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La tradicion sibilina y las sibilas de San Telmo

Autor(es): Bauzá, Hugo Francisco

Publicado por: Universidade Católica Portuguesa, Departamento de Letras

URLpersistente: URI:http://hdl.handle.net/10316.2/23803

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MÁTHESIS 7 199833-70

LA TRADICION SIBILINA Y LAS SIBILAS DE SAN TELMO·

HUGO FRANCISCO BAUZÁ

(Profesor de la Universidad de Buenos Aires)

"ajj1ata est numine" (Virgilio, Eneida, VI 50)

1. LA SIBILA Y LA TRADICIÓN CLÁSICA

La Sibila pertenece aI ámbito de la mitología clásica. Esta mitología está constituida por un conjunto de relatos que, entre otros hechos, ponen en evidencia la manera como un pueblo experimentó lo divino y sus inquietudes respecto deI más alIá. AI considerar esta mitología debemos abandonar, en consecuencia, la idea ingenua que veía en elIa sólo la noción de aventura, en la que los dioses -calcados sobre los mortales- tenían los mismos vicios y virtudes que éstos.

Los mitos clásicos que nos hablan de dioses y seres sobrenaturales -de los que participa la figura de la Sibila- pretenden brindamos una visión teocosmogónica dei mundo y de la historia, así como la ubicación y el papel deI hombre en ese complejo tejido cuyos hilos considera urdidos de antemano y que conforman un tramado -fatal e ineluctable- que envuelve aI hombre. Surge de ahí el anhelo por desentrafíar lo establecido por el Destino o, en otras palabras, por conocer la moira, que es la parte asignada a cada uno (ad hoc cf.

1 Agradezco ai Pbro. Roracio José Astigueta Campos, antiguo párroco de la Iglesia de San Pedro González Telmo, el haberme permitido fotografiar los doce cuadros de las Sibilas reproducidos en este trabajo y también ai actual párroco -Pbro. Ernesto Salvia- el haberme autorizado su reproducción. Las fotografias fueron tomadas por la fotógrafa Julieta Escardó. Leímos esta comunicación -Ia que hemos ampliado en algunos puntos- en las "VIII Jornadas de Formação de Professores" -convocadas por la Universidade Católica Portuguesa- en el Pólo de Viseu el 28 de abril de 1997, de las que participamos por invitación dei Prof. Dr. Francisco de Oliveira.

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Ilíada, VIII 68-77 ó XXII 208-213). Sobre la base de esa cosmovisión sujeta a un fatum -fatalista,

determinista, dilÍamos hoy-, el hombre antiguo ideó un corpus mitológico en el que no sólo están los dioses -que es una forma plural de referirse a lo divino-, sino también las variadas formas mediante las que éstos se manifiestan y advierten sobre el porvenir: apariciones, oráculos, presagios, suefíos; y en ese ámbito vive la Sibila, que conoce ese Destino y lo profetiza en versos la mayor parte de las veces ininteligibles, pues sus palabras se dan tefíidas de misterio. Se trata de un ser que poseía, a la vez, caracteres humanos y sobrenaturales y que predecía a través de su comunicación con Apolo, el di os oracular.

2. EL MITO DE LA SIBILA

EI mito de la Sibila, como todo mito, es un relato fantástico, cargado de simbolismo, que se nos ofrece como reliquia de un tiempo pretérito, difícilmente recuperable. Para Bouché-Leclerq las Sibilas son "une des créations les plus originales et les plus nobles du sentiment religieux en Grece,,2.

Sibila es el nombre de una sacerdotisa encargada de enunciar los oráculos de Apolo. Se trata, como hemos referido, de un personaje mítico aI que se le atribuía una larga vida y sobre el que se han tejidos muchas y variadas leyendas. La más antigua de éstas la tiene por hija de Zeus y de Lamia, la hija de Posidón, a la que se conoce con el nombre de Herófila; otra, en cambio, la hace pro~eder deI troyano Dárdano y de Neso; una tercera, la considera hija de una ninfa y de un padre mortal. Respecto de la etimología de su nombre -Síbylla- ésta parece provenir de una posible contracción de Sio -forma dórica de Zeou (de Zeus)- y de bólla -forma dórica de boulé 'voluntad'- siendo, por lo tanto, 'la intérprete de la voluntad de Zeus'. Homero (siglo vm a. C.) y Hesíodo (s. VII a. C.) no la nombran y, cu ando el primero alude a la sacerdotisa Casandra, quien también -por mediación apolínea-, posee la facultad de predecir el futuro, en ningún momento hace referencia a que fuera una sibila.

Paralelo aI desarrollo de la leyenda de la Sibila, está el de la Pitonisa (Pythía, en latín, Pythonissa), sacerdotisa también deI dios

2 Histoire de la Divination dans l'Antiquité, New York, Amo Press, 1975, vol. I, p. 133.

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délfico y en cuyo santuario predecía sentada en un trípode. A través de la semejanza de funciones oraculares en ciertos momentos ambas figuras míticas -Sibila y Pitonisa- parecen confundirse, empero, difieren en cuanto aI origen de su conocimiento o iniciación: la Pitonisa habla por boca deI dios, es simplemente el medium3 y sus oscuras respuestas son aclaradas por un cuerpo sacerdotal -los hierophantes-; la Sibila, en cambio, profetiza por sí misma, valiéndose de sus Libri; ésta es, ante todo, una suerte de lectora de un presunto libro sagrado, pero apoyándose siempre en el poder que le confirió el dios délfico.

Otras diferencias se aprecian también en cuanto aI contenido de las profecías: las de la Pitonisa son respuestas concretas a consultas personales formuladas aI oráculo de Delfos; las de la Sibila, en cambio, son respuestas de carácter general -no dirigidas a personas determinadas, sino a toda la humanidad- y, las más de las veces, presagian, a través de un tono marcadamente apocalíptico, acontecimientos funestos -plagas, incendios, devastaciones-.

Las Sibilas, a causa deI vínculo con el dios oracular y de su poder profético, llegaron a identificarse con las sacerdotisas oficiales deI culto de Apolo -que eran las Pitonisas- e incluso llegaron a suplantarIas en el culto a esta deidad. Esa circunstancia, según apunta el historiador griego Diodoro de Sifilia -siglo I a. C.- en su Biblioteca histórica, obedecía a que Dafne, la hija deI vidente Tiresias y entendida en artes adivinatorias como éste, fue llevada a Delfos, aI famoso santuario, donde compuso -en estado de trance- numerosos oráculos, por lo que fue llamada Sibila Délfica. Resta recordar que el término griego dáphne significa laurel, la planta consagrada precisamente aI dios oracular.

En lo que no discrepa la tradición es que a la Sibila el don profético le había sido conferido por Apolo y que, a través de tal "gracia", esta sacerdotisa había prenunciado, entre otros acontecimientos, la ruina de Troya; además, es unánime en cuanto a que profetizaba en verso y que sus oráculos conformaron lo que más tarde se llamó los Oracula Sibyllina o Sibyllini Libri. En la medida en que las respuestas de la Sibila revelan lo consignado en sus Libros, una lectura semiótica de esta figura -como la que propone G. Manetti-

3 "She is a sheer transmitting channel" (G. Manetti, 'The Language of the Sibyls", in Euphrosyne, 25 1997, 237.

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sugiere que "The Sibyl is before all a book,,4, con la peculiaridad de que, en sus orígenes, no se trata de un libro para ser leído por lector alguno, sino para ser leído por la propia Sibila quien lo hace ante una audiencia prácticamente siempre temerosa de lo porvenir5

• Cuando estos oráculos, por disposición deI Senado romano, fueron incorporados aI corpus histórico religioso deI Estado, el mismo Senado designó a un colegio de sacerdotes -cuyo número era muy restringido- encargado de la exégesis de esos libros, quienes fueron los únicos autorizados para su lectura.

La leyenda afíade que Apolo, que la amaba, junto aI don de la profecía, le había concedido -a ruegos de ésta-, la inmortalidad, pero que la Sibila, por un descuido, había olvidado pedirle aI mismo tiempo una juventud eterna.

Un fragmento de las Metamorfosis de Ovidio (XIV 129-153) evoca, en hexámetros memorables, esa anécdota mítica; lo cito en la versión de Ruiz de Elvira6

:

"La adivina se vuelve a él y después de exhalar profundos su~piros dice: 'Ni soy diosa, ni debes tú tributar a una persona humana el honor dei sagrado incienso; y para que no yerres por ignorancia, sabe que se me ofreció gozar eternamente dei reino de la luz, exento de término, si mi virginidad se hacía accesible ai amor de Febo. Pero él, con esa e~peranza, y con el anhelo de seducirme por dádivas, me dijo: 'Elige lo que tú quieras, doncella de Cumas; gozarás de lo que desees'. Yo cogí y le mostré un pufiado de polvo; le pedí, insensata, alcanzar tantos cumpleafios como granos tenía el polvo; mI! olvidé de solicitar que aquellos afios fuesen también jóvenes hasta el fin. 7 Pero también eso, una

4 Art. cit., p. 248; el estudioso va más aliá en su exégesis sugiriendo que la profecía sibilina es un tipo de lenguaje cuya función, amén de converti r la historia en discurso, es crear "a manifest simulacrum of the oral and direct communication" (ibid., p. 248).

5 Por esa causa, en Roma, el estado depositó esos Libri u Oracula en lugares sagrados (primero en el templo de Júpiter, más tarde en el de Apolo) y escogió a un reducido y selecto número de varones -con funciones de carácter sacerdotal- a los que encomendó su vigilancia y lectura; ésta sólo podía ser hecha cuando lo indicaba el Senado y únicamente en situaciones de extrema gravedad para la res publica. (Sobre la relación entre poder político y religión cf. J.-P. Martin, Providentia deorum. Aspects religieux du pouvoir romain, Paris-Rome, École Française de Rome, vol. 61, 1982, en especo cap. IV, pp. 103-139 donde estudia la "oficialización de la Providencia" en época de Tiberio).

6 Madrid, "Alma Mater", vol. III, 1983.

7 Un cuadro de Guaspre, hoy en el Museo de Dijon, la representa en actitud de pedir a Apolo que le dé tantos aflos de vida como granos de arena tiene en la mano.

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eterna juventud, estaba él dispuesto a concedérmelo si yo hubiera tolerado el amoroso yugo; desdené aquel presente de Febo y permanezco doncel/a; pero ya la edad feliz se dia la vuelta, y ya con pasos temblorosos está /legando la triste vejez; y por mucho tiempo tengo que soportarla. Son ya siete siglos los que han pasado por ésta que estás viendo; y aún me queda, para igualar ai número dei polvo, ver otras trescientas cosechas, y otras trescientas vendimias. Llegará tiempo en que la larga duración de mis días reduzca a pequenez mi elevado cuerpo, y en que mi.\- miembros consumidos por la vejez queden limitados a un peso insignificante. No se creerá que he sido amada ni que he podido gustar a un dios; quizá hasta el mismo Febo no me reconocerá o negará haberme amado. Hasta ese extremo se dirá que he cambiado; y sin que nadie pueda verme, se me reconocerá sin embargo por la voz; la voz es lo que dejan los hados".

