y complicado18.

    Pero Bolvar, ms all de sus avanzadas ideas, hablaba solopor l y por el sector aristocrtico, por los criollos. Pareca estarmuy lejos de la lectura que la poblacin indgena haca de su pro-pia realidad, de sus prioridades y dicultades. En el mundo de loscriollos, cualquier construccin subjetiva, no inclua a los sectores

    17 Cfr. BURGA, Manuel y Alberto FLORESGALINDO(1984). Feudalismo andino y movi-mientos sociales. 18661965. En:Historia del Per, tomo XI, Proceso e instituciones.18 Cfr. LYNCH, John,Las revoluciones hispanoamericanas. 18061826.2008: 30.

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    subalternos. A lo mejor se involucraba dentro de cualquier proyec-to nacional a los mestizos, pero no a los negros ni a los indios. Deall que las clases populares, campesinas e indgenas no encajabanen la lgica de los criollos. Si stos hablaban de nacionalismo, los

    otros no solo no comprendan este concepto, sino que no les in-teresaba, pues, el mayor de los tiempos, lo dedicaban a resolversus dolencias y vicisitudes y a la necesidad inevitable de superar lasegregacin y explotacin.

    Sin embargo, no todos los criollos posean esta mentalidadexcluyente. Los juicios ms lcidos gozaban de la amplitud de pen-samiento que los nuevos tiempos y las circunstancias supo conce-derles. Precisamente a esas mentes se debi el impulso del movi-miento libertario. No era solo la necesidad de rebelarse, como sifuera poco, era tambin la hegemona de corrientes doctrinariasque recorran velozmente el mundo.

    Es cierto que algunos criollos cultos eran algo ms que reformado-res; eran revolucionarios. En el norte de Sudamrica, Francisco deMiranda, Pedro Fermn de Vargas, Antonio Mario y el joven SimnBolvar eran todos discpulos de la nueva losofa, ardientes busca-dores de la libertad y felicidad humana [] Manuel Belgrano cono-ca muy bien el pensamiento de la Ilustracin. Mariano Moreno eraun admirador entusiasta de Rousseau, cuyo Contrato Social edit en1810 para instruccin de los jvenes americanos [] Suponer queel pensamiento de la Ilustracin hizo revolucionarios a los hispano-americanos es confundir causa y efecto. Algunos eran ya disidentes;por esa razn buscaban en la nueva losofa ms inspiracin parasus ideales y una justicacin intelectual para la revolucin venidera.Aunque la Ilustracin tuvo un importante papel en Hispanoamri-ca, sin embargo este papel no fue una causa originaria de la in-dependencia. Ms bien fue un movimiento de ideas procedentes de

    la Ilustracin a travs del movimiento revolucionario en las nuevasrepblicas, donde aqullas se convirtieron en un ingrediente esencialdel liberalismo latinoamericano19.

    Empero, ms all de estas dos visiones opuestas que prove-nan de la nacin criolla por un lado y, por el otro, de la nacinindiana llamada as por Waldemar ESPINOZA(1984); hubo cier-to hlito en un sector progresista de los criollos que comulgaba con

    19 Charles GRIFFINy J. T. LANNINGcitados por LYNCHenLas revolucionesOp. Cit. p. 3839.

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    sus pares en todo el continente, para construir la idea de un ameri-canismo desde la perspectiva del nacionalismo continental latino-americano, en oposicin al panamericanismo que postulaban los es-tadounidenses, interesados en extender nuevas formas de dominio

    en esta parte del mundo.Muchas eran las explicaciones que procuraban establecer, porejemplo, una relacin entre el pasado del imperio incaico y la futuranacin continental. Se pensaba que deba crearse un Estado conti-nental que organizara su vida social y poltica en base a este ideario.Era la forma inversa de cmo se crearon los estados modernos enEuropa. All, las comunidades alzaron sus propios Estados en basea un sentido de pertenencia nacional. En Amrica era al revs, debainstalarse primero el Estado y a partir de l, la nacin.

    La ciudadana continental deba oponerse no solo a un pana-mericanismo obtuso, sino a cualquier forma de dominio extranjero.

    Segn Luis TEJADA(2004), Bolvar haba avanzado en algo queiba ms all de estas dos ideas, que resolvan en parte el problemade la unidad y de la resistencia a posibles restauraciones o nuevasformas de colonizacin. Desde una mirada geopoltica, el liberta-dor se proyect en un escenario mucho ms ambicioso, global, quepusiera al continente hispanoamericano en una fuerza equilibranteentre potencias mundiales, entre Europa y los Estados Unidos. Bol-var postul la idea del equilibrio del universo, basada en la uninde Mxico, Per, Chile, Buenos Aires, Nueva Granada y Venezue-la, unin que debera ser impulsada por esta confederacin y por lafuerza continental que estaba llamada a construir.

