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  • Fronteras diluidas Mexico siglo XIXentre Historia y Literatura

    AsesorVicente Quirarte Castaeda

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    El texto y las imgenes son propiedad patrimonial de la Univer-sidad Nacional Autnoma de Mxico.

    ISBN: 978-607-02-3379-1

  • FRONTERAS DILUIDAS ENTRE HISTORIA Y LITERATURA. MxIcO. SIgLO xIx

  • InStItutO dE InVEStIGAcIOnES FILOLGIcAS

    Centro de estudios Literarios

    unIVErSIdAd AutnOmA mEtrOpOLItAnA-Iztapalapa

    FOndO pArA LAS LEtrAS mExIcAnAS

  • Fronteras diluidas entre historia y literatura

    mxico. Siglo xIx

    CoordinadoraMara Rosa Palazn Mayoral

    Colaboradores Mara Esther guzmn gutirrez y

    cristian Ordoez Santiago

    AsesorVicente Quirarte castaeda

    UNIVERSIDAD NAcIONAL AUTNOMA DE MxIcOUNIVERSIDAD AUTNOMA METROPOLITANAFUNDAcIN PARA LAS LETRAS MExIcANAS

    MxiCo, 2012

  • Primera edicin: 2012Fecha de trmino de edicin: 19 de junio de 2012

    d. r. 2012 universidad nacional Autnoma de mxicociudad Universitaria, del. coyoacn, c. P. 04510Mxico, D. [email protected]

    Departamento de publicaciones del IIFLTel. 5622 7347, fax 5622 7349www.etienda.unam.mx

    ISBn: 978-607-02-3379-1

    Prohibida la reproduccin total o parcial por cualquier medio sin la autorizacin escrita del titular de los derechos patrimo-niales.

    Impreso y hecho en Mxico

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    FRAY SERVANDO TERESA DE MIER Y LA SEcULARIZAcIN DE LA cULTURA cOLONIAL

    Arturo sobern Mora1*

    Cuando en junio de 1795 fray Servando Teresa de Mier sale desterrado para Europa, es todava un religioso dominico de ideas y comporta-miento ortodoxo. Su primera hereja, motivo de su defenestracin, la haba cometido apenas el 12 de diciembre del ao anterior, al predicar el sermn para celebrar el aniversario de la Virgen de guadalupe. En aquel glo-rioso festejo el padre Mier, adems de refrendar con su prdica la preferencia de la Virgen por los americanos, intent birlar a los peninsulares la coartada histricadejustificarlaConquistaycolonizacindeAmricaconlatempranaprdica del Evangelio en tierras americanas. La naturaleza del argumento con el que fray Servando llev a cabo su cometido, en presencia del virrey y del arzobispodeMxico,calificadoensumomentoporelpropioJosMaraLuisMora como no el ms acertado(175), responda a la intencin del domi-nicoquiz no vislumbrada por ste con la suficiente claridad de llevarhasta sus ltimas consecuencias el tono de rivalidad que se haba dado en los ltimos aos entre criollos y peninsulares en el marco de la celebracin de la Virgen del Tepeyac.2

    La base argumental del referido sermn la sintetiz el propio fray Ser-vando en la siguiente cita de su correspondencia con el cronista de Indias Juan Bautista Muoz:

    1* Direccin de Estudios Histricos, Instituto Nacional de Antropologa e Historia.2 Escribe el padre Mier al cronista Juan Bautista Muoz en 1797: los sermones de gua-

    dalupe en Mxico [] se han convertido en disertaciones apologticas contra los espaoles indianos, que como no nacieron en esa creencia, y tienen mucho de rivalidad nacional, no cesandeobjetarnoslasmuchasdificultadesqueestnsaltandoalavista(TorreVillar758).

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    Mi sermn se reduce a decir que la imagen de guadalupe haba tenido culto en el cerrillo de Tepeyacac, llamado por eso Tonantzin, o de nuestra madre y seora, desde que Quetzalcohuatl (que quiere decir Santo Toms, y los indios llaman tambin Santo Tom, como los de Oriente) le haba anunciado el Evangelio.

    Quiz los cristianos la escondieron del furor de los apstatas, cuando la persigui cruelmente Huemac rey de Tula, y la virgen apareciendo a Juan Diegoen1531,envi suantigua imagenalobispo,mandandoreedificarle sutemplo, etc., conforme a la tradicin (Torre Villar 758).

    El arzobispoAlonsoNuezdeHaro, hombre culto ydefinoolfatopol-tico, pero prejuiciado hacia los criollos, vio en el sermn del padre Mier una peligrosa blasfemia poltica, que el prelado convirti en religiosa para lanzar contra su autor un fulminante edicto en el que mandaba incautar sus papeles y lo pona bajo seguro resguardo en el aislado convento de las caldas, en Espaa, por el desmedido plazo de diez aos.3 Dado la proporcin del escn-daloquesuscitelsermndemarras,magnificadoporelarzobispoHaroconel fin de generar un ambiente deopinin favorable a su reaccin almismo,igualmente desmedida, pocos de los numerosos familiares y conocidos del padre Mier temerosos de las consecuencias se atrevieron a dar la cara a su favor. Antes bien, la ocasin result propicia para que antiguas rencillas y diferencias personales, generadas y alimentadas por la ya entonces descollante personalidad, controversial y provocadora del padre Mier el contenido del sermn pareciera carta de presentacin, abonaran en apoyo de la medida arzobispal. Entre stas ltimas destaca la actitud mezquina del provincial de la propia orden de los dominicos, quien prcticamente dio el espaldarazo al edicto del arzobispo.4

    Decidida su suerte, fray Servando la asumi no como condenado, sino como aqul al que le ha sido dada la oportunidad de poner a prueba su entereza en las agitadas arenas de la vida. Parti para Espaa convencido de encontrar la forma y los recursos de demostrar la injusticia de que haba sido

    3 Fray Servando naci en la ciudad de Monterrey el 18 de octubre de 1763. Tom el hbito de la orden de los predicadores y estudi en el colegio de Porta coeli de Mxico. Recibi el grado de doctor en teologa. Muri en las habitaciones de Palacio Nacional, en donde el presidente guadalupe Victoria le haba hecho su husped, en 1827.

    4 Las consecuencias del sermn, as como el contexto en el que se dio, han sido amplia y brillantemente analizadas por Edmundo Ogorman (Mier 1981, I: 21-138).

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    objeto, sin sospechar siquiera en esos momentos que el claustro dominico de Mxico no volvera ms a ser su morada.

    El accidentado y con frecuencia sufrido periplo que vivi Mier por Europa y que se extendi por poco ms de veinte aos, le permiti confirmarseen sus recelos antipeninsulares, enfrentando sin tregua lasmil dificultades yescollos que opuso a sus gestiones reivindicadoras la burocracia real. Pero el prolongado exilio tambin le oblig a revisar la percepcin que tena, como todo buen catlico novohispano, del halo de justicia que poda y deba emanar delafiguradelmonarcaespaol,ydelasolidaridadquepodaesperartantode sus hermanos de orden como de la jerarqua eclesistica en general. Los desengaos operaron en la febril mente del dominico el cual no fue ajeno a las ideas separatistas que ya circulaban en Amrica por aquellos aos como lentos pero seguros catalizadores que lo llevaran, en su momento, a asumir posiciones radicales.

    Hasta antes de su destierro, el padre Mier haba alcanzado cierta noto-riedad en los crculos intelectuales novohispanos por lo gil de su discurso y sealada originalidad en sus razonamientos.5 Es as que en las circuns-tancias del arresto inicial al que fue sometido por el arzobispo Haro en su celda del convento de Santo Domingo, as como en su posterior destierro, no encontr mejor arma que la palabra escrita. Ya desde su propia celda blandi la pluma en lances infructuosos cargados de erudicin cannica: A la maana siguiente envi con el mismo superior un escrito al provincial, en el queleextractabaochoBulaspontificiassobrenuestrosprivilegios,einsiste,repliqu con otro escrito [al prior del convento] en que le peda se sir-viese declarar por escrito si mi prisin era de orden del arzobispo, como me haba enviado decir, o de la suya si lo fuese. Respondi [] que no quera (Mier 1988a, I: 102). A partir pues de este memorable instante el padre Mier hizo de la escritura parte consustancial de su existencia misma, primero para organizar su defensa ante los tribunales e instituciones espaolas y despus para expresar su abierto activismo a favor de la causa independentista de Mxico y la Amrica espaola. Para lo primero escribi numerosos memo-riales y representaciones, la mayora de los cuales permanecen inditos o se

    5 En el mes de noviembre de aquel 1794, fray Servando predic el sermn que conme-moraba el traslado de los restos de Hernn corts a su nueva morada en el templo del Hospital de Jess, sermn que le vali elevado crdito entre los asistentes al acto (Brading 64-65).

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    han perdido debido al encono con el que fue perseguido; persecucin que alcanz irremediablemente a sus papeles personales. Para lo segundo, fray Servando produjo los escritos ms originales y consistentes emanados de su pensamiento poltico. De entre stos destacan las dos Cartas de un americano a El Espaol sobre su nmero XIX, publicadas en Londres en 1811 y 1812; su Historia de la Revolucin de Nueva Espaa (1813), obra que, junto con las cartas, se considera la primera historia del movimiento insurgente americano; y la Memoria Poltico-Instructiva, enviada desde Filadelfia en agosto de 1821 a los Jefes Independientes del Anhuac (1821), documento en el que, en vsperas del entronizamiento de Agustn de Iturbide, expresa un abierto rechazo a la monarqua como forma de gobierno.

    En 1817, estando preso en las crceles de la Inquisicin, el padre Mier escribi sus Memorias, las cuales se componen de dos partes: la primera titu-lada Apologa del Doctor Mier; la segunda, Relacin de lo que sucedi en Europa al Doctor Don Servando Teresa de Mier, despus que fue trasladado all por resultas de lo actuado contra l en Mxico, desde julio de 1795 hasta octubre de 1805. Aun cuando estas Memorias pueden considerarse parte de la intencin de autodefensa si se tiene en cuenta que toda la primera parte est dedicada a demostrar, entre otras cosas, que en su famoso sermn no neg la tradi-cin aparicionista de la Virgen, a replicar en forma minuciosa los argumentos del edicto que lo conden, y referir las amaadas circunstancias en las que ste se dio su contenido y la forma en que estn redactadas, sobre todo la segunda parte, pueden verse tambin como el rompimiento definitivo defray Servando con las formas discursivas del sermn. stas en nada servan en su denodada autodefensa y en su inters por lograr nuevos horizontes expresivos. Por ello en las pginas de las Memorias, Mier rebusca la expre-sin elocuente y novedosa, tal como lo intentara por esos mismos aos Jos Agustn Fernndez de Lizardi, y como recomendaba en sus trabajos Antonio de capmany: La verdad misma, realzada con la novedad de la expresin, y el calor del estilo, da ms valor a la justicia de la causa, y gana los votos todos del auditorio (gmez de la cortina 181).