De resultas de lo cual fue envejeciendo de tal modo que, arrugada y extremadamente diminuta, fue confundida con una cigarra y encerrada en una jaula. Petronio -en su Satiricón (48, 8)- refiere que en ese estado era motivo de burlas y que cu ando los ninos le preguntaban "Sibila, l,qué quieres?", ella, cansada de vivir, respondía: "Quiero morir" (Síbylla, ti théLeis; Apothanân théLo). Según la tradición, aI pasar mil afios la Sibila muere, pero su voz continúa profiriendo oráculos en el templo cumano (también de la cabeza de Orfeo -aún después de haber sido despedazado el mítico cantor-, seguían brotando canciones; para la tradición greco-latina, tras la muerte, el único hálito que puede perdurar es la voz). Dn verso del citado Ovidio evoca ese prodigio: "uoce tamen noscar, uocem mihi

fi L• ,,8 ata re znquent DeI citado pasaje deI Satiricón deseamos destacar tres aspectos

sugestivos: 1° Petronio (que vive entre los afios 70-128) aunque escribe en latín, transcribe en griego -como míticamente corresponde­el diálogo entre los ninos y la Sibila; el griego es, básicamente, la lengua oracular -es, por cierto, la lengua de la Sibila y de la Pitonisa­y, con los siglos, seria también la lengua de los Evangelios; 2° el relato pone en evidencia que ya en época deI novelista latino el mito de la Sibila no gozaba de crédito, por lo que era motivo de escarnio, y 3° recordar que para la antigua tradición griega las cigarras eran tenidas por la metamorfosis de antiguos hombres que, en vida, se habían consagrado aI canto -entonces considerado divino-o La progresiva mutación de la Sibila en ese insecto, a los ojos deI

8 Metam., XIV 153 'se me reconocerâ sin embargo por la voz; la voz es lo que dejarán los hados'.

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imaginario clásico, debe ser entendida como una suerte de "premio", si nos atenemos a la lectura mítica que de tales insectos hace Platón -por boca de Sócrates- en el diálogo Fedro (262d); para esa interpretación legendaria, ser convertido en cigarra es una suerte de metamorfosis honrosa reservada a los antiguos cantores.

No es casual, en consecuencia, que la Sibila -que ha cantado por inspiración apolínea-, haya sido confundida o "metamorfoseada" en una cigarra, según evoca el citado Petronio en su relato9

• Cabe recordar que en la mitología clásica las Musas se hallan identificadas con insectos cantores -vgr. las cigarras-, así como las Piérides, sus contrincantes en el agón sonoro, con pájaros cantores insectívoros -como si en la metamorfosis mítica éstas se vengaran de aquéllas que las habían vencido-lo.

La primera referencia conservada deI nombre Sibila nos la proporciona Heráclito de Efeso (576-480); el pasaje donde la menciona nos ha llegado a través de Plutarco II (46-125). En dicho pasaje, hablando de las profecías de la Pitia, el efesio consigna que el dios de Delfos tIni revela ni oculta a los hombres el porvenir", sino que proporciona indicios para conjeturarlo y, para ello, se vale de la Sibila quien, "con su boca delirante profiere palabras lúgubres" y agrega que su voz resuena por mil anos bajo la influencia deI dios. EI testimonio plutarquesco ofrece motivos de duda. Por un lado, hay que tener presente que ha sido escrito en una época en que perduraba la leyenda de la realeza romana, la que -por raz~mes políticas- se pretendía exaltar y, con tal alabanza, engrandecer a determinadas familias vinculadas con el poder político. Por otra parte, esa leyenda,

9 Sobre el sentido mítico-simbólico que el imaginario griego conferia a las cigarras, W. Otto refiere: ''Famosa hasta en los tiempos mãs remotos es la historia dei citarista Eunemos, en Delfos, a quien una cigarra, en reemplazo de una cuerda que había saltado de su instrumento, lo ayudó cantando" (Las Musas y el origen divino dei canto y dei mito, Introducción, versión y notas de H. F. Bauzã, Buenos i\ires, EUDEBA, 1981, p. 96). Idêntico sentido mítico-simbólico parece alentar aún hoy en el folklore; así, por ejemplo, respecto dei grillo, Richard de Foumival expresa: ''Porque su naturaleza es tal que ama con tanta fuerza su canto que muere cantando, porque pierde el apetito y olvida buscar alimento" (Bestiario de Amor, Madrid, Miraguano, 1980).

10 Tal lo que ha demostrado J. C. Bermejo Barrera en un ingenioso estudio en el que entrecruza los códigos mítico, sociológico y zoológico: "Musas contra Piêrides; insectos contra pãjaros", in J. C. Bermejo Barrera et alt., Los orígenes de la mitología griega, Madrid, Akal, 1996, pp. 125-127.

II Frag. 12, cf.22 B 92 y 93 Diels-Kranz.

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aI entroncar la figura de la Sibila con el legendario rey Tarquino, otorgaba cierto halo de veracidad histórica a los oráculos proferidos por la Sibila respecto de la historia romana. Entre otras consideraciones de relieve, el pasaje que Plutarco atribuye a Heráclito sorprende porque el efesio, que en su filosofía se manifiesta apolíneo y, en consecuencia, amante de la claridad, haga hincapié en que la Sibila -inspirada por Apolo- emita oráculos oscuros y enigmáticos, precisamente por la boca deI dios de la luz y la razón.

Respecto de la credibilidad y deI descrédito deI mito de la Sibila tenemos, de la época clásica, dos testimonios divergentes: por un lado el de Aristófanes; por el otro, el de Platón. El comediógrafo (450-386 circa), en una de sus piezas -Los caballeros, v. 61-, utiliza el verbo sibylliáo 'sentir pasión por la Sibila' deI que se vale para expresar las divagaciones deI viejo Demos en el curso de la guerra deI Peloponeso (431-404), período en el que, aI igual que entre los romanos durante las guerras púnicas, los desastres bélicos orientaron los espíritus hacia "une religiosité maladive,,12; para Aristófanes, en consecuencia, la creencia en la Sibila es una de las supersticiones absurdas. Por el otro, el de Platón (428-348), para quien la Sibila es, junto con la Pítica deI Delfos y las sacerdotisas de Dodona, una de las profetisas inspiradas que tienen la facultad de descifrar el porvenir.

Las dos lecturas, asaz diversas, de este mito -la aristofanesca y la platónica- muestran lo incierto y dudoso de esta leyenda ya para el imaginario mítico de los atenienses de los siglos V y IV a. C.

Poco tiempo después, el texto de un filósot'õ de la escuela peripatética que nos es desconocido -durante siglos erróneamente atribuido a Aristóteles (Problemata XXX 1)- vuelve a ocuparse de la pretendida facultad oracular, atribuyendo su origen a la melancholía, el"morbo sacro,,\3.

12 Ad hoc véase Darrmberg-Saglio, Dictionnaire des antiquités grecques et romaines, Paris, Hachette, s. d., s. u. "Sibyllae, Sibyllini Libri", p. 1289, coI. 1.

13 Temkin (The Fa/ling Sickness, Baltimore, 1945 -citado por C. Sema, en su versión de Aristóteles, El hombre de genio y la melanco/ía. Problema XXX 1 Barcelona, 1996, p. 104, n. 4) refiere que deI texto mencionado no se infiere que uno deba relacionar el ''morbo sacro" con la epilepsia, tal como frecuentemente se ha hecho. Por lo demás, C. Sema trae a colación una inscripción deI Corpus hipocrático (cf. ''Epidemias'' VI 8, 31 = V L 354) que dice: "Los melancólicos se toman de ordinario epilépticos y los epilépticos melancólicos... Si la enferrnedad afecta aI cuerpo, se trata de epilepsia, si aI pensamiento, melancolía" (lb., p. 105). Sobre el particular consúltese J. Pigeaud, Folie et cures de la folie chez les médicines de I'Antiquité gréco-romaine. La manie, Paris, Les Belles Lettres, 1987.

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Respecto de quiénes eran estas sacerdotisas, los estudiosos han formulado varias hipótesis: 1° se hablaba de mujeres presas de manía 'locura', en tanto que posesas por el dios -una de esas enfermedades era la epilepsia, el morbo sacro-; según el imaginario de los griegos, durante el período que duraba la posesión divina, la "enferma" o "iniciada" estaba en éxtasis 'fuera de sí'; 2° sobre estas jóvenes, en cambio, H. W. Parke l4 habla de la elección y adiestramiento de campesinas por obra deI cuerpo sacerdotal que custodiaba el oráculo de Delfos; estos sacerdotes les provocaban un "trance hipnótico" aI hacerles tomar contacto con el trípode de oro deI templo apolíneo; también el helenista irlandés Eric R. Dodds, se inclina por una explicación psicológica cu ando habla de "posesión extática" tanto en la Sibila como en la Pitonisal5

; 3° la ingesta de sustancias alucinógenas -por ejemplo, la de ciertos hongos considerados sagrados (así, la variedad conocida como amanita muscaria)16- o bien la inhalación de determinados vapores provistos de igual modo con efectos alucinógenos (en ese caso, por ejemplo, se ha insistido en que aspirar abundantes evaporaciones de daphne 'laurel' la planta precisamente consagrada a Apolo, provocaba estados delirantes). AI respecto se ha comprobado, tanto en las inmediaciones deI templo de Delfos -donde profetizaba la Pitonisa-, cuanto en las deI antro cumano -donde lo hacía la Sibila- la existencia ya de laurel, ya de hongos con las referidas propiedades alucinógenas -la citada amanita muscaria-.

Sobre este ser singular -inspirado por Apolo y siempre femenino-, Virgilio ha subrayado el estado de trance o pos~ión, que a veces la agita, en una frase tan concisa como significativa -ajjlata est

14 Greek Oracles, London, 1967, p. 72 Y ss. Ad hoc véase C. Eggers Lan y V. Juliá, nota aI fragmento 688 (22 B 92) de Heráclito, en Los filósofos presocráticos, vol. I, Madrid, Gredos, 1978, p. 370, n. 85.

15 Véase Los griegos y lo irracional, versión de M. Araujo, Madrid, Alianza, 1980, en especo pp. 75 Y 76.

16 Ese tema ha sido muy tratado; para ilustración deI lector, remitimos a: l° R. Gordon Wasson, A. Hofmann y C. Ruck, EI camino a Eleusis (versión de F. Garrido, México, F.C.E., 1980) donde el primero de los citados -químico de profesión- explica dentro de la "etnomicología" la referencia, por obra de diferentes pueblos, a ''hongos sagrados"; 2° R. Gordon Wasson, S. Kramrisch, J. Ott y C. Ruck, La búsqueda de Perséfone. Los enteógenos y los orígenes de la religión (versión de O. Alvarez, México, F.C.E.) y 3° M. Eliade, EI chamanismo y las técnicas arcaicas dei éxtasis (versión de E. de Champourun, México, F.C.E., 1994).

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numine17_, que preludia estas páginas.

