Althusser Louis Seis Iniciativas Comunistas

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    Louis Althusser

    SEIS

    INICIATIVAS

    COMUNISTAS

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    Traduccin de

    GABRIELALBIAC

    Primera edicin en espaol, diciembre de 1977

    Siglo XXI de Espaa Editores, S. A.

    Primera edicin en francs, 1977Librairie Franois Maspero, Pars

    Ttulo original: 22. e Congrs

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    SEIS INICIATIVASCOMUNISTAS

    Sobre el XXII Congresodel PCF

    por

    LOUIS ALTHUSSER

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    NDICE

    AL LECTOR ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... 1

    INTRODUCCIN ... ... ... ... ... ... ... ... ... 3

    PRIMERA INICIATIVA ... ... ... ... ... ... ... ... 13

    SEGUNDA INICIATIVA ... ... ... ... ... ... ... ... 19

    TERCERA INICIATIVA ... ... ... ... ... ... ... ... 21

    CUARTA INICIATIVA ... ... ... ... ... ... ... ... 27

    QUINTA INICIATIVA ... ... ... ... ... ... ... ... 31

    SEXTA INICIATIVA ... ... ... ... ... ... ... ... 49

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    [Pg. 1]

    AL LECTOR

    ste es el texto de las observaciones presentadas el 16 de diciembre de 1976, enun anfiteatro de la Sorbona, como introduccin a un debate pblico, a invitacindel Crculo de Filosofa de la Unin de Estudiantes Comunistas.

    He querido conservar, en sus limitaciones y sus tesis, la argumentacinoriginal.

    Me he contentado tan slo con hacer algunos pasajes ms sencillos y msclaros, o bien ms explcitos.

    L. A.

    6 de mayo de 1977[Pg. 2 en blanco]

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    [Pg. 3]INTRODUCCIN

    Agradezco al CrculoUEC de Filosofa de la Sorbona el haberme invitado a estedebate. Se me ha dejado en libertad de escoger mi tema. Y he pensado que nohaba hoy, en Francia, no slo ya para los comunistas, sino incluso para todosaquellos que quieren acabar con la dictadura de la burguesa, con su explotacin,su opresin, su cinismo y sus mentiras, tema ms importante que el del XXIICongreso del Partido Comunista Francs.

    Presentar, pues, una serie de breves observaciones sobre la repercusindel XXII Congreso.

    Y, para que quede clara mi posicin, dir que considero el XXII Congresocomo unacontecimiento decisivo , como un viraje capital en la historia del partidocomunista y del movimiento obrero franceses. Las reservas que pueda formularacerca de tal o cual punto se inscriben, por adelantado, dentro de estaperspectiva.

    Tratndose, pues, de un acontecimiento de tal importancia, queda claro queuno no puede nicamente limitarse a la historia poltica francesa, a lasparticularidades del congreso y[Pg. 4] de su desarrollo, ni tan slo a la literalidadde sus decisiones y formulaciones.

    Es preciso ir ms all de las manifestaciones inmediatas, es precisoinvestigaren qu condiciones ha tenido lugar el XXII Congreso: de qu historia seha tratado de salir y qu historia se ha tratado de construir.

    Es preciso, pues, comprender cules son, no slo a escala nacional, sinotambin mundial, los problemas econmicos y polticos que han provocado el XXIICongreso. Es preciso comprendera qu problemas generales ha querido darrespuesta, y por qu les ha dado las respuestas que de todos son conocidas.

    Para ello, es indispensable tomar perspectiva, y situar el XXII Congreso ensu fecha, 1976; en la historia del imperialismo, perodo de las revoluciones(Lenin), y en la historia del movimiento comunista internacional.

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    Y si el imperialismo est en crisis, es preciso aadir: tambin lo est elmovimiento comunista internacional.

    Dir, pues, que es imposible comprender el XXII Congreso si uno no tieneen cuenta dos grandes hechos que dominan la situacin poltica e interesan a

    centenares de millones de hombres en el mundo:1, por una parte, la agravacin de la crisis del imperialismo;

    2, por otra parte, la acentuacin de la crisis del movimiento comunistainternacional.[Pg. 5]

    Tras la primera crisis del imperialismo, sancionada por la primera guerramundial (1914-1918), y luego tras su segunda crisis (los aos treinta), cuyasprimicias revolucionarias fueron barridas por el imperialismo mediante el fascismoy mediante una segunda guerra mundial (1939-1945) pero pagando, en cadaocasin, el alto precio de una revolucin (Rusia) o varias revoluciones (China,Cuba), puede decirse que el imperialismo se encuentra hoy, por tercera vez ensu historia, en una crisis prerrevolucionaria, cuyas formas son totalmente nuevas.