    Pero como la historia lo demuestra, los vaivenes polticos decarcter domstico redujeron y desplazaron esta tesis a un segundoplano. La nocin de una repblica continental, de un americanis-mo, era denidamente gaseosa, pues qued en algn imaginario y seconvirti en un mito.

    [L]a nacin americana es un mito y no una realidad. Adems, el idealamericanista fue originariamente criollo y fueron ellos quienes levan-taron ese proyecto y construyeron ese mito. Amrica meridional tenamltiples rasgos comunes, pero como proyecto nacional sucumbi alaislamiento de sus miembros, a los intereses y a la segmentacin forza-da que impusieron los grupos dominantes.20

    20 TEJADA, Luis. El americanismo. Consideraciones sobre el nacionalismo continentallatinoamericano. 2004: 175.

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    El problema es que, de 1826, ocasin en que se lanz formal-mente esta visin a travs de la Constitucin boliviana, hasta lafecha, la nacin americana o las naciones que integran esta masaterritorial continental, se encuentran apenas en proceso de cons-

    truccin.

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    1.1. Prensa, discurso e ideologa

    LA PRENSA ES UN CONCEPTOVACO si su comprensin no se encuentraasociada a la actividad periodstica. Es decir, si se la examina sola ve-remos entonces que la prensa no es ms que un artefacto destinadoa imprimir algo mediante la tcnica de la jacin o del grabado, va-lindose de un notable invento con el que Gutemberg, all por el si-glo XVen Alemania, marc un hito en el desarrollo de la civilizacin.

    Y si analizamos la prensa como parte de la actividad perio-dstica, sin que haya necesidad de juntar expresamente ambos

    conceptos (prensa + periodismo), veremos que su denicin ad-quiere otro signicado, otra identidad. La entenderemos como unaactividad destinada a construir un discurso, una forma de ver larealidad y reproducirla mediante elementos jados e impresos enforma peridica. Esta ltima caracterstica (impreso) nos lleva adiferenciarla de la mal llamada prensa escrita en el entendidoque si, semnticamente, el enunciado estuviera bien construido,tendramos que hablar de prensa televisiva o prensa radial;

    y, sin embargo, creemos que los tres conceptos no son ms queexpresiones errneas.

    La prensa, comprendida como actividad periodstica, desa-rrolla un proceso social de produccin informativa, de elaboracindiscursiva cuya caracterstica fundamental es la jacin de aquellaconguracin noticiosa. Fijacin que ocurre por medio del grabadohecho en la prensa y amalgamada por el recorrido de quinientosaos de historia que han sido testigos de la confrontacin por su

    bsqueda de libertad frente el poder hegemnico.

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    Eso es la prensa y si hoy afronta el embate de los medios elec-trnicos que identican su propia actividad periodstica como sise tratara de una labor de prensa, es porque no se han zanjado lasdiferencias en perjuicio del periodismo impreso. Al n y al cabo la

    prensa, entendida correctamente es, adems, historia, es testimo-nio y es el producto de un largo y extenso proceso de confrontacinentre el poder dominante y el poder dominado, pero tambin es lams original y autntica forma de construccin y jacin de unamemoria colectiva, de una cultura.

    En sntesis, la prensa puede dejar de ser un concepto profun-do y pasar a ser un trmino vaco si se halla alejada de la actividadperiodstica o si se la confunde con una especie de formato en don-de caminan adems de una prensa escrita, la prensa televisivay la prensa radial. La prensa est ntimamente relacionada conla actividad periodstica, pero tambin con su historia, con aquelperodo marcado por la lucha en busca de una autntica libertad deexpresin21. No cabe duda.

    Pero qu papel juega el discurso dentro de la prensa? o cules su valor social? Creemos que prensa y discurso no pueden andardistanciados, como no puede separarse la prensa de su historia yde la continua lucha por defender sus espacios. La prensa elaboraun discurso o, ms bien, el discurso va jado en el relato, en lahistoria o en la elaboracin periodstica; por lo tanto, el discurso essentido y tambin es la forma.

    Teun VANDIJK(1980) propone que el discurso establece unasociedad e interaccin entre la forma y el contenido, es la relacinde frases combinadas por la introduccin, continuidad, expansin,topicalizacin, enfoque22, as como la construccin de su forma,sentido, estilo, retrica y esquema23. Tales caractersticas puedenhacer que el discurso recorra las guras del mundo, estableciendomovimiento y dinamizando el lenguaje. Pero as como tiene unafuerza lingstica capaz de imponer un sentido y una forma, el dis-curso sea este jado o no se muestra en la prensa de modo je-rarquizado, arbitrario, pues niega una accin dialgica. Es decir,impone una estructura lingstica, luego de que elabora una meta

    21 INFANTE. El papel de la prensa Op. Cit. pp. 3637. Cfr. INFANTE. Canto GrandeOp. Cit.22 VANDIJK, Teum. Texto y contexto. Semitica y pragmtica del discurso. 1980: 147.23 VANDIJK, Teum.El discurso como estructura y proceso. 2000: 29 al 37.