3. CUMAS Y EL MITO DE LA SIBILA

EI mito de la Sibila emigra desde el ámbito griego, de donde proviene, hasta la península itálica. Parece que fue llevado hasta allí por unos colonos procedentes de Eritrea (Lidia, Asia Menor, entonces territorio griego de la Jonia), que, en el siglo Vil a. C. -otra versión lo retrotrae aI s. Vill-, fundaron Cumas -en latín Cumae-, la más antigua colonia griega en suelo itálico, la que con el tiempo se convirtió en residencia legendaria de la Sibila. Frente a esas versiones, el geógrafo e historiador griego Estrabón (siglo I a. C.), en cambio, anticipa esa fecha situando dicha fundación en tomo aI 1050 a. C., por obra de unos eubeos de Caleis, pero su versión carece de veracidad. Sabemos también que esos colonos, en el golfo de Nápoles, a pocos pasos de la citada Cumas, habían erigido un templo consagrado a Apolo Zostérios, lo que pone nuevamente de manifiesto el vínculo entre la Sibila y el dios oracular. Por otra parte, es esta misma Sibila -a la que Virgilio llama Deífobe- quien en el conocido canto VI de la Eneida guía a Eneas por el mundo subterráneo y lo inicia en los misterios deI más allá y, por la taumaturgia de la lectura, nos inicia también a nosotros. Cumaea Sibylla / horrendas canit ambages 'La Sibila Cumana canta horrendos caminos intrincados', refiere el poeta en su Eneida (VI 98-99). El hecho de proceder de Eritrea hizo que la tradición confundiera las Sibilas Eritrea y Cumana, así, por ejemplo, respecto de la venta de oráculos que esta sacerdotisa hizo aI rey Tarquino el Soberbio, según consigna el enciclopedista Varrón.

Cumas está situada en las inmediaciones de la solfatara de Pozzuoli -a 16 kilómetros aI oeste de Nápoles-, donde se enchentra un amplio cráter -de naturaleza voleánica- conocido como Forum Vulcani pues, los ruidos que brotan de su interior, sumados a sus emanaciones sulfurosas, determinaron que el imaginario mítico lo considerara como el ámbito deI dios de la fragua. Los vahos tanto de diversos gases, cuanto su elevada temperatura, hicieron que en ese sitio las tradiciones legendarias situaran el acceso aI Hades o mundo infernal.

17 "Nec mortale sonans, afflata est numine", dice el poeta, ampliando la descripción deI trance de la uates en la patética descripción de En., VI 77-80.

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Cumas, para los antiguos, se impone como un "ambiente mágico, cargado de potencias numinosas" -según hemos apuntado en otro sitio 18 -, incluso más, se presenta como un espacio de tránsito o iniciación. No en vano Cu mas es el sitio por donde Eneas -guiado por la Sibila- desciende para emprender su katábasis, según explica Virgilio en el canto VI de su Eneida, y Cumas es también el sitio que el poeta de Mantua escogió para su tumba -y, en efecto, allí estuvo enterrado durante poco más de un milenio-. Respecto deI simbolismo que sobre Cumas imaginaron los greco-romanos, cabe también consignar una anécdota cargada de misteriosas resonancias: Sila, el dictador perpetuo -según la lex Valeria-, después de haber ordenado todo tipo de masacres, proscripciones y confiscaciones y de haberse convertido en el amo de Roma, en julio deI 79 a. C., ante el estupor general, renunció a todos sus poderes y se retiró a Cumas, donde murió aI ano siguiente. Esa resolución no resiste un análisis racional, sino sólo explicaciones vinculadas con lo escatológico, y ése es precisamente el ámbito de la Sibila cumana.

En las inmediaciones de Cumas se extienden los Campos Flegreos -i. e., flamígeros- en tomo de los cuales el imaginario antiguo urdió todo tipo de leyendas terroríficas; así, por ejemplo, la dei lago Avemo, lago deI que brotaban emanaciones de gases tóxicos que enrarecían el aire -lo que impedía que las aves volaran sobre él­de donde parece que procede su nombre (a 'sin', órnis 'pájaro'), si atendemos a una etimología urdida no sin cierto capricho. Quien haya visitado esa región singular -en la que, verdaderamente, en ciertas zonas se perciben la ebullición de aguas termales y el desprendimiento de gases- no puede dejar de experimentar, a priori, cierto resquemor ante fenómenos naturales que, por cierto, tiênen una explicación física. Todas esas circunstancias, en la antigüedad, confirieron a esa región un aura fantástica e inquietante a un mismo tiempo.

También en esa zona existe una cueva natural -un antro de dilatada profundidad- sometido igualmente a emanaciones tóxicas, donde los antiguos situaron el marco desde el que profetizaba la Sibila cumana, que todavía existe y en el que aún se aprecia un ara de piedra con restos de haber sufrido la influencia deI fuego.

Resta referir que Cumas fue para los antiguos latinos una suerte

18 H. B. Bauzá, "Introducción" a Virgilio en el bimilenario de su muerte, Buenos Aires, Parthenope, 1982, p. 11.

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de centro espiritual de la Magna Grecia es decir, la región meridional de la península itálica -desde Nápoles 'la Néa pólis', hasta Sicilia- en la que se hablaba lengua griega. (Sobre la Sibila Cumana, entre otros tantos ejemplos deI terreno de la plástica, la paleta de ii Domenichino dejó un ejemplo memorable, hoy en Roma, en la Galeria Borghese).

4. NOMBRES Y NÚMEROS DE SIBILAS

Respecto de los nombres y números de las Sibilas, el canon más antiguo es el que nos transmite Varrón -un enciclopedista latino de los siglos II Y I a. c.- quien, en sus Res diuinae, enumera diez: Pérsica, Líbica, Délfica, Cimeria, Eritrea, Sarnia, Helespóntica, Frigia, Tiburtina (llamada también Albúnea) y Cumana, esta última -que, por obra de Virgílio, gozó de singular prestigio mítico-poético-, recibe además los nombres de Amaltea, Herófile, Demófile y, en el caso deI citado poeta de Mantua, Deífobe. Varrón las nombra sin orden ni lógica; tampoco atiende a un criterio cronológico, tal como parece corresponder a una materia donde todo es incierto y arbitrario.

Deducimos, por los nombres, que, de ese conjunto, siete proceden de Grecia y de Oriente y que tres corresponden aI territorio itálico.

La tradición varroniana es retomada luego por Lactancio -autor cristiano de los siglos li Y IV- quien, en sus Instituciones divinas, otorga a las Sibilas el mismo valor que a los profetas bíblicos porque, según refiere, estas profetisas vaticinaron ai mundo la llegada de Cristo, sus milagros, pasión, muerte, resurrección y su última venida con el juicio universal. Para ello se basa en los Oracula Sibyllina recopilados por los judíos de Alejandria en el siglo II a. C. y que, más tarde, fueron retocados por los cristianos; sobre ese particular remitimos a las inteligentes apuntaciones de A. Momigliano. 19

Se trata de predicciones que refieren hechos que en verdad se cumplieron, debiendo hacerse la salvedad de que estas profecías, en rigor, son postfecías dado que fueron escritas con ulterioridad a los acontecimientos referidos a la venida de Cristo que describen. La mayor parte de esos Oráculos sibilinos se perdió debido a diversas

19 ''DaIla sibilla pagana aIla sibilla CrIstiana: profezia come storia della religione", in Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa, III, 17/2 (1987), pp. 407-428.

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causas y, los pocos restantes, perrnanecieron prácticamente desconocidos hasta el ano 1545 en que, en Basilea, los editó Sixto Birk. Como, en rigor, se ignoraba el contenido exacto de esos textos, no sorprende que los humanistas de hasta mediados deI siglo XV creyeran de buena fe en el testimonio de Lactando, tal como argumenta M. Dolç20.

Cabe referir que la difusión de esos Oráculos sirvió, entre otras cosas, para que en el siglo XVI se produjera un revival deI mito de la Sibila, lo que explica por qué en esa centuria diferentes grabadores europeos se ocuparon, de manera muy singular, en retratar en sus pi anchas la figura de este ser mítico. Además, durante el Renacimiento, contribuye a fortalecer el mito de la Sibila el desarrollo de la filosofía neoplatónica. Tal lo que ha subrayado el historiador deI arte Edgar Wind, en una obra que ha alcanzado notoria celebridad -Pagan mysteries in the Renaissancé'- en la que explora la supervivencia de los misterios paganos en la filosofía neoplatónica y en el arte de los siglos XV Y XVI, estableciendo los límites y alcances deI lenguaje de los misterios; empero, apoyándose en Festugiere22, no olvida recordar cómo los mysteres cultuels, por influjo de una lectura meramente alegórica, devinieron mysteres littéraires.

El vínculo entre paganismo y cristianismo expresado por Lactancio, es también una preocupación que alienta en el dominico Filippo Barbieri; éste, en 1481, dio a conocer las Discordantiae nonnullae inter sanctum Hieronymum et Augustinum, una de cuyas secciones está dedicada a las Sibilas. En ella, aI catálogo de Varrón que hablaba de diez según hemos visto, anadio dos: la Agripa (tal vez, la Egipcia) y la Europea (de origen desconocido) con lo que est~blece una simetria perfecta con los doce apóstoles deI cristianismo.

En esa cosmovisión numerológica alienta el carácter simbólico atribuido aI doce que, según la tradición mítica, es sugestivo y sobre el que existen numerosas exégesis. Sobre el particular conviene tener presente que doce son los dioses mayores en el catálogo clásico23

,

20 "Supervivencia de un mito virgiliano: la Sibila", en H. F. Bauzá (compilador), Virgilio en el bimilenario ... , op. cit., p. 29.

21 Londres, Faber and Faber, 1968; existe traducción espaiíola de J. Femández de Castro y J. Bayón: Los misterios paganos dei Renacimiento (Barcelona, BarraI Editores, 1972).

22 L'idéal religeux des Grecs et l'Evangile, s. l., 1932, pp. 116-132.

23 Cf. Virgilio, ''Proemio'' a la Geórgica III.

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doce las tribus de Israel, doce los signos zodiacales24, doce los meses deI anos; desde san Agustín el doce "significó la universalidad o totalidad,,25 y, por esa causa, los que rodean a Dios se alinean en número de doce -o en su duplo, veinticuatro- por lo que no es casual que los apóstoles aparezcan también en número de doce.

AI respecto recordamos que las Sibilas, representadas en número de doce, aparecen en un bajorrelieve deI baptisterio de la catedral de Autun (1520 circa) -donde se aprecian de igual modo símbolos relativos a la venida dei Mesías- y, en ese sentido, están presentadas como réplicafemenina de los profetas.

EI valor simbólico deI doce en la tradición y, principalmente, en la simbiosis entre paganismo y cristianismo llevó aI profesor Marcel Simon a plantear un paralelo entre los doce trabajos de Heracles -o Hércules en su denominación latina- e idéntico número de apóstoles, según lo explica en su Hercule et le Christianisme26

• A esos ejemplos podríamos agregar el de las Sibilas, también en número de doce, tal como se aprecia -entre otros testimonios- en los doce óleos a ellas consagrados que se encuentran en Buenos Aires, en la iglesia parroquial de San Pedro González Telmo27

También en número de doce aparecen las Sibilas en la que fuera la casa deI Deán don Tomás de la Plaza, situada en la ciudad mexicana de Puebla, y que se remonta aI ano 1580, imágenes que

24 Sobre la relación entre los doce grandes dioses y los signos zodiacales, véase la Iconography ofReligion (edit. por Th. P. van Baaren et alt., Institute of Religious Iconography, State University of Groningen, E. J. Brill, 1988); en, pág. 140 identifica, en un monumento zodiacal (actualmente en el Museo deI Louvre, MA '(i66), a: Júpiter, Minerva, Apolo, Juno, Neptuno, Vulcano, Mercurio, Ceres, Vesta, Diana, Marte y Venus -ésta en compaiiía de Eros-.

