Revista del ISMP N° 8

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REVISTA D t L INSTITUTO --'-:. © 1935 - 2015 Instituto Sanmartiniano del Perú. Todos los derechos reservados.

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Revista del Instituto Sanmartiniano del Perú N° 8 Lima, diciembre de 1944. Editores: Alayza y Paz-Soldán, Luis y Dellepiane, Carlos.

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. Arf.-j<i~L~s 'II!iembf_~s que componen ef Centro son de tres clases: 1\.'iie~b~s Número; ··colaboradores -.¡· Corresponsales: ~

" a)~---'Miembros de ~Nu1nero.--Son los pertenecientes a los institutos armados,

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"' -_cualquiera _ierarquia o situación; en igualdad de ~ondicioneS: que con11titu-1iyen el~Centro al iniciarse y quienes -por ellos resulten elegidos hasta com­'°~pletar, .:iilteriornü~nte, el número de veinte (20), que será invariable, y den­

~- t~o- ,del:"'é:uaf 'estarán indefectiblemente representados todos los institutos ar- """ -~· ~m<Íd~~ ,de la Repflblica.' b);,.~, Mtembtbs Colab.oradoies.--Sérán los peruanos sobresalientes por sus inves-

- "-'tígacio~es o es.tudios ~onexos- "'con l~ historia militar nacional. - Su número %también -iilv~ríable .sei-á de veinte (20). Además de estos serán Colabo­--~~_ad,_Ó;.e¡¡ Natos1: en la )iersonf ae sus -presidentes: ei Instituto Histórico del

""' Perú, -~ltlnstituto_ Sanihá_rtinía;io del Perú, la Sociedad Bolivariana del Perú y ·1a Sociedad ~Fundad.orés de la Independencia, Vencedores del 2 de M?Yº y Def~nsores' Qalificá_dos de fa "' Patria; y en la de.., sus direct~i:es': la B'iblio­teca · Nacional y el A_rchivo Naci-onal; así cómo los pr.ofesores- de Historia de 1<;1ª_ Escuelas ~uperiores de 'Guerra .

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DICIEMBRE·1944 ,

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1 SUMAR:--¡ 1

Nota Necrológica.

Discursos pronunciados en la solemne actuación realizada en la "Sociedad Fun­dadores de la Independencia, Vencedores del 2 de Mayo y Defensores Ca­lificados de la Patria' ', el 30 de Setiembre.

La Visita del Presidente de la República a la Provincia de Jauja.- "La Opinión Popular" de Oroya.

Discurso del Alcalde de Muquiyauyo Dr. Francisco Jinés.

1 Sucesos de la Revolución que merecen ser recordados.-"La América" de Lima. ¡ Bolívar y un marino honrado: Guillermo Prunier.-Rafael Loredo.

Algo sobre María de Beílido.-Juan Jase del Pino.

El Coronel Don Juan Espinoza de los Monteros.-Enrique D. Tovar y R.

La Emancipación de Maynas y sus Próceres.-Ricardo Cavero Egúsquiza.

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1 I Recuerdos del Tiempo Heróico.-José María Rey de Castro. 1 i ! • • •:•~,.-.~~o.-1~~1~~c~1•;+

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REVISTA DEL

Instituto Sanmartiniano del Perú DIRECTORES:

DR. Lms ALA YZA Y PAz SoLDÁN Presidente del Instituto

GENERAL CARLOS DELLEPIANE Vice-Presidente del Instituto

A:f'!O IX DICIEMBRE DE 1944

Excepcional importancia han tenido este año las fiestas record ato~ rias del desembarco del General San Martín, que tuvo lugar hace 144 años en la bahía de Paracas, llamada desde entonces "Bahía de la lnde~ pendencia", el 8 de Setiembre de 1820,e!f de la batalla de Ayacucho, con motivo del 1409 aniversario de ese trascendental acontecimiento. Con igual fervor se recordó el día 2 de Mayo el combate naval del Callao, que puso fin a los últimos intentos de dominación española en América.

En consonancia con este despertar del sentimiento patriótico y del culto de la memoria de los próceres peruanos y de los grandes fas tos na~ cionales, acaba de fundarse el CENTRO DE ESTUDIOS HISTORI~ CO~MILITARES DEL PERU, institución cuyo rubro expresa su come~ tido y que, además, se propone la centralización de los Archivos Milita~

res, diseminados en sendas secciones de diversas oficinas, en un edificio construido ad hoc, para su ordenación y estudio.

La Revista del Instituto Sanmartinia­no del Perú deja constancia de su sen­füniento por la desaparición del Dr. José de la Riva Agüero, personalidad cimera de la Historia y de las Letras naciona­les y ciudadano eminente, cuyo deceso enluta a la Patria y a la América, a Espa­ña, a la Tradición y a la Religión.

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Discursos Pronunciados en la solemne actuación ofrecida Por la .. Sociedad Fundadores de la Indepen­dencia. Vencedores del 2 de Mayo Y Defensores Ca­lificados de la Patria·' conjuntamente con la .. Socie­dad Bolivariana del Perúº y el ºInstituto Sanmarti­niano del Perúº. el día 30 de Septiembre. en los mismos momentos en que la República de Cuba

rendía homenaje al Perú

Señor Presidente de la República; Excmo. señor Embajador de la República de Cuba;

Señoras y señores:

Tengo la alta honra de dirigir la palabra comisionado por el Instituto Sanmarti­niano del Perú y en nombre de la Sociedad Fundadores de la Independencia y Ven­cedores del Dos de Mayo y de la Sociedad Boliv3riana del Perú, en J.os precisos mo­mentos en que en la insigne tierra de Céspedes, de Maceo y de Martí se rinde no­ble homenaje a nuestra Patria, erigiendo un monumento a la memoria del General Ma­riano Ignacio Prado, vencedor del Dos de Mayo, y dando el nombre del Coronel Leon­cio Prado, héroe de la Guerra de Diez Años, a una unidad de la escuadra cubana; y, naturalmente mis primeras frases son de saludo y de agradecimiento a la Gran Anti­lla, heróica.. y brillante en todos los momentos de su hi5toria, a Ja' cual durante un si­glo entei:o la humanidad ha visto luchar denodadamente por su independencia y por Hl dignidad nacional, contra las fuerzas incontrastables de la Metrópoli.

Cuando se recuerdan los heroísmos y las abnegaciones más descollantes de Ja hu­manidad, se habla de las Termópilas, de Numancia, de Bailén. . . y, estudiando la vi­da de Cuba en el siglo XIX, es una sucesión continuada de Termópilas, Numancias y Bailenes.

Desde 1808, época cimera en la cual la invasión de España por las armas napoleó­nicas y el subsecuente cautiverio di! Fernando VII, despertaron en todos los puntos de Iberoamérica estallidos de rebeldía y libertad, comenzó a conmoverse la isla le­gendaria al impulso de las mismas aspir~ciones, magüer su pequeñez, magüer su debi­lidad, magüer su proximidad a la Metrópoli, y pronto las logias secretas: "Carbonarios".

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"Comuneros", y "La Cadena" , iniciaron su labor patriótica, y en 1823 los rayos de las glorias de Bolívar en Colombia y el Perú, inflamaban los corazones cubanos, y engendraban en la isla del Caribe nuevas masonerías políticas que alimentaban la h<?­guera de las aspiraciones separatistas. Desde entonces vivióse en plena guerra, con breves lapsos de paz, si tal puede darse a la sensación de mutismo y de espera que sucedía a cada sangrienta purga, que arrastraba a · los más preclaros varones al pa­tíbulo.

Cada estallido emancipista tuvo un mártir esclarecido: el del 44, al gran poeta cubano Gabriel Valdez, que ilustrara el 8eudónimo de Plácido; el del 51 a Joaquín de Agüero, fusilado el 12 de agosto, y al insigae Narciso López en setiembre; el del 55, a Estampes; el del 71, el más tremendo de todos, presenció la ejecución de Goicu­ria, Jos Agüeros, Cenea, y los estudiantes mártires de la juventud dorada de la isla, fusilados el 27 de noviembre.

En !;; Guerra de 10 años - 1868-1878-, surgieron las grandes figuras de Car­los Manuel de Céspedes, Vicente' García y Estrada Palma y, a pesar de tantas proe­zas y heroísmos, una vez más sucumbió la naciente libertad cubana en el Convenio del Zanjón. Es en este decenio glorioso cuando aparece en la isla la figura gallar­da de Leoncio Prado. Púsose de acuerdo en Jamaica con el Presidente de Cuba Es­trada Palma y .el 7 de noviembce de 1876, ingresó con diez valientes en el '"Moctezu­ma", barco español, en calidad de pasajero, y apenas la nave estuvo en alta mar, to­móla por asalto, enarboló la bandera de la estrella solitaria, dióle pór nombre el glo­rioso de Manuel de Céspedes, y púsose al frente de ella.

Una nueva proeza de Leoncio Prado ilustró los anales de la Revolución, cuando la "Céspedes", atacada en las costas centroamericanas por la cañonera ei;pañola "Jor­ge Juan", de mucho mayor potencia, fue incendiada por Prado, quien con sus valien­tes saltó a tierra y perdióse entre las selvas, para reaparecer en Panamá, nuevamente inflamado en ideas de libertad y de combate; y meses más tarde militaba en los Esta~ dos Unidos, en el Comité de Au

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xilio, con los rebelé:les que protestában contra el Con­venio del Zanjón y preparaba una nueva expedición libertadora.

En este momento surgió el impnativo má¡¡:imo en el alma del héroe. Cuba había recibido sus heroísmos, pero egoísta ele sus propias glorías no aceptó la ofrenda de h sangre del intrépido peruano; ahora el P erú la reclamaba: había estallado la Gue­rra del Pacífico.

Ca actuación ele Leoncio Prado en ella es en todo momento la de un rebelde. Siempre lo fuera. Desde su niñez el distintivo de sus sentimientos fue el amor a la libertad y a la independencia. Una y otra vez actuó, invariablemente como Jefe de puñados de coml5atientes, y así fué ganando sus galones, cada uno en una batalla.

En la campaña .del Sur estuvo en el "Manro Cápac" en los combates del año 80; saltó a tierra y organizó a los "Guerrilleros de Vanguardia'' , para hostilízar a toda hora a las fuerz?s enemigas, dar golpes de sorpresa y, de cuando en cuando, arran­car palmas a la gloria; y cuando los ejércitos se enfrentaron para el -duelo de 26 ·de Mayo en el Campo de La Alianza, quizo Prado sumarse a la caballeria peniana y luchar hasta el último momento, y después de la derrota, dejando en el campo el ca­dáver de su hermano Grocio, volver porfiadamente a la contienda.

En los .días. del 82, cuando el General Cáceres desarrollaba la epopeya de la Bre; ña, Leoncio Prado, con una nueva legión de guerrilleros ocupaba las serranías de Chan­cay, amagando constantemente a Lima, ocupada por las armas chilenas, interceptando las oomunicaciones, y coadyuvando, desde lejos, en la obra del hombre de Tarapacá ~ pero en la última faz de · la campaña al acercarse Cáceres con sus breñeros, en su

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marcha a Huamachuco, Leoncio Prado plegóse a los ejércitos, como lo hiciera en los dias del Campo de La Alianza, en calidad de Coronel y Jefe del Estado Mayor, en la División del General Recavarren.

Su epílogo es de tragedia. En el desastre de Huamachuco, el General Cáceres, vencido pero no doblegado, alejábase del campo sangriento, y , sigamos sus palabras:

"En mi camino encontré al Coronel Leoncio Prado mortalmente herido, y a un cura de Huamachuco, a quien supliqué que lo atendiera".

Pero' no murió así; estaba predestinado para dictar una lección espectacular y magnífica, de acuerdo con las actitudes de todos los momentos de su vida legenda­ria, ¡Cuba no aceptó su sangre : dejósela para que se escribiera con ella una pági­na .peruana!

Recogido en una choza en la que dos soldados atendían al herido, fue llevado a Huamachuco y condenado a muerte por el vencedor.

He visitado, con los ojos llenos de lágrimas, y el corazón tempestuoso de senti­mientos, el rincón memorable donde Leoncio Prado, herido en el lecho, cuando se le preguntó si solicitaba alguna gracia, pidió la de mandar al pelotón que había de eje­cutarlo; y, con 1os tiradores al frente , apuró, poco a poco, las últimas gotas · de una taza de café, y en seguida gritó: ¡Fuego!

Este es el hombre a quien Cuba inmortaliza. dando su nombre a una nave de guerra, que ¡quién sabe que surcos de gloria trazará mañana en las inmensidades del océano!

Veamos ahora la figura del General Mariano Ignacio Prado, cuya estatua se inau­gura en estos momentos en el paseo de La Habana, y cuyo nombre está vinculado a una fecha trascendental de la América: el 2 de Mayo.

El 2 de Mayo de 1866 concluyó con una amenaza enorme que se cernía desde los días del Congreso de Viena sobre el continente americano: Europa necesitaba tie­rra y oro, y algo más, Estados donde montar tronos para príncipes en desgracia. Por eso Vigil decía:

"Y para que se vea cuán íntimamente conexa está la causa de México a las de las demás repúblicas americanas, aún en la estimación y juicio de altas potencias, se buscan y reparten más coronas, que conviertan en monarquías estos países, donde se consuelen los niños expulsados de Italia, o disipe sus temores Isabel II con la colo­cación real de sus parientes. De esta manera, príncipes desechados en Europa. o que pueden dar cuidado ah!. son considerados dignos de mandar en América".

Pues bien: el combate naval del Callao alejó para siempre a la escuadra espa­ñola, y con ella al Minotauro devorador de las inermes repúblicas del Nuevo Mundo.

Para comprender la importancia de este acontecimiento, es preciso exhibir el cua­dro del sentimiento peruano y continental, en los días que inmediatamente le pre­cedieron.

En 1862 se trataba del cobro de la deuda pública de México, momentáneamente suspendida. España, Francia e Inglaterra concertaron una expedición · militar para hacerla efectiva. Pero éste era el señuelo: la realidad era otra; desde los días de la Santa Alianza, por la que se declararon hermanos los reyes de derecho divino de las monarquías europeas, y acordaron defenderse contra las aspiraciones democráticas. alarmados por los triunfos de la Revolución Francesa y las hazañas de Napoleón Bonaparte, derribador de tronos, flotaba en el ambiente de sus cancillerías, la aspira-

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c1on de remachar nuevamente las cadenas, despedazadas por los independientes en el campo de Ayacucho.

Las disenciones en el seno de las nuevas Repúblicas, las aspiraciones incontrola­das de los caudillos, la debilidad del sentimiento patrio, que en aquellos tiempos aún no había diseñado sus contornos inflexibles, proporcionaron aliados en el seno de ellas a los codiciosos monarcas europeos, y el General Almonte, diplomático mexicano de alta figuración, tentó la ambición de Napoleón 111, de establecer un imperio en la tierra de Moctezuma, como pocos años antes la concupiscencia del General Juan José Flores puso de acuerdo a las tres cancillerías, para aunar sus esfuerzos en levantar tr.onos europeos en México y en el Perú.

El 17 de Diciembre de 1861 la escuadra español;i tocaba en Veracruz, y el Ge­neral Gasset con 4,000 hombres se posesionaba de la plaza y del Castillo de San Juan de Ulúa; pocos días después poníase al frente de ella una de las más grandes figuras de la península, del siglo pasado, el General Prim, Marqués de Castillejos, y desembarcaban las fuerzas francesas del Almirante Lagradiere y. unidas al Plenipoten­ciario de Inglaterra, lanzaron el ultima tum al Gobierno Mexicano. El Presidente Juá­rez ofreció hacer el s·ervicio de la deuda, y se firmó el armisticio de 9 de Febrero de 1862. Estaba, pues. cumplido el fin de la expedición tripartita; pero Napoleón III quería apropiarse de México y, contando con el apoyo de algunos generales de este país, estableció un Imperio y ciñó la corona en las sienes de Maximiliano de Habs­burgo, Archiduque de Austria.

En este momento, como si se hubiese puesto fuego a un polvorín, estalló el sen­timiento de americanismo, el espíritu de fraternidad con la República atropellada y la protesta de los hombres libres er. todo el Perú.

Desde los primeros días de Abril de 1862 surgen en Lima y 'en provincias as'o­ciaciones patrióticas para apoyar a México y para defender la independencia del Continente. "La Unión Americana", "La Sociedad Hijos del Pueblo" , "La Liberal y Central'', y ésta, · de "Fundadores de la Independencia", desde cuya luminosa sala de actuaciones os dirijo la palabra, iniciaron la campaña reivindicadora; ·y así nació un enjambre de diarios y revistas que sirvieron de tribuna a los escritores y políticos más destacados de la República, "La América", "El Hijo del Pueblo' ', "La Democra­cia" , y otras vibrantes hojas, nacidas al calor de estos sentimientos, se sumaron en la lucha de ideas a "El Comercio" y los diarios preexistentes. Las grandes figuras de la independencia y de los días subsecuentes, los campeones del liberalismo. los que lucharon contra la Constitución Vitalicia de 1826 y contra los propósitos autoritarios de Bolívar, volvier.on llenos de bríos a la palestra. Francisco Javier Mariátegui •.. el amigo de San Martin, y Francisco de Paula Vigil. el autor de la catilinaria contra Gamarra, José Gregorio y Mariano Felipe Paz Soldán, Luis B. Cisneros, José Casimiro Ulloa, Juan Francisco Pazos, Ricardo Palma, Francisco García Calderón, Benito La­zo, Fernando Casós, J. M. Químper, y otras grandes figuras de esa generación me­morable, derramaron la luz de ' sus ideas e inflamaron en la ciudadanía los sentimien­tos de dignidad, libertad y patriotismo.

"La América" inició su publicación con estas palabras: "La independencia de la América se halla amenazada por los que buscan su poder

y su fuerza en la es el a vi tud de los pueblos", "Hace, en efecto, más de tres meses que la República de México es teatro de la

invasión más injustificable de tres potencias de Europa, aliadas con el objeto osten­sible de . exigir· al Gobierno de aquel Estado reparación de agravios inferidos a sus respectivos súbditos, pero con el propÓsito oculto, y más tarde manifestado, de esta-

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allí un reg1men político en abierta oposición oon el Derecho Público de Amé-~ y con escandalosa violación de los derechos de personalidad de aquel Estado

·ano e independiente". Y luego agregaba: .,La coalición europea, juzgándola por las tendencias que ella manifiesta, se pre­

R!lta, pues, como una cruzada del viejo .despotismo europeo contra la autonomía ame­=-~a y contra sus formas políticas, que son la realizaciór. del dogma democrático".

Todas esas hojas vibrantes están llenas de esos sentimientos y solidarizan la = nacional con la de México, la repúblic<! hermana alevosamente atropellada.

En Europa el espíritu liberal de los pueblos, que después de los días de la Revo­,-;án Francesa se muestra prepotente e inextinguible, despierta un sentimiento de

·esta contra los tiranos que dirigen fas armas nacionales para despedazar estados ~::ependientes , con propósitos de apropiación y de conquista.

A ún los pueblos más grandes sufren, como los astros, pasajeros eclipses, represen­.;~s por los gobiernos miopes y autoritarios. La España de Isabel La Católica y

Carlos V, estaba en pleno eclipse; pero sus grandes varones, voceros del senti­=lento nacional, fulminaban con la palabra y con la pluma a los déspotas. Entonces ? -,;lio Castelar, el Demóstenes del Siglo XIX, dejó oír su palabra en una carta =:::igida al periodista de Lima, Héctor Varela, de fecha 19 de Diciembre de 1861 :

"La expedición de México ha salido. Los buques que a sus jefes oonducen han =-pado del puerto""de. Alicante. Esta noticia es una grave noticia de inmensa tras­= encia , y, sin embargo, el país no se conmueve, la opinión la mira con indiferen­= y nadie podrá convencer a esta nación generosa, aunque altiva, que vamos al _ o de la República, a vengar ultrajes y afrentas a nuestra honra nacional, que pa­"2 España consiste en ser buena madre de esa emancipada América, a la cual ha da-

la luz de su civilización y la sangre de sus venas" y ooncluía: "Es que los go- · mos que no se inspiran en los grandes principios de la Justicia, que no se vivifican

= el espíritu inmortal del siglo, .tienen la muerte en el corazón y error en la con­enda" .

A esta insigne carta contestó desde Lima, en las páginas de "La América", Fer­=do Casós, el Castelar peruano, campeón entonces del liberalismo.

"Envidio -decía- vuestro buen decir al tnandaros esta carta; pero vos la apre­Ca:éis oomprendiendo que es el fruto de un corazón sincero, la manifestación leal de =a conciencia republicana, y la expresión democrática de un hijo de América".

En Lima estallaban cada día las reuniones populares, y los oradores vertían su :-;;!abra inflamada en teatros, salas y plazuelas; los poetas dejaban oir sus acentos :::s:pirados por númenes guerreros, y hasta la música, con el poder invisible que hiere :las cuerdas más profundas del alma, alimentaba la hoguera incontenible. P.or enton­ces surgió un nuevo himno, que se- cantaba juntamente con la Canción Nacional, con

era del poeta Mansilla, y música de Narciso Cadenas. Todavía treinta años más tarde recuerdo haberlo oído cantar bajo la dirección del anciano Cadenas, en mi niñez, :· co!lservo sus acentos vibrantes y su altiva palabra:

Libertad Luz divina del mundo No nos niegues tu puro arrebol, Que antes muertos· que esclavos de reyes, Ser prefieren los hijos del Sol.

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Al lado de la protesta verhal de Emilio Castelar, hablando en nombre de la · "Es­paña Madre", el Gen.eral Prim, el héroe de Castillejos, tuvo un gesto. digno de la no­bleza de los más grandes paladines peninsulares.

En una carta que "La América" el 5 de Julio repr.odujera, decía a un amigo francés:

"Sabéis hace mucho tiempo que el destino es inflexible y mucho más fuerte que la voluntad de los hombres, si pudiera dudarlo me convencería lo que nos sucede aquí.

"La Triple Alianza no existe y a . "Los soldados del Emperador permanecen en este país para constituir un trono

y asentar en él al Archiduque M aximiliano ... En cuanto a mí, español, podéis com­prender bien que no podía a poyar un cambio radical del sistema político en este país, si habíale de imponérsele la monarquía de un príncipe de Austria".

También Francia, el pa ís de la Libertad protes taba. Fué Julio Favre quien, en acusador discurso, execró la política imperial, y desenmascaró la finalidad, de la ex­pedición conquistadora, presentada ante la Francia como de auxilio al general mexi­cano Almonte.

"Convengo señores -dijo Favre- en que tales sentimientos no tienen más in­c~nveniente que el de ser un lugar común; pero si tal es vuestra opinión iqué juicio pronunciáis sobre el general A!monte? iOué juicio sobre el Gobierno que le lleva consigo y hace de él un instrumento?" Y luego agregaba : "Señores: no os sorpren­derá ciertamente que en presencia de tales demostradones el Gobierno de Juárez de­clarase que en tanto que el General Almonte y sus partidarios permaneciesen en las filas del Ejército . Francés, se negaría a toda especie de negociaciones"; y finalizó el cauterio de su oración, c0n estas palabras: "Por lo que respecta a mí, espero que esta lección no será perdida, y que ésta es la última vez que asisto a este espectáculo, de la Asamblea de Representantes de un gran país obligada a reparar faltas que no ha cometido y reducida a estériles expresiones de pesar y a votos impotentes".

El epílogo de la invasión de México ya lo conocéis. El heroísmo de Benito Juá­rez y su austeridad espartana. El triunfo de los patriotas mexicanos también, · y la cabeza coronada de Maximiliano y de sus generales mexicanos Miramón y Mejía, rodando por las gradas del cadalso.

Pero las raíces de la Triple Alianza eran muy hondas y las ambiciones del des­potismo no tenían límites. Antes de México habíase producido el atropello a la li­bertad de la isla de Santo Domingo; y en fos mismos días en que Castelar protesta­ba en España y en que Prim se negaba a consumar el sacrificio de un país indepen­diente y heróico; la cancillería de Madrid perpetraba Ja incursión bélica, llamada "Ex­pedición Científica", a nuestras costas. El 10 de Agosto de 1862 salía de Cádiz con rumbo a estas playas toda una escuadra, en la cual entre los hombres de guerra, via­jaban media docena de hombres de ciencia, a las órdenes del Comandante Luis Her­nández de Pinzón. Inmediatamente el patriotismo peruano se puso de pie, y las ho­jas creadas para la defensa de México y de la América, dieron la voz de alar¡na con­tra la amenaza que se cernía sobre el Continente. Al año siguiente un diferencio en­tre labradores españoles de la Haciend,a Talambo, ·.en el Norte del Perú, y el pro­pietario de ella, ventilado con arreglo a ley ante nuestros tribunales, dió pretexto a Pinzón para un acto de piratería, y, con su escuadra reforzada con nuevas naves,

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apropió de las islas de Chincha, apresó a la guarnición peruana que las custodia­. levantó en ellas el pabellón de Isabel IL • o voy a hacer el relato de los acontecimientos posteriores. Q uiero recordar solamente que los pueblos del Perú y de las naciones del Pací­

= A ustral consideraron causa propia el atentado de la escuadra española; y el Con­~eso de Plenipotenciarios de América, reunido en Lima el 14: de Noviembre de 1864, =laró que la cuestión era americana.

P rodújose entonces el divorcio entre la política gubernativa del General Pezet y :z otalidad del país, representada por el Parlamento, cuyo Presidente el Maris.cal Castilla , pedía la sanción inmediata por medio de las armas, y por el público todo, ~=.e se exteriorizaba desde las columnas de los periódicos y desde los bancos de las ;=uelas. Todo el país vibraba de indignación y de ira. La nación, pobre de fuer­= materiales, pero pletórica de las del espíritu, no dudaba de su potencialidad y, e: codo caso estaba resuelta al sacrificio antes que a la humillación.

Y el Ejecutivo, miope ante el cuadro elocuente que a su vista se extendía, íncom­~ivo del poderío de las fuerzas nacionales, sordo ante el clamor de los pueblos, -eyó que por encima de la dignidad y el derecho de las naciones, primaban los cáku­:.OS y el espíritu de conservación; y , dando un paso inconsulto en este sendero, pactó d cristemente célebre tratado de Vivanco-Pareja, que humillaba a la República y contra­;-'..aba al sentimiento universal de los ciudadanos, ansiosos de repeler a la fuerza con la :::.ena, y conscientes de su propia importancia. Entonces estalló la rebelión en to­::CS los ámbitos del Perú. E staban sintonizados los ánimos. Sólo faltaba el hombre, ¿ Caudillo que convirtiese en pólvora y acero lo que hasta esa hora era sólo emoción : sentimiento. Ese hombre fué el Coronel Mariano Ignacio Prado, Prefecto de Are­.,, ·pa. Todos los pueblos del Sur se pusieron bajo sus órdenes y una a una se le ple­= on las unidades de la Escuadra.

Al mismo tiempo estallaba en Chiclayo un movimiento igual, encabezado por el Coronel José Balta; pero el del Sur av2nzó arrollador a lo larg.o de los Andes y, con e. Coronel Prado a la cabeza, posesionóse de Jauja y descendió a la Costa, para au­= la acción de sus fuerzas de mar y tierra.

Mientras tanto la Escuadra española había actuado 0

contra Chile; y el Brigadier ...uJtonio Pareja, diplomático, militar y jefe de la expedición, humilló a la nación del =::::: cañoneando durante varias horas el puerto de Valparaíso.

Las naciones del Pacífico reaccionaron, y comenzó a cristalizar entonces el pac­de la Cuádruple Alianza, para defenderse en conjunto contra la agresión española.

El Gobierno de Pezet mantuvo su política hasta el último momento, y las tropas ;~volucionarias , con el justificado título de RESTAURADORAS tomaron Lima por asalto, después de una reñida brega; y el General Mariano Ignacio Prado asumió el ;xxler, con el título de Dictador, llamando al Gobierno a las figuras más brillantes del :;:>ensamiento peruano, cinco insignes estadistas y esforzados corazones: el doctor José Gálvez, el ardiente tribuno, jefe de los liberales, que cor.onó su existencia de prócer, dndíendo fa vida en el combate del Callao, como Ministro ·de Guerra, en la explosión ::cl polvorín de la Torre de la Merced; Manuel Pardo, el joven financista que ocho años más . tar.de presidiría el régimen memorable de 1872; los doctores José María

uímper, Toribio Pacheco y José Simeón Tejeda, juristas, diplomáticos y virtuosos dadanos de realzada figuración en nuestra historia.

Prado declaró la guerra a España, improvisó la defensa nacional. .·secundado por d apoyo y el aplauso unánime de la ciudadanía; otra vez los hombres de la palabra

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de oro y los bardos arengaron desde las tribunas, y Ricardo Palma, el monarca de nuestras letras, dijo:

Antes que usar de esclavos la librea Y el título abdicar· de soberanos. Que el Mundo de Colón tornado sea En vasto cementerio ¡AMERICANOS!

Tocó en la Cuádruple Alianza de Bolivi3, Chile, Ecuador y Perú, a nuestras ar­mas decidir la suerte de ellas en dos combates navales. El 7 de Febrero en Abtao, la flota aliada, bajo el _comando del Almirante Manue¡ del Villar, puso en retirada, después de un combate Cle dos horas, a la escuadra española. El 2 de Mayo del año siguiente, en el encuentro dedsiv.o, ambos contendientes hicieron derroche de temeri­dad y de grandeza. El Ccmandante español, Méndez Núñez, consciente del poder de nuestros cañones y del espíritu que al!imaba al Perú, tomó la ofensiva, cumpliendo su gallarda promesa, pues había dicho: "Antes oue buques sin honor, prefiero honor sin buques"; y, a la caida de l~ tarde y entre 13- obscuridad de las nieblas, se retiró con su escuadra maltrecha y desapareció en las lejanías del Pacífico.

Esta es la obra del General Mari3no Ignacio Prado; ésta es la figura que la Na­ción cubana inmortaliza, elevándola a la dignidad del bronce.

Señores:

He abusado de vuestra condescendencia, os he fatigado desconsideradamente; me he dejado arrastrar por el entusiasmo que estos grandes acoi;itecimientos despiertan y, sobre todo, os he retarda do el momento, que tan ansiosamente esperáis, de escuchar la palabra elocuente y prestigiosa del Excmo. señor Carbonell, Embajador de Cuba, que en su breve visita a estas playas háse colocado en un sitio preferente en nuestra admiración y profundo en nuestros corazones, y en cuya persona saludo, con toda la efusión de mi alma, a la isla prócera y generosa, por tantos vínculos unida a nuestra patria.

Y vos, señor Manuel Prado, disculpad la indiscreta extensión de estas palabras en las que he querido expresar el porqué del doble homenaje de la Nación cubana a los varones ilustres, cuyo nombre lleváis con tanto brillo y habéis acrecentado tan grandemente en los cinco 2ños de prosperidad interior y grandeza exterior de vues­tro Gobierno.

Acto seguido, el Embajador de Cuba, doctor Néstor Carbonell, dió lectura al discurso que reproducimos, siendo igualmente aplaudido:

Excmo. Sr. Presidente de la República; Excmos. Sres. Ministros de Estado;

Excmos. Sres. Embajadores y Ministros; Honorables señores jefes y oficiales del Ejército;

Señoras y señores:

En el dia de .hoy, allá en la isla amada que besan de continuo' la1¡, olas ,de la ¡nar, se ha llevado a cabo la inauguración del monumento que la gratitud de un pueblo, el

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mío, ha erigido a la memoria del héroe en el Perú del Dos de Mayo, -fecha que marca la consolidación de la independencia hispanoamericana. Sí, hoy, allá en La' Habana, bajo los rayos de un sol ardiente, muchedumbres entusiastas, rodeando a las altas autoridades del gobierno y llevando en ?.!to las banderas simbólicas, han acla­mado y v'itoreado, - hecho piedra desafiadora de las inevitables agresiones del tiem­po, - al amigo generoso de los cubanos, no en sus horas de rigodones ·y banquetes. sino en sus horas de sangre y de martirio ... Y hoy también, las aguas de la bahía a que hace centinela perenne el Morro Secular, se habrán estremecido de gozo y ha· brán como entonado un epinicio, al recibir en su seno el buque de la Armada cubana que lleva el nombre de aquel gallardo paladín que poniendo la carne en el asador del heroísmo, escribió una de las más vibrantes páginas del poema de hierro y fuego que vivieron los emancipadores de Cuba.

Bien está en el mármol. como bien está en el bronce( el varón ilustre que se lla­mó Mariano Ignacio Prado, - sellador con su espada de la libertad de su tierra, y alentador> con la palabra y con la acción de la libertad de otra tierra, presa enton­ces de una monarquía vetusta, mantenedora en ella de una infeliz colonia. Y bien es­tá el nombre de Leoncio Prado en la proa de un buque en cuyo palo mayor flote al aire la enseña de la estrella sola, la misma que él hizo ondear un día, ante la admi­ración de propios y extraños, sobre el palo mayor de un barco arrebatado al enemigo entre fogonazos y golpes de machete.

Bien está en el mármol, como bien está en el bronce, el_ jefe insigne que supo, con su valor y su pericia, abatir en el Callaio el poder que amenazaba la soberanía de su patria; el caudillo .epónimGl que ganó el combate de más trascendencia, después de Ayacucho, para el continente colombino. Po; que la batalla del Callao no fue una operación bélica llevada a cabo por un capitán afortunado. Fue algo más que eso, fue la última etapa sangrienta realizada en favor de la independencia de América. Fue el mur.o granítico, el valladar potente que cerró para siempre el paso a las con­quistas en este continente.

Bien está en el mármol. como bien está en el bronce, el hombre que después de tan resonante triunfo, no se puso a pavonearse entre venias cortesanas o vociferan­tes griterías demagógicas; ni se echó por los caminos, tremolando la bandera de los vencedores sobre las cabezas de los vencidos. Bien está en el mármol, como bien es­tá en el bronce, el marcial estadista que después de encarar la muerte en la pelea y de haberle conocido la hermosura; de haber sentido sobre la frente la caricia de la gloria y sus centelladas; de haber sembrado con sus manos el laurel que habría de darle sombra eterna, quiso ir, caballero de una caballería de la que Bolívar y San Mar­tén fueron los fundadores, a sangrar, y a morir si era necesario, por la redención de un país donde no había nacidc ...

El General Mariano Ignacio Prado es ya para los peruanos, como una ciudad vista a distancia. Su recuerdo perdura y perdurará, como perduran las ciudades, aun­que hayan sido sacudidas y maltratadas en sus cimientos por los temblores más vio­lentos. Los peruanos lo verán siempre como en aquella mañana de mayo de 1866, haciendo oír su voz de mando po:- encima del ruido de las olas y de los estampidos fragorosos ; lo verán siempre como en aquella mañana, con el corazón pronto a esta­llar de cólera patriótica, recorriendo fortines y a trincheramientos erizados de cañones. y señalando a todos sus soldados el único camino a seguir, el de la victoria . .. Los peruanos no olvidan ni olvidarán al General Mariano Ignacio Prado. Mas, si qui­sieran olvidarlo, ahí estaría el Calleo - mortero de piedra en el que la Fama ma­chacó su nombre haciéndolo una joya de relumbrantes resplandores ...

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Para él ya no ha·y olvido posible. Los héroes. como dijo Martí, son propiedad humana, comensales de toda mesa y de toda casa familiares; Ellos continúan vi­viendo en el descanso del cementerio. Sus tumbas son aras de comunión, altares de sacrificio, templos donde se ora , y se jura. El espíritu de los héroes flota s.obre los puebloos por cuyo bien lucharon. Así ahora, el espíritu del General Mariano Ignacio Prado. flota sobre los pueblos del Perú y de Cuba, y se hace puente de confraterni· dad y amor; arca santa guardad.ora de gratísimas memorias y consoladoras esperan­zas. Los héroes renacen al morir para no morir ya más. Sobre sus sepulcros va­cíos, fulguran luces de inmortalidad y crecen flores de las que no se secan.

El mausoleo levantado en Lima al General Prado, como el monumento instituido en La Habana serán, a través de los años, para cubanos y peruanos, lazo de unión estrecha, sendero siempre abierto para el amor. Por el Perú, el General Prado ex­puso su vida. Al Perú le dió toda la bravura de su espíritu y toda la inteligencia de su cerebro. Por Cuba, por su emancipación, dió oro de su bolsa y sangre de sus propias venas. Por Cuba, y no en un arrebato irreflexivo, sino guiado por razonada convicción, dió oro de su bolsa y sangre de sus · venas, al señalar a los hijos bienama• dos el camino sembrado de cruces de los fundadores de nacionalidades.

Y que hijos los suyos ¡Leoncio, Justo, Grocio ... Leoncio, el primogénito, juega de niño con espadas y fusiles. En la escuela se distingue más por la bravura que por la aplicación. Imberbe aún, gusta de frecuentar los cuarteles y de· dirigir arengas inflamadas a los soldados. Con doce años apenas se enrola como guardamarina en la fragata Amazonas, y se bate en el peñón de Abtao, recibiendo por su comporta­miento las congratulaciones de sus superiores. Y más tarde, cuando en el Callao só­lo se respira el humo de la pólvora y un viento de dolor y de muerte sacude en el espacio racimos de almas; cuando en el Callao todo es tronar de cañones, ayes de heridos y vivas de triunfo, surge entre los combatientes, resplandeciente como el sol, toma parte en la batalla y apura luego, en la misma copa que el padre, el vino del triunfo y de la gloria . ..

Enviado a los Estados Unidos, ingresa en el oolegi.o de ingeniería establecido en la capital del Estado de Virginia. Pero hasta las aulas alegres, Je llega la noticia de que Jos cubanos, abandonando el boato y la molicie, se han lanzado al campo del honor dispuestos a conquistar la independencia o perecer en la demanda. Oye hablar de Céspedes, el iniciador de la revolución, augusto sacerdotal; de Agramonte, el ar­cangélico y valeroso adalid de la resistencia heroica; de los romancescos hechos de armas de Máximo Gómez y Antonio Maceo, y arrebatado, lleno de un júbilo casi infantil. abandona el colegio y sale, como nave empenachada ansiosa de mares ·re­vueltos. a ofrecerle sus servicios a la patria de Céspedes y de Agramonte, de Máximo Gómez y Antonio Maceo.

Sin que sepamos cómo, llega a los campos de Ja revolución, ingresando en - las huestes libertadoras, desmadejado el cabello, alta la frente e inquieto el brazo. Y sin que sepamos cómo, abandona la manigua rebelde y aparece de nuevo en el Co­legio del Estado de Virginia, en Ja gran república del Norte. Enterado a poco de que el autor de sus días ha llegado a N ew York y está ayudando a los cubános en su lucha por Ja libertad, a él se dirige en solicitud de _un formal permiso para alis­tarse como soldado de Cuba libre. La respuesta no se hizo esperar. El padre aquel que sabía que nunca es más pequeño el hombre que cuando desprecia Ja oportunidad de ser grande, Je envió en seguida, junto con la licencia pedida, una carta expresán­dole que eran sus deseos el que fuese uno de los fundadores de la nacionalidad cu- · bana.

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Debidamente autorizado ya, se presentó a la Junta revolucionaria pidiendo embar­;::z.-se en la primera expedición que saliera rumbo a las playas cubanas. Dos veces iagó hacerlo, pero el fracaso lo devolvió a la ciudad de donde había salido. Fue en­

es que concibió la idea de hacerse corsario. Fue entonces que fraguó en su men­que era un incendio, un plan que parecía salido de los talleres volcánicos. En

=ión de varios compañeros, todos bajo sus órdenes, tomó pasaje a bordo del vapor ~;iañol "Moctezuma". Ya dentro dispone discretamente el lugar que cada uno debe OCI!par para el mejor éxito de la empresa. Y cuando el vapor se halla lejos de la =ta dominicana, cuando por todas partes no se ve sino cielo y mar, y la tarde co­::.:> un manto de sombra va cayendo; cuando el capitán y su oficialidad, así como los ;asajeros, se disponían a sentarse a la mesa de comer, irrumpe, la mirada indómita y 6 ademán resuelto, proclamando ante el asombro general que tomaba posesión del

tezuma" en nombre de la República de Cuba. Dicho esto, se prodt1jo una refriega, en la que perdieron la vida algunos oficia­

.es y miembros de la tripulación, recibiendo el propio Leoncio Prado, una herida en la cabezél. Realizada la novelesca hazaña, aquel jovenzuelo a quien el sol le reto­=a!>a por las venas, enarboló en el palo más alto del buque la bandera de Cuba, ~<peniendo bautizarlo con el nombre de "Céspedes", en homenaje al perínclito pre-

r sin miedo. · En la necesidad de proveerse de carbón para las máquinas y de alimento para la

~;mlación, luego de poner a salvo a los pasajeros, vaga a la ventura por el mar Ca­:-..:>e, cuajo de cañonews enemigos ganosos de darle caza. Persiguiendo este pro­;ós:ito se acerca a las costas centroamericanas, pero en alguna parte encuentra refu-

y, mucho menos, donde proveerse la vitualla y combustible. Así continuó, hasta un día de nubes plomizas en el cielo y vientos huracanados en el alma, viéndo­

SE: acorralado por tres unidades de la flota española, y en la imposibilidad de hace!'le ::-ente y presentarle combate, decide, sin una vacilación, poner a salvo a sus cama­::-.?tlas y volar el barco. Tal como lo concibió lo puso en práctica. Muy cerca . de

costas de .Nicaragua, hizo que todos sus acompañantes saltaran a los botes de salvamento, y ya sólo sobre la cubierta del barco en el que se había incubado tantos

- os heróicos, le prende fuego a la Santa Bárbara, ganando a nado la costa, desde cual escuchó a poco la . explosión atronadora que llenó el espacio, anunciando a la

eridad que el pira ta Libertador Leoncio Prado, antes que entregar su barco a l f'::"..migo, había preferido c-onvertirlo en un montón informe de ruinas humeantes y re­

. dos hierros. Aunque puesta a precio su cabeza, volvió. a los Estados Unidos, dispuesto a pro­

seguir al servicio de la revolución cubana. Pero la guerra que había comenzado ·el de Octubre de 1868, en .1878, diez años después, comida en las entrañas por J.os

en-or es de unos y las pequeñeces de otros, rodaba al abismo. Sus jefes más cens-os y abnegados, cansados pero no vencidos, se vieron en la necesidad de pactar ·

= paz sin gloria pero sin deshonor. Cayó así en el Zanjón la guerra que había e.o· =zado en Yara. Sabedor de esto Leoncio Prado, apesadumbrado el corazón, y ::.espués de intentar buscarle nuevos caminos a la libertad de Cuba; fue llamado por

patria, y a ella corrió animoso, sacrificando más tarde su preciosa existencia, con .e limpieza y estoicidad de los antiguos cristianos.

¿Y Justo? ¿Y Grocio? También ellos escribieron con letras de luz sus nombres en la lista de honor de los libertadores de Cuba. También ellos, r.ibandonando la co­=xxlidad y los afectos fueron a padecer hambre y persecución en los ásperos mani·

::ales de la serranía cubana. Al lado del General Máximo Gómez, el dominicano

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austero y valeroso, de las arremetidas milagrosas, se mantuvieron en el servício os­curo de la libertad de un pueblo. Sean para ellos también las flores piadosas de la gratitud de mi patria.

Bien hizo el Congreso de la República de Cuba en aprobar como aprobó, en se­sión inolvidable, puestos de pie sus componentes, la moción por la cual se disponía levantar en la ciudad de La Habana un monumento al General Mariano Ignacio Pra­do. Bien, hizo, asimismo, dicho Congreso en aprobar como aprobó, otra laudable moción, por la cual se disponía darle el nombre de Leoncio Prado a una unidad de la Armada cubana. Y bien hizo el señor Presidente, Mayor General Fulgencio Ba­tista, en sancionar como sancionó los referidos acuerdos y en actuar sin descanso en favor de llevarlos a feliz término. Y bien ha hecho, en fin , el pueblo todo de Cuba, en sumarse a estos homenajes que dicen de su gra titud sincera. La gratitud es ley del corazón. Agradecer es una de las más bellas formas de amar. Honrar a quien honor merece, es la única noble manera de honrarse a sí mismo .. .

Finalizado el anterior discurso, la banda de músicos instrumentó el Himno Nad o• na! Cubano.

Luego, el Presidente de la República pronunció el discurso que transcribimos:

Señores:

En el día en que el p\leblo cubano rinde homenaje al Perú con la inauguración del Monumento erigido en una de las más bellas avenidas de La Habana al General Mariano Ignacio Prado y dando el nombre de Leoncio Prado a una unidad de su Ma­rina de Guerra, el ilustre representante diplomático de Cuba, por encargo de su Go­bierno, ha colocado, por la mañana, una ofrenda .en la tumba del Vencedor del 2 de Mayo y otra en la del mártir de Huamachuco; y esta tarde acaba de recordar, en magnífico y sentido discurs.o, nuestra desinteresada contribución a la independencia de su noble Patria.

Estas actuaciones, profundamente significativas, son el eco grato de las esplén­didas fiestas de confraternidad que se están realizando en la tierra de Martí, fies­tas en la que Cuba vuelca los tesoros de su tradicional hidalguía y de su afecto fra­terno por el país que en la hora de la prueba estuvo a su lado para ayudarla en la gigantesca empresa libertaría con sus recursos y con la sangre de sus hijos.

Unido por los más íntimos lazos familiares a los hombres cuya memoria está glo­rificándose, no he de referirme a lo que hizo mi padre desde !a Presidencia de la Re.­pública y fuera de ella para realizar también en la hermosa isla de las Antillas y aún en las Filipinas sometidas al dominio de España, el gran sueño de toda su vida vi­brante y apasionada de libertador. Si el deber no lo hubiera llamado a su Patria, habría combatido personalmente por la emancipación de Cuba con la espada victo­riosa que consolidó para siempre en las playas del Callao la Independencia del Perú y de América, cerrando la deslumbrante trayectoria de Junín y de Ayacucho. No señalaré tampoco los hechos que mis hermanos Leoncio, Grocio y Justo cumplieron eP las aguas del Mar Caribe y en la manigua cubana, siguiendo el ejemplo paterno e impulsados por idéntico afán de lucha y de sacrificio' para ver brillar sobre todos nues­tros pueblos el sol de la justicia y de la libertad.

Quiero sí destacar, en toda su trascendencia, que el resorte esencial en la acción de los fundadores de nuestros Estados soberanos fué la solidaridad, elevado sentimien­to que hermanó muchas banderas en un mismo campo de batalla y que hizo de las

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gestas emancipadoras en distintas áreas geográficas un solo e inmenso crisol donde se fundió el alma única e inmortal de nuestra América. De ahí que resurgiera ese senti­miento con la fuerza que tuvo en: aquellos tiempos heróicos apenas se vislumbró la amenaza de la opresión totalitaria y de ahí que nuevamente se confundan nuestras Enseñas para la defensa común del Continente. A esa unidad espiritual obedece tam­bién el interés por exaltar a las figuras preclaras que dnspirarcn sus actos en el más puro ideal americanista, como lo atestiguan las ceremonias conmemorativas que tienen luyar hoy en Cuba y la simpatía calurosa con que se asocian a ese homenaje las de­más Repúblicas hermanas, consagrando así su significación continental. A ellas y a sus eminentes Mandatarios les envío desde esta excelsa tribuna mi acendrado reco­nocimiento.

Bienvenida sea, señores, toda iniciativa para fortalecer nuestra unión. Puebbs y Gobiernos debemos trabajar con incansable empeño para hacer de la solidaridad y la cooperación la base permanente de nuestro desarrollo económico, político, social y cul­tural. Sólo así permaneceremos fieles al sentido de nuestra historia y podremos con­tribuir eficazmente al bienestar, a la seguridad y a la tranquila convivencia de la hu­manidad futura, redimida por el dolor y la muerte de los egoísmos, de las violencias y de los errores que dieron _origen a la trágica c•ontienda actual. ·

Termino estas breves palabras, renovando mis agradecimientos a los Comités que propugnaron el homenaje de La Habana, integrados por descendientes de héroes, en­tre ellos el gran tribuno Emilio Núñez Portuondo; al generoso pueblo cubano que hizo suyo el propósito; al señor Presidente de la República y a los Poderes Públicos de Cuba que le prestaron todo su apoyo. Agradezco, también, por esta actuación a la Socie­dad Fundadores de la Independencia, a la Sociedad Bolivariana y al . Instituto San­martiniano en cuyo nombre su prestigioso Presidente ha levantado su voz autorizada de reputado historiador para enjuiciar, en términos que aprecio muy de veras, la obra de los próceres de mi estirpe y la que vengo realizando en el Gobierno. Y para \-os, se.fiar Embajador, mi hondo reconocimiento en mi calidad de Jefe del Estado por las elevadas y cordiales expresiones que habéis dedicado a mi Patria; y mi personal gratitud por la emocionante evocación de aquellos de los míos que consagraron su fervor de americanos a la causa servida por varones dignos de la epopeya corno Cés­pedes, Martí, Agramonte, Gómez, Maceo y santificado por el herpísmo anónimo, los indecibles sufrimientos y la abnegación ilimitada de los patriotas cubanos cuya recom­pensa es la bandera que flamea y flameará por siempre en lo más alto de vuestro Morro legendario.

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La Uisita del Presidente de la República a la Provincia de Jauja

Homenaje al Prócer fray Bruno Terreros De "La Opinión Popular", Oroya, 21 de agosto de 1944

La provincia de Jauja ha rendido una cálida y espontánea manifestación de c1v1co aprecio a la persona del señor Presidente Prado con ocasión de su histórica visita a esa ciudad, llevada a cabo el 17 del actual. Cincuenta mil almas, procedentes de los más apartados lugares, sin más solicitación que e! anuncio que se les hiciera de la llegada del magistrado se agruparon en la plaza mayor y en las calles que le daban acceso, para tributarle el más grande homena je que se regis tra en su historia. E l álbum de plata con 10,000 firmas que le fuera entregado representa la adhesión de la ciudadanía a la persona del mandatario, exclusivamente.

A las 9 y 30 a. m., se constituyó en la ciudad de Muquiyauyo el delegado de la Sociedad Fundadores de la Independencia señor Luis Teobaldo Ibarra y depositó, en nombre de su representada, una hermosa corona de flores naturales al pie de la placa fijada en el frontispicio de la casa del prócer Terreros, acto que fue calurosamente aplaudido por la enorme concurrencia que en el parque esperaba la llegada del Pre­sidente doctor Prado.

U no de los principales números del programa oficial comprendía el homenaje que, a iniciativa del Instituto San Martiniano del Perú ,se rindió en la ciudad de Muqui­yauyo al prócer de la Independencia Fray Bruno Terreros y Baldeón que alcanzó ex­tra.ordinaria significación con la presencia del P residente doctor Prado quien, al des­cender de su carro, después de haber sido saludado por el Alcalde Municipal doctor Francisco Jinés, miembros del Concejo, doctor Luis Alayza Paz Soldán, P residente del Instituto San Martiniano, señor Luis Teobaldo !barra, delegado de la Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores el 2 de mayo de 1866 y Defensores Ca­lificados de la P atria, doctor Adolfo fü·avo Guzmán, D irector del Colegio Nacional de San José, doctor Enrique Cavero Egúsquiza, Agustín Bustamante, Luis B. Jinés y Jefe de Línea Comandan,te Rolando Vega, fue cargado en hombros por el pueblo y conducido a la tribuna oficial doride tomó asiento en unión de su comitiva formada por el Presidente de la Cámara de Diputados doctor Carlos Sayán Alvarez, Ilustrísimo Monseñm Francisco Rubén Berroa Obispo de Huánuco, Senadores por el Departa­mento doctores Aguirre Morales y Manuel D . Piélago, diputados por Huancayo y Jau­ja doctores Peñaloza y_ Garc¡a, respectivamente, sus edecanes Comandante García y

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Mayor Gambeta, el Jefe del Departamento de Informaéiones doctor J. Mac Lean; y . Prefecto del Departamento señor Alba Bardales.

La actuación se inició con el discurso del Alcalde doctor Jinés, siguiéndole en .el uso de la palabra el Presidente del Instituto San Martiniano doctor _ Alayza quien pro­nunció una bella alocución patriótica que mereció grandes aplausos. Habló en seguida ~¡ escritor señor Clodoaldo Espinoza quien obsequió al Presidente_ su obra "Facetas de Jauja". Llevó la palabra oficial de la Sociedad Fundadores de la Independencia, el se­ñor Luis Teobaldo !barra y, en nombre del obrerismo, habló don .Nacián Antonio .. El Presidente Prado descorrió el velo de seda que cubría la placa y las bandas de mú­sicos tocaron el. himno nacional después de lo cual se dió por terminado el acto.

El discurso que corrió a cargo del señor !barra, delegado de la Sociedad de Fun­<ladores de la Independencia, es el siguiente:

Señor Presidente de la República; Señor Presidente de la Cámara de Diputados;

Señores Ministros de Estado; Señor Alcalde Municipal;

Señores:

El Instituto Sanmartiniano del Perú, dignísima institución patriótica que rinde <:ulto a la figura esclarecida del gran Capitán de los Andes y a la de los próceres de nuestra emancipación, ha querido honrar la memoria de uno de ellos, el Coronel Fray Bruno Terreros, colocando, con ocasión de la auspiciosa visita del señor Presidente de la República, doctor Manuel Prado, una placa de bronce en esta casa que fue en la que aquél naciera hace más de una centuria. ,

Informada de este importante acontecimiento la Sociedad Fundadores de la Inde­pendencia, Vencedores el 2 de Mayo de 1866 y Defensores Calificados de la Patria, .que, a su vez, rinde culto fervoroso a nuestros próceres y a nuestros héroes, no podía faltar a esta cita del patriotismo, y es por eso que se ha dignado conferirme el alto ho­nor de representarla en esta solemne ceremonia destinada a exaltar la figura del ínclito muquiyauyino Coronel Fray Bruno Terreros, sacerdote y soldado, que supo aunar, en su alma sencilla y buena, la fé en Dios y el amor a la Patria, hermosa conjunción de idealismo que glorifica su existencia con heróicas hazañas y santifica su muerte con la ~ureola del martirio. •

Hace veintitrés años que, con ocasión de celebrarse el primer centenario de nues­tra independencia nacional, los hijos de Jauja, residentes en el Cerro de Paseo, ofren­daron a su ciYdad nativa una placa de bronce en la que quisieron inscribir perpetua­m ente el nombre de los hijos ilustres de la provincia. En esa ocasión. y en ceremonia solemne, al hacer entrega de esa placa y presentar a la consideración pública, acaso _por primera vez entre nosotros, las figuras esclarecidas de José Suárez y Ferrnín Silva, que en Junín y en Ayacucho escucharon los clarines anunciadores de la victo-1·ia, de Fray Bruno Terreros, legendario guerrillero del Mantaro que batía a los ejér­citos realistas con la bravura de sus huestes improvisadas, y de las her0oínas Toledo, me cupo pronunciar estas frpses que recobran actualidad en estos instantes : "Las tum­bas gloriosas -de los antepasados, están cubiertas con el polvo del olvido. Sus voces augustas, las que clamorearon mil victorias y señalaron nuestr.::is destinos con regue­ros de luz, se apagan y desmayan, en el estrépito de fas pasiones en lucha, corno se c:paga la dulce cadencia de los surtidores que lloran su plata silenciosa ante el fragor de las tumultuosas y sonoras hondas de t!n mar embravecido" y , precisando el sentido

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de nuesfr.o homenaje, añadía: "Es la Justicia reparadora qué desentierra las glorias cil­vidades para ejemplo y veneración de 1.as nuevas generaciones. Se trata de respirar aromas de fradieión; de bañar el alma en la evocación del pasado. Se quiere limpiar las tumbas polvorientas, romper un sueño de siglos y, al mágico conjÚro del recuer­do, reverdecer Jos laureles que el olvido marchitó". Y es así señores, como, precisa­mente, con sentido de jus'ticia, el Iristituto· Sanmartiniano, que se ha impuesto el deber de exaltar la memoria de nuestros próceres, cumple hoy, como ya lo hiciera en anterio­res ocasiones, con desenterrar del olvido, en medio de la gratitud de este pueblo y del aplauso general, la figura epónima del Coronel Fray Bruno Terreros.

El valle de Jauja fue el campo de los más importantes sucesos ácaecidos durante la Campaña Libertadora. Su suelo sirvió, alternativamente, para equipar y alimen­.tar tanto a los ejércitos patriotas como a los realistas. A los primeros con devoción íntima; a los segundos bajo el imperio de las circunstancias. Fue también el escenario de hechos heróicos que, en ocasiones como la presente, deben recordarse sobre todo si se trata de rendir un homenaje al patriotismo, nunca desmentido, de la mujer peruana que, con acciones distinguidas, ha enriquecido las páginas de nuestra historia patria: Permítaseme, entonces, que traiga a nuestra mente el recuerdo de un gesto espartano realizado a la vera del Mantaro, en la tierra heróica de Concepción. Es más necesario este recuerdo porque J.os desmanes de los realistas, frente a esa acción y a la conducta de los patriotas en Chupaca, conmovieron fuertemente el espíritu de Terreros indu­ciéndolo a tomar las armas en defensa de la libertad.

Era el 21 de abril de 1821. Las tropas patriotas habían avanzado de Tarma a Jauja. Ese mismo día los realistas, al mando de Valdez, abandonaban Jauja para di­rigirse a Concepción por la margen derecha del Mantaro. Informadas del avance de las tropas españolas, tres mujeres, vale decir, tres respetables matronas, doña Juana de Toledo, esposa de un a rgentino natural de Salta, que había formado su hogar en Con­cepción, y sus hijas Teresa y Rosa, poseídas de ardiente amor patrio, deciden impe­dirles el paso por el puente colgante y animan a los hijos del lugar para secundarlos en el arriesgado empeño. Se arman y en compañía de un grupo de vecinos se para­petan al extremo del puente y cuando la cabeza de la división de Valdez empieza a desfilar recibe por el lado opuesto una descarga. Caen algunos soldados y se replie­gan los restantes. Valdez indignado. manda romper un vivo ' fuego de mosquetería, con la ayuda de dos cañones ventajosamente situc.dos, que causa destrozos y dispone que los húsares atraviesen el puente lo que éstos hacen con manifiesto ademán de cum­plir la orden. Advitiéndolo así las Toledo, abandonan sus parapetos y avanzan resuel­ta y estoicamente a la cabeza del mencionado puente y , con las herramientas de ante­mano adquiridas, cortan los cables bajo la acción de la metralla del enemigo y caen al agua un gran número de soldados, imposibilitando a los demás el acceso a la orilla opuesta. A pesar de este duro contraste continúan las descargas y Valdez intima a grandes voces la rendición prometiendo, pérfidamente, el perdón. Las heroínas lo rechaz.an con altivez y energía. Al caer la tarde el Coronel español suspende el combate y avanza hacia Huancayo. Logra cruzar el río y vuelve sobre Concepción sediento de venganza en la misma medida que su orgullo había sido humillado en la tarde del día anterior y entrega la inerme población a los excesos de pillaje de sus tropas. Las Toledo se refugian en las montañas del Este y más tarde son condecora­das con ·una medalla y con la banda patriótica que el Protector del Perú instituyó en Lima para premiar el mérito de las mujeres que más se habían distinguido en defender y promover la causa de la Independencia.

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Este episodio, y el que, cinco días adespués, se realizó inhumanamente en Chu- · paca por mandato de Carratálá, exaltó el patriotismo de Fray Bruno Terreros indu­ciéndolo a dejar los hábitos para comandar un grupo de guerrilleros cuyos servicios fueron solicitados muchas veces y muy señaladamente por Bolívar en carta que le en­viara el 18 de julio de 1824.

Las guerrillas. organización de origen griego, fueron, entre nosotros, grupos auxi­liares. insustituibles para la eficacia de los reconocimientos y el asedio constante al enemigo. Bolívar les atribuía gran importancia a punto de haber encomendado a Su­cre su ·organización después de la batalla de Junín, lo que motivó la .famosa protesta que éste li; formulara en comunicación fechada en Jauja el 28. de agosto de 1824.

Infortunadamente, no existen datos concretos acerca de la participación de Terre­ros en la guerra magna. Los pocos que se conocen se deben a la investigación acu­ciosa del doctor Luis Alayza y Paz Sold.án, perÓ, seguramente, las actividades de Fray Bruno fueron de gran valía cuando Bolívar, por intermedio de su secretario de Estado Heres, declaraba que el Padre Fray Bruno Terreros. "por sus grandes servicios a la Patria, por su buena conducta y aptitudes sacerdotales" era digno de ser habilitado para obtener en propiedad cualquier beneficio.

Al término glorioso de la guerra de la Independencia el entonces Coronel Terreros pudo continuar sirviendo en el ejército en el que, al cabo de cuatro años, había al­canzado la alta clase que ostentaba. pero, como ni la ambición ni el deseo de me­dro fueron las causas determinantes de su participación en la lucha, sintió revivir su verdadera vocación al sacerdocio, y solicitó entonces, como recompensa de sus servi­cios, el permiso necesario para reingresar a su tonvento. Bolívar que sabía apreciar los sentimientos elevados, gestionó ante la autoridad eclesiástica su rehabilitación sa­cerootal y reingresó al servicio del curato de Mito que se le confió en vez del de Chu­paca, acaso, por su mayor jerarquía.

Pocos años disfrutó Terreros de la tranquilidad de su Parroquia. Un día se le solicita para prestar los últimos auxilios espirituales a un moribundo en la orilla iz­quierda del Mantaro. Desoyendo el consejo de quienes advirtieron el peligro que co­rría al intentar vadear el río, encontró la muerte en sus torrentosas corrientes. Así Bruno Terreros coronó con el martirio, por cumplir el deber sacerdotal, su hermosa existencia de sacrificio y abnegación. Hij.o del Santo de Asís, su ·postrer momento fue verdaderamente franciscano. Nació en 1788 y tuvo como antecesor remoto al Capitán Diego de Terreros, venido al Perú en la época del Virrey Abascal con pro­pósitos colonizadores. Ingresó en el templo de la inmortalidad a los 44 añ.os de edad. Su huesa está en la Iglesia de Mito. Allí reposan sus restos mortales en espera de su traslado al Panteón de los Próceres como póstumo homenaje a su vida de patriota ejemplar. Digno es de tal honor el Frayle-Coronel a quien alcanzan, por derecho propio, las siguientes frases de la Proclama de Bolívar después de la victoria de A ya­cucho: "Soldados: Habiendo dado libertad a la América Meridional. una cuarta parte del mundo es el monumento de vuestra gloria: ¿Donde no habéis vencido?" .. .

Señ·or Presidente:

Hace cerca de dieciseis lustros que vuestro ilustre padre, el entonces Coronel don Mariano Ignacio Prado, pasó por estos pueblos al mando de sus tropas . victoriosas. en medio del regocijo y la adhesión de sus compatriotas, para hacer culminar en las aguas del Callao. el 2 de Mayo de 1866 la obra de nuestra libertad, conquistada 42 años antes en los campos de Junín y Ayacucho. Y vos. señor, _que sois uno de los

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vástagos ilustres 'de ese ·gran soldado del Perú, estáis haciendo, en estos días , el mis­mo triunfal recorrido en pos de una más efectiva y real unión de nuestros · pueblos a . los que habéis logrado infundir vuestra fe en los destinos venturosos de la Patria.

La Sociedad Fundadores de la Independencia, Vencedores del 2 de Mayo de 1866 y Defensores Calificados de la Patria, de la que sois su presidente nato, os rinde, por mi intermedio, sus agradecimientos por el singular realce que, con vuestra presencia, habéis dado ·a esta ceremonia en que se tributa un homenaje merecido a uno de nues-­tros próceres, lo que dice, bien claro, que ninguna vida noble y austera está perdida para la gratitud de Jos pueblos.

He dicho.

• Discurso del Alcalde de MuquiyauYo.

Dr. Francisco Jinés

Señor Presidente de la República :

De las raíces de mi corazón brotan mis palabras y como mi corazón tiene raigam­bre en este suelo bendito, las raíces de este pueblo tienen palabras de gratitud y de saludo para Ud. al marcar Muquiyauyo una gloriosa etapa en su historia, al recibir con honor y orgullo al egregio Mandatario de la Nación, el Dr. Manuel Prado.

Bienvenido seáis, Sr. Presidente, a esta Comunidad de Muquiyauyo, cuya organi­zación social y económica completamente autóctona, es la admiración y motivo de es­tudio de hombres peruanos y extranjeros.

Bienvenido, a este solar de comuneros, cuyo amor al trabajo, enseña de progre­so y sacrificio por su Patria chica, son banderín de ejemplos y estímulos para las comunidades del Valle del Mantaro.

Y es un orgullo, que nace, nó de una pasión soberbia, sinó de un justo alarde de sinceridad, el hablar así, fundamentado en la siguiente breve 'exposición.

Es asi, cómo por el año de 1865 construyó el canal de Irrigación, príínera fuen­te de todo . su sistema económico, piedra angular para la construcción de nuevas obras cle progreso y para la educación de sus hijos en las Universidades.

Es asi, cómo en 1917 se hace viva -realidad el edificio de la Municipalidad, de los sobresalientes en el Valle y en el qué actualmente funciona la Escuela Normal Ru­ral de Mujeres.

Es así, cómo en 1921 construye, la magnífica obra de la Planta Hidro-Eléctrica, con un costo muy superior a las posibilidades económicas de sus comuneros, y qué, al prestar servicio de alumbrado a la ciudad de Jauja., hemos llevado también resplan­dores y luz de progreso que marque derroteros, que indiquen lo que un pueblo bien unido puede hacer.

E s así, cómo en 1933 se corona la obra de la construcción de un puente carrete­ro sobre el Mantaro, pero con tan pocil suerte para la eounomía de la Comunidad, que inmediatamente pasó al servicio del Estado por la ley de la Vía Libre.

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Sin embargo, no es la Comunidad la que se desmoraliza, sinó qué, en 1941 rt'3jus­ta sus economías y se lanza a la construcción de un imponente loca./ escolar, actual­mente cedido también al Estado, para el fundonarniento de la Escuela Normal Rural de Mujeres; Escuela Normal creada por su digno Gobierno como un valioso obse­quio para esta Con¡nnidad laboriosa.

Esta es la tarea realizada hasta hoy por la Comunidad de este pueblo. Nos que­d2n por hacer, en un futuro muy cercano, dos obras de igual o mayor trascendencia: La dotación de Agua Potable, que beneficie también a Huaripampa y Muqui, proble­ma ligado directamente con la salud de sus comuneros; y la terminación de nuestro Templo, cuyos amplios y sólidos muros reclaman pronta conclusión, para la salud y

ida del espiritu de los fieles. No repararemos en obstáculos y barreras que se presenten, para ver coronadas

nuestras legítimas aspiraciones, y solamente cuando nuestros propios recursos y fuer• zas no nos sean suficientes, acudiremos a su digno Gobierno para solicitar ayuda. Estamos convencidos de que ésta es la ruta que deben seguir todos los pueblos de la República. Grandes y pequeños deben sacrificarse hasta donde humanamente alcan­cen sus fuerzas .• manera eficiente de colaboración con los elevados propósitos de gran­deza de su actual Gobierno.

Muquiyauyo que es un pueblo, nó de palabras, sinó de obras, no sabe de frases que adornan, sinó de trabajos que enorgullecen, pecaríamos de desagradecidos, sinó ensalzáramos, para cumplir con un deber de ciudadanos, al hombre de talento y de gran voluntad que rige los destinos del Perú, el Sr. Dr. Manuel Prado, quien con ma­nos llenas anda· por su Patria, derramando beneficios para todos e identificándose con el pueblo con un ideal democrático. Patriota, que con letras de oro ha sellado nues­tra posición internacional en Zarumilla y en Río de Janeiro. Ciudadano eximio y acertado cuyo elogio excede a toda alabanza. El peregrino revelador de optimismo · y de fé, que seguido y admirado por las muchedumbres levanta el fervor patriótico de los pueblos, sin otro ideal que el de inmolar en aras del altar del sacri'ficio, para encender el sacrosanto ideal de hacer mas robusto y mas vigoroso el espíritu de la peruanidad.

Vos, Sr. Presidente, que arrancáis a la tierra el secreto · de· sus riquezas e inves­tigáis en el callado laboratorio de vuestro eficaz Gobierno la obra engrandecedora del País ; que, lanzáis en estos momentos decisivos de la Nacionalidad, magnífica obra in ternacional para defender y mantener los básicos fundamentos de la convivencia pa­cífica de los pueblos, conquistando un sitio de honor en la política mundial; que, si­guiendo el ejemplo y luminosa estela de vuestros gloriosos antepasados de Huama­chuco, de la Breña . y áe Izcuchaca; y que, llevando en vuestros robustos brazos la an torcha encendida, alimentada con vuestw verbo elocuente y con el ejemplo de vues­tras obras; hacéis una vida gloriosa consagrada íntegramente al noble servicio de la P atria.

Señor Presidente de la República :

Muquiyauyo, pueblo pequeño, pero grande en el trabajo, levanta desde las raíces mas hondas de su corazón, la voz obligada de su patriotismo, para rodearlo y procla­marlo: Huésped de H onor, Máximo Be11efactor de la Patria y GRAN PRESIDENTE DEL PERU.

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Sin embargo, no es la Comunidad la que se desmoraliza, sinó qué, en 1941 rt'ajus­:a sus economías y se lanza a la construcción de un imponente loca./ escolar, actual­mente cedido también al Estado, para el funcionamiento de la Escuela Normal Rural de Mujeres; Escuela Normal creada por su digno Gobierno como un valioso obse­quio para esta Con¡nnidad laboriosa.

Esta es la tarea realizada hasta hoy por la Comunidad de este pueblo. Nos que­<l2n por hacer, en un futuro muy cercano, dos obras de igual o mayor trascendencia: La dotación de Agua Potable, que beneficie también a Huaripampa y Muqui, proble­ma ligado directamente con la salud de sus comuneros; y la terminación de nuestro Templo, cuyos amplios y sólidos muros reclaman pronta conclusión, para la salud y vida del espíritu de los fieles.

No repararemos en obstáculos y barreras que se presenten, para ver coronadas nuestras legítimas aspir¡iciones, y solamente cuando nuestros propios recursos y fuer• zas no nos sean suficientes, acudiremos a su digno Gobierno para solicitar ayuda. Estamos convencidos de que ésta es la ruta que deben seguir todos los pueblos de la República. Grandes y pequeños deben sacrificarse hasta donde humanamente alcan­cen sus fuerzas .• manera eficiente de colaboración con los elevados propósitos de gran­deza de su actual Gobierno.

Muquiyauyo que es un pueblo, nó de palabras, sinó de obras, no sabe de frases que adornan, sinó de trabajos que enorgullecen, pecaríamos de desagradecidos, sinó ensalzáramos, para cumplir con un deber de ciudadan.os, al hombre de talento y de gran voluntad que rige los destinos del Perú, el Sr. Dr. Manuel Prado, quien con ma­nos llenas anda, por su Patria, derramando beneficios para todos e identificándose con el pueblo con un ideal democrático. Patriota, que con letras de oro ha sellado nues­tra posición internacional en Zarumilla y en Río de Janeiro. Ciudadano eximio y acertado cuyo elogio excede a toda alabanza. El peregrino revelador de optimismo y de fé, que seguido y admirado por las muchedumbres levanta el fervor patriótico · de los pueblos, sin otro ideal que el de inmolar en aras del altar del sacrificio, para encender el sacrosanto ideal de hacer mas robusto y mas vigoroso el espíritu de la peruanidad.

Vos, Sr. Presidente, que arrancáis a la tierra el secreto · de sus riquezas e inves­tigáis en el callado laboratorio de vuestro eficaz Gobierno la obra engrandecedora del País ; que, lanzáis en estos momentos decisivos de la Nacionalidad, magnifica obra internacional para defender y mantener los básicos fundamentos de la convivencia pa­cifica de los pueblos, conquistando un sitio de honor en la política mundial; que, si­guiendo el ejemplo y luminosa estela de vuestros gloriosos antepasados de Huama­chuco, de la Breña . y áe Izcuchaca; y que, llevando en vuestros robustos brazos Ja an torcha encendida, alimentada eón vuestw verbo elocuente y con el ejemplo de vues­tras obras; hacéis una vida gloriosa consagrada íntegramente al noble servicio de la P atria.

Señor Presidente de la República:

Muquiyauyo, pueblo pequeño, pero grande en el trabajo, levanta desde las raíces mas hondas de su corazón, la voz obligada de su patriotismo, para rodearlo y procla­marlo: Huésped de H onor, Máximo Be11efactor de la Patria y GRAN PRESIDENTE DEL PERU.

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Sucesos de · 1a Revolución que merecen ser recordados

.(De "La América" de Lima, 25 de Mayo de 1864)

Servía de compañero al cura de Huancayo un religioso franciscano nombrado el Padre Terreros, de buenas oostumbres y muy contraído al desempeño de las obligacio­nes parroquiales, cuando llegaron a la provincia los españoles, despavoridos y en completo desorden, después de haber evacuado esta ciudad en Julio de 1821. Obli­gados a dar este paso, dejando el punto principal de sus recursos, de donde todo lo sacaban; no se cuidaron de llevar lo que en la sierra no podían encontrar. Notaron su falta después, dieron órdenes crueles, feroces, e imposibles de cumplir, y fué una la que obligó al Padre Terreros, más bien godo que patriota, a organizar una partida que causó a los realistas males sin número, y descubrió que bajo la cogulla de fraile se encontraba todo un guerrero. El hecho que nos proporcionó un patriota y un buen soldadó fué el siguiente:

Llegado a Huancayo el general N . ( 1), llamó al Alcalde y le dió una larga lis­ta de oosas, que necesitaba el ejército; previniéndole, que todo debía estar . listo y en poder del Comisario en el término de cuarentaicho horas. Leyó el Alcalde la gran lista por dos o tres veces: encontró en ella cosas que no conocía, y que recelaba que no existiesen en la provincia, y preguntó qué cosas eran, indicando el recelo de que no las hubieren en · el lugar ni en sus contornos. Airado el jefe español, le repuso: "Conmigo no hay observadones a !o que mando: entienda Ud. que en el término se­ñalado estará todo recibido, y . que de lo contrario le vá !a vida: cuatro balas son el castigo de la desobediencia''. · Dada tan terrible oontestación y tan propia del militar español en América, y contra americanos, volvió las espaldas al atónito Alcalde.

Salió éste de la presencia de un digno sucesor de Pizarro y Almagro, y cercio­rado de que no podía ~umplir con entregar lo que no se conocía en la Provincia, es­taba indeciso de lo que haría. Se iría a la montaña? No: abandonaba a su fami­lia, y tiernos hijos y sobre ellos se cebaría la saña española. Lo fusilarían sino entre­gaba todos los pedidos? Le parecía increíble, imposible en hombres que se decían justos y civilizados. Determinó por ésto, aguardar y buscar lo que más se le pedía.

( 1) Como no tenemos certidumbre del feroz español autor del h~cho que narra­mos, y como tememos equivocarnos, ponemos un desconocido, sin que por ésto deje de ser verdadero el suces.o, acaecido ayer, y cuando viven testigos que lo presen­ciaron.

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El pasto para los caballos, las reses, carneros y granos, y el pan para la tropa fueron conseguidos y entregados. De las medicinas ·estuvieron prontas, las que se vendían en los bodegones, pues boticas no las había, y no ·pudo entregar las que no existían. De advertir es, que no hubo un solo habitante en Huancay.o, que no to­mase cartas para defender al Alcalde: uno que no estuviese en movimiento para re­correr la provincia o que no escribiese a los que podían dar Jo que necesitaban o in­dicar siquiera dónde lo podían hallar.

Llegac\a la hora de la entrega, y no estando listo todo lo pedido, hizo el espa­ñol poner en capilla al Alcalde, y tuvo que confesarlo el Padre Terreros.

No podía éste creer, que la · ejecución de un inocente fuese llevada a cabo, y se creyó con bastante persuación para que, abocándose con el terrible español, no deja­se de ser convencido y sacad.o el Alcalde de la prisión, no para el patíbulo, sino para su casa. Buscó, pues, al castellano y le dijo : "Señor he confesado al Alcalde, está inocente; y las cosas pedidas no están en poder del Comisario, por falta del . colector; porque no ha dejado de hacer diligencias, sino porque esas oosas no se encuentran en el lugar ni en los pueblos circunvecinos: se han pedido al Cerro y si las hay las tendrá el ejército". Las órdenes que yo doy, Padre, se cumplen, jamás las retracto. Prepare al reo, porque ese reo hoy mismo debe ser ejecutado".

-Por las entrañas de Nuestr.o .Redentor, por la sangre que ha derramado .. . -Silencio Padre, conmigo · no hay argumentos y si me replica, sepa y entienda,

que también sé hacer fusilar frailes. Retiróse el Padre Terreros de la presencia de quien le acreditaba, que no era

hombre, que era un monstruo sediento de sangre; que tenía un placer en de~ramarla; y se contrajo a ayudar a bien morir, a quien no mataba la naturaleza porque le ha­bía llegado la hora de la disolución, sino un hombre que se decía general de una na­ción civilizada, de una nación que pretende sernos superior en saber y en moral. lo que nosotros no le reconocemos.

Concluido el ministerio, salió el Padre Terreros del pueblo con dos o tres . mo­zos, que Je acompañaron; lo siguieron otros después, y formaron en la montaña una partida de guerrilleros· con los que hostilizaron y causar.On incalculables daños a nues­tros enemigos y verdugos. Las armas fueron proporcionadas primer.o por desertores y después por triunfos conseguidos sobre el enemigo de América. Guerra sin tre­gua hizo el Padre Terreros; gt!erra sin tregua he.Sta que triunfamos en Ayacucho, en que depuso el acero porque ya no había enemigos en el Continente. Guerra sin tre­gua haremos nosotros hasta que no existan nuestros enemigos; que hoy están en las naves, y que por ahora no podemos buscarlos hasta que nos vengan los refuerzos. Por ahora hagámosles todo el mal posible. No compremos una vara de cinta a nues-

os enemigos, no consumamos 1os artefac tos de los que directa e indirectamente nos atacan y quieren esclavizarnos. Traidor es el que les toma el valor de un centavo. Si tan mal les vá en esta tierra , si los agasajos que de nosotros reciben, son corres­pondidos con hostilidades: que la única venganza ::iuestra sea hoy nada comprarles, para que nos dejen en paz y no nos busquen, que de nuestra parte nosotros tam­poco los buscaremos.

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BOLIUAR Y UN MARINO HONRADO: GUILLERMO PRUNIER

Al pie de esta pequeña glosa, van copiadas tres cartas, las tres ya publicadas, per.o cuya lectura estoy seguro interesará, aun a aquellos que ya las hayan conocido.

La primera está dirigida por el General J. J. Flores, comandante general del Guayas y después Primer P residente del Ecuador, a un honrado jefe . del Ejército del Perú: Guillermo Prunier.

La segunda es la respuesta de dicho jefe, defendiéndose de la seducción, y me parece tan bien escrita, que podría considerar.se como un modelo de expresión del honor militar.

La tercera explica la pérdida de la fragata "P residente", la famosa "Prueba"· de la marina española, que obligó al Perú a firmar la paz oon Colombia.

Y como glosa: un panafillo histórico y una líneas sobre Guillermo Prunier. Como es sabido, declarada b guerra entre el Perú y Colombia, l ~ escuadra peruana

conquistó Guayaquil; pero el ejército peruano fué sorprendido en el Portete de Tar­qui (1).

Firmado el tratado de Girón, el 28 de febrero de 1829, las tropas que ocupaban Guayaquil se negaron a cumplirlo (2), y como el Perú tenía la supremacia marítima pudo seguir reteniendo esa plaza.

( 1) .- "uno de esos nudos que de trecho en trecho enlazan por el centro los dos "ramales de los Andes Ecuatorianos", según expresa el D r. Jorge Basadre en su His­toria de la República. Y como jamás debemos los peruanos referirnos a Tarqui, sin recordar al Mariscal Nieto, tomo del mismo historiador, la relación de ese episodio: " En medio de las sombras quizás fangosas que para el Perú tiene esa jornada, e's una " luz aislada el episodio que ocurrió entre el jefe colombiano C amacaro y el general " peruano Nieto. Camacaro mandó dPcir a Nieto que ah.arrase la sangre de sus re­" gimientos y que ambos pelearnn con sus lanzas. Nieto, montado en un caballo ne­" gro que luego se hizo famoso, mató a Camac<iro. Al retirarse Nieto con sus Húsa­.. res, se encontró que el ejército vencedor de Sucre ocupaba la ladera por donde debía .. pasar. Sucre dió orden de no disparar. Nieto que marchaba a la cabeza de sus .. Húsares, se quitó el sombrero saiudár:dolo". Como se ve, no tenemos que acudir a otras fuentes y lugares, para er:contrar epopeya.

(2) .-No está demás recordar los nombres de los jefes que determinaron no entre­gar Guayaquil el 11 de marzo de 1829, que fue ron: el coronel don José P rieto, Coman­dante General del D epartamento¡ el capitán de nav ío comandante en jefe de las fuerzas

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Largo sería historiar los esfuerzos de Bolívar, para destruir esa supremacía mar!· tima del Perú. P rimero intentó la seducción y el soborno, y ahí está como prueba · esta carta que ahora se publica, dirigid<'. por Flores a Prunier, pero inspirada por el Libertador, según en ella bien se indica.

Después compró barcos, para trasladarlos por el estrecho de Magallanes al Pa­cifico, y fracasados todos sus planes, su genio le inspiró lo que el lector encontrará en la tercera carta que '!hora se publica.

El incendio de la Prueba ocurrió el 18 de may•o de 1829 (3) y debido a ello, el Perú se vió obligado a firmar la paz con Colombia, toda vez que perdió esa supre­macía que le había permitido ganar la campaña marítima y ocupar Guayaquil.

Y ahora, las lineas sobre Prunier. No obstante que Prunier había tomado personalmente al abordaje Ja fragata es­

pañola ··La Prueba" y gracias a este acto llegó a pertenecerle al "P erú (4) se Je com­prendió en el juido y fué sentenciado en consejo de guerra, junto con el Jefe de las fuerzas navales capitán de navío don Hipólito Bouchard.

Prunier no se amilanó y trabajando con empeño consiguió rehabilitarse, ya que el Congreso Peruano anuló la sentencia y le volvió a conceder su grado, y también la Orden del Sol que tenía.

Desgraciadamente el golpe había sido muy fuerte , y poco después moría en la

navales don Hipólito Bouchard, el capitán de fragata, comandante de la ··Presidente", don Guillermo Prunier, el de igual clase comandante de la corbeta "Libertad" don Juan Elcorobarrutia, el teniente coronel graduado sargento mayor de caballería de Ejército don Manuel Odriozola, Secretario de la Comandancia General. el capitán de corbeta y del puerto don Juan lladoy, el sargento mayor don Antonio Boloña, comandante de la columna de infantería guarnicionaría y el de igual clase comandante del segundo escuadrón de Dragones de Arequipa don Baltazar Caravedo. Se nombró secretario de la junta extraordinaria de guerra al Capitán encargado del estado mayor de la plaza don Manuel Ros.

(3).-R•osendo Melo, en su Historia de la Marina del Perú, dice que el incendio se produjo "espontánea o criminalmente" y lo describe así: ··Fueron inútiles cuanto es· " fuerzos se hicieron para dominar el fuego. que sólo concluyó cuando consumida toda ·· la madera al aire y llegado a la Santa Bárbara, se produjo una explosión estrepitosa, ·· a cuyo efecto se destrozó la obra viva y los restos se hundieron. Con este motivo ·· se dedujo responsabilidad contra Bouchar y su segundo, sentenciados en consejo de

guerra. Desaparecido el único buque de guerra de alguna significación ... " (fojas 189 del Torno I ).

(4) .-Es muy sensible que los his'toriadores de nuestra marina, Rosendo Melo y Manuel I Vega, no obstante criticar duramente a Lord Cochrane en su intento de apropiarse de ··La Prueba", que la pretendía para la marina de Chile y que tuvo que defender el P erú, poniéndola bajo la protección de los cañones del fuerte San Miguel del Callao; no indiquen que el título del P erú para retener esa fraga ta, fué precisa­mente que había sido tomado al abordaje por el capitán Guillermo Prunier. Cochrane sostenía que ese buque había ido a Guayaquil no voluntariamente, sino huyendo de su persecución y que por eso le pertenecía!!, pero salta a la vista que el derecho y titulo de Prunier que la había tomado person¡;¡lmente al abordaje, era mucho más claro y justo, Prunier, que por su antigüedad, llegó a ser el primer marino del Perú, reclamaba para ésta que consideraba su Patria, aquella fragata armada con 42 cañones.

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miseria, en un cuchitril del puerto del C allao: Sólo un amigo escribió sobre él. frases tan sentidas, que da pena reproducirlas ( 5).

Y para terminar, rogamos que no se vea en la publicación de estas cartas un ata­que contra Bolívar. El Perú debe demasiado a su Libertador, para no perdonar que una de las chispas de su genio fuera a incendiar el pabellón peruano de la "Presiden­te"; pero es conveniente que se conozcan algunos detalles de esa vida que se balanceó entre las más altas cumbres y los más profundos abismos ( 6).

Rafael LOREDO.

(5) .-Va nuestro agn•decimiento para todos los que han escrito sobre Prunier y en especial para don Juan Francisco Pazos, por su meritísimo artículo que publicó "El Comercio", sobre este prócer olvidado.

También agradecemos a los que lo recordaron en la ceremonia de la inauguración de la Plaza de la Libertad y de la estatua obsequiada al Perú por la Colonia Francesa.

·Ahí se recordó que Prunier, marino frnncés y realista, al ser deportado por Napoleón "el usurpador", pasó a Inglaterra y después al Perú a prestar sus servicios en la causa de la Independencia, como lo hicieron muchos marinos de aquellas naciones. Ahí se indicó que Prunler fué el primero que a bordo de "La Limeña" saludó al Océano Pa­cífico con la bandera p.eruana y también quien levantó en el Morro de Arica esa sa­grada enseña.

Reproducimos las últimas líneas del sentido artículo publicado el 1 O de junio de 1833, y que nos parece debió salir de la pluma· de Manuel d~ Odriozola, porque está muy bien escrito:

" ¡de aquí data la época de sus infortunios[ Por una causa ex.traordinaria, acaeció el " incendio de dicho buque. Bien sea por el influjo del destino o por las circunstancias .. de esta desgracia, el C omandante Prunier fué juzgado en Consejo de Guerra, y sen­.. tenciado a suspensión de empleo por dos años. Aunque la representación nacional .. lo rehabilitó antes de cumplir su condena, la consideración de haber perdido su re­.. putación, abrió en su pecho una herida que ningún poder humano podía cicatrizar. " El hombre de honor no puede vivir cuando ha perdido esta sustancia que lo anima. " Conoció que la desgracia le arrancaba el premio y la consideración debida al me­.. recimiento adquirido en más de 16 años de servicios, y perdió aquella firmeza de " carácter con que lo dotó la naturaleza. Cinco años de padecimientos, de cavilado­.. nes y de una amargura que no tiene ejemplo, pusieron al fin término a sus días. " Poco le faltó a este hombre virtuoso para perecer de necesidad, pero no hablemos "de esto.

" Cuando el gobierno le tendió una mano amiga para aliviarlo, cuando le concedió " una gracia sin ejemplar, ya no era tiempo; sus males habian tomado mucho cuerpo y " no permitian consuelo.

" Basta decir que no tuvo siquiera los últimos honores militares debidos a su clase. " Fué muy desgraciado; pero no tanto que faltara una mano amiga que cerrase sus "•Ojos, que recibiese sus últimos alientos, y que al trazar estos renglones dejase de " derramar una lágrima de amistad".

(6) Nota final.-Escritas estas líneas, me asalta el temor de que pueda creerse que abrigo alguna duda sobre el genjo de Bolívar. y alguien se sonría de que pigmeos se pongan a medir gigantes. Bolívar fué quiz¿s el hombre que alcanzó la mayor altura

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,...;..., 29 -

CARTA DEL GENERAL J. J .. FLORES

publicada a fojas 590 del Tomo 8º de Documentos Históricos del Perú, coleccionados por Manuel de Odriozola

Señor Coronel Prunier

Babaoyo a 29 de Marz.o.

Apreciable señor mio:

Sin el honor de conocer a U . me permito escribir esta carta para tra tar asun­tos publicos. Ud. no puede ignorar, señor, que después de la victoria de Tarqui, ¡::-udimos humillar al Perú, o por lo menos destruir completamente las reliquias de su Ejércibo; y que nuestra je::ierosidad pasó todos los limites, porque pedimos menos de lo que el Perú debe a Colombia, y menos de lo que habiamos exijido antes del triun­fo . ¿Mas cuál ha sido la recompensa? la ruptura del tratado de Jirón; pues el jefe que manda en Guayaquil se ha resistido, seg:un dicen, a cumplir el articulo 11 • del mismo tratado, y el convenio del 28 de Ene~o. por el cual se entrega la Plaza en mero depósito para ser devuelta despues de una victoria. Apelo a U. mismo, señor, que como caballero nos hará justicia en su conciencia.

Se dice vulgarmente que uno de los motivos porque · se niega . la entrega de Gua­yaquil, es porque "La Prueba" está carenándose, o sufriendo una ac tiva recompos1c1on. Si esta noticia fuera positiva, como puede suceder, yo me atreveria a ofrecer a Ud. cl astillero de Guayaquil, y aun recursos pecuniarios para que Ud. concluyera su trabajo sin que Ja entrada de nuestras tropas obste para que U. permanezca con Ja fra gata en la Ria. Me he tomado la confianza de escribir esta carta, porque el Li­bertador, que llegó a Quito el 17, ha dicho mil alabanzas de U. y lo ha titulado su

entro del genio, y en muchas esferas. Su producción literaria, ha dejado absortos a los críticos más exigentes, y sus dotes militares, convienen Jos entendidos en que fueron extraordinarias. Pero es indudable que tuvo pasiones y debilidades y esto tendrán que reconocerlo todos, sean venezolanos, colombianos o peruanos, que en este orden :ne parece distribuyó sus afectos y también sus epítetos. Si alguien pensara en forma distinta no tendría honradez histórica. Por eso no creo que es tas líneas, puedan herir sentimientos, ni aun admiraciones.

Se notará también que no he criticado la deportación que Bolívar hizo sufrir a Prunier, porque este marino fué gran partidario de San Martín, y fué precisamente en el barco de su mando el "Belgrano", en el que el Protector se embarcó en la Magdalena e hizo el viaje hasta Valparaíso. Precisamente Ja fragata española la "Prueba" fué bautizada con el nombre de "Protector" apenas capturada, y sólo posteriormente se le llamó "Presidente". Alguien recordaba haber oído decir a Prunier contando aquel ,-iaje de San Martín, que las lágrimas que el héroe derramó sobre su pecho, constituían su mayor galardón. Y un último detalle, que interesará a los estudiosos: el bergantín " Belgrano" estuvo anclado cinco días en Ancón, antes de partir para Chile, y su co­:::iandante indicó que esa estada había obedecido a una doíencia estomacal de San

fa rtín. ¿Esperó quízas el Protector, alguna reacción de los peruanos? Es esto pre­sumible, si se considera e~a sugestión misteriosa que tiene el poder.

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amigo. Suplico a U. para concluir, reserve el contenido de este papel si no quiere contestarlo, .y que -en todas cir¡::unstancias me reconozca U . como su muy obediente servidor.

lfirmado) ]. ]. FLO~ES.

r:ART A DE GUILLERMO PRUNIER

Publicada por Odriozola á fojas 591 del tomo 8°.

Señor General J. J. Flores

Fraga ta "Presidente" , Guayaquil Abril 1 de 829.

Señor de todo mi respeto :

E xcusaría contestar la carta que ha tenido la bondad de ditijirme, si el temor de que confirme US. el juicio que ha formado sobre mi caracter no me pus iera en el deber de desimpresionarle de una equivocación, que a Ja verdad deshonra mi persona ante US. y a mis propios ojos.

D irijirse US. señor general , a un jefe subalterno rnmo yo, para tratar privada­mente asunto del mas alto interes y que no es tán en el pequeño círculo de mis a tri­buciones. es en mi opinión ofender mi delicadeza como caballero, mi honor como mi­litar, y los respetos que se deben entre s í los subdí tos de diversos gobiernos.

US. me prodiga expresiones har to lisonjeras, pero que no dejo de merecer en cuanto a la severidad de los p rincipios que siempre han guiado mi conducta. S in embargo, señor, yo ruego a US. que no tenga a mal le haga presente, que no pue­do conciliar Ja ventajosa idea que me asegura tener de mi, con el paso de solicitar mi accesión a un hecho, que, no siendo conforme al honor, ni hallándose en la esfera de mi autoridad, yo no podr ía acometer sin echar sobre mí una negra ma ncha; US. no puede ignorar que el señor cap itan de navío D . H ipolito Bouchard, obtiene el man­do de nues tras fuerzas navales, tiempo hace; p ues que el mismo ratifico la Conven­ción de 28 de Enero que me recuerda en su estimable carta, y por consiguiente sabe que es al señor Bouchard, ba}o cuyas inmediatas ordenes tengo el honor de mandar esta F ragata, a quien tocaba a US. dírí jirse para obtener los resultados que apetece. No hacerlo as í solo puede aparecer como un medio de seducción; y ya verá US. se­ñor general, que yo no podré concebir esta idea sin que me sienta gravemente in ju­riado.

Si S . E . el Presidente Bolívar se ha dignado honrarme con sus elojios, segun se sirve US. avísármelo, y.o le estoy reconocido por esta distinción, que ni creo mere­cer, ní menos esperaba de parte de S.E. E sta noticia ha excitado mí sorpresa por­que no puedo penetrar cual haya sido el obj eto de US. en comunicarmela, asi como t2mpoco me es fácil acordar la buena reputación que hoy disfruto cerca de S. E .. con el duro tratamiento qn<' S. E . mismo me hizo dar en 825, cuando fuí deportado, ig­nominiosamente y sin culpa, del mismo pais que me honro en reconocer por pa tria, y al que había presta do no muy pequeños servicios.

No me determino a hablar a US. sobre las reconvenciones que contiene su cz1r ta contra los jefes que suspendieron el cumplimiento del tratado de Jirón, para no !raspa-

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sar los límites a que mi contestación debe sujetarse; mas a pesar de todo no puedo dispensarme de observar a US., antes de concluir, que las esperanzas y los recursos de una Nación como el P erú no se destruyen ni aun con la mas completa victoria sobre uno de sus ejercites; que el combate de T arqui no tiene ciertamente toda la impor­tancia que US. pretende darle; y que ni los jefes de Guayaquil hicieron otra oosa que suspender temporalmente los preliminares de Jirón, ni ahora mismo hace mas, de­fendiendo el territorio que ocupan, que llenar las órdenes expresas de su Gobierno.

Repitiendo a US. las mismas sinceras gracias por sus bondadosas atenciones, ten­go la honra de .ofrecerme su muy humilde obsecuente servidor.

(firmad~) Guillermo PRUNIER.

CARTA DE BOL/V AR

publicada a fojas 322 del tomo 8º de "Cartas del Libertador" por Vicente Lecuna

A S. E . el Generai en Jefe Rafael Urdaneta Bogotá

Quito 11 mayo de 1829.

(en el texto trata otros asuntos)

Adicion. He mandado que se quede .. Callao" en P opayán y no se necesita que Ud. mande lo que se le pidió. Flores me escribe que Gu~l que está en la "Prueba" ha empezado con suceso a trabajar para entablar una negociación con el Perú y que espera mucho de los resortes que habia tocado para con La Mar. Flores babia reu­nido todo su ejercito sobre Vinces sin la menor perdida.

FRAGMENTO DE CARTA DE BOL/V AR AL GENERAL JOSE ANTONIO PAEZ

de 1º de Junio de 1829, corriente a fojas 339 del mismo tomo 8º .

. . . pues habiendo perdido el Perú la fragata .. Prueba" en el incendio del 18, no tiene mas marina fuerte con que resistirnos.

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ALGO SOBRE MARIA DE BELLIDO

Conferencia en el Instituto Sanmartiniano del Perú dictada el 23 de Agosto de 1944 por el ·Dr. Juan José del Pino, Miembro Correspondiente del Instituto.

Señoras y Señores:

Ante todo, miles de gracias por vuestra concurrencia y miles de gracias a mi que­rido compañero Dr. Luis Alayza y Paz Soldán por sus benévolas frases de presen­tación.

Para no fatigaros demasiado, haré un ligero análisis de la documentación que reuní al aproximarse el centenario del fusilamiento de la heroína María P arado de Bellido el año 1922, en que dí una conferencia en el Colegio de Abogados de Ayacu­cho, la cual, ampliada, se publicó meses después en un folleto de 80 páginas cuya edición se ha agotado.

Luego, examinaré brevemente también la documentación obtenida con posteriori­dad a la impresión de mi citado folleto, y todo lo que se ha escrito sobre la Bellido, examen que irá precedido de un relato de su glorioso sacrificio.

Es el año de _1822. La campañc. de la Independencia, iniciada con tanta fortu­na en 1820 se halla vacilante e indecisa.

Los realistas han logrado enseñorearse en la sierra después de haber perdido la costa en julio de 1821.

San Martín preocupado con sus planes monárquicos, descuida las operaciones mi­litares. El Virrey La Serna domina desde el Cuzco, y el ejército real acampado en el valle de Jauja se repone lentamente de sus quebrantos infligidos en la retirada del Callao.

Sin embargo, los defensores de la corona no viven tranquilos. Los pueblos se han subleva~o acariciando la esperanza de que el ejército real sea destruido en Lima . ..

"La conducta sanguinaria de Ricafort en Hu?.manga, Cangallo y Huancayo y la de los pueblos de su itinerario a Lima" -como dice el Coronel Bonilla en su libro La Epopeya de la Libertad- despertó la noble emulación del patriotismo y del valor retemplando el espíritu revolucionario".

Entonces Canterac, general en jefe del ejército acantonado en Jauja, concibe me­didas de represión y de terror.

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¿Quién es el llamado a ponerlas en práctica? Canterac escoge a Carratalá, ya célebre por sus proezas desde su incorporación

al ejército realista en el Perú. Durante el ·desempeño de esta comisión tuvo lugar la inmolación de la Bellido.

"Una vez incendiado Cangalla e invadidas, a la usanza realista, las provincias de Lucanas y Parii:Iacochas, Carratalá había regresado a Huamanga, desde donde a eso del 20 al 21 de Febrero expidió comunicaciones a Canterac, pidiéndole nuevas órde­nes a la vez que dábale cuenta de sus hazañas, por supuesto plausibles para el jefe".

"Este que ya para entonces tenía instrucciones del Virrey, en el sentido de des­prender una columna competente sobre lea dió a Carratalá, mandato perentorio de permanencia en Huamanga, en espera de órdenes sobre la materia.

"Estaba Carratalá en Huamanga en los primeros días de Marzo, listo para proce­der contra Tristán y Gamarra, con 1500 hombres que tenía a su disposición, en com­pañia y bajo el mando de Canterac, con el cual descendió a la costa en los primeros días de Abril, después de efectuada la junción de las fuerzas de Huancayo y de Hua­manga, cuando sobrevino el glorioso y trágico incidente, cual fué el sacrificio de la grande e inolvidable mujer huamanguina: María Parado de Bellido.

"Los Jamás dominados morochucos dificultaban las operaciones del jefe español hasta enfurecerle y desesperarle.

"Por una serie de indicios parecía indudable la existenci~ en Huamanga de agen­te~. vivaces, aunque desconocidos, que protegían a los rebeldes en su actitud fatigan­te, ya ridícula para los perseguid.ores; y ayudaban a aquéllos con noticias exactas y oportunas de las salidas proyectadas por éstos, de los efectivos para las mismas apres­taciones y hasta de los recursos de que disponían.

"Cada expedición desprendida para reparar el fracaso de las precedéntes, fraca­saba a su vez.

"Hallábase Carratalá interesado en salvar un convoy de efectos, que estaba próxi­mo y que podía ser presa de los que, conociendo bien los caminos, los cruzaban ve­lozmente sin ser sorprendidos.

"A pesar de todas las _precauciones desplegadas, cayó siempre en manos de una de las partidas de guerrilleros que infestaban el país. La irritación de Carratalá rayó en el colmo y juró castigar ejemplarmente a los espías ...

"Cierta denuncia que ante él se formuló en tales momentos, púsole sobre la pista de uno de esos oorrésponsales ignorados, de aquél que se decía ser principal entre todos; indicado con duda y hasta con asombro del brigadier realista y de sus conmi­litones, porque era una mujer. . . Esa mujer era la Bellido.

"Vacilábase en proceder contra ella, cuando una fatal casualidad imprimió ca­racteres de completa certeza a la denuncia.

"Merodeando por las ser~anías de Yauyos, Huinac y Chupamarca, siempre en pos de sorpresas que diezmaran e intranquilizaran al adversario, la audaz montonera de Cayetano Quirós, habíase descolgado sobre kis valles Vecinos a Huamanga, brindando inesperado apoyo a los que se juzgaba deshechos morochucos .. . , atreviéndose a lle­var sus partidas avanzadas hasta muy pocas leguas de Huamanga.

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"Fuerzas de Carratalá vuelan sobre aquellos sitios en que recientemente han acam­pado Quirós y los suyos, encontrándose con que los montoneros, oportunamente avi­sados de la expedición despedida en contra suya, han evitado el golpe yendo en re­tirada, tranquila y risueña, con rumbo a lea, con burla y escarnio de sus enemigos. Empéñase la fuerza realista en perseguir!.os y acosarlos; y así lo hace hasta provocar un choque con un grupo de morochucos. Los montoneros de Cangallo se dispersan, según su costumbre, y desaparecen por vericuetos y alturas desconocidas; pero en el lugar del encuentro: Quicamachay, quedan algunos despojos, en que los españoles dan con una chamarra, chaqueta de pellejo de carnero con lana, que los indios usan para defenderse de los fríos intensos de la puna, y en la chamarra, con cierta comunica­ción datada en Huamanga, en la que se contienen avisos anticipados, minuciosos y exactos, de la expedición españ.ola a S9cos Vinchos, trasmitida desde efa ciudad a ir.dividuos comprendidos en la montonera de Quirós. Por el contexto de la carta se descubre que el destinatario es Mariano Bellido: y la remitente su esposa María Pa­rado; pues con el pronombre de ésta se halla imprudentemente suscrita.

"Participado el lamentable descubrimiento a Huamanga, con la fatal correspon­dencia como cuerpo del delito, Carratalá estalla y procede a preparar un nuevo aten­tado inaudito ... ".

La carta, rhás o menos, decía:

·:Ayacucho, marzo de 1822.

"Idolatrado Mariano:

"Mañana marcha la fuerza de esta ciudad a tomar la que existe allí, y a otras per­sonas que defienden la causa de la libertad. Avísale al jefe de esa fuérza, Sr. QuÍrós, y trata tú de huir inmediatamente a Huancavelica, donde nuestras primas las Negrete; porque si te sucediera alguna desgracia, que Dios no lo permita, sería un dolor para tu familia, y en especial ·para tu esposa que te adora

MARIA".

"María Parado de Bellido es una mujer vecina de Huamanga, ciudad donde ha nacido. Friza en los 60 años. Tiene su casa-habitación en la calle que hoy se lla­ma "Bellido", fronteriza a la del Dean de la Catedral D. Tomás López de Ubilluz. Mestiza y de la clase media, de estatura mediana, no mal parecida, aunque ya ajada por los añ.os. ·

"Es hija de don Fernando Parado, altoperuano, según unos, ayacuchano según otros" y de doña Jacinta Ccayo ( 1) nacida y domiciliada en el pueblo de Paras, distri­to de la provincia de Cangallo, departamento de Ayacucho, casada a los 15 años con don Mariano Bellido y madre de 10 hijos; 3 de ellos varones, mujeres las 7 menores.

"La Bellido, esa buena peruana ... laboriosa y honrada, callada y hasta tímida en el trato con las gentes, es, con todo, patriota decidida, sino por con:vencimiento,

( 1) El nombre de la madre de la heroína y su procedencia, sólo se ha sabi9o en 1940, por la documentación del trabajo del Cura Sr. Carlos Cárdenas, que dictó una conferencia en el "Centro Cultural Ayacucho".

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pues no es ilustrada y 00 siquiera sabe escribir, a lo menos por odio y por amor; odio recóndito a esos soldados, asesinos e incendiarios, que han asolado su provincia natal y las ,;ecin;¡¡s .. ., amor a los suyos, a su esposo y a su hijo Tomás, que perdi­dos en las alturas y nieves de los Andes, procuran vengar tanta atrocidad, hostilizan­do sin tregua al feroz adversario.

"Tomás Bellido, el hijo montonero a quien por donde quiera seguía el corazón de Ja presunta mártir, ha abrazado en 1820 la carrera de las armas, al paso de la división volante de Arenales, que, tocando Pn H4amanga, iba en pos de Jos realistas del Cerro de Paseo. En esa división entra como soldado, había formado en las fi­las de uno de los cuerpos de la división de Tristán enviada a lea; lugar en el que, al saber el incendio· de Cangallo, pidió permiso para tras ladar~e a su provincia na tal; y en ella aingir. . . al núcleo vengador de los indios morochucos, a Ía cabeza de un grupo de los cuales, y después de conquistar a su padre y atraerlo a las filas de la li­bertad, se incorporó en la recientemente in{lresada montonera de Cayetano Quirós.

"María, que por cartas de su marido supo el paradero hasta entonces ignorado di'. este amado hijo, tanto más amado cuanto más lejano . . . ; despidió a P aras a sus hijas mayores, Gregoria y Andrea, con una suma de 500 ó 600 pesos, destinados a res­catar al hijo querido de su enrolamiento.

"Las dos comisionadas hablaron con Quirós poniendo en sus manos la suma remiti­da. El Jefe, después de oir a las hermanas, hizo venir a su presencia a Tomás y, anunciándole la propuesta de su madre, le declara hall;irse dispuesto a aceptarla. En­tonces el joven dijo : "Cuando entré en el ejército de mi patria, juré sostener la causa hasta verter la última gota de mi sangre; y no seré yo quien abandone las filas y torne a mi casa hasta no ver al Perú libre". El heróico mozo cedió siempre a su jefe la cantidad exhibida como donativo de guerra de su familia; y la madre desde ese día, com_o repentinamente iluminada por aquel rasgo de valor y decisión de su hijo To­más, tornóse en patriota ardiente, y ocupóse en inquirir cuanto podía planearse o em­prenderse contra las fuerzas de los libres. Felizmente lo sabe todo por su amigo ínti­mo y compadre Matías La Madrid y por Juan Antonio Gordill0, que también es su compadre; y todo lo comunica a esos pedazos de su corazón, que a cada instante, en la tenaz contienda, juegan la inquieta y azarosa vida.

"Anhelosa de correspondencia ... , comprendier:do que como grandes conocedores del terreno su marido y su hijo coadyuvan más que nadie a mortificar a los españo­les, lo que los expone también más que a nadie. a la furia y a la venganza de éstos, dáse en su analfabetismo, apelando a la ayuda de los amigos de la causa, trazas y oportunidades para .tener a su Mariano y a s1! Tomás, al corriente de las expedicio­nes que salen en su busca, de sus dotaciones, movimientos, destino y dirección; y, en fin, de cuantos detalles puede inquirir. . .. para evitar cualquier fracaso .. .

"Huéspedes misteriosos llegan repetidamente a su casa, que luego llevan sus in­teresantes misivas. Ora por esa empeñosa indagación a que vive entregada, y que sin duda suscita sospechas; ora, porque alguno de los confidentes que escriben sus cartas haya sido desleal. ligero o traidor; ora, en fin, porque según una invariable tradición. haya sido inte:-ceptada alguna de sus comunicaciones, ello es que un día ~el 10 de Marzo de 1822~ a las 8 de la noche, y en momentos en que con sus 7 hijas mujeres, ora a Dios en demanda de consuelo para su alma; de vida, seguridad y vic­toria para sus_ deudos comprometidos en la contienda; vé su morada asaltada de sú-

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bito e invadida ... , y encuéntrase ella misma con violencia llevada al cuartel_ general y conducida, en éste, a presencia de Carratalá, que, con amenazas exígela premiosa­mente declarar el punto en que a la sazón hállanse los copartidarios de su hijo, y de su esposo, los propósitos que abrigan, la indiada y armas de que disponen, el nombre de quienes escriben sus oomunicaciones y demás revelaciones que el jete interrogante cree precisas para dar en forma segura sobre los rebeldes, sorprenderlos, aniquilarlos. Tiemblan sus cómplices, especialmente el generoso Matías La Madrid, último de ellos, aguardando una delación inmediata y dando por infalible su pérdida. Se trata de una mujer .. : y por eso incapaz de resistir a las amenazas o a las promesas ... ·

"Se apela fl la seducción· y a los halagos, a la exho'rtación y a la oferta de in­dulto para el hijo y el esposo idolatrados, si uno y otro propenderen a la aprehen­sión y ruina de sus compañeros. Nada se puede obtener de la absolvente. Ningún secreto puede a~ráncarsele. Déjaseb en el cuartel general, donde es recluida en la reja izquierda, hasta hoy existentes en el local de la Prefectura de Ayacucho.

"La noche es terrible. "Sin luz, casi sin aire que respirar, mirase la imponderable huamanguina asedia­

da y cohibida para emitir la confesión que de su edad, sexo, debilidad y afectos guar­dan lo5 tiranos.

"Anunciásele que los esbirros en breves momentos más van a prender fuego a su <:asa. María se manifiesta inmutable.

"Amanece el 11 de Marzo. Nuevos interrogatorios no sacan el menor fruto. Se .resuelve someterla a un Consejo de Guerra, que presidirá el mismo Carratalá.

"La Bellido es extraída de su calabozo y llevada ante sus airados jueces. Estos .la amonestan para que hable. "Viendo la obstinada repulsa de esta mujer ( 1), el Con­sejo delibera, la juzga y la sentencia a ser pasada por las armas. Cuando se le notifi­·ca la resolución, "se mantiene en esa heróica serenidad con que saldrá al suplicio" (2).

"La sociedad · huamanguina resístese a creer en la posibilidad del ~nú;til atentac -do; mas viendo que las cosas marchan seria e inexorablemente a su fin, muévese cons­ternada e interpone sus ruegos ante el brigadier Carratalá y el Intendente don Ga­

briel Herbezo. "El cabildo eclesiástioo en corporación, presidido por su Dean, Dr. López de Ubi­

Jiuz, la comunidad mercedaria en pleno, con su comendador a la cabeza, y el Semina­rio Conciliar de S. Cristóbal se presentan en la Intendencia y en el Cuartel General, .suplicando el indulto para la reo, por no ser una insurgente de las comunes, sino ha­ber procedido por amor, como esposa, como madre. Nada puede obtener del rudo e inconmovible jefe peninsular ni del debilísimo Intendente, aquella misericordiosa inter­cesión ...

"La Bellido es sacada de su prisión el 11 de Marzo y -a las 9 a.m.- con gran aparato de fuerza , pues forman todas las tropas existentes en la ciudad, paseada por el cuadrilátero de la plaza de armas, dirigida después por las calles principales, en medí-o de un pueblo espantado del espectáculo, enternecido y silencioso; y llevada en

( 1) Mendiburu: "Diccionario Histórko y Biográfico", t. II , p. 250 y V1II, 302-303.

(2) Leguía y Martínez: "Historia del Protectorado de San Martín", páginas 7860 a 7883 del original inédito.

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.fin por el Jirón ''.9 de Diciembre" (3ntes Santo Domingo). que desemboca en la Pla­zuela del Arco.

"Viste pobre traje de· olán blanco con pintas negras. Préstale los últimos consue­los que la religión brinda el Padre mercedario Fray José Ayguida, confesor habitual de la enjuiciada.

"Un oficial lee a grandes voces b sentencia en todas las esquinas ·del trayectm la Bellido morirá por haber incurrido en el delito de lesa majestad, trai.cionando "a SLt. rey, dueño y señ.or".

"Llega al portón y atrio del templo de Santo Domingo. Allí, cayendo de rodi~

llas, segura ya de su sacrificio, del que tal vez abrig ara alguna duda, reza en estos términos: " ¡Madre Mía, Virg<'n del Rosario! D ame tu bendición y mira por tus hijos que quedan huérfanos, sin más amparo que tu divina misericordia".

"Los esbirros aprovechan de este arranque religioso, creyéndolo un desfallecimien­tc de ánimo ...

" - ¿Quién escribió la carta? - le preguntan. - "Yo la escribí, contesta la sin vf'ntura clav2,dos los ojos en la Virgen de la

hornacina de la puerta del templo, nublados de lágrimas. -"Mientes: tú no sabes escribir. - "Sé hacerlo. '" - "Y cómo no has podido escribir después. - "No he querido. "Leandra, una de las hijas de María, niña de 9 años, despréndese de la multitud,

llorando a gritos y aproximándose a la madre, exclama: -"Dí, por Dios, quién te escribió !a maldito carta, - "Dios, contesta Ja Bellido, no me perdonaría la debilidad de salvar mi viila,

h¡¡ciendo matar a otros. Ese Dios justo y bueno, verá por ustedes, como espero y confío en que por ustedes vean también. mis paisanos que no olvidarán mi sacrificio ...

"Un centinela estúpido, agrega la tradición, aleja a la angustiada hija dándole un culatazo.

"La fúnebre comitiva avanza. Llega a !a plazoleta del Arco, repleta ya de gente: El confesor exhorta a María.

"Redobla un tambor. Suena una voz de mando. "Preparen" . Apunten. " Otro largo silencio. - "Por última vez responde: ¿Quién es tu cómplice? - "Nadie, no he venido a delatar sino a morir. "La infeliz se arrodilla. Eleva la mirada en el cielo azul y radiante como pocas

~eces.

"Cuatro proyectiles silban en el aire. Dos de ellos penetran y se hunden en el cráneo de la mártir.

'El cuerpo de María cae en tierra. El comand:m~e del piquete encargado de la ejecución, que es un oficial apellidado Chirinos, incurre en la bajeza de dar a la eje­cutada por su mano misma el tiro llamado de gracia.

"Se conduce el cadáver al templo de La :vlerced; donde se hará la exhibición de costumbre y de precepto, respecto de todos los ajusticiados. E se cadáver ha sido S·O-

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licitado por el Padre Comendador de la. comunidad mercedaria, a nombre de ésta, pa­ra sepultarlo en lugar sagrado.

"La exhibición se hace hasta las 3 p .m. "A esa hora se interna en el templo, velándose amortajado con el hábito blanco

de la orden. "Pero saben más tarde los patriotas huamanguinos que el cura Lazón se halla ins­

tigando a los reaHstas en el sentido de soliviantar a la indiada de los barrios altos, para que arrastren e incineren los restos; y con -~u jefe, don Manuel Cabrera Olano, deciden sustraer y substraen sigilosamente de la iglesia de La Merced, y en la noche misma del 11 de Marzo lo sepultan en la capilla de Chiquinquirá, ubicada en el ji­rón "9 de Diciembre" (antes calle del Arco) , que desemboca en la plazoleta de este nombre.

"¿Cuál fué el fin de Tomás Bellido? "Milagrosamente escapado como el padre de la catástrofe sobrevenida a la mon­

tonera de Quirós, y ya inexistente el cuerpo de la división _de Tristán a que había pertenec¿do, logró entrar en Lima con los restos de la debacle de la Macacona, y rein­corporarse en filas. Enfermo de paludismo hubo de recluirse en un hospital; y allí estaba curándose, sin grnn esperanza de restablecimiento, cuando alguien de modo in­tempestivo le dió la noticia, por él hasta ese momento ignorada, del fusilamiento de la madre; noticia ante la cual por una conmoción indecible murió repentinamente.

"¿Qué ocurrió con los bienes de la Bellido? "El incendio de la casa fué suspendido por ruegos del Deán Ubilluz; pero se­

guido siempre del saqueo y la destrucción sistemática de usanza realista; saqueo, por­que se extrajeron cuantas existencias mantenía la pr.opietarla y destrucción, porque destechada primero, ~us materiales todos fueron in-~inerados en el pa tio después; y ·1a casa toda déjada en pura alberca".

Leguía y Martínez, de quien son los párrafos anteriores ligeramente modificados a mérito de la nueva documentación reunida, termina así:

"Réstanos únicamente decir que en Ayacucho ~a lo que agrego Paras, Huanca­y.o, Pampas y Huánuco~ existen no pocos descendientes de la Bellido. "Las hijas de la señora Bartola Cárdenas de Cárdenas (su tronco: Leandra BeUido) ", los hijos de Manuela del Pino, de Enrique García Godos, el Dr. David Sobrevilla Pacheco, Vo­cal de la Corte Superior de Huánuco y sus hermanos, residentes en distintos lugares, la señora Genoveva Pacheoo, estos últimos tienen por tronco a Andrea Bellido, madre del. corónel don Andrés A. Pacheco, abuelo del Dr. Sobrevilla . . He leido el testamen­to de Andrea Bellido en que declara tal descendencia.

JI

Hecha la anterior reconstrucción de los hecho3 llega el momento de formular el ligero juicio crítivo que he ofrecido al comenzar este trabajo.

Al aproximarse el ct:>ntenario de su fusilamiento, decidí escribir sobre la Bellido, cuyo sacrificio aun se hallaba empañado por el velo de la leyenda.

No se habían buscado ni hallado los cl.ocumentos neces?.rios para reconstruirlo. No había siquiera uniformidad en las versiones. Apenas se contaba con . una tradi­ción familiar llevada a la prensa en un suelto periodístico por don Dionisio Miranda,

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uno de los nietos de la heroína, fallecido ya entonces por desgracia, haciéndose impo­sible la verificación de sus aseveraciones por los medios que franquea la -lógica.

La bibliografía acerca de la Bellido era diminuta. Era tan de~conocido y casi ignorado el glorioso episodio que en los mismos días

en que yo di mi conferencia ya aludida, un escritor daba otra, tratando de probar que Carratalá no tuvo intervención en el fusilamiento. .

Por esto en mi calidad de Profesor de Historia del Colegio N acional de San Ra­món, y de ayacuchano, me creí obligado a plantear los problemas jurídicos e histó­ricos que suscitaba el hecho, sin pretender llegar a un juicio definitivo.

Traté de obtener, sin conseguirlas, las partidas de bautizo y de entierro de la he­roína. ya que no había que pensar en las de .Registro de E stado Civil inexistentes en­tonces.

Leí el "Diccionario Histórico Biográfico de don Manuel de M endiburu", el de José Domingo Cortés, la "Muestra del Dicdonario Biográfico del Dr. Eugenio Larra­bure y Unanue"', "Anales de la Sección Literatura" del Club Literario de Lima, 1873-74, "Guía Histórica, del departamento de Ayacucho para el año 1847'', por don Ger­vasio Alvarez, la "Historia en el Perú·· de José de la Ri·va Agüero y una serie de impresos y periódicos relacionados con la campaña de la Independencia, así como la "Historia del Perú Independiente'" por don Nemesio Vargas y por don Mariano Fe-lipe Paz Soldán. ·

Como nada de esto bastaba, me entrevisté con la señora Bartola de Cá rdenas, nieta de la her.oina y sostuve con ella el diálogo inserto en la 111 edición de mi fo­lleto. Como era de esperar, obtuve de tal conversación interesantísimos datos des­conocidos hasta entonces.

Sabedor de que el Sr. Nestor Cabrera poseía datos poco conocidos, que le sir­viemn de base a su tio don Sa turnino Bedoya para el argumento de su obra teatral puesta en escena en Ayacucho en 1908 por la compañia Jarquez, conversé largamente con Cabrera, quien me proporcionó la versión inserta en mi citado folleto, versión suministrada por D ll Dionisia Viana, íntima amiga de la Bellido a su señora madre y por don Lucas Arca, testigo presencial de los sucesos, al Dr. Francisoo J. del Ar­ca, padre político de Cabrera. Recogí también la versión de doña Genoveva P ache­co, otr.a descendiente, que se lee en mi tantas veces mencionado folleto.

III

En el N Q 5 del Boletín del Museo Bolivariano, correspondiente a Enero de 1929, publica el Dr. Jorge Guillermo Leguía, que era su Director, el hermoso capitulo acer­ca de la Bellido, que escribió poco antes de morir su ilustre padre, el Dr. Germán Le­guia y Martínez, Vocal de la Corte Suprema.

Como él mismo lo dice: el Dr. Leguía y Martínez, "para componer ese capítulo ha consultado cuanto se· ha escrito acerca de la Bellido. Naturalmente -agrega­trabajo fatigosísimo ha sido el de concordar tantas afirmaciones y noticias contradic­torias ; y mayor aún el de ·buscar la verdad, entre un fá rrago de relatos, -inverosímiles unos, absurdos otros, hasta entresacar con la mas severa y minuciosa crítica, lo que nos ha parecido digno de la historia y de ·la heroína. Tal labor dá al lector lo más esencial y lo único verdadero en este capítulo".

Mas tarde el señor Rómulo Cúneo Vida!. añade algunos datos de carácter filo­lógico acerca del apelfido paterno de la heroína a la magistral síntesis histórica de!

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Dr. Legufa y Martínez en un suelto publicado· en los diarios · de· Lima y en· el "Bole­tín del Museo Bolivariano" .

Luego el R. P . Fray Pedro M<>.ñaricuhúa, que ahora es Director del Museo His­t.órico, publica en el semanario "Acciól'. de Ayacucho", del 8 de Enero de· 1939 y en su conferencia del 25 de Abril de 1940 auspiciada por el Centro Cultural Ayacucho, para sostener la atrevida tesis de que no fué María Parado, ni esposa de don Maria­no Bellido, sino que se apellid2ba Bellido, y que tampoco fué fusilada en M·arzo de 1822; que estuvo casada con el Coronel José Franco, y que murió ya viuda en Se­tiembre de 1821.

En la 2'1- edición de mi folleto, que pronto verá la luz pública, algunos de cuyos capítulos se publicaron en el diario "La Voz de Huancayo" en varios números desde Febrero hasta Setiembre de 1940, impugné tan original tesis que ningún documento, fuera de una partida de defunción, acredita.

El mismo día 25 de Abril de 1940 IV centenario de íla fundac;ión esp¡;¡ñola de Huamanga aparecía editado en Lima el drama en 3 actos y 8 cuadros de don Fortu­nato Bedoya, y el joven abogado don Carlos Antonio García Gonzales escribió y es­trenó en las fiestas conmemorativas del centenario de la batalla de Ayacucho en el Salón de Actos del Colegio N acional de San Ramón, hoy "Mariscal Cáceres", la tra·· gedia en 2 actos y 3 cuadros sobre el sacrificio de la Bellido.

· El drama de Foitunato Bedoya, que no carece de méritos desde el punto de vis­ta literario, no se ajusta a la verdad histórica en muchos puntos como lo demuestro en la 2'1- edición de mi folleto .

El Padr-e Mañaricuhúa, que sabía de mi propósito de reeditar mi folleto, me co­municó haber encontrado importantes documentos, como que en efecto obtuve )as par­tidas ·parroquiales de María Manuela y de Pedro Advíncula, hijos de Andrea Be­llido y de Domingo Soto, ambos hij.os legítimos nacidos la primera el 15 de Noviembre de 1817 y el segundo el 21 de Setiembre de 1819, siendo padrino de María Manuela el Dean Qr. Tomás López de Ubilluz, con los cuales quedaron comprobados, una vez más, estos hechos: que Andrea Bellido, hija de la heroina, era· ya casada en 1822, y que la B~llido era pariente espiritual del dean Ubilluz.

El estudioso Vicario Foráneo de Cangalla señor Carlos Cárdenas dicta una confe­rencia el 4 de Agosto de 1940 en el Salón de Actos del Colegio Nacional Mariscal Cáceres de Ayacucho auspiciada por el Centro Cultural para sostener con profusa do­cumentación, haber nacido la heroína en Paras el 5 de Junio de 1771.

2•-Llamarse la madre de la Bellido Jacinta Ccayo y haber sido natural del pue­plo de Paraz, provincia de Cangallo, departamento de Ayacucho.

3•-Haber residido la heroína en Paras con su esposo largo tiempo, etc. La conferencia del ·señor Cárdenas podría decirse que revoluciona la solución de

los problemas históricos planteados en 1922, por la nueva y profusa documentación en que se apoya.

Pero a mi juicio, no basta para probar que la heroína nació en Paras por las ra­zones que expongo en el capítulo "Nuevos documentos" de la 2lJ. edición de mi folle­to, aunque es suficiente para acreditar otros hechos no esclarecidos hasta la confe­rencia en 1940 del señor Cárdenas.

Me inclino a dudar que la fecha del fusilamiento haya sido el 11 de Mayo de 1822 y creo mas bien, que fué el 11 de Marzo, y que hay error en el mes, explica­ble por constar los meses de Marzo y Mayo casi del mismo número de letras, comen­zar ambos con la letra M y la sílaba Ma y terminar con la letra o ,

La razón es muy sencilla.

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En Mayo de 1822 Carratalá no estuvo en Huamanga sino en lea desde la batalla de la Macacona que se empeñó el 7 de Abril a la que concurrió el brigadier según está plenamente probado en la historia de la revolución de la independencia ; y en ese mes sufrió el ataque de Raulet. ..

En el N~ 12 del "Boletín del Museo Bolivariano", correspondiente a Agosto de 1929, pág. 452. corre un fotograbado del cuadro al óleo del fusilamiento de María Parado, trazado por la señorita Consuelo Cisneros, discípula del gran pintor nacional don Daniel Hernández, Director de la Escuela de Bellas Artes de Lima.

Se vé a la heroína con traje de olán y manto, o lo que se llama pañolón en Aya­cucho, con la cara descubierta, la mano izquierda puesta en el pecho y la derecha asi­da del manto. El Padre mercedario José Ayguida se halla <1rrodillado, y orando con un libro abierto en las . manos con la cara hacia la heroína. ·a la que se vé cerca al fondo. El jefe del piquete con el brazo derecho en alto, dá la voz de mando a cuatro tiradores que apuntan. En el fondo , los tunales de la pampa del Arco, y la ajus­ticiada de pié, a la izquierda de la ventana de reja.

T al cuadro, que fué adquirido por el gobierno de Leguía se exhibía · en el Mu­seo Bolivariano hasta 1935, y constituyó la base del salón "María de Bellido" creado por la Ley N9 8408. ·

El Dr. Luis Alayza y Paz Soldán, mi compañero d~ estudios universitarios en la Facultad de Ciencias Politicas y Administrativas de la U niversidad de San Marcos de Lima, visitó la .ciudad de Ayacucho en Marzo de ·1943, en compañía del Dr. José JI.bel Montilla, Embajador de Venezuela en Chile. Como es socio honorario del Cen­tro Cultural Ayacucho que entonces presidía, la Junta Directiva lo invitó por mi ór­gano a dar una conferencia. El Dr. Alayza aceptó gentilmente nuestro llamado, y la dictó en el Salón de Actos del Colegio Nacional "Mariscal Cáceres '', el domingo 21 de Marzo de 1943, sobre el sugestivo tema "Las mujeres en el Perú", uno de los más atrayentes capítulos de su bello libro "Mi País" cuya 3~ serie circula en la actualidad lujosamente impresa como las anteriores y se compra con avidez.

Alayza abordó el tema, deleitand_o a su numeroso y selecto auditorio con su pa­labra fácil y emotiva, relievó la personaliqad de las mujeres notables desde la época i.ncaica hasta la republicana y se ocupó' de la Bellido considerándola ayacuchana y exaltando su sacrificio como el símb.olo del patriotismo.

Mi hijo Pedro C. del Pino, aficionado a escribir obras teatrales que él mismo re­presenta, debe estrenar pronto su drama "María de Bellido", escrito a base de la re­construcción de hechos que contiene este trabajo. Lamento carecer de dotes literarias para despertar vuestro interés, pero confío en que vuestra gentileza y vuestra cultura han de excusar la aridez de mi frase y la pobreza de mis conceptos.

He dicho.

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El Coronel Don Juan Espinosa de los Monteros-

Hace setenta y tres, años que efectuó su ingreso en las regiones del misterio el es­forzado varón; y son otros tantos los que espera algún acto de consagración nacional. Porque el Coronel Juan Espinosa, aun cuando no nació bajo los cielos del Perú, inten­sa y vigorosamente fue peruano, y de él podría decirse que en todo momento -desde que en plena adolescencia vino a nuestras playas con José de San Martín- se abrazó de nQestra bandera y musitó ante élla algo muy semejante a los ternísimos y fluidos versos de Pepe Batres Montúfar:

.. . tú vives en mi mente sola, fija, sin tregua, a toda hora, aunque tal vez el wstro indiferente no deje reflejar sobre mi frente la llama que en silencio me devora.

Mi .corazón se embarga y se enajena, y allá en su centro vibra moribundo cuando entre el vano estrépito del mundo la melodía de tu nombre suena,

De sangre española y estirpe andaluza por su paterna rama, hijo fue de la hoy República Oriental del Uruguay. Per.o niño, en tierra cuyana se alistó bajo los pen~ dones del General San Martín , cuando el insigne prócer organizaba en Mendoza las fuerzas que ofrendaron a la América con ansias de libertad aquellas espléndidas vic­torias de Chacabuco y Maipo. que confirmaron el advenimiento de Chile a la vida de las naciones soberanas. Y no tenía sino dieciseis años recién cumplidos, el día que desembarcó en aguas de Pisco, de uno de 1os barcos de Cochrane, como oficial del Batallón N 9 8 del R ío de la Plata. Y desde el 7 de Setiembre de 1820 entregóse de lleno -en cuerpo y alma- a labrar la libertad de nuestro Perú, Años más tarde, ya coronel, cooperó, en posición principalísima al lado de Prado, · a consolidar nuestra emancipación, y en todo momento brindó con ferv.or de veras cívico, las luces de su cálamo y de su verbo a engrandecer e$ta patria, pues educó en el aula y desde la tri­buna periodística: ya que trocó, fuera del cuartel y frente a la masa ciudadana, su espada vencedora por la pluma que orienta y beneficia.

Fundó, pues, con la legión de próceres que actuaron bajo la égida de San Mar­t ín y del Libertador Bolívar, la República ; y conoció muy de cerca los arrestos he­roicos de Alvarez de Arenales, de Santa Cruz. de Lavalle, de La Mar, de Alvarado,

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del inmenso y virtuosísimo Sucre y de Bartolomé Salom. Porque su espada de ofi­cial. que fue encumbrándose y acreciendo en prestigios, flameó bajo los soles de la Sierra, de las tierras ecuatorianas, del campo inmortal de Quinua, del Callao y del ele­vadísimo Altiplano que tiene como cumbre de leyenda sugerente el afamado Potosí. Libertador del Perú, Juan Espinosa no sólo pudo acariciar los galones que con esfuer­zo y despliegue de talento fue mereciendo y las recompensas numismáticas que acor­dáronse para los fundadores de la Independencia, sino que se acogió a las disposicio­nes legales que confirieron la calidad de peruanos de nacimiento a los adalides de otras latitudes que dieron con su capacidad militar y la exposición de la vida, existen­cia inobjetable a esta parcela de la Tierra en donde hemos tenido la ventura de ver la primera luz.

Y fue excelente peruano, y un gran patriota, sin dejar de sentirse, americano. En todo momento, aun en los de sus desfogues de amargado y excéptico, fue un gran pe­ruano.

Por eso, cuando peligró gravemente, con la soberanía del Perú la de toda la Amé­rica libre, por obra de la intentada Reconquista de mediados del siglo diecinueve, Juan Espinosa -ya próximo a los sesenta y dos años- ocupó, bajo la guía del Jefe Su­premo; Restaurador del honor nacional. la Subsecretaría de Guerra, con cuya inves­tidura actuó el 2 de Mayo en el Callao y reemplazó a José Gálvez momentáneamente al producirse la tremenda explosión de la torre de -La Merced, que atomizó al eminen­te Secretario del ramo, le hizo imperecedero en nuestro agradecido recuerdo y enlu.tó el corazón de la República. El fundador , pues, . de la patria, vino a ser, ya en la linde de su ancianidad, uno de los segundones de Prado, afirmador de la Emancipa­ción y consolidador de la libertad del nuevo mundo en la pomada heróica y gloriosa, -única en nuestros fastos. Fue Espinosa, entonces, ilustrado conductor de un pueblo apretadamente unido y que, a cañonazos, repelió agresión injusta e inoohonestable, lavó la afrenta del catorce de Abril y vengó el ataque, a mansalva, efectuado contra el inerme Valparaíso.

Si, pues, fundador de la Independencia y vencedor el 2 de Mayo, el Coronel Juan Espinosa que duerme en espera de la resurrección de la carne y de su ingreso en el Panteón de los Próceres, merece nuestra admiración y nuestro reverente cariño.

Hemos dicho que este libertador del Perú fue de sangre española y de estirp" andaluza. Y, en verdad, se ha investigado que fue primer abuelo paterno snyo, don Antonio Espinosa de los Monteros y Vargas Machuca, sevillano e hijo de sevillanos, quien emigró de la Península y radicóse en Cartagena de Indias hacia los comienzos del último cuarto del siglo dieciocho, de donde, algo después, pasó a Bogotá, en don­de terminaron sus días. Casó con la dama neogranadina doña María Prudencia Jo­sefa del Pozo, originaria de Sincelejo. El matrimonio hubo como hijos, a Diego, que acompañó a Nariño en sus azarosas empresas de imprimir "Los Derechos del Hom­bre'', y a José Antonio, quien crióse en España y allí hizo su ingreso en la Real Ar~ macla, de la que fue caracterizado jefe; dio la vuelta al mundo, publicó en Londres, en 1812 -año de la ·constitución de Cádiz-. una afamada colección de mapas, y a la postre radicóse en tierras del Virreinato del Río de la Plata, donde contrajo nup­cias con doña María Lani:a, dama de limpio ·linaje y de ascendencia peninsular.

Tal pareja -don José Antonio Espinosa . de los M.onteros y doña María Lanza­vióse alegrada el 21 de Junio de 1804, según varios biógrafos, con el advenimiento de·

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un niño, al que impusieron progenitores y padrinos, el nombre de Juan. El lugar pre­ciso en que mecióse la cuna de nuestro héroe hace un sig_lo y cuatro décadas, es la ciudad de Montevideo para muchos; aun cuando no faltan_ quienes atribuyen a Salta, a Paysandú y hasta a Buenos Aires tal honor.

Don Juan Antonio fue realista, de los que decían, muy circunspectos, "con el Rey, la Inquisición, chitón, chitón". Y fidelísimo al Soberano y sumiso servidor del mis­mo, el jefe de la marina de guerra iba a donde se le mandaba. Por eso, en 1807, tras­lac;lóse con su mujer y el niño, ya de tres años, de Montevideo a Buenos Aires. Y en 1810, cuando se dio el grito de Mayo -~ue repudió enérgicamente don José An­tonio, pues era fernandista ciento por ciento- , fué obligado a salir por los patrio­tas. Quedaron, pues, doña M aría y el niño Juan, en el desamparo, sin la protección del jefe de la casa. Qoña María veló por su hijo, e hizo a la vez, el papel de pa-dre del más tarde ilustre guerrero. .

Nada hay más contagioso -escribió alguna vez Macaulay- que el ardor bélico. Aun cuando vástago de ün realista español. Juan sintióse saturad.o del ambiente de Buenos Aires, caldeado con la ideología de los tribunos de 1810, con el entrar y salir­de tropas, con las proclamas de aquel ambiente patricio. Y llegado a la edad de doce­años, esto es, en 1816, se alistó en las filas patriotas, con las bendici.ones de su santa madre.. Y se dirigió, en calidad de soldado distinguido, a Mendoza.

Sería indispensable dar con la hoja de servicios rendidos por tan eminente servi­dor de la Causa de Mayo, para hacer _el recuento -con aquélla a la vista- de cómo fué conquistando sus diversos grados en la carrera; de las batallas_ en que actuó; de las distinciones a que se hizo acreedor. Pero puede todo sintetizarse, si d~c;imos que participó de las glorias alcanzadas en suelo chileno ; que llegó en uno de los buques de la Expedición Libertadora al Perú; que tomó parte en la campaña de la Sierra;_ que pr-esenció en Lima_ la Jura de la Independencia; que marchó al Norte, con la ex­pedición dirigida por Sanfa Cruz partícipe en _los gJ.oriosos encuentros_ de Riobamba y Pichincha. Después, se le destinó a la División de Colombia. Actuó en las campa­ñas de los puertos intermedios; a las órdenes del General Sucre se batió en Ayacucho, y presenció la escena memorable de la capitulación de Canterac en nombre de La Ser., na herido. Tomó parte también en el Alto Perú y en el Callao. Y , finalmente, a Jos veintidos años era teniente coronel del Ejército Libertador, ostentaba numerosas pre­seas, gozaba de la estimación de sus compañeros de armas por su carácter franco y desprendido, por su clara inteligencia, por su nobilísimo afán de ser útil a los 'otros. Por _es.o el Libertador Je abrió las puertas de su cordial amistad, y todos los altos jefes de las fuerzas vencedoras del realismo y fundadoras de la Emancipación brin­dábanle vivo aprecio.

Tradicional es que a !o largo de las campañas a que concurno, no pensó en sí mismo, y la modestísima retribución que se le daba, la distribuía entre los· necesi­tados que acudían a éL Y cuando pensó en visitar a Jos suyos, comprendió que para marchar hacia ellos le era indispensable contar oon dinero ... En atrehz~ tan grave, el l:,iberta_dor Bolívar le dió quinientos pesos, y la aduana de Arica le sufragó el valor de su pasaje hasta Valparaíso. ¡Era lo menos que podía hacerse para eliminar las di­ficultades de tan digno jefe, que rindió eminentes servicios a la causa de Ja libertad!

Pero Espinosa no pudo continuar hasta Buenos Aires y Montevideo, y: re&olvió q4edarse en Chile. Allí , sin acept¡¡r pensión alguna, vivió exclusivamente de su tra­bajo personal. Había sido un auto::lidacta, y tuvo gran facilidad para leer y tradu­cir otras lenguas, Diez años permaneció en la República de Chile, que fueron diez años de constante suspirar por la vuelta al Perú.

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Por. fin, llegó a Lima, ·y comenzó a desempeñar diversos cargos púbiicos, entre ellos el de Rector del Colegio de San Carlos de Puno y los de Prefecto y Coman­dante General de Ayacucho, Huancavelica y Junín. En ocasiones, y por haberse rein­corporado al servicio activo, en el ejército, salió a campaña, y actuó en el Estado Ma­yor o como Secretario del General en jefe de las fuerzas armadas. Cuando el Ma­riscal Castilla ocupó el Gobierno, ejerció la Inspección General del Ejército.

En todo momento fue proverbial su pureza de costumbres. Se hizo famoso por los dicterios que lanzaba, en ratos de mal humor, contra los que eran señalados e.orno deshonestos en el manejo de los fondos de la Nación o especulaban con la función que les había confiado el Estado. Cuando no ejercía cargo alguno, y por no hallar­se afiliado a ningún bando de carácter político, escribía con sentido práctico y firmes propósitos moralizadores, cual más tarde lo haría el inolvidable Abelardo Gamarra desde las columnas de. "El Nadonal" y de su hoy inhallable "Integridad". Versos, crónicas, .estudios de tinte histórico y sabor costumbrista unas veces; artículos de po­lémica rígidos, fuertes, tajantes. otras. Vivía meses y años en plena actividad. Su nombre autorizó multitud de páginas, que en su gran mayoría quedaron olvidadas en su hoja "El Zurriago", en "El Comercio" y otros órganas de nuestra prensa de 1840 y tantos a 1860. Parte mínima de su producción está representada en su "Dicciona­rio Republicano'', publicado por él después del triunfo de Castilla en la batalla de la Palma. y en su curioso y sabrosísimo volumen, publicado antes, en 1852, "La Heren­cia Española de !.as Americanos" . que contiene seis cartas dirigidas a doña Isabel Se­gunda; dos "sueños papales'', en los que predomina un primitivo espíritu de turbio liberalismo, inaceptable en nuestros días , ya que el "mal cura" quedó sepultado desde los tiempos de nuestro pintor Francisco Laso; un estudio histórico sobre el trágico "sortea de Matucana", así como otros artículos interesantes, entre los que descuella una réplica furiosa al escritor hispano Colmeiro, quien predijo la captura de nuestras islas de Chincha, desde 1850.

, Se nos comunica que otras obras más del Corond Espinosa existieron, impre­.sas, en la destruida Biblioteca Nacional.

El pseudónimo del prócer, cuando trataba sobre cuestiones nadanales -pues re­pito que en todo instante de su vida se sintió peruano, pensó como peruano, defendio ardorosamente al Perú y. . . fustigó también lo ingrato, lo pernicioso. lo injusto, lo paradajal que encontraba en nuestro país- fué "El Soldado de los Andes". Algunas veces firmó, también, "Juan Soldado".

Político, ya dijimos que no lo fue nunca. Sintióse en cierta época subyugado por la prestancia del General Vivanco, y parece ser que alguna vez le siguió. Per.o en otra oportunidad se divorció abiertamente de Castilla , y atacó con bríos sus dos admi­nistraciones. Así fulminó a otws gobiernos. Difícil es sorprender entre sus incon­tables páginas una loa dirigida a algún Presidente. Fue un inconforme. Aspiró a ver convertida la República del Perú en dechado de democracias, como la República de Suiza o la Unión Americana. Así erigióse, también, en azote de otros elementos .sedales y en sus páginas candentes, lapidarias a lo Rochefort, ·no dejamos de en­.vontrar, a fa luz plena del presente siglo, apréciaciones erróneas o injustas. acaso coro­lario de la precipitación con que solía escribir, o de la acibarada atmósfera en que hubo de debatirse, pu~s siempre -por honestísimo, por austero, por incapaz de clau­.dicaciones- mantúvose lejos de los festines y del oropel que el poder ofrece en opor­tunidades, y · prefirió la pobreza negra, pero llevar limpia la frente, inmaculadas las manos y tranquilísima su conciencia. Podríamos asegurar que Espinosa observó a lo largo de su vida la máxima lacónica de Guicciardini: "Ambiciona honor, no bono-

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res". Y así él vivió en pobreza edificante, conmovedora; y er.. tal angustia hubieron de vivir y evolucionar los suyos, quienes llevaron su nombre, su sangre y su carne.

El joven de veintidos años -que ya a tal edad fue Teniente Coronel por su ac­tuación durante un decenio del ciclo épico de la Independencia- obtuvo el ascenso a Coronel. Y como fué poco, relativamente, el tiempo que en lo ulterior dedicó al ejér­cito, no recibió la blanca pluma. Pero sobrevino la cuestión española. Con artería fue tratada nuestra patria por un atrabiliario diplomático y uno1 atrabiliarios mari­nos. La captura de las islas de Chincha fue bastante para que el Perú percatárase de que el plan reconquistador era ya puesto por obra. El Coronel Espinosa, que conocía -por haber replicado al desvergonzado Colmeiro desde 1850- los propósitos proditorios de los errados políticos que empujaban a Isabel Segunda, respiró cuando vio que se unía la República en tomo del Coronel Mariano Ignacio Prado, y guardó la péñola, en todo momento defensora del prestigio nacional, y limpió sus armas, que yacían en la panoplia. Raídos estaban sus recamados uniformes, y grises y blancos los cabellos. Pero su espíritu sentíase primaveral.

Ocupó el Palacio de Gobierno el Restaurador del honor del Perú, entre clamores de júbilo y virilidad de todo el país. El prócer, nacido en tierra uruguaya, brindó la espada, abrillantada y gloriosa, y pidió ser admitido como uno de los vengadores de la afrenta del catorce de Abril y como uno de los cons.olidadores de la emancipación americana. Y se le designó Subsecretario de Guerra.

Asomó el 2 de Mayo de 1866, memorable como efemérides de un mundo entero, y Espinosa -militar y periodista, "tan ilustrado como valiente" - constituyóse en el Callao para cumplir sus delicadas obligaciones. Escogió, para poder elevar al Go­bierno los partes de la épica contienda entre barcos y baterías, la batería "Abtao", ubicada en La Punta, desde donde podíanse anotar hasta los menores movimientos de la escuadra de Don Casto. Varios son los documentos oficiales, por él suscritos, que trasuntan su inteligentísima actividad en la gloriosa campaña de aquel día; y dice J. c. Urrea que el Coronel Espinosa "a los cincuenta años volvió a encontrarse frente al cañón español", pues en 1816 combatió a órdenes del General San Martín por la in­d~pendencia de América, y en 1866 expuso la vida por defender, con la honra del P erú la de todo el continente, y por consolidar la obra de cuantos en el ciclo herói­co fueron sus jefes, simples conmilitones o subordinados, desde las orillas del Plata hasta el Pichincha, el Potosí y el Mar de Balboa.

Y en la acción del Callao despidióse, ya para siempre, de las armas. Su exis­tencia se tornó esquiva para la publicidad. Vivió vida de penumbra. Su tempera­mento, entre bilioso y linfático, buscó ambiente de sosiego. Y los años pasaron. . . Y el veintiuno de Setiembre de 1871 se durmió en los brazos de la muerte. Su- ocaso fue en el pequeño pueblo de Ancón. Se le sépultó en el cementerio general de Li­ma cuando frisaba con los sesenta y siete años.

Dejó como fecunda herencia para los suyos una vida preñada de austeridad, apli­.cada a hacer el bien de los pueblos y de los necesitados. Contribuyó a la libertad de Chile, el Perú, Bolivia y el Ecuador. En muchos encuentros blandió su espada y en ellos fue proclamado vencedor. En 1866 afirmó, con Prado y el Perú entero, la so­beranía americana.

Tal es el prócer que, _ hace setent3 y tres añ·os, ingresó en · las regiones del miste­rio, y que otros tantos espera algún acto de consagración nacional.

Los senadores Ruiz Bravo, Salmón y Zapata vienen propiciando la traslación de sus despojos al Panteón de los Próceres. Y cuanto, en forma somera y seguramente precipitada dejamos dicho, justifica aquel noble anhelo. Ya irá, pues, el benemérito

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Espinosa a descansar al lado de Mariátegui, maestro suyo en ideología; al lado de Miller y de Guise, de Vida! y de Saco, de Alzedo y de Torre Ugarte ... Y enton­ces, esperará no verse tan solo en la vieja capilla carolina, y reclamará que vayan a acompañarle otras huesas, también dignas de nuestra veneración y de la gratitud pe­ruana.

Miraflores, 18 de Noviembre de 1911.

Enrique D. TOV AR y R., Del Instituto Sanmartiniano del Perú, del Instituto Histórico y de la Sociedad

Bolivariana .

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La Emancipación de Maynas Y sus Próceres Por R.ICAR.DO CA VERO-EGUSQUIZA

La acc1on libertadora de Maynas ofrece a Ja Historia características singulares dignas de destacarse.

Capital de Maynas era por entonces Moyobamba, ciudad que durante la época colonial desempeñó papel preponderante no sólo por su significación política sino por sus principios esencialmente religiosos, pues constituyó el centro mas importante de catequización y misiones de la Amazonia peruana.

Esa circunscripción fué una de las primeras en pronunciarse en favor de la In­dependencia, no obstante la considerable distancia en que se encuentra de Lima y las grandes dificultades de transporte de la época.

En las batallas libradas allí por tan noble causa, los hijos de Maynas supieron ofrendár el sacrificio de sus vidas, dejando a la posteridad los mas hermosos ej em­plos de valor y de heroísmo.

P restaron su decidida y activa colaboración en la campaña emancipadora de M?..y­nas los ciudadanos T imoteo D íaz, José M. R engifo, Bernardino Sánchez, Gregario del Castillo, José María Velasco, Norberto Soto, Pedro P. Vásquez Caisedo, Nicolás Valera, Alonso Casti!Jo Rengifo, CarkJs del Castillo, José María Rojas, Doroteo Aré­valo, Presbítero Juan Cervando Alván, Sargento Primero Buenaventura Vega y otros, todos hijos de la Gobernación de Maynas. Pero, entre ellos, se destaca admirable­mente la figura prócer de don P edro P ascasio Noriega, wmerciante, natural de la ciudad de Moyobamba.

Cuando San Martín desembarcó en Paracas, Pedro Pascasio Noriega se presen­tó ante el insigne Libertador y ofreció sus servicios para obtener la adhesión de May­nas a la gran causa libertadora. El genio comprensivo de San Martín vió en Norie­ga al patriota desinteresado que podía realizar tan arriesgada empresa y , al efecto. l~ impartió órdenes terminantes pare que desde Cajamarca marchara con cuarenta hombres a cumplir su misión de independizar a M aynas. Noricga, al frente de sus abnegados .soldados, incitó el fervor de los hijos del Oriente y se enfrentó decidido al gobernador realista don M anuel Ferná ndez Alvarez. Después del sangriento com­b<Jte de Chachapoyas. Fernández Alvarez se retiró a La Laguna, solicitando un Ar­misticio, para cuya celebración J.os hijos de Maynas, en sufragio oopular, designaron como diputados, el 20 de julio de 1821, al capitán de granaderos don Isidoro Reáte­gui y al Administrador de Correos, don Joaquín Ramos.

Este primer acto de liberación fué ~eguido de un acto público que realizaron los vecinos de Moyobamba, el 14 de Agosto de ese año, y en el cual quedó señalado el 16

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del mismo mes-, o sea dos días después , para la Jura solemne de la Independencia, pro­clamada ya en Lima por el General San Martín sólo 18 días antes.

El día 16, designado para dicho acto solemne, el Cibildo de Moyobamba, com­puesto por los vecinos notables: don J.osé San Martín Dávila , don Trinidad de la Pe­ña, don . Juan Bautista de Acosta, don Juan Factor Noriega y Capitán de milicias don Fernando Sánchez, congrega a todos los habitantes de la capital de Maynas y juran la Independencia del Perú, suscribiendo una acta que es enviada inmediatamente a! Gobernador y Comandante General den Manuel Fernández Alvarez, quien, a la sa­zón se hallaba en P ebas. atemorizado por la fuerte corriente de opinión surgida en contra de la Corona española. D icho Gobernador, en vis ta de la declaración unáni­me de Moyobamba, reune en P ebas, el 17 de A gos to, una Junta de adeptos al Rey, la que ·resuelve por unanimidad el abandono de la Gobernación de Maynas, deján­dola a los independientes, para incorporarse después a las milicias españolas o diri­girse a España. A raíz de esta determinación, el Cabildo de Moyobamba, en acuer­do de 8 de Setiembre de 1821, elige a b s autoridades patriotas de Maynas Indepen­diente.

El 18 del mismo mes de Setiembre, en la ciudad de Saposoa se jura solemne­mente la Independencia Nacional, realizándose el mismo acto en !.os pueblos de San­ta Cruz de los Motilones, Lamas, Tarapoto y Cumbaza, durante los dias 26 a 28 de Setiembre del citado año.

En el curso del año 1822 se efectuaron en diferentes puntos de Loreto varias su­blevaciones, como la del Sargent.o Santiago Cárdenas, la de Quilles, etc., en favor del gobierno español, logrando asumir esta reacción realista proporciones graves, de­bido a las disposiciones tomadas por el gobernador Domingo Alvariño para dividir las fuerzas patri.otas en pequeños des tacamentos.

La superioridad numérica de los realistas no arredró a los próceres moyobambi­nos, quienes opusieron tenaz resistencia con sólo 40 combatientes.

Pedro Pascasio Noriega, abnegado y patriota ciudadano, comandando el grupo, se enfrentó a la División realista de Cárdenas. Pem, la victoria se decidió por las fuerzas adversarias, siendo, luego, pasados por las armas ca.~i todos los valientes pa­triotas moyobambinos que form aban sus huestes. Noriega pudo escapar escondiéndo­se dentro de un horno ubicado en uno de los solares de la ciudad. Por fatalidad, des­cubierto al siguiente día de la batalla y sometido a un Consejo de Guerra, fué fusi­lado en la plaza principal de Moyobamba.

Después de la heróica muerte del libertador de M aynas, don Pedro P ascasio N o­riega, la reacción realista se tornó poderosa; pues, la D ivisión .organizada por el Sar­gento Santiago Cárdenas consiguió formar fuertes efectivos que luchaban en favor de la Corona batiendo los destacamentos organizados por el Gobernador patriota Domin­g.o Alvariño con el nombre de "Cazadores Voluntarios de Moyobamba''.

Ante el peligro que entrañaba 12 reacción realista, San M artín designó al enton­c:es comandante don José María Egúsquiz.a como Jefe de la División Libertadora de Maynas, y el 12 de Mayo de 1822, el Comandante de Armas de Trujillo don Pedro Antonio Borgoño, le dió el cargo de Jefe de la Expedición Restauradora, porque, a estar al texto del nombramiento, "concurrí<in en él las apreciables cualidades de ilus­trc.ción, conocimiento del terreno y reb.ciones de familia y amistad por ser natural de Cajamarca".

El teniente coronel Egúsquiza, uno de los mas pundonorosos y leales militares, como jefe de la División Pacificadora de Maynas e investido de poderes amplios, procedió de lleno a la campaña. Pero, sus operaciones fueron dificultadas no sólo por

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la poderosa reacción realista sino también por la sublevación del Gobernador patriota Domingo Alvariño.

El comandante Egúsquiza ocupó ventajosas pos1c10nes en Chachapoyas y Celen­din, recibiendo el apoyo de los patriotas de Maynas, quienes engrosaron sus efectivos que sólo llegaban a 45 hombres. A pesar de que en las respectivas instrucciones que se le dieron contaban que "no aventurara ninguna ac·ción y prefiriera retirarse. conser­vando siempre el honor de las ::irmas", el comandante Egúsquiza batió definitivamente a don Domingo Alvariño el 30 de Mayo de 1822.

La División Pacificadora de Maynas recibió el apoyo de una División patriota de 150 veteranos, al mando del coronel don José Nicolás Arriola. Ambas fuerzas se unieron el 29 de Junio del citado año. Arriola, por su grado superior, ocupó la jefatura de la Expedición y Egúsquiza actuó como segundo jefe. La División patri>a­ta prosiguió las operaciones el 7 de Julio de 1822. consiguiendo apreciables ventajas en sus numerosos encuentros con los realistas.

En el mes de Setiembre del citado año, se realizaron las sangrientas batallas de la Ventana, Rioja y Habana, siendo también en ellas derrotados los realistas.

El 25 de Setiembre del ya citado año de 1822, la heróica ciudad de Moyobamba, después de reñidos encuentros, cayó en poder de los pacificadores, quienes consiguie­ron fa total dispersión de los rebeldes, logrando Já completa pacificación de Maynas. Acto seguido el coronel Arriola nombró gobernador de Maynas a don Damián Yé­pez. De este modo la rica y extensa gobernación de Maynas independiente entró de lleno al . ejercicio de su libertad bajo el régimen republicano.

¡Loor a Pedro Pascasio Noriega, a José Maria Egúsquiza y a los demás próce~ res y héroes de Maynas!

R.icardo CAVER.0-EGUSQUI,ZA.

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RECUERDOS DEL

TIEMPO HEROICO Por TOSE MARIA REY DE CASTRO

Reproducimos las primeras páginas de esta importante obra, cuyas dos ediciones, de muy corto tiraje, están ago­tadas desde hace muchos años.

Poseyendo, como poseo, algunos documentos inéditos, relativos a la campaña del año 25, que dió por resultado la extinción de los últimos restos del poder español en América: habiéndome cabido la gloria de concurrir a ella, . a las inmediatas órde­nes del General en jefe Antonio José de Sucre; y habiendo sido testigo presencial de los sucesos, he juzgado que su publicación podría ser de alguna utilidad al histo­riador del Perú. Con este fin , y para dar orden cronológico a aquellos documentos, h(: evocado mis recuerdos, sin omitir algunas circunstancias, que si bien pudieran carecer de interés, no están de más en el relato. Así, espero se verá con indulgen­cia aparecer una que otra vez mi pobre personalidad, siguiendo los pasos de aquel héroe inmortal. casi desde que tuve la fortuna de conocerle.

La bella ciudad de Arequipa, de la que alguien ha dicho: "es un brillante, en­gastado en esmeraldas", no había vuelto a oir el sagrado grito de libertad desde que, en 10 de Noviembre de 1814, fué repercutido por la magnífica decoración con que el majestuoso Misti y los elevados Andes la E'ngalanan. El triste fin que tuvo la in-

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surrecc1ón de Pumacahua, adormeció por dilatado tiempo el espíritu de los habitantes de esa tierra fecunda en altas inteligencias y decididos patriotas.

Unos fueron deportados, otros permanecieron ocultos, y algunos rindieron su vi­da en el cadalso, contándose entre éstos el ilustrado y malogrado joven poeta, don Mariano Melgar, sacrificado en Humachiri, a consecuencia de la derrota de sus ban­deras desgraciadas, no sólo por el vivo y esforzado patriotismo que entonces le in­flamaba, sino por la previsión de_ que el ardor y la rar¡i actividad con que se consa­graba al servicio y dirección de las incipientes huestes revolucionarias, como auditor de guerra, daba motivo para . recelar que, t¡Jteriormente, desplegando ~n mayor esfe­ra su distinguida capacidad y luces, llegara a ser uno de los atletas de la indepen­dencia. Así lo comprendió el Teniente General español don Juan Ramírez, ufanán­dose de su inhumana previsión al ver la entereza y magnanimidad que mostró Mel­gar desde que fué hechó prisionero, y que no le abandonó ni en el patíbulo, defen­diendo denodadammte, ante sus victimarios, la -justi~ia de la 1:ausa de los ameri­canos.

Anublado el horizonte con la deplorable política de rigor e inflexible severidad desplegada en esa época por los jefes españoles que, antes del señor La Serna, obser­vaban fielmente la consigna de Boves y Morillo, de exterminar la ilustrada razón, ahogar todo sentimiento de libertad, patriotismo y . altos conocimientos; quedó el país sometido a una especie de marasmo, consiguiente a la ineficaz actividad desplegada en pos del sagrado fin que se perseguía. Reservada estaba al Ejército Libertador la misión de despertar a los habitantes de Arequipa de ese sueño de pasiva espectativa que adormecidos los tenía.

El 30 de Agosto de 1823, un rayo de luz iluminó la ciudad. La División que mandaba el General Antoni·o José de Sucre, pisaba nuestro nativo suelo. El ilustre General Miller, a quien tanto debe la causa de la independencia, fué el primero que con su Ayudante (hoy benemérito General Medina) se presentó en la plaza princi­pal, inquiriendo la dirección que llevaban las fuerzas españolas, que poco antes habían salido de la población. Llegando en seguida los cuerpos auxiliares, fueron alojados en sus respectivos cuarteles, donde escucharon la vigorosa palabra del .General en jefe.

Fácilmente puede concebirse cuál sería el regocijo y entusiasmo con que fué re­cibida una División compuesta de cuerpos veteranos de rígida disciplina y moral. vencedores en cien combate~. como lo proclamaban los glorias.os nombres que osten­taban sus banderas, y mandados por ilustrados guerreros. Infatigable,_ ·como siem- · pre, en el trabajo, el General Sucre se ocupaba, desde el momento de haber entrado en la ciudad, en adquirir datos estadísticos en todos los ramos, enterándose de los · recursos con que se podía contar, no menos que de la opinión dominante en el país. Para ello consultaba, con solicito interés, a los vecinos notables y patriotas que le visitaban; los que, prendados de la afabilidad de su trato y finos modales, se com­placían en ofrecerle sus servicios, empeñándose en suministrarle cuantas noticias Je fuesen necesarias para que llegase a tener · conocimiento claro de la situación y del país en que se hallaba.

Un . día de esos, llevado de natural curiosidad, salí yo a la puerta de mi colegio, y oyendo a los señores don Mariano Bias y don Basilio de la Fuente, y don José Ma­ría Gutiérrez, que trataban de ir a hacer su primera visita el General Sucre, me acer­qué a ellos y les manifesté el deseo que tenía yo también de conocer al General in­dependiente, insinuándoles me admitieran en su compañía. Obtenido esto, nos dirigí- : mos a la casa del s~ñor Cuadros, en la que se hallaba alojado. Le encontramos solo

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y escribiendo. al parecer, con urgencia ; lo que no impidió fuésemos recibidos con su genial amabilidad y cortesía. Durante la breve conversación, trató de uno de los puntos qu~ en ese momento le ocupaban; y pidiendo datos , volvió con atentas escu­sas a tomar Ía pluma, para hacer algunos apuntes. Al despedirnos. viéndole don Ma­riano Bias algo atareado en ese momento con el trabajo que tenía entre manos. le ocurrió ofrecerle los servicios de mi pluma. Los aceptó desde luego, y quedé solo con él; y dictándome por un largo rato varias órdenes y notas, tuve la honrosa sa­tisfacción de haber escrito de un mismo tintero, y a la vez. con el héroe que había de ser libertador de mi Patria: - alarde glorioso, de que me- envanecía ante mis ami­gos y compañeros.

Fué tan íntima, tan atractiva la simpatía que me inspiró desde el momento que tuve el gusto de conocerle, y me sentí de tal manera fascinado, que en mi· imagina­ción le atribuía ya todas las virtudes y cualidades del más eminente y perfecto de los. hombres. Su juventud, su suavidad y noble franqueza en el trato, que contras­taba tanto con la relación de. sus cootendores, me habían cautivado de manera que dé hora en hora aumentaba en mi corazón el sentimiento de afección profunda y de confianza ilimitada.

Arrebatado un día por esa poderosa magia, me resolví a dar un paso que podía ser peligroso y de fatal trascendencia para mi familia. Aflictiva me era la situación de mi padre. Español de nacimiento y a! servicio del Rey, se hallaba oculto en fuer­za de las circunstancias. Deseando remediar ese penoso estado, que creía fuese de larga duración, me decidí a poner en práctica una atrevida idea que había concebi­do. Resuelto ya, y cerrando los oídos a toda reflexión, sin consultar a nadie, arros­trando los azares, acometí la empresa.

A la mañ<ina del día siguiente, calculando la hora en que pudiese estar solo el General, fui a verle: se hallaba vuelto de espaldas a la entrada de la habitación. exa­minando un mapa del Perú, que estaba colgado, y como vestía una simple levita azul. sin insignia ninguna, nube de desconocerle; pero cuando me acercaba, volvió la cara, y después del saludo me preguntó si algo se me ofrecía. Entonces, en breves pala­bras que pudieran inclinar su benevolencia y excusarme el arrojo. le hice, no sin cor­tedad, mi franca declaración, o más bien la denuncia de ser hijo de un honrado espa­

' ñol que se hallaba al servicio del Rey. y que no habiendo t:migrado conforme a las órdenes supremas, se mantenía oculto en la dudad con daño de la familia: que pene­trado de su proverbial magnanimidad. me atrevía, sin el acuerdo de mi padre a su­plicarle me permitiese la honra de presentárselo. "Cuando Ud. quiera , hijo mio, me· contestó; no le sucederá mal ninguno". Rebosando de dulce alegría , le tributé ex­presivas gracias por su generosidad.

Bajo de esa inefable impresión, volé a mis hermanos y les revelé el paso audaz que había dado. Al asombro que les causó, siguieron los cargos por mi reserva y te­merosas reflexiones sobre el resultado. No es tiempo de eso. les dije : lo que c-onvie­ne ahora es arreglar el modo más adecuado de ponerlo en conocimiento de nuestro padre, evitando el violento efecto de la sorpresa. Acordado esto, fuímos a verle en su escondite, que era en un ·convento. Cuando yo, después de hacer el entusiasta panegírico del General Sucre y de la fe que tenía en su carácter, le manifesté el com­promiso por el cual debía sede presentado: -¿Estás loco? me dijo, · ¿qué has ido a hac.er? Y reprobándome el paso dado sin su anuencia, abrumado fuertemente por la excitación, se resistía a nuestras súplicas; pero eran tales las reflexiones que manaban de la naturaleza del caso, que se vió obligado a ceder, y quedó convenido que al día siguiente se realizaría la presentación.

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Llegado el día crítico, nos preparamos a dar cima a las árdua empresa. En hora oportuna , y poseídos de temerosa ansiedad, nos dirijimos a la casa del General; nos recibió benignamente en una sala aparte, brindándonos asiento, lo cual reanimó a mi padre; y como se hallaba enterado del objeto de la visita, pocas palabras bastaron para el desenlace, limitándose éste a manifestarle, con su peculiar cortesía, que po­día contar con todo género de seguridades para restituirse tranquilamente al seno de su familia, sin temor de ser molestado si, como esperaba, no tomase las armas contra el Ejército Libertador.

Aturdido hasta cierto punto mi padre con tanta nobleza y tanta generosidad, se despidió haciéndole atentas protestas de su gratitud. La proclama más elocuente no hubiera granjeado al General mayor popularidad, adhesión y respete, que este rasgo de sublime política. El ver salir de la casa a mi padre, tan conocido en la ciudad, atravesando libremente las calles que de su domicilio le separaban, causó gran sor­presa , haciéndole como el punto objetivo de todas las miradas. Mil versiones se ha­cían acerca de la franqueza y libertad de que le veíal} gozar. Para los patriotas era una picante preocupación averiguar el medio por el cual la hubiese obtenido: en los realistas ca usaba asombro y cierto género de confianza; produciendo en t.odos admira­ción y aplauso la política franca y liberal que ostentaba el jefe independient!!.

Con tal resultado, que me llen2.ba de s2tisfacción inefable, quedó justificada mi apreciación acerca de las eminentes cualidades que en el General Sucre brillaban: hi­d;; lguía, nobleza, generosidad americana, de que dió tan esplendentes pruebas en los campos de batalla. Esa apreciación, hija de la simpatía, fué más bien, puedo de­cir, una intuición de lo que este .raro genio había de influir, poco después, en el vago horizonte de mi vida.

Alejado de él, según mi posición, no se me ofreció motivo de volve¡· a verle: así, nada particular podría referirse que no lo hayan hecho, tratando de sus actos c,ficiales y públicos, plumas autorizadas. Ellas han narrado su incesante y diligente é!ctividad en las operaciones de una campaña en que, si bien no tenía el ¿nemigo 'll frente, podía verse amenazado de un día a otro por las fuerzas realistas, poderosas y muy superiores en número, próximas a combatir con el ejército que mandaba "n el Alto Perú el General Santa Cruz. Con la previsión y talento militar que tanto le distinguían, no dejó de ocurrírsele la idea de que por las event~alidades de la gue­rra pudiese aquel ejército sufrir un contraste. En precaución de ello, había ofrecido desde Chala a aquel General la cooperación y ayuda de las fuerzas que le obedecían: ofrecimiento que no fué aceptado, por confiar en un triunfo seguro. Sin embargo de esto, y enterado de los movimientos de los respectivos ejércitos, determinó salir de Arequipa para aproximarse a Santa Cruz, y tomó la dirección de Puno; más al lle­gar a Apo, punto elevado en lo más alto de la cordillera, a doce leguas de la ciudad, supo la total dispersión del ejército y la proximidad de los realistas, lo que le obli­gó a contramarchar inmediatamente, por no poder hacer frente a fuerzas tan supe­riores.

Sabiendo que habían llegado a Moquegua Santa Cruz y Gamarra, que a la costa se dirijían, consideró de urgente necesidad una entrevista con ellos, y en el acto se puso en viaje a la ligera hacia aquella ciudad. Verificada la conferencia, regresó a Arequipa el 6 de Octubre. Inmediatamente dispuso que la infantería emprendiese su marcha al puerto de Quilca, dejando la mayor parte de la caballería.

Algunos entusiastas jóvenes de mi colegio y otros, tomaron servicio, agregándose en los cuerpos de la División, y marcharon con ella. Hube de ser de ese númer•o, acariciado por mi amigo el Mayor de Húsares don Isidoro. Suárez, que me había to-

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mado afecto, y me halagaba ofreciéndome la clase de alférez en su escuadrón. Pero el respeto tierno y filial amor que profesaba a mi padre, a quien sin duda hubiera cau­sado grave pesadumbre, pudo más que los impulsos de mi patriotismo.

No tardaron mucho !os orgullosos escuadrones del Rey, mandados por el Coro­nel Ferraz, en acometer a la población; mas el valiente Comandante Raulet, con su escasa caballería, les disputó largo tiempo la entrada, sufriendo no pocas pérdidas; pérdidas que no desalentaban el coraje de los patriotas, pues todavía resistían sus cargas en las calles, que quedaron regadas de sangre. El General Sucre se hallaba en la plaza mayor cuando los realistas entraban en ella, y dió orden al General Mi­ller para que se pusiese a la cabeza de la caballería y le siguiera en su marcha. Fué perseguido éste por las lanzas españolas en su retirada hasta Uchumayo, no dejan­do por eso de darles frente, provocando al combate en varias ocasiones. Los Gene­rales Sucre, Lara y Alvarado se embarcaron en Q uilca y dieron la vela para Pisco: el General Miller, con la caballería y una compañía de infantería, efectuó su marcha por tierra a Lima. La retirada de la División desde Arequipa al puerto de Quilca, a.travesando una distancia de más de 30 leguas de desierto, sin agua en casi todo ese tra­yecto, y sobre abrasadores arenales, hace mucho honor a la pericia militar y práctic.o ta­lento del insigne General que la mandaba. ·Tuvo el General Sucre la grata satisfac­ción de presentarla al gobierno, íntegra y animada del mismo bélico ardor que mos­tró al zarpar del Callao. Salvó así esta esforzada falange de valientes, para segar con ellos, un año después, inmarcesibles laureles en A yacucho. Ausentándose ya de Arequipa, no tuve ocasión de volver a verle; pero mi espíritu entusiasta y agradecido le seguía por todas partes, encontrándole siempre grande, siempre noble.

No bien había llegado a Pisco, cuando un motivo poderoso le arrancó precipita­damente de allí, para dirigl rse a Lima. Era la voz de la amistad, que siempre reper­cutía dulcemente en su bello corazón. Supo que su amigo el Coronel Delgado, por alguna falta de disciplina en ei servicio, había sido juzgado en ccnsejo de guerra y sentenciado a la última pena. Temiendo que el Libertador ordenase el puntual cum­plimiento de, la ley, voló en pocas horas a interponer sus ruegos y alta mediación pa­ra salvar a su amigo: se le opuso alguna dificultad; pero, gracias al deseo vehemente c¡ue animara a tal1 respetable padrino, la pena fué conmutada y tuvo la grata satis­facción de haber servido al amigo ( 1).

Con tal ocasión pudo verse con el Libertador, quien decidido a someter al Gene­ral Riva-Agüero, después de haberle escrito y enviado comisionados excitándole a ter­minar la guerra civil que había comenzado, veía como un asunto de gran interés la posesión pacífica de Trujillo, provincia de inmensos recursos, así como ganar para la r~pública los cuerpos que obedecían al ex-presidente Riva-Agüero. Siendo, pues, inú­tiles todos los medios al efecto empleados, determinó hacer uso de las fuerzas, y dis­puso fuese a la cabeza <le elfos el General Sucre. Un sentimiento de nobleza, en que tanto abundaba su virtuosa alma, hizo que se negase resueltamente a tomar el man­do de ellas. Rogó encarecida y ardie'1temente al Libertador, que no lo emplease en

( 1) Amigo infame, colombiano traidor, que años más tarde, en unión del. otro ttaidor Bustamante, ofreció por un documento público al gobierno del Perú sus servi· cios para la loca invasión que llevó 2 cabo ril s:.ielo de Colombia.

No supo el severo Sucre a quién apadrinaba; pero este delincuente siempre sufrió el castigo que merecía. El Genen!I peruano Salaverry, en uno de sus arrebatos, Jo hizo fusilar en el pueblo de Bellavista, sin fórmula alguna de juicio. (Nota de P. y S.)·.

(Recuerdos del Tiempo · Heróico - Rey de Castro).

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la campaña contra Riva-Agüero, ni como simple soldado. Se encontraba calumniado por éste , suponiéndolo autor de los decretos del Congreso, el agente de la ambición de Bolívar. y Ió oonsideraba como el ins '.rumeµto de su ruina. Podía creerse, decía, que un espíritu de odio y venganza personal le animaba a encargarse del mando de las tropas más bien que el sentimiento patriótico de rendir un importante servicio a la causa de la libertad.

Su resistencia era absoluta. Además de los motivos personales, abrigaba la opi­nión de que no convenía la intervención de los auxiliares en aquella contienda, y ab­solutamente menos la suya propia. Con sentimiento cedió Bolívar a los incesantes ruegos de Sucre, y tomó en persona el mando del Ejército para someter a Riva-Agüero.

Al lado de este rasgo de delicadeza del G eneral Sucre, quiero consignar el ejem­plo súblime de moral militar y subordinación que ofreció al Ejército después de la ba­talla de Junín.

El Libertador dió orden al General Sucre, que era General en jefe del Ejército Unido Libertador del Perú, para que se regresara a Paseo e hiciera marchar los hos­pitales y muchos elementos de guerra que habían quedado a retaguardia, nombrando entre tanto al General don José de La Mar, General en jefe. Esta orden, que el Ge­neral Sucre obedeció en el instante, fué, 'sin embargo, muy sensible para él, en aten­ción a que era comisión que se daba a los oficiales subalternos. En consecuencia es­'cribió, después de cumplida la orden, una carta en que le decía al General Bolívar que no quería servir más y que se regresaba a Colombia \ y a Bogotá a ocupar su puesto en el Senado. El Libertador le contestó una carta llena de ternura, exageran­do la importan.cía de la comisión que le había confiado y llamándole otra vez a ocu­par su puesto en el Ejército. He aquí las cartas:

Jauja, a 28 de Agosto de 1824. - 14? - A S . E. el Jeneral Bolívar, etc.

Mi Jeneral:

He despachado todo lo que había atrás del Ejército hasta el Cerro, i más allá han marchado oficiales que harán andar cuanto queda. Han ido para el cuartel Li­bertador las fuerzas i los artilleros militares, de que he dado cuenta por medio de la Secretaría General. Después que he llenado tal comisión, i que he cumplido con us­ted, querrá usted permitir que piense un momento en mí.

Convendrá uste~, mi J eneral, en que un hombre que carezca de la delicadeza ne­cesaria para servir su destino, no debe obtenerlo, i menos vivir en la s.aciedad que guían el honor i la gloria. Yo he sido separado de la cabeza del Ejército, para eje­cutar una comisión que en cualquiera parte se confía cuando más a un Ayudante je­neral, i enviado a retaguardia al tiempo en que se marchaba sobre el enemigo; por consiguiente, se me ha dado públicamente el testimonio de un concepto incapaz en las operaciones activas, i se ha autorizado a .mis compañeros para reputarmc como un im­bécil o como un inútil.

Pienso, señor, que al usar este lenguaje no se me acusará de orgulloso ni de as­pirador. Habiendo rehusado de 'todo mi corazón el primer rango del Perú que obtu­ve una vez por la representación nacional. parece que poseo un derecho a exijir de mis compatriotas que me crean con sólo el deseo de un poco de estimación pública ; pero ese, desprendimiento de los destinos, ni me aleja de los miramientos que ·debo a mi actual empleo, ni me autoriza para prostituirle su deooro.

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Es cierto que he consentido en la acept2ción del nombre de Jeneral en Jefe del Ejército Unido con un ejercicio vago e informal; pero ni he dejado de conocerlo, ni , de saber _la crítica de los jefes a mi insulsa representación: la continué, sin embargo, por complacer a usted i por servir al Ejército · i al Perú, sin llevarme nunca de la presunción del título; pero sucede de algunas distracciones, que de un mal se va a . otro, i yo he visto con dolor que sufriendo pequeños golpes (i tal vez varios no pe­queños) se me ha dado el más fuerte, que jamas preví, de reducirme, ante el Ejército Unido, al papel. de conducir enfermos i atrasados.

No sé si al conferírseme semejante comisión se ha tratado de abatirme; pero lo dudo infinito i mi conducta me persuade que no he merecido: tampoco sé, si porque se. me juzgue inepto; pero en tal caso, me consuela que he servido a usted i al Ejér-

' cito con un celo especial, i que en la campaña he tenido una absoluta consagración a todos los trabajos. Sea lo que sea, mi Jeneral, esta comisión ha servido de burlas . i sátiras a los que no son mis amigos, i de s.orpresa a los que me estiman. Y o he sufrido el torm.ento eje que algún jefe me dijera, que haberla aceptado era una inde­bida autoriza.ción para que pudiesen ser tratados los demás casi como criados ( dis­pense usted que use la misma palabra); si esto se ha dicho a mi frente, es fácil juz­gar lo que se hable a mi espalda, e inferir qué respetabilidad i qué concepto he de me- · ·recer a mis compañeros. Es incontestable que de hecho se ha declarado a la faz del Ejército que no se me necesita para nada (que es demasiado probable) , i lo que es más mortificante, usted ha dicho a alguien de mis ménos amigos, que se me mandaba a retaguardia en busca de las altas de hospitales i de las guerrillas. ¿No es esto dar a mis desafectos los medios fáciles de desacreditarme? Sin embargo, yo creo de muy buena fe que sirvo para mucho más que tales comisiones.

De todo esto deducirá usted que mi situación es un verdadero conflicto: estoi separado del Ejército por la distancia del honor al vilipendio, i mi corazón está unido a usted, al Ejército, i a la gloria de Colombia en la libertad de este país. He medi­tado doce días mi posición i el partido que me deje, i después de un choque constan­te entre mis deseos i mis deberes, éstos me aconsejan de no presentarme en donde mis compañeros me han visto salir con desaire. Si usted me permitiera, yo abrazara la resolución que me dictan mi conciencia militar i mi justificación; pero aún seré sumiso i elejiré a usted mismo de consultor en este delicado asunto.

Los amigos a quienes he manifestado mi situación, me han reprochado de que no representara ántes contra el ultraje de esta comisión; pero si yo conviniera en que fuese una falta, sería suficientemente disculpado con mi prudente i ejemplar obedien­cia a los mandatos de usted, i porque además, er¡i una triste indiscreción reclamar otras consideraciones ,que aquellas que buenamente se me dispensaran.

Usted sabe, mi J eneral. que nadie ha sido más empeñado que yo en esta campa­ña, i que aun cuando el año pasado quise por razones poderosas irme de ese país, luego tomé una muy positiva . determinación de quedar hasta el fin de la guerra, co­rroborándola sinceramente en los conflictos de Febrero 1 Marzo. i mucho más des­pués del consejo de Huamachuco. He llenado con entera contracción mis obligacio­nes hasta que nuestro Ejército, tomando en todos sentidos una superioridad absoluta­mente decidida sobre el enemigo, nos presajia o asegura una conclusión feliz i pron­ta, i hasta que el suceso más inesperado i bochornoso me ahuyenta del Ejército. . Nin­gún acaecimiento de otra especie ménos ofensivo, pudiera inducirme al partido que más me cuesta; i nó a la verdad por esperanzas de premios militares ni otras recom­pensas al fin de la campaña, sino porque mis sentidos todos han estado tan ligados a la suerte de nuestros cuerpos en el resultado final de la empresa, e.orno se halla us-

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ted a . su gloria. Contemple usted por tanto cuán amarga es mi resolución, que la en­cuentro tan precisa como dura.

Después de tan franca esposición, creo, señor, qúe usted no consentirá mi humi­llación ante todo el Ejército: usted no querrá que un soldado honrado se conforme con la vergüenza i el desprecio. Condenado por consecuencia a la más cruel despedida, permaneceré unos dias de Huancayo a Tarma (con las ocupaciones más posiblemente útiles a las tropas) mientras usted tiene la bondad de mandarme sus órdenes, que en mi estado desagradable sabrá usted, cuáles convengan. Me atreveré a indicar como las más oportunas, aquellas que me ahorren nuevos e injustos vejámenes; porque, co­mo otras veces he dicho a usted, yo puedo i quiero ser, de simple particular en Co­lombia, un buen ciudadano, ya que la suerte no me ha protejido _bastantemente para ser un buen militar. Desde mucho tiempo me he penetrado de que no soi para la carrera pública: lo sé, lo confieso sinceramente, i es cuando hai que exijirseme.

Dígnese usted, mi Jeneral , aceptar los votos constantes de mi corazón por su prosperidad i su dicha: siempre desearé vehementemente que en todas partes la som­bra de usted sean la fortuna i la victoria. No sé cómo acabar esta carta: entre la desesperación i el dolor, apénas permiten pedir a usted que me conserve sus restos de estimación, i que cualquiera que fuere mi condición, quiera usted contarme

Su fiel amigo, humilde i obediente servidor.

A. ¡. de SUCRE.

(Continúa)

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