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Documento del Instituto Fernand Braudel de Economía MundialAssociado a la Fundação Armando Álvares Penteado

BRAUDELPAPERS

Felipe González

Brasil necesita reformas politicas

Democracia 2: Capital humano e infraestructura

Democracia 2: Capital humano e infraestructura

Consensos estratégicos para América Latina

Cosensos estratégicos para América Latina03

07

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BRAUDEL PAPERS 02

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BRAUDELPAPPERS

03 Democracia 2: Capital humano e infraestructura

(Felipe González)

(Fernando Henrique Cardoso)

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Consensos estratégicos para América Latina

07 Brasil necesita reformas politicas

“Al escuchar a Felipe González, pensaba en una con-versación que ...”

“Soy fundamentalmente una persona pragmática. En el mundo latino ...”

Felipe González

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nes morales problemas específicos que deberían ser enfrenta-dos como problemas de eficacia operativa del sector público, ya que no hay desacuerdos importantes sobre los objetivos generales, sino sobre las formas más eficaces de alcanzarlos. Creo que, cuando se es progresista -y yo quiero serlo, quiero seguir siéndolo el resto de mi vida- no deben confundirse los instrumentos con los objetivos. La izquierda es mi tribu y esta es una autocrítica de mi tribu. No podemos recrearnos, como se recrean algunos líderes de izquierda, en inventar nuestro futuro mientras la derecha gobierna siempre en el presente. Pero en la otra tribu, la de los conservadores, siempre veo una obsesión por el crecimiento económico como un problema técnico. Cuando abogamos por la redistribución del ingre-so con más educación y salud, siempre dicen que estos son problemas de equidad social. Es decir, a la izquierda no le preocupa cómo crear riqueza. Cree que con repartir la que hay todo se arregla; y termina como Fidel Castro, que reparte miseria. Y la derecha, que sabe como crear riqueza, se olvida de que hay que redistribuir esa riqueza para hacer sostenible su creación. Siempre nos dicen que hay que esperar un ratito a que haya una acumulación suficiente para empezar a redistribuir. Pero antes de que llegue el tiempo de la redistribución viene una crisis. Y en tiempo de crisis, ¿cómo se va a redistribuir? Hay que esperar otro rato hasta que pase

Nota del editor: Durante las últimas tres décadas, la democracia se ha extendido más rápidamente en América Latina que en cualquier otra región del mundo. Los gobiernos democráticos han demos-trado mayor habilidad y propósito para combatir la inflación, que los regímenes militares que los precedieron. El crecimiento económico ha resurgi-do con estabilidad fiscal. No obstante, estas nuevas democracias enfrentan dificultades para resolver otros problemasi nstitucionales, principalmen-teinversioneseneducación pública e infraestruc-tura, necesarias para el desarrollo futuro. Como parte de su programa de investigación y debate pú-blico sobre instituciones democráticas en América Latina, el Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial recientemente organizó un seminario sobre estos temas con Felipe González, expresiden-te del gobierno español (1982-96), quien desem-peñó un papel fundamental en la consolidación de la democracia y modernización de las institu-ciones españolas después de la caída de la dictadu-ra de Franco (1939-75). Durante el seminario, Fernando Henrique Cardoso, expresidente de Brasil (1995-2002), analizó los avances de Bra-sil y los retos institucionales que enfrenta. Ese mismo día, Felipe González, un nuevo miembro de nuestro Instituto, entabló un diálogo enriquecedor sobre desarrollo humano con jóvenes de los Círculos de Lectura organizados por nuestro Instituto en las escuelas públicas de la periferia de São Paulo. Este número de los Braudel Papers presenta versiones editadas de las presentaciones de los expresidentes González y Cardoso, seguidas de extractos de la discusión con miembros de nuestros Círculos de Lectura sobre”La historia de la isla desconocida”, un cuento del portugués José Saramago, premio Nóbel de literatura. Soy fundamentalmente una persona pragmática. En el mundo latino eso es muy despreciado, pero en el mundo anglosajón es siempre un gran halago cuando le llaman a uno pragmático. Los latinos piensan que ser pragmático significa renunciar a los ideales. Sin embargo, los que inventaron la expresión, los griegos de la Grecia Clásica, creían que pragmático era aquél capaz de llevar sus ideas a la realidad. Así ha sido conmigo siempre. El pragmatismo me ha llevado a ser moderado prácticamente toda mi vida; el pragmatismo es útil porque una buena idea, una buena propuesta, debe ser tomada en cuenta provenga de donde provenga; no tengo prejuicios respecto de los interlocutores. El gran problema de la ideología es que obscurece el debate sobre la acción del poder público. Trata como grandes cuestio-

Democracia 2: Capital humano e infraestructuraConsensos estratégicos para América Latina

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que tiene que generar un superávit primario de 4.5% del producto interno bruto para pagar la deuda, hay poco margen de maniobra para invertir en otros sectores. El gobierno debe tener la versatilidad para desarrollar instrumentos más flexibles, desarrollar nuevas fuentes de ahorros y movilizar a otros elementos de la sociedad para que asuman una responsabilidad. El término “responsabili-dad social” está de moda. En la generación de riqueza, las empresas deben comprender que no sólo tienen la responsabilidad de ser eficientes como negocios. Las empresas tienen que asumir un papel más central para equilibrar la ecuación del crecimiento con la redistribución del ingreso vía educación e infraestructura. En esta nueva era, el Estado se esta retirando permanentemente de la generación directa de riqueza para el producto interno bruto. Debe concentrar sus esfuerzos en proporcionar los servicios que son imprescindiblespara el arte de gobernar el espacio público que compartimos. Miramos los servicios públicos. En México, curiosamente, a los monopolios de energía eléctrica los llaman monopolios naturales; pero son monopolios históricos, no monopolios naturales. Hace 150 años no había nadie que pudiera encender la luz; ¿cómo puede llamarse a esto un monopolio natural? Las industrias de energía eléctrica solían ser de integración vertical; conllevaban a estructuras monopólicas, especialmente en el sector publico. Pero ahora, los cambios políticos, el desarrollo tecnológico y la falta de fondos gubernamentales para inver-siones considerables en infraestructura están ocasionando el colapso a escala mundial de los monopolios de energía eléctrica, y la generación, la transmisión y la distribución de la misma se han convertido en negocios separados. Nunca se han constitucionalizado los servicios de acceso a la energía o a la telefonía como derechos civiles universa-les; pero como universales hemos reconocido a la educación y la salud. Si uno reconoce en la ley un derecho universal, el poder público tiene la obligación de cumplir la ley. Esos derechos universales pueden prestarse directamente por el Estado, que tiene la responsabilidad, o indirectamente a través de gestores privados. ¿Y por qué los servicios públicos que están fuera del alcance de los derechos universales no pueden ser prestados por gestores privados? Las primeras oleadas de derechos en la sociedad liberal -las de la revolución francesa y de la constitución de Estados Unidos eran derechos basados en el individuo puramen-te como individuo, que garantizaban estricta igualdad ante la ley. Para que las libertades individuales -base de la convivencia democrática- sean eficaces y reales tienen que complementarse con acciones públicas positivas en educa-ción y salud. Esa es mi idea básica. La equidad social, un concepto moral, es también un concepto económico que hace sostenible el crecimiento. Ninguna sociedad desarrollada ha pasado de emergente a desarrollada si no ha resuelto dos problemas básicos: creci-miento y redistribución del ingreso; especialmente redistri-bución indirecta del ingreso. Esta redistribución indirecta está incorporada al desarrollo de capital humano -a través

la crisis. En ese ciclo llevamos más de 20 años. La única forma de romper ese ciclo es a través de un acuerdo y una comprensión más amplia de los objetivos comunes. Siempre he militado en la izquierda por exclusión. ¿Qué quiere decir por exclusión? Que sentía vergüenza de vivir bajo una dictadura. Me avergonzaba sentirme libre al salir de mi país, al cruzar la frontera, y sentirme oprimido cuando regre-saba. Tenía una rebeldía natural frente a la dictadura y encon-traba más gente de izquierda que gente de derecha contra a la dictadura. Quizás la ubicación en el seno de la izquierda era casi natural si uno quería estar o estaba contra la dictadura. Por tanto, mi espacio político estaba muy limitado, más por rebeldía moral y por exclusión, que por otra cosa.