    La cuasi imposibilidad de recurrir a la guerra mundial (solucin-tipo de lacrisis imperialista, que reparte el mundo destruyendo prodigiosas cantidades decapitales y de fuerza de trabajo) deja, en adelante, va libre a la agravacinlarvada de las formas econmicas y polticas de la crisis, en una escala hasta hoydesconocida. Al abrigo de lo que se denomina la distensin, en que la fuerza delmovimiento popular en el mundo y el equilibrio del superarmamento de los USA yde la URSS mantienen paralizada la amenaza nuclear,hay algo que pasa a ser posible en el estrecho espacio en que las zonas de influencia pueden neutralizarsey all donde el movimiento de masas sea suficientemente fuerte.

    Bajo el efecto de la lucha de clases, obrera y popular, pese a todos losdispositivos anti- [Pg. 6] crisis puestos en funcionamiento por los Estadosburgueses a continuacin y como consecuencia de la crisis del 29, puede ceder uneslabn, aqu o all, en el punto ms dbil de la cadena. Aqu o all puedetriunfar el movimiento revolucionario, pero bajo formas que suponen un largusimoesfuerzo, mltiples etapas a franquear y la superacin de grandes dificultades.

    De hecho, jams ha sido el movimiento de masas, el movimientorevolucionario obrero y popular, pese a graves reveses locales, y pese a losproblemas que plantean los pases socialistas, tan poderoso en el mundo. En losconfines del mundo, el pequeo pueblo vietnamita puso de rodillas al imperialismofrancs y derrot en su propio terreno a la mayor potencia militar del mundo, losEstados Unidos de Amrica. Con anterioridad a su victoria, la mayor huelga de lahistoria del mundo, en mayo del 68, en Francia, en su parcial encuentro abortado,pero fecundo a largo plazo, con la rebelin estudiantil y pequeoburguesa,anunciaba que los tiempos haban cambiado.

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    Sera igualmente peligroso subestimar a los representantes locales delimperialismo norteamericano, sus apoderados econmicos y pol-[Pg. 9] ticos,como el Japn en Asia y Alemania Federal en Europa. Y como quiera que estaAlemania est dirigida por la socialdemocracia clsica, dotada de un gran peso enla Internacional Socialista, sera peligroso subestimarla amenaza de una solucin

    de recambio imperialista de tipo socialdemcrata , cuya garra es ya muy poderosasobre Europa (el ejemplo de Portugal, forzado a reintegrarse a filas bajo suchantaje financiero y poltico directo, es elocuente).

    Sera igualmente peligroso subestimar la fuerza de una burguesa nacionalque se halla, sin embargo, quebrantada en su poltica y amenazada directamenteen su poder, como es el caso de la burguesa francesa. El hecho de que el Estadoburgus est dominado por la fraccin monopolista, y que esta fraccin impongaen l abierta y cnicamente su ley, no impide que sta tenga que defender almismo tiempo labase de masa de la que social y polticamente tiene necesidad, yno impide que cuando esta base se debilite o se desmenuce, esta misma fraccintrate de recuperarla y devolverle la vitalidad.

    Incluso en las ocasiones en que no puede cambiar ya de poltica general,puede an la burguesa cambiar de hombres y de demagogia, puede jugar a fondola totalidad de sus recursos, medidas econmicas, presiones polticas, promesasde ltimo minuto, artificios electorales y tantos otros medios, sin hablar[Pg. 10] naturalmente de violentas provocaciones para apoyar las grandesescenificaciones teatrales del miedo. No es puro azar el hecho de que detrs deGiscard se mantenga un Chirac, dispuesto a explotar a fondo, mediante unademagogia brutal, para salvar a la burguesa amenazada, el provecho del miedoque va a desencadenarse a cualquier precio.

    Es preciso permanecer atentos a las variaciones de las formas de accinpoltica de la burguesa, al juego de los medios, de las medidas y de losargumentos de que sta dispone. Todo ello tiene consecuencias sobre el destinode la base de masa de la burguesa, y, por tanto, no slo sobre las eleccionesvenideras, sino tambin, en el caso de que las pierda, sobre la reaccin de laburguesa y la revancha que sta prepara ya por adelantado.

    Del mismo modo, pero a la inversa, y sobre un frente completamentedistinto, sera peligroso subestimar, pese a la crisis abierta o larvada, lascapacidades del movimiento comunista internacional: en algunos lugares sonposibles tentativas para salir de este callejn sin salida histrica, por lo menostendencialmente. Los primeros esfuerzos emprendidos por algunos partidoscomunistas importantes constituyen al respecto un acontecimiento histrico degran importancia, aun cuando su porvenir sea an frgil.

    Tales son, esquemticamente resumidas, las condiciones histricas que espreciso retener,[Pg. 11] que es preciso considerar en su conjunto y en sus efectosdialcticos, con frecuencia paradjicos, para comprender lo que yo llamaralas

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    socialismo exigir el desarrollo de poderosas luchas de masas: Nada se producirsin lucha, y recuerda con insistencia que la unin es la lucha.[Pg. 15]

    Ahora bien, como nada existe jams sin contradicciones ni problemas, espreciso recordar aqu, junto a esta iniciativa de gran alcance, y junto a lasperspectivas de un socialismo sobre el que volver ms adelante, el carcterinsuficiente de algunos anlisis a los que el XXII Congreso se refiereimplcitamente y de las frmulas que de ellos deduce.