    En sintona con lo anterior, Mier intent tambin contemporizar con las modas literarias de la poca al escribir unas Memorias. Sin duda, el periodo que le toc vivir al padre Mier con la Ilustracin por un lado y el Roman-ticismo liberal por el otro como fronteras limtrofes, significado por lavocacin autobiogrfica de sus grandes protagonistas empeados en dejarconstancia de su paso por este mundo, marc su impronta en el nervioso

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    nimo de nuestro dominico. Si acaso Mier no ley la mayora de las memorias o autobiografas asequibles en su momento, s tuvo conocimiento de las ms populares, desde las dismbolas y con sabor a intriga cortesana de Franois la Rochefoucauld (1613-1680) y el duque de Saint-Simon (1675-1755), hasta la elegante autobiografa de Edward gibbon (1737-1794) y las escandalosas Con-fesiones de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).

    En todo caso, y al margen quiz de frvolas modas literarias, el padre Mier crey necesario dejar constancia escrita de su causa personal, con sus dichas y desventuras, y expresar a travs de ella, con un tono de desenfado y cierta vena satrica, las razones de su condena; acompaadas de una alegre cr-nica de las vicisitudes de su deambular americano y europeo. Pero sobre todo ponder llegado el momento de decir la verdad franca como dira Gibbonydeinstruira laposteridadafirmaMiersobre laverdaddetodo lo ocurrido [] para que juzgue con su acostumbrada imparcialidad, se aproveche y haga justicia a mi memoria. En el ocaso de la vida, cuando los hechos de los hombres ya no pueden alcanzarlo, fray Servando decide enco-mendarse al juicio de la historia pues esta apologa ya no puede servirme en esta vida que naturalmente est cerca de su trmino (Mier 1988a, I: 3). En ese momento el padre Mier cuenta con cincuenta y seis aos de edad.

    RADIOgRAFA DE UN HETERODOxO

    El teln europeo se abre para fray Servando con su arribo al puerto de cdiz y a partir de all da inicio a la narracin de la segunda parte de sus Memo-rias. El tono antisolemne que aqu utiliza le permite mostrar otras facetas de su compleja personalidad. Su mirada se posa, de manera espontnea pero siempre crtica, sobre caracteres nativos y escenas de la vida cotidiana y, si bien su juicio se mantiene alerta acerca de todo aquello que considera forma parte de las razones que lo han llevado hasta esos lejanos sitios, nunca deja de dirigirle una mueca cargada de irona. Pero amn del tono jovial con el que fray Servando registra sus primeras impresiones espaolas, el itinerario que describir ms adelante le descubre un mundo cultural que intua y al que slo haba tenido acceso parcial en su tranquilo pero intelectualmente censu-rado universo novohispano.

    El primer encuentro significativoque tuvoMier en esa direccin se veri-fic en Madrid con el cronista de Indias Juan Bautista Muoz. Despus dehaber sido encerrado en el monasterio de las caldas, de donde se fuga y

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    es trasladado al convento de San Pablo de Burgos, fray Servando es trasla-dado a Madrid (Mier 1988a: 223-240). En las caldas y Burgos, el rudo trato que recibe de sus hermanos de orden incrementa su indisposicin hacia la burocracia eclesistica y comienza a adquirir la certeza no explcita pero dibujada en sus comentarios de que la Iglesia catlica no es la pretendida institucin monoltica integrada por hombres humanamente distintos pero en mancomunada misin religiosa. Antes bien parece decirnos se trata de una ms de las innumerables corporaciones seculares, en la que caben, como en cualquiera de ellas, los ms extraviados intereses personales y domi-nios ideolgicos. Es entonces cuando parece adivinarse una cierta tendencia secular en Mier. Sus hermanos de orden dejan de serlo para l en tanto su ordinariez intelectual y espiritual los reduce, a su vista, a la condicin de sim-ples cortesanos con hbito. La experiencia, sin embargo, lo prepara para el encuentro con el cronista Muoz.

    Dice Mier que desde su encierro en Burgos comenz a tener correspon-dencia con Muoz, aseveracin que pone en seria duda Edmundo Ogorman, peroanas, la influenciaquetendraqulsobreelpensamientode fraySer-vandoserdefinitoria(1981,III:59-88).UnosaosantesMuozhabarecibidoel encargo del rey de redactar la historia del Nuevo Mundo, para cuyo objeto se dio a la ingente tarea de recopilar toda clase de materiales sobre asuntos americanos. En 1794, aprovechando el acopio que haba logrado de ese gnero defuentesdocumentalesybibliogrficas,redactunaMemoriasobrelasapa-riciones y el culto de Nuestra Seora de guadalupe (Torre Villar 689-701), que ley aquel ao en el seno de la Real Academia de la Historia de Madrid. A la revisin de las obras de autores como Mariano Fernndez de Echeve-rra y Veytia, Miguel Snchez, Luis Becerra Tanco, el padre Francisco Florencia, carlos de Sigenza y gngora, fray Bernardino de Sahagn y otros, Muoz lleg a la conclusin de que hasta mediados del siglo xvii no se haba tenido noticia clara de las apariciones de la Virgen de guadalupe, por lo tanto no haba forma de documentar los orgenes de la tradicin aparicionista. La Memoria de Muoz no sera publicada hasta 1817, lo cual supone que el padre Mier no la conoci hasta esa fecha; sin embargo, dado el sumo inters que tena en la materia, nada impide suponer que pudiese haber consultado una copia manus-crita de la Memoria o que el propio cronista Muoz, u otro personaje versado enelasunto,refirieseaMierlospormenoresdesucontenido,posibilidadnadaremota pues como el propio Mier asent en sus Memorias, Los europeos ni ac ni all creen tal tradicin [aparicionista] (Mier 1988a, I: 261). Una copia de

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    la misma haba sido incorporada al expediente de Mier en aquellos das como prueba de descargo (Mier 1988a, I: 251). Para el dominico, en ltima instancia, el juicio de Muoz era digno de todo crdito: En Espaa slo se trata con respeto a nuestro pas de las minas de oro y plata, y por alguna rara casualidad se suele encontrar un hombre como Muoz instruido en nuestras cosas (Mier 1988a, I: 270). como quiera que sea, el pecado de la duda haba sido inoculado en la mente del padre Mier, en su nimo la tradicin aparicionista se tamba-leaba ante la certeza irrefutable de los testimonios documentales; su ortodoxia comienza a mostrar cuarteaduras y, en esos das de incertidumbre, el destino est prximo a ponerlo a prueba con prendas irresistibles: Pars, la llamada capitaldelafilosofamaterialista,estabaalalcancedeotrafuga.

    De Madrid, Mier se dirige a pie al monasterio de El Escorial para entregar al rey sus documentos, en un nuevo e infructuoso intento por lograr la revi-sin de su sentencia. Vuelve a ser encerrado en Burgos en donde perpetra otra evasin, que el padre Mier se solaza en describir en sus Memorias ador-nada con ribetes de vistoso dramatismo:

    Un golpe de rayo paraliz por cuatro horas mis potencias y sentidos. Pues vamos a perderlo todo, dije yo [] y comenc a arbitrar los medios de escapar. [] Recurr al religioso que me haba ofrecido sacar al principio [] me sugiri que podra descolgarme con el cordel que formaba el catre de mi cama. [] con l atado de la ventana comenc a descolgarme en el punto de media noche, hora en que el fraile centinela se retiraba con oca-sin de los maitines; y mientras hubo ventanas en qu estribar, baj bien; pero despus con el peso del cuerpo las manos se me rajaron, y sin saber de m, baj ms aprisa de lo que quisiera. [] Acab mi volatera todo ave-riado [] y corr hasta un cuarto de legua de Burgos, donde est el hos-pital de los comendadores del rey, los cuales me ocultaron aquel da [] sal a las ocho de la noche [] descansando de da, caminando de noche, echndome fuera del camino a cada ruido que oa, debatindome con los perros que en batallones ocupan los pueblos; y temblando de los ladrones que capitaneados por chafaldin desolaban a castilla la vieja [] y mis pies y piernas se hincharon de manera que despus de dos noches de camino, tard casi un da en andar una legua, hasta llegar a un pueblo tres leguas distante de Torquemada, donde me puse a llorar (Mier 1988a, II: 12-13).

    Repuesto Mier de su osada fuga se traslada a Valladolid, en calidad de cl-rigo francs emigrado; sin embargo, el furor de sus perseguidores le obliga a salir de Madrid, a donde se haba dirigido, y con ayuda de algunos cono-

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    cidos huye con identidad falsa para Alcal de Henares. Sale Mier de Aragn e ingresaaNavarraprotegidoporagentesencubiertosparafinalmenteingresara Francia un viernes de Dolores de 1801.

    Fray Servando tuvo dos estancias en Pars muy cortas e irregulares pero muy significativas, sobre todo la primera, que va desde el ao de su arriboen 1801 hasta su salida para Roma al ao siguiente. Regresa en 1814 para, aparentemente, retornar al cabo de unos meses a Inglaterra, en donde haba permanecido desde 1811 (gonzlez 329-366).

    ConocerlaciudaddeParssignificparafrayServandosometerseaunines-perado influjo secular. El primer impacto que resinti fue el de saberse reli-gioso con hbito dominico en medio de una sociedad que miraba con marcada sospecha a todo eclesistico. Las asambleas revolucionarias, desde los convul-sionados das de Jean-Paul Marat, georges Jacques Danton y Maximilien de Robespierre, haban obligado al clero a prestar sucesivos y comprometedores juramentos, de los cuales slo el de la constituyente poda ser aceptado por ste. Tal situacin haba llevado al clero francs a un profundo proceso de polarizacin interna y descrdito social, convirtindose sus miembros en indi-viduos polticamente sospechosos y en consecuencia perseguidos y con fre-cuencia ejecutados (goubert, cap. xVI). A esto habra que agregar que si antes de la revolucin el vestido marcaba las diferencias sociales, a partir de la misma, steadquiriunsignificadopolticoinsoslayable(Hunt4:24-28).Detalsuerteque si la eleccin de un determinado atuendo pudiese verse asociado a una preferencia poltica, es fcil imaginar la reaccin ante la vista de un hbito.