La nueva complejidad

Estos objetivos comunes deben enfrentar condiciones cambiantes. La caída del Muro de Berlín significó una trans-formación; el símbolo de un cambio en todos los paradigmas del siglo XX. En la última fase de su vida, Octavio Paz dijo respecto de la caída del Muro de Berlín y del hundimien-to de la Unión Soviética que el hecho de que las respuestas hayan fracasado no significa que las preguntas no sigan vigentes. Efectivamente, constatamos que el fracaso de algunas respuestas a cuestiones de importancia se convirtió en un modelo que generó horrores. Este fracaso podría estar ligado a un exceso de culto a la razón, la lógica pura, frente a seres humanos que están cargados de sentimientos e identidades diferentes, como lo hemos visto en el mundo que recupera-mos después de la liquidación de la política de bloques en toda su complejidad. ¿Qué nos falta ante a esta nueva complejidad? Principal-mente, en América Latina y especialmente en Brasil, nos falta consenso; un gran consenso nacional para definir una estrategia sostenible más allá de un periodo de alternancia de gobierno, más allá de un periodo presidencial o legislati-vo. Éste no puede ser un consenso sobre demasiadas cosas porque sería muy complicado. Pero un consenso sobre tres o cuatro objetivos a los que puedan sumarse los esfuerzos de todos. Todos los países desarrollados tienen este tipo de consenso sobre temas que unen a la gente y que no se discuten. Estos elementos de consenso mantienen una permanencia que hace a los países fuertes. Este tipo de consenso es particularmente importante para el desarrollo del capital humano. El fracaso en el desarrollo de capital humano es una fuente de considerable angustia. Aún en países con grandes riquezas naturales como petróleo, no hay posibilidad de desarrollo, no hay futuro si se descuida la formación del capital humano. El segundo gran objetivo del consenso serían las infraes-tructuras físicas. Cualquier país moderno necesita puertos, aeropuertos, carreteras, ferrocarriles, energía eléctrica y abas-tecimiento de agua. Cuando los países no tienen capacidad para construir y mantener las infraestructuras físicas desde el sector público, deben persistir hasta encontrar recursos en otro lado, donde quiera que sea. En el caso de Brasil,

Felipe: Ahora enfrentamos desafíos nuevos

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de educación y salud- y en la creación de un capital de infraestructura física moderna. Esta redistribución requie-re un consenso estratégico de largo plazo entre intereses políticos y económicos.

Avances en España

Soy un tipo raro de izquierda que nunca confundió los fines con los medios, los objetivos con los instrumentos. Lo que me interesaba era alcanzar los objetivos. Podía ser perfectamente versátil en los instrumentos que utilizaba. Me extrañaba que en España los coches los produjera el Estado y algunas carreteras la hacían los privados. Yo decía que sería mejor al revés: que los coches los hagan las empresas que saben hacer coches y las carreteras dejarlas a cargo del Estado. Para construir infraestructura se necesitan ahorros. Si el sector público no tiene dinero para crear infraestructura debe buscar ese ahorro en otro lado porque sin infraestructura no habrá desarrollo. Mis políticas como presidente del gobierno en España estuvieron avaladas por votos en la elección; pero con estas políticas también estaban de acuerdo los que no me votaban ni me iban a votar nunca. Viajé poco en España; goberna-ba mucho y viajaba poco. Trabajaba mucho en mi oficina; estudiaba los problemas y decidía, cada día decidía. No empleaba mucho tiempo en paseos y fotos populares.

Como político pragmático y moderado, comprendí muy pronto que España necesitaba una variable estratégica para cambiar su destino. Esa variable estratégica era el capital humano. España no tenía petróleo. En el pasado, habíamos sido ricos en el peor sentidode la palabra, cuando explota-mos nuestro imperio colonial, pero nunca fuimos capaces de utilizar esta riqueza para desarrollar nuestro propio país. Por tanto, me concentré en la única variable estratégica que era importante para nosotros, el capital humano. No sólo necesi-tábamos creernos capaces, íbamos a hacernos capaces. Construimos miles de kilómetros de autovías. Nuestro ingreso per cápita pasó de 4 mil 500 dólares US cuando llegué al gobierno en 1992, a 15 mil 550 cuando salí en 1996. Ahora debe estar por los 22 mil dólares. Pero nada de eso me emociona tanto como el hecho -un intangible de la política- de percibir que los españoles, por primera vez en la España

contemporánea, se han reconciliado con su pasa-porte, con su identidad. ¿Tiene que ver este avance con la educa-ción? Parece que sí. El cambio en las actitudes

básicas de nuestra sociedad actual sólo pudo haber-se logrado con educación más capacitación. Logra-mos tres o cuatro cosas simples con un gran apoyo, no sólo de los votos que le permiten a uno ganar, sino de aquéllos que estaban de acuerdo en que rompiéramos la barrera de nuestro aislamiento con una política de infraes-tructura que cambió la realidad física del país.

La equidad social, un concepto moral,es también un concepto económicoque hace sostenible el crecimiento

Si uno observa este desempeño, percibe un esfuerzo de toda la sociedad; no sólo de mi gobierno, sino de España toda durante los pasados 25 años, desde que aprobamos nuestra constitución democrática, o durante los pasados 26 años, desde que los principales partidos políticos firmamos el Pacto de la Moncloa para consolidar prácticas democráticas. Yo he tenido la fortuna inmensa de coincidir 14 de esos años en el gobierno. Pero ahora estamos enfrentando desafíos nuevos que no son los mismos que los que hemos superado. Podríamos estar perdiendo el tren del progreso de una economía que necesita añadir valor continuamente. Nece-sitamos un sistema educativo que capacite a la gente como oferente de nuevas cosas a nuestra economía y sociedad, y no como demandantes permanentes de cosas, que es una de las fallas de pasividad de nuestros sistemas educativos en toda Europa y América Latina. ¿Qué me inquieta? Universalizamos el acceso a la educa-ción en España, que estaba pendiente. Universalizamos la educación obligatoria hasta los 16 años. Expandimos la población universitaria de unos 600 mil estudiantes hasta 1.6 millones, de los cuales 900 mil tenían algún tipo de beca. También modernizamos los servicios de salud con cobertura y calidad aceptables; el sistema consume el 7.2% del produc-to interno bruto. En contraste, el sistema de salud de Estados

Unidos, con mucho más renta percapita que nosotros, consume 16% del producto interno bruto y excluye a 46 millones de estadounidenses. ¿Cuál es el problema que tenemos ahora? Nuestro sistema educativo debería estar cambiando mucho mas rápidamente para adaptar a la globalización, la revolución tecnológica, el Internet y la cre-ciente interdependencia del mundo. En lugar de eso, fabricamos títulos. Podemos fabricar hasta títulos ilustres, pero los titulados salen de sus estudios como demandantes frente al Estado, frente a alguien que les de una oportunidad de empleo. Ese título que reciben en el contex-to de la sociedad y la cultura latinas los hace demandantes más exigentes porque son demandantes titulados; no obstan-te, a pesar de todos sus estudios, no están preparados para añadir valor. No saben qué hacer con el conocimiento para transformarlo en acción. Habrá algunos brillantes creadores, pero muchos de ellos carecen de iniciativa para convertirse en emprendedores de sus propias vidas y, de paso, crear oportunidades para otros con su propia iniciativa.