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    realidad en base a cdigos articulados por distintos modos de com-prensin que ayudan a proyectar la realidad con diferentes gradosde delidad24.

    A diferencia del discurso oral, en donde la relacin dialgica

    es menos funcional y ms bien abre la posibilidad de construir unproyecto comunicativo, el discurso escrito o impreso, si se quiere,es menos socializado, ms codicado y potencialmente arbitrario.En l se cumplen los rigores de un proceso informativo. En unasola palabra: se impone el sentido y la forma sobre el lector.

    Partiendo de esta premisa, creemos que el discurso en laprensa se aleja de procesos comunicativos y se aproxima a unaelaboracin exclusivamente informativa, en donde el lector acogeel relato sin mayor objecin y sin que esta sea socializada con suinterlocutor. En virtud de ello, la prensa, en tanto construccin delproceso informativo, no puede materializarse sin un discurso y sindarle sentido al relato que transmite.

    Pero qu transmite el discurso de la prensa? Indudablemen-te un modo de ver el mundo, una forma de comprender la realidad,an cuando se diga que se est describiendo los hechos con deli-dad. El hecho noticioso, de por s, ya es una construccin subjetivade la realidad, pues, el valor que el periodista le conere al hechopara otorgarle el status de noticia, se halla mezclado de una varie-dad de factores y condicionantes sociales y culturales.

    De esta forma, la manera de presentar la noticia y el sentidoque se le otorga al hecho noticioso, reproduce un pensamiento, unaconciencia, una ideologa. Siempre ha sido as. El hombre, desde elmomento en que ha logrado elaborar un juicio que se forma mer-ced a cierto desarrollo de la estructura mental, ha reproducidoen su lenguaje un pensamiento, una cosmovisin. Y si como AdamSCHAFF(1971) dice, lo subjetivo no constituye el punto de partidadel proceso cognoscitivo, sino que ste es un producto social, en-tonces nos encontramos frente a la reproduccin de la realidad,reejada en el pensamiento con cierto grado de delidad y proyec-tada al mundo mediante el discurso.

    24 INFANTE. Canto Grande Op. Cit. p. 45.

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    Lo objetivo y subjetivo en el conocimiento actan dialcticamente, elconocimiento se sustenta en la realidad o en el mundo real; este seobjetiviza a travs del lenguaje donde la construccin discursiva pre-senta signicados y simbolizaciones. [En consecuencia] la realidadsocial objetiva que condiciona nuestro conocimiento est constituida

    no solo por grupos humanos denidos, unidos por relaciones rec-procas denidas y con intereses comunes denidos; est constituidatambin por las opiniones que expresan esos intereses y modelan enforma de ideologa los estereotipos sociales y en consecuencia, las ac-titudes y comportamientos reales de los hombres25.

    En efecto, el reejo de la realidad no ser captado de modoinalterable por el pensamiento. Un conjunto de elementos socialesy culturales habrn de condicionar la delidad de su registro, por

    lo tanto, el discurso se ver afectado por esos factores polismicos.La prensa a lo largo de su historia estamos hablando de aproxi-madamente quinientos aos26, no ha sabido sino mostrar la con-ciencia social, poltica y cultural de la poca. Esto es, la de los res-ponsables de su conguracin, habitantes de un mundo especco,histricamente hablando.

    Veamos por ejemplo, cmo en 1744, los editores deLa Gacetade Limaperidico aparecido en esta ciudad por vez primera vein-

    tinueve aos antes, hablaban del espritu poltico27

    de la pocapara referirse a esa forma de conciencia social y moral que anima-ba su actividad periodstica durante el siglo XIX. Era el alma desti-nada a vigorizar el rgimen colonial y la sociedad de entonces. Auncuando su tendencia ocial estaba claramente marcada debido a laorientacin poltica prevista por sus principales inspiradores elrey y su corte, no dejaba de mostrar una lectura particular delmundo, huelga decir: de la corriente ideolgica dominante.