    Para Mier este contexto le acarre no escasas incomodidades, pues atrado fuertemente por la vida cultural parisina, su condicin de religioso con hbito le embarazaba al asistir a los sitios pblicos: el oficio por todas partesmecea, [se queja] porque en Francia sera un escndalo ver un clrigo en un teatro, en el paseo pblico, especialmente los das festivos, y an en un caf (a 1988, II: 30). Advertimos sin duda alguna que en todos esos sitios fray Ser-vando fue un asiduo concurrente en las estancias que tuvo en Pars:

    Es cosa muy notable en Pars porque es lugar de la concurrencia general, lo que se llama Palais-royal formado en el antiguo jardn del palacio del duque de Orleans. Es un cuadro de galeras, con habitaciones encima de soberbia fachada, y en medio rboles, formando un paseo y jardincitos defloresEnsuscolumnasseponentodoslosavisosdeobras,nove-dades &., y en sus tiendasse vende lo ms pulido en todo gnero aun de libros (a 1988, II: 53).

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    Los cafs parisinos, por otro lado, parecen haber sido los refugios ms frecuentes de Mier. A travs de la consulta de la prensa que estos estableci-mientos ponan al alcance del pblico que los concurra, poda estar al tanto de los acontecimientos mundiales, muy particularmente de los sucesos americanos.

    En medio de este perturbado e incmodo contexto fue recibido fray Ser-vando por el obispo Henri grgoire, quien encabezaba al clero constitu-cionalista francs y adems era la cabeza visible del movimiento jansenista.6 Sensible Mier, dada su condicin de convicto poltico y eclesistico, a doc-trinas y posiciones polticas que le permitiesen exculpar y emanciparse de su situacin, su simpata por el obispo grgoire era inevitable. Sobre todo el horizonte histrico en el que se instalaba el jansenismo francs, el cual se refugiaba en las premisas de la Iglesia primitiva para soslayar las prerrogativas de la llamada monarqua papal, era de gran atractivo para Mier. No as quiz o, por lo menos no tan convincentemente, el combate a los jesuitas auto-declarados defensores del papa, que implicaba el asumir una posicin jan-senista. Fray Servando vena de una sociedad, como la novohispana, en donde la labor educativa desarrollada por los ignacianos hasta antes de su expulsin en 1767 haba dejado una honda impresin. Una percepcin similar observ en su visita a Roma, lo que le llev a ver con cierto respeto el ascendente intelectual y pedaggico jesuita:

    Los jesuitas son en el mundo los agentes de Roma. Ellos le atraan con el colegio o Seminario romano y el colegio germnico-Hungrico la ms lucida juventud de Italia y Alemania [] no dejaban de ensear todava, y componan casi toda la literatura de Roma. Esta orden [] profesa [] las Bellas Letras [] sin que las dems rdenes les puedan competir, porque han abandonado las humanidades que son el funda-mento de escribir bien (a 1988, II: 105-106).7

    6 Aunque los orgenes del jansenismo se ubican en el siglo xvii con la publicacin en 1640 de la obra Agustinus del telogo catlico flamenco Cornelio Jansen, la versin regalista ygalicana que publicitaba el obispo grgoire se desprenda de la proclamacin que hicieron los obispos de Francia en 1682, segn la cual, el poder temporal era independiente del poder espiritual. Adems, los obispos podan rechazar las declaraciones del papa en asunto de fe hasta que un concilio general de la Iglesia los confirmase infalibles. Los jesuitas, defensoresnaturales del papa, asumieron el combate frontal hacia los autores que simpatizaron con dicha postura y los etiquetaron de jansenistas (Herr 12-20).

    7 En otro pasaje abunda en los reconocimientos: Por otra parte, sus costumbres son buenas, porque como en nmero de sus profesores es muy corto, y slo profesan en edad

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    Y reconoci igualmente la gran influencia que mantenan en el medioburocrtico eclesial: casi todos los consultores de los cardenales eran ex-jesuitas. A la sensacin contradictoria que le reportaba este antecedente, se sumaba el hecho de que varios de los personajes de envergadura intelectual con los que haba tenido trato en su destierro eran o haban sido jesuitas, como el lingista Lorenzo Hervs y Panduro, el historiador Juan Francisco Masdu o el literato Pedro Montengn; y si esto no le incomodaba tanto como el uso del hbito por lo menos le llevaba a cierta moderacin.

    La simpata, pues, que tuvo fray Servando por el obispo grgoire no pasaba por alto la fama poltica que ste se haba construido a partir del papel protagnico que tuvo en la Asamblea Nacional al jurar la constitucin civil de 1791 que, entre otras cosas, delegaba en la masa del electorado la elec-cin de los obispos.8 Abogado universal de los oprimidos, como le llama Brading, grgoire impresion a Mier por su inters en la obra de Barto-lom de las casas a favor de los indios americanos, de cuya obra el segundo edit una versin francesa en la que como lo hiciese por razones parecidas Francisco Javier clavijero en su obra sobre la historia antigua de Mxico rechazaba las acusaciones de cornelius Paw, William Robertson y guillaume Thomas Raynal de haber sido Las casas el introductor del esclavismo ame-ricano.9 En suma, los principios republicanos que pregonaba grgoire, tanto para el Estado como para la Iglesia, fueron para Mier elementos que coadyu-varonamoldearsumentalidadrevolucionariayadefinir,enconsecuencia,suactividad poltica a favor de la Independencia de Mxico y su transformacin en una Repblica.

    El repudio de Mier por la autoridad papal, reforzado por las ideas jan-senistas en general y la influencia del obispo Grgoire en particular, segu-ramente lo impulsaron a su decisin de secularizarse, pero tambin cabe pensar que, dada la ya sealada incomodidad del hbito, esa decisin aten-diese igualmente a razones menos polticas y solemnes, como la dificultadmisma que encontraba para desplazarse socialmente por lo menos en el

    muy provecta, siendo todos los dems estudiantes que sin darles razn ni otras ceremonia ponen en la calle cuando se les antoja, el nmero que queda es escogido.

    8 Antes de la constitucin los obispos slo eran electos por los sacerdotes (Brading 83).9 Dice Mier: El obispo de Blois, grgoire, mi amigo y famoso defensor de los negros y

    pardos, sospech la calumnia contra el obispo casas, y en 1801 dio a luz en Pars su elo-cuente apologa sobre este particular (1985: 319).

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    ambiente europeo de esos aos con entera libertad. Facilitar su defensa era un buen argumento, pero acaso no lo era tambin el poder asistir, sin padecer miradas inquisitoriales, al teatro, a los cafs, los paseos pblicos, al Palais-royal, los cabarets o simplemente leer los almanaques de las cortesanas?

    Paradjicamente, la condicin de fray Servando de religioso regular extran-jero y adems telogo versado le permiti lograr una relativamente rpida inte-gracin al ambiente de la sociedad parisina. Al poco tiempo de su estancia en la ciudad, despus de hacerse notar a travs de una supuesta rplica al historiador constantino Volney y habida cuenta de la escasez de sacerdotes provocada por el proceso revolucionario, le fue encargada a Mier la parroquia de Santo Toms, ubicadaenesosaosenelcentrodePars,oficioqueporlomenoslereportuna experiencia novedosa, al tener que aprender prcticas litrgicas distintas a las que estaba acostumbrado, segn nos cuenta. Por otra parte, tampoco faltaban trasterrados americanos con quienes entablar relacin, como el cara-queo Simn Rodrguez,10 con quien mont una escuela para la enseanza del castellano. Al tiempo que se ufana de tratar a chateubriand y de haber hecho hasta el momento sin prueba alguna una traduccin de su obra Atala. En fin,Miersemueve,seinformadelambienteliterariodelmomento,conocedecerca los vericuetos de la gran industria editorial y est al tanto de las ideas polticas en circulacin. Toda esa actividad no le impide, adems, mantenerse al da de todo lo concerniente a su patria; le inquieta sobremanera la reciente expansin de los Estados Unidos hacia el sur, impulsada por la adquisicin de la Luisiana a Francia y, consternado, expresa proftico: han puesto su fuerte clay-borne a sesenta leguas de nuestras poblaciones de Texas. No tardarn mucho en hacerse dueos de las provincias internas del Oriente y llegar hasta Mxico por razn natural (Mier 1988a, II: 27).

    LA LENgUA Y LOS RIESgOS DE LA SEcULARIZAcIN

    La prensa y los libros fueron para fray Servando su vnculo permanente con la patria lejana, al igual que las herramientas de acceso a otras formas de enten-derla y apreciar su mundo circundante y adyacente. No extraa por ello que la lengua haya sido una de sus fuentes constantes de escrutinio, tanto en el plano acadmico como en el prctico.

    10 como es bien conocido, Simn Rodrguez fue preceptor de Simn Bolvar.

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    Debe insistirse entonces que la mirada secular de Mier se nutra invaria-blemente de la palabra escrita, de all la constante atencin que el dominico reservaba, en sus textos e indagaciones intelectuales, a los asuntos del len-guaje. Su inters en el mismo iba desde los temas gramticales Yo pro-fes la lengua espaola en Pars y Lisboa, he meditado mucho sobre ella, he llegado a fijar su prosodia (Mier 1988a, II: 27),11 hasta aspectos relacio-nados con la ms exacta y ordenada expresin del pensamiento. Inquietudes que, junto a las de la elocuencia, la originalidad y el vigor expresivo, coin-cidan en Mier como parte de las preocupaciones lingsticas del periodo. A Mier le importaba igualmente la puntualidad semntica de la expresin y todo aquello que las diferentes lenguas, a travs de su evolucin histrica, significaba para el pensamiento. Lengua y sociedad, lengua y poltica, lenguay literatura eran para fray Servando atados constantes en su forma de ver y entender el mundo. As, no resulta casual que fuese el primero en sealar, en su momento, los empeos de los estadounidenses por apoderarse tem-pranamente del gentilicio americano; y por ese slo acto dejar al resto de las sociedades continentales como especies subalternas o sociedades de arribada tarda, o de menor cuanta, a la tierra prometida (Mier 1988b, t.4).