América Latina

Hace muchos años que sobrevuelo los países de América Latina en avión; la región ha avanzado mucho. Volando

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sobre todos estos países, yo he visto como se iluminaba de luz eléctrica, progresivamente, este pedazo del planeta. Desde el avión he visto cómo antes la zona de sombras era enorme y ahora la zona de sombras se va achicando y hay luces por todas partes. En lugar de viajar por París, que es más cómodo, viajo con mayor gusto a la Ciudad de México, a Oaxaca o a São Paulo; esto no se explica más que por un componte irracional de proximidad, de afecto. Sin embargo, tenemos que pensar en una estrategia para el futuro. Lo que me preocupa hoy, por ese vínculo irracional que tengo con América Latina, es la falta de consenso sobre estrategia. Bajo la falta de estrategia hay un problema de ambivalencia de nuestro carácter común y nuestra relación con el resto del mundo. Brasil es un país enorme; tan grande que tiende a volverse sobre sí mismo sin mucha conciencia de lo que pasa en el exterior. No obstante, como afirma Fernando Henrique, esto está cambiando. México también tiene un problema de ambivalencia. Algunas personas dicen que México tiene alma latinoamericana, pero intereses norteamericanos. ¿Cómo se hace compatible el alma con el interés? En México creen que no existe compa-tibilidad y conviven con un dilema. Pero yo conside-ro que esto es una gran ventaja. México puede aportar algo diferente, una especie de alma que falta en Estados Unidos, donde tienen otras cualidades. En una aldea de México, es imposible que un vecino se muera y que las personas lo sepan hasta los veinte días, como a veces ocurre en Estados Unidos. Esto es imposible en América Latina porque estamos metidos en la vida de los demás; nos envolvemos, incomodamos. En Estados Unidos, este entrometimiento en la vida de otras personas es rechazado como impertinente, aún entre padres e hijos. Y sin embargo, un amalgamiento tiene lugar entre México y Estados Unidos. Al comienzo de su mandato, el presidente Fox me invitó a acompañarlo durante un breve viaje por California. Observé la tremenda presencia de unos 20 millones de mexicanos en Estados Unidos, la cual está cambiando el carácter de esa tierra. Si un día los mexicanos decidieran no trabajar, se paralizarían California y Nuevo México. ¿Por qué me siento más ligado a América Latina y que a la Europa decadente del bienestar? Por nuestra sintonía cultural, por su vitalidad y promesa. Recientemente analicé lo ocurrido en España entre 1980 y 2002, y comparé nuestra experiencia con lo ocurrido en 20 países de América Latina, con los que compartimos eso que llamamos Iberoamérica. Aunque España sigue siendo un país pobre desde el punto de vista de recursos naturales y no ha descubierto nada nuevo, su desempeño ha sido extraordinariamente positivo respecto de los países de América Latina que, en conjunto, poseen abundantes recursos naturales. Siempre volvemos a los problemas de incentivos e insti-tuciones. Como dice Fernando Henrique, Brasil pasó por dificultades, pero su sistema financiero ahorra en moneda local. En cambio, el ahorro argentino fuera de Argentina es

comparable a la deuda externa de ese país. Debo decir que esto no es sólo consecuencia de la reciente crisis argentina. Forma parte de la cultura argentina de tener parte del dinero afuera. Esta cultura no existe en Brasil ni tampoco en España. Espa-ña vivió momentos de crisis pero, salvo excepciones no signi-ficativas, la gente no se llevó su dinero fuera. Para aumentar la capacidad de ahorro e inversión necesitamos mejor educa-ción. Los centros educativos deben asumir la responsabilidad de enseñar a los jóvenes historia, evolución y prácticas histó-ricas adquiridas; esto es absolutamente necesario, pero no es suficiente. Los jóvenes también tienen que aprender otras cosas que a lo mejor no estamos en condiciones de enseñar; tienen que practicarlas. Este es un nuevo desafió; los empleos no lo son todo. Cuando escucho el desesperado escepticismo de mis compañeros de la tribu ideológica a la que pertenezco, les pregunto: “Pero, ¿por qué sufren si nunca como hoy fue verdad que crear empleo es todo lo que queda por hacer para satisfacer las necesidades humanas? De todo lo que queda por hacer para abrir nuevos espacios de oportunidad, no hemos hecho casi nada”. Es inagotable la cantera; lo que esta agotado es nuestra capacidad mental para abrir nuevos espacios y horizon-tes para la reflexión. Tendríamos que educar a los jóvenes con el conocimiento que hemos adquirido y recuperar una nueva condición de maestros. Es maestro quien aprende de los jóvenes. Además de enseñarles lo que sabe, el maestro tiene que ayudarles a enfrentarse a este mundo, sabiendo que cuando acaban la universidad o acaban su formación profesional tienen algo más que un titulo que les habilita para convertirse en demandantes de un trabajo. El joven tiene que aprender unos conocimientos acumulados y una práctica que le permita emprender su propia aven-tura vital, su aventura personal como trabajador por cuenta propia o por cuenta ajena, como emprende-dor de su propia vida. No todos van a ser creadores; no todos van a ser emprendedores. Querer que todos sean emprendedores es un disparate; pero tienen que tener conciencia de cuál es la oferta y el valor que añaden a los otros. Hablo de valor en términos machadianos; Antonio Machado decía: “Todo necio confunde valor y precio”. No hablo de precio. Hablo de conciencia del valor que añade lo que somos como oferta para nuestra familia, para nuestra empresa, para nuestra comunidad, para nuestra ciudad, para quien sea. Y esta oferta, la de agregar valor, la puede crear un músico, un deportista, un empresario de chatarra, un maes-tro, casi cualquiera. ¿Cuál es el papel del Estado frente a todos estos deman-dantes? El Estado es necesario para garantizar derechos y guiar la operación de sociedades complejas. Pero hay muchos tipos de estados; Perú -por ejemplo- sólo existe como nación porque existe el Estado, a pesar de las grandes diferencias entre la costa, la sierra y la selva, sus comunicaciones precarias y sus débiles instituciones civiles. El Estado no puede satisfacer todas las demandas. Cuando se habla del tamaño del Estado en relación con su eficiencia y poder institucional, yo no soy partidario de un Estado