    25 SCHAF, Adam. El marxismo y la problemtica de la Sociologa del ConocimientoEn:El proceso ideolgico.1971: 49.26 Segn GARGUREVICH, el primer impreso en Lima fue editado por Francisco del Cantoen 1618 con el ttulo de Relacin de auisos de todo lo qve ha sucedido en Roma, Npo-les, Venecia, Genoua, Sicilia, Francia, Alemania, Inglaterra y Malta, y otras partes desdeseys de Enero deste presente ao de 1618, embiada desde la dicha ciudad de Roma a estade Seuilla a vn Personaje graue [sic].Prensa, radio y TV. Historia crtica. 1987: 25.27 GARGUREVICH.PrensaOp. Cit. p. 29.

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    Incidimos en esta idea porque Dubar Temple, citada por JuanGARGUREVICH(1987), sugiere queLa Gaceta de Lima lleg a con-gurar una elaboracin estrictamente informativa, antes que valo-rativa. Sin embargo, la misma autora advierte la perspectiva del

    medio impreso cuando se coloc a espaldas del nuevo proyecto quese abri hacia nales del siglo XVIII, cuya realidad social, expues-ta en la propia vida cotidiana, demandaba cambios profundos enla sociedad. Su inclinacin a convertir en noticia la usanza de lanobleza y, especialmente, la vida cotidiana del rey y de su corte,dejaban en claro el referente poltico del que estuvo envuelto el pe-ridico. As ocurri con elDiario de Limade Jaime Bausate y Mesaque, si bien redujo el contenido ocial en sus publicaciones, encajen la corriente liberal y mercantil de la poca, pues sus pginasestuvieron destinadas a la venta de esclavos o a operaciones co-merciales de todo tipo. De all que el ttulo de su primera edicin, el1 de octubre de 1790, lo presenta como el Diario Curioso, Erudito,Econmico y Comercial.

    No tuvo igual destino El Mercurio Peruanoque apareci enLima el 2 de enero de 1791 y aunque no fue un medio que repro-dujo el sentimiento de una creciente corriente revolucionaria, nopuede negarse que acogi a intelectuales y progresistas dispues-tos a sembrar las semillas de un sentimiento nacionalista. Esa erala corriente ideolgica y la tendencia poltica del siglo XVIIIen elmundo, por lo tanto, quirase o no, la vertiente se abri en dosancos opuestos, el conservadurismo bajo el rgimen absolutistatradicional y el liberalismo que pugnaba por una monarqua o unarepblica constitucional. Los medios comenzaron a jugar un papelfundamental en la elaboracin de una conciencia social, polticae ideolgica, ya sea inspirada en un cambio o en una defensa delstablishment. Entre 1811 fecha en que se hizo pblico el decretosobre la Libertad de Imprenta aprobado por las Cortes de Cdiz y1863, en el Per aparecieron los siguientes medios impresos:

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    CUADRON 1PERIDICOSAPARECIDOSENELPERENTRE1811 Y1863

    N PERIDICO N PERIDICO

    01 El Peruano 02 El Cometa03 La abeja Espaola 04 El satlite del peruano05 Verdadero Peruano 06 Ramalazo07 El Aprendiz 08 El Defensor de la patria09 El Disfrazado imparcial 10 El Freno11 La Jeringa 12 El Peruano Liberal13 Clamor de la Verdad 14 El Investigador15 La Amrica Vindicada 16 El Correo de Brgamo17 El Encapado 18 Gaceta Ministerial de Lima19 El Moderno Antiguo 20 El Semanario

    21 El So de Persia 22 El Verdadero investigador23 Inocencia Vindicada 24 El Pensador del Per25 El triunfo de la nacin 26 Boletn del Ejrcito Unido27 Libertador 28 El Pacicador del Per29 Gaceta del Gobierno 30 El Depositario (espaol) Legtimo del Per-espaol 31 El Americano32 Los Andes Libres 33 Memorial de Ciencias Naturales34 El Sol del Per 35 El Tribuno de la Repblica36 Correo Mercantil, Poltico 37 La Abeja Republicana y Literario 38 Boletn El Centinela en campaa

    39 El Nuevo Depositario 40 Nueva Depositaria41 Iris de Paz 42 La Verdad43 La Miscelnea 44 El Colaborador45 El Penitente 46 El Telgrafo47 Mercurio Peruano 48 El Limeo49 El Voto nacional 50 Diario de Lima itinerario Poltico51 La Floresta 52 El espectador52 Mercurio del Comercio 54 El Papagayo de Lima55 El Conciliador 56 El Genio del Rmac57 El Chicote 58 El Montonero59 El hijo del Montonero 60 El hijo del Montonero

    61 El Veterano 62 El Coco de Santa Cruz63 La Aurora peruana 64 El Eco del Protectorado65 El Estandarte Civil

    Fuente: Elaboracin propia a partir de distintas referencias bibliogrcas y hemero-grcas.