25 Cf. J. F. E. Lorente, Tratado de Iconografia, Madrid, Istmo, 1990, p. 71.

26 Paris-Strasbourg, Université de Strasbourg, 1955.

27 La Iglesia data como tal desde el 13 de diciembre de 1813, con antelación fue sede de la Comunidad Betlemítica. Consta que fue Don Ignacio Bustillo Zeballos -un acaudalado comerciante e importador de la colonia- quien mandó construir la iglesia de Belén; para ello viajó a Espaiia y trajo desde allí materiales para el templo y diversos ornamentos para el culto; de entre éstos el cuadro de la Virgen de Nuestra Seiiora de Belén -de factura espaiiola-, hoy en la Sacristía deI Templo. No consta que haya traído desde Espaiia los doce cuadros de las Sibilas; antes bien, éstos parecen ser de factura altoperuna, tal como, con razón, sugiere H. R. Schenone (cf. "Pintura", en Historia general dei arte en la Argentina, tomo II ''Desde los comienzos hasta el siglo XVIII", Buenos Aires, Academia Nacional de Bellas Artes, 1983, pág. 44; en pág. 49 de dicha Historia se reproducen cuatro de ellos: Erithrea, Cumana, Pérsica y Tiburtina ).

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acaban de ser restauradas. El techo de dos habitaciones de esa casa está decorado con el tema de la Redención y quienes la anuncian son precisamente las doce Sibilas, las que van a caballo con estandartes, con un tarjeta alusiva y las correspondientes citas bíblicas .

. Se trata de Sibilas equestres, cuya iconografía muestra huellas de haberse contaminado por un lado, con el mito de las Amazonas, por el otro, con la imaginería sobre los caballeros de las milicias evangélicas. En medio de estas Sibilas se aprecian indiecitos con pulseras y aretes -lo que constituye una nota americana que deseamos destacar- a los que se ve cantando; existe también una inscripción sobre estos ninos que hablan o cantan aI amparo de códices . d' 28 m 1genas .

De igual modo, en número de doce29, se encuentran otras Sibilas­

recientemente restauradas-, que se hallaban en el Salón de Actos de la Real y Pontificia Universidad de México -más tarde, Paraninfo de la Facultad de Filosofía y Letras de esa Universidad y hoy Palacio de Minería-30

; éstas son obra de Pedro de Sandoval y datan de 176031•

28 Cabe referir que, siempre dentro de esa perspectiva alegórica, en la habitación contigua estân representados los Triunfos, que van en carros; ellos son el dei Tiempo (=Crono); el de la Muerte (=Ias Parcas -i. e. Ias Moiras griegas-: Cloto, Atropo, Láquesis); el dei Amor (que nos ofrenda un corazón); el de la Castidad (una doncella con unicomios) y el de la Fama (representado por gansos, que reemplazan a los pavos reales de la iconografia tradicional).

29 De entre ellas se distinguen con claridad: ln Una Sibila en un rocín, con ojos vendados -en alusión ai Antiguo Testamento, reemplazado por el Nuevo-, lleva en su mano la Insignia de Las tablas de la Ley; 2a Eritrea (con un medallón con la Anunciación); 3a Sarnia (con un medallón con la Natividad); 4a Pérsica, portando un farol (=Ia luz) y con una orla ocupada por la Virgen Apocalíptica de San Juan (cap. 12); 5" Europea (con el motivo de la huida a Egipto); 6a de dudosa identificación y llevando a un nino consigo; 7° Tiburtina (con una orla con el Cristo de los azotes); 8" Cu mana; 9a Délfica (con una orla con corona de espinas) y lO" Helespóntica (con el motivo de la Crucifixión y la Redención).

30 Se trata de óleos con figuras de medio cuerpo pintadas por Pedro Sandova en la segunda mitad dei S. XVIII. Representan a doce damas barrocas, inspiradas en grabados anteriores, cada una enmarcada en una tarja ondulada donde está el nó'mbre y una cuarteta. Elias son: Aegypta (=Agrippa), Delphica (hija de Tiresias), Samia (=Phito), Persica (=Sambeta, hija de Beroso), Tihurtina (=ltalica, en alusión a Tivoli, la villa dei Lacio sobre el Anio), Lihica (=Phoemonoe), Eritrea (=Antigua), Phrigia (=Casandra), Hellespontica (dei Campo de Troya), Cumana (=Amalthea), Europea (de origen ignorado) y Cumea (sacerdotisa de Apolo); ad hoc cf. Francisco de la Maza, La mitología clásica en el arte colonial de México, UNAM, 1968.

31 EI dato sobre su estado de conservación y actual destino dei edificio donde se encuentran nos lo suministró epistolarrnente (19.2.1997) el novelista mexicano Carlos

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No obstante las similitudes referidas, queremos destacar que a diferencia de las de San Telmo -que se conectan con lo profético-, las Sibilas de México responden a un programa iconográfico diferente dado que se enlazan con el tema de los triunfos y, precisamente, la sala contigua está ornada con la alegoría de los triunfos, motivo que, desde el humanismo italiano en que fueron celebrados poéticamente por Petrarca, alcanzaron notoria difusión.

La iconografía de las Sibilas -tanto de los ejemplos mexicanos, como deI de San Telmo- procede de grabados europeos de fines dei siglo XVI y deI siglo XVII, en muchos de los cuales se aprecian, entre otras notas coincidentes, orlas alusivas y las conocidas tarjetas ovoides con las correspondientes citas bíblicas.

También respecto deI número doce atribui do a las Sibilas -con huellas deI sincretismo entre un culto pagano y la alusión a los profetas como hemos referido- cabe mencionar que a Miguel Angel se le encomendó pintar a los doce apóstoles en los lunetos de la Capilla Sixtina, pero que, a la hora de llevar a cabo la obra, se apoderó de él "una fuerza avasalladora" que lo indujo, en cambio, a pintar siete profetas y cinco sibilas -los que también suman doce-; en cuanto a las Sibilas éstas son: Délfica (1509), Eritrea (1509), Cumana (1510), Pérsica (1511) y Líbica (1511).

Sobre el problema deI número de las Sibilas queremos mencionar una circunstancia singular que se da de igual modo con lals Musals o, dentro deI cristianismo, con la Virgen. En cuanto a las Musas, por ejemplo, aun cuando la antigüedad clásica se refería a estas deidades en plural, nunca perdió de vista la idea de la Musa en singular -"en esencia sólo hay una Musa", refiere W. Otto_32

• Los números con que se las recuerda -tres, siete y, más frecuentemente, nueve-, no serían sino una cifra -variable según determinados simbolismos- que abrazaría a los distintos aspectos (música, danza, etc.) con que la harmonía (i. e., la Musa) se habría hecho patente a la mente griega.

Algo análogo parece haber sucedido con la Sibila, donde los diversos nombres con que se la designa -toponímicos, por cierto-, 90 son más que las diferentes localizaciones geográficas en las que esta profetisa "divina" se habría manifestado o donde se le habría tributado culto.

Algo similar habría de ocurrir más tarde con el culto mariano en

Montemayor.

32 Op. cit., p. 51.

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el que los variados nombres con que se nombra a la Virgen (Lo urdes, Fátima, Luján, etc.), no son sino referencias a los lugares en que ésta habría hecho ostensible la hierophanía 'la manifestación de lo sagrado'.

Nos quedamos, pues, con la Sibila en singular, entendiéndola como una figura mítico-legendaria que, si bien de naturaleza fantástica para nosotros, pone de relieve, en cambio, un hecho indubitable: la creencia, por parte deI imaginario greco-latino, en un ser -a mitad de camino entre lo divino y lo humano- provisto de una iniciación en los arcana que contenían el Destino y con el consecuente poder de profecía.

5. PAGANISMO Y CRISTIANISMO: SIBILAS Y PROFETAS

A partir de Lactancio se aprecia un sincretismo de la tradición greco-Iatina con las profecías deI hebraísmo; Sibilas y Profetas se enlazan para proclamar las verdades supremas deI dogma cristiano. Sobre esa simbiosis teológica pesa una circunstancia curiosa: la exégesis errónea de la Bucólica IV de Virgilio, la misteriosa composición en la que el poeta -atento a la predicción de la Sibila Cumana-, celebra a un nino divino que acaba de nacer, bucólica que llegó a ser tan famosa, como discutida.

Si bien la cronología deI carmen es motivo de controversia -parece corresponder a los anos a. C. 41 ó 40 a. C.-, referimos que se trata de una exégesis equivocada porque en el 6° verso -donde Virgilio evoca el regreso de Virgo, en alusión a la constelación deI mismo nombre-, tal término fue erróneamente interpretado y, por ende, traducido como 'Virgen', a lo que hay que sumar la referencia a un nino divino, aI que, en consecuencia, -y también por error- se tOJ;l1Ó por Cristo; esas circunstancias derivaron en la confusión que es de imaginar.

Iam redit et Virgo, redeunt Saturnia regna 'Ya vuelve Virgo, ya vuelven los reinos saturnios'

es lo que verdaderamente nos di ce el poeta en un hexámetro dd . J~ C .3) comenta o, e manera muy convmcente, por erome arcopmo', por

33 Virgile et le mystere de la lVe. Églogue, París, 1953.

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lo que Virgilio, durante el Medievo, se convirtió en una suerte de sabio, mago, vidente e, incluso, hechicero. D. Comparetti, en un trabajo que forma parte de los clásicos -Virgilio nel Medioevo, Firenze, 1981 2- analiza esta cuestión en la tradición literaria hasta Dante, así como la "leyenda" de Virgilio en la tradición popular.

Sobre la relación de Virgilio y su sentido profético, por un lado, y el cristianismo, por el otro, existen dos hechos relevantes: el primero lo constituye la imagen deI poeta mantuano esculpida en la catedral de Santiago de Compostela, precisamente frente aI pórtico de la Gloria, junto a los profetas Isaías, Daniel y Jeremías34

, discurso iconográfico que semánticamente coincide con el Ordo prophetarum deI Medievo -en el que en las procesiones deI teatro litúrgico medieval35

, de carácter marcadamente evangélico, Virgilio aparece también junto a los profetas deI Antiguo Testamento-, lo que establece un vínculo significativo entre el vate latino y los profetas veterotestamentarios, explicable desde la referida lectura meSlamca; el segundo, concomitante con el anterior, es la sillería deI coro bajo de la catedral de Zamora36 donde, en una de sus treinta y seis sillas, se ve a Virgilio tallado en madera, también junto a los profetas. En esa imaginería se lo representa con una filacteria en la que se lee la paI abra Progenies, en alusión aI conocido hexámetro

Iam noua progenie.l' caelo demittitur alto (Buc .. IV 7) 'Ya una nueva progenie de.l'ciende desde lo más alto deI cielo'

Por otra parte, Eusebio de Cesarea pone en boca deI emperador Constantino (280-337) la lectura de dicha Bucólica (traducida aI griego que -recordemos- es la lengua de los Evangelios), en el Sermón deI Viemes Santo deI 31337 (cf. Migne, Patrologia Graeca, XX 1233-1316), lo que contribuyó a la difusión de ese sincretismo entre una

34 Hecho descubierto por S. Moralejo; cf. deI mismo autor "EI Pórtico de la Gloria", en FMR, edición espano la n° 3 (1993), pp. 30-33.

35 De representaciones de ''Procesiones de los profetas" durante el Medievo, tenemos testimonios en Arles, Rouen, Mallorca, y, entre otras ciudades, Limoges.

36 La autoria de estas piezas corresponde a Juan de Bruselas -natural de León-; durante siglos, por error, le fue atribuida aI maestro Rodrigo Alemán; ad hoc cf. F. M. Avedillo, La catedral de Zamora, Madrid, 1988, p. 56.