Fernando Henrique Cardoso

Brasil necesita reformas politicas

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lleno de grasa; me parece absolutamente innecesario un Estado clientelar. No podemos mantener un Estado que sirva de refugio a los fracasos que tenemos los políticos cuando prometemos crear empleo y esta promesa está más allá de nuestras capacidades. Hice estas promesas al principio de mi gobierno pero muy rápido me di cuenta de que había sido un error. La alternativa era ampliar el sector público y emplear más gente en la burocracia. Así crearíamos un Estado clientelar que elevaría tanto activos como pasivos a un nivel de gastos que impediría hacer políticas alternativas. He escuchado a mu-chos amigos míos decir que ese es el Estado social, pero la función social muy pronto queda rebasada y agotada. Yo no quiero ni un Estado flaco, incapaz de cumplir sus responsabilidades, ni tampoco un Estado grasiento. Lo que me gustaría es lo que yo llamaría un Estado Ipanema. Cuando va uno por la playa de Río de Janeiro y mira ese sol, el culto al cuerpo que tanto atribuyen a Brasil, sin una gota de grasa, pero tampoco un cuerpo esquelético. Al Estado ideal le llamaría Estado Ipanema: sin grasa, mas no sólo huesos. Pero hay que eliminar la grasa progresivamente; no puede hacerse de un plumazo. También hay que eliminar ese debate absurdo de los que hablan de un Estado mínimo, que no conduce a nada. En algunos países, si se eliminara el Estado no habría país. El problema está en nuestras instituciones, no en la calidad de las personas, ni en su capacidad intelectual. Aquí enfrentamos problemas de estabilidad de propósitos y consenso. Para que un proyecto educativo se

consolide y dé resultado, se necesitan por lo menos 20 años; de otro modo, las instituciones fracasan. Los políticos con horizontes de corto plazo estorban. Sólo ganamos para nuestros países cuando tenemos la mirada-lo suficientemente larga como para que las instituciones se perpetúen. A corto plazo cometemos muchos errores; sólo nos van a salvar de los errores que cometemos las instituciones que sean capaces de perpetuar una senda, una orientación, un camino. Esto nos cuesta mucho trabajo construirlo por-que es un problema cultural. Nada garantiza que un buen nivel de inteligencia ofrezca un buen resultado en términos políticos o de desarrollo económico, a menos que las instituciones encausen el capital humano hacia un resultado permanente, que puede tener fracasos o reveses eventuales, pero que siempre crece. Así tendremos desarrollo a partir de un amplio acuerdo de propósitos a largo plazo. Nuestra mayor riqueza como seres humanos es ser capaces de crear proyectos que añaden valor a la vida de los demás; pero hemos descuidado esta riqueza. He redistribuido más asistencia sanitaria, más educación, pero nunca he redist-ribuido esto que es mi mayor riqueza personal: mi capacidad de hacer ofertas que añaden valor a los otros. La redistribu-ción de riqueza más importante que podemos hacer en el sistema educativo, en el liderazgo político, en el liderazgo so-cial, es esa a la que he hecho referencia: transmitir, transferir, capacitar para que más personas puedan hacer ofertas que añadan valor a los otros.

Al escuchar a Felipe González, pensaba en una conversación que tuve con el presidente Bill Clinton, hace algunos años en Camp David, lugar donde él descansaba. Me decía que, observando lo que sucede en el mundo, es siempre necesario preguntar cuál es la vocación de un país, a que le tiene miedo y lo que de-sea fundamentalmente. Las personas capaces de dirigir un país son personas que poseen esa noción y que tie-nen también una noción de la historia. Perciben que las cosas cambian. Es necesario ver que hay estructuras construidas por la historia, pero que ellas pueden cambiar y que hay oportunidades. No todo es posible. Las condiciones para avanzar tienen variables. Fue una lección de historia que escu-chamos del catedrático Felipe González. Fue prime-ro una visión optimista, de una cierta confianza. Esta esperanza cabe a nosotros también. Lo que Felipe dice es absolutamente cierto. Visité España por primera vez

en 1960, hace cuatro décadas atrás. Comparada con São Paulo, España era relativamente pobre. Sin embar-go, España cambió en 20 a 30 años. Yo lo dije muchas veces aquí en Brasil: España siempre fue para mí un ejemplo de que es posible mejorar. En el caso de España (las mencionadas por Felipe) hubo algunas condiciones favorables. Un momento de expansión de la economía mundial. La integración de Europa, la valiente decisión de integrarse a Europa y a la OTAN. Asistí a los debates en España. España tuvo oportu-nidades, pero tuvo también conducción política y fue capaz de avanzar. Una vez, conversando con su Ministro de Educación, José Maria Maravall, le pregunté cual era el significado del éxito del partido socialista en España. El me mandó entonces un trabajo, que tengo hasta hoy, sobre lo que había sido hecho en seguro social, educa-ción y salud. Aquello me impactó mucho. España cam-bió básicamente las condiciones sociales. El resto fue

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consecuencia. Fue consecuencia de tener liderazgo polí-tico, de haber persistido durante 14 años en una línea. Todo ello permitió que España diese un salto. ¿Qué sucede con nosotros en Brasil? Si observamos históricamente, los cambios fueron muy grandes. Como Felipe lo hizo aquí, acostumbro también con-tar algunas anécdotas. Digo siempre las mismas cosas, porque desafortunada-mente nací 11 años antes que él, nací en 1931 en Rio de Janiero. Cuando nací el número de anal-fabetos era del orden del 70%. Hoy el analfabetismo está condenado a muerte porque conseguimos universalizar el acceso a la escuela. La ca-lidad es discutible. Tiene mil problemas, pero eso sucedió en el transcurso de una vida. Cuando nací, en el Brasil ha-bía solamente una carretera pavimentada, hecha por el emperador Pedro II que se llamaba Unión Industrial, de Rio a Juiz de Fora, pasando por Petrópolis, ninguna otra carretera. Me trasladé a São Paulo en 1940 cuan-do ya había un progreso inmenso y ya tenía dos carreteras como la Vía Anchieta que conecta São Paulo con Santos. Hoy escucho quejas que las ca-rreteras tienen muchas baches. Pero son ahora 60 o 70 mil kilómetros de carreteras sólo del gobierno federal. Quiere decir que hubo muchos cambios físicos, y en las condiciones humanas también. Nuestro punto de partida era terrible, porque venía-mos de la esclavitud y la concentración de tierras en una proporción brutal. La liberación de los esclavos creó la primera gran ola de marginales. Migraron a las ciudades. No tenían qué hacer. Después llegaron los migrantes. Europa exporto su mano de obra exceden-te. Su pobreza fue exportada hacia las Américas. Al-gunos enriquecieron, pero expulsaron del mercado a quienes ya estaban, que eran los negros. El proceso fue complicado. El Brasil tiene una dotación razonable de recursos na-turales, pero también algunos problemas de perdida de oportunidades. Primero, tuvimos décadas de inflación.

Esta inflación crónica no fue causada por haber cons-truido un nuevo capital en el interior del país, pero en la manera en que fue financiado. Quebró el Seguro So-cial. Los fondos del Seguro Social fueron invertidos en Brasilia.Hubo enseguida un descontrol de las finanzas públicas. Entonces vino la inflación que tomó décadas

para controlarla. En segundo lugar, hemos entrado un poco

tarde en las oportunidades que el mundo ofrece. Hemos entrado tarde por cuestio-nes políticas, por falta de comprensión del proceso. En la década de los 70, cuando los tigres asiáticos tomaron vuelo, nosotros estábamos aquí discutiendo si valía la pena exportar. Hasta hace poco había quienes decían “primero come, después exporta”. Entonces, cuando hubo una gran abun-dancia de capitales, era preciso antes, tér-minos abiertos a la economía, pero los abrimos tarde. Llegamos siempre un poco tarde en todo. Era un problema. No por culpa del mundo, si cabe hablar de culpa, viene de aquello que Felipe mencionó aquí: la fal-

ta de un acuerdo na-cional sobre c u e s t i o n e s elementales.