    La historia no fue exactamente la misma en todo el pas, sin em-bargo en Ayacucho lugar de donde salieron los caudillos militares

    que disputaron el control gubernamental de la naciente repblicadurante la segunda y tercera dcada del siglo XIX, el panorama se

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    present de modo interesante debido a la concurrencia de arist-cratas, criollos y mestizos, cuyo dominio sobre la masa indgenacontinu con igual intensidad.

    Los medios periodsticos locales, como no podra ser de otro

    modo, acusaban una evidente armacin ideolgica y poltica. Lasausencias temticas de las que solan hablarse constantemente noliberaban a la prensa de mostrar su concepcin.

    Y es que la conciencia social se expresa en toda construccindiscursiva, no existe forma de decir algo sin reejar un modo dever el mundo.

    1.2. Los mitos de la objetividad periodstica

    No es la primera vez que abordamos el tema de la objetividad perio-dstica. En distintos trabajos de investigacin cremos convenientesustentar la nocin de mito de la objetividad en el periodismo,nocin que explica el inters ideolgico por reducir la esencia lo-sca de esta categora para otorgarle un carcter ms pragmticoa la forma de comprender los hechos sociales.

    Con frecuencia se dice que el periodismo puede ser muy ob-jetivo o poco objetivo, tal vez pensando que el hecho de repro-ducir la realidad fuese posible sin la intervencin de un procesocomplejo en donde se encuentra comprometida la abstraccin cien-tca, de cuya capacidad e instrumentos dependen la posibilidadde descubrir los factores intrnsecos y extrnsecos del mundo quecondicionan la comprensin de aquella realidad. Y es que el pen-samiento positivista ha decidido restarle legitimidad a la CienciaSocial, ha buscado negarle su carcter cientco y, restringir todacapacidad observable, solo, a las ciencias naturales. Por lo tanto:no habiendo Ciencia Social capaz de explicar con exactitud loshechos de la realidad material, sta la Ciencia Social no tendramayor validez, tanto as que, cualquier otra forma de comprensiny conocimiento, podra cumplir el papel que le corresponde a laCiencia Social. La prensa o, ms bien, los medios de informacincolectiva, que cultivan una forma de aprehensin sensible (no cien-tca) de la realidad, podran, en consecuencia, sustituir el papel deesta ciencia, declarando vlida la forma en que conocen la realidady la difunden.

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    De esta manera, ambas fuentes la ciencia y el periodismo o,incluso, slo los medios informativos, que tienen adicionalmenteun poder social, estaran en condiciones de reejar elmente uobjetivamente los hechos de la realidad.

    Bajo esta perspectiva, el tema en cuestin se estara trasla-dando al grado de objetividad con el que los medios auscultanla realidad. La objetividad habra dejado su condicin de categoralosca para convertirse en unapseudocategora poltica. Esto eslo que se entiende cuando se habla de un periodismo objetivo, loque equivale a sealar que, cuanto ms fuerte es el poder poltico yeconmico de los medios, ms objetivas son sus informaciones.He all la visin pragmtica de las cosas que el positivismo o, en suversin ms reciente, el neopositivismo, ha desarrollado.

    Este modo de comprensin tiene su sustento en las diferentesteoras funcionalistas que examinan la objetividad periodstica,objetividad que, en su real dimensin, solo podra ser procesadapor la ciencia, sea esta social o natural. Todo lo dems anclara enun simple eufemismo o, en todo caso, en el empleo comercial quelos medios hacen de dicho concepto.

    Por nuestra parte pensamos que la llamada objetividad pe-riodstica trajina por los linderos del terreno mtico, si aceptamosque el mito es el robo del lenguaje o la naturalizacin del concepto28.

    Y no es que los medios informativos no recojan hechos realescomo el de un accidente, una muerte, un conicto, la aparicin deun artista, la derrota o la victoria de un equipo de ftbol en la for-ma en que estos ocurren. Lo que pasa es que, su sola publicacin,obedece a ciertos criterios subjetivos que tienden a discriminarla noticia en base a su importancia29. El problema se acentacuando hay que profundizar el hecho noticioso. La perspectiva delmedio y del periodista domina el discurso.

    A menudo los huelguistas que reclaman el pago de sus remu-neraciones atrasadas, suelen preguntarse si la exposicin pblicabajo una amplia cobertura a travs de la televisin o de otros me-dios, de la intimidad de una vedette o de un futbolista, puede sertan importante como para desplazar el drama de los trabajadores

    28 Cfr.BARTHES, Roland.Mitologas. 1988: 224 y 225.29 La mayora de las veces, la importancia de la noticia gira en torno a su capacidad de

    venta. Una noticia suele no tener valor si esta no concita inters en los lectores, si estano encaja en la lgica de una sociedad absorbida por la dinmica social impuesta.