    S, vivimos en la poca del imperialismo, o capitalismo monopolista(Lenin), bajo la aplastante dominacin de los monopolios, bajo nuevas formas deconcentracin financiera, de explotacin, por consiguiente, en que los Estadosdesempean, al servicio de lostrusts , un papel sin precedentes, dotndose de laarmadura poltica e ideolgica de ese papel.

    La llamada teora del capitalismo monopolista de Estado ha descritoadecuadamente los aspectos esenciales del proceso (extensin del sectorproductivo del Estado, drenaje del ahorro por medio del Estado en provecho de lostrusts , aplastamiento de la representacin democrtica a todos los niveles), pero, afuerza de fundarlo todo sobre una discutible interpretacin de la desvalorizacindel capital, y a fuerza de centrarlo todo sobre el Estado nacional, no se dota delos medios necesarios para comprender lasformas mundiales de la concentracinfinanciera, su capacidad para colocarse en la explotacin y la especulacin enfuncin de la lucha de clases mundial, para desplazar sus capitales (dinero,materias primas,[Pg. 16] mquinas, mano de obra) de un pas a otro y resolveralgunos de sus problemas mediante la propia crisis.

    Corre el riesgo de no dar cuenta de las razones que hacen de la crisismonetaria y de la inflacin fenmenosmundiales que afectan a los pasesimperialistas dominados por el imperialismo americano y a sus representantesregionales. Puesto que, si bien es cierto que el imperialismo est ante todoarraigado en cada nacin imperialista y en sus estructuras de clase, la dialcticadel capital financiero mundial, de su mercado y de sus efectos est sometida aleyes que no se reducen a la existencia de los monopolios nacionales.

    Y cuando se dice que la crisis es global, o estructural, si se trata designificar con ello que es de largo alcance y que pone en cuestin las propiasrelaciones de produccin capitalistas, as como todas sus formas de existencia(explotacin, poltica, ideologa), y que, por tanto, puede quebrantar la dominacinde la burguesa nacional, ello es justo. Pero es preciso igualmente considerar queesta crisis se extiende ms all de nuestras fronteras, que la salida no ser entodas partes la misma y que, si la izquierda vence, habr de afrontar esta crisis: noslo en sus races nacionales, sino en sus efectos internacionales, que no entodos los casos estn al alcance de la mano.

    Y para hablar finalmente de poltica, no es constatando que la economafrancesa est [Pg. 17] dominada por 25 trusts gigantes + 500 ejecutivos +

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    500.000 grandes burgueses como puede uno plantearse y resolver el problemapoltico del poder de clase burgus en toda su complejidad y su amplitud. Puestoque este poder toma siempre la forma poltica y social de lo que Gramsci llamababloque en el poder, que asocia directa o indirectamente varias fracciones declase bajo la dominacin de la fraccin monopolista. No es posible, por tanto,

    saldar el problema poltico de la base de masa de la dominacin de la burguesaen tanto clase mediante una simple constatacin econmica, puesto que la polticano se reduce a la economa y, como clase, la burguesa no se reduce a su fraccinmonopolista, que, sin embargo, la domina en forma aplastante. Si, en tanto clase,la burguesa se viera polticamente reducida a su fraccin monopolista, no semantendra en pie ni un cuarto de hora.

    Cuestin sta que va, evidentemente, mucho ms all de las prximaselecciones y de su desenlace.

    No se trata, en este caso, de una observacin abstracta, o terica, sinode realidades concretas, que han encontrado ya su sancin en el famoso techoelectoral, o en otras limitaciones, cuya responsabilidad ha sido con excesivarapidez endosada sobre las espaldas de tal o cual causa secundaria (latelevisin o cualquier otra), cuando en realidad se trata delmites , de funciones yde efectos polticos de [Pg. 18] clase , definidos y, por tanto, definibles yanalizables en cada caso.

    Se trata de realidades que encontrarn evidentemente su sancin en otrasdificultades distintas del techo electoral el da en que ste se vea superado:dificultades distintas y de distinto modo temibles. Porque si los monopolios salenderrotados de un escrutinio, y la burguesa queda por un tiempo desamparada, nopor ello abandonar el combate.

    Todo depender entonces de las fuerzas populares: de su unin, de sulucidez y de su valor.

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    [Pg. 19]SEGUNDA INICIATIVA

    El XXII Congreso ha tenido el mrito de sacar, en su lnea poltica, lasconclusiones derivadas de los importantes cambios acontecidos en el mundo. Sisu lnea poltica traza una perspectiva nueva, es porque las relaciones de clasehan cambiado y porque las masas lo sienten en su propia lucha, por muy durasque sean estas luchas en perodo de inflacin y de paro.

    G. Marchais ha expresado esta experiencia histrica al insistir sobre elhecho de que las cosas haban cambiado y que tambin el partido deba cambiar.