Creo que ahora empezó a diseñar-

se ese acuerdo. Por-que la continuidad en el

rumbo económico financiero, lo macroeconómico por peor que sea, era el camino más adecuado para evitar un desorden mucho mas grande en nuestro sistema económico financiero. Pero tenemos as veces una manía del “milagro”. Des-de el punto de vista de nuestra construcción histórica, tenemos dos problemas que perturban la velocidad de nuestro proceso de transformaciones. La velocidad podría ser más rápida. Yo diría que tenemos hasta dos tendencias contradictorias, en una, es la expectación del “milagro”. Entendemos esta esperanza. Como hay tantas desigual-dades, las personas afligidas quieren una solución rápi-da. Y salen del camino. Para volver al camino se pierde un tiempo enorme. Recientemente fue propuesto un “milagro” eso no es de ahora, siempre se propone un “milagro”: va a romper con todo, a cambiar todo, va a ser una maravilla y así por el estilo. Pero no pasa nada. Se pierde tiempo. En combinación con la expectativa del milagro,

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hay una cierta vocación a la soledad. Nosotros somos grandes, somos mejores que todo el mundo. Nos quedamos entonces sin saber si vale la pena entrar en el mundo. España y Portugal se hubieron unido a una Europa unificada. Optaron por entrar en Europa. No estaban locos. Nosotros tenemos siempre una cierta duda sobres si vale la pena o si es mejor contar con nosotros mismos. ¿Ceder un átomo de sobera-nía? Dijimos que las decisiones aquí son nues-tras. Nosotros tenemos esa expectativa del “milagro” y una voluntad de tenernos con nuestras propias fuerzas. Lo cual confunde una visión más progresista. Y cuando se quiere tener una visión más progresista - y en ello comparto con todo lo expues-to por Felipe -soy llamado neoliberal, porque pien-so lo que un socialista como Felipe piensa. ¿Por qué? Porque permanecemos en esas indecisiones funda-mentales. Vivimos entonces perdiendo algún tiempo en esas dudas existenciales. Pienso que hicimos progresos, hicimos un progreso material y queda-mos en hacerlo también en la percepción de los problemas. En cuestión de educación tuvimos muchísimos avances. Conseguimos la univer-salización de la escuela. Ahora la calidad es dudosa. El otro es el acceso a la universidad: Se pasó de 1 millón a 4,3 millones estudiantes ahora. Estamos formando 7 mil doctores por año, PhDs, más que Italia o Canadá. Los brasileños están participando crecientemente como productores de ciencia, medido por el número de artículos publicados y citacioness en revistas especializadas en el extranjero. Nosotros estamos ahora en una posición bastante razonable, aproximando a España. Pero cuando se habla de patentes es una vergüenza, quiere decir que nuestro conocimiento continúa catedrático. Continúa en un saber mas abstracto que pragmático. Tenemos que transformar nuestro saber en alguna cosa útil a la producción y a la vida. Ese es realmente un desafío, y un desafío que creo que se resuelve a través de una modificación en la Educación. Pasé algún tiempo, ahora, en los Estados Unidos, en la Universidad de Brown, donde soy profesor en este momento. Pero no sólo allá, tengo alguna experiencia en universidades americanas, europeas, latinoamerica-nas y brasileñas. Hoy la gran diferencia de la sociedad americana, comparándose con otras, es la universidad. La universidad es hoy un fenómeno muy especial en los Estados Unidos y es sólo allá ¿Por qué? Porque es un

campo de creatividad, es un campo de libertad, es un campo de cierta irreverencia. Todas estaban a favor de Jonh Kerry en las últimas elecciones. Esa universidad no está cerrada. Atrae la gente de todo el mundo, tiene contacto permanente con las empresas y el gobierno. Porque ella es segura de sí misma, no tiene miedo. No piensa que va a ser comprada por la empresa ni absorbida por el gobierno. Aquí la universidad huye de los dos como el diablo a la cruz. Porque quiere permanecer garantizando su libertad, como si su libertad era amenazada. La universidad americana es una gran matriz de cambio y adaptación de Estados Unidos. El gobierno puede ser horrible, reaccionario, y así por el estilo, pero la universidad proporciona siempre válvulas de evasión para la socie-dad americana, que es lo que le da un cierto dinamismo

a aquella sociedad. Si nuestras universidades no solucionaran algu-nas de estas cuestio-nes aquí, no vamosa enfrentar al mundo. Fui encargado de hacer una propuesta para las llamadas cum-

bres de Iberoamerica, allá en San José de Costa Rica. Una de las propuestas que presenté fue la de aplicar el programa Erasmus de la Unión Europea que habilita a los estudiantes moverse libremente entre las universidades. Y claro que cada universidad va a debatir si ella acepta o no. Y siendo que hay un vaciamiento de las universidades europeas a consecuencia de las bajas tasas de natalidad y otras cuestiones demográficas, encuentro que sería po-sitiva, Sería un gran avance incorporar estudiantes latinoamericanos con becas en las universidades europeas. Para resumir, tenemos dos problemas fundamenta-les, que son los que Felipe mencionó aquí. Uno es la educación, que exige invertir más, mejorar, perfec-cionarla. Segundo, es la infraestructura. El gobier-no tiene que observar las dos cosas. Como no tiene dinero a causa de la crisis fiscal del Estado, tiene que crear un ambiente favorable a la inversión privada y tiene que crear agencias que controlen esa inversión y no desorganizarlas. Junto a esos dos problemas tenemos uno más: necesitamos tener capital de largo plazo. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo es que Ud. organiza fondos de inversión externos o internos? ¿Cómo se hace para que el Banco Mundial o el BID vuelvan a invertir en Infraestructu-

Tenemos que resolver la educación, crear infraestructura e inversión,crear un sistema de acumulación

eficaz, tener buena gerencia y todo eso dentro de una democracia

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ra? ¿Cómo se crean los mecanismos de ahorro interno? ¿Cómo los bancos se adaptan a la posibilidad de invertir en el mediano plazo, por lo menos si no en largo plazo? Para aumentar las inversiones a largo plazo necesitamos reorganizar del Estado y aumentar la capacidad de gestión. Nosotros aprendemos a manejar la macroeconomía. Sabemos controlar la inflación. Equivocamos muchas veces, pero la controlamos. Descubrimos que los presupuestos tienen que ser equilibrados. Hacemos hasta superávit primario en las cuentas del gobierno y creamos la Ley de Respon-sabilidad Fiscal. Queda ahora - tal vez lo más difícil -hacer con la gestión del sector público como todo sea más eficiente. Nuestras faltas no son más en la macroeconomía, pero en lagestión e implementa-ción de políticas en aplicaciones menores, en sectores microeconómicos. Sin instituciones que sean no sólo más fuertes pero más competentes, no es posible avanzar más en la dirección que queremos. También en esa materia algunos adelantos fueron hechos. El propio Congre-so, el Parlamento, tiene sus problemas, pero tiene una resistencia, una estabilidad. Pocos brasileños saben, que el Parlamento brasileño es uno de los más antiguos del mundo con funcionamiento continuo. Funciona desde 1821, con breves interrupciones, aún con los gobiernos militares (1964-85). Hay una cierta tradición de negociación en el Parlamento, que es importante porque evita algunas rupturas, algunas crisis. La Justicia aún necesita de modificaciones. Pero hubo ahora esa reforma reciente que tiene una modificación importante, que es la sumúla vinculante, incorporando la jurisprudencia anterior en las principales decisiones. La Justicia tiene un lado positivo: ella tiene un alto grado de i dependencia del Ejecutivo. El Supremo Tribunal Federal es muy importante porque ejerce, crecientemente, un papel de interpretación. No fija solamente en la aplicación de la ley. Es verdad que el presidente nombra el juez para allá, pero después de eso el presidente no tiene la libertad de coger el teléfono y pedir alguna cosa al juez. Entonces hay algunas instituciones que tienen tradición. Nuestro problema es como se agiliza, y es muy difícil. Por ejemplo, como los hacemos con las agencias reguladoras, que es una institución nueva y que no tiene mucha raíz en la tradición en nuestro derecho positivo romano. Es complicado, pero tuvimos que introducir esa modificación. Es preciso que lleve algún tiempo para enraizarse. Por lo tanto tenemos que resolver la educación, crear infraestructura e inversión, crear un sistema de

acumulación eficaz, tener buena gerencia y todo eso dentro de una democracia. Cuando estaba en el Senado, me daba el lujo de decir que el atraso en el Brasil provenía de los partidos políticos. Después cuando llegué a la presidencia es que pasé a cortejar al Senado, o sea a los partidos políticos. Pero pienso en lo que decía cuando era senador. Hay muchas razones para ello. Una es que el sistema políti-co realmente refleja a nuestra sociedad. Tiene muchos sectores atrasados que ella refleja. Atrasado no quie-re decir incompetente. Es la visión que es atrasada, manejadas por intereses enraizados que obstruye el avanzo. Tenemos un sistema político muy complicado. El voto es directo para presidente, mas directo que en los Estados Unidos. Ahora el gobierno no es sólo el presidente. El gobierno incluye los partidos, el Congreso y las otras instituciones. El partido del presidente no hace la mayoría en el Congreso. En general hace el 20%. No es como el parlamenta-rismo. Hay que tener alianzas. Si uno hace alianza antes de la elección presidencial, esa alianza tiene cierta legitimidad. Pero si es después de la elección, ella no tiene ninguna. La alianza es sólo un arreglo para poder gobernar. Entonces empieza a tener dificultades en implementar su proyecto y comienzan las demandas. Esto transforma a los partidos y al Congreso en fuentes de pesimismo, para la opinión pública, como trabas para el avance del país. El sistema político se transforma en un pantano, nada sucede. Gira en falso. Va ser necesario una reforma política, porque si no, aquí no va a funcionar. Porque esta desfasado nuestro sistema, no las personas. Alguna vez Alfred Stepan, un profesor de la Universidad de Columbia, estuvo en el Congreso y conversó con 30 o 40 líderes. Quedó sorprendido. Decía que ellos teníanun nivel altísi-mo. Según él, mucho más alto del Congreso america-no. ¿Por qué? Porque el sector elitista brasileño tiene buena gente también. Siempre tiene el en Congreso gente altamente capacitada para asuntos específicos. Es el sistema que no funciona. Todo el sistema está muy obstruida. Eso tiene un precio. Como participé de varios momentos, como vemos ahora, en que parece que se va a paralizar todo. No tiene como avanzar mas porque el sistema político enreda. Si quisiéramos avanzar en el sentido de que Brasil se integre mas ampliamente al conjunto de las sociedades y de haber un desarrollo, no sólo crecimiento, va ser necesario una reforma política, porque si no, aquí no va a funcionar.

Descobriendo “La isla desconocida”

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Durante la tarde que siguió al seminario matutino con Fernando Henrique Cardoso, Felipe González se reunió-con 25 talentosos jóvenes que participan, como educadores y estudiantes, en los Círculos de Lectura que nuestro Instituto organiza entre 21 escuelas públicas de la periferia de São Paulo. En estos Círculos de Lectura, un experimento en el desarrollo de capital humano, 1,400 jóvenes leen y comen-tan clásicos tales como La odisea, de Homero; El simpo-sio, de Platón; Romeo y Julieta y Otelo, de Shakespeare; Robinson Crusoe, de Daniel Defoe; y El viejo y el mar, de Ernest Hemingway. Felipe comentó con ellos La historia dela isla desconocida, de José Saramago, premio Nóbel de literatura portugués. Saramago cuenta la historia de un hombre que se para a las puertas de palacio junto con otros solicitantes y se niega a partir hasta que el rey le conceda su pedido de una embarcación sólida a fin de poder navegar para descubrir una isla desconocida. En su búsqueda, el hombre recibe la ayuda de un amujer de limpieza que persuade al rey para que le conceda su petición y luego abandona su empleo en el castillo para ayudar al hombre a realizar su sueño. Felipe González, 62 años: Hay un hombre que decide buscar algo que desea; no sabe explicar lo que es, pero

es su deseo: La isla desconocida. Este señor sabe que no tiene el instrumento para buscar la isla desconocida y sabe que tiene que buscarla a través de un espacio abierto que es el mar. Para él, la tierra es un espacio cerrado, jerárquico, ordenado, donde todo está en su sitio y él no tiene su oportunidad. Por lo tanto, persigue su idea de salir al mar; perole hace falta un barco. ¿Quién puede darle este instrumento? No lo solicita amablemente; no se somete a las reglas para solicitar lo que quiere; no hace fila para que lo atiendan. Al contrario, bloquea la fila de todos los solicitantes hasta que pueda ver al rey. Termina obteniendo el barco; le conceden el instrumento, pero no sabe qué hacer con él. Sin embargo, la mujer que le abrió la puerta tiene una intuición fantástica; le gusta la idea de buscar una nueva realidad, un nuevo mundo. Al hombre no le preocupa la forma en la que el barco tiene que operar, pero la mujer lo persigue para hacer que el barco funcione. Lo limpia y le dice que busque una tripulación. El hombre no tiene más que una idea vaga y todas las demás ideas para conse-guir lo que quieren las aporta la mujer. Este es un hecho notable que descubrí durante muchos años en el gobier-no. Yo decidía muchas cosas, pero muchas mujeres me

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ayudaron a ejecutar las decisiones. Diego de Lima, 15 años: En nuestro pequeño grupo de discusión descubrimos que la mujer de la limpieza era la isla desconocida. ¿Usted qué piensa?¿Cuál es la isla que descubrió en el momento en que leyó la historia? Felipe González: No creo que haya confusión entre el papel del hombre y de la mujer. Psicológicamente, está bien descrito por Saramago lo que hombres y mujeres normalmente son capaces de hacer. El sentido práctico de la mujer para conseguir un obje-tivo es muy supe-rior al del hombre. El hombre puede tener un sueño, pero siempre ten-drá más dificul-tad para realizarlo que una mujer. No es un plan-teamiento en tér-minos filosóficos; estoy hablando de lo que yo he vivido. Las muje-res que compar-tieron el poder conmigo siempre fueron más prácticas para decidir que los hombres. En Brasil esto sonará raro: cuando se trata de conseguir un objetivo, las mujeres se miran al espejo menos que los hombres. Los hombres se miran más al espejo, contem-plan más su imagen, la figura externa. Las mujeres se embellecen más que el hombre pero, a la hora de tomar decisiones y avanzar, lo hacen firmemente. En la profun-didad del relato, el hombre, sin la mujer, no tendríacomo llegar, punto. No sólo comparten el sueño, sino que sin el sentido de organización y compromiso de la mujer no se llega al objetivo. Nosotros los hombres discutimos y discutimos ideas para llegar a algún lado. Pero cuando en eldebate hay una mujer, cuestiona y pregunta cómo vamos a llegar hasta allí. Diego, tu me preguntaste cuál era para mí la isla desco-nocida. Cuál era para mí el objetivo intangible, lo que no se puede tocar, pero que cambia la realidad. Para mí, era que los españoles creyeran que eran capaces de cambiar. Esta mañana comentaba que los españoles -mis compa-triotas- se reconciliaron con su identidad, con su pasa-porte, pensando: “Lo que hace el otro, yo también puedo hacerlo”. Ese era mi sueño; y en buena parte, el sueño se