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    impulsados a paralizar sus actividades y de cuyo hecho la cobertu-ra muchas veces es fugaz o simplemente nula.

    Decidir lo que es publicable o lo que no lo es, convierte la noti-cia en una cuestin subjetiva, ya que alrededor de cada decisin se

    esconde una variedad de factores que van desde la supuesta impor-tancia asignada por los editores al hecho noticioso, hasta la volun-tad por encubrir aspectos importantes de la vida social, con temasfrvolos presentados de modo sensacionalista.

    La objetividad periodstica, por lo tanto, se convierte enuna forma de encubrir el verdadero carcter poltico e ideolgicode los medios informativos y, de paso, marcar distinciones entreun periodismo moderno y un periodismo obsoleto.

    Un periodismo moderno, segn esta concepcin y en la queHABERMAS (1989) se apoya, ha dejado atrs cualquier inuenciaideolgica. El autor precisa que existe una exigencia negativa deevitar que las operaciones de interpretacin lleguen a alcanzar elnivel de integracin que caracteriza a la ideologa30. Signica quela ideologa ya no tiene el poder de antes como s lo tiene hoy laconciencia cotidiana.

    La cultura de masas, que domina al mundo contempor-neo, segn esta tesis, habra reemplazado las relaciones socialesque vio el siglo XIX, anulando las llamadas conciencias colectivas ydando lugar a una visin del mundo utilitarista, pragmtica e in-dividualista. Pero lo cierto es que, an siendo pragmtica la formade comprensin dominante en el mundo de hoy, el pragmatismoseguir siendo un esquema ideolgico, que ordena la forma de ha-cer y de pensar.

    La prensa y en general los medios de informacin colectiva,son estructuras estructuradas dice Pierre BOURDIEU(2000). Lavida poltica, como la vida intelectual, estn cada vez ms someti-dos al dominio de los media, ellos mismos sometidos cada vez msa la presin de los anunciantes31. Jess MARTN BARBERO (2001)piensa que se trata de ujos y redes en los que emergen unos nue-vos modos de estar juntos32. Nosotros pensamos que son, ms

    30 HABERMAS, Jrgen. Teora de la Accin Comunicativa. Crtica de la razn funciona-lista.1989: 501.31 BOURDIEU, Pierre.Poder, Derecho y Clases Sociales. 2000: 61.32 MARTNBARBERO, Jess. Transformaciones comunicativas y tecnolgicas de lo pbli-co. Metapoltica.VOL. 5, N 17. 2001: 48.

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    bien, estructuras que apuntan a formar un tipo de conciencia, aordenar nuestro modo de vida. No son unidades autnomas e in-dependientes. Su dinmica responde a la orientacin ideolgica desus propietarios y stos al pensamiento dominante.

    Con el tiempo, esta dinmica ha ido forjando dialcticamenteun periodismo crtico, contestatario, nacido y desarrollado en elseno de la conciencia popular, prolongando, una vez ms, la dispu-ta poltica entre una clase dominante a cuyo servicio se encuentrala prensa ocial, y una clase dominada, en donde se organizan mo-dos distintos de respuesta ideolgica.

    A lo largo de la historia peruana se ha mostrado este dualis-mo. La instalacin de la repblica ha sido un espacio ms donde eldominio ideolgico y poltico se ha impuesto, arrastrando al perio-dismo a esta confrontacin.

    Finalmente, el argumento no puede negar la posibilidad deconvertir la actividad periodstica en un instrumento con el cual sehaga pblica la verdad, cosa distinta a recorrer los horizontes delproceso de objetivacin que le corresponde al quehacer cientco.

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    CAPTULOIII

    1. LACONCIENCIASOCIALENLAPRIMERAMITADDELSIGLOXIX

    1.1. Los orgenes de la tradicin autoritaria

    DURANTELAPRIMERAMITADDELSIGLOXIX, Per vivi un intenso proce-so poltico, fundamentalmente en las altas esferas del poder.

    Pero a la vez que estos episodios tenan lugar en ese espacio,la sociedad entera comenzaba a mostrar igual voluntad confronta-cional y, cmo no, la prensa deba tomar partido. Aquel compor-tamiento llev a Teodorico Norabuena, citado por GARGUREVICH, ahablar de la etapa de la virulencia caudillesca de la prensa com-prendida entre 1827 y 1845, una etapa que registra la mayor can-

    tidad de golpes de Estado y una serie de conjuras, como las quevivi el gobierno de Agustn Gamarra, en cuya administracin secontabilizaron hasta 14 conspiraciones que, en algunos casos, ter-minaron en salvajes masacres.