    S, la guerra fra se ha alejado, pese a la existencia de focos muypeligrosos, como Oriente Medio y el frica austral, donde el imperialismoamericano interviene bien directamente o bien a travs de sus lacayos. S, la crisiseconmica del imperialismo quebranta el poder poltico de la burguesa y da unmayor nmero de oportunidades a la lucha de la clase obrera y popular. S,nuevas capas sociales se han visto precipitadas al estado de asalariadas y seunen a la clase obrera en su lucha. Una nueva correlacin de fuerzas nos permiteper- [Pg. 20] cibir una perspectiva sin precedente:por vez primera en la historia, el paso al socialismo puede ser pacfico y democrtico en uno u otro lugar. Por vezprimera aparece en el horizonte de la historia una forma de socialismo que no seala de la sordidez, la de la constriccin o incluso la de la represin: un socialismorealmente democrtico. Esta oportunidad histrica es lo ms opuesto a una simplecasualidad. Es el resultado de una largusima lucha: es preciso comprenderlo.

    El XXII Congreso ha sabido comprender la leccin de las exigenciasobjetivas, de la experiencia y de las reivindicaciones populares de nuestro pas. Sihabla de socialismo con los colores de Francia, lo hace para aludir, en sulenguaje, a la larga tradicin revolucionaria francesa, la cual, por su parte, haunido siempre tambin la libertad a la revolucin. Va ms all de la desaprobacinde la ocupacin militar de Checoslovaquia, para poner en el centro de suestrategia la defensa de las libertades, la lucha por libertades nuevas, e identificarel socialismo vivo con la libertad viva.

    Pero como jams nada se desarrolla sin contradicciones ni problemas, espreciso sealar que el mismo partido comunista, que habla tan generosamente delibertad para el pueblo, permanece silencioso sobre las actuales prcticas del

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    centralismo democrtico, es decir, sobre las formas concretas de la libertad de loscomunistas en su propio partido.

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    [Pg. 21]TERCERA INICIATIVA

    El XXII Congreso ha adoptado una posicin nueva frente a la crisis del movimientocomunista internacional.

    La paradoja consiste en que el congreso ha hablado de elloalusivamente ,sin proporcionar anlisis alguno de esta cuestin capital: y su silencio no deja detener un peso sobre la historia que trata de hacer.

    La paradoja consiste en que la crisis del movimiento internacional ha sidotratada por la banda, indirectamente: bajo la forma del abandono de la dictaduradel proletariado.

    Ah tenemos, de cualquier modo, un caso en que es preciso tomar distanciay no contentarnos con aceptar las decisiones y las frmulasal pie de la letra .Porque lo que se halla en entredicho es algo mucho ms importante de lo que lasexplicaciones propuestas hacen suponer.

    Se dice, efectivamente: Despus de Hitler, Mussolini, Franco, etc., lapalabra dictadura se ha hecho intolerable . Se dice: Elproletariado , ncleo centralde la clase obrera, es una [Pg. 22] nocindemasiado estrecha para la vasta uninpopular que perseguimos.

    Ahora bien, el que la clase obrera (o el proletariado) se halle en el coraznde una vasta alianza popular, indispensable, vital para su lucha de clase, est enlnea de continuidad con el pensamiento de Marx y de Lenin. El XXII Congreso nohace ms que recuperar una tesis clsica, al hablar del papel dirigente de laclase obrera en una vasta alianza popular. No hay, por tanto, problema serioacerca de este punto.

    Por el contrario, es difcil tomarse en serio el argumento acerca de lapalabra dictadura , puesto que este argumento es incompleto. Le falta algo muyimportante, dentro de la propia perspectiva del XXII Congreso. La enumeracin delos ejemplos proporcionados para mostrar que la palabra dictadura es intolerablecomprende a Hitler, Mussolini, Franco, Pinochet, etc. Pero se olvida de mencionara Stalin: no slo al individuo Stalin como tal, sino a la estructura y la confusin delpartido y del Estado soviticos, la lnea, la teora y las prcticas impuestas por

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    Stalin durante cuarenta aos, no slo en la URSS, sino en los partidos comunistasdel mundo entero.

    No pretendo afirmar que las cosas sean sencillas, y no se trata en ningnmomento de reducir la realidad social de la URSS a las prc-[Pg. 23] ticas

    estalinianas. Pero el fascismo es el fascismo: y los trabajadores han podido saberrpidamente qu es lo que de l podan aguardar. Por el contrario, esperaban delsocialismo sovitico, cargado de todas las esperanzas de emancipacin y deliberacin, algo muy distinto del rgimen de terror y de exterminio de masas queha reinado bajo Stalin a partir de los aos treinta, y de las prcticas que persistenen la URSS sesenta aos despus de la revolucin y veintids despus de lamuerte de Stalin. S, han existido el Ejrcito rojo, los guerrilleros y Stalingrado,realidades inolvidables. Pero tambin han existido los procesos, las confesiones,las matanzas, los campos de concentracin. Y muchas de estas cosas persistenan.

    Los comentaristas del abandono de la dictadura del proletariado decan:dictadura = Hitler + Mussolini, etc.. En realidad decantambin otra cosa sindecirla: dictadura = estalinismo. En realidad decan: No queremos nunca ms ese tipo de socialismo .