realizó. No digo que se realizara porque yo lo soñara, sino porque podíamos hacerlo. Luana Vieira, educadora, 19 años: Hay una cosa que me molesta: es inútil hablar del hombre sin hablar de la mujer. La mujer de la limpieza se hizo su compañera y compartió su sueño de la isla desconocida; me parece que tenía talento para tomar decisiones. En el palacio tomaba decisiones a su manera. Porque él rompió la tradición para

llegar al castillo, conociendo aque-lla burocracia que turna los proble-mas de un funcio-nario a otro, asu-mió una postura: “Yo quiero hablar con el rey para de-cirle lo que quiero y listo”. Sabe que quiere hacerse a la mar y toma la de-cisión de su vida. Así es el destino. Sin él saberlo, la mujer de la lim-pieza toma la de-cisión de seguirlo hasta el muelle, a

la orilla del mar. Se queda mirando los barcos y comienza a pensar “el nuestro no puede ser ni muy grande, ni muy pequeño”. En el momento en que le muestran el barco, ella entra en el sueño de él y están juntos desde ahí. Silmara Santos Gonzaga, educadora, 20 años: El gran conflicto de nuestro grupo era saber cuál es la simbología de ese mar; por qué la búsqueda de la isla desconocida se hace en el mar; cuál es el proceso; qué es lo que significa. Keila Candido, 16 años: Pensando en esa relación de hombre y mar, yo no consigo separarlos. Es como si fueran un espejo, aunque ambos son mutables. Poseen su propia naturaleza y necesitan respetarla. Aline Werneck, 15 años: En nuestro grupo, recordamos que nuestro cuerpo está constituido en mayor proporción de agua; la mayor parte del planeta Tierra está constituido por agua. Cuando preguntamos por qué en La historia de la isla desconocida el hombre fue al mar, estuvimos de acuerdo en que era una vuelta a las raíces. El útero de la madre está lleno de agua en la que nosotros nadamos, probablemente, durante nuestra formación. Nacimos puros porque venimos del agua. Entonces, tal vez la mejor forma de ir en busca de la isla desconocida sea en ese estado de pureza. No sólo en un navío limpio, pero

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con el alma limpia, porque es ella la que va para el mar. Norman Gall, 71 años: ¿Cómo podemos comparar al hombre de “La historia de la isla desconocida” con el pescador Santiago de “El viejo y el mar”, de Hemingway, y con La Odisea, de Ulises? Vanessa Lira, 16 años: Todos están en busca de algo, pero sus caminos son diferentes y nadan en aguas distin-tas. Todos buscamos el mar dentro de nosotros mismos; buscamos espejos en los cuales encontrarnos. Felipe González: Con el hombre y la mujer de la limpieza, yo creo que Saramago juega -como Cervantes- con una dualidad de personajes que en realidad son uno mismo; como Don Quijote y Sancho Panza. El hombre y la mujer en busca de la isla desconocida son una unidad. El hombresin la mujer o la mujer sin el hombre no podrían perse-guir el sueño de manera plausible; el sueño desaparecería. Es lo más bonito del cuento, realmente. Pierre Nunes, 13 años: ¿Como Ulises y Penélope? Felipe González: ¿Cuál era el peligro de Penélope? Pierre: Que los pretendientes descubrieran que ella tejía por la mañana y deshacía la bufanda en la noche para no tenerse que casar con ninguno de ellos. Felipe González: ¿No crees que su peligro era la incer-tidumbre? Nunca supo si Ulises volvería o no. Confiaba en que él volvería; necesitaba creer que iba a volver, pero seguridad no tenía ninguna. Norman: Yo creo que Penélope sentía que Ulises volve-ría porque él era parte de ella. Es como acontece a veces con los padres que tienen hijos que desaparecen, secues-trados, en la guerra o en un largo viaje. El padre cree que algún día el hijo volverá porque es parte de él. Marcela Marques, 15 años: Cada vez que leo La histo-ria de la isla desconocida pienso que el hombre del barco ya es una isla que él necesitaba encontrar, que él encontró cuando llegó la mujer. Encontró dos islas en una: la que era él internamente y la mujer. Me gustaría preguntar a Felipe si ya encontró su isla y si alguien lo ayudó a hacer-lo. Felipe González: Yo hablaba de la isla política, de mi tarea política. Quería que los españoles, mis conciuda-danos, se reconciliaran con su identidad. Quería termi-nar con dos siglos de peleas, de enfrentamientos, de falta de autoestima y confianza en sí mismos. En cuanto a mi isla particular, medio la encontré, pero trabajo cada día por ella. Quiero sentirme libre, con autonomía personal para decidir mi propia vida, mi propio compromiso. Es-toy aquí porque quiero estar aquí con vosotros. No tengo nada que pediros; tengo cosas que aprender de vosotros y presto atención; y tengo algunas cosas que contaros, que tal vez os sirvan. Esto tiene un punto de generosidad

y otro de egoísmo. La generosidad es que normalmente esa isla se consigue trabajando para los demás y con los demás. Nunca se es más feliz que teniendo autonomía personal. Esa es mi isla. Marcela: Lo que vemos todos los días es que existe la miseria, personas pasando hambre; pero la mayor pobreza está en el alma de las personas. Es por eso que los Círculos de Lectura son tan importantes para nosotros; son alimento para el alma. Lo que nos falta en Brasil es más alimento para el alma. Felipe González: La miseria y la marginación que produce la miseria lo obligan a uno a vivir día a día por la supervivencia. Es muy difícil construir una vida como proyecto si cada minuto uno tiene que sobrevivir. La liber-tad es que uno no tenga que luchar cada día por sobrevi-vir. Cuando la gente dice que la pobreza extrema produce revoluciones, es mentira. La pobreza extrema no produ-ce revoluciones; sólo produce la necesidad de sobrevivir cada minuto, cada hora, cada día. De igual modo, quien compara la autonomía con la riqueza se engaña. Conozco pocos casos de personas con mucho dinero que poseen autonomía. La mayoría depende del dinero; éste facilita algunas cosas, pero esa dependencia es fea. Camila Almeida, 16 años: A veces las personas me preguntan cuál es la diferencia entre un educador, un multiplicador (asistente de enseñanza) y un alumno en nuestras escuelas. Yo no veo la diferencia porque, como Felipe dijo, cada uno tiene su valor, independientemen-te del cargo que tenga. Pero yo encuentro difícil comu-nicarme con el mundo porque soy diferente. Me parece difícil multiplicar lo que aprendemos porque las personas tienen la mente cerrada a lo sublime. Cuando uno inten-ta ser diferente, es excluido. Ser diferente es importante porque aprendemos de las diferencias. Pero otros se rehúsan a reconocer las diferencias. Se rehúsan a entender que no sólo requieren dinero, sino que necesitan contacto con personas a las que realmente quieren y no sólo por in-tereses superficiales. Quienes se aman entre sí crecen en sentido personal y ganan conocimiento. Cuando las cosas no funcionan, decimos que lo que falta es dinero, pero ¡no! Podrá faltar dinero pero, como Felipe dijo, para que el dinero sea bien empleado, las personas deben saber lo que están haciendo. Danilo Alves, 19 años: Yo me quedé pensando por qué el conocimiento no puede ser el camino para llegar hasta el dinero. ¿Por qué no puede usarse como instrumen-to o vocación para llegar a donde pueda darle estabilidad? Los Círculos de Lectura están nutriendo la esencia de nosotros mismos. Estamos leyendo Sidarta, de Herman Hesse, en el que se retrata ese dilema entre el dinero y el conocimiento. Camila dijo que las personas no se abren a este

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demás lo escuchan; de otro modo, ¿cómo iba a descubrir que es fantástico? Por tanto, uno se encuentra a sí mismo en el mar interior, pero se realiza en los demás. Geraldo Costa, 16 años: Podemos decir que somos al mismo tiempo individuos y seres sociales. Yo creo que la mejor forma de conocer la inmensidad dentro de noso-tros está en el otro. Necesito de alguien para despertar algo que está dentro de mí y que no sabía que existía. Creo que la relación del hombre de la isla desconocida con la mujer de la limpieza jamás fue de subordinación. Ambos descubrieron esa inmensidad; hubo un intercam-bio. Uno se conoce a partir del otro. Felipe González: El hombre necesita de la mujer y de la tripulación, aunque la tripulación lo traicione. No hubie-ra podido navegar sin el equipo que encontró; el equipo era su proyecto social. Necesitaba a la tripulación para la realización de la obra, incluso para contagiarles su sueño y hacerlos participar. Pero en un momento determinado ellos se quedaron en tierra y se rehusaron a seguir. Patricia Elizabeth Arias, educadora, 20 años: Esa tripulación era incapaz de pensar en lo nuevo, en una isla desconocida. Sólo querían transportarse de una isla cono-cida a otra y le decían: “Puedes seguir solo, que nosotros nos quedamos acá”. Él está solo; se siente triste, derrota-do y acaba volviendo. Esto me recuerda la soledad que enfrentamos al ser diferentes. Vosotros sois diferentes de otros alumnos que veo en los grupos o en el autobús. Ser diferente puede incomodar a otros, pero al mismo tiem-po que incomoda, también encanta. Reni Adriano Batista, educador, 23 años: Antes de comenzar a trabajar en los Círculos de Lectura, cuando estábamos cursando la escuela secondaria, a mí me preocupaba mucho la cuestión de la distribución de la renta y la pobreza. Pero junto con eso, lo que me sostuvo en la vida era la convicción de que, independientemente de la distribución de la renta que era un objetivo a largo plazo, la vida tenía que valer la pena, tenía que tener un encanto. La vida tenía que tener mucha poesía porque eso es lo que la sostiene y hace la historia del ser humano. Este encanto hace posible la formación de personas que uno encuentra diariamente, independientemente de su situación, aunque no podamos usar este encanto como justificación para no atender cuestiones financieras más prácticas. Creo que eso es lo que estamos haciendo jun-tos. Estamos compartiendo esto con otros. Tenemos una historia maravillosa que contar; si no la tuviéramos, don Felipe tal vez no estaría sentado aquí con nosotros. Aline: Me gustaría hacer una pregunta a Felipe: ¿Cuál es la mayor dificultad para cambiar un hábito grande, de un país o hasta de una familia, de una casa? Usted puede tener el sueño y el objetivo de que las cosas cambien, pero

conocimiento, pero yo creo que el rey de La historia de la isla desconocida tampoco estaba abierto a dar cosas a las personas; no obstante, el hombre que quería el barco aprovechó esto que él conocía y rompió esa barrera. El problema no es que las personas estén cerradas, es la for-ma en la que nos acercamos a ellas. Felipe González: No sólo en Brasil; en cualquier lugar del mundo, un grupo de jóvenes como vosotros, que lea a Saramago o reflexione sobre las aventuras de Ulises, suele ser considerado por los demás como algo extraño. Y uno se siente excluido porque aprende. Muchas veces escucharán decir: “Y eso, ¿para qué sirve? Eso no sirve para nada”. Por tanto, uno tiene que sopor-tar con frecuencia la incomprensión de los otros cuando está creando para sí un valor que va proyectar a los de-más. A lo largo de mi vida, muchas veces he oído decir “Pero, ¿por qué se preocupa de los demás, si esos sólo se preocupan de ellos mismos?”. No es sólo por egoísmo ni tampoco por pura generosidad. Si yo no viviera como vivo, estaría frustrado. Si viera el sufrimiento de los otros y no sufriera con ellos, no sería feliz. Vosotros tenéis por delante un desafío: ¿Cómo se realizarán como seres humanos? Desgraciadamente, en el mundo una parte muy importante de los seres humanos nace y se muere sin llegar a realizarse. Y algunos nacen y mueren sin realizarse, inmen-samente ricos, pero perfectamente inútiles. En España, a mucha gente le llaman “pasotas”. Son personas indiferen-tes a los desafíos de la vida, que fingen hacer cosas sólo para sobrevivir. “Yo paso de estudiar, paso de leer, paso de apren-der”. Pueden vivir así muchos años sin ser ridículos e incluso siendo simpáticos. Pero cuando a uno empiezan a salirle canas y empieza a tener hijos o responsabilidades familia-res y sigue siendo un “pasota”, uno empieza a ser ridículo o patético; un fracaso andando por la vida. João Paulo Marciano, 18 años: En los Círculos de Lectura habíamos pensado que el mar comporta varias cosas, incluyéndonos a nosotros. Existen muchas cosas dentro de nosotros, cosas de otras personas, que tenemos que preservar. Porque si no preservarnos estas cosas de otros, estaremos descuidando una parte nuestra, nuestra herencia. Estamos leyendo Sidarta: Él escuchó en el río varias voces que en realidad eran una sola voz. Las perso-nas son una sola; nosotros tenemos que pensar como si fuéramos un todo, no como si fuéramos una parte exclui-da. Claro que debemos conservar nuestra personalidad, pero tenemos que pensar como si fuéramos una unidad. Felipe González: El mar y la isla desconocida están dentro de nosotros, pero ningún ser humano es sólo y en sí mismo; es un ser humano por los demás. Si hay un ser humano que es un mago haciendo música con un instru-mento, sólo tiene conciencia de ser un mago porque los

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la rutina de todo un pueblo ya viene de tiempo atrás. Usted sabe que el pueblo reclama, que el pueblo sufre, y usted sabe qué hacer para cambiar; pero ¿cómo hacerlo si todo el mundo, a pesar de reclamar, siempre hace lo mismo? Felipe González: Fernando Henrique dijo esta mañana que no sólo esperamos un milagro, sino que lo queremos para ayer. No damos tiempo para que el milagro se realice en 10 ó 20 años. Queremos un milagro tan inmediato que acontezca ahora. Cada país tiene su personalidad común y un deseo como país. Pero no aflora ni comien-

za a evolucionar si no hay lo que llamamos, en política, liderazgo. En un contexto más amplio, la política se ocupa del espacio público. Si no hay personas que incor-poren los sueños de ese país y los pongan en marcha, la evolución es difícil. Es muy complicado porque en cada país las ideas son diversas, las identidades son plurales y los intereses son contrarios. Por tanto, la gente tiene que ponerse de acuerdo sobre unos cuantos objetivos importantes para todos; así se puede y se debe crear una “voluntad nacional”, un consenso estratégico y un proyecto para todos.