    La palabra y la forma de asumirla es tambin un acto poltico, Mier es perfectamente consciente de ello y lo seala tal cual, secamente, en aquellas acciones en que, a su juicio y bajo la imposicin de la lengua ajena, se violenta la trayectoria histrica de una sociedad. Su amada Repblica del Anhuac, o Mxico, le ajusta bien para ejemplificarlo y trae a colacin la nomenclaturaque los conquistadores impusieron a las poblaciones mexicanas, dice Mier:

    [] la hipocresa de los conquistadores, imponiendo a todos los lugares nombres de santos, convirti nuestra geografa en calendario y no pueden entonar ningn canto nuestras musas sin mezclar las letanas. Esto hubiera sido tolerable en lugares de nueva fundacin, como en los Estados Unidos; pero entre nosotros han sido rarsimos, y los nombres que tenan enMxico los pueblos explicaban su situacin topogrfica,sus productos o pasajes de su historia (b 1988, 4:82).

    Esta posicin la defendi el padre Mier con invariable energa hasta su vejez. Su Carta de despedida a los mexicanos, escrita cuando estaba preso en

    11 Esta afirmacin la haceel padreMier endos textos:Cartadedespedida a losmexi-canos(2);yenelManifiestoapologticodeldoctordn,ServandoTeresadeMier(137).

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    los calabozos de San Juan de Ula en 1820, en vspera de ser deportado a Europa, inicia con un exhorto a los mexicanos para que se empeasen en conservar el uso de la letra x en la escritura de los nombres provenientes de la lengua nhuatl y que no permitieran la sustitucin por la letra j. Las razonesortogrficasqueesgrimi laRealAcademiade laLenguaespaolaaldar a conocer esos cambios en la octava edicin de su Ortografa, eran para Mier inaceptables.12 Ogorman seal en su momento que los motivos para rechazar talmedida,msquede ndoleortogrfico, tenanque ver conunaposicin de orden nacionalista segn la cual fray Servando, por partida doble, desconoca por un lado las normas de la Academia de la Lengua espaola por su calidad de extranjera13 e intentaba, por el otro, reivindicar el pasado ind-gena sealando el agravio que, a su juicio, sufriran los nombres mexicanos en su tradicin fontica indgena original empezando por el nombre mismo de Mxico, al sustituir una letra por la otra (Ogorman passim). En esos aos el jesuita Lorenzo Hervs y Panduro, despus de varios encuentros con los censores de la Inquisicin, publicaba su Catlogo de las lenguas de las naciones conocidas y numeracin, divisin y clase de stas segn la diversidad de idiomas y sus dialectos (1801), en el cual estableca una primera clasificacin de laslenguas amerindias, y que seguramente fray Servando ley con atencin.14 El reconocimiento acadmico de las lenguas indgenas americanas implicaba, de hecho, un reconocimiento poltico a esa tradicin lingstica.

    12 El argumento de la Academia es el siguiente: para la escritura el sonido fuerte o gutural de la x [] confundindose con el de la j y el de la g en las combinaciones ge, gi, se ignoraba, o dudaba a lo menos, con cual de estas tres letras se haba de escribir una voz como page o gigote. La Academia, persuadida de que cada sonido debe tener un solo signo que le represente, y que no debe haber signo que no corresponda a un sonido o articulacin particular, ha reducido la x al sonido suave que tiene en las voces examen, exension, excitar, y que tuvo en su origen cuando la tomamos de los latinos [] y ha trasladado a la j y a la g en sus casos respectivos las voces en que la x sonaba con la fuerza y aspereza gutural que provino de los rabes (xIV-xV).

    13 En el Diccionario de la ltima impresin escriben Mxico [dice Mier] con j segn he oido, y en la ltima de la geografa quieren que se escriba con g como voz de incierto origen. Nosotros que lo sabemos, escribamos siempre Mxico, sin hacer voto de obediencia a los caprichos de una Academia extranjera (1821).

    14 La obra de Hervs fue posteriormente de gran utilidad para las investigaciones lings-ticas que llevaron a cabo Manuel Orozco y Berra y Francisco Pimentel. Brbara cifuentes, Lenguas para un pasado, huellas de una nacin. Los estudios sobre lenguas indgenas de Mxico en el siglo xix, pp. 48-56.

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    Bien se confirma que Mier comparta con la mayora de los literatosilustrados de inicios del siglo xix, el concebir al lenguaje como una herra-mienta imprescindible para acceder y reproducir las formas simples y complejas del pensamiento. Ms aun, cada pueblo hace del lenguaje un idioma propio y distinto de los dems, el cual responde a una forma-cin histrica en particular y le asigna, en consecuencia, carcter y per-sonalidad. Estar al tanto de los orgenes y evolucin de las diferentes lenguas formaba parte, entonces, de la habilidad que deban desarrollar para su manejo ms amplio y adecuado. Mier no era ajeno a estas pre-misas, antes bien, las consideraba parte de su abono intelectual. En su accidentado trnsito europeo tuvo infinidad de ocasiones de entrar encontacto con las diferentes lenguas locales. Ve, escucha distintas lenguas y sus diferentes acentos; relaciona, saca conclusiones y explica: tratndose de lenguas romances nos dice, el latn es el origen de todo, y en un arranque de erudicin aade: como la lengua latina era la lengua general en Espaa, Italia y Francia, y estos reinos estuvieron divididos en muchas pequeas soberanas, despus de la invasin de los brbaros del Norte, fueron corrompiendo en cada una de diferente manera el latn, y adop-tando muchos trminos de los dominantes (Mier 1988a, II: 69).

    En sus Memorias el dominico no parece religioso, habla como hombre de mundo; uno de sus modelos es Alejandro de Humboldt a quien trat y admira, pero no corteja. Es ms bien un referente notable de un mbito secular del que Mier se siente parte integral. Por eso, en sus observaciones discurre y seala sin complejos. Su experiencia y vastos conocimientos le permiten sen-tirse investido de autoridad intelectual y moral para marcar la pauta, entre otras cosas, en asuntos relacionados con la lengua castellana, y sentencia: los madrileos son los que peor hablan el castellano. Pero por otra parte su pretendido academicismo se deja arrastrar por acervos rencores antipenin-sulares, y entonces Mier incurre visceralmente en el estruendo verbal: el lenguaje del pueblo madrileo anuncia lo que es, un pueblo el ms gtico de Espaa. Una calle se llama de arranca-culos, otra de tentetiezo, una de maja-deritos anchos, otra de majaderitos angostos. Uno vende leche, y grita quin me compra esta leche o esta mierda? (a 1988, II:160).

    Los madrileos, con todo, no son los nicos destinatarios de sus mordaces dicterios; los aragoneses hablan, segn el dominico, muy feo y golpeado. De tal suerte que en los sitios hacia donde las tribulaciones de su defensa legal lo llevan, se da un tiempo para reparar en la lengua oral; en su prisin de Sevilla

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    tuvo por carcelero menor a un tozudo a quien llambamos rompiendas [dice], porque los vizcanos por decir calzones rotos o rompidos, dicen cal-zones rompiendas (a 1988, II: 236).

    En lo que respecta al lenguaje escrito, las observaciones de Mier no son menospunzantesqueconelhablado.Critica,sobretodo,lasdeficientestra-ducciones que en su momento se hacan en Espaa de los numerosos autores franceses e ingleses, principalmente, que dominaban la escena cultural. Seala sobre todo el hecho de que, la mayora de las veces, los traductores no res-petaban el texto original y lo mutilaban o cambiaban el sentido de su conte-nido, si acaso ste era desfavorable a algn aspecto de la cultura o la poltica espaolas. (Mier 1988a, II: 185-186). As, Hugo Blair en su versin espaola, nos dice Mier con sorna, tiene un discurso ms florido que en su lenguamaterna. Del ojo crtico de Mier tampoco escaparon los diccionarios, herra-mienta indispensable para todo el que escribe; el que produjo la Academia de la Lengua era sumamente incompleto y mucho ms pensamos si cambia la x por la j, la correspondiente latina muy mala.

    DE LA MONARQUA A LA REPBLIcA

    La segunda estancia que tuvo el padre Mier en Pars en 1814 se dio en un contexto poltico europeo y americano muy diferente y en condiciones, para nuestro personaje, muy distintas en todos sentidos a la primera: las tropas francesas haban invadido Espaa en 1808, orillando a carlos IV a abdicar a favor de Fernando VII; ste abandona Espaa y provoca, con ello, una crisis de legitimidad poltica de grandes repercusiones, tanto para la pennsula como para sus posesiones ultramarinas. Producto de esos acontecimientos, en Nueva Espaa cunde el nerviosismo entre los funcionarios; el virrey Iturri-garay, tocado por la ambicin, vacila en las decisiones polticas y es depuesto por la oligarqua econmica asociada a los intereses peninsulares; la incon-formidad criolla se profundiza. Dos aos despus el cura Miguel Hidalgo y costilla se apresta a encabezar en 1810 el movimiento insurgente mexicano, en forma casi paralela a la mayora de los levantamientos libertarios que se desataron en la Amrica espaola. Mientras tanto en Espaa la Suprema Junta gubernativa del reino, en ausencia del rey, convoca a las cortes generales y extraordinarias, a las que asisten, por primera ocasin, diputados ameri-canos, quedando instaladas en febrero de 1811.

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    En el mismo lapso, fray Servando haba viajado a Roma y logrado su secu-larizacin de la orden dominica en 1803. En 1804 padece nueva prisin en Madrid, escapa y vuelve a ser apresado en cdiz. con su probada habilidad para embrollar a sus carceleros, se fuga de su encierro en cdiz para trasla-darse a Portugal donde permanece tres aos fungiendo como secretario del cnsul espaol en Lisboa; se desempea, al igual que en Pars, como profesor de lengua castellana, al tiempo que predica con xito entre judos y atiende a los militares espaoles presos de las tropas francesas. En reconocimiento a su labor se le incorpora como capelln del ejrcito espaol que combate a las fuerzas invasoras. Su experiencia castrense no resulta afortunada y lo capturan los franceses, pero se fuga de nueva cuenta. Hacia 1811 se traslada a Londres conelfindedefenderporlaprensalosderechosdesupatria.Serelacionacon el grupo de americanos que all trabajan a favor de la insurgencia de sus pases de origen. Su acercamiento al argentino carlos Alvear le lleva a formar parte brevemente de la logia que ste funda para agrupar a los americanos insurgentes. En las reuniones de sta conoce a los representantes de la Junta Revolucionaria de caracas, integrada por Simn Bolvar, Luis Lpez Mndez y Andrs Bello, entre otros (guzmn 278). Lee con detenimiento a Thomas Paine, se interesa por las tesis utilitaristas de Jeremy Bentham y no es ajeno a las doctrinas del derecho de gentes de Emeric de Vattel. En 1814 se traslada a Pars por el lapso de unos meses y retorna a Londres en donde permanece hasta 1817. A partir de su ingreso a Portugal, Mier interrumpe desafortuna-damente y sin razn aparente el relato de sus Memorias.