    Es as por lo menos como las palabras se abren camino en las cabezas,puesto que no son las palabras las que deciden acerca de su sentido, sino susecos.

    Es por ello por lo que no hay la menor duda acerca de que, bajo la formadel abandono, o ms bien delsacrificio simblico de la dictadura del proletariado,el XXII Congreso mat[Pg. 24] dos pjaros de un tiro: al mismo tiempo queadoptaba la nueva estrategia del socialismo democrtico (un socialismodistinto ),adoptaba de hecho, una nueva posicin referente a un aspecto decisivo de lacrisis del movimiento comunista internacional (las relaciones con la URSS). Laventaja de esta nueva posicin viene dada por el hecho de que el XXII Congresoha dado razones para pensar que en adelante es posible, al menos parcialmente,salir de esta crisis y de su callejn sin salida. Pese a sus lmites actuales, estainiciativa puede ser fecunda.

    En esta perspectiva, el abandono de la dictadura del proletariado ha jugado su papel de acto simblico, al permitir presentar de forma espectacular laruptura con un determinado pasado, hundido en la vaguedad por las palabras, almismo tiempo que abra la va a un socialismodiferente (del que reina en laURSS).

    Todo ello se ha desarrollado evidentemente a espaldas del concepto, esdecir, del sentido terico de la dictadura del proletariado. Puesto que elabandono de un concepto terico (que ser acaso preciso recordarlo?- no espensable por s solo, sino que forma cuerpo con un conjunto de conceptos) nopuede ser objeto de una decisin poltica. Todo materialista sabe, ya desde

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    Galileo, que la suerte de un concepto cientfico, que refleja objetivamente unproblema real de mltiples implica-[Pg. 25] ciones, no puede ser objeto de unadecisin poltica. Se puede abandonar la dictadura del proletariado, pero tarde otemprano se la reencontrar a partir del momento en que se hable del Estado y delsocialismo.

    [Pg. 26 en blanco]

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    [Pg. 27]CUARTA INICIATIVA

    Tampoco en este plano se han dicho las cosas con claridad en el XXII Congreso,pero son importantes, y es preciso descifrarlas.

    Se trata de la consigna de unin del pueblo de Francia , que G. Marchaishaba propuesto ante el XXI Congreso y que el XXII Congreso recupera con todasu fuerza.

    Esta consigna no es una simple reivindicacin de la consigna de unin de laizquierda. Es ms amplia que sta y de una naturaleza distinta: y ello porque noslo designa la unin o la unidad de accin de las organizaciones polticas deizquierda, partidos y sindicatos.

    Cmo se debe comprender la consigna de unin del pueblo de Francia?

    En el mejor de los casos, se puede concebir que la unin del pueblo deFrancia se convierta en algo ms que un simple medio de reequilibrio electoral,apuntando, ms all de las organizaciones de izquierda, hacia las propias masaspopulares.

    Por qu es preciso dirigirse as a las masas populares? Para decirles, auncuando sea an a medias, que les ser necesarioorganizarse [Pg. 28] de maneraautnoma, con formas originales, en las empresas, los barrios, los pueblos, entorno a las cuestiones referentes a las condiciones de trabajo y de vida, en torno alas cuestiones de la vivienda, de la enseanza, de la sanidad, de los transportes,del medio ambiente, etc., para definir y defender sus reivindicaciones, en primerlugar para preparar el advenimiento del Estado revolucionario, y a continuacinpara sostenerlo, estimularlo y al mismo tiempo forzarlo a extinguirse. Semejantesorganizaciones de masas, que nadie puede definir por adelantado y en lugar delas masas, existen y buscan sus formas especficas, ya en la actualidad, en Italia,en Espaa y en Portugal, donde juegan un papel importante, pese a todas lasdificultades.

    Si las masas se apropian de la consigna de unin del pueblo de Francia, yla interpretan en este sentido de masa, se reinsertarn en toda una tradicin vivade luchas populares de nuestro pas y podrn contribuir a dar un contenido nuevo

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    a las formas polticas mediante las cuales se ejercer el poder del pueblotrabajador bajo el socialismo.

    Hay algo que puede madurar en la unin del pueblo de Francia, algo quefue destruido por las prcticas estalinianas y que est en la mdula de la tradicin

    marxista y leninista: algo que concierne a la relacin entre el partido y[Pg. 29] lasmasas: otorgar la palabra a las masas , que son quienes hacen la historia, ponerseno slo al servicio de las masas (consigna que puede tambin ser reaccionaria),sino a su escucha , estudiar y comprender sus aspiraciones y contradicciones, susaspiraciones en sus contradicciones, saber permanecer atento a la imaginacin ya la inventiva de las masas.

    Las actuales condiciones de amplio reclutamiento del partido pueden serfavorables a estas prcticas democrticas de masa y a otras audaces prcticas (laapertura de las reuniones de clula y de seccin y de la prensa del partido atrabajadores que no sean miembros del partido), al igual que, en trminosgenerales, a todo aquello que pueda servir para los debates y las accionescomunes de comunistas y no comunistas.

    Pero como nunca sucede nada sin contradicciones ni problemas, hay quesealar aqu un riesgo: el riesgo de que la consigna de unin del pueblo deFrancia se quede en algo, si no puramente verbal, al menos tctico, sin dar lugar alas amplias prcticas innovadoras que en s encierra; el riesgo de reducirla a unaforma de voluntarismo encaminada a extender la influencia del partido ms all dela unin de la izquierda. No es que una ganancia electoral carezca designificacin, no es que una ganancia de influencia carezca de significacin. Perolas ganancias del partido estn muy lejos de[Pg. 30] agotar la riqueza que en sencierra la consigna de la unin del pueblo de Francia.

    Es, pues, preciso librar una batalla poltica y ganarla para dar a la consignade unin del pueblo de Francia su sentido ms fuerte, aquel que pone en juego elporvenir de la lucha de la clase obrera y popular:su sentido de masa .

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    [Pg. 31]QUINTA INICIATIVA

    El XXII Congreso nos ha enseado en varias ocasiones a ser muy prudentes conlas palabras. Aqu tenemos el ms sorprendente de los casos.

    Considero, en efecto, que hay que reconocerle al XXII Congreso un mritoparadjico. Paradjico: porque no slo el congreso guarda silencio acerca de estemrito, sino que, por as decirlo, ha retrocedido ante l. Al decidir abandonar ladictadura del proletariado, que desde hace mucho tiempo se haba convertido enuna simple frmula de reconocimiento, carente de significado terico, al margende la transformacin [travestissement ] que Stalin haba introducido en ella (y, dehecho, no ha sido publicado por el partido, con anterioridad al congreso, ningnestudio serio sobre la cuestin), el XXII Congreso, por primera vez desde elcongreso de Tours,ha sacado pblicamente a la luz cuestiones tericas y polticasde principio, ligadas a la dictadura del proletariado.

    Poco importa a fin de cuentas cmo sucedieron las cosas en detalle.Tenemos cosas ms importantes que hacer que dedicarnos a some-[Pg. 32] ter elinhabitual procedimiento del XXII Congreso a un examen jurdico. Tambin aqulas cosas tienen ms importancia que las palabras. Tenemos que reflexionar sobreel siguiente hecho: lo haya querido o no, el XXII Congreso ha obligado areflexionar sobre una cuestin oscura u oscurecida para la mayor parte de losmilitantes. El XXII Congreso provoca ya, y va a provocar cada vez ms, lareflexin sobre el concepto de dictadura del proletariado, a partir de las cuestionesconcretas de las que l mismo habla: por ejemplo, la cuestin de la dictadura de laburguesa, la cuestin del Estado, la cuestin del socialismo, la cuestin de ladestruccin del Estado burgus y de la extincin del Estado popular.

    No habr, en efecto, quien quite a los trabajadores de la cabeza la idea deque las duras condiciones de trabajo y de vida descritas por el documento del XXIICongreso son, de hecho, las que les impone ladictadura de clase o dominacin de clase de la burguesa. Bien saben que la dictadura de clase de la burguesa nose reduce a sus simples frmulas polticas, por lo dems democrticas yparlamentarias en Francia, sino que se extiende desde las peores formas de laexplotacin econmica hasta las ms groseras de la presin y del chantajeideolgico, a veces apoyadas en el puro y simple gangsterismo. Los trabajadores

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    tienen a diario la experiencia concreta de la interven-[Pg. 33] cin del Estadoburgus en la explotacin econmica y en la dominacin ideolgica.

    No habr tampoco quien saque de la cabeza de los trabajadores la idea deque el proletariado existe, se le llame ncleo central de la clase obrera, se le

    llame incluso clase obrera o como se quiera. Saben que tras esta palabra hay algoque existe y que resiste. G. Marchais se hizo comprender cuando, hablando hacepoco a los peones, los llam proletariado de los tiempos modernos.

    Ahora bien, hay que tenerlo bien claro, es esta experiencia de la dictadura de clase , o, si se prefiere, la antigua consigna delManifiesto comunista que hacereferencia a la dominacin de clase de la burguesa, experiencia que la claseobrera y las masas populares constatan cada da, la que detenta el secreto de lafamosa frmula: dictadura del proletariado , o dominacin de clase delproletariado y sus aliados. Digo: y sus aliados, porque jams, en la tradicinmarxista, se ha hablado de la dominacin de clase del proletariado solo.

    Ahora bien, laforma poltica de esta dictadura o dominacin de clase delproletariado es la democracia social (Marx), la democracia de masas, lademocracia hasta sus ltimas consecuencias (Lenin). Pero, en tanto quedominacin de clase, esta dominacin de clase no se reduce tan slo a sus formaspolticas: es al mismo tiempo dominacin de clase en la produccin y en laideologa.[Pg. 34]

    Es esta nueva dominacin de clase (llamada dictadura del proletariado porMarx y Lenin) lo que se va a oponer a la dominacin de la clase burguesa(llamada dictadura de la burguesa por Marx y Lenin): dicha dictadura delproletariado transformar poco a poco las formas de explotacin, las formaspolticas e ideolgicas burguesas destruyendo o revolucionando la mquina deEstado de la burguesa, que no es otra cosa que el Estado de la dominacin(dictadura) de la clase burguesa.

    Si captamos adecuadamente este punto podremos salir del absurdo dilemaentre teora pura o puro relativismo histrico. Comprenderemos que la expresinpuede conservar intacto su valor terico, al mismo tiempo que sirve parapensar elementos relativamente contingentes, es decir, sometidos a las circunstancias,o sea a las relaciones de fuerza existentes.

    Porque una revolucin no se hace cuando se quiere. Incluso cuando, traslos sangrientos fracasos del 48 y de la Comuna, se llega a la conclusin de quebajo el imperialismo la revolucin est al orden del da, en general, es precisoadems que se presente una situacin revolucionaria, para que las masaspopulares puedan apoderarse del Estado burgus. No se escoge, pues, la hora dela revolucin, y si no se escoge su hora, tampoco se escogen susformas de accin .

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    Slo cuando la correlacin de fuerzas en la[Pg. 35] lucha de clases basculaen favor de las masas populares se abre una situacin revolucionaria: pero estambin la correlacin de fuerzas la que decide acerca de las formas de accinrevolucionaria posibles y necesarias. Cuando la burguesa se halla polticamenteen condiciones de emplear la violencia, cuando la emplea, entonces las masas no

    pueden responder ms que mediante la violencia revolucionaria. Pero si, altrmino de una larga lucha de clases y de duros sacrificios, la correlacin defuerzas resulta, en uno u otro lugar, al mismo tiempoaltamente favorable alproletariado y a los trabajadores unidos, yaltamente desfavorable al imperialismomundial y a la burguesa nacional, entonces el paso pacfico e incluso democrticose hace posible y se impone.

    Ni Marx ni Lenin fijaron jams formas de accinobligadas absolutas para latoma del poder de Estado. No han excluido jams, por consiguiente, siendo en elloconsecuentes con su pensamiento, la posibilidad de un paso pacfico alsocialismo. Pero, a menos de abdicar ante una situacin revolucionaria, hanreconocido que en general, en su tiempo, el proceso de la lucha de clases y lacorrelacin de fuerzas eran de tal naturaleza que la burguesa utilizara laviolencia, y que a la clase obrera no le quedaba alternativa: tambin ella debarecurrir a la violencia para tomar el poder.

    Ahora bien, uno puede razonablemente pensar que hoy, en funcin de lapotencia de la [Pg. 36] lucha de las clases populares, de su influencia sobreamplsimas capas sociales, en funcin de la crisis del imperialismo, cuyaintervencin directa se encuentra paralizada aqu y all, se puede pensar que, enfuncin de la correlacin de fuerzas a escala mundial, una correlacin de fuerzaslocal en tal o cual pas puede desembocar en posibilidades polticas sinprecedente histrico. Es entonces cuando las formas de accin poltica puedencambiar: pasar a ser pacficas e incluso democrticas.

    No es distinto lo referente a la ms amplia alianza en torno a la claseobrera, que es, desde el Manifiesto comunista hasta Lenin y Mao, un constanteleitmotiv en toda la tradicin marxista, as como un objetivo fundamental y vital. Siel proletariado debiera estar solo en la lucha, deca Marx, se tratara de un solofnebre, de su suicidio.

    Ahora bien, para que no se trate de una alianza circunstancial, para existir,esta alianza ha de forjarse desde muy atrs , llegar a ser duradera, slida y tanamplia y profunda como sea posible. Ha de superar los lmites de los partidospolticos y convertirse en patrimonio de todas las masas populares.

    Pero tampoco llegados ah podemos considerarnos dueos de todos loselementos de la situacin. Si la lucha de clases desemboca en una situacinrevolucionaria mientras que la alianza de clase, incluso siendo amplia, es anfrgil, o si la contrarrevolucin es suficiente-[Pg. 37] mente fuerte para triunfar,entonces, aun cuando la clase obrera est en el poder, puede verse relativamenteaislada y constreida a recurrir a medidas violentas no slo contra la burguesa

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    contrarrevolucionaria, sino tambin contra otras capas por ella arrastradas. De ahque las formas de accin puedan tambin depender de la naturaleza de la alianza.

    Decir que estas dos condiciones, correlacin de fuerzas que permita el pasopacfico y democrtico al socialismo, alianza lo ms amplia y profunda posible en

    torno a la clase obrera, son elementos relativamente contingentes de la dictaduradel proletariado significa que, por todo tipo de razones, estas condiciones puedeno no verse reunidas, entera o parcialmente, en el momento en que estalle unasituacin revolucionaria.

    Es bien sabido que no estaban verdaderamente reunidas bajo la revolucindel 17, en Rusia, cuando la situacin revolucionaria impuso la toma del poder deEstado. Es bien sabido que estaban mucho ms plenamente dadas en el 49 enChina. La revolucin tuvo lugar en Rusia, pues, en formas no pacficas y con unaalianza obrero-campesina que result ser frgil, y en China en formas no pacficas,sobre la base de una alianza popular mucho ms fuerte.

    No voy a hablar de lo que sucedi a continuacin. Tan slo quiero ayudar acomprender qu relaciones existen entre un principio[Pg. 38] terico y la historia,cmo pueden los principios tericos verse representados en la historia, en la luchade clases, cuando sus condiciones cambian (la historia no deja de cambiar), sinpor ello quedarse a rastras de la historia, abandonados o anulados por ella.

    Quiero hacer comprender, acerca de dos puntos muy sensibles a partir deMarx: 1, que la correlacin de fuerzas puede permitir otras formas de accin,puesto que en definitiva es ella quien las impone, y 2, que es vital reforzar la msamplia alianza popular en torno a la clase obrera, pues no slo la toma del poderde Estado, sino incluso la forma y el destino del socialismo venidero dependen deello, y, por tanto, que para los revolucionarios las formas de accin dependenigualmente de la potencia de la alianza.

    En torno a estas dos cuestiones, el paso pacfico y democrtico y la msamplia alianza en torno a la clase obrera (que ejerce en ella el papel dirigente), elXXII Congreso bajo la forma paradjica del abandono de la dictadura delproletariadoha disipado algunos errores , que muchos camaradas podan tenerentre ceja y ceja, acerca de la toma del poder de Estado y del socialismo, erroresinspirados por la historia de la URSS, por la teora y las prcticas estalinianas.Pero , a menos que tomemos las posiciones y las frmulas estalinianas porla verdad de la larga tradicin que va de Marx a Lenin, el XXII Congreso no ha[Pg.39] aportado nada verdaderamente nuevo acerca de estas dos cuestiones.Simplemente ha recuperado por cuenta propia, en una coyuntura nueva, y confuerza, tesis que Marx y Lenin no cesaron nunca de defender (el paso pacfico es,de derecho, posible; la ms amplia de las alianzas es vital).Ahora bien, estas tesis han formado siempre un solo cuerpo con la dictadura del proletariado .

    Y ello porque la dictadura del proletariado no es un concepto aislado quesea posible abandonar a su destino solitario (idea absurda, puesto que en una

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    Todo lo que sabemos del socialismo por experiencia histrica (y estaramosmuy equivocados si juzgsemos sumariamente a los pases socialistas en funcinde simples faltas de democracia, evidentemente condenables, como se sueledecir para no indagar ms) prueba tambin que este perodo histrico,lejos de ser una sociedad en la que los problemas se resuelven por s solos (bajo el reino de

    las necesidades), es con toda probabilidad uno de los perodos ms difciles dela historia mundial por sus contradicciones, que es preciso, a cada paso, prever ysuperar, como si, [Pg. 42] para dar a luz finalmente al comunismo, la humanidadtuviese, aun despus de conquistas sociales inapreciables, que pagar muy caro,en luchas, en inteligencia y en iniciativas, el derecho de lograrlo.

    Esta concepcin totalmente original del socialismo que encontramos enMarx y en Lenin conlleva una consecuencia capital. Contrariamente a los modosde produccin, que son definidos por sus propias relaciones de produccin, elsocialismo no puede serdefinido por s mismo , por sus propias relaciones deproduccin, puesto que no posee en sentido estricto nada de ello, sinopor la contradiccin entre el capitalismo del que acaba de salir y el comunismo, cuyaprimera fase constituye: en funcin, por tanto, de su posicin respecto delcapitalismo, del que poco a poco sale, y del comunismo, que es su porvenir.

    Muy en concreto, esto nos recuerda la consigna de Marx: el comunismo noes un ideal, sino el movimiento real que se desarrolla bajo nuestros ojos. Muy enconcreto, esto quiere decir que la estrategia del movimiento obrero ha de tomar encuenta esta dialctica: no puede ser la simple estrategia del socialismo ,necesariamente ha de ser la estrategia del comunismo, de lo contrario todo elproceso corre el riesgo, en uno u otro momento (y esto hay que preverlo), defosilizarse y empantanarse.

    Slo a partir de la estrategia del comunismo puede ser concebido elsocialismo en tanto que[Pg. 43] fase transitoria y contradictoria, y pueden, a partirde este momento, ser puestas en funcionamiento una estrategia y unas formas delucha que no forjen ilusiones acerca del socialismo (del tipo ltima estacin:abajo todo el mundo!: la frase es de Lenin), sino que tratan al socialismo tal ycomo es, sin empantanarse en la primera transicin con la que uno se encuentre.

    Ahora bien, acerca de esta cuestin de gran perspectiva, el XXII Congresoresponde, hay que confesarlo, por medio de una definicin decepcionante,sostenida por un desbordante optimismo. Lejos de hacer hincapien la contradiccin decisiva que caracteriza esta fase de transicin que es elsocialismo, el XXII Congreso presenta al socialismo, que aportar inmensasventajas a los trabajadores, como lasolucin general, no contradictoria y cuasieufrica de todos los problemas. Manifