Quem receber a uma destas crianças, a Mim recebe · E scucha, hijo, los preceptos del Maestro, e...

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Número 48 Julio 2007 Heraldos reciben al cardenal Rodé Salvadme Reina

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Quem receber a uma destas crianças,

a Mim recebe

Número 48 Julio 2007

Heraldos reciben al cardenal Rodé

Salvadme Reina

E scucha, hijo, los preceptos del Maestro, e inclina el oído de tu corazón; recibe con gusto el consejo de un padre piadoso, y cúmplelo verdaderamente. Así volverás por el trabajo de la obediencia, a Aquel

de quien te habías alejado por la desidia de la deso-bediencia. Mi palabra se dirige ahora a ti, quienquie-ra que seas, que renuncias a tus propias voluntades

y tomas las preclaras y fortísimas armas de la obe-diencia, para militar por Cristo Señor, verdade-

ro Rey.Ante todo pídele con una oración muy constante que lleve a su término toda obra

buena que comiences, para que Aquel que se dignó contarnos en el número

de sus hijos, no tenga nunca que en-tristecerse por nuestras malas ac-

ciones. En todo tiempo, pues, debemos obedecerle con los

bienes suyos que Él depo-sitó en nosotros, de tal

modo que nunca, como padre airado, deshere-de a sus hijos, ni como señor temible, irrita-do por nuestras malda-des, entregue a la pe-na eterna, como a pé-simos siervos, a los que no quisieron seguirle a la gloria.

(Prólogo de la Regla de S. Benito)

La RegLa de San BenitoFo

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“San Benito” Basílica de San Pablo Extramuros, Roma

Como fondo, claustro de la Abadía Benedictina de Weingarten (Alemania)

SumAriO

Salvadme Reina

Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima

Año V, número 48, Julio 2007

Director Responsable: Eduardo Caballero Baza

Redacción y Administración C/ Cinca, 17

28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671

Dep. Legal: M-40.836- 1999

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Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de

Derecho Pontificio Heraldos del Evangelio

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Consejo de Redacción: Guy Gabriel de Ridder, Juliane Vas-concelos A. Campos, Luis Alberto

Blanco Cortés, Mariana Morazzani Arráiz, Severiano Antonio de Oliveira

En España: C/ Cinca, 17

28002 – Madrid Tel. sede operativa 902 199 044

Fax: 902 199 046

Montaje: Equipo de arte gráfica de

los Heraldos del Evangelio

Imprime: Henargraf – Madrid

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y enviando una copia a la redacción.

El contenido de los artículos es responsabilidad de los respectivos autores

Santa Isabel de Portugal – La reina de la bondad y de la paz

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22

Cardenal Franc Rodé visita a los Heraldos del Evangelio

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .26

La naturaleza sublimada: los caballos andaluzes

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .50

Los santos de cada día

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .48

Historia para niños... El indio centenario

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .46

Sucedió en la Iglesia y en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .42

La palabra de los Pastores

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .39

Dios me ve

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .36

Los movimentos laicos y la Gran Misión Continental

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .18

Comentario al Evangelio – ¿Quién es mi prójimo?

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10

Heraldos en el mundo

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32

La voz del Papa – El Buen Pastor y sus sacerdotes

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6

La teocracia a lo largo de la Historia (Editorial) . . . . . . . . . . . . . .5

Escriben los lectores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4

4 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

EscribEn los lEctorEs

En la rEvista EncuEntro la prEsEncia dEl sEñor

No se imaginan la alegría que sien-to al recibir la revista, que es tan her-mosa y rica en fe, cultura y amor a nuestra Madre la Santísima Virgen. Les felicito con todo el corazón por mostrar al mundo la riqueza espiri-tual de nuestra Santa Madre Iglesia.

Gracias hermanos por la genero-sidad de enviármela cada mes; la re-cibo con gran amor y emoción pues encuentro en ella la presencia del Se-ñor. Que la Madre Celestial los ben-diga, un fuerte saludo para los tercia-rios y que la alegría del Señor esté en cada corazón. Los bendigo en lengua Urorina: Uwaritata ipurakari ikara kukama, que quiere decir: “Dios sea siempre su alegría”.

Padre Rafael González Saldaña Santa Rita de Castilla (España)

EnsEñanzas dEl papa

Muchas gracias por la revista He-raldos. Lo primero que leo son las en-señanzas del Papa, que me encantan. Después, las misiones que realizáis lle-vando la imagen de la Virgen de Fáti-ma en visita a los enfermos y los más pobres, porque esto es hacer el bien.

Rafael Cabezudo Gragera Montijo, Badajoz (España)

FomEntan El cariño al papa

Esta mañana ofrecimos la San-ta Misa por las intenciones del Santo Padre, en el día de su cumpleaños, y me acordé de ustedes, ya que fomen-tan ese cariño al Papa con el aposto-lado propio de vuestro carisma. Los jóvenes del seminario propedéuti-co “Juan Pablo II” y yo leemos las re-vistas mensuales, felicitaciones por la

belleza de este trabajo, y nos lucra-mos de la sabiduría y piedad que in-funden en todo aquel que las lee.

Mi encargo este año es el semina-rio menor y dirigir el año de prope-déutica. Hay ocho jóvenes y les pido sus sacrificios, oraciones y trabajos por esta labor. Me despido, también ansioso de saber la fecha de ordena-ción presbiteral de los heraldos.

Padre William López Bonifacio Pre-Seminario Juan Pablo II

Huancavelica (Perú)

FElicitacionEs por la FEcundidad apostólica

Renuevo hoy mi suscripción y quiero leer la bellísima revista He-raldos mientras tenga vida. ¡Es mara-villosa, y qué manera tiene de ense-ñar a vivir la vida! ¡Las ilustraciones son indescriptibles y su contenido es grandioso! ¡Felicitaciones por la fe-cundidad apostólica!

Hermana María José Brandão Lima Salvador de Bahía (Brasil)

pido quE mE acEptEn como suscriptor

Tomé prestadas algunas revistas de amigos, empecé a hojearlas y me fui metiendo en la lectura, que real-mente es una luz para nuestros cami-nos. Me sentí tan bien que decidí es-cribir para pedir que me acepten co-mo una contribuyente de esta evan-gelización. Quiero recibir siempre la revista a mi propio nombre.

Poliana Almeida Sales Esperantinópolis (Brasil)

rico contEnido En doctrina

Gracias por el envío de revista tan preciosa. Sentimos una gran alegría al recibirla. La última estaba muy bo-nita. No tenemos palabras para de-cirles el gran bien que nos hacen es-piritualmente, con su rico contenido en doctrina y todo lo demás.

Hnas. Dominicas de la Ssma Trinidad Baza, Granada (España)

caridad

Una vez más acabo de recibir vuestra revista. Como no podría de-jar de ser, sus temas nos enseñan mu-cho y llaman nuestra atención sobre las situaciones de nuestra vida dia-ria, y dan origen a la reflexión. Al-go que es bueno, pues muchas veces la vida nos absorbe y no nos deja mi-rar a nuestro semejante. El tema que más me llamó la atención fue el de la “caridad”, la cual puede ser practica-da de diversas maneras según queda muy bien demostrado en las páginas de la revista.

Fernando Duarte Porto (Portugal)

asuntos muy provEchosos y valiosos

Soy suscriptor de la revista. Al reci-birla me emociono mucho, principal-mente con la maravilla de las portadas. Las ilustraciones son muy bonitas. Me gustó muchísimo la portada con los ni-ños, y el número de febrero me apasio-nó, con la foto del Papa Benedicto XVI. Los asuntos que vienen en la revista son muy provechosos y valiosos.

Sebastiana Barreto Cabo de Santo Agostinho (Brasil)

matErial para los cursos dE Formación

Con esta revista, cada día que pasa voy alimentándome espiritualmente. Soy catequista en mi comunidad. A veces tenemos un tema que compar-tir en los cursos de formación y, por pura providencia divina, ese asun-to viene en la revista. El número de febrero llegó a lo máximo, sobre to-do donde aborda el celibato y la vida consagrada.

Jonaina Valderrino Campina Grande (Brasil)

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 5

Editorial

n la Antigüedad muchos pueblos atribuyeron cualidades divinas a sus gobernantes, tal vez por una noción imprecisa de que la autoridad viene de lo Alto (cf. Jn 19,11). Por ejemplo, los romanos adoraban a sus emperadores, lo cual no les impedía ase-

sinarlos cuando se cansaban de sus crueldades… A pesar de todo, la Historia sólo cono-ció un pueblo gobernado directamente por Dios: Israel. Fue una teocracia en su forma más pura. No hubo otra nación que gozara de semejante privilegio, ni sistema de gobierno más perfecto: el Decálogo ha perdurado a través de los siglos como ejemplo de la sencillez, efi-cacia y belleza de la legislación divina.

A pesar de tal superioridad, el pueblo clamó a Dios por un monarca a la manera de las otras naciones. Dios atendió su petición y entregó el cetro a Saúl, dando fin a la teo-cracia en Israel.

Con la fundación de la Iglesia, pueblo elegido del Nuevo Testamento, el Hijo de Dios eligió a Pedro y a sus sucesores para gobernarla. Prometió enviar el Espíritu Con-solador, les entregó el don de la infalibilidad y el poder de las llaves (cf. Mt 16,19). Así, el sucesor de Pedro permanece como principio y fundamento perpetuo y visible de la unidad de la Iglesia, con poder completo, supremo y universal.

Desde el tiempo en que san Pedro regía a la Iglesia naciente sentado en su sencilla cátedra, hasta los días actuales, la complejidad del gobierno creció casi al infinito. Los Papas, bajo inspiración del Espíritu Santo, supieron adaptarse a las nuevas circunstan-cias y a lo largo de los siglos crearon los varios organismos de la Curia Romana para ayudarlos en el pastoreo del pueblo de Dios.

Algunas de las actuales congregaciones romanas deben su origen remoto a la cons-trucción de la actual Basílica de San Pedro, que celebró recientemente sus 500 años de existencia. Con el objeto de llevar a cabo tan monumental empresa, los Papas institu-yeron la Fábrica de San Pedro, comisión compuesta por cardenales que se reunían re-gularmente para resolver los problemas referidos a la edificación; y se hizo costumbre que los cardenales se congregaran para deliberar los asuntos que el Papa les había con-fiado.

Uno de los dicasterios más antiguos de la Curia Romana es la Secretaría de Estado, que se remonta a fines del siglo XV, cuando se instituyó la Secretaría Apostólica, desti-nada a coadyuvar de cerca al Sumo Pontífice. El descubrimiento del Nuevo Mundo tra-jo la necesidad de impulsar las misiones, creándose para ello la Congregación de Pro-paganda Fide, hoy Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Y después del Concilio de Trento, a fin de interpretar y aplicar las reformas determinadas en él, se creó la Sacra Congregatio Cardinalium Concilii Tridentini interpretum, que en 1967 S.S. Pablo VI denominó Congregación para el Clero.

Se debe al Papa Sixto V, en 1587, la organización de la Curia tal como la conocemos hoy, dividida en Congregaciones Romanas, con lo cual benefició mucho la eficacia de la acción pastoral de los Papas.

Sin embargo, por ingeniosos que sean los métodos de organización del gobierno de la Iglesia, nunca debemos olvidar lo que enseña admirablemente el Concilio Vaticano II, esto es, que el Espíritu Santo es quien enriquece, guía y embellece a la Iglesia me-diante los diversos dones jerárquicos y carismáticos (LG n. 4). ²

LA TEOCRACIA A LO LARGO DE LA HISTORIA

Ceremonia de Ordenación Presbiteral y Diaconal en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, Seminario de los Heraldos del Evangelio (Brasil)

(Foto: Diego Rodriguez)

El buen Pastor y sus sacerdotes

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6 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

La Voz deL PaPa

El domingo del Buen Pastor, el Papa Benedicto XVI confirió la ordenación presbiteral a 22 diáconos de la diócesis de Roma, y los convidó a reflejar en su vida y su ministerio pastoral el amor y la pasión de Jesús por la salvación de las almas.

ste IV domingo de Pascua, denominado tradicionalmente do-mingo del “Buen Pas-tor”, reviste un signifi-

cado particular para nosotros, que es-tamos reunidos en esta basílica vatica-na. Es un día absolutamente singular,

sobre todo para vosotros, queridos diá-conos, a quienes, como Obispo y Pastor de Roma, me alegra conferir la orde-nación sacerdotal. Así, entraréis a for-mar parte de nuestro presbyterium. Jun-to con el cardenal vicario, los obispos auxiliares y los sacerdotes de la diócesis, doy gracias al Señor por el don de vues-

tro sacerdocio, que enriquece nuestra comunidad con 22 nuevos pastores.

El Buen Pastor

La densidad teológica del breve pasaje evangélico que acaba de pro-clamarse nos ayuda a percibir mejor el sentido y el valor de esta solemne

“Cristo es el verdadero buen Pastor que dio su vida por las ovejas, por nosotros, inmolándose en la cruz”

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 7

celebración. Jesús habla de sí como del buen Pastor que da la vida eterna a sus ovejas (cf. Jn 10, 28).

La imagen del pastor está muy arraigada en el Antiguo Testamento y es muy utilizada en la tradición cris-tiana. Los profetas atribuyen el títu-lo de “Pastor de Israel” al futuro des-cendiente de David; por tanto, posee una indudable importancia mesiáni-ca (cf. Ez 34, 23). Jesús es el verda-dero pastor de Israel porque es el Hi-jo del hombre, que quiso compartir la condición de los seres humanos pa-ra darles la vida nueva y conducirlos a la salvación. Al término “pastor” el evangelista añade significativamen-te el adjetivo kalós, hermoso, que uti-liza únicamente con referencia a Je-sús y a su misión. También en el re-lato de las bodas de Caná el adjetivo kalós se emplea dos veces aplicado al vino ofrecido por Jesús, y es fácil ver en él el símbolo del vino bueno de los tiempos mesiánicos (cf. Jn 2, 10).

“Yo les doy (a mis ovejas) la vi-da eterna y no perecerán jamás” (Jn 10, 28). Así afirma Jesús, que po-co antes había dicho: “El buen pas-tor da su vida por las ovejas” (cf. Jn 10, 11). San Juan utiliza el verbo tithé-nai, ofrecer, que repite en los versícu-los siguientes (15, 17 y 18); encontra-mos este mismo verbo en el relato de la última Cena, cuando Jesús “se qui-tó” sus vestidos y después los “volvió a tomar” (cf. Jn 13, 4. 12). Está claro que de este modo se quiere afirmar que el Redentor dispone con absolu-ta libertad de su vida, de manera que puede darla y luego recobrarla libre-mente.

Cristo es el verdadero buen Pastor que dio su vida por las ovejas –por no-sotros–, inmolándose en la cruz. Co-noce a sus ovejas y sus ovejas lo cono-cen a él, como el Padre lo conoce y él conoce al Padre (cf. Jn 10, 14-15). No se trata de mero conocimiento inte-lectual, sino de una relación personal profunda; un conocimiento del cora-zón, propio de quien ama y de quien es amado; de quien es fiel y de quien

sabe que, a su vez, puede fiarse; un conocimiento de amor, en virtud del cual el Pastor invita a los suyos a se-guirlo, y que se manifiesta plenamen-te en el don que les hace de la vida eterna (cf. Jn 10, 27-28).

“Para ser dignos ministros suyos debéis alimentaros incesantemente de la Eucaristía”

Queridos ordenandos, que la cer-teza de que Cristo no nos abandona y de que ningún obstáculo podrá impe-

dir la realización de su designio uni-versal de salvación sea para vosotros motivo de constante consuelo –in-cluso en las dificultades– y de inque-brantable esperanza. La bondad del Señor está siempre con vosotros, y es fuerte. El sacramento del Orden, que estáis a punto de recibir, os hará par-tícipes de la misma misión de Cristo; estaréis llamados a sembrar la semi-lla de su Palabra –la semilla que lle-va en sí el reino de Dios–, a distribuir la misericordia divina y a alimentar a

“El sacramento del Orden, que estáis a punto de recibir, os hará partícipes de la misma misión de Cristo”

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La oración de Jesús

8 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

Ante la multitud de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre explica la necesidad de la oración en la vida de todo cristiano,

presentando al mismo Cristo como modelo.

n este segundo domin-go de Cuaresma, el evan-gelista san Lucas subra-ya que Jesús subió a un monte “para orar” (Lc

9, 28) juntamente con los apóstoles Pe-

dro, Santiago y Juan y, “mientras ora-ba” (Lc 9, 29), se verificó el lumino-so misterio de su transfiguración. Por tanto, para los tres Apóstoles subir al monte significó participar en la oración de Jesús, que se retiraba a menudo a

orar, especialmente al alba y después del ocaso, y a veces durante toda la no-che. Pero sólo aquella vez, en el mon-te, quiso manifestar a sus amigos la luz interior que lo colmaba cuando ora-ba: su rostro –leemos en el evangelio–

los fieles en la mesa de su Cuerpo y de su Sangre.

Para ser dignos ministros suyos de-béis alimentaros incesantemente de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida cristiana. Al acercaros al altar, vuestra escuela diaria de santidad, de comu-nión con Jesús, del modo de compar-tir sus sentimientos, para renovar el sa-crificio de la cruz, descubriréis cada vez más la riqueza y la ternura del amor del divino Maestro, que hoy os llama a una amistad más íntima con él. Si lo escu-cháis dócilmente, si lo seguís fielmen-te, aprenderéis a traducir a la vida y al ministerio pastoral su amor y su pa-sión por la salvación de las almas. Cada uno de vosotros, queridos ordenandos, llegará a ser con la ayuda de Jesús un buen pastor, dispuesto a dar también la vida por él, si fuera necesario.

“A pesar de las incomprensiones y los contrastes, el apóstol de Cristo no pierde la alegría”

Así sucedió al inicio del cristianis-mo con los primeros discípulos, mien-tras, como hemos escuchado en la pri-mera lectura, el Evangelio iba difun-diéndose entre consuelos y dificulta-des. Vale la pena subrayar las últimas palabras del pasaje de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado:

“Los discípulos quedaron llenos de go-zo y del Espíritu Santo” (Hch 13, 52). A pesar de las incomprensiones y los contrastes, de los que se nos ha habla-do, el apóstol de Cristo no pierde la alegría, más aún, es testigo de la ale-gría que brota de estar con el Señor, del amor a él y a los hermanos.

“Apoyemos a estos hermanos nuestros con nuestra solidaridad espiritual”

En esta Jornada mundial de ora-ción por las vocaciones, que este año tiene como tema: “La vocación al ser-vicio de la Iglesia-comunión”, pida-mos que a cuantos son elegidos para una misión tan alta los acompañe la comunión orante de todos los fieles.

Pidamos que en todas las parro-quias y comunidades cristianas aumen-te la solicitud por las vocaciones y por la formación de los sacerdotes: comien-za en la familia, prosigue en el semina-rio e implica a todos los que se intere-san por la salvación de las almas. Que-ridos hermanos y hermanas que par-ticipáis en esta sugestiva celebración, y en primer lugar vosotros, parientes, familiares y amigos de estos 22 diáco-nos que dentro de poco serán ordena-dos presbíteros, apoyemos a estos her-manos nuestros en el Señor con nues-

tra solidaridad espiritual. Oremos para que sean fieles a la misión a la que el Señor los llama hoy, y para que estén dispuestos a renovar cada día a Dios su “sí”, su “heme aquí”, sin reservas. Y en esta Jornada de oración por las voca-ciones roguemos al Dueño de la mies que siga suscitando numerosos y santos presbíteros, totalmente consagrados al servicio del pueblo cristiano.

En este momento tan solemne e importante de vuestra vida me diri-jo con afecto, una vez más, a vosotros, queridos ordenandos. A vosotros Je-sús os repite hoy: “Ya no os llamo sier-vos, sino amigos”. Aceptad y cultivad esta amistad divina con “amor euca-rístico”. Que os acompañe María, Ma-dre celestial de los sacerdotes. Ella, que al pie de la cruz se unió al sacri-ficio de su Hijo y, después de la resu-rrección, en el Cenáculo, recibió con los Apóstoles y con los demás discípu-los el don del Espíritu, os ayude a vo-sotros y a cada uno de nosotros, queri-dos hermanos en el sacerdocio, a de-jarnos transformar interiormente por la gracia de Dios. Sólo así es posible ser imágenes fieles del buen Pastor; sólo así se puede cumplir con alegría la misión de conocer, guiar y amar la grey que Jesús se ganó al precio de su sangre.

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 9

se iluminó y sus vestidos dejaron trans-parentar el esplendor de la Persona di-vina del Verbo encarnado (cf. Lc 9, 29).

En la narración de san Lucas hay otro detalle que merece destacarse: la indicación del objeto de la conversa-ción de Jesús con Moisés y Elías, que aparecieron junto a él transfigurado. Ellos –narra el evangelista– “habla-ban de su muerte (en griego éxodos), que iba a consumar en Jerusalén” (Lc 9, 31). Por consiguiente, Jesús escu-cha la Ley y los Profetas, que le ha-blan de su muerte y su resurrección. En su diálogo íntimo con el Padre, no sale de la historia, no huye de la mi-sión por la que ha venido al mundo, aunque sabe que para llegar a la glo-ria deberá pasar por la cruz.

Más aún, Cristo entra más profun-damente en esta misión, adhiriéndo-

se con todo su ser a la voluntad del Padre, y nos muestra que la verdade-ra oración consiste precisamente en unir nuestra voluntad a la de Dios.

“La oración no es algo accesorio; es cuestión de vida o muerte”

Por tanto, para un cristiano orar no equivale a evadirse de la realidad y de las responsabilidades que impli-ca, sino asumirlas a fondo, confian-do en el amor fiel e inagotable del Señor. Por eso, la transfiguración es, paradójicamente, la verificación de la agonía en Getsemaní (cf. Lc 22, 39-46). Ante la inminencia de la Pa-sión, Jesús experimentará una angus-tia mortal, y aceptará la voluntad di-vina; en ese momento, su oración se-rá prenda de salvación para todos no-sotros. En efecto, Cristo suplicará

al Padre celestial que “lo salve de la muerte” y, como escribe el autor de la carta a los Hebreos, “fue escucha-do por su actitud reverente” (Hb 5, 7). La resurrección es la prueba de que su súplica fue escuchada.

Queridos hermanos y hermanas, la oración no es algo accesorio, algo opcional; es cuestión de vida o muer-te. En efecto, sólo quien ora, es decir, quien se pone en manos de Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo. Durante este tiempo de Cuaresma pidamos a María, Madre del Verbo encarnado y Maestra de vida espiritual, que nos enseñe a orar como hacía su Hijo, pa-ra que nuestra existencia sea trans-formada por la luz de su presencia.

(Ángelus, 4/3/2007)

“La oración no es algo accesorio, algo opcional; es cuestión de vida o muerte”

Todos los derechos sobre los documentos pontificios quedan reservados a la Librería Editrice Vaticana. La versión íntegra de los mismos puede ser consultada en www.heraldos.org

¿Quién es mi prójimo?

P. João Scognamiglio Clá DiasPresidente General

10 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

La ley mandaba amar al prójimo como a sí mismo; pero los judíos restringían el concepto de prójimo,

anulando así esa importante obligación. Jesús viene a dar el verdadero sentido a la ley.

I – El prIncIpal objEto dEl pEnsamIEnto, ayEr y hoy

“Falló el motor del automóvil, se cortó la energía eléctrica, los ban-cos están en huelga, apareció un nue-

vo software, por fin la ciencia encon-tró la cura del cáncer…” Si hubiera tiempo y espacio, podríamos llenar páginas y más páginas con los asun-tos que absorben exageradamente la

atención de la humanidad en el mun-do actual. Dios dejó de ser la preocu-pación principal de casi todas las per-sonas, para ceder el lugar a un desen-frenado egocentrismo. La agitación

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 11

25 En esto se levantó un doctor de la ley y dijo para ten-tarle: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vi-da eterna?» 26 Jesús le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?» 27 Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a

ti mismo.» 28 Díjole entonces: «Has respondido bien: haz eso y vivirás.» 29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Je-

sús: «¿Y quién es mi prójimo?» 30 Jesús entonces, to-mando la palabra, dijo: «Un hombre bajaba de Jerusa-

lén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que des-pués de despojarle y cubrirle de heridas, se fueron, deján-dolo medio muerto. 31 Casualmente bajaba por aquel ca-mino un sacerdote que, viéndole, dio un rodeo y pasó de

largo. 32 También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó has-ta él, y al verle se llenó de compasión; 34 acercándose, ven-dó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montán-dole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una hospedería y cuidó de él. 35 Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciéndole: “Cuida de él, y lo que gastes

de más te lo pagaré a la vuelta.” 36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los sal-teadores?» 37 Él dijo: «El que practicó la misericordia con

él.» Díjole Jesús: «Anda y haz tú lo mismo.» (Lc 10, 25-37)

a EvangElio A

pasó a llevar el compás de la vida dia-ria en toda la faz de la tierra, las rela-ciones humanas y la estructura social misma ya no facilitan la elevación del pensamiento hacia Dios.

En la época de Jesús, la situación del género humano era muy dis-tinta en este aspecto; a pesar de la gran decadencia en que se hallaba sumergido, el afán de conocer ideas era más notorio. El pueblo judío en concreto sentía un robusto y conta-gioso apetito de explicaciones doc-trinales, sobre todo las que se rela-cionaban estrechamente con la reli-gión. Un ejemplo característico de

este estado de espíritu ocurre con el legista que se levanta en el Evange-lio de hoy para realizar una pregun-ta a Nuestro Señor. Por más que su intento no estuviera completamen-te limpio de segundas intenciones, el planteamiento que expone refleja cuál debía ser el tenor de los asun-tos tratados en las conversaciones comunes de ese período histórico.

Contexto del diálogo entre Jesús y el doctor de la ley

El hecho relatado por Lucas de-bió suceder hacia el mes de octubre del año 29, es decir el último de la

vida pública de Jesús, un poco an-tes de la fiesta de los Tabernáculos. Había acabado recientemente el entrenamiento de los setenta y dos discípulos en las aldeas de Perea, región tranquila y algo recogida, en la cual no se producía nada seme-jante a la hostilidad típica de Judea. Jesús había elegido con divina sabi-duría la región donde deberían rea-lizar sus primeras aventuras apostó-licas. Además, los apóstoles y discí-pulos no tenían ahí lazos de amis-tad ni de parentesco con sus benefi-ciados, como en Galilea, lo que fa-cilitaba más su actuación. Probable-

“Jesús y los fariseos” Museo de Artes

Montreal (Canadá)

Jesús responde la pregunta capciosa del doctor de la ley con otra

pregunta: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?”

12 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

mente los hechos del Evangelio de hoy se ve-rificaron en Jericó y se insertan en la atmós-fera de alegría reinan-te entre todos con las excelentes novedades transmitidas por ellos y comentadas por el Di-vino Maestro, ya que “hasta los demonios se nos someten en tu nom-bre” (Lc 10, 17). Aque-llos simples pescadores que habían abandona-do el comercio de pes-cado para echar las re-des en el mar de las al-mas, fueron elegidos no para predecir, ni so-lamente para compro-bar, sino para ser los anfitriones de una nue-va era.

Éste es el cuadro his-tórico sobre el cual se desarrolla el diálogo contenido en el Evange-lio de hoy.

II – malévolas IntEncIonEs dE los doctorEs dE la

lEy y dE los farIsEos

25 En esto se levantó un doc-tor de la ley y dijo para tentar-le: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eter-na?»

La pregunta del doctor de la ley es prácticamente la misma que re-lata tanto san Mateo (22, 35) como san Marcos (12, 28). Pero al leer los tres Evangelios nos damos cuenta que son escenas diferentes. La de san Lucas (la liturgia de hoy) de-bió suceder en Jericó, como se dijo anteriormente, y tomando en cuen-ta la consagrada costumbre duran-te las exposiciones y sermones rea-lizados en las sinagogas –o sea, to-dos los asistentes participaban sen-

tados, y al surgir una pregunta ésta debía ser pronunciada de pie– todo indica que se dio al interior de di-cho ambiente.

El ansia mal disimulada de este doctor de la ley por sorprender a Je-

sús en algún traspié se re-fleja en la esencia y la for-ma de la pregunta. Si lo-grara éxito en su intento habría satisfecho su amor propio. Probablemente se trataba de un fariseo toda-vía no contagiado con las malévolas intenciones de los que más tarde busca-rían pretexto para matar a Cristo. San Cirilo es cate-górico en afirmar que “ha-bía ciertos charlatanes que recorrían todo el territorio de los judíos, acusando a Cristo, y diciendo que lla-maba inútil a la ley de Moi-

sés, mientras que enseñaba doctrinas nuevas. Queriendo, pues, aquel doctor de la ley seducir a Jesús para que ha-blase algo en contra de la ley de Moi-sés, se presenta tentándole, llamándo-le maestro, no sufriendo ser enseña-do. Y como el Señor acostumbraba a hablar de la vida eterna a todos los que venían a Él, el doctor de la ley se servía de sus propias palabras; y como le tienta con astucia, no oye otra co-sa que lo que Moisés había enseñado. Por eso sigue: ‘Y Él le dijo: ¿En la ley qué hay escrito? ¿Cómo lees?’ ” 1. El objetivo de este doctor de la ley era someter a prueba los conocimientos de Jesús y establecer con él una po-lémica de la cual, como doctor, sal-dría triunfante. Esta suposición se deduce en la segunda pregunta del mismo personaje a Jesús. El hecho de encaminar la conversación hacia un punto muy discutido entre los ra-binos deja clara esta intención de su parte.

El objetivo de este doctor

de la ley era poner a prueba los

conocimientos de Jesús y establecer

con él una polémica de la cual, como doctor, saldría

triunfante.

El doctor de la ley, por orgullo, quería iniciar una polémica con Jesús

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 13

Hasta los fariseos se preocupaban de la vida eterna… ¿Y hoy?26 Jesús le dijo: «¿Qué está es-crito en la ley? ¿Qué lees en ella?» 27 Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu co-razón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»

En Marcos encontramos una pre-gunta idéntica hecha por el joven ri-co, a la cual Jesús responde con un elenco sintético de las virtudes obli-gatorias para todos (cf. 10, 17 ss). En el caso presente, el doctor de la ley no obtiene del Señor sino otra pregunta como respuesta. El Di-vino Maestro le propicia la prácti-ca de la virtud de la humildad re-mitiéndolo al primer mandamien-to de la ley de Dios, hecho desagra-dable para un teólogo famoso: te-ner que recordar el Catecismo. Es-te procedimiento de Je-sús no podría ser mejor, porque así facilitaba a su interlocutor un paso más en su vida espiritual: ver-se empujado a repetir la frase que todo judío re-citaba dos veces al día: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu men-te” (Dt 6, 5). Y como de-cir tan poco no le sen-taría bien, decidió aña-dir un complemento, tal vez para hacer notar con ello su erudición ante los

demás: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 15, 18). El famo-so Maldonado comenta sabiamente este versículo: “Con admirable pru-dencia remite Cristo a la ley a aquel doctor que fingía ignorancia y preten-día explorar su doctrina. Así solía ha-cer cuando le hacían preguntas cap-

ciosas, para atenuar lo enojoso de su respuesta. Remitiéndose, pues, a la ley, ésta era más bien la que condena-ba a los que se gloriaban de ella” 2.

Si fuéramos a considerar deteni-damente cada una de las palabras del Deuteronomio (6, 5) no tendríamos espacio. Bástanos saber que el verbo empleado en las versiones latinas no es amare sino diligere. Este término dice respecto del amor sentido por la suma de la voluntad espiritual y del sentimiento.

A pesar del lamentable esta-do moral y espiritual del pueblo en aquellas circunstancias históricas, la gente se ponía el problema de la salvación eterna: “… ¿qué debo ha-cer para tener la vida eterna?” Muy al contrario de nuestros días, ¿pues a quién le preocupa hoy su destino después de la muerte? Actualmen-te, el afán de retener no sólo la sa-lud sino también la belleza, una bue-na situación financiera, etc., acapa-

ra todas las atenciones; nuestro futuro después de atravesar las barre-ras del tiempo es materia de completo desinterés; De ahí que muchas ve-ces los patrones no cui-dan la formación espiri-tual de sus empleados, ni los padres la de sus hijos, ni los profesores la de sus alumnos, etc. De es-ta manera rompen con el gravísimo deber impues-to por Dios, de ser maes-tros para los demás…

San Basilio, atendien-do las aspiraciones de los fieles de su tiempo, nos legó una bellísima inter-pretación con respecto al amor de Dios: “Si alguno pregunta cómo puede ad-quirirse el amor divino, di-remos que el amor divino no se aprende; no apren-demos de otro a alegrar-nos de la presencia de la

La gente se colocaba frente a la

problemática de la salvación:

“¿qué debo hacer para tener la vida eterna?”

La pregunta del doctor de la ley

versaba sobre un asunto conocido

por todos, colocándose a sí

mismo en ridículo

14 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

luz, ni a amar la vida, ni amar a nues-tros padres, ni a nuestros amigos, ni mucho menos podemos aprender las reglas del amor divino; sino que hay en nosotros cierto sentimiento íntimo, que tiene sus causas intrínsecas, que nos inclina a amar a Dios; y el que obedece a ese sentimiento, practica la doctrina de los divinos preceptos, y llega a la perfección de la divina gracia. Amamos naturalmente el bien; amamos también a nuestros prójimos y parientes, y además da-mos espontáneamente a los bien-hechores todo nuestro afecto. Si, pues, el Señor es bueno, y to-dos desean lo bueno, lo que se perfecciona por nuestra vo-luntad reside naturalmen-te en nosotros; a quien, aun-que no le conozcamos por su bondad, en el mero hecho de que procedemos de Él, tenemos obligación de amarle sobre todo, como principio nuestro que es. Es también mayor bienhechor que to-dos los que se aman naturalmen-te. El primero y principal manda-miento es, por consiguiente, el del amor de Dios” 3.

¿Quién más cercano que Jesús?28 Díjole entonces: «Has respondido bien: haz eso y vivirás.» 29 Pero él, querien-do justificarse, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»

El pobre doctor de la Ley se veía en una situación de inferioridad –por lo demás muy útil a su vida espiri-tual– y procuró justificarse, porque nada era peor que el silencio ante el público que lo rodeaba. Cualquier bobera que dijera sonaría mejor. El mismo Pilato, en análogas circuns-tancias, optó por preguntar también: “¿Qué es la verdad?”

“Finge, pues, el doctor que no pre-gunta una cosa tan vulgar y conocida de todos, sino un punto difícil y discuti-do entre los doctores más insignes […]

eran todos factores de separacio-nes tajantes, sin hablar de la terri-ble discriminación de la esclavitud, consagrada por todas las legislacio-nes de la época. Ahora bien, el pue-blo judío era el más afectado por dicho espíritu de separación. Bas-ta pasear la mirada por el Talmud para comprobar los extremos a los que llegó contra los goyim, o sea, los no judíos. Era muy corriente la opinión de que sólo los miembros

del pueblo elegido estaban llama-dos a la salvación eterna. Ade-

más, basados en el Levítico: “No guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo” (Lev 19, 18), no concebían que su amistad pu-diera cruzar las fronteras de la nacionalidad.

Sin embargo, “de aquí no se sigue que hiciera la pregun-

ta sinceramente y con deseo de aprender; porque, aunque igno-raba, estaba convencido que sa-bía” 5. La Escritura no dejaba lugar a dudas sobre cómo tra-tar al no judío: “Cuando un fo-rastero resida junto a ti, en vues-tra tierra, no le molestéis. Al fo-rastero que reside junto a voso-tros, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; pues forasteros fuis-teis vosotros en la tierra de Egip-to” (Lev 19, 33-34).

Por otra parte, vemos a ese doctor en una situación paradóji-ca: “en ese mismo instante se en-

contraba un prójimo extraordinaria-mente especial, esto es, ¡el propio Dios! Por eso, al hacer aquella pregunta, de-ja claro […] que no conocía a su próji-mo, porque no creía en Cristo; y quien no conoce a Cristo, desconoce la ley; porque, ignorando la verdad, ¿como puede conocer la ley que anuncia la verdad?” 6.

Tal vez a eso lo llevara su orgullo poco o nada combatido. “Alabado el doctor de la ley por el Salvador, por-que había respondido bien, se llenó de soberbia, no creyendo que habría al-

En cambio, San Ambrosio, Teofilacto, Eutimio y (según Santo Tomás) San Cirilo opinan que propuso esta cues-tión formalmente por pensar que pró-jimos eran sólo los justos respecto a él, que se tenía por justo” 4.

En síntesis, su deseo de justifi-car su primera pregunta lo lleva a enunciar esta otra, que en los días actuales respondería cualquier niño de catecismo. Sin embargo en aque-lla era histórica constituía una cues-tión inextrincable. Los orígenes fa-miliares, las clases sociales, la raza,

“Beau Dieu” Sainte Chapelle – París

Ser

gio

Hol

man

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Hay en nosotros un sentimiento íntimo que nos predispone a amar a Dios, y

quien obedece este sentimiento alcanza la perfección de la divina gracia

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 15

guien que pudiere ser su prójimo; co-mo si no hubiese quien pudiera com-pararse con él en justicia. Por esto di-ce: ‘Mas él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?’ Le asediaban, por decirlo así, alternativamente los vicios: des-pués de la falacia con que había pre-guntado, tentando, cae en la arrogan-cia. Al preguntar: ‘¿Quién es mi pró-jimo?’ ya se muestra vacío del amor del prójimo; y por consecuencia se muestra vacío del amor divino, por-que no amando al hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no se ve” 7.

Los escribas y fariseos –que día a día alimentaban mutuamente su in-dignación contra los gentiles, e in-cluso contra la plebe judaica– que-rían oír del Maestro una clara e irrefutable lección, llena de calor, sobre cómo se debe tratar al próji-mo…

III – la parábola: al fInal, ¿quIén

Es mI prójImo?30 Jesús entonces, tomando la palabra, dijo: «Un hombre ba-jaba de Jerusalén a Jericó y ca-yó en manos de unos ladrones, que después de despojarle y cu-brirle de heridas, se fueron, de-jándolo medio muerto.»

¡Cuántas escuelas y cursos de pe-dagogía se multiplican por el mun-do entero! Sin embargo, es imposi-ble superar la empleada por el Di-vino Maestro en su vida pública. La creación de la figura del Buen Sa-maritano es sencillamente genial. La misma descripción de las circunstan-cias geográficas en que se dan los he-chos tiene colores tan vivos que por poco creemos tratarse de un caso his-tórico.

Jerusalén dista aproximadamen-te treinta kilómetros de Jericó, pese a lo cual la diferencia de altura en-tre una ciudad y la otra llega a ca-

tiplicaron ahí los asaltos, no sólo de noche sino a plena luz del día. No le-jos de este albergue existen todavía las ruinas de una fortaleza, prueba evidente de la peligrosidad que de-bió tener el lugar.

El Evangelio siempre busca ser sintético, motivo por el que muchos aspectos tal vez secundarios en sus narraciones son desconocidos por la Historia. Por eso no es exagerado imaginar con cuánto cuidado el Se-ñor elaboró los detalles psicológicos y geográficos.

Por el camino bajaba supuesta-mente un judío, ya que, no mencio-nándose su raza, por exclusión sólo podía tratarse de un coterráneo del levita y del sacerdote que vendrían después del asalto. Esta impresión tiene su razón de ser, como luego veremos. De las cavernas o de atrás de las piedras surgen unos asaltan-tes que despojan al pobre hombre, y

ciertamente por haber reaccionado, le propinan severos golpes, abando-nándolo casi sin vida en medio de su propia sangre, impedido, por tanto, de continuar su rumbo normal.

Una vez delineada la dramática si-tuación de ese hombre y la fuga de los bandidos, la escena se enriquece con tres personajes más: un sacerdo-te, un levita y un samaritano.

El sacerdote y el levita violan la ley por haber endurecido su corazón

«31 Casualmente bajaba por aquel camino un sacerdote que, viéndole, dio un rodeo y pasó de largo. 32 También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.»

La nacionalidad judía y su res-pectiva religión eran los más altos presupuestos de honra de todo el pueblo elegido. Ahora bien, el heri-do poseía estas características esen-ciales, y se ve claramente qué in-tención tuvo el Divino Maestro al idearlo como víctima, porque el sa-cerdote al aproximarse solamente lo mirará y seguirá de largo. Se de-duce que había terminado su servi-cio en el Templo y regresaba a Je-ricó donde residían muchos de los de su categoría. La ley determina-ba como obligación grave el socorro de cualquier accidentado, sobre to-do en estado preagónico.

Religión, nacionalidad, desam-paro… nada movió el duro cora-zón de un ministro de Dios llamado al heroísmo de la caridad. No cues-ta imaginar los razonamientos que probablemente elaboró a partir de entonces a lo largo del camino, para apaciguar su atormentada concien-cia: “¡Es un hombre cualquiera! Un desconocido, sin títulos. Es mejor no detenerme, para no rebajar mi condición”. Razones dictadas por el orgullo mal combatido, y no tan raro en los que tenían como voca-ción la misión de extirpar ese mis-

En ese mismo instante

había un prójimo extraordinariamente

especial, es decir, ¡el propio Dios!

si mil metros. Cuando se hace el ca-mino a partir de Jerusalén, después de recorrer unos tres kilómetros, se llega a Betania, donde la vegetación termina y una región muy rocosa se evidencia por su larga extensión. En nuestros días, a cierta altura se en-cuentra una hospedería llamada “Buen Samaritano”, según parece por razón de la parábola; de hecho, todo lleva a pensar que debió ser ése el lugar descrito por el Señor, por-que a lo largo de los siglos se mul-

16 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

mo vicio en los demás y en sí mis-mos. Además, si la humildad fuera su compañera, nada le costaría tra-tar de reconfortar a ese pobre he-breo, aunque fuera mediante puras palabras. Un pequeño rodeo, sin mucha pausa, fue todo su esfuerzo. En latín se dice “assueta vilescunt”; estaba calcinado por la rutina enti-biada de sus funciones litúrgicas en el Templo, como también intoxica-do por la hipocresía de los escribas y fariseos.

No debía ser ajeno a él cierto cál-culo de los gastos en que debía incu-rrir si se proponía socorrer a esa víc-tima robada, despojada y ensangren-tada. No podría contar siquiera con una recompensa y menos aún con la recuperación del dinero emplea-do. El ministro no podría esperar na-da como retribución a la pérdida de tiempo, incomodidad, perjuicio, etc. Su carácter interesado de un vil prag-matismo se manifestó robustamente ante aquel drama.

A lo largo de la Historia, en el ex-tremo opuesto a la bondad, encontra-mos corazones duros, crueles y difíci-les de dejarse enternecer por los ne-cesitados. Nada los mueve a compa-decerse. Por ahí “casualmente baja-ba” un ejemplo viviente de esa empe-dernida insensibilidad.

Ese corazón impregnado de amor propio sentía más repudio y náusea que pena ante aquella escena, entre-cortada por gemidos que imploraban socorro y misericordia.

Pero la ley era explícitamente con-traria a sus sentimientos de egoís-mo (cf. Ex 23, 5) y él no podía haber abandonado a su hermano sobre to-do en aquellas circunstancias.

Las mismas consideraciones ser-virían para caracterizar la actitud idéntica del levita que en seguida pasó también por allí. Ambos pro-bablemente habían dejado el Tem-plo después de concluida su función y bajaban a Jericó, ciudad que alber-gaba a la mitad de los servidores re-ligiosos.

do que era él un mercader de con-fianza y muy estimado por el dueño del albergue.

«36 ¿Quién de estos tres te pa-rece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteado-res?» 37 Él dijo: «El que practi-có la misericordia con él.» Dí-jole Jesús: «Anda y haz tú lo mismo.»

Nuevamente Jesús responde al doctor de la ley con otra pregunta, pareciendo a primera vista que de-seaba desviarse un poco de la sus-tancia de la temática propuesta. Este aparente desvío, intencional-mente llevado a cabo por el Divino Maestro, es una quimera que llama la atención de la mayoría de los co-mentaristas, dándoles ocasión para plantear las más variadas hipótesis. Traemos a colación la más sabia y lú-cida de ellas:

“A mi juicio, pretende Cristo de-mostrar de una manera general que todo hombre es nuestro prójimo; pe-ro lo prueba de modo acomodado a aquel doctor con quien entonces tra-taba. Pensaba éste que o sólo los jus-tos, o sólo los amigos, o al menos sólo los judíos eran sus prójimos. Y pudo tomar ocasión de errar de las mismas palabras de la ley, porque el hebreo significa prójimo lo mismo que amigo y compañero. Quiso, pues, Cristo qui-tar este error de su ánimo y obligarle a reconocer y confesar por su boca que no sólo era prójimo el judío para el ju-dío, sino aun el samaritano para el ju-dío, esto es, el enemigo para el enemi-go; y si el mismo enemigo era próji-mo para el enemigo, luego todo hom-bre respecto a otro se ha de tener co-mo prójimo. Probó este su intento con la argumentación mejor y más eficaz, o sea por el efecto, haciendo ver que el enemigo había sido prójimo para el enemigo, o sea el samaritano para el judío, pues hizo lo que es propio del prójimo, que es ayudar. Por eso pro-puso Cristo la parábola con el ejem-

por Jesús para el doctor de la ley: el samaritano se manifiesta como un héroe de la caridad desde que ba-ja de la cabalgadura, aplicando “in loco” todos los cuidados que cabían en aquellos tiempos y llevando a la víctima a un mesón, hasta que con-trae una deuda con el mesonero a fin de que éste dispensara todos los cuidados al pobre judío. Se percibe por el contrato propuesto y acepta-

Nada movió el duro corazón de un ministro

de Dios llamado al heroísmo de la caridad. Muy distinta fue la reacción del samaritano

Misericordia del samaritano«33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó hasta él, y al verle se llenó de compasión; 34 acer-cándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una hos-pedería y cuidó de él. 35 Al día siguiente sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciéndole: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta”.»

Muy distinta fue la reacción del samaritano. Sin tomar en cuenta el odio racial que los separaba violen-tamente, a pesar de tratarse de un enemigo suyo, en ese instante su in-compatibilidad religiosa se trans-formó en conmiseración. El Evan-gelio recoge los maravillosos deta-lles de la divina parábola elaborada

Vitral del Buen Samaritano Iglesia de San Patricio – New Orleans (EE.UU.)

Fran

çois

Bou

lay

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 17

plo de un samarita-no” 8.

En igual sentido opina un conocido comentarista mo-derno:

“La pregunta de Cristo está hecha con especial inten-ción. Le pregunta-ron que quién era el ‘prójimo’ para él. Y Cristo le pregun-ta que quién obró ‘cómo prójimo’. Y así, con la prácti-ca hizo ver que ca-da hombre es ‘pró-jimo’ para todos los hombres. Por lo que ha de estar ‘próximo’ a él en todas sus necesida-des. Es la parado-ja oriental sirvien-do de máxima pe-dagogía. Tal fue la lección magisterial de Cristo” 9.

Maldonado te-nía toda la razón al expresar aquel análisis, porque para un judío el concepto de pró-jimo no era tan claro por varias razones. Ante to-do por su historia y por su ley; siem-pre que los judíos se mezclaban con otros pueblos terminaban cayendo en la idolatría. De otro lado, basta pensar que la Tierra Prometida se ubicaba entre mar, desiertos y mon-tañas, separando geográficamente al pueblo judío del resto. Por eso, el significado verdadero de “prójimo” estaba muy restringido en ellos. En-tre sí se tenían por hermanos, pe-ro con otros vivían en una instintiva antipatía que no raras veces llegaba hasta el odio.

Por encima de estas circunstan-cias, el pueblo judío tenía una misión

Preciosa Sangre de Cristo derramada en el Calvario.

Este amor de-be ser universal y no podemos apo-yarnos en pretex-tos, aparentemente legítimos, para no practicarlo, como hicieron el sacer-dote y el levita de la parábola. Cier-tamente que ellos tenían a cargo fun-ciones buenas y de ellas volvían a sus casas, pero actua-ron mal con el ne-cesitado.

No pocos auto-res aplican con mu-cha piedad la pará-bola al propio Cris-to. No será de mal gusto que la apli-quemos a noso-tros mismos, pre-guntándonos cuá-les han sido en ge-neral nuestras acti-tudes y reacciones frente a los necesi-tados de cualquier especie.²

1 Apud Santo Tomás de Aquino, Cate-na Aurea

2 P. Juan de Maldonado, s.j., Comenta-rios a los Cuatro Evangelios, BAC, Madrid, 1951, p. 545.

3 Apud Santo Tomás de Aquino, Cate-na Aurea

4 Maldonado, op.cit., p. 5465 Id., ibid.6 San Ambrosio, op.cit. – id.7 San Cirilo, op.cit. – ibid.8 P. Juan de Maldonado, op.cit., p. 548.9 P. Manuel de Tuya, o.p., Biblia Co-

mentada, BAC, 1964, p.839.

universal. Se le había confiado el te-soro espiritual que debía alimentar a la humanidad entera.

Así se explica esta bellísima pa-rábola compuesta por el Divino Maestro, que huye un poco de la morfología de las otras, en las que el simbolismo se explaya a través de los sustantivos y adjetivos. És-ta constituye un ejemplo efecti-vo y afectivo del amor a Dios, sin el cual no existe la religión, y del amor al prójimo, sin el cual no hay amor a Dios.

Quien diga amar a Dios pero no ama a su prójimo, aparte de mentir desobedece la ley divina y olvida la

La parábola del Buen Samaritano constituye un ejemplo efectivo y afectivo de amor a Dios, sin el cual no existe religión, y de amor al

prójimo, sin el cual no hay amor a Dios

J18 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

Los movimientos laicos y la Gran Misión Continental

La Gran Misión Continental convocada por el CELAM exige que todas las fuerzas de la Iglesia se movilicen, que los fieles y movimientos laicos se unan todavía más a sus pastores y no midan esfuerzos para responder al llamamiento de Cristo.

uan es un joven extrema-damente alegre y jovial. Los fines de semana lo vemos liderando un gru-po de jóvenes que reco-

rren las calles de la ciudad después de cenar, cantando y haciendo un bu-llicio poco adecuado a la tranquilidad

José Antonio Dominguez

de la noche y la mediocridad del ba-rrio. Algunos vecinos se sienten mo-lestos e incluso se quejan a sus pa-dres; pero la juventud necesita desa-hogar su alegría y a veces lo hace de forma demasiado ruidosa y hasta un poco extravagante. El padre de Juan, un rico comerciante de telas, com-

prende ese aspecto de la situación y se muestra complaciente con las tra-vesuras de su hijo. En el fondo siente un discreto orgullo con que Juan sea el líder de la juventud local, y por eso, a pesar de su personal avidez de di-nero, tolera los gastos un tanto exce-sivos que su hijo hace junto a sus ami-

Encuentro de Benedicto XVI con los movimientos eclesiales en la vigilia de

Pentecostés de 2006

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 19

Los movimientos laicos y la Gran Misión Continental

gos y con su gusto por la ropa vistosa y lujosa. Además el muchacho es su brazo derecho en la empresa, y resul-ta más ventajoso hacer la vista gorda ante gastos que, en las entradas ge-nerales del negocio, sólo representan una porción irrelevante…

Juan nació cuando su padre esta-ba de viaje, por Francia, para estable-cer relaciones con sus agentes comer-ciales. Enteramente absorbidos por la actividad empresarial, el padre y la madre no dieron excesiva importan-cia a la educación humana y cultu-ral del hijo. Y cuando la edad lo per-mitió, Juan dejó los estudios y pasó a ayudar al padre, en la empresa

Súbito cambio del destino

El joven Juan lo tenía todo para ser feliz. Una familia muy unida, amigos a todas horas, ne gocios prósperos y mu-cho prestigio en la ciudad. Todo le son-reía, hasta que un día la trage dia lo ara-ñó con sus negras alas… Repentina-mente cayó postrado por una enferme-dad que le mantuvo en cama durante mucho tiempo. Lejos de las agitadas ex-terioridades en que había vivido siem-pre, conoció un largo período de sole-dad que fue aprovechado por la Provi-dencia para hacerlo reflexionar profun-damente. Cuando se levantó para ini-ciar una prolongada convalecencia, ya no era la misma persona. Todo lo que antes alegraba su vida perdió sabor para él: ni los negocios del padre, ni los ami-gos, ni la buena mesa que tanto aprecia-ba, ni el lujo en el vestir, nada de eso lo atraía ya. Se diría que la adversidad ha-bía cambiado su modo de ser. Pero en su alma nacía el deseo intenso y jubiloso de imitar a Nuestro Señor Jesucristo, so-bre todo en la pobreza y en el amor a los pobres. Decidió entonces abandonar-lo todo –empresa, familia, amigos y pla-ceres– para seguir a Cristo y dedi carse a los pobres, siendo pobre como ellos.

Conversión e incomprensiones

Inicialmente, no encontró quién lo acompañase y tuvo que soportar la in-comprensión, tanto de su familia como

de sus compañeros. Pero al poco tiem-po el ejemplo de autenticidad de su vi-da de desprendimiento fue arrastran-do algunos compañeros; y aunque eran laicos, co menzaron a dedicarse a la evangelización de la sociedad. Su mo-do de vestir, extremada mente pobre –una simple túnica, sin adorno ni insig-nia alguna–, causaba extrañeza, y por eso eran rechazados y ridiculizados en muchas ciudades. En cierto momento Juan decidió ir a Roma, acompañado de ese pequeño grupo inicial de discí-pulos, para exponer al Papa sus inten-ciones y obtener la aprobación pontifi-cia. Y gracias a la influencia de un car-denal amigo, Juan logró ser recibido en audiencia por el Santo Padre, que aca-bó dando reconocimiento a su obra.

Fundación de una obra providencial

Nacía así un nuevo movimiento eclesial que luego se extendería a to-da la Iglesia. Formado en un comien-zo sólo por laicos, después se unieron a él numerosos sacerdotes, convirtién-dose en poco tiempo en uno de los mo-vimientos más numerosos y activos de la Iglesia, sin que le faltara un amplio abanico de terciarios que, viviendo en el mundo, procuraban seguir la espiri-tualidad y el carisma de su fundador.

Esta historia del nacimiento de un nuevo movimiento eclesial es total-mente verídica en sus líneas generales. A nadie le extrañaría que hubiera su-cedido en nuestra época, en cualquier país de Occidente, pero los hechos arri-ba narrados son bastante más antiguos: todo pasó hace casi 800 años en Italia.

Juan no es nada más que el nom-bre de pila del que quedó en la His-toria como el “Pobrecillo de Asís”, San Francisco. Francisco fue el nom-bre que su padre le dio al volver de su viaje por Francia, tal vez como home-naje a su esposa, que era de ese país.

Secularización de la sociedad y pérdida de fieles

En su época, la Iglesia –después de un período de apogeo y creciente

influencia en la sociedad– se enfren-taba a un gran desafío, pues Europa tuvo un rápido progreso material y cultural, acompañado de un aprecio excesivo por la riqueza y la pompa, y como consecuencia, un enfriamiento de su vida religiosa, sin mencionar las doctrinas heterodoxas que se espar-cían por el Viejo Continente y sacu-dían la fe de los fieles.

El Espíritu Santo suscitó enton-ces un nuevo movimiento eclesial pa-ra levantar una barrera contra el de-seo desenfrenado de lujo y de goce de la vida. Secularización de la socie-dad, diríamos actualmente. Pues, pa-ra atender a las necesidades de cada época, Dios nunca deja de inspirar nuevos carismas como solución pro-videncial.

Los discípulos de Francisco de Asís recorrieron las ciudades evangelizan-do al pueblo, usando la única medida disponible en la época: la predicación en la plaza pública. Y consiguieron reavivar el fervor religioso de los fie-les. Hasta tal punto que rápidamen-te se constituyó un movimiento laico, la Orden Tercera Franciscana, forma-da por laicos que en la sociedad tem-poral hacían brillar el carisma de San Francisco.

El monaquismo de Oriente: uno de los más antiguos movimientos laicos

Los franciscanos no fueron los úni-cos nacidos de un movimiento laico. No pocas órdenes religiosas nacieron en el pasado de forma análoga a tan-tos movimientos eclesiales del pre-sente. Casi se podría decir que estos movimientos son una novedad ya an-tigua en la Iglesia, como poéticamen-te está escrito en el Eclesiastés: “Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nue-vo bajo el sol! Si hay algo de lo que di-cen: ‘Mira, esto sí que es algo nuevo’, aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron” (Ecl 1, 9-10).

El monaquismo de los primeros si-glos, en Oriente por ejemplo, nació

20 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

también por iniciativa de los laicos. El primer monje del desierto del que se tiene noticia es san Pablo el Ermitaño, en Egipto. Perteneciente a una familia acomodada, durante la persecución de Decio huyó al desierto por miedo a ser denunciado como cristiano y no tener fuerzas para soportar los terribles su-frimientos a los que sería sometido por los jueces del Imperio Romano. Y pa-ra escapar del martirio de sangre se en-tregó a la soledad del desierto. Muchos siguieron su ejemplo, no sólo para huir de las crueles persecuciones de los De-cios, sino también de las no menos pe-ligrosas seducciones del mundo paga-no. Y así los desiertos de Egipto se po-blaron de monjes solitarios. San Paco-mio fue el primero en reunir un grupo de monjes bajo una regla para que se ayudaran mutuamente, evitando los in-convenientes de la vida solitaria. Llegó a agrupar cerca de siete mil discípulos en monasterios con más de mil monjes. Sólo cuando el movimiento del mona-quismo eclesial pasó a Occidente, san Martín de Tours introdujo la innova-ción de incluir clérigos entre los mon-

jes, para que no les faltasen los sacramen-tos.

La reacción del Espíritu Santo a los males de la sociedad moderna

El nacimiento del monaquismo no de-ja de tener cierta si-

militud con el surgimiento de los Movi-mientos Eclesiales de nuestros días. No se trata ya de huir de las persecuciones romanas, sino de enfrentar la seculari-zación de la sociedad moderna, cuyos efectos no son menos nefastos que las crueles persecuciones. ¿Cuántos cris-tianos, engañados por la fascinación del consumismo, dejan enfriar la fe y son tentados por el ateísmo práctico? Conti-núan creyendo en Dios pero viven dán-dole la espalda.

Para reaccionar ante esta crecien-te secularización, un número cada vez mayor de laicos se asocian con el objetivo de vivir más intensamen-te el mensaje del Evangelio y, al mis-mo tiempo, influenciar al mundo mo-derno con su ejemplo de vida y su ac-tuación apostólica.

El Concilio Vaticano II discernió ese soplo del Espíritu Santo y abrió amplia-mente las puertas de la Iglesia a esas nuevas realidades, las cuales se han de-sarrollado de manera muy notable. En 1998, con motivo del Congreso Mun-dial de los Movimientos Eclesiales, el Papa Juan Pablo II hizo referencia a

cerca de 50 instituciones allí represen-tadas. Hoy existen 122 movimientos de laicos con aprobación pontificia, regis-trados en el Repertorio de Asociacio-nes Internacionales de Fieles, del Pon-tificio Consejo para los Laicos.

Juan Pablo II: “una respuesta providencial”

Los últimos Papas incentivaron el desarrollo de los movimientos ecle-siales, especialmente el siervo de Dios Juan Pablo II, quien destacó su provi-dencialidad: “En nuestro mundo, con frecuencia dominado por una cultura secularizada que fomenta y difunde mo-delos de vida sin Dios, la fe de muchos es expuesta a duras pruebas y, no rara-mente, es sofocada y extinguida. Se per-cibe, entonces, con urgencia la necesi-dad de un anuncio fuerte y de una sóli-da y profunda formación cristiana. ¡Co-mo es grande, hoy, la necesidad de per-sonalidades cristianas maduras, cons-cientes de la propia identidad bautis-mal, de la propia vocación y misión en la Iglesia y en el Mundo! Y son, enton-ces, los Movimientos y las nuevas Co-munidades Eclesiales: ellos son la res-puesta, suscitada por el Espíritu San-to, a este dramático desafío del final del milenio. Vosotros sois esta respues-ta providencial” (Discurso a los parti-cipantes del Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales, 30/05/1998).

Benedicto XVI: “Señal luminosa de la belleza de Cristo y de la Iglesia”

A ejemplo de su antecesor, tam-bién el Papa Benedicto XVI, con elo-cuentes y estimulantes palabras, lla-mó a los laicos a lanzarse al aposto-lado, en su mensaje al II Congreso Mundial de los Movimientos Eclesia-les y Nuevas Comunidades:

“Los Movimientos eclesiales y las nuevas comunidades son hoy signo lu-minoso de la belleza de Cristo y de la Iglesia, su Esposa. Vosotros pertene-céis a la estructura viva de la Iglesia. La Iglesia os agradece vuestro compromiso misionero, la acción formativa que rea-

“En los movimientos eclesiales podemos ver las señales de la multiforme presencia y acción santificadora del Espíritu Santo en la Iglesia y en la sociedad actual”, afirmó el Papa.

Sesión inaugural de la V Conferencia General del CELAM – Santuario de Aparecida (Brasil)

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 21

lizáis de modo creciente en las familias cristianas, la promoción de las vocacio-nes al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada que lleváis a cabo en vues-tro interior. También os agradece la dis-ponibilidad que mostráis para acoger las indicaciones operativas no sólo del Sucesor de Pedro, sino también de los obispos de las diversas Iglesias locales, que son, juntamente con el Papa, cus-todios de la verdad y de la caridad en la unidad. Confío en vuestra obediencia pronta. […] Que os sostenga la partici-pación en la oración de la Iglesia, cu-ya liturgia es la expresión más eleva-da de la belleza de la gloria de Dios, y constituye de algún modo un asomarse del cielo en la tierra. Os encomiendo a la intercesión de María, a la que invo-camos como la Tota pulchra, la ‘Toda hermosa’, un ideal de belleza que los ar-tistas siempre han tratado de reproducir en sus obras, la ‘Mujer vestida del sol’

(Ap 12, 1), en la que la belleza humana se encuentra con la belleza de Dios”.

La respuesta de Dios para nuestros días

En cada época histórica la Iglesia supo responder a las necesidades espi-rituales de sus contemporáneos. Por la penitencia, S. Francisco y los francis-canos combatieron la vida de pecado que afectaba a la sociedad de su tiem-po; por la predicación, Sto. Domingo y los suyos vencieron los movimientos heréticos; S. Ignacio y los jesuitas fre-naron el avance del protestantismo. Hoy el desafío de la Iglesia es comba-tir la indiferencia religiosa.

Tal preocupación estuvo presente en la V Conferencia General del CE-LAM, para la cual fueron convocados representantes de cinco movimientos eclesiales: Mons. Felipe Santoro, Co-munión y Liberación; P. José María

Folqué, Neocatecumenal; Luis Jensen y Sra., Familia de Schoenstatt; Luis Fernando Figari, Sodalicio de Vida Cristiana; Moisés Azevedo, Shalom.

Allí fue lanzado un osado plan pastoral: “La Gran Misión Continen-tal”, convocando a todos los bautiza-dos a ser misioneros, yendo en busca de los católicos alejados y de los que poco conocen a Jesucristo.

¿No será esa una respuesta susci-tada por el Espíritu Santo para afron-tar los desafíos de nuestros días?

La respuesta, sin duda, es afirmativa. Y para eso es preciso que todas las fuer-zas de la Iglesia se movilicen, que los fie-les y movimientos laicos se unan todavía más a sus pastores y no ahorren esfuer-zos para responder a la llamada de Cris-to. De esta forma, la sociedad moder-na latinoamericana retomará con fuer-za las vías de la trascendencia y de la es-peranza en el Reino de Dios. ²

Para la V Conferencia General del CELAM, realizada en Mayo en el Santuario de Aparecida, fueron convocados representantes de cinco movimientos eclesiales

Santa Misa de inauguración de la V Conferencia General del CELAM – Santuario de Aparecida (Brasil)

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22 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

Santa iSaBeL de PoRtugaL

La reina de la bondad y de la pazMadre y reina, bondadosa y decidida, valerosa y pacificadora, fue amada con pasión por sus súbditos. Su secreto: amar a Jesús crucificado por encima de todas las cosas.

uien haya tenido la grata ocasión de visitar Coimbra habrá podido admirar seguramente sus numerosas mara-

villas: desde la preciosa tumba del rey Alfonso Henriques, fundador del reino de Portugal, hasta los variados y her-mosos parques que adornan la ciudad. Brilla también la histórica universidad, que con sus sólidas raíces y elaborados frutos es la mayor representante de la lengua portuguesa.

No obstante, quien llega de lejos no deja de percibir el sincero cariño que los habitantes sienten por su in-signe patrona, la Reina Santa Isabel, el ángel de bondad y de paz que el Señor envió a Portugal.

Curiosamente, santa Isabel no es portuguesa de nacimiento. La mano de la Providencia quiso tomarla de suelo aragonés, en donde llegó a este mundo el lejano año 1271. La prece-dió en nobleza y santidad su tía abue-la, santa Isabel de Hungría, de la cual heredó, aparte del nombre, las cuali-dades más excelentes. La pequeña hi-ja de Pedro III de Aragón y Constan-

za de Sicilia fue, a ejemplo de su tía, una gran seguidora de san Francisco de Asís y un alma volcada a los po-bres y marginados.

Pacificó los ánimos y las guerras desde la cuna hasta la hora de la muerte, y no hubo enfermo que se sustrajera a su benéfica influencia, desde el primer noble hasta el último súbdito. Todos salían de su presencia dispuestos a reconciliarse con Dios y a perdonar al prójimo.

Una niña que dulcificaba los corazones

Cuando nació santa Isabel había una pugna entre su padre y su abue-lo, Jaime I el Conquistador. Lleva-ban tiempo sin dirigirse la palabra, porque aquel rey de Aragón no apro-baba el matrimonio de su hijo Pedro con Doña Constanza. Apenas nació la pequeña, las rencillas domésticas fueron apagándose y hubo gran ar-monía en esa casa real.

El valiente abuelo no ocultaba su predilección por la niña y hacía hin-capié en que fuera educada en su pa-lacio, para así gozar su compañía.

La razón más profunda del cariño-so apego a su nieta era el sensible in-flujo de bendición y la suavidad que emanaban de su persona. En un am-biente cargado de tensiones y pesa-das tareas, ese precioso tesoro dul-cificaba los corazones. Tras la muer-te de Jaime I, la infanta permaneció todavía algunos años junto a sus pa-dres. Dentro de muy poco se conver-tiría en reina de Portugal.

En la corte portuguesa

En 1282 marchó a tierras lusita-nas para contraer matrimonio con Don Dionisio (Denís), que acababa de subir al trono. Nunca se había vis-to una soberana de modestia y ama-bilidad semejantes. Su recogimiento y unión con Dios no tardaron en cau-tivar al pueblo, que retribuyó en se-guida el amor del que era objeto. La confianza de todos en la joven sobe-rana aumentó más todavía con la paz que ella consiguió, recién llegada a la corte, entre Dionisio y su hermano que disputaba la corona.

Su vida cortesana fue una conti-nua búsqueda sobrenatural. Sin omi-

Carmela Werner Ferreira

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 23

tir ninguna de las obligaciones im-puestas por su condición real, su co-razón no se prendó a esta tierra. Es-taba presente en todas las festivida-des del reino y se complacía muy sin-ceramente con el pueblo; se ceñía la corona y vestía las ropas más suntuo-sas para recibir junto al rey a las au-toridades ilustres que llegaban para honrarla y ponerse a su servicio. Sin embargo, no se envaneció con ello ni quiso aquellas glorias para sí. Se te-nía por pecadora y habría preferido mil veces la pobreza antes que la po-sesión de todos los tesoros reales.

Precursora de la devoción a la Inmaculada

La oración y la vida de piedad des-empeñaron un rol primordial en su existencia y fueron la causa de todas sus conquistas en beneficio del reino y de las almas. Asistía a la santa misa en su oratorio todas las mañanas, con el espíritu absorto en hondas meditacio-

nes. Desde los ocho años de edad recita-ba el Oficio Divino, al que añadiría luego la recitación diaria de los salmos penitencia-les y otras devociones en honor de los san-tos y de la Virgen.

Tuvo una devoción tierna y fecunda a Ma-ría Santísima, legando a la posteridad un tra-zo indeleble para la espiritualidad portu-guesa y también, a la larga, brasileña: el pa-trocinio de la Inmacu-lada Concepción. La misma santa Isabel fue quien eligió esta advocación como pa-trona de Portugal e hizo celebrar su fiesta por primera vez el 8 de diciembre de 1320, en pleno amanecer de las disputas teológicas

a favor de la Inmaculada Concepción de María.

Sufrimientos de esposa y reina

De esta forma, amparada en las fuerzas divinas, se preparó para las grandes cruces y sinsabores que la aguardaban. Después del nacimien-to de sus dos hijos, Constanza y Al-fonso, la Reina Santa soportó heroi-camente la vida disoluta que empezó a llevar Don Dionisio. Sin murmurar ni impacientarse, rezó mucho e hizo penitencia por la conversión del so-berano.

Presenció con más dolor aún las hostilidades entre gobernantes cris-tianos que eran parientes suyos, quie-nes llevados por la ambición se dispu-taban tierras y títulos, a consecuen-cias de lo cual causaban el derrama-miento de sangre.

Santa Isabel desplegó toda su en-vergadura espiritual e impidió una gran cantidad de batallas a punto de

estallar. Don Dionisio y su hermano Don Alfonso estaban en pie de gue-rra por la corona de Portugal. Asi-mismo, Don Dionisio tenía serias di-ferencias con el monarca castella-no, Sancho IX, respecto de las fron-teras de ambos reinos. Años más tar-de Don Fernando IV de Castilla –su yerno– y Don Jaime II de Aragón –su hermano– iniciaron una feroz ene-mistad que caminaba rumbo a un te-rrible enfrentamiento. Su hermano Federico de Sicilia se enfrentaba vio-lentamente contra Roberto de Nápo-les por razones políticas…

¡Cuántas lágrimas derramó su rec-to corazón frente a este panorama! Elevando continuas oraciones a Dios e implorando a cada uno de estos so-beranos que oyera la voz de la justi-cia, santa Isabel se alzó victoriosa en todas las discordias donde intervino. La Reina Santa probó que la paz no se debe tanto a tratados y considera-ciones económicas, como al hecho de que las almas santas capaces de apla-car la ira y el odio mediante la man-sedumbre y la clemencia.

Valor e intrepidez de madre

La más conmovedora actuación de santa Isabel, la que más sufrimien-to y angustia le costó, fue la de en-frentar la rebeldía de su hijo con el rey. El heredero, ansioso de mando y creyendo que la corona demoraba demasiado, quiso proclamarse como nuevo monarca y declaró la guerra contra su padre. Despreciando todos los buenos ejemplos de su madre, or-ganizó un ejército y enfrentó al autor de sus días.

Por un lado, marchaba el rey a la cabeza de sus hombres, dispuesto a todo para mantener el cargo que le in-cumbía por derecho. Por otro, el hijo insolente lo encaraba despreciando el mandato divino que obliga a honrar padre y madre. En el momento en que el silencio en los campos opuestos se-ñalaba el inicio de la batalla, surgió la figura intrépida de la reina: en su ve-loz cabalgadura rasgó la arena de la

Santa Isabel de Portugal, por Francisco de ZurbaránMuseo del Prado, Madrid

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24 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

discordia y se interpuso entre las cria-turas que más amaba en este mundo, para rogar por el perdón y la paz.

Su mirada siempre llena de dul-zura se dirigió esta vez con severi-dad hacia el hijo ambicioso: “¿Có-mo te atreves a proceder de este mo-do? ¿Tanto te pesa la obediencia que debes a tu padre y señor? ¿Qué po-drás esperar del pueblo el día en que te toque gobernar el reino, si con tu mal ejemplo estás legitimando la trai-ción? En fin… si de nada te sirven mis consejos y mi amor de madre, ¡teme al menos la ira del justo Dios que castiga los escándalos!”

¿Sería posible resistir esta interpe-lación materna, realizada ante milla-res de súbditos? Arrepentido y lleno de confusión, el hijo se arrodilló sin replicar, pidió perdón al rey y juró fi-delidad. Una vez más la Reina Santa ahuyentaba los nubarrones del hori-zonte para hacer brillar el arco iris de la bonanza, ante la alegría de todos.

Caridad y amor a los pobres

A la par de su espíritu pacificador, la caridad y el amor a los pobres fue-ron las prácticas donde se proyectó todo su amor a Dios. Tanto se dedicó a los débiles, tanto cuidó a los enfer-mos, fundó hospitales y protegió a to-das las categorías de desvalidos, que no es posible encontrar explicaciones humanas a la asombrosa fecundidad de sus iniciativas.

Cuando la querida reina salía de palacio, una multitud de infelices la seguía pidiendo socorro, y nunca uno de ellos se retiró sin haber sido atendi-do generosamente. Le gustaba cuidar personalmente a los leprosos más re-pugnantes, cuidar sus llagas y lavar sus ropas; aseguraba una vida digna a los huérfanos y las viudas, y no abando-naba a los desdichados ni en la misma hora de la muerte, tras la cual busca-ba para ellos una tumba digna y man-daba celebrar misas en sufragio de sus almas. Como corolario de su fe inque-brantable, no pocos enfermos salían de su presencia completamente curados.

Muere como terciaria franciscanaCuando falleció Don Dionisio en

1325, santa Isabel contaba 54 años de edad y viviría aún otros once. En este período adoptó la Orden Tercera de San Francisco y abandonó las pom-pas de la corte a fin de vivir exclusi-vamente para la oración y la caridad. Su virtud heroica y la donación de sí misma llegaron al máximo esplendor; estaba lista para reinar en el Cielo.

El día 4 de julio de 1336, mientras mediaba una acción de paz en Estre-moz, María Santísima vino a buscar-

la para ir a la patria definitiva, don-de gozaría la gloria eterna. Mientras todos lloraban la pérdida insupera-ble, ella se regocijaba con la inminen-cia de poseer para siempre a ese Dios que tan bien había servido. Sus últi-mas palabras fueron: “María, Madre de la gracia, Madre de misericordia, protégenos del enemigo y recíbenos en la hora de la muerte”. Su deseo era ser enterrada en Coimbra, en el conven-to de Santa Clara que ella misma ha-bía fundado.

Su memoria cruzó rápidamente las fronteras del reino, y el orbe cris-tiano la conocería como la soberana que fue el más hermoso adorno del glorioso Portugal.

Una canonización singular

El modo singular en que fue cano-nizada santa Isabel ilustra muy bien que cuando Dios decide glorificar a alguno de sus hijos ilustres, ningún obstáculo humano es capaz de impe-dirlo.

Innumerables milagros eran obte-nidos junto a su cuerpo, que perma-necía sorprendentemente incorrup-to y exhalaba un bálsamo perfuma-do. En Portugal y España los devo-tos ansiaban verla en los altares y eri-gir iglesias en su honor. Los sobera-nos que descendían de ella insistían ante las autoridades eclesiásticas pa-ra acelerar el proceso.

En los albores del siglo XVII la canonización era el término final de una serie de autorizaciones concedi-das por la Santa Sede a la veneración de los santos. Así, era común que un bienaventurado fuera celebrado en sólo unas cuantas diócesis o regiones, más allá de las cuales el culto dejaba de ser oficial. Este sistema, sumado a una abultada serie de canonizaciones en aquel período, terminó por llevar al Papa Urbano VIII a instituir un sistema minucioso y cauto para admi-tir nuevos bienaventurados en el ca-non de los santos.

Por este afán reformador, apenas subió al solio pontificio declaró ta-

Fue Santa Isabel la que eligió a la Inmaculada Concepción como

patrona de Portugal

Imagen de la Inmaculada Concepción que se venera en el Santuario de

Sameiro, Braga (Portugal)

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Rin

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 25

jantemente que no canonizaría san-to alguno. ¡Precisamente cuando to-do alentaba la glorificación definitiva de la querida Reina Isabel! ¿Qué hi-cieron sus agradecidos devotos? En-comendaron a los cielos el filial inten-to, y obtuvieron por medio de la ora-ción lo que no conseguían con medios humanos.

Después de muchas cartas envia-das para reforzar la petición, ade-más de un representante que insis-tió mucho ante Urbano VIII, todo lo que pudo lograr el soberano Felipe IV, entonces reinante, fue que el Pa-pa aceptara por educación y cortesía una imagen de la venerada reina.

Sin embargo, un designio supe-rior se cernía sobre el complicado ca-so. El Papa cayó gravemente enfer-mo, con fiebres malignas y casi sin es-peranza de vida. Entonces recordó a la reina Isabel de Portugal. Se ha-

blaba tanto de su amor por los enfer-mos, de su incansable desvelo por cu-rar el cuerpo y el alma… Entonces el mismo Papa se encomendó a ella, ol-vidando su prudente reserva con los justos de Dios.

¡Al día siguiente despertó sano, sin ningún riesgo vital! La bondad de su protectora lo conmovió e hizo cambiar de parecer. Por una excep-ción especial canonizaría a la reina de Portugal, y lo haría con “corazón grande”, afiliándose también él en la nómina de sus devotos. Así se ex-plica la magnífica ceremonia que tu-vo lugar en la Basílica de San Pedro el 25 de mayo de 1625. Nunca antes o después, en los 21 años de su pon-tificado, Urbano VIII canonizó a na-die más.

* * *¡Qué elocuente ejemplo brin-

dó la bondadosa reina Santa Isabel,

quien se abrió sin reservas al men-saje del Evangelio y comprendió que el tiempo es breve y la figura de este mundo pasajera! Enfrentán-dose con las amargas consecuencias del vicio y la vanagloria que la ro-deaban, conservó la integridad del quien no se entregó al pecado y co-rrespondió con alegría a los desig-nios divinos.

En Coimbra se conserva un pre-cioso manuscrito que dedica a la rei-na esta bellas palabras: “La Cruz y las espinas de mi Señor son mi cetro y mi corona”. Tal es el secreto de todos los maravillosos frutos que cosechó a lo largo de su vida: el amor a Jesús cru-cificado por encima de todas las co-sas. Sigamos su estela luminosa, la del que sólo aspira a los bienes de lo alto, y obtendremos también el ines-timable don de la paz para nuestros días. ²

Santa Isabel evita que el príncipe rebelde, su hijo, inicie una batalla con su propio padre

“Santa Isabel aplaca a su hijo”. Iglesia de la Orden Tercera Franciscana, Salvador de Bahía (Brasil)

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El Cardenal Rodé visita

a los Heraldos del Evangelio

EP. Edwaldo Marques

26 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

“Todo lo que ha surgido aquí tiene todas las apariencias de un milagro. Y este milagro nace de corazones llenos de amor a Dios y llenos de fe.”

n las Sagradas Escrituras, las ocasiones de grandes favores divinos eran no raramente precedidas por mensajeros extraordina-

rios. Tres ángeles visitaron a Abrahán en el desierto, comunicándole que su esposa Sara concebiría un hijo; siglos más tarde, el gran profeta Samuel fue a la pequeña Belén para ungir al futu-ro rey David; por fin, en la aurora del

Nuevo Testamento, el mismo arcángel Gabriel bajó a la tierra y anunció a Ma-ría la maternidad del Mesías.

No deja de tener analogía con los mencionados episodios bíblicos la vi-sita del Eminentísimo cardenal Franc Rodé –Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagra-da y Sociedades de Vida Apostólica– a los Heraldos del Evangelio en el mes de mayo. Porque sin duda algu-

na la ilustre visita, tal como aquellos benditos episodios, estuvo asociada a las abundantes gracias derramadas sobre la institución en esos días.

Ceremonia de ordenación en la iglesia del seminario

La primera de estas gracias fue la inauguración de la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en el Seminario de los Heraldos, que pese a estar in-

El Cardenal Rodé visita

a los Heraldos del Evangelio

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 27

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Todavía inacabada, la iglesia Nuestra Señora del Rosario proporcionó un ambiente hermoso e incluso

grandioso. En la foto principal se presentan los diáconos que serán

ordenados presbíteros.

El P. João Clá Dias saluda al cardenal Franc Rodé

El cortejo de entrada presidido

por el cardenal Franc Rodé

Vista parcial de los numerosos sacerdotes presentes

Los obispos que honraron la ceremonia con

su presencia

Un magnífico comienzo

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28 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

ace dos años, el 15 de ju-nio de 2005, en la Basí-lica de Nuestra Señora

del Carmen, en S. Paulo, los quin-ce primeros sacerdotes de los He-raldos del Evangelio eran orde-nados por manos de Mons. Lucio Ángelo Renna, o.c., entonces obis-po de Avezzano (Italia).

Con filial gratitud deseamos homenajear a este prelado, ac-tualmente obispo de San Severo, que con mucha anticipación su-bo discernir la acción del Espíritu Santo, apoyando e incentivando la rama sacerdotal de los Heral-dos del Evangelio, erigiendo en su diócesis de entonces la Socie-dad Clerical Virgo Flos Carme-li. A semejanza del Buen Pastor, Mons. Renna todavía nos acom-paña con sus oraciones y con-sejos, nos brinda una profunda amistad y nos regala no pocas ve-ces con el honor de su presencia.

conclusa en varios aspectos sirvió co-mo dignísimo marco de la solemne ce-remonia encabezada por el cardenal.

Así, el 20 de mayo fueron ordena-dos en ella como presbíteros los he-raldos Alex Barbosa de Brito, Aumir Antonio Scomparin, Hamilton José Naville, Isoldino José Quintão y Sil-va, Jorge Irving Jordan Vargas, Jo-sé Mario da Silva y José Roberto Po-limeni; y como diáconos, David Ed-ward Ritchie, Katsumassa Sakurata, Luiz Alexandre de Souza, Mario Ser-gio Sperche y Mauro Sergio da Silva Izabel.

Las palabras del cardenal

Y si la presencia del cardenal en-tre los Heraldos del Evangelio mar-có profundamente la historia de esta institución, también él supo ver en esos días de convivencia la pre-sencia de Dios, que sintetizó en las pa-labras pronunciadas cuando fue obsequia-do con un hermoso cá-liz al término de la ce-remonia litúrgica.

“Queridos herma-nos y hermanas:

Haec est dies quam fecit Dominus, exulte-mus et laetemur in ea! – Este es el día que ha hecho el Señor: ¡Exul-temos y gocémonos en él! (Sal 117, 24).

Vivimos hoy un grande, un bello, un maravilloso día, en es-ta ordenación diaco-nal y sacerdotal. Mis sentimientos y mis emociones no encuen-tran palabras adecua-das para expresarse. Aquí puedo ver, en es-te país grande, inmen-so que es Brasil, una fe viva, una fe que mueve montañas, una fe pro-

fundamente arraigada en el corazón del Padre João y en el corazón de los Heraldos del Evangelio. Esto es lo que hoy necesita la Iglesia: este amor al Señor, este amor a la Iglesia, este amor y fidelidad al Santo Padre.

Gracias, Padre João, gracias a los Heraldos del Evangelio, a la Socie-dad de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli, por este testimonio que dan al mundo entero con la fe que los ani-ma. Todo lo que ha surgido aquí tiene todas las apariencias de un milagro; milagro que nace de corazones llenos de amor de Dios y llenos de fe. Que sea la lección de este día para todos nosotros.

Felicito a los neosacerdotes y los diáconos, y sobre todo agradezco de corazón al Padre João y a los seño-

La fachada de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, todavía en obras, al momento del

cortejo final de la ceremonia

Bendición Apostólica del Santo Padre

texto deL teLegRama enViado PoR La SecRetaRia de eStado

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 29

res cardenales, arzobispos y obispos, por haberme invitado a esta manifes-tación magnífica de fe en esta tierra bendita de Brasil. Gracias también por el obsequio que me llevo a Ro-ma. Los recordaré a todos durante el sacrificio eucarístico y en todas mis oraciones. ¡Muchas gracias!

* * *La presencia de Su Eminencia en

los días que pasó con nosotros fue motivo de gran edificación para to-dos. Sus palabras y su ejemplo hicie-ron tomar todavía más conciencia a los Heraldos de que valen poco por sí mismos, y que las fuerzas para el apostolado y las bendiciones para sus empresas provienen de la unión es-trecha con el Papa y de la fiel ejecu-

ción de sus sabias orientaciones.

En efecto, el au-gusto visitante, de-mostrando ser un e x p e r i m e n t a d o pastor de almas, su-po imprimir en lo íntimo de los cora-zones esta verdad elocuente: el sar-miento nada puede por sí mismo, pero si permanece en la vid, dará frutos en abundancia (cf. Jn 15, 1-8). El P. João Clá Dias en amistosa conversación con

Mons. José María, obispo diocesano de Bragança Paulista, momentos previos a la misa

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Autoridades asistentes a la ceremonia de ordenación

sacerdotal y diaconal

30 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

Celebrante• Su Eminencia el cardenal Franc Rodé,

c.m., Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Socie-dades de Vida Apostólica.

Concelebrantes

• S.E. el cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima y Primado de Perú (1)

• S.E. el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, México (2)

• Mons. Héctor Miguel Cabrejos Vidar-te, o.f.m., arzobispo de Trujillo y presiden-te de la Conferencia Episcopal de Perú (3)

• Mons. Ramón Benito de la Rosa y Carpio, arzobispo de Santiago de los Ca-balleros y presidente de la Conferencia Episcopal de República Dominicana (4)

• Mons. Luis Augusto Castro Quiroga, arzobispo de Tunja y presidente de la Con-ferencia Episcopal Colombiana (5)

• Mons. Rino Passigato, Nuncio Apos-tólico en Perú

• Mons. Geraldo Majela de Castro, arzo-bispo emérito de Montes Claros, Brasil (6)

• Mons. José María Pinheiro, obispo de Bragança Paulista, Brasil (7)

• Mons. Benedito Beni dos Santos, obis-po de Lorena, Brasil, y supervisor general de formación de los Heraldos del Evange-lio (8)

• Mons. Gilio Felicio, obispo de Bagé, Brasil

• Mons. Ángel Francisco Simón Piorno, obispo de Chimbote (Perú)

• Mons. Emiliano Antonio Cisneros Martínez, obispo de Chachapoyas (Perú)

• Mons. Gregorio Nicanor Peña Rodrí-guez, obispo de Nuestra Señora de la Alta-gracia en Higüey, República Dominicana

• Mons. José Dolores Grullón Estrella, obispo de San Juan de la Maguana, Repú-blica Dominicana

• Mons. Edney Gouvêa Mattoso, obis-po auxiliar de Rio de Janeiro, Brasil

• Mons. Juan Vicente Córdoba Villota, s.i., obispo auxiliar de Bucaramanga, Colom-bia

• Mons. Ángelo di Pasquale, maestro de ceremonias pontificio emérito y consultor de los Heraldos del Evangelio (9)

• Mons. Gaspar Sadoc da Natividade, vicario general de la arquidiócesis de Sal-vador, Brasil

• Mons. Guillermo Inca Pereda, o.s.j., vi-cario general de la diócesis castrense de Perú

• Mons. Mariano Fazio, Rector Magní-fico de la Pontificia Universidad de Santa Cruz, Roma (10)

• Mons. Vicente Ancona, vicario regio-nal del Opus Dei en Brasil (11)

• Mons. Adriano Pacanelli, maestro de ceremonias de la Basílica Papa de Santa María la Mayor (12)

• Mons. José Correa, párroco de Caiei-ras, S. Paulo, Brasil

Autoridades civiles y militares

Antonio Ayacida, alcalde de Mairiporã; vereador João Ferreira Lopes, en represen-tación del Presidente del Concejo Munici-pal; Dr. Antonio José Pereira, Delegado Ti-tular de Policía de Mairiporã; y Mayor Anto-nio Marcos da Silva, subcomandante del XX Batallón de Policía Militar Metropolitana.

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 31

La nave central de la iglesia vista desde el coro

El cardenal Franc Rodé ordena sacerdote al diácono Hamilton José Naville

Los ordenandos esperan de rodillas el

momento de la ordenación

Cortejo de entrada

Tres cardenales y otros doce prelados venidos de

Europa y de diversos países de Latinoamérica, además de numerosos sacerdotes, concelebraron la misa de

ordenación

Aspecto del presbiterio

Sudáfrica – Las visitas a los colegios y a los más necesitados son parte de la vida diaria de los Heraldos en Johannesburgo. A la izquierda, Misión Mariana en el colegio I. R. Girffith; a la derecha, visita al Little Eden

Society for the Care Persons with Mental Handicap.

Nuevo Heraldo cooperador en

Ruanda

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32 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

mmanuel Batagata recibe la capa de los Heraldos del

Evangelio durante la celebración eucarís-tica, de manos de su párroco el Padre Le-ón, en Rango (Ru-anda). En la foto le vemos dando la co-munión, ejerciendo sus funciones de mi-nistro de la Eucaristía, revestido con la insignia de los Heraldos.

El apostolado del oratorio en África

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 33

aría es quien abre el camino, llamando suave-mente a la puerta de las almas y pidiendo permi-so para entrar en los hogares. Los africanos, hos-

pitalarios y con sed sobrenatural, reciben alegre y generosa-mente a la Madre de Dios, sumándose al apostolado del ora-torio. En Yaundé (Camerún) el apostolado del oratorio aca-ba de plantar sus primeras semillas. Paul Epke, el primer co-

ordinador en aquel país africano, relata que después de la vi-sita del oratorio a una de las familias en la capital, la Santísi-ma Virgen les concedió una gran gracia volviendo a reunirlos como matrimonio, tras una separación de más de diez años. Asegura también que en otros hogares se acentuó la unión entre sus miembros con el Apostolado del Oratorio. María va derramando una profusión de gracias por doquier.

Camerún – En Yaundé, cada familia visitada por el oratorio del Inmaculado

Corazón de María se reúne con un gran número de vecinos para recitar

devotamente el rosario. Al término de la visita todos se dirigen procesionalmente

hasta la próxima casa.

Ruanda – El primer sábado de cada mes en la parroquia de Rango, los miembros del apostolado del oratorio hacen una pequeña procesión de una hora hasta la iglesia parroquial, rezando el rosario.

Ruanda – Finalizada la Misa dominical, todos se reúnen en torno al oratorio, que será llevado en procesión de casa en casa. Muchos se acercan para rezar una pequeña oración y pedir que María los visite también en sus hogares.

procEsIón dEl corpus chrIstI En palEncIa

Junto con otras asociaciones eucarísticas y fieles en general, los Heraldos del Evangelio de Palencia tuvieron la alegría de po-der acompañar al Señor Sacramentado por las calles de la ciudad durante la procesión del Corpus Christi.

En ese mismo día se celebraba en la Diócesis el Día de Cári-tas Diocesana, lo cual fue recordado por el obispo diocesano en su brillante homilía.

procEsIón dEl corpus crhIstI En madrId

Como en años anteriores, la solemne Eucaristía del Corpus se celebró en la plaza de Oriente y fue presidi-da por el cardenal Antonio María Rouco Valera y conce-lebrada por el Nuncio Apostólico en España, Mons. Ma-nuel Monteiro de Castro, el arzobispo castrense, D. Fran-cisco Pérez González, así como los obispos auxiliares de Madrid, D. Fidel Herráez y D. César Franco, y un gran número de sacerdotes diocesanos.

En su homilía el cardenal arzobispo destacó que: “Si el Jueves Santo, víspera de la Pasión, se vive la Eucaristía en la intimidad del Cenáculo, hoy, la Iglesia la saca por las calles de nuestras ciudades para que sea reconocida co-mo el banquete definitivo que Dios prepara a los hom-bres hambrientos de vida eterna”.

Al finalizar la Santa Misa se realizó la solemne proce-sión por las calles de Madrid, participando este año un público sensiblemente más numeroso que el de años an-teriores. Los Heraldos del Evangelio tuvieron la honra de participar de todos los actos de la festividad del Corpus Christi.

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 35

Corpus Christi en Romana de las celebraciones más esplendorosas de la Ciudad Eterna es la del Corpus Christi. Después de la solemne misa presidida por el Santo Padre

en la Basílica de San Juan de Letrán, Jesús Sacramentado es sacado en procesión por el Sumo Pontífice a través de la Via Merulana, hasta llegar a la Basílica de Santa María la Mayor, donde el acto concluye con la bendición del Santísimo Sacra-mento.

Comentando la solemnidad del Corpus Christi en el ángelus del domingo –puesto que en muchos países la ce-lebración litúrgica se transfiere a ese día– el Papa recordó la importancia de la adoración eucarística:

“Quiero aprovechar la ocasión que esta solemnidad me ofrece para recomendar vivamente a los pastores y a todos los fieles la práctica de la adoración eucarística. Me alegra comprobar que muchos jóvenes están descubriendo la belle-za de la adoración, tanto personal como comunitaria. […]

“En la vida de hoy –concluye el Santo Padre– tan fre-cuentemente bulliciosa y dispersiva, es muy importante re-cuperar la capacidad de silencio interior y de recogimien-to: la adoración eucarística nos lo permite, no sólo cen-trándonos en nuestro ‘yo’, sino también en la compañía de ese ‘Tú’ lleno de amor que es Jesucristo, el Dios que está cerca de nosotros.”

En la sacristía papal de la Basílica de Santa María la Mayor, Benedicto XVI saludó a dos Heraldos que habían participado en la celebración, el P. Steven Schmieder (al costado derecho de la foto izquierda) y el Diácono François

Bandet (derecha), quien pidió al Santo Padre una bendición para todos los miembros de la institución: “¡Los Heraldos…! ¡Sois tan numerosos en Brasil!”, respondió complacido el Pontífice, recordando su reciente viaje.

Dios me ve

Teresita Morazzani Arráiz

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36 Heraldos del Evangelio · Junio 2007

¿Queremos servir a Dios con más amor y perfección? Acordémonos de su mirada sobre nosotros día y noche.

uando contemplamos la bóveda celeste en un be-llo anochecer de vera-no, poco a poco percibi-mos miríadas de estrellas

que se van encendiendo por doquier. Aparte las que vemos, existen millones de otras que sólo podríamos ver con la ayuda de lentes poderosos. Y más allá queda un número casi incontable que la ciencia misma, con todos sus recur-sos, no ha logrado observar hasta el momento.

Pues bien, siendo el universo in-menso al punto de parecernos ilimi-

tado, existe un ser que lo supera del todo, un ser que lo creó, lo gobierna y lo ve todo: Dios infinito. Está pre-sente en todo y no hay lugar donde no pueda estar, como dice el Salmis-ta: “Tú me envuelves por detrás y por delante y sobre mí colocas tu mano. ¿Dónde podría alejarme de tu espíri-tu? ¿Adónde huir de tu faz? Si subie-re a los cielos, allí estás tú; si desciendo al mundo de los muertos, allí estás pre-sente” (Sal 138, 5.7-8) También lee-mos en los Hechos de los Apóstoles que en Dios “vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17, 28)

La manera como Dios está presente en la Creación

Nos enseña el gran santo Tomás de Aquino que Dios tiene tres ma-neras de estar presente en la obra de la Creación. Primero, por poten-cia, influencia o poder, pues todo está sometido a su dominio; si Dios “se durmiera” un momento, todo volvería a la nada. Segundo, por presencia, visión o conocimiento, pues todo está patente y como des-nudo a sus ojos; nada se le escapa, ni siquiera los más recónditos pen-samientos. Tercero, por esencia o

Junio 2007 · Heraldos del Evangelio 37

sustancia, pues Él está en todo co-mo causa del ser.

Hablando en términos más espe-cíficos, existen otras presencias de Dios, como la inhabitación en la al-ma del justo, realizada a tra-vés de la gracia. También la presencia personal o hipostá-tica, única y exclusivamente de Cristo, por la cual su huma-nidad adorable subsiste en la propia persona del Verbo Di-vino. Por eso Él es personal-mente Dios, la Segunda Per-sona de la Santísima Trinidad encarnada. Tenemos además la presencia sacramental o eu-carística, en la cual Cristo es-tá realmente presente bajo las especies del pan y del vino.

Está por fin la presencia de visión o manifestación, que es la del Cielo. Dios está presen-te en todas partes, pero no se deja ver en todos los lugares, sino solamente en el Cielo. Sólo en la Visión Beatífica Él se manifiesta cara a cara a los bienaventurados.

Día y noche recordemos la mirada de Dios

Por lo tanto, Dios está pre-sente en todas partes y nos mi-ra continuamente.

¡Cuántos crímenes se evi-tarían, cuántos problemas se resolverían, cuántas lágrimas se enjugarían, cuántas angus-tias se aliviarían si la humani-dad tomara conciencia de que Dios siempre nos está miran-do! “El Señor está en su santo palacio, y en los cielos tiene su trono; sus ojos contemplan la tierra habitada, sus párpados escudriñan a los hijos de Adán” (Sal 10, 4).

¿Estamos tristes, necesitamos una palabra de consuelo y ánimo para su-perar algún obstáculo? ¿Nos hace fal-ta un corazón con quien poder abrir-nos, o un amigo con quien hablar?

Divino Corazón se inflama en deseos de ayudar y consolar a las almas aba-tidas y de aliviar las espaldas carga-das de fardos: “Venid a Mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, que Yo os aliviaré” (Mt 11, 28).

¿Queremos servir a Dios con más amor y perfección? Acordémonos de su mirada sobre nosotros día y no-che. Un día san Ignacio de Loyola vio a uno de sus hermanos trabajar con

descuido, y le preguntó:–Hermano, ¿para quién

trabajas?–Para Dios– le respondió el

otro.–Si me dijeras que traba-

jas para un hombre, compren-dería tu relajo, pero es imper-donable cuando se trabaja pa-ra Dios.

San Francisco de Sales vi-vía tan compenetrado de la presencia de Dios que siem-pre conservaba un porte dig-no, modesto y grave, estuvie-ra solo o acompañado. Solía repetir que no sentía vergüen-za frente a reyes o príncipes porque estaba habituado a es-tar en presencia de un rey mu-cho más grande que le inspira-ba respeto.

La oración hace la vida más llevadera, suave y amena

La oración frecuente es un medio eficaz para recor-dar la presencia de Dios. Du-rante nuestros quehaceres, en el trabajo o la escuela, en casa o caminando por la ca-lle, conduciendo o acosta-dos para descansar, es tan fá-cil elevar una oración o una simple jaculatoria a Dios, al Sagrado Corazón de Jesús, encomendarle nuestro pro-blemas y pedir su ayuda y protección.

Querido lector, le invito a hacer esto diariamente, con

amor y confianza, y verá que en po-co tiempo su vida ira haciéndose más llevadera, suave y amena.

Dice Jesús en el Evangelio: “Pe-did y se os dará; buscad y encontrareis; llamad y se os abrirá” (Lc 11, 9). ¿Por

“Estoy acostumbrado a hallarme en presencia de un Rey mucho más grande…”

Vitral de S. Francisco de Sales

¿Por qué no recurrir al mejor de los amigos, al más amable, comprensivo y lleno de compasión, que es el pro-pio Dios? Él nos conoce hasta el fon-do y sabe todo lo que necesitamos; su

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qué despreciamos esa promesa he-cha por labios divinos, lo que es ga-rantía absoluta de ser oídos? Se po-dría decir que Nuestro Señor se incli-na hacia la tierra a la espera de que le hagamos pedidos, desde los más sim-ples hasta los más osados, para darle la alegría de atendernos y llenarnos de dones y gracias.

El ejemplo de dos santos

David encontraba fuerza y con-suelo pensando que el Señor cono-cía sus sufrimientos, y exclamaba lle-no de confianza: “Aunque haya de pa-sar por un valle tenebroso, no temo mal alguno, porque tú estás conmigo” (Sal 22, 4)

Efrén era un joven que se en-tregaba a todo tipo de vicios, pe-ro reconoció sus desvíos, se arre-pintió y se retiró a la soledad. Un día fue a él una mujer de costum-bres poco recomendables, para ten-tarlo. El hombre de Dios le prome-tió hacer todo cuanto ella quisiera con la condición de que primero lo siguiese. Pero la infeliz, viendo que

el santo la conducía a una plaza pú-blica, le dijo que no tenía valor para entregarse en público. Le respon-dió Efrén: “¡¿Tienes vergüenza de pecar delante de los hombres y no te avergüenzas delante de Dios que todo lo ve y todo lo conoce?!” Estas pala-bras llegaron muy profundamente a la pecadora, que cambió de conduc-ta y llevó hasta el fin de sus días una vida santa.

Dios nos hace herederos y merecedores del Cielo

Había antiguamente en Alema-nia la costumbre de pintar un “ojo de Dios” en las iglesias, en las escuelas o en las casas, para recordar al pueblo que la mirada del Altísimo nos acom-paña en cada paso de nuestra exis-tencia. Ese hábito saludable se per-dió del todo y actualmente muchas personas viven en el olvido casi com-pleto de Dios.

Imaginemos un artista que escul-pe una bellísima estatua, y un ángel le otorga el poder de infundir a esa obra su misma vida humana. La esta-tua empieza a moverse y a hablar, a

tener deseos y apetito, las po-tencias del alma se desplie-gan en ella y la vemos dota-

da con personalidad, menta-lidad, espíritu. El escultor se siente maravillado y aplica to-do su amor y desvelo en edu-

car ese “nuevo hijo su-yo”. Se ocupa de su ins-trucción, él mismo le da clases hasta hacer de él un joven perfecto y aca-bado.

¿Cuál debería ser la gratitud y la reciproci-

dad de aquella criatura tan afortuna-da? Sobra decirlo.

Pero un buen día el padre nota que algo cambió en su hijo. Al poco tiempo deja de ser el niño dócil, afa-ble, cariñoso y deseoso de aprender; se vuelve intratable, se niega a saber nada de su benefactor, llega a des-preciarlo y a responderle con brus-quedad; por fin, deja de dirigirle la palabra y hasta de mirarlo. El pobre padre intenta de nuevo atraer al jo-ven redoblando su afecto y recor-dándole su estado anterior, pero es en vano.

¡Monstruosa ingratitud! Pues bien, esta metáfora nos da sólo una pálida idea de nuestro proceder cuando da-mos la espalda a Dios, cuando lo re-chazamos, olvidándolo, sin recordar que está a nuestro alcance, que quie-re favorecernos y prodigar su cariño y su misericordia infinita.

Dios nos eligió de una infinita multitud de seres posibles. Nos sacó de la nada, nos dio la vida, nos in-fundió un alma racional dotada con inteligencia, voluntad y sensibilidad, nos llenó con dones naturales, y co-mo si fuera poco nos dio el Bautis-mo, haciéndonos vivir de su propia vida. Está siempre a nuestra dispo-sición en el Sacramento de la Euca-ristía, esperando que lo recibamos y así beneficiarnos con su convivencia llena de dulzura y suavidad. Y noso-tros, ¿cómo corresponderemos a ese torrente infinito de bondad, a ese amor que lo llevó a entregarse y mo-rir crucificado como vil malhechor para redimirnos y hacernos herede-ros y merecedores del Cielo?

“Si pudierais hoy oír su voz: no endurezcáis vuestro corazón” (Sal 94, 7-8). Entreguemos nuestro cora-zón y nuestra vida entera a Aquel que se hizo todo para nosotros y nos dio su vida. Pongámoslo en el centro de nuestra existencia, y Él, a ruegos de su Madre llena de misericordia, Ma-dre que también nos dio, un día nos recibirá en la eterna bienaventuran-za. ²

Dios está siempre a disposición nuestra en el Sacramento de la Eucaristía, esperando que lo recibamos

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La imagen del sacerdote de

Cristo

“CCardenal Franc Rodé C.M.

Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica

La PaLaBRa de LoS PaStoReS

En la homilía de de la santa misa con rito de Ordenación Diaconal y Presbiteral, celebrada el día 20 de mayo en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en el Seminario de los Heraldos del Evangelio, el cardenal Franc Rodé indicó, con la autoridad que le es propia, las características de un verdadero sacerdote.

antad al Señor un canto nuevo, porque ha hecho maravillas” (Sal 97, 1).

El Señor realiza ma-ravillas continuamente

en su Iglesia. Uno de estos prodigios sois vosotros, queridos hermanos, Heraldos del Evangelio, que dentro de poco recibiréis el gran don de la ordenación diaconal y presbiteral, en un clima de ardorosa espera, de si-lencio orante y de adoración.

A través de vosotros, el Señor ma-nifiesta su bondad a su pueblo, su fide-

lidad a su Iglesia. Sois los que sois por gracia de Dios, en la esperanza de que su gracia no sea vana en vosotros. Qui-siera trazar con sencillez, para vosotros y con vosotros, la imagen del sacerdote de Jesucristo tal como la Iglesia aspira.

El sacerdote es un hombre de fe profunda

En la Carta a los Hebreos está di-cho que Moisés tenía fe firme, “como si viera al invisible” (Heb 11, 27).

El mundo de los divinos misterios debe ser transparente para el sacer-

dote, por lo menos tan real como el mundo visible. Debe mirar los acon-tecimientos, la Historia, la humanidad desde el punto de vista de las realida-des eternas, sub specie aeternitatis; debe hablar a partir de la perspectiva de la eternidad, porque tal perspectiva siem-pre es actual. Simone Weil escribía en 1942, en Londres: “¿Queréis tener cer-teza de ser actuales? Hablad de las cosas eternas”. Las palabras que vienen de la eternidad encuentran un eco particu-lar en el corazón del hombre. En ella el pueblo de Dios reconoce la voz del ver-

El Santo Padre Benedicto XVI decía el 6 de octubre del 2006 a los miembros de la Comisión Teológica Internacional: “El silencio y la contem-plación sirven para conservar, en medio de la dispersión de la vida diaria, una permanente unión con Dios”.

Las personas que hablan con el sa-cerdote perciben si éste vive en unión con Dios o en la dispersión del cora-zón. Esa relación amorosa con el Se-ñor se nutre con la meditación diaria de su Palabra, con la Liturgia de las Horas, con la adoración de su presen-cia continua en la Eucaristía, con la oración confiada a María, su Madre.

El vértice y la fuente de la fuerza espiritual del sacerdote debe ser la ce-lebración cotidiana del Sacrificio Eu-carístico. La Eucaristía nos empuja a convertir nuestra vida en una ofrenda a Dios. Además, en la santa misa se ce-lebra el misterio de nuestra muerte al hombre de pecado, lo que nos permi-te vivir en Dios. Por todo esto la santa misa es un nuevo acontecimiento cada día, puesto que todos los días pode-mos renacer en el corazón de Dios. La Eucaristía es siempre la hora del amor “hasta el fin”, la hora de la disposición a renunciar a sí mismo.

El misterio eucarístico, si lo vivié-ramos verdaderamente, nos cambia-ría radicalmente. “Lo que hace de la Eucaristía un misterio aterrador –es-cribía el cardenal Ratzinger– es el he-cho de que el sacerdote queda autori-zado para hablar con el ‘Yo’ de Cris-to (in persona Christi). Hacerse sacer-dote, ser sacerdote significa avanzar continuamente en el camino de aque-lla identificación. Nunca llegaremos al final, pero si buscamos dicha identifi-cación, estaremos en el buen camino: el camino que conduce a Dios y a los hombres, en la vía del amor” 2.

El sacerdote es el hombre de la Palabra

La Palabra de Dios es como un fue-go ardiente en su corazón (Jeremías). ¡Se os da la Palabra, se os confía la Pa-labra! “En medio de la locuacidad de

nuestro tiempo, en medio de la infla-ción de palabras, haced presentes las palabras esenciales, la Palabra que vie-ne de Dios, la Palabra que es Dios” (Be-nedicto XVI). Que en vosotros, la Pa-labra sea viva y pura, para que así sea potente al punto de no poder ser rete-nida, libre para salir de vuestros labios con fuerza irresistible.

El Señor Jesús os muestra có-mo debéis hacer esto, con cuál esta-do de espíritu aproximaros a quienes han cerrado los oídos y los corazones. El Evangelio habla de un encuentro

dadero Pastor. Ciertamente las perso-nas estiman la capacidad organizado-ra, el sabio sentido de administración del sacerdote, pero sobre todo esperan que sea un hombre de fe viva y firme.

“Elegidos entre los hombres” (Heb 5,1), seguimos siendo hombres, con nuestros límites y fragilidades, pe-ro nuestra humanidad está misterio-samente injertada en la humanidad de Cristo, y por eso nuestra voz co-munica el timbre de la suya, nuestras manos realizan su acción salvadora, nuestro corazón recibe y transmite los latidos del Corazón de Cristo.

El sacerdote debe ser un hombre de oración

Gracias a la oración su fe será cada vez más firme; a través de la oración establecerá un contacto constante con el Señor. Dios os ha buscado y os ha elegido (cf. Jn 15,16), se acercó prime-ro de modo misterioso y luego de mo-do cada vez más claro. Él os ha esco-gido y os ha llamado, tuvo paciencia porque habéis confiado en Él.

Fuimos elegidos por Cristo Jesús y llamados a participar de modo úni-co y singular en su obra, a continuarla en nuestra carne, en nuestra vida. “Ser sacerdote significa convertirse en amigo de Jesucristo, y esto cada vez más con toda nuestra existencia. El mundo tiene necesidad de Dios, no de un dios cual-quiera, sino del Dios de Jesucristo, del Dios que se hizo carne y sangre, que nos amó hasta morir por nosotros, que resu-citó y creó en sí mismo un espacio para el hombre. Este Dios debe vivir en noso-tros y nosotros en él. Ésta es nuestra vo-cación sacerdotal: sólo así nuestro mi-nisterio sacerdotal puede dar fruto” 1.

Vosotros, queridísimos ordenan-dos, al igual que nosotros, vuestros hermanos en el sacerdocio, seréis mis-teriosamente injertados con vuestra vida y vuestra humanidad en el miste-rio de la Encarnación, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor Jesús, que es la coronación del cristianismo, y en es-te misterio sois llamados a adentraros cada vez más en la oración.

personal, único, irrepetible. Habla de una comunicación verdadera, de per-sona a persona. Es hoy una indicaci-ón preciosa para nosotros, en una so-ciedad donde sólo en la masa parece posible manifestarse, vibrar y expre-sarse.

Con demasiada frecuencia la ma-sa, la muchedumbre, es tan sólo una máscara de nuestras soledades. Je-sús no desprecia a las multitudes, sa-be cómo hablar a muchas personas, pero al mismo tiempo busca siempre el corazón de cada hombre y de cada mujer, el corazón del individuo.

[Es preciso] liberar la Palabra, eli-minar todo cuanto la debilita, un ape-go excesivo a sí mismo, la división del corazón, la atención exagerada a los bienes materiales y todo cuanto pue-da sobrecargarla. La Palabra de Dios exige una plena libertad interior, una pertenencia incondicional al Señor y a su Iglesia. “La Palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim 2,9).

El sacerdote es un hombre de alegría y esperanza

La alegría del corazón es fruto de un renacimiento, una victoria sobre sí mismo y sobre el mundo, tanto como la fe. Sentirse feliz de vivir, porque la vida es don y libertad, sentirse feliz de ser cristiano y miembro de la San-ta Iglesia Católica. Sentirse feliz por-que el Señor nos llamó al sacerdocio y nos confió su Palabra de esperanza y de consuelo.

Convenceos de que sois necesarios para el mundo como sacerdotes, por-que el mundo requiere de Dios, sin el cual la vida no tiene sentido puesto que Dios es el único antídoto contra la tristeza y la desesperación, ya que es el único remedio contra la muerte, como decía el poeta Pierre Emma-nuel: “Vivir para Dios o vivir para la muerte”. Y para que los hombres no vivan para la muerte, Cristo os envía a las encrucijadas del mundo a fin de convidarlos a la vida.

Como sacerdotes os aproximaréis a las alegrías y las esperanzas, las tris-tezas y las angustias de los hombres de hoy, de los pobres y, sobre todo, de los que sufren: nada de cuanto es genuinamente humano dejará de en-contrar eco en vuestro corazón 3. En el mundo no seréis señores sino sier-vos, para llevar el Evangelio de la sal-vación a todos.

¡Vivid en la alegría! Ninguna difi-cultad, ninguna debilidad puede ser motivo para que os abandonéis a la tristeza y a la desesperación. En el sa-cerdote debe prevalecer siempre la certeza de ser amado inmensamen-te con un amor eterno, incondicional. Y si su corazón lo condena, recordad que Dios es mayor que nuestro cora-zón y todo lo sabe (1 Jn 3,20).

El sacerdote debe ser santo

A pesar de las numerosas ocupa-ciones, a pesar de las preocupaciones de toda clase, nunca olvidéis que es-táis llamados a ser santos: “Porque es-ta es la voluntad de Dios: vuestra santi-

ficación” (1 Tes 4,3). Vivid, por tanto, “como conviene a los santos” (Ef 5,3).

Es la santidad basada en la fide-lidad, en el cumplimiento humilde de los deberes de cada día, en la su-misión a la voluntad de Dios. Es la santidad accesible a todos, sabien-do que “la leve tribulación de un mo-mento nos produce, sobre toda medi-da, un pesado caudal de gloria eterna, a cuantos no ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles” (2 Cor 4,17).

Para concluir, deseo dirigirme jun-to a todos vosotros al Dios de todas las consolaciones, y por la intercesión de María, nuestra tiernísima Madre, Madre de los sacerdotes, rezar:

Padre, haz de estos hijos tuyos,un reflejo fiel de tu eterno amor,capaz de entregarse sin reservaspara que tu pueblo crezcaen la fe profunda, en la esperanza se-

gura, en la caridad laboriosa.Fórmalos según la imagen de tu Hijo,que sean acogedores con todos,siervos por amor,oyentes abiertos y vigilantes,anunciadores humildes y altanerosde la Palabra que es vida,profetas del Reino venidero,sacerdotes del único sacrificio,pastores y guías transparentesde los peregrinos en el camino rum-

bo a la Patria de tu promesa.Llénalos de tu Espíritu, Padre,y haz que sean siempre colaboradores de la alegría y de

cuantos les confiarás, hoy y siempre,transmitiendo a todos fidedignamentela gracia inefable de tu amor.¡Amén, aleluya! 4 ²

1 Benedicto XVI, homilía en la san-ta misa crismal, Jueves santo, 13/4/2006.

2 Joseph Ratzinger, “Un chant nouve-au pour le Seigneur”, p. 233.

3 Cf. GS 1.4 Bruno Forte, “Il mendicante del cie-

lo”, pp. 145-146.

“A pesar de las preocupaciones de toda clase, nunca olvidéis que estáis llamados a ser santos”

42 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

“Mis coloquios con la Hermana Lucía”

Éste es el expresivo título de un libro recientemente publica-do por el cardenal Tarcisio Ber-tone, Secretario de Estado de Su Santidad, que revela intere-santes recuerdos del purpura-do sobre la publicación del ter-cer secreto de Fátima.

La obra cuenta con prefacio del Papa Benedicto XVI: “En las pági-nas del libro L’Ultima Veggente di Fa-tima: I miei colloqui con Suor Lucia, V.E. confía tantos recuerdos para que no permanezcan en un precioso bagaje de emociones personales, sino que tra-tándose de acontecimientos que mar-caron a la Iglesia en los últimos años del siglo XX sean entregados a la me-moria colectiva como vestigios con sig-nificado en su historia secular”.

Al paso que algunos quieren pin-tar las apariciones con tintes apoca-lípticos, el Papa considera a Fátima sobre todo como un mensaje de espe-ranza: “Me quedó impresa, como sín-tesis y preciosa marca, la reconfortan-te promesa de la Virgen Santísima: Mi Corazón Inmaculado triunfará”.

Obispos católicos británicos publican manual para médicos y enfermeras

LONDRES (Radio Vaticano) – Los obispos católicos de Inglaterra y Gales publicaron un manual para médicos y enfermeras no católicos o ateos que la-boran en hospitales británicos.

El manual, titulado “Cuidando al paciente católico”, orienta a los agen-tes de la salud acerca de las necesida-

des espirituales de los enfermos cató-licos y sobre cómo brindarles un me-jor cuidado.

El manual aborda temas relacio-nados con el significado de la Confe-sión, de la Comunión y de otras de-vociones como el uso de medallas re-ligiosas; trata también sobre la nece-sidad del paciente católico de hablar con un sacerdote.

tra en el Santuario de Loreto en Ita-lia. Es la tercera “Santa Casa” en el mundo (existe otra copia en Repúbli-ca Checa) y la única en Asia.

Como confirmó el cardenal Shan, durante la homilía da la Santa Mi-sa de inauguración, “a partir de es-te momento, los fieles de Taiwán po-drán realizar finalmente el sueño de una peregrinación a la Santa Casa de

Nuestra Señora de Loreto, en su propia casa”.

El Papa es homenajeado con un concierto musical alemán

ROMA (Radio Vaticana) – Más de mil músicos pertenecien-tes a 16 bandas musicales alema-nas y austríacas ofrecieron un homenaje a Benedicto XVI el 26 de mayo con motivo de su 80º aniversario –celebrado el día 16 de abril– desfilando con sus tra-

jes típicos y sus instrumentos musi-cales por las calles de Roma que co-lindan con el Vaticano. Fue una colo-rida parada histórica, que ya se con-virtió en una esperada manifestación anual. Los más de mil músicos pro-vienen en su mayoría de Baviera, tie-rra natal del Papa.

Organizada por la Courtial Inter-nacional y por el Ayuntamiento de Roma, la finalidad de esa manifes-tación anual es la de favorecer el in-tercambio cultural bajo el signo de la música y de la alegría, proponiendo antiguas y nuevas tradiciones que es-tán en el corazón de los fieles y que son imagen de una religiosidad popu-lar que nunca desapareció.

El desfile se inició en la Via della Conciliazione –principal arteria que da acceso al Vaticano– para concluir en la Plaza de San Pedro.

Al siguiente domingo las bandas de música estuvieron de nuevo en la Plaza de San Pedro para participar en el rezo del Regina Cœli y recibir la bendición del Santo Padre, ocasión en la que le ofrecieron la ejecución de un típico trecho religioso alemán, Grosser Gott wir loben Dich.

Popularidad filatélica

Sigue teniendo una enorme de-manda el sello especial lanzado en abril por el Deutsche Post (Correo Alemán) con motivo del 80º aniver-sario del Papa Benedicto XVI.

Según información del semanario “Paulinus”, de Trier, el gran interés suscitado por la primera edición –de 10,4 millones de ejemplares- motivó al Deutsche Post a lanzar una edición adicional de 4 millones.

Inaugurada en Asia réplica de la “Santa Casa de Loreto”

TAIPEH (Agencia Fides) – Más de 2.000 fieles participaron en la in-auguración de la réplica de la “San-ta Casa de Nuestra Señora de Lore-to”, presidida por el cardenal Paul Shan. Con el cardenal concelebra-ron cerca de cincuenta obispos y sa-cerdotes. Según informa el “Chris-tian Life Weekly”, boletín semanal de la Archidiócesis de Taipeh, la copia de la Santa Casa fue construida en el convento de Miao Li, de las Herma-nas del Sagrado Corazón de Jesús y María, SSCC, en la diócesis de Hsin Chu, y es idéntica a la que se encuen-

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 43

Fátima conmemora 90 años de las apariciones con medio millón de

peregrinosl santuario mariano de Fátima, Portugal, acogió el día 13 de mayo a medio

millón de peregrinos. Fue la ma-yor concentración de fieles en los últimos años. Los motivos de tan masiva participación fueron la Pe-regrinación Internacional y la ce-lebración de los 90 años de las apariciones de la Virgen a los tres pastorcitos.

Con motivo de tales conmemora-ciones, el Papa Benedicto XVI en-vió como legado pontificio al carde-nal Ángelo Sodano, decano del Sa-cro Colegio Cardenalicio y Secreta-rio de Estado emérito. Concelebra-ron con él el Cardenal-Patriarca de Lisboa, D. José de la Cruz Policar-po, 30 obispos y 360 sacerdotes.

En la homilía, refiriéndose al mensaje de María en las apariciones,

pidió a la Madre de Dios que mues-tre una vez más toda su solicitud ma-terna hacia los hombres y las muje-res de nuestro tiempo, a veces ten-tados de alejarse de Dios para pos-trarse ante el “becerro de oro” de las vanidades de la tierra. El cardenal se refirió a la tentación del abandono de la fe que asedia a Europa, lo que consideró un desafío para el catoli-cismo contemporáneo. Concluyó su homilía dirigiéndose a María San-tísima: “Al Inmaculado Corazón de María entregamos hoy los destinos de los hombres y de los pueblos de nues-tro continente, mientras nos compro-metemos a colocar nuevamente en el corazón de nuestra sociedad esa le-vadura del Evangelio que atravesó su historia a lo largo de los siglos”.

El cardenal Sodano reveló a los periodistas que al Papa le gustaría visitar Fátima, si bien subrayó que aún “no hay nada concreto al res-pecto”.

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Congreso Internacional “Cor Iesu, Fons Vitae”

44 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

urante los días 1 al 3 de junio se ha realizado en Barcelona el Congreso internacional “Cor Iesu, Fons Vitae”, organizado por el Apostolado de la

Oración, el Instituto de Teología Espiritual de Barcelona, la Fundación Balmesiana y Schola Cordis Iesu.

El Congreso, que ha contado con la presencia de casi 400 participantes, ha profundizado a lo largo de esos días en la esencia y la fuerza del Sagrado Corazón de Jesús.

Las diversas ponencias se han hecho eco de la encíclica “Haurietis Aquas”, que el Papa Pío XII publicó ahora ha-ce 50 años, mostrando la necesidad, como así lo manifes-tó el Papa Benedicto XVI, de “seguir en pie la tarea siem-pre actual de los cristianos de continuar profundizando en su relación con el Corazón de Jesús”.

La ponencia del cardenal Salvatore De Giorgi, miem-bro del Pontificio Consejo de la Familia, sobre el Cora-zón de Jesús como fuente de vida para la familia, reci-bió una calurosa acogida por parte de los asistentes por su defensa de la familia y de la li-bertad de la fa-milia en la so-c i e d a d a c t u a l frente a los ata-ques que recibe. El prelado afir-mó que “el matri-monio, aún como simple institución natural, ha dima-nado del amor de Dios Creador. Por eso el hombre de-jará a su padre y a su madre y se uni-rá a su mujer y se-rán los dos una sola carne”.

Y continuó: “He creído oportuno hacer esta precisión, por-que con respecto a la familia está teniendo lugar una creciente agresión de fuerzas culturales, sociales y políticas que intentan desquiciarla y arrancarla de su fundamento natural, el matri-monio, equiparándola a otras formas de convivencia, como a las uniones de hecho e incluso a las innaturales”.

El Papa Benedicto XVI dirigió un mensaje a los parti-cipantes del Congreso, que leyó el arzobispo de Barcelo-na, monseñor Lluís Martínez Sistach en el Tibidabo, des-pués de la Eucaristía, presidida por el nuncio Apostó-

lico en España, monseñor Ma-nuel Monteiro de Castro. El Pa-pa invitó en su mensaje a acep-tar el amor de Cristo antepo-niéndolo a todas las cosas y a co-rresponderle.

Por su parte, el nuncio invitó durante su homi-lía, “a reflexionar sobre el amor de Jesús y a hacer el propósito de “ser fieles, de dar testi-

monio de nuestra fe en la vida privada y en la vida pública, sin miedo”.

El momento auge del congreso fue la consagración a las familias al Sagrado Corazón de Jesús hecha por el car-denal Salvatore De Giorgi (foto del centro) , en un emoti-vo acto que fue seguido por cerca de las mil personas que asistieron a la misa conclusiva del Congreso.

El limbo, difícil problemática de la teología

¿C

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 45

ómo conciliar la necesidad del Bautismo para alcanzar la vi-da eterna –en el caso de niños

que mueren sin recibir el sacramento– con la voluntad salvífica de Dios?

Este complicado asunto –sin solu-ción en apariencia, ya que la Revela-ción no ofrece datos sobre el Limbo– fue abordado por la Comisión Teoló-gica Internacional en un estudio pu-blicado el 5 de mayo en la reconoci-da revista “Civiltà Católica”, editada por la Compañía de Jesús.

El texto, que el cardenal William Levada sometió a la aprobación pa-pal, no pertenece al Magisterio de la Iglesia, pero recuerda en sus 49 pági-nas la evolución de la enseñanza so-bre este difícil y controvertido tema.

Mientras que los Padres griegos preferían no escrutar los designios de Dios, los Padres latinos avanzan con la teoría del Limbo, la cual evolucio-nó de un infierno mitigado a un lu-gar donde no existiría el sufrimiento, puesto que los niños sin bautizar, no habiendo cometido ningún pecado consentido, carecerían de culpas para justificar un castigo. Esta doctrina fue defendida por Sto. Tomás de Aquino

y aceptada por la generalidad de los teólogos durante muchos siglos.

Sin embargo, esta opinión no era unánime en la Iglesia, pues Inocencio III ya invocaba el argumento de que para cada circunstancia, Dios siem-pre tiene un medio de salvación para la humanidad: “No es admisible que se pierdan todos los niños pequeños que en tan gran multitud mueren todos los días, sin que Dios misericordioso, el cual no quiere la perdición de nadie, haya buscado también para ellos algún medio de salvación”.

Insistiendo en la necesidad del Bautismo, pues no hay salvación fue-ra de la Iglesia, el sólido estudio abre nuevas hipótesis de solución, funda-mentadas sobre todo en la voluntad salvífica de Dios.

Entre muchos otros argumentos –como la analogía con los santos Ino-centes, los cuales no recibieron el Bau-tismo, o la predilección de Jesús por los niños– se recuerda la doctrina de santo Tomás de Aquino, según la cual Dios no requiere necesariamente los sa-cramentos para conferir a alguien sus efectos. Tal fue el caso de la Santísima Virgen María, a quien Dios aplicó los

efectos de la Reden-ción antes del naci-miento de Jesucristo, l ibrándo-la del peca-do original: es el dogma de la Inma-culada Concepción. De forma análo-ga, podría Dios aplicar los efectos del Bautismo a los niños prematuramente muertos sin haber sido bautizados.

El estudio concluye con la ense-ñanza del Catecismo de la Iglesia Ca-tólica, el cual afirma que “la Iglesia sólo puede confiar a los niños muer-tos sin Bautismo a la misericordia de Dios. En efecto, la gran misericor-dia de Dios, que ‘quiere que todos los hombres se salven’ (1 Tim 2, 4), y la ternura de Jesús con los niños al punto a decir: ‘dejad que los niños se acerquen a Mí, no se lo impidáis’, nos permiten esperar que haya un cami-no de salvación para los niños muer-tos sin Bautismo”, pudiendo llegar a gozar la visión beatífica.

Santo Tomás de Aquino, Iglesia del

Santísimo Sacramento, Québec (Canadá)

Nuevo presidente de Cáritas Internacional

El cardenal Oscar Andrés Rodrí-guez Maradiaga, s.d.b., arzobispo de Tegucigalpa (Honduras), ha sido es-cogido como nuevo presidente de Cáritas Internacional en el curso de la XVIII Asamblea general de la ins-titución, realizada en Roma.

Al finalizar los trabajos, los parti-cipantes de la Asamblea fueron reci-bidos por S.S. Benedicto XVI, el cual recordó que esa confederación, com-puesta por 150 asociaciones naciona-les, “no trabaja únicamente en nombre

de la Iglesia, sino que es parte de la Igle-sia”. El Papa subrayó también que la misión de Cáritas Internacional es “co-operar en la misión de la Iglesia de difun-dir por todo el mundo el amor a Dios”.

Aniversario de la Asociación “Domus Mariae”

La Asociación Pública de Fieles “Do-mus Mariæ” cumplió 25 años de anda-dura y 20 de su primera aprobación dio-cesana. Con este motivo, el sábado 2 de junio se celebró una solemne Eucaris-tía en el Templo Eucarístico San Martín, presidida por Mons. César Franco Mar-

tínez, obispo auxiliar de Madrid. Duran-te la misma se realizó el ingreso de nue-vos miembros en la Asociación. Al fina-lizar la Eucaristía, Mons. Franco inau-guró en el claustro del templo una ex-posición de pintura, organizada por la Adoración Nocturna Femenina.

En la Homilía, D. César señaló que: “Domus Mariae es la casa donde está la madre como trono, el Niño en su seno, Ella como trono de esa sabi-duría increada. Vamos a pedirle en es-te momento que nos enseñe a adorar el misterio, que es como mejor se com-prende a Cristo”.

El indio centenario

EMartha Lucía Ovalle

46 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

Cuando todavía era un muchacho se preguntó: ¿quién hizo la luna? Consultó a otros indios más viejos y le contaron las leyendas que todas las tribus tenían en común.

l sol naciente disipa-ba la bruma que ha-bía cubierto la frondo-sa selva amazónica du-rante la noche. Un vie-

jo indio tupí, sentado tranquilamente, dio un sorbo a su mate, miró a su alre-dedor y dijo sonriendo:

–Este niño me pregunta si conocí al Padre Anchieta. ¡Gurí, “conocer” es decir poco! ¡Yo fui el guía de ese santo durante más de seis años!

Los jóvenes blancos, indios y mes-tizos que desayunaban en la gran ca-baña se sentaron formando un círcu-lo en el suelo, como era costumbre en los remotos tiempos coloniales. Los adultos asentían con la cabeza desde cierta distancia. Nadie conocía las historias antiguas tan bien como el viejo Jurití. En ese distante siglo XVI el Padre Anchieta ya era vene-rado como un gran santo misionero.

–¡Bueno pues, abuelo Jurití, cuén-tanos algo de él!– dijo un pequeño con los ojos muy abiertos.

El viejo indio se arregló mejor el poncho y miró a lo lejos, como si vis-lumbrara el pasado. Se aclaró la gar-ganta y empezó…

* * *Hacen ya más de cuarenta años…

Justo después que los feroces tamoios caníbales pactaron la paz, el Padre Anchieta llamó a su fiel guía Jurití y le mandó hacer los preparativos pa-ra un largo viaje. Como el peligro de la guerra había pasado, tenía planea-do visitar las alejadas tribus que ha-bían sido evangelizadas pero queda-ron aisladas en el período de hostili-dad.

Y así partieron a los tres días, acompañados por algunos explora-dores y cargadores. Pasaron varias se-manas de travesía por la terrible sel-va tropical, y no les contaré los peli-gros tan comunes como jaguares y ví-boras. Las tribus recibían con alegría al santo, y siempre había un sinfín de bautizos.

Sucedió que un día se le ocurrió al guía emprender una ruta nueva, lejos de las veredas habituales en la región. Caminaron durante horas y la vegeta-ción se hacía más espesa a cada paso. Cuando menos lo esperaban, se abrió frente a ellos un gran claro en donde no había nada, salvo un enorme tron-co caído justo a la mitad.

Para sorpresa de todos, estaba sen-tado en él, inmóvil, el indio más viejo que nadie hubiera visto. Su cabelle-ra larga y lisa, blanca como la espu-ma del mar, caía como una dócil cas-cada sobre los hombros y la espalda. Sus ojos negros y pequeños, brillan-do en medio del arrugado rostro, vi-gilaban atentamente a los recién lle-gados.

Los supersticiosos cargadores in-dios se amedrentaron, tomándolo por un espíritu del bosque. Él, en cambio, pareció alegrarse al ver al sacerdote cristiano, y caminó torpemente en su dirección. Con voz débil y humilde, se inclinó y le dijo:

–¡Enséñame la verdad!¿De dónde salía ese indio tan an-

ciano? ¿Cuál verdad quería conocer? Escuchamos la historia de sus pro-pios labios.

Muchísimas lluvias atrás, cuan-do era todavía un muchacho, se que-dó contemplando junto otros indios una noche de luna plateada. Sintió curiosidad por saber quién habría hecho la luna, así que preguntó a los indios más viejos y éstos le contaron las leyendas que todas las tribus te-

HiStoRia PaRa niñoS... o PaRa aduLtoS LLenoS de fe

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 47

nían en común. “Sí –insistió–, esa historia es otra más de las que conta-mos en noches de fiesta. Pero dígan-me la verdad: ¿quién hizo la luna?” Como respuesta oyó la repetición de la misma leyenda. No siguió pregun-tando, pues advirtió que sus compa-ñeros no sabían más respuesta que aquélla.

Con el tiempo, muchos otros asuntos asaltaron su mente: “¿De dónde venimos los tupí? Después de muertos, ¿nuestro espíritu vaga por la selva? Si soy un indio bueno, ¿mi espí-ritu vagará jun-to al de nuestros enemigos?”

N u n c a e n -contró a na-die capaz de r e s p o n d e r l e . Años más tar-de, cuando ya era un hombre, se armó de va-lor y fue a plan-tear ante el bru-jo de la tribu to-das sus dudas y curiosidades. Pero el viejo he-chicero se rió y lo despidió sin respuestas; pa-ra colmo, contó el hecho a otras personas en son de broma, y al cabo de unos días la tribu entera transformó al pobre in-dio en víctima de sus chistes y carca-jadas, apodándolo “Amigo de la Lu-na”.

Sintiendo el rechazo, el indio se aisló cada vez más y fue a vivir en una choza lejana. Una noche, sentado a orillas del río, admiraba nuevamente la luna llena mientras pensaba: “¡Pre-fiero ser amigo de la luna antes que de esos brutos! Ay, si encontrara alguien que me explicara la verdad… ¡daría la vida por eso!”

En ese mismo momento una ful-gurante claridad brilló ante sus ojos.

Parecía un luminoso espíritu de la selva, pero benévolo y atrayente. Te-nía el aspecto de un joven, con un semblante lleno de paz y la fantás-tica característica de dos grandes y hermosas alas blancas. Su apacible voz se dirigió al asombrado indíge-na en perfecto y armonioso dialec-to tupí:

–¡La paz esté contigo! Sé que te llaman Amigo de la Luna. En verdad eres mucho más que eso. Eres ami-go del Señor Todopoderoso, quien ha creado la luna, el sol, los hombres

ses y los años. Salía a comer y be-ber, para regresar a su lugar de es-pera. El tiempo consumió su antiguo vigor, sus negros cabellos se tiñeron de blanco, pero nunca dudó. Sintió al fin que la muerte se iba acercan-do. Aquella mañana recordó que cumplía cien años. ¿Cuándo se haría realidad la promesa del espíritu de alas blancas? Mientras pensaba así, escuchó las voces acercándose y, en-tre los oscuros matorrales, vio apa-recer un hombre blanco vestido de negro. El viejo y fiel indio rompió su

silencio de dé-cadas para ex-clamar con sen-cillez:

–¡Enséñame la verdad!

C o n m o v i -do e impresio-nado, el Padre Anchieta per-cibió que el po-bre indio se sos-tenía en sus últi-mas fuerzas. Se sentó a su lado y le dio una ex-plicación resu-mida de los mis-terios de la vida de Nuestro Se-ñor Jesucristo y de su santa doc-trina. El indíge-

na, atento y enternecido, lo escucha-ba entre lágrimas.

Después de esa breve sesión de catecismo, el misionero lo bautizó y quiso celebrar una misa usando co-mo altar el gran tronco caído. Fue la Primera Comunión del anciano que había vivido como ermitaño de la selva. Al fin de la celebración és-te desfalleció, y cuando fueron en su ayuda se dieron cuenta que su espíritu ya no pertenecía a esta tie-rra. Su rostro sin vida esbozaba una gran sonrisa. El Amigo de la Luna por fin se había encontrado con la Verdad. ²

y todo lo demás. Él te ha observado desde las alturas mientras buscas la verdad, y te envía este mensaje: ca-minarás tres días en dirección al po-niente y luego abrirás un claro en me-dio de la selva virgen. A ese lugar lle-gará un hombre blanco vestido de ne-gro, y él te enseñará la verdad. Todo cuanto debes hacer es tener pacien-cia y esperar.

Dicho esto, el espíritu desapa-reció. Contento, Amigo de la Luna hizo lo que le había indicado la lu-minosa aparición. Solo, sentado en el tronco del claro que había abier-to, esperó. Pasaron los días, los me-

“Sé que te llaman Amigo de la Luna. En verdad eres mucho más que eso.”

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Los santos de cada día ___________________________ agosto

48 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

1. San Alfonso María de Ligorio, obispo y doctor de la Iglesia († 1787).

San Etelvold, obispo († 984). Co-laboró en la restauración de la obser-vancia monástica en Inglaterra, como discípulo de san Dunstan.

2. San Eusebio de Vercelli, obispo de Cerdeña († 371).

San Pedro Julián Eymard, presbí-tero († 1868).

Beata Juana de Aza († s. XIII). Madre de Sto. Domingo de Guzmán, al que condujo rumbo a la virtud des-de la niñez. Se distinguió por su ge-nerosa práctica de la caridad.

3. Beato Francisco Bandrés Sán-chez, presbítero y mártir († 1936).

Religioso salesiano, ejercía su voca-ción con la juventud como director de un colegio cuando fue martiriza-do durante la Guerra Civil Españo-la.

4. San Juan María Vianney, pres-bítero († 1859).

Beato Federico Janssoone, presbí-tero († 1916). Religioso franciscano, predicó en la provincia de Québec (Canadá) y organizó peregrinaciones a Tierra Santa para los fieles.

5. Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor.

Santa Nonna († 374). Madre ejem-plarmente cristiana, obtuvo la con-versión de su esposo, san Gregorio el Viejo, y fue madre de tres santos: san Gregorio Nacianceno, santa Gorgo-nia y san Cesario.

6. Transfiguración del Señor.Santos Justo y Pastor, mártires

(† 304). Hermanos martirizados en España. Niños aún, se presentaron voluntariamente ante los tribunales para profesar su fe en Cristo.

7. San Sixto II, Papa, y compañe-ros mártires († 258).

San Cayetano de Tiene, presbíte-ro († 1547).

Beato Edmundo Boyanowsky, presbítero († 1871). Fundó en Polo-nia la Congregación de las Siervas de la Inmaculada Concepción de la Ma-dre de Dios, para evangelización de los pobres y abandonados.

8. Santo Domingo de Guzmán, presbítero († 1221).

San Altman, obispo († 1091). Fundó en Austria la abadía agustina de Gott-weig, restableció la disciplina en el cle-ro y defendió la libertad de la Iglesia.

9. Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), virgen y mártir, copatrona de Europa († 1942).

10. San Lorenzo, diácono y mártir († 258).

Beatos Francisco Drzewiecki y Eduardo Gryzmala, presbíteros y mártires († 1942). Polacos dedica-dos intensamente a la evangelización, fueron ejecutados durante la Segun-da Guerra Mundial en Dachau, Ale-mania.

11. Santa Clara de Asís, virgen († 1253).

Beato Mauricio Tornay, presbíte-ro y mártir († 1949). Anunció incan-sablemente el Evangelio en China y el Tíbet. Fue martirizado en una em-boscada.

12. Santa Juana Francisca de Chantal, religiosa († 1641).

Santa Lelia, virgen († s. V). Hija del príncipe Cairthen, vivió en Irlan-da, siendo superiora de un convento de monjas contemplativas.

13. Santos Ponciano, Papa, e Hi-pólito, presbítero, mártires († 236).

14. San Maximiliano María Kol-be, presbítero y mártir († 1941).

Beato Antonio Primado y 800 com-pañeros, mártires († 1480). Decapi-tados por los otomanos en Otranto (Italia) durante la persecución profe-tizada por san Francisco de Paula.

15. Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María.

San Tarcisio, mártir († 257). Mien-tras llevaba la Eucaristía a los cristia-nos encarcelados, una furiosa turba de paganos lo rodeó para profanar las sagradas especies. Para impedirlo prefirió morir lapidado.

16. San Esteban, rey de Hungría († 1038).

San Roque, peregrino († 1379). De noble estirpe, se desprendió de sus ri-quezas para atender a las víctimas de

San Alfonso María de Ligorio Iglesia del Perpetuo Socorro

Granada (España)

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Los santos de cada día ___________________________ agosto

Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 49

la peste. Murió injustamente encarce-lado en Montpellier, su tierra natal.

17. San Eusebio, Papa († 310). Después de combatir la herejía de los rigoristas fue deportado por el em-perador Majencio a Sicilia, en donde recibió el martirio.

18. Santa Elena, emperatriz († 327).

San Alberto Hurtado, presbítero jesuita († 1952).

19. San Juan Eudes, presbítero († 1680).

San Ezequiel Moreno Díaz, obis-po († 1906).

San Luis de Anjou, obispo († 1297). Sobrino del rey S. Luis IX, buscó la pobreza evangélica abrazan-do la vocación franciscana. Fue ele-gido obispo de Toulouse, fallecien-do poco tiempo después, con sólo 23 años de edad.

20. San Bernardo de Claraval, abad y doctor de la Iglesia († 1153).

Santa María de Mattias, virgen († 1866). Seguidora de san Gaspar de Buffalo, fundó la Congregación de las Hermanas Adoratrices de la Pre-ciosa Sangre de Cristo, destinada al apostolado.

21. San Pío X, Papa († 1914).San Sidonio Apolinario, obispo

(† 479). Tras una fastuosa e intensa vida política en Roma, abandonó las glorias humanas para ejercer el epis-copado en Clermont-Ferrand, donde defendió a la población de las invasio-nes bárbaras.

22. Santa María Reina.Beato Simeón Lukac, obispo y

mártir († 1964). Durante la persecu-ción en Ucrania, ejerció fielmente su ministerio hasta ser arrestado y con-denado a quince años de presidio,

donde falleció en la práctica de las más altas virtudes.

23. Santa Rosa de Lima, vir-gen, patrona de Latinoamérica († 1617).

Beato Juan María de la Cruz, presbítero y mártir († 1936). Tras ejercer un pro-lífico apostolado vocacional en España, fue asesinado du-rante la Guerra Civil al opo-nerse a la profanación de una iglesia.

24. San Bartolomé Apóstol.Santa Emilia de Vialar, virgen y

fundadora († 1856). En Francia dio comienzo a la Congregación de las Hermanas de San José de la Apari-ción, obra que alcanzó a ver expan-diéndose a muchos países para evan-gelizar y practicar la caridad.

25. San Luis IX, rey de Francia († 1270).

San José de Calasanz, presbítero y fundador († 1648).

Santo Tomás Cantelupe, obispo († 1282). Noble inglés, muy respeta-do de reyes y Papas, se distinguió por su pureza y sus costumbres ejempla-res.

26. Beata María de Jesús Crucifi-cado, virgen († 1878). Nacida en Ga-lilea de una familia católica greco-melquita, fue educada en Francia, donde ingresó a las Carmelitas Des-calzas. Fundó los conventos de Man-galur (India) y Belén.

27. Santa Mónica († 387).San Amadeo de Clermont, obispo

(† 1159). Abad cisterciense elegido obispo de Lausanne, donde formó un clero puro y piadoso.

28. San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia († 430).

San Moisés Etíope, monje († 400). Pasó de ladrón a ermitaño en Egip-to, y atrajo a otros bandidos a la vi-da religiosa.

29. Martirio de San Juan Bautis-ta.

Beato Edmundo Ignacio Rice, fun-dador († 1844). En Irlanda se dedi-có a instruir intelectual y religiosa-mente a los jóvenes de escasos recur-sos, fundando la Congregación de los Hermanos Cristianos.

30. San Bonomio, abad († 1026). Llevó una vida eremítica primero en Egipto, después en el Monte Si-naí, buscando el silencio y una mayor unión con Dios.

31. San Ramón Nonato, religio-so († 1240). Fue uno de los primeros compañeros de san Pedro Nolasco en la Orden de los Mercedarios, funda-da para rescatar a los católicos cau-tivos.

“Santa Rosa de Lima” Pintura de Escuela Cuzqueña

Casa de los Heraldos del Evangelio de Lima (Perú)

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La naturaleza sublimada: los

caballos andaluces

Carlos Toniolo

H50 Heraldos del Evangelio · Julio 2007

Admirar los maravillosos brincos de los caballos andaluces es recordar otro salto, el que cada uno de nosotros está llamado a dar…

asta en los paí-ses desarrolla-dos, donde la m á q u i n a i n -vadió el cam-

po, puede verse todavía en ciertas re-giones del interior la tradicional figu-ra del caballo de tiro, arando la tierra o enganchado en parejas para mover pesados carruajes. Al observarlos, se nos viene de inmediato a la mente una exclamación: “¡Qué animal más fuerte!”

La raza equina, fiel servidora del hombre desde tiempos inmemoria-les, colaboró con su amo en la cons-trucción de imperios y cayó a su lado en innumerables batallas.

Sin embargo, en ciertos momen-tos el caballo abandona el lodo de las plantaciones y deja atrás la ne-gra humareda de los campos de ba-talla. Limpio y vestido de gala, se hace presente con increíble donai-re en la arena de las evoluciones ecuestres.

En Austria, Portugal u otros sitios privilegiados, miles de personas son atraídas anualmente por el encanto de los espectáculos de caballos adies-trados que combinan elegantes evo-luciones y ágiles saltos que casi cabría denominar ornamentales.

Entre esas razas de animales en-trenados, mención aparte merecen los soberbios caballos andaluces, que confirman con audaz desembarazo la multisecular tradición ecuestre de España.

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Julio 2007 · Heraldos del Evangelio 51

Los espectadores quedan perple-jos ante sus majestuosas evolucio-nes, en las que animales tan fuertes y combativos como aquellos saben mo-verse también con la elegancia de un cisne o la agilidad de una gacela.

Sin duda que el arte ecuestre es complejo, pero uno de sus secretos consiste en tener caballos dóciles a la mano experimentada de entrenado-res de élite. Bajo esa firme dirección, los animales pueden llegar a un alto grado de perfección que jamás alcan-zarían por sí solos.

* * *¿El hombre no tendrá también lí-

mites que superar, los cuales nunca podrá sobrepasar solo, sin una mano que lo guíe, eleve y perfeccione?

Evidentemente, la respuesta es afirmativa.

Tras el pecado original, los hom-bres sentimos el peso de nuestra par-te animal, que muchas veces nos em-puja a reacciones brutales, negligen-tes o incluso irracionales.

No obstante, cuando nos mostra-mos dóciles con la mano del Creador, su gracia toma cuenta de nosotros y se obran las maravillas. Pesados, nos ha-cemos ágiles; el sombrío egoísmo de las bestias, que tanto pugna por some-ternos, cae derrotado por la caridad sublime que atestiguan los santos.

Admirar los maravillosos brincos de los caballos andaluces es recor-dar otro salto, el que cada uno de no-sotros ha sido llamado a dar a lo lar-go del camino tantas veces penoso de nuestras vidas: el brinco desde lo na-tural a lo sobrenatural, el gran salto desde este valle de lágrimas, la tierra, hacia las luminosas puertas de la Je-rusalén Celestial. ²

En las fotos, exhibición hípica con caballos

andaluces en la Plaza Mayor de Madrid.

Emperatriz de la ciudad feliz del Paraíso, con alegría completa y eterna,

estáis exenta de pecado, llena de virtudes, Madre de Dios por obra divina. Virgen agradable de rostro angelical, pues sois llena de gracia delante de Dios, sed piadosa con los fieles, rezando por ellos al Rey celestial.

Rosa fragante de verdadera bondad, fuente de gracias que nunca se agota, palacio de honra donde se hizo la alianza entre Dios y el hombre, para salvación nuestra. Por Vos, Dios se hizo hombre, sin que faltara ningún elemento, y como hombre murió sin duda alguna, y se levantó de la tumba como verdadero Dios.

Flor de las f lores, dulce, compasiva y piadosa,vemos al implacable ángel de Dios. Ya está dispuesto, con su mano en la espada, porque Dios lo envió para castigar. Quiera Dios ordenarle que su espada no levante, y perdonar todos nuestros errores hasta el día presente y darnos alegría, paz y salud.

(Traducción libre del antiguo motete “Imperaytritz”, del Llibre Vermell de Montserrat)

“Nuestra Señora de Coromoto” – Seminario de los Heraldos

del Evangelio, São Paulo (Brasil)

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