37 La bibliografia sobre el particular es abundante; para un statu.l' quaestionis véase A. Bolhuis, 'Die Rede Konstantins des Grossen and die Versammlung der Heiligen und Lactantius 'Diuinae Institutiones"', in Vigiliae Christianae X (1956), pp. 42-57.

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figura pagana -la Sibila- y el cnstlanismo. Aquel sermón incluía también la lectura deI poema el "Canto de la Sibila", que por fortuna conservamos. Esta composición consta de treinta y cuatro versos y es de corte marcadamente escatológico; por otra parte, en forma de acróstico la misma revela: "]esús Cristo, hijo de Dios, salvador, cruz".

Un siglo más tarde san Agustín incorpora esta composición, en traducción latina, en De ciuitate DeP8, atribuyendo la profecía deI sermón, no a la Sibila Eritrea, sino a la Cumana lo que, en esencia, es lo mismo pues, tal como hemos visto, el culto de la Sibila había sido llevado a Cumas por pobladores de Eritrea; el "Canto de la Sibila" -deI que nos ocuparemos más tarde- se entrelaza con la profecía cristiana.

Además, con el propósito de fortalecer con fuentes clásicas el advenimiento deI cristianismo, durante la Edad Media se produce un mélange en el que las Sibilas conviven con patriarcas, profetas y apóstoles; esa lectura que establece un paralelo entre la sabiduría pagana y la cristiana hizo entonces que Sibilas y Profetas aparezcan asociados en las portadas catedralicias, lo que fue puesto de relieve por E. Mâle cuando se ocupó deI arte religioso en la Francia deI siglo XIII.

Según esa lectio la Sibila -y a través de ésta, Virgilio- habían intuido la verdad cristiana -la que revelan, una en sus oráculos, el otro en su Bucólica IV -, por lo que el imaginario medieval les reconoció ciertas cualidades sobrenaturales39

• Pero quizá el rasgo fundamental que caracteriza a la Sibila -y el que el poeta con más énfl:tSis destaca en esta sacerdotisa- es el aura de misterio que la rodea40

; por lo demás, conviene no perder de vista que el mystérion, es uno de los aspectos sustanciales deI dogma cristianismo.

Durante el Medievo existe una controversia sobre la verosimilitud de estos Oracula Sibyllina; con referencia a su vínculo con el cristianismo, están los que lo exaltan y también los que lo condenan. De entre éstos, hubo incluso quienes -como san Justino, Teófilo de Alejandría y Tertuliano- desecharon los dictados de la Sibila por considerar a éstas posesas por lo demoníaco en el momento deI trance; de entre aquéllos, en cambio, está la actitud apologética -

38 XVIII 23, 2.

39 Ad hoc remitimos a J. Seznec, Los Dioses de la Antigüedad en la Edad Media y el Renacimiento, versión de J. Aranzadi, Madrid, Taurus, 1985, p. 22.

40 Ad hoc remitimos a G. Grammatico, ''EI misterio de la Sibila", en Limes, 2 (1989-1990), Santiago de Chile, pp. 38-58.

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pensamos en Eusebio y en san Agustín-. Este último hizo una exégesis plausible deI acróstico ichthyos 'pez' -Iesous Chreistos Theou uios soter stauros, 'Jesús Cristo, hijo de Dios, salvador, cruz', que es el símbolo de los cristianos-, reproducido por el autor anónimo de los nuevos Oracula Sibyllina que se remontan aI siglo II de nuestra era.

6. LOS LIBRI SIBYLLINI

Desde que la Sibila, bajo la advocación Eritrea (otra verSlOn consigna, en cambio, la Cumana), vendió aI rey Tarquino el Soberbio tres rollos que contenían las profecías sobre el destino de Roma -escritas en un lenguaje bastante enigmático-, y aceptada su verosimilitud por los augures, estos volúmenes papiráceos fueron celosamente custodiados en el templo de Júpiter Capitolino hasta que, en el afio 83 a. C., fueron destruidos por el incendio que devastó el Capitolio. Empero, el Senado logró recuperar algunas profecías dispersas por diversas partes de la cuenca mediterránea, en especial, en Eritrea, que reivindicaba para su Sibila la mayor antigüedad o, aI menos, mayor credibilidad respecto de sus predicciones, según apunta Pausanias. La manera como se produjo esa recolección es curiosa -se trabajó básicamente interpretando acrósticos-, y la comisión constituida para tales efectos sólo aceptó como auténticos unos mil versos, desechando por apócrifos los restantes.

El contenido confuso de estos oráculos -los SibylliakoiJ:hresmoi 'Oráculos sibilinos', vertidos siempre en verso y en lengua griega­exigía la presencia de un cuerpo especializado -los Sibyllini sacerdotes, como los llama Cicerón- encargado de su exégesis, lo que, naturalmente, se prestaba a lecturas caprichosas expuestas siempre a determinadas presiones político-ideológicas. El número de estos sacerdotes creció de dos a diez, y de diez a quince -aI principio fueron los duumuiri 'duunviros', más tarde, los decemuiri y, finalmente, los quindemuiri-, a la par que aumentó el prestigio conferido a este colegio. Como estos personajes eran escogidos de entre las familias que ostentaban el poder -y la exégesis que hacían de las profecías parecía orientada a mantenerlo-, a causa de esa manipulación político­ideológica, con el tiempo perdieron prestigio tanto el valor de esos textos -que el pueblo no podía consultar-, cuanto la lectura que de ellos hacía este cuerpo sacerdotal.

A la devastación que sufrieron estos Oráculos a causa deI

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incendio que hemos mencionado, hay que anadir otra debida aI ceIo revisionista de Augusto quien, cuando sucedió a Lépido como Pontífice Máximo, hizo que desaparecieran numerosos volúmenes oraculares por considerarIos espurios, ordenando, a su vez, una minuciosa expurgación de los restantes (en verdad, había habido numerosas falsificaciones); los pocos que sobrevivieron fueron custodiados en el templo de Apolo Palatino. Tiempo más tarde, Teodosio I fIel Grande" -emperador entre el 379 y el 395-, convertido aI cristianismo, en su ataque contra la religión pagana, no sólo ordenó cerrar templos y prohibió sacrificios, sino que también mandó quemar en el afio 389 los oráculos supérstites (el último poeta importante deI paganismo, Rutilio Namaciano -siglo V-, sostiene que la destrucción fue llevada a cabo por Flauius Stilicho, comandante en jefe de la milicia de Teodosio), lo que constituye uno de los mayores actos de vandalismo perpetrado en detrimento deI estudio de la historia de la espiritualidad de Occidente. Aun cuando uno no crea en el contenido de esos textos deI paganismo, los mismos constituían un testimonio acerca de aquello en lo que parece haber creído una época de la antigüedad.

Con todo, muchos de estos oráculos han logrado sobrevivir; en ellos se aprecia una suerte de contaminatio de profecías paganas con otras veterotestamentarias, enlazadas en el anuncio deI misterio de la Encamación. /

Resulta difícil reconstruir los Libri Sibyllini en·· su forma primigenia -es decir, la greco-latina-, porque en éstos aparecen numerosos elementos procedentes de la tradición judía; la dificultad de esa tarea radica en que, antes de la constitución deI Nuevo Testamento, las profecías sibilinas ya se hallaban mezcladas con las deI Antiguo. Tras el olvido de estos Libri durante el Medievo, la mayor parte de los conservados reaparece en el siglo XVI merced a la editio princeps deI afio 1545, reproducida luego en Paris (1566) y un siglo más tarde en Amsterdam (1689).

A esas ediciones hay que anadir las de Alexandre -en verso­(Paris, 1840) y la de J. H. Friedlieb (Leipzig, 1852); esta última, una cuidada edición critica.

En nuestra centuria J. Geffcken los ha reunido en un trabajo minucioso -Die Oracula Sibyllina (Leipzig, 1902)- y A. Diez Macho ha recogido un número considerable de los mismos en sus Apócrifos dei Nuevo Testamento (Madrid, Cristiandad, 1982, III, pp. 239-396), en ajustada versión de E. Suárez de la Torre.

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7. RESEMANTIZACIONES DEL MITO DE LA SIBILA

A lo largo de la historia el mito de la Sibila, como todo mito, fue motivo de diversas lecturas.

La base mítica es la leyenda de una profetisa que, de manera semejante a la Pitonisa délfica, predecía el porvenir. La Pitonisa respondía a consultas de carácter personal; la Sibila, en cambio, daba respuestas que trascendían lo individual dado que competían a pueblos y a naciones.

Más tarde la Sibila puede ser interpretada como un liber -según la exégesis que de ella hace G. Manetti-, pues responde a las demandas mediante la lectura de un volumen sagrado; ella lee ante una audiencia preocupada por un inminente porvenir.

Con el paso deI tiempo, los romanos designaron un escogido número de ciudadanos encargados de la custodia y lectura de esos libri la que sólo podían hacer en circunstancias graves y por expreso mandato deI Senado. Ese hecho permitió vincular el campo oracular -que era estrictamente mítico- con la historia romana.

Con el advenimiento deI cristianismo el mito de la Sibila sufrió una nueva semantización; ésta se dio cu ando se vinculó la mántica sibilina con la profecía veterotestamentaria -de ese modo las Sibilas fueron asimiladas con Profetas- y, aI igual que éstos, se hizo que aquéllas revelaran también el misterio de la Encamación; el mismo proceso de resemantizaciones se aprecia en sus libri.

Estos, que en sus orígenes revistieron sólo un sentido profético, con el paso deI tiempo, derivaron hacia lo político el)- tanto que fueron tenidos como remedia frente a posibles males que pudieran aquejar aI estado romano. Por lo demás, tales libri debieron soportar el peso de un nuevo contenido -también de carácter político-, el de "propager l'idée que Rome a une mission à accomplir dans le monde"41 y que las grandes figuras de su pasado han sido los instrumentos previstos por el fatum para llevar a cabo esa misión, con lo que el Senado romano religaba sutilmente el mito con la historia; de ese modo estos libros fatales se convertían en libros históricos.

41 J. Thomas, ''Livres Sibyllins", en Dictionnaire encyclopédique de ['ésotérisme (en prensa, París, P.U.F.). Agradezco aI colega y amigo Joel Thomas, profesor en la Universidad de Perpignan, la delicadeza de haberme proporcinado este trabajo estando inédito.

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En el canto VI de la Eneida, cuando la Sibila cumana guía a Eneas por el mundo de ultratumba, aI llegar a los Campos Elíseos lo pone frente a quienes serían sus futuros descendientes, que aguardan el acto de nacer; se trata de un desfile histórico-mítico, grato a los cultores de la épica clásica. En ese acto de desplegar la historia, se ven los sucesos ulteriores: los futuros reyes y emperadores romanos, hasta culminar en la figura de Augusto. Cabe referir que esos datos tienen la particularidad de ser exactos pues -cuando Virgílio compone su poema- históricamente ya se han cumplido.

El citado canto de la Eneida ayuda a conectar el mito de la Sibila con la figura de Augusto y, más tarde, cuando esta leyenda sufrió un sincretismo con el cristianismo, sirvió para la conformación de un motivo literario: la Sibila Tiburtina revela a Augusto el misterio de la Encarnación. (El hecho de que la Sibila sea advocada como Tiburtina -y no otro modo- obedece a que el emperador Constantino, que se había convertido aI cristianismo, pasa largas temporadas veraniegas en Tívoli -la antigua Tibur-, ciudad consagrada aI culto de la Sibila y deI Fauno Fatídico y en la que también se veneraba a Vesta, es decir, tres divinidades vinculadas con lo oracular).