    Fue un perodo de caudillismo encabezado por conocidos o-ciales, interesados en extender sus dominios fundamentalmente aespacios geogrcos y polticos. Esta etapa comenz con el gobier-no de Jos de la Mar, ocial que particip en la Batalla de Ayacu-

    cho, y se extendi hasta la eleccin de Ramn Castilla como presi-dente de la Repblica en 1846, perodo en que moriger la crisispoltica debido a un momento de relativa bonanza econmica.

    Era el inicio de la llamada Repblica aristocrtica, que co-menz poco despus del trmino del proceso emancipatorio y endonde se produjeron hechos sorprendentes, pero poco conocidos,de los que la historia ocial no supo dar cuenta auto crticamente.La lectura no dominante del proceso independentista, en cambio,

    advierte ciertos aspectos que bien podran explicar la razn delintenso movimiento poltico que se desencaden posteriormente.

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    Las sintomticas y continuas traiciones a cargo de la oligarqua mi-litar y de los llamados espaoles americanos, marcaron la pautade esa poca.

    El pueblo peruano, por gracia del herosmo masivo de sus hi-

    jos, termin con trescientos aos de opresin colonial de carni-cera habra dicho Jos Carlos MARITEGUI(1980). Comenzaba unnuevo perodo que se vio manchado por la ms infame traicin dela aristocracia criolla. Desde el propio Jos de San Martn hastalos generales peruanos que, luego de haber mostrado una incre-ble benignidad frente a sus antiguos verdugos, en pleno campo debatalla, convirtieron el triunfo de Ayacucho en una derrota polticay estratgica, pues, como dice Virgilio ROEL(1986), otorgaron ex-traordinarias y sorprendentes concesiones a los espaoles que, du-rante la guerra de independencia, fueron aplastados militarmente.

    [L]os espaoles podan irse a Espaa con pasajes pagados por elPer; sus propiedades seran respetadas; las deudas contradas por elvirrey para solventar las guerras contra la Independencia sudameri-cana seran cubiertas por el Estado Peruano; ningn colaboracionistasera molestado en el Per; los soldados del ejrcito colonial que qui-sieran enrolarse en las las independientes seran admitidos en sumismo grado y antigedad; los funcionarios y empleados virreinales

    tenan derecho a conservar su cargo y funciones; los espaoles queoptaran por quedarse en el Per, seran respetados en todos sus dere-chos como si fueran nacionales; todos los jefes y ociales de ejrcitoenemigo tenan derecho a usar sus uniformes y espadas y a contarcon criados y asistentes; las deudas ocasionadas por las guerras de laIndependencia las asumira ntegramente el Per.33

    Aos ms tarde, Jos de la Mar volvera a mostrar su esprituantinacional tras suscribir una ley de evidente felona. Un grupo de

    parlamentarios present un proyecto de ley al Congreso Nacionalcon el objeto de otorgarles la nacionalidad peruana a todos los es-paoles residentes en el pas, incluso a aqullos que combatieroncontra el proyecto independentista. La reaccin de dos diputados,ex ociales de guerrillas de extraccin indgena, fue reprimida conel encierro y posterior fusilamiento a cargo del entonces sargento

    33 Cfr. ROEL, Virgilio.Historia social y econmica del Per en el siglo XIX.1986: 91. Cfr.VSQUEZ, Jos Mara.Identidad e Historia La verdad sobre la batalla de Ayacucho de1824.2005: 70.

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    mayor Felipe Santiago Salaverry, quien rpidamente fue ascendidopor La Mar al grado de teniente coronel.

    Pronto, los hroes de la independencia, la mayora milicianosy montoneros, seran perseguidos y asesinados sumariamente.

    Pero la traicin no termin con estos dos personajes y aquellosque secundaron sus medidas totalitarias. Hubo de seguirle AgustnGamarra quien, al frente de la Prefectura de Cusco, impuls un lar-go movimiento que apuntaba a capturar la presidencia del pas encontra de La Mar, su antiguo aliado. Primero apoy la guerra civilen la que se haba enfrascado Bolivia tras el derrocamiento de JosAntonio de Sucre. Gamarra envo tropas al altiplano obteniendoel apoyo momentneo de los bolivianos, luego reaviv ciertos re-sentimientos con Bolvar provocando la declaratoria de guerra deeste ltimo contra Per el 3 de julio de 1828. El objetivo era hartoconocido, hacerse del poder. No tard mucho tiempo en mostrar sutraicin en pleno conicto con la gran Colombia.

    Junto a Gutirrez de la Fuente, Gamarra dio un golpe de Es-tado a La Mar. Los antiguos ociales no repararon ni siquiera en elserio debilitamiento que infringan a las fuerzas militares peruanasal poner en marcha su plan golpista. Para dar n a las hostilidades,buscaron ms bien, un armisticio que tuvo sabor a derrota frentea Bolvar.

    Ungido presidente luego que el Congreso sancionara el gol-pe, Gamarra (1829 1833) puso a Gutirrez de la Fuente comoVicepresidente de la Repblica. Poco tiempo despus ambos for-malizaron sus investiduras al amparo de los resultados de un ex-trao proceso electoral que impulsaron durante la dictadura. Ascomenz otro perodo de autoritarismo. Pero las ambiciones po-lticas de Gutirrez volvieron a asomar con fuerza. La coyunturafavoreci a sus propsitos, en Bolivia la convulsin social termincon la instalacin de un nuevo gobierno a cargo de Andrs de SantaCruz, quien desde su pas condujo movimientos insurreccionalesen Per contra Gamarra. Uno de estos movimientos se produjo enArequipa y en Cusco encabezado por un antiguo partidario de San-ta Cruz: el coronel Gregorio Escobedo.

    La revuelta naliz con una intentona golpista a cargo delvicepresidente Gutirrez de la Fuente; sin embargo, familiaresy partidarios de Gamarra lograron conjurar la rebelin. En esos

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    momentos, el pas afrontaba problemas nancieros, que se agu-dizaban gracias a los enfrentamientos caudillescos y a la polticamilitar gamarrista que incluy el desarme de la marina de guerra yla liquidacin de los mandos de las tropas regulares que vencieron

    en Junn y Ayacucho. Su temor a enfrentar nuevos golpes militarespor sus antiguos camaradas lo llev a desplegar una persecucintenaz contra muchos ociales.

    Al parecer, el acoso no fue lo suciente como para evitar nue-vas conspiraciones. Entre agosto de 1830 y noviembre de 1833 seregistraron hasta 14 conjuras contra Gamarra.

    En 1834 asumi la presidencia de la repblica Luis Jos Or-begoso, conspicuo representante del partido liberal de entonces.

    Hasta ese momento, Ayacucho en donde funcionaba unaprefectura al igual que en Cusco, Arequipa, Puno, Trujillo y en ciu-dades importantes del territorio nacional haba seguido el hori-zonte de los conictos gestados en las altas esferas del poder pol-tico. Pero, tras la instalacin de la administracin de Orbegoso, elprefecto Jos Mara Fras decidi tomar partido por las huestes deGamarra, entre los que guraba Pedro Bermdez.

    En Arequipa se impuso la faccin de Orbegoso bajo el controldel general Domingo Nieto. En Trujillo hizo lo propio Salaverrypronuncindose a favor de Orbegoso, quien apres al general Vi-dal, seguidor de Gamarra.

    La guerra civil continu su curso. Salaverry no obstante ha-ber demostrado cierta lealtad con el gobierno electo y por lo quese gan el grado de coronel y, luego, de general no tard muchoen poner al descubierto sus afanes golpistas. Aprovech una breverevuelta en el fuerte del Callao y dio muerte a dos sargentos queencabezaban el motn. No hubo juicio alguno. Horas ms tarde sealz en armas y se declar Jefe Supremo en reemplazo de Orbegosoquien, a pesar de haber enviado una expedicin al sur del pas, nologr vencer inmediatamente al insurrecto.

    La gestin de Salaverry (en ese breve tiempo) es reveladora de suincreble posicin antipopular, antinacional y esclavista; estableciuna Comisin de la Acordada para sentenciar en el trmino de 2horas a los montoneros que se haban alzado contra l en todas lasprovincias; restableci el inmundo, infame y monstruoso trco deesclavos, abolido en los inicios de las guerras por la Independencia;

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    derog el decreto por el que se ordenaba la construccin del ferroca-rril del Callao a Lima; restableci el comercio triguero con Chile (quehaba sido interrumpido para proteger la agricultura nacional), etc.34

    Percy Cayo CRDOVA(2004), acogiendo por momentos la pro-

    puesta de Jorge Basadre, sugiere un mejor recuerdo de Salaverrya quien le asigna algunos atributos patriticos al haber mostradovalor y coraje durante su azarosa y corta vida poltica, motivopor el que el Puerto de Moche lleva hoy su nombre35.

    En cambio, la historia no ocial habla de traicin, pues, auncuando Salaverry pretendi defender al gobierno formalmente ele-gido, no fue sino a nales de su breve carrera poltica cuando aorsus verdaderas intenciones, que iban muy lejos de defender el inci-

    piente rgimen democrtico.Agustn Gamarra volvi a aparecer en escena. Consciente de

    su completa derrota se encamin a provocar una suerte de alianzacon Santa Cruz, presidente de Bolivia, alentando la conformacinde una Repblica Confederada. Sin embargo, Orbegoso que aundisputaba la h