    Entretanto los hechos se suceden con gran rapidez, pero fray Servando se da su tiempo para asistir en Pars a las tertulias del obispo grgoire con quien refrenda lazos de amistad y su vigente adhesin a las ideas jansenistas que el obispo defenda. En esta ocasin se hace acompaar por Lucas Alamn, quien trata a Mier con abierta simpata, casi podra decirse con admiracin. No es para menos, Mier llega a Pars con su Historia de la Revolucin bajo el brazo, obra que Alamn tendra a la vista en primer trmino llegado el momento de escribir su propia versin de la revolucin de Independencia mexicana.15 De

    15 Alamn elogi sin reservas la obra de fray Servando: Esta obra, escrita con elegancia, ydispuestaconmuchoartificio,sersiempreapreciableporlamultituddenoticiasquecon-tiene y por el talento con que el autor trata las materias de que se ocupa, dejando aparte de todo lo que es hijo de las circunstancias y obra del espritu de partido que reinaba en el momento. Lucas Alamn. Historia de Mxico, desde los primeros movimientos que prepa-raron su Independencia en el ao de 1808 hasta la poca presente. T. I. 269.

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    hecho, esta obra era el producto del trabajo intelectual y del intenso activismo poltico a favor no slo del movimiento insurgente de Mxico, sino de todos los que se debatan en aquellos aos en los virreinatos americanos que fray Servando haba estado desarrollando en su estancia en Londres. Era tambin el producto de la relacin que entabl en esta ciudad con Jos Blanco White, uno de los ms conspicuos personajes espaoles del periodo. Entre 1810 y 1814, Blanco redact en Londres un peridico titulado El Espaol, publicacin en la que hallaban vecindad ideas y miradas polticas de origen aparentemente inco-nexo: unas hacindose eco de las tesis romnticas del periodo que tendan a idealizar el pasado histrico hurgaban en la literatura medieval en busca de la naturaleza espaola; otras promovan formas de gobierno de orden consti-tucionalista, caracterizadas por un ejecutivo fuerte y, en otras ms, Blanco se declaraba partidario radical de los movimientos independentistas que libran las sociedades americanas; escribe en El Espaol: El pueblo de Amrica ha estado trescientosaosencompletaesclavitudLarazn, lafilosofa, clamanpor laIndependencia de Amrica (cf. Menndez Pelayo 355). A este peridico remite fray Servando sus dos Cartas de un americano de 1811 y 1812, en las que por vez primera hace pblica su militancia a favor de la causa insurgente, y niega los orgenes jacobinos que se imputan a sta.

    Finalmente, la Historia del padre Mier es, asimismo, el trabajo en el que se perfila su simpata por el rgimen constitucionalista, y si bien an vacilaen decidir entre la forma de gobierno republicana o monrquica, en los aos siguientessudefinicinporlarepblicanodejaralugaradudas.16

    Instalado nuevamente en Londres, fray Servando reactiva sus relaciones con el grupo de americanos insurgentes; conoce a Francisco Javier Mina y se embarca con ste en 1817 hacia los Estados Unidos. En la nave que los trans-porta viaja tambin el caraqueo Juan german Roscio (1763-1821), quien ese mismoaopublicara en FiladelfiaEl triunfo de la libertad sobre el despotismo. En esta obra, Roscio entablara un combate ideolgico frontal contra quienes utilizaban la religin catlica como soporte de opresin en las naciones ame-ricanas. Acudiendo a los textos de las Sagradas Escrituras y de los padres de la Iglesia, Roscio construy los argumentos que le llevaron a replicar contra

    16 Estos conceptos los dej asentados por vez primera el padre Mier en su Historia de la RevolucindeNuevaEspaayenelManifiestoApologtico,enloscualessehacaecodelasideas que al respecto haba expresado el abate de Pradt, el cual sugera que la Nueva Espaa deba convertirse en una monarqua constitucional (Mierb 1988, V: intrd.).

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    la teologaque justificaba laConquista ydominacindeunospueblos sobreotros (Roscio passim). Ya podr adivinarse que las tesis del caraqueo fueron de gran atractivo para Mier, quien para esos aos no le eran totalmente ajenas ideas parecidas.

    como se sabe el comandante realista Joaqun Arredondo malogr los planesdeMinayel padreMier terminconfinadoen las crcelesdel SantoOficiodeMxico,sometidoalembargodesubibliotecaypapelespersonales.Al ser restaurada la constitucin espaola en 1820 queda suprimida la Inqui-sicin, y entonces fray Servando es remitido a Espaa despus de tres aos de encierro, pero en su escala en La Habana logra fugarse por ensima oca-sinconayudadesusamigosamericanosysetrasladaaFiladelfia.Enfebrerode 1822 regresa a Mxico para verse apresado nuevamente por el capitn del castillo de San Juan de Ula, ltimo reducto de las fuerzas realistas. Liberado finalmentedelqueserasultimoencierro,seincorporaalavidapolticadela emergente nacin.

    En losescasosochomesesqueestuvoenFiladelfia,Mierpublicunodesus textos ms importantes, la Memoria poltico-instructiva (1821 y 1822). Se trata de un firme y extenso alegato a favor del rgimen republicano y suconsecuente repudio por la monarqua. En este texto Mier, como Roscio y otros intelectuales americanos hicieron en su momento, de la mano de las arengas constitucionalistas de Thomas Paine, acude al ejemplo de las Sagradas Escrituras para demostrar la inviabilidad histrica de la monarqua (Mier 1986 passim). La fuerza de las ideas conjugada con el resorte de la inconformidad social suele ser antdoto poderoso contra ambiciones personales o de grupo: Iturbide se coron en julio de 1822, pero obligado por el levantamiento de Antonio Lpez de Santa-Anna en Veracruz y el rechazo social deja el poder en diciembre de 1823.

    con la cada de Iturbide, Mier se incorpora a los trabajos del congreso cons-tituyente y, en los debates que se llevaron a cabo en su seno, insistira en su posicin federalista, misma que haba dejado clara en la Memoria Poltico-Instructiva. Habantranscurridoveintinueveaosdesdelafechadesudestierroyfinalmentehaba logrado el reconocimiento de sus contemporneos a su dedicacin por la libertad que ahora daba inicio, pero no ciertamente una cabal comprensin de sus ideas. Quiz por ello su muerte en 1827 seala el comienzo [dira Alfonso Reyes] de una larga convulsin nacional (Reyes IV: 555).

    La vida del padre Mier puede verse como un acto en continua seculariza-cin en el que la Virgen de guadalupe se transforma de acto de fe en argu-

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    mento, y despus en palabra. Con Mier no concluye, ciertamente [afirmaOgorman] la historia guadalupana y mucho menos la devocin a la imagen, pero s su captulo novohispano (Mier 1981, I: 120). Mier, si se quiere mirar de esta otra forma, mostr el rumbo de las prioridades nacionales. La Virgen de guadalupe seguira siendo parte sustancial del alma nacional, pero los inte-reses de la patria le antecedan.

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    cARLOS MARA DE BUSTAMANTE

    lvaro Matute1

    1. UNA VIDA INVOLUcRADA EN SU TIEMPO

    No sera posible entender la obra de carlos Mara de Bustamante (1774- 1848) sin hacer referencia a su vida.2 Quien fue, sin duda, el escritor msprolficodesutiempo,lofueporhaberasumidoelpapeldecro-nista en sus das, y de todos los tiempos del acontecer mexicano. Antes de tomar la pluma se titul de abogado, pero la ancdota cuenta que al tener que dictarunasentenciademuerteprefiriabandonar la judicatura.Oaxaqueo,hizo sus estudios en su ciudad natal y en la capital del virreinato. En guadala-jara obtuvo su ttulo y su primer empleo, el cual abandon. Desde estudiante desarroll una facilidad constante para relacionarse con la gente importante de la Nueva Espaa, hasta llegar al virrey y, posteriormente, con los cau-dillos de la insurgencia. l mismo ejerci responsabilidades polticas de alto nivel al participar en la elaboracin de tres constituciones: la de Apatzingn, la federal de 1824 y las Siete Leyes de 1836. Form parte del Supremo Poder conservador emanado de la constitucin mencionada en ltimo trmino y fue,desde1805,hombredepluma.Fueunodelosartficesdeltrnsitodelapoca virreinal al Mxico independiente. Si su ltimo libro lleva el ttulo de El nuevo Bernal Daz del Castillo, o sea historia de la invasin de los angloamericanos en Mxico, con el cual quera expresar que estaba escribiendo una crnica

    1 Instituto de Investigaciones Histricas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico.2AdemsdeltextoautobiogrficoHay tiempos de hablar y tiempos de callar, la mejor sem-

    blanza de Bustamante se debe a Lucas Alamn, cuyo texto fue ampliamente aprovechado por Victoriano Salado lvarez en La vida azarosa y romntica de Carlos Mara de Bustamante.

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    de la nueva conquista de Mxico, y sin querer se caracteriz no como el Bernal de esa situacin, sino como el Bernal de toda su poca. Finalmente, al contrario de Daz del castillo, Bustamante no perteneca al ejrcito con-quistador, sino al pas invadido. En cambio, como el autor de la Historia verda-dera de la Conquista de la Nueva Espaa, la crnica de su tiempo est en sus escritos. Se exagerara si se dijera que una vez que tom la pluma en 1805 como redactor de El Diario de Mxico, junto con Jacobo de Villaurrutia, no la volvi a soltar sino hasta el ltimo da de su vida. Es posible que la haya sol-tado, pero poco. Por lo menos, hay constancia de que diario la tom desde diciembre de 1822 hasta su muerte.