Ese motivo de la Sibila Tiburtina revelando a Augusto el misterio de la Encamación fue particularmente grato a los pintores, en especial a los deI siglo XVI, en que se produjo un revival de lo clásico y en que apareció la editio princeps de los Libros sibilinos.

Por tales motivos, en esa centuria, resurge la leyenda de la Sibila en diferentes campos; en el de la plástica, por ejemplo, esta figura mítica fue pintada por Benvenuto Tisi (Palacio Pitti), por Rafael en su pintura en camafeo (en la Cámara de la Signaturlt), por Paris Bordone (Palacio Pitti), por Juan Maria Falconetto (Pinacoteca de Verona), por Baldassarre Peruzzi (iglesia de la Fonte Giusta, Siena), por Pietro da Cortone -quien también pinta la Historia de Eneas, en el palacio Pamphili-, por ii Tintoretto (grabado por Juan Antonio Lorenzini), por ii Parmesano (grabado en claroscuro por Antonio Fantuzzi), o la Cumana pintada por van Eyck. Fue también abordada por Antoine Caron, quien, hacia 1580, pintó a Auguste et la Sibylle de Tibur, obra con la que alcanzó notoria celebridad.

En la tela se ve a la Sibila que muestra aI Princeps el nacimiento de Cristo; éste está en una orla, sentado sobre la Virgen y rodeado de ángeles. Una temática similar -pero volcada en estilo flamenco- se ve en la obra de Konrad Witz, L'Empereur Auguste et la Sibylle de Tibur, actualmente en el Musée des Beaux Arts de Dijon.

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8. RECREACIONES DEL MITO DE LA SIBILA

En cuanto aI mito de la Sibila, en el campo de la plástica, perdura entrelazado con la iconografía cristiana; recordamos, aI pasar, entre otros testimonios, las Sibilas que, entremezcladas con los Profetas, decoran el campanUe de la catedral de Florencia o las cuatro de Santa Maria Maggiore, en Spello, de manos de Bernardino di Betto (ii Pintoricchio). Hacia 1450 también aparecen en una suerte de Summa o enciclopedia marmórea en la iglesia de San Francisco de Rímini; esta vez se entrecruzan con deidades deI paganismo, con los Profetas y con diversas alegorias de los signos zodiacales y de las virtudes teologales. En esta rápida evocación de las recreaciones de la figura de esta sacerdotisa no podemos dejar de mencionar la espléndida tela Eneas y la Sibila, pintada por Turner en 1798.

Este mito perdura igualmente a través deI arte literario; la lista de obras a él dedicadas es muy numerosa. Como simple testimonio recordamos, alén de los citados ejemplos deI canto VI de la Eneida -en que la Sibila cumana guía a Eneas por el mundo de ultratumba- y deI poeta Ovidio -Metamorfosis, xm 101-202- a Dante Alighieri quien, en su poema sacro ("Paraíso" xxxm 64), recrea esta figura mítica. Casi aI comienzo deI siglo XVI, la figura de esta sacerdotisa sirvió a Gil Vicente para elaborar el Auto da SebUa Cassandra42

; una centuria más tarde, Calderón retoma este tema en el auto El árbol dei mejor fruto, en el que se anuncia a los gentiles la llegada deI Salvador. También el poeta Hõlderlin en la composición titulada precisamente "La Sibila" se interesa por este ser oracular. Más modernamente la figura y facultades de esta vidente son motivo de análisis en una novela de Par Lagerkvist y, en nuestros días, ha sido reelaborada por una prestigiosa escritora portuguesa -Agustina Bessa­Luís- en un interesante relato que lleva por título A Sibila y, con cierta hilaridad, por Friedrich Dürrenmatt en La muerte de la Pitia, donde evoca la agonía de una falsa pitonisa.

De entre otros casos singulares del terreno de las letras, resta un extrano poema titulado el "Cant de la Sibilla". Esta composición, de poco más de cuarenta versos y que parece datar deI siglo xm, se

42 En el acâpite de este Auto de la edición de las Obras completas de Gil Vicente (Coimbra, Imprensa da Universidade, 1933, vol. I, p. 43) se lee: 'Trata se nella da presunçam da Sebila Casandra, que como per spirito prophetico soubesse o misterio da encamaçam, presumia que ella era a virgem de quem o Senhor auia de nacer".

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entonó en varias catedrales catalanas desde el siglo XVI pero luego fue prohibida por la Contrarreforma. M. Dolç43 estima que durante el Medievo debe de haber sido escenificada y representada en las secuencias del Ordo Prophetarum que hemos mencionado; hoy, tal composición perdura toda vez que se la canta en la catedral mallorquina y en ciertas iglesias de esa isla; su contenido versa sobre el "día del juicio" profetizado por la Sibila.

Se trata de una ceremonia extralitúrgica que se lleva a cabo en un recinto sacro durante la noche de Navidad, lo que revela -una vez más- el sincretismo de elementos paganos y cristianos. Esta simbiosis religiosa se aprecia también en la elección deI 25 de diciembre como el día escogido para evocar el nacimiento de Cristo -pues el verdadero día se desconoce-; el 25 de diciembre era, en el paganismo, el día en que se celebraba el nacimiento deI Sol Invicto44

También se menciona a la Sibila en el Dies Irae, introducido en 1429 en la Misa de Difuntos, donde se dice que el rey David "cum Sibylla" anunció el fin deI mundo.

Esta simbiosis o amasijo de cultos diversos es notoria de igual modo en el caso de las doce Sibilas de la Iglesia de San Pedro González Telmo, que en este caso nos interesa.

9. LAS SIBILAS DE SAN TELMO

La iglesia de San Pedro González Telm045 -situada en la ciudad de Buenos Aires, en la calle Humberto I 340- cuenta, en su sacristía, con doce cuadros aI óleo, todos de igual tamano -91 x 117 cms.-, de los que cada uno representa a una Sibila. Estas piezas, en la parte superior, están identificadas con los nombres de Elespóntica, Erithrea, Rhodia, Líbica, Cumana, Samia, Pérsica, Tiburtina, Délfica, Sanbethea, Erigia y Cumea. No hay referencias respecto deI autor o autores, así como tampoco sobre el lugar y fecha de

43 "Supervivencia de un mito virgiliano: la Sibila", en Virgilio en el bimilenario de su muerte por H. F. Bauzá (compilador), Buenos Aires, Ed. Parthénope, 1982, p. 30.

44 Cf. F. Altheim, El dios invicto, versión de J. Thomas, Buenos Aires, EUDEBA, 1966, p. 31 Y E. Norden, Die Geburt des Kindes, Leipzig, 1924.

45 EI templo fue declarado monumento histórico con fecha 21 de mayo de 1942; en cuanto aI beato Pedro González Telmo, es el protector de los navegantes, por esa causa la iconografia lo representa sosteniendo un pequeno barco votivo en una de sus manos.

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composición. En el caso de la Sibila Erigia se ve un repinte. Este repinte

erróneamente corrige Erigia a lo que, en verdad, debe de ser Frigia. A partir dei aõadido de esa vírgula a la "F" - con lo que de Frigia pasó a ser Erigia -Ia bibliografía pertiniente, a partir de esa errata, repite el error. Esperamos que una adecuada restauración devuelva a la tela la forma genuina "Frigia".

Se trata de pinturas dei siglo xvm realizadas en talleres dei Alto Perú -los que, en esa época, ya estaban en manos de indígenas-, sobre la base de grabados europeos de los siglos XVI y XVII que circularon abundantemente en la América hispánica. Estos grabados se han perdido debido, principalmente, ai deterioro provocado por la acción dei tiempo sobre la pasta con que se hacía el papel. Empero, existen láminas dei Viejo Mundo, con temática afín, que permiten conjeturar que tales estampas han servido como modelo de estos óleos.

Estas telas reiteran tipologías; son imágenes estereotípicas, lo que puede apreciarse, por ejemplo, en el rostro de las Sibilas -que siempre parece ser el mismo- lo que se explicaría como el canon o arquetipo que el artista tendría en su imaginario en el momento de la ejecución. Esta circunstancia se aprecia de igual modo en la llamada pintura de Vírgenes -que se ejecutó en talleres de la América hispánica-, que también se sacaba de estampas.

Respecto dei origen o procedencia de estas telas, el canónigo M. J. Sanguinetti cu ando historia la construcción de la Iglesia de Nuestra Seõora de Belén -antiguo templo sobre el que hoy se erige la iglesia de San Pedro González Telmo- conjetura que estas piezas deben de haber sido traídas desde Espaõa por Don Ignacio Bustillo Zevallos -un acaudalado comerciante a quien se le debe la erección dei templo primitivo-o

AI respecto, el canónigo refiere:

"Bustillo aprovecharía su estada en E~pana para proveer a la futura [glesia de ornamentos, vajillas y elementos de culto, dijrciles de conseguir en América; en esas circunstancias, es fiícil presumir que adquirió los cuadros de las Sibilas o bien encargara su ejecución a algún renombrado artista, ya que consta que el cuadro de la Virgen de Belén, que está en la sacristía dei templo, fuera donación suya, traído por él mismo de E.lpana,,46.

46 San Telmo y .lU pasado histórico, Buenos Aires, Ediciones República de San Telmo, 1965, p. 331.

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Empero, de un argumento ex si/entio no es prudente extraer deducciones y menos en este caso en que, frente a lo minucioso deI asiento que consigna el origen deI cuadro de la Virgen, la ausencia a la mención a los de la Sibila hace pensar, antes bien, que no los habría traído en ese viaje.

Por otra parte, ni en el archivo de la iglesia, ni en el deI Arzobispado, existen datos respecto a la procedencia de este conjunto pictóric047

; tampoco hemos hallado su registro en el Archivo general de lndias de Sevilla, donde constan diversos asientos sobre imaginería religiosa despachada a la América hispánica. Son, presumiblemente, pintura altoperuana -de la que existe abundante testimonio en iglesias de nuestro país- y que, tanto en su estilo como en su temática, ponen de manifiesto "el conocido intercambio entre los distintos talleres de la zona deI antiguo Perú", según apunta, con razón según nuestra opinión, el profesor H. R. Schenone48

Una lectura de El lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima, de Concolorcorvo, pone de manifiesto el florecimiento cultural y artístico de que en el siglo XVIII gozaban ciudadades como Potosí o Chuquisaca, la antigua La Plata49

Respecto de telas de la iglesia de San Telmo, deseamos destacar que se trata de un conjunto o corpus iconográfico, de la misma manera que las series de Sibilas actualmente en México que hemos mencionado o el caso de la serie de los Angeles arcabuceros de la Iglesia de Casabindo, en la provincia de Jujuy.

Estos cuadros evidencian signos de haber sido restaurados -pero

47 Cuando el I3 de diciembre de 1813 el primer Cura párroco de la Iglesia de San Pedro González Telmo se hizo cargo de su sede, dejó constancia en el Libro de Fábrica, de los bienes que recibía de Fray Bernardo de Copacabana -entonces presidente de la Comunidad Betlemítica-, aI cesar ésta en la djrección de la Iglesia, entre otros "doce cuadros representado a las Sibilas"; respecto de los mismos el asiento es escueto y nada dice de su procedencia (el dato lo hemos extraído de los citados Cuadernos de San Telmo).

48 ''Pintura'', en Historia general dei arte en la Argentina, vol. II, Buenos Aires, Academia Nacional de BeBas Artes, 1983, pág. 44.

49 Buenos Aires, Ed. Arg. Solar, 1942, II parte, caps. XI y XII. Respecto de este "florecimiento" convendría tener en cuenta los testimonios que sobre la imprenta en esa centuria, tanto en el Perú y como en Bolivia, brinda el padre G. Furlong (cf. Orígenes dei arte tipográfico en América, e.\pecialmente en la Repúbica Argentina, Buenos Aires, Edit. Huarpes, 1947, caps. ''República dei Perú" y ''República de Bolivia").

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sin rigor ni seriedad- en el siglo XIX; su estado de conservación es deficiente, por lo que merecerian ser sometidas a un nuevo proceso de restauración50

; además, tienen vestigios de varias repintes -algunos malas que han arruinado ciertas partes de las telas-; en tres de ellas (Cumea, Sanbethea y Cumana) se ha deteriorado la pintura deI fondo y, en la mayor parte de la serie, los lienzos han perdido la debida tensión en sus bastidores. Hay que destacar que la Délfica y la Tiburtina san copias de originales extraviados, como veremos más adelante.

Si bien no san obra de primerisima calidad, están pintadas con corrección y cierta gracia; su factura compositiva denota habilidad en quienes intervinieron en su ejecución dado que, en la mayor parte de los casos, las piezas de pintura seriada -como ésta-, no san obra de un solo artista, sino piezas de taUer en el que juntamente trabajaban artistas y aprendices, lo que también se aprecia en la diversidad de estilos -así, por ejemplo, no es la misma mano la que pintó la figura y la orla, que la que pintó el friso inferior-; ésa es otra circunstancia que explica por qué no están firmadas.

Durante el siglo XVIII, tanto en los talleres deI Cuzco, como en los de Potosí, hubo abundante producción plástica que tuvo directa relación comercial con el noroeste argentino -existen diferentes testimonios que así lo prueban- y algunas de estas producciones llegaron incluso a Buenos Aires; tal, quizá, el caso de las Sibilas de San Telmo.

Respecto deI número doce que hemos apuntado a propósito de las Sibilas de San Telmo, recordemos que en la Iglesia de Humahuaca (provincia de Jujuy) existe una serie de cuadros -constitui da de igual modo por doce piezas- cuya temática versa sobre Reyes y Profetas de Israel, realizada también en el Alto Perú, aun cuando corresponde referir que esta serie constituye una excepción, dado que es obra de un solo autor -Marcos Zapata-, un artista reputado de la época.

En cuanto a esta serie de Reyes y Profetas llam~ la atención la similitud temática con la de la Sibila, pues tanto en un caso, como en

50 AIgunas de estas piezas presentan las telas algo desprendidas de sus respectivos bastidores y un ligero "craquelado" en la pintura, debido a su antigüedad; afortunadamente no evidencian signos de humedad. Son telas sin vidrio, enmarcadas en marco oscuro con filete dorado, presumiblemente deI siglo XIX, a los que también les corresponde una restauración. EI profesor J. E. Burucúa, con fecha 27.VI.1997, me informa que está por concretarse la restauración de estos óleos a través de la Fundación Tarea.

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el otro, se trata de personajes históricos, religiosos y mítico­legendarios que enhebran diversas tradiciones, de manera análoga a como ocurre con las series de Sibilas existentes en México.

En los doce casos de las Sibilas de San Telmo estamos frente a una figura femenina, ricamente ataviada, que apoya una mano sobre una orla -rodeada ésta de una guimalda- en cada una de las cuales está representada una escena de la pasión, cuya explicación está dada por frases bíblicas, en un espanol de los siglas XVII-XVII, inscriptas en las tarjetas de los frisos inferiores de la telas.

Seis de estas Sibilas (Rhodia, Líbica, Sarnia, Curnana, Pérsica y Délfica) posan la mano derecha sobre la orla que, naturalmente, está ubicada deI lado izquierdo de la pieza; cinco (Erithrea, Sanbethea, Tiburtina, Erigia y Elespóntica) posan, en cambio, la mano izquierda, con lo que la orla está ubicada a la derecha; la Curnea no apoya ninguna mano dado que éstas sostienen el cuemo de la abundancia deI que emergen frutos. Estas descripciones -que aI lector les resultarán obvias- denotan, sin embargo, el sentido unitario de la serie dado que, según la diferente disposición de los elementos compositivos en cada uno de los grupos, vemos que uno hace de pendant respecto deI otro.

En la organización espacial de todas estas piezas se aprecian tres secciones claramente distinguibles: la imagen, la orla y el citado registro horizontal inferior. En cinco de estas registros (los de las Sibilas Curnea, Erithrea, Pérsica, Elespóntica y Sarnia) están pintados grutescos -cabeza, torso y alas angelicales que acaban en un juego de plantas o elementos vegetales que se enlazan con las morfologías también vegetales deI fondo-; estas figuras funcionan a guisa de ángeles tenentes; en el fondo de estas frisos predomina una tonalidad grisáceo-verdosa. En los siete registros restantes, en cambio, sólo aparecen guimaldas o adornos florales y en ellos su tonalidad es variada; en todos los casos su estilo es barroco.

Estas frisos, en el centro, ostentan una tarjeta o cartela ovai de con una inscripción profética, alusiva aI motivo de la pasión representado en la orla que posee las imágenes evangéli~as que hemos indicado; en el caso de la Sibila Líbica la tarjeta ha renunciado a su forma curvilínea en favor de una angulosa.

Respecto de las orlas su temática es neotestamentaria y refiere escenas de la Pasión. Cada una de ellas está rodeada de una carona de flores decorativas, motivo plástico que también se encuentra en otros registros iconográficos de la época. Así, por ejemplo, la serie de Angeles arcabuceros de la Iglesia de Uquía -provincia de Jujuy-

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muestra, encerrando la figura, una corona floral de especies muy similares a las que haIlamos en la serie de las Sibilas; de la misma manera, los veIos y transparencias de los tocados de algunas de ellas -vgr. Elespóntica, Sarnia, Rodhia y Curnea- recuerdan idénticos motivos plásticos de las Santas Vírgenes de la Iglesia de Humahuaca -provincia de Jujuy_51; ambas circunstancias permiten conectar la serie de las Sibilas con talleres deI Alto Perú.

El carecer de datos sobre la autoría y procedencia de estas piezas hace imperioso tratar de deducirlos de sus respectivos programas iconográficos.

En ellas se distinguen dos estilos claramente identificables: el de la parte superior -que incluye la imagen y la orla- y el de la inferior.

El de la superior -a causa de la tridimensionalidad en el tratamiento plástico deI volumen y de logrados efectos de perspectiva­permite inscribir la pieza en la tradición europea; la inferior, en cambio, muestra la bidimensionalidad en el tratamiento volumétrico, típica de la cosmovisión de la América precolombina. Apreciamos, en consecuencia, una dominante europea en la resolución de las figuras y en el contexto espacial en las orlas.

La referida impronta europea, notoria en la visión central hegemónica en contraste con la insinuación de lo americano en el friso inferior, plantea el problema de la mirada o punto de vista, que en este caso es europeo, aun cuando hay elementos americanos, pero reducidos a un segundo plano.

Ese dualismo parece proceder de la labor de un pintor -diestro en el manejo de la paleta- a quien se debería la parte superior -las imágenes y las orlas- y, por otra parte, la tarea de aprendices o asistentes que habrían pintado el friso inferior, en el que se nota la impronta americana, orientada hacia un estilo barroco, con marcada inclinación hacia lo exótico y exuberante. Este friso es un ejemplo significativo de mestizaje cultural que muestra de qué manera el barroco europeo se entremezcló con un estilo local.

Respecto de las inscripciones bíblicas consignadas en la parte inferior, las transcribimos respetando las grafías, puntuaciones y mayúsculas con que aparecen en las pinturas. En ellas se lee:

51 Los Angeles arcabuceros de la Iglesia de UquÍa y las Santas Vírgenes, de la de Humahuaca, están reproducidos en H. H. Schenone, en op. cit., pp. 30-31 Y 38-39, respectivamente.

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SIBILA CVMEA: "NACERA DE UNA VfRGEN,

QVEDANDO VIRGEN EN EL TIEMPO QVE XRO, ANDVBIERE EN EL MVNDO NO HABRA FALTA DE FRVTOS",

SIBILA ELESPONTlCA: "ENCARNARA EN UNA VIRGEN

POR OBRA DEL ESPIRITV SANTO".

SIBILA CVMANA: "YRA HVIENDO DEL PODER DE

ERODES, QUE POR DARLE MVERTE, .MANDO MATAR A TODOS LOS NINOS".

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LA TRADlCION SIBILlNA Y LAS SIBILAS DE SAN TELMO 63

SIBILA ERIGIA: "RESEVIRANLE EN JERVSALEN

CON PALMAS Y RAMOS ECHANDOLE LAS CAPAS POR EL SVELO".

SIBILA PERSICA: "SERA BA VTIZADO EN EL RIO

JORDAN".

/ SIBILA TIBURTINA: "TRANSFIGURARSE EN EL

MONTE TABOR".

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64 HUGO FRANCISCO BA UZÁ

SIBILA LlBICA: "RESVCIT ARA MUERTOS, DARA

VISTA A CIEGOS, Y OTROS MVCHOS MILAGROS".

SIBILA DELFlCA: "SERA ATADO A UNA

COLUMNA, Y AZOTADO".

SIBILA RHODIA: "SERA CORONADO DE

ESPINAS, Y LE DARAN A BEVER XEL Y VINAGRE".

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LA TRADIClON SIBIUNA Y LAS SIBILAS DE SAN TELMO 65

SIBILA ERITHREA: "LLEV ARA LA CRUZ A CVEST AS

DONDE SERA CRVCIFICADO",

SIBILA SANBETHEA: "SERA CRVCLFICADO POR LA

REDENCION DEL MUNDO",

SIBILA SAMIA: "RESVCITARA AL TERCERO

DLA ENTRE LOS MUERTOS, Y SVBLRA A LOS CIELOS",

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66 HUGO FRANCISCO BAUZÁ

El contenido de todos estas textos alude a la Historia Sagrada narrada en los Evangelios, salvo el caso de la Sibila Cumea cuyo texto revela, en cambio, el sincretismo religioso que hemos mencionado. Por un lado, la referencia aI Redentor ("Nacerá de una virgen ... ") remite tanto aI Antiguo como aI Nuevo Testamento y, por el otro, la alusión aI motivo deI retomo de la aurea aetas, proporciona indicias ya de la tradición veterotestamentaria (cf. Isaías XI, 6 ss.), ya de la clásica (cf. Virgilio, Bucólica IV, 18 ss.). Por otra parte, la frase "no habra falta de frutos" -con que se clausura la inscripción y que es una mención directa aI motivo de la edad de oro- se ve ejemplificado iconográficamente a través deI mítico cuemo de la abundancia, que la Sibila sostiene con sus manos.

EI cambio de grafía de estas inscripciones -utilización de U cuando en todos los restantes casos se echa mano de la grafía clásica V - es uno de los tantos indicias que corroboran la idea de que la Délfica y la Tiburtina no san piezas originales, sino copias que las reemplazan. En el caso de la grafía de la Délfica hay otros detalles reveladores que prueban que es una copia posterior; así, por ejemplo, escribe Délfica -en contraste con las grafías Rhodia, Erithrea o Sanbethea-, en lugar de Delphica, a la vez que las mayúsculas san de menor tamano y de un formado clásico regular diferente a las inscripciones deI resto de las telas, que es de grafía bastante irregular.

Las inscripciones de las cartel as deI friso inferior están pintadas en colar dorado; seis sobre fondo rojo (Elespóntica, Tiburtina, Líbica, Rhodia, Sanbethea y Délfica) y las de las seis restantes, sobre fondo azul oscuro. Salvo en los casos de la Líbica y la Sanbethea, rematan la parte superior de la tarjeta que encierra estas inscripciones la cabeza y un par de alas de una figura angélica, idénticas -en posición y figura­a las que aparecen en Indices (Capitum uel Rerum) que ilustran diveras Historias, manuscritas por indios de las Misiones Jesuíticas deI Paraguay, como explica A. L. Ribera52

• En ese orden conviene recordar la importancia que alcanzó la producción de grabados en las Misiones jesuíticas y la circulación, en estas reducciones, de modelos europeos, aun cuando casi la totalidad de este material se ha perdido.

En lo que concieme a las imágeqes de los óleos de la Iglesia de San Telmo, se trata de figuras femeninas relativamente jóvenes -contrastando con la Sibila que la tradición literaria caracteriza como

52 "Grabado", en Historia general dei arte en la Argentina, op. cit., pp. 96-97 donde ellector haIlará también las respectivas ilustraciones.

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muy anciana-, presentadas sobre fondo oscuro, y que ofrecen reminiscencias de las imágenes evocadas en grabados afines de los siglas XVI y XVII, como hemos mencionado.

Su resolución plástica tiene como base un ordenamiento triangular obligado por la figura de la Sibila; la postura de ésta -de frente y en media cuerpo de pie- recuerda la clásica de la iconografía de la Virgen.

Los indígenas que trabajaban en los talleres de donde han salido estas piezas, aI igual que los que lo hacían en los talleres u oficinas de las reducciones jesuíticas, no parecen mostrarse como creadores -a juzgar por los ejemplos conservados-, sino como copistas53, tal lo que destaca el padre G. Furlong, cuando dice: "los indios no eran originales, por lo general, pero copiaban a toda perfección cuanto se les ponía por delante,,54; empero, eso no significa que a la hora de copiar un modelo no hayan hecho ciertas modificaciones -como sucede con los frisos inferiores de estas Sibilas- las que evidencian un sesgo americano, según hemos apuntado.

Estas figuras, ricamente ataviadas, llevan todo tipo de joyas -collares, gargantillas, pulseras, aros, redes con perlas que sujetan los cabellos-, lo que parece poner de manifiesto el gusto por lo exuberante de la tradición de la América precolombina.

Los ropajes san amplias y muestran un ritmo curvilíneo; en cuanto a sus colores, san llamativos y en ellos predominan el rojo, el verde y el blanco; dos de estas piezas -la Tiburtina y la Délfica-, en cambio, no parecen guardar arrnonía cromática con el resto de la serie pues poseen una gama de marrones. EI caso de la Tiburtina puede explicarse en tanto que esta Sibila es la única de pieI oscura, y se busca, en consecuencia, arrnonizar de otro modo los colores; sobre el de la Délfica no hallamos una explicación satisfactoria -salvo el mero capricho deI artista-, empero, hay que recordar que estas dos pinturas no san piezas originales, sino que se trata de copias de originales

53 Se trata de una di.lputata quaestio -de aeuciante actualidad· sobre la que no entramos a polemizar en este trabajo: la lectura tradicional es la sostenida, por ejemplo, por el padre Furlong; la revisionista, en cambio, sefiala que la estética de los colonizadores -i. e., la cultura dominante- ahogaba las voces y los estilos locales; en el campo de lo literario este problema ha sido abordado de manera c1arificante por B. Pastor en sus Discursos narrativos de la conquista: mitificación y emergencia (Ia. edición: Casa de las Américas, 1983; 2a.: Hanover, Ediciones deI Norte, 1988, que manejamos).

54 Los Jesuitas y la Cultura Ríoplatense, Montevideo, Urta y Curbelo Impresores, 1933, p. 97.

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perdidos. En todas estas Sibilas -salvo los casos de la Cumana y de la

Tiburtina- sus ropajes -amplios y recogidos mediante un broche- son túnicas a la manera de los palios griegos o togas romanas; el de la Cumana parece el hábito de una novicia, el de la Tiburtina recuerda las corazas guerreras; la pieI negra de esta sacerdotisa contrasta con la blancura inmaculada deI Redentor, tal como se aprecia en la orla en que está pintado, así como en la abundancia de flores blancas de la guimalda que lo rodea.

Con excepción de la Cumana y la Cumea en todos los demás casos la mano que no se apoya sobre la orla sostiene la veste; la de la Cumana, en cambio, sostiene un cetro o báculo y la Cumea abraza el cuemo de la abundancia -un motivo plástico de tradición greco-Iatina y deI que existe abundante testimonio iconográfico deI peno do neoclásico-.

La similitud -tanto temática como de estilo- que este conjunto plástico presenta con relación a las series mexicanas hace pensar -tal como hemos sefíalado- que en ambos casos deben de haber tenido como modelos grabados con esa iconografía cuyas copias circulaban entonces por el Nuevo Mundo.

AI respecto recordamos que en la Casa de Moneda de México hubo una escuela donde se ensefíó la técnica deI grabado, la que se acrecentó cuando Carlos III mandó fundar -sobre la base de aquélla­la Real Academia de San Carlos, lo que se concretó por Real Orden deI 25 de diciembre de 1783. Como en esa época la ensefíanza de una disciplina artística se hacía sobre la base de la copia, para el caso deI grabado deben de haber circulado láminas europeas -preferentemente holandesas, ale manas y francesas55

- que servinan como modelo o prototipo, las que no han llegado hasta nosotros.

Consta que el monarca designó a Jerónimo Antonio Gil -entonces académico de la de San Femando- para ocupar el puesto de Tallador Mayor de la Real Casa de Moneda de México y le encomendó la ensefíanza en la entonces flamante de San Carlos. Este artista -que llegó a la ciudad de México en 1778- trajo consigo desde Espafía

55 EI profesor H. H. Schenone, quizá por haber visto en la zona cuzqueiía una pintura realizada sobre el modelo de un grabado francés -en el que el indígena, aI copiar, transcribe un texto en esa lengua-, y atento a los numerosos grabados franceses cuya circulación está atestiguada en México, tiene la intuición de que los grabados que habrían servido como modelo para estas doce Sibilas deben de haber sido franceses (en conversación con el suscripto deI 24. VI. 1997).

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dibujos, grabados, estampas, libros, instrumentos, así como una colección de camafeos griegos y romanos56

• Por otra parte cabe destacar la importancia que tuvieron en el barroco las imágenes religiosas como vehículos de persuasión y de evangelización lo que, en otro orden de ideas, evidencia una suerte de dominación cultural.

De acuerdo con el gusto y el imaginario de la época, la temática de ese material iconográfico versaba tanto sobre temas cristianos, como sobre temas deI paganismo. En ese orden, en la colección de esta Academia, pueden apreciarse piezas deI pintor y grabador holandés Hendrik Goltzius (=Enrique Goltz) sobre motivos clásicos -así, sus Dos Sibilas57

- o bien cristianos -La circuncisión y La adoración de los Reyes Magos-; también la famosa Psiche de Valeriano Lara o, entre otros tantos ejemplos, un Baco de autor desconocido.

También aparece el motivo de las Sibilas -representado en número de doce- en grabados de la época; así, los reproducidos en el volumen De Sibullarum nomine et origine de Bernardo Benagius y en los Sibyllica oracula de Servet Gallée. De 1572 data una obra de autor anónimo que representa a doce Sibilas -seis de pie y seis marchando-o

El tema de las Sibilas, en número de doce, como motivo iconográfico de series de grabados interesó a otros artistas; de entre ellos -alén deI citado H. Goltzius- los casos más conocidos pertenecen preferentemente aI período deI Renacimiento y evidencian el gusto por una temática clásica. Los nombres de Passe de Oude, J. Briot, B. Baldini, C. Danckerts de Ry y Th. De Leeuw son los ejemplos más notables.

Crispijn de Passe de Oude (Senex), grabó en cooperación con su hijo -de igual nombre y también grabador- y con C. van den Queboorn doce Sibilas, en tamano pequeno (26,8 x 19,8) cms., debajo de las cuales consta la siguiente inscripción: "Duodecim Sibyllarum ... studie labore et aere Cri. Passaei / Traecti Batavorum. Anno Christie / MDCXVIl". (También el francés Isaac Briot (1585-1670) pintó una "serie" de Sibilas en platos, de la misma manera que lo hizo el florentino Baccio Baldini -floruit 1460-1485- quien reprodujo a estas

56 Sobre el particular remitimos a A. Carrillo y Gariel, Grabados de la Colección de la Academia de San Carlos, México, Instituto de Investigaciones Estéticas (UNAM), XLIII, 1982.

57 Reproducido por A. Carrillo y Gariel en Grabados de la Colección de la Academia de San Carlos, ya cit., ilustración n° 32.

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sacerdotisas igualmente en número de doce). El holandés Comelis Danckerts de Ry recreó la serie de doce

Sibilas, lo mismo que el francés Thomas De Leeuw (=De Leu), quien las hizo "from his own designs" según consigna el Thieme-Becker58

El vínculo que permite religar estos grabados con los óleos de la iglesia de San Telmo, alén de ciertas similitudes en las imágenes, se funda en el propósito de enlazar los mundos pagano y cristiano, en el número doce que constituye estas series y, entre otras circunstancias, en un detalle iconográfico: que debajo de cada una de las imágenes de la Sibila existe una frase profética -inscripta en las referidas tarjetas ovo ides- que permite vincular las dos cosmovisiones religiosas.

A continuación transcribo los nombres y la síntesis de las inscripciones de esos grabados, tal como están referidos en el Hollstein59

Delphica (En Dominum .. .Deus), Erythrea (Dicitur ... uirgine%, Cimmeria (Virgo ... uirgineo), Samia (Finet ... humo), Hellespontica (Dixerat...homo), Libyca (Discitiet ... auxilium), Persica (Tupede ... manius), Phrygia (Terribili ... alys), Tiburtina (Excipiet...Deum), Europaea (Terreni...imperij) y Agrippina (Qui lux .. .Deus).

De esta serie de grabados, el de la Sibylla Erythrea, por ejemplo, muestra a la sacerdotisa pagana y, como fondo y en menor tamafío, las imágenes de Cristo -de quien sale una luz que ilumina a la Sibila-, la deI cordero místico y un libro; el hecho de incorporar -junto a la profetisa- temas cristianos en una orla, es la exacta reproducción compositiva de imágenes que apreciamos en la serie de las Sibilas de San Telmo.

Tales circunstancias robustecen la hipótesis de que los modelos utilizados por el taller donde fueron realizadas han sido las planchas de grabados europeos que circularon por la América hispánica.

58 UIrich Thieme-Felix Becker, Allgemeines Lexikon der Bildenden Künstler von der Antike bis zur Gegenwart, Leipzig, Seemann Verlag, s. d.

59 German Engravings Etchings and Woodcuts, ca. 1400-1700, Amsterdam, Menno Hertzberger, vol. XVI, 1974.

60 Reproducida en F. W. H. Hollstein, op. cit., vol. XVI.