    La vida pblica de Bustamante comienza, pues, en 1805, al convertirse en periodista. Los sucesos de 1808 le dan un nuevo sentido a su vida, ya que se involucra en los hechos que precipitaron la invasin napolenica a Espaa. cercano a los regidores del ayuntamiento y al virrey Jos de Iturrigaray fue, junto con ellos, uno de los mexicanos que comenzaron a acariciar la idea, si no de una independencia plena y absoluta, s por lo menos de que la Nueva Espaa poda asumir la soberana entretanto se arreglaran las cosas en Europa. Luego del golpe de los comerciantes a Iturrigaray, form parte, como tanta gente de su condicin, de las conspiraciones para avanzar hacia la consecu-cindesusfines.EnGuanajuatoconociaMiguelHidalgoymsadelantesegan la confianza de Jos Mara Morelos. Cuando la Constitucin de 1812tuvo su corta vigencia, aprovech la garanta de la libertad de imprenta para publicar El Juguetillo, peridico adverso a Flix Mara calleja. Le dur poco el gusto, al igual que a otros panfletistas, como Jos Joaqun Fernndez deLizardi. Aunque tena el cargo de Inspector general de la caballera, mejor se dirigi a participar como diputado en el congreso que estableci Morelos en chilpancingo.

    Al ser derrotado Morelos y quedar al mando de la insurgencia el general Manuel Mier y Tern, la situacin adversa los llev a preparar su huida hacia los Estados Unidos. Por ese tiempo, en 1816, de acuerdo con el propio Bus-tamante, utiliz la pluma para elaborar una relacin histrica de lo acontecido hasta entonces. Al verse alcanzados por los realistas, entreg ese escrito a unos marineros estadounidenses para que lo llevaran a su pas y el mundo pudiera conocer los sucesos de la revolucin que se desarrollaba en la Nueva Espaa. El manuscrito, de haber existido realmente, desapareci. Si efectiva-mente fue escrito, lo cual es posible, puede considerarse como el primer borrador de su obra ms conocida y ms controvertida, el Cuadro histrico

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    de la revolucin de la Amrica mexicana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Dedicado al ciuda-dano general Jos Mara Morelos. Tras esos acontecimientos, Bustamante pas un tiempo en San Juan de Ula, preso como otros tantos militantes de la lucha por la emancipacin, hasta que las circunstancias lo llevaron a parti-cipar en la construccin de la nueva situacin. Una manera de hacerlo, y a la vez de impedir que la pluma estuviera ociosa, fue redactar unos opsculos dirigidos al rey Fernando para pacificar a la Amrica Septentrional. Dichasobras se refieren a la situacin prevaleciente y proponen mejoras para subuen funcionamiento en un ambiente de paz. El primero, con apoyo en la lectura de Humboldt, trata diversos aspectos de inters social, administrativo y econmico que reclaman atender la situacin de una poblacin postrada. Destaca una parte en la que propone la necesidad de prohibir el aguardiente de caa a los indios como causa prxima de la destruccin de su especie. El segundo opsculo analiza el orden institucional, incluyendo la administracin de justicia, con base en las Leyes de Indias, y concluye con un texto que lleva el nombre de Motivos de mi afecto a la constitucin, en el que pondera la libertaddeimprentayfestejalaextincindelSantoOficio.

    2. TESTIS TEMPORUM

    Para construir el nuevo orden Bustamante combin, como lo hicieron otros, el ejercicio de la palabra escrita con el de la tribuna. Al iniciarse los aos veinte, es posible que ningn otro hombre de pluma haya escrito tanto como don carlos Mara.3 Su obra abarca periodismo regular, entendindose por ello la edicin de peridicos como La Abispa de Chilpancingo (1821-1826), El Centzontli (1822-1824), El Atalaya del Gobierno y Amigo Sincero del Presidente de la Federacin (1825) y La Voz de la Patria (1828-1831); periodismo eventual ode circunstancia, es decir, la produccindepanfletosderivadosde algunasituacin polmica con otros escritores o dirigidos a fustigar a algn funcio-nario; y obras histricas, de entre las cuales la primera, que le ocup casi todo el decenio, es el ya mencionado Cuadro histrico... (1821-1827), que se

    3 Pese a los aos transcurridos y lo que se ha publicado desde entonces (1967) a la fecha, es imprescindible la Gua bibliogrfica de Carlos Mara de Bustamante, dirigida por don Edmundo Ogorman. Ah est consignada la vasta produccin del autor.

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    complementa con otras obras. Por si eso fuera poco, en diciembre de 1822 comenz a redactar su Diario histrico de Mxico. Se trata de un diario en sentido estricto en el cual asentaba los hechos pblicos ms notables del da, segn sus inclinaciones, comenzando por una alusin al estado del tiempo. Es un trabajo escrito para l y para la posteridad, no para sus coetneos. con letra fina ymenuda, llen centenares de cuadernillos de un tamao equiva-lentealesquelaynocesdehacerlohastaelfindesusdas.4 complementa al documento una amplia coleccin de folletera y hojas volantes anexas, que permiten al lector tener referencias de los comentarios del autor. Es la obra ms notable de Bustamante, una fuente fundamental para el conocimiento de la poca.

    como se seala arriba, sus contemporneos no conocieron esta obra magna. En cambio, su Cuadro histrico es uno de los textos ms aludidos por otros escritores, aunque la mayor parte de las veces, de manera negativa. El Cuadro histrico es, cronolgicamente, la obra princeps acerca de la revolucin de Independencia, escrita ya con una perspectiva general, es decir, cuando ya se llega loquehistricaehistoriogrficamenteseaceptacomo laconsu-macin de la Independencia. Su escritura y publicacin surgen cuando ya han tenido lugar las negociaciones entre los ex realistas de Agustn de Iturbide y los insurgentes de Vicente guerrero, la constitucin de 1812 vuelve a regir yalpoco tiemposefirman losTratados de Crdoba. A lo largo de seis aos se van completando las tres etapas en las que divide los acontecimientos. Su caracterstica ms notable, desde el punto de vista estilstico, es que est

    4 Hasta hace muy poco tiempo, el Diario histrico de Mxico slo fue conocido parcial-mente. Don carlos lo leg al colegio de guadalupe, en Zacatecas, segn informa Lucas Alamn en su opsculo necrolgico y de ah pas, por obra de la exclaustracin, a la Biblio-teca Pblica del Estado. Don Elas Amador, gobernador e historiador local, inici la publi-cacin, pero se qued slo en el primer volumen. La Universidad de Texas y el Instituto NacionaldeAntropologaeHistoriamicrofilmaroneldocumentocorrespondientealosaosde 1822 a 1842. Ambas instituciones intentaron su publicacin y la hicieron parcialmente. Asimismo, hizo lo propio don Arturo Arniz y Freg, cuyo microfilm leg a la AcademiaMexicana de laHistoria. Finalmente, gracias a los esfuerzos de JosefinaZoraida Vzquez yde Hctor cuauhtmoc Hernndez Silva, apoyados por El colegio de Mxico y el centro de Investigaciones Superiores en Antropologa Social (Ciesas), fue publicado el Diario en su integridadendosdiscos compactos. LadoctoraVzquezencontrmicrofilmadoen laUni-versidad de california en Berkeley los aos de 1842 a 1848, incluidos en la edicin electr-nica mencionada. sta aprovecha los esfuerzos de un grupo de investigadores del Instituto Nacional de Antropologa e Historia que haban trabajado en la edicin proyectada en su inicio por Manuel calvillo.

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    escrito en forma epistolar. Es una gran coleccin de cartas dirigidas a un supuesto hermano del autor. Tambin, desde el ngulo del estilo, la disposi-cin es cronolgica, lo cual permite verlo como una gran crnica. Lo sera si obedeciera a un seguimiento puntual del orden en que se fueron sucediendo los hechos. Lamentablemente no es as, ya que constantemente interrumpe la ilacin para introducir un relato distinto al que narra, y as sucesivamente, y regresa eventualmente al que haba abandonado pginas antes.5 Las luces y las sombras del libro son muchas. Meritorio es que se trata de una obra cuya originalidad temtica descansa en el hecho de que, como ninguna otra, recoge datos y hechos de la insurgencia y hace desfilar en sus pginas al mayornmero posible de participantes. Para su factura utiliz documentos originales nunca antes vistos por otro cronista, as como recuerdos originados en la propia experiencia. Eso hace que su veracidad haya sido puesta en tela de juicio por otros historiadores contemporneos, que dudan de la certidumbre de tantas acciones y subrayan su credulidad, manifestada en toda ausencia de crtica histrica. No slo escritores de ideologa contraria, como Lorenzo de Zavala o el doctor Mora se muestran severos con don carlos, sino tam-bin quienes no tenan diferencias con l, como sucede con Pablo de Men-dbil, autor de un Resumen de la obra de Bustamante, publicado en Londres para propagar la buena nueva de la Independencia hispanoamericana, quien sin otra fuente a la mano se dio a la tarea de recoger en un solo volumen lo narrado en los cinco del Cuadro histrico.Suopininponeenclaro ladifi-cultaddelecturaylaconfusindelaobra.ElcasodeLucasAlamnnodifierede losotros, noobstante la afinidad ideolgica entre l yBustamante.Hay,sin embargo, un reconocimiento tcito en las mltiples referencias al Cuadro histrico en su Historia de Mjico.6

    El aspecto encomiable de esta controvertida obra radica en que, a partir de ella, queda establecido el panten heroico de la insurgencia. De haber tenido talento, Bustamante hubiera sido el Michelet mexicano. El parangn

    5 Existen muchas reediciones de esta obra bustamantiana, comenzando por la segunda corregida y aumentada por el propio autor, que es la base de todas las siguientes. De ella se da cuenta en la bibliografa. Ninguno de sus editores posteriores ha emprendido una edicin crticaqueanote,precisamente,esossaltosenelordennarrativoquedificultanlalectura.Secuenta, eso s, con muchos facsimilares.

    6 Un recuento muy til de las opiniones vertidas a lo largo del tiempo sobre la obra bustamantiana, en Juan A. Ortega y Medina, Don carlos Mara de Bustamante ante la con-ciencia histrica.

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    desfavorable se debe a que, al igual que el francs, de alguna manera Busta-mante quiso hacer del pueblo el protagonista de la historia; a diferencia de Michelet, no hace abstraccin del pueblo, no lo hace sujeto colectivo, sino que lo encarna en todos cuantos realizaron alguna hazaa digna de formar parte de la historia. Asimismo, la fragmentacin del relato le impide cons-truir a su sujetocolectivo.La adjetivacinhacia lasfigurasmayoreses,parauna primera lectura, lo ms evidente. Morelos e Hidalgo, en ese orden, le merecen toda su admiracin, de la cual pretende hacer participar a los lec-tores.

    Otra virtud radica en el conocimiento de hechos recnditos, de los que pocos tuvieron noticia. Bien sometido a crtica, podra decantarse mucha informacin til y vlida, la cual don carlos fue el primero en comunicar. como en muchas otras de sus actividades, no es posible condenar o enco-miar exclusivamente a Bustamante. No hay virtud sin yerros, ni yerros sin virtudes. La principal de stas es sin duda su ejercicio de conciencia histrica. El Cuadro, al igual que el Diario, la objetiva al hacerla actual. Tal vez es cues-tionablelaamplituddedichaconciencia,quecarecadefiltros,perograciasaella pudo darle sentido a lo inmediato e insertarlo en la historia.

    La serie que denomin Continuacin del cuadro histrico, que abarca otros ttulos como El gabinete mexicano (1842), los Apuntes para la historia del general Antonio Lpez de Santa-Anna (1845) y El nuevo Bernal Daz del Castillo (1847) es manifestacin de su voluntad de rescatar el pasado inmediato, o de plano, el presente en el curso del acontecer. As, son pocos los huecos que deja entre 1808 y 1847. casi no hay ao o cuestin que deje fuera.7

    3. LA HISTORIA PRETRITA

    Su ejercicio cotidiano de escribir la historia del presente lo llev al pasado de Mxico por dos vas: el rescate de historias pretritas y la escritura propia. Bustamante es precursor de la tarea magna de erudicin histrica llevada a

    7 Los estudiosos de Bustamante podran hacer un seguimiento cronolgico de los temas y la temporalidad que abarcan sus obras posteriores al Cuadro histricoconelfindecorro-borar que fue muy poco lo no tratado por don carlos. Por otra parte, no se puede olvidar que est el Diario, donde los huecos no existen. La edicin de la Continuacin del cuadro hist-rico elaborada por Jorge gurra Lacroix completa materiales inditos en vida de don carlos.

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    cabo por los seguidores de don Jos Fernando Ramrez, con la diferencia de que ellos desarrollaron una metodologa que era sinnimo de rigor, mientras que Bustamante careca por completo de ella.

    La actividad de editor lo condujo a la de historiador de pocas pretritas. Bustamante era lo que se puede denominar tezcocanista. cuando se discuti en el congreso constituyente dnde debera quedar establecida la capital de la repblica, l present una mocin favorable a Tezcoco, por haber alcan-zado un nivel cultural superior al de Tenochtitlan. Bustamante continuaba la tradicin iniciada por Fernando de Alba Ixtlilxchitl, la cual y que le haba llegado a travs de los papeles que recopil Lorenzo Boturini y aprovech Mariano Veytia. Desde 1821 ya estaba Bustamante editando fuentes prove-nientes de ese legado como la Galera de antiguos prncipes mexicanos, a la que sigui la Crnica mexicana o Teoamoxtli (1822). stos eran textos de Ixtlilx-chitl, aprovechados por carlos de Sigenza y gngora y Boturini. Preceden al Tezcoco en los ltimos tiempos de sus antiguos reyes (1826). Estas ediciones denotan cierta ambigedad, ya que no queda claro al lector qu es lo propio y qu es lo ajeno de Bustamante. Si bien se advierte que son papeles que pertenecieron al caballero Boturini, no fueron escritos por l, sino acaso por Alba Ixtlilxchitl, pero sumamente alterados por Bustamante. As prosigui su tarea hasta llegar a 1828 con la edicin del libro xII de la Historia general de las cosas de la Nueva Espaa, de fray Bernardino de Sahagn. Si quedaban dudas acerca de su indigenismo, con la edicin de la parte dedicada por el franciscano a recoger la visin indgena de la conquista, stas se despejaban. Tmese en cuenta que se trata de la primera edicin de una obra retirada de su posible circulacin por cdula de Felipe II. Bustamante tuvo el honor de ser su primer editor, y pronto se dio a la tarea de completar la obra, cosa que realiz dos aos ms tarde. Si bien ese trabajo mereci la unnime reprobacin de todos los eruditos, pasaron 110 aos para que apareciera una edicinconfiable.8BustamantefuecalificadoporWlliamHicklingPrescottdeser un burro con orejas muy largas debido a la manera como perpetraba sus ediciones. La invectiva de Prescott se refiere a cmo proceda Busta-mante: no respetaba el orden del texto ajeno, ni siquiera el texto mismo, ya

    8 Don Joaqun garca Icazbalceta tuvo la idea de sugerir a Francisco del Paso encargarse de la edicin, a lo cual se aboc. Paso, con sus cotejos de los cdices Florentino y Matri-tense, pero no dio cima a su trabajo. No fue sino hasta 1938 cuando apareci el Sahagn en edicin de Wigberto Jimnez Moreno.

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    que intercalaba elementos suyos sin advertir al lector mediante notas, tipos diferentes de letra o cualquier otra manera de establecer la diferencia. Y sin embargo, Bustamante prosigui y rescat a un autor del pasado reciente, Antonio Len y gama, cuya obra ya se encontraba agotada.

    con esa experiencia acumulada, Bustamante estaba listo para escribir su propia interpretacin del pasado indgena de Mxico en una obra singular: Maanas de la Alameda de Mxico (1835-1836), dos volmenes en los cuales utiliza el dilogo como la manera ms efectiva de llevar a cabo sus afanes didc-ticos. Los interlocutores son Margarita, Mr. Jorge y Milady. La primera, una culta dama mexicana, experta en historia antigua de Mxico; Mr. Jorge y Milady, una pareja de viajeros ingleses, interesados en la cultura del pas que los acoge. El subttulo es revelador: publcalas para facilitar a las seoritas el estudio de la historia de su pas carlos Mara de Bustamante. La obra, publicada en dos tomos, est dispuesta en conversaciones entre los tres interlocutores. Por su extensin breve, podra seguirse un plan de lectura que ayudara a cumplir su cometido. Son en total 34 dilogos en el primer tomo y 23 en el segundo. El libro aparece cuando existen ya publicaciones dirigidas a las mujeres. Sin embargo,elfrragodeerudicinquedespliegaMargaritahacedudardelaefi-cacia de su mtodo. El apoyo en la conversacin ayuda al propio Bustamante a no incurrir en su acostumbrado ir y venir temporal. corta las largas exposi-ciones de Margarita con las preguntas y comentarios de Mr. Jorge y de Milady, el ms silencioso de los personajes. Su didactismo la hace ser una de las obras ms logradas de Bustamante, quien aprovecha los conocimientos obtenidos de las obras que haba editado y otras asequibles en ese tiempo.

    Su trabajo en la edicin de dos de los padres jesuitas expulsados por carlos III en 1767, Francisco Javier Alegre y Andrs cavo, lo hacen com-penetrarse de la historia colonial. con la Historia de la Compaa de Jess no incurre en ninguna de sus aportaciones, pero s lo hace, y de manera muy ordenada, con cavo. La obra de este religioso se apoyaba en las actas del cabildo de la ciudad de Mxico y llega hasta el ao de la expulsin. A partir de ese momento, Bustamante complementa a cavo con un amplio suple-mento (de dos volmenes), que a juicio de Alamn llen un hueco impor-tante para conocer la administracin de los ltimos virreyes. Estas ediciones, al igual que otras, llegaron a la imprenta gracias al esfuerzo de Bustamante de vender suscripciones por anticipado, con lo cual poda pagar a los impresores el costo de la produccin.

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    4. VALORAcIN

    Bustamante, si bien no escribi de continuo toda la historia de Mxico, s abord todas sus etapas: la prehispnica en las Maanas de la Alameda,elfinaldel virreinato en el Suplemento a los tres siglos de Mxico, de Andrs cavo, y prcticamente todo el curso del siglo xix que alcanz a vivir. l afirmque no se crea que cuanto est escrito por m es exquisito, pero s ase-guro que no he perdido de vista a mi patria, y trabajado por su engrandeci-miento y gloria, y agrega: teniendo muy pocos compaeros en la empresa y muchsimos empeados en deturparla. Retomando el parangn asimtrico con Michelet, Bustamante participa del Romanticismo, guardando una enorme distancia, por ejemplo, con Johann Herder. Dentro de lo que es vlido aludir a la corriente que abre el siglo xix es por lo que Bustamante tiene de ella encuantoa laexaltacinquehacede lasfiguras localesa lasquehabaquerendir culto; en establecer lo que ha sido la ideologa que interpreta la his-toria mexicana como la reivindicacin del antiguo Anhuac; en repudiar la colonia, pero tomar de ella los signos positivos, como el guadalupanismo, del que l era devoto y propulsor; y elaborar los pedestales para colocar en ellos todo el bronce posible emanado de la insurgencia.

    Hombre culto, no hace una arqueologa del lenguaje popular, sino que lo expresalmismo.Suprosadifierede labrillantezdeunLorenzodeZavalao la elegancia y correccin de un Lucas Alamn. En sus textos hay ms cer-cana con el lxico y los giros del habla de su tiempo. Hay en Bustamante una bsqueda constante de la identidad nacional, que el mismo autor expresa. Su ejercicio prcticode la conciencia histrica quedmanifiesto enmillaresde pginas, manuscritas e impresas, propias y ajenas. En cuanto a las ltimas, de ellas dijo Alamn que se leeran con ms gusto las obras de diversos autores que don carlos Mara de Bustamante dio a luz, si se hubiese limitado a publicar el texto bien correcto, omitiendo las frecuentes notas del editor, pocas de las cuales son necesarias, las ms son intiles y no pocas imper-tinentes. Sin duda tiene razn. El asunto es que rescat, que public por primera vez obras de gran alcance como la de Sahagn y papeles de Ixtlilx-chitl, dos de los jesuitas expulsados, aunque sin ofrecer datos claros acerca de su origen. Lamentablemente su accin implica que la erudicin mexicana comenz a caminar con el pie izquierdo y hubo que esperar la labor de Jos Fernando Ramrez, Manuel Orozco y Berra y Joaqun garca Icazbalceta para corregir ese rbol torcido. Bustamante es el historiador mexicano del siglo

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    xix ms lejano y opuesto al apotegma rankeano, el cual con seguridad jams lleg a sus odos. l prefera la historia como le hubiera gustado que fuera y en ello radica su aceptacin y su rechazo.

    La aceptacin de Bustamante se debe a su nacionalismo exaltado que no deja ver con claridad su conservadurismo, el cual se lee ms bien como tradi-cionalismo. En ese aspecto est ms cerca de la mentalidad popular que con-servadores de mucha mejor dotacin intelectual como el tantas veces citado Lucas Alamn, que participaba, al igual que don carlos, del tradicionalismo. Su intencionalidad lo coloca por encima de aquello que le resta mritos.

    como se dijo al principio, su nacionalismo exaltado lo lleva a titular su ltimo libro como El nuevo Bernal Daz del Castillo. Bustamante, y con l mu chos de su generacin, pensaron que el proyecto nacional iniciado en 1821, enmedio del optimismo, llegaba al fin de sus das. Si bien sumuerteocurri despus de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo, don carlos no pudo superar la depresin que le caus el hecho de que la bandera de las barras y las estrellas ondeara en Palacio Nacional el 15 de septiembre de 1847 y vivir la situacin de una ciudad ocupada. De hecho su presencia en este mundo dur poco ms de un ao despus de ese suceso hasta el 21 del mismo mes, de 1848. El hombre de 74 aos, que poco antes haba enviudado de doa Manuela, con quien haba compartido la vida desde la insurgencia, la joven que lo atenda y con la que contrajo matrimonio, se fueconvencidodequeMxicohaba llegadoalfinal.Unanuevaconquistasehaba consumado. Otros congneres, que lo sobrevivieron algunos aos, pese al retiro de las tropas estadounidenses, quedaron con el nimo igualmente destrozado y sus interpretaciones histricas compartieron miras con Busta-mante, slo que l se adelant.

    Por ello es interesante su obra, pese a los defectos que se advierten en ella. Su lectura permite pulsar los giros del tiempo, por eso es crnica, porque refleja el efecto de cuarenta aos en su autor, por eso, tambin, merecebuenas ediciones crticas y estudios analticos que rescaten a uno de los hom-bres de letras ms singulares de la primera mitad del siglo xix.

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    REFERENcIAS

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    BUSTAMANTE, carlos Mara de. Cuadro histrico de la revolucin de la Amrica mexi-cana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Primera poca. Dedicada al ciudadano general Jos Mara Morelos. Su autor... Mxico: Imprenta del guila, dirigida por Jos ximeno, 1823.

    . Cuadro histrico de la revolucin de la Amrica mexicana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Segunda poca. Dedicada al ciudadano general Jos Mara Morelos. Su autor... Mxico: Imprenta del guila, dirigida por Jos ximeno, 1823.

    . Cuadro histrico de la revolucin de la Amrica mexicana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Parte primera de la tercera poca. Dedicada al ciudadano general Jos Mara Morelos. Su autor... Mxico: Imprenta del guila, dirigida por Jos ximeno, 1825.

    . Cuadro histrico de la revolucin de la Amrica mexicana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Parte segunda de la tercera poca. Dedicada al ciudadano general Jos Mara Morelos. Su autor... Mxico: Imprenta del guila, dirigida por Jos ximeno, 1826.

    . Cuadro histrico de la revolucin de la Amrica mexicana comenzada en quince de septiembre de mil ochocientos diez, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla. Parte tercera de la tercera poca. Dedicada al ciudadano general Jos Mara Morelos. Su autor... Mxico: Imprenta de galvn, a cargo de Mariano Arvalo, 1827.

    . Campaas del general D. Flix Mara Calleja, comandante en jefe del ejrcito real de operaciones, llamado del centro. Mxico: Imprenta del guila, dirigida por Jos ximeno, 1828.

    . Continuacin del Cuadro histrico de la revolucin mexicana, por el autor del mismo... Mxico: Alejandro Valds, 1832.

    . Hay tiempos de hablar y tiempos de callar. Biografa de un antiguo insurgente, que dedica a los magnnimos, justos e ilustrados patriotas que pretenden proscribirlo de la Repblica Mexicana, y que puede servir de memoria para la historia de la insurreccin de 1810, que prepar la independencia de la dominacin espaola. Mxico: Imprenta de Valds, a cargo de Jos Mara gallegos, 1833.

    . Maanas de la Alameda de Mxico. Publcalas para facilitar a las seoritas el estudio de su pas... Vol. 2. Mxico: Imprenta de la testamentara de Valds, a cargo de Jos Ignacio gallegos, 1835-1836.

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    . Los tres siglos de Mxico durante el gobierno espaol hasta la entrada del ejrcito trigarante, obra escrita en Roma por el padre Andrs Cavo de la Compaa de Jess. Publcala con notas y suplemento, el Lic... y la dedica a los seores subscriptores de ella y protectores de la literatura mexicana, Vol. 4. Mxico: Imprenta de Luis Abadiano y Valds, 1836-1838.

    . El gabinete mexicano durante el segundo periodo de la administracin del Exmo. Seor presidente D. Anastasio Bustamante, hasta la entrega del mando al Exmo. Seor presi-dente interino D. Antonio Lpez de Santa Anna, y continuacin del Cuadro histrico de la revolucin mexicana. Vol. 2. Mxico: Imprenta de Jos M. Lara, 1842.

    . Cuadro histrico de la revolucin de la Amrica mexicana comenzada en 15 de sep-tiembre de 1810, por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla, cura del pueblo de los Dolores en el obispado de Michoacn. Dedcalo al Exmo. Sr. D. Ignacio Trigueros, secre-tario del despacho y hacienda. Segunda edicin corregida y muy aumentada por el mismo autor. Vol. 5. Mxico: Imprentas de J. M. Lara e Ignacio cumplido, 1843-1846.

    . Apuntes para la historia del gobierno del general D. Antonio Lpez de Santa Anna, desde principios de octubre de 1841 a 6 de diciembre de 1844, en que fue depuesto del mando por uniforme voluntad de la nacin. Mxico: Imprenta de J. M. Lara, 1845.

    . Continuacin del Cuadro histrico, historia del Emperador D. Agustn de Iturbide, hasta su muerte y sus consecuencias; y establecimiento de la Repblica Popular Federal. Mxico: Imprenta de I. cumplido, 1846.

    . El nuevo Bernal Daz del Castillo, o sea historia de la invasin de los angloamericanos en Mxico. Escrita por el licenciado... diputado al Congreso General por seis veces, comenzando por el de Chilpancingo, individuo del Supremo Poder Conservador, y auditor de guerra cesante. Vol. 2. Mxico: Imprenta de Vicente garca Torres, 1847.

    . Continuacin del cuadro histrico de la revolucin mexicana. Vol. 4. Introd. y ed. Jorge gurra Lacroix. Mxico: Universidad Nacional Autnoma de Mxico / Biblioteca Nacional / Instituto Nacional de Antropologa e Historia, 1953-1963.

    . El Indio mexicano o avisos al rey Fernando Sptimo para la pacificacin de la Amrica Septentrional. Obra redactada en dos opsculos durante la permanencia del autor en la prisin del Castillo de San Juan de Ula, en los aos 1817-18. Seguidos del dis-curso Motivos de mi afecto a la Constitucin, escritos por el licenciado... Est. y coord. de paleografa Manuel Arellano Zavaleta. Mxico: Instituto Mexicano del Seguro Social, 1981.

    . Diario histrico de Mxico, 1822-1848. Eds. Josefina Zoraida Vzquez y Hctorcuauhtmoc Hernndez Silva. 2 discos compactos. Mxico: centro de Investiga-ciones Superiores en Antropologa Social / El colegio de Mxico, 2001-2003.

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    cLAPS, Mara Eugenia. carlos Mara de Bustamante y Pablo de Mendbil. His-toriografa mexicana. III. El surgimiento de la historiografa nacional. coord. Virginia

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

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    Fronteras diluidas entre historia y literatura. Mxico. Siglo xix

    LORENZO DE ZAVALA LETRAS PARA MxIcO

    Evelia trejo1

    VIVIR UNA HISTORIA Y DARLE FORMA

    Lorenzo de Zavala dej huella en la historia de Mxico porque su parti-cipacin poltica es sealada en una etapa atendida con frecuencia por quienes hacen de la representacin del pasado un ejercicio constante y porque su pensamiento adquiere relieve cuando se trata de esclarecer el fundamento de lo que pas despus. Zavala fue un poltico, lo fue del tiempo inmediatamente anterior y posterior a la emancipacin novohispana del con-trol espaol. Pero, para el solaz de aquellos que ven en la historia un gene-roso legado de expresiones escritas, Zavala es tambin, y lo sigue siendo, una grata presencia.

    Sus textos han sido editados ms de una vez.2 Las pginas de historia y de literatura de viajes, dos de sus ms caras herencias, han sido ledas y reledas porque se dice que las primeras contienen lo que alguna vez fue la vida pol-tica de Mxico, captada all por un observador atento e interesado en sucesos que hicieron poca. Y, las segundas, porque dan testimonio de su capacidad narrativa que en el relato de viaje adquiere su mayor lucimiento. Tambin, porque el contenido de su Ensayo histrico encierra pronsticos sobre lo que vendra despus y hasta visiones verdaderamente profticas de lo que hoy en da an preocupa a muchos sectores de mexicanos.

    Su historia personal inicia el 3 de octubre de 1788, en Tecoh, Yucatn, y concluye el 15 de noviembre de 1836, en Buffalo Bayou, Texas. Entre las dos

    1 Instituto de Investigaciones Histricas, Universidad Nacional Autnoma de Mxico.2 En la bibliografa se mencionan tanto las ediciones originales como las subsecuentes.

  • 100 Evelia Trejo

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    fechas, trascurre una vida intensa, ejemplar en algunos aspectos y, por decir lo menos, controvertida en otros que ataen principalmente a la conducta que sigui respecto a ciertos asuntos considerados de inters nacional entindase como el mejor ejemplo su opcin por apoyar la separacin del territorio de Texas.

    La historia de sus escritos, ms all de las notas periodsticas compuestas en una primera etapa, inicia en 1820, cuando da a la prensa sus Pruebas de la extensin del despotismo o idea del estado actual de la capital de Yucatn, en La Habana, y se cierra con la edicin en Pars de su Viage a los Estados Unidos del Norte de Amrica, en1834.Decirquesecierrasignificatomarencuentaquehablamos de la produccin escrita difundida durante toda su vida. Porque, en sentido estricto, la expresin de Lorenzo de Zavala ha seguido conquistando lectores y estudiosos por ms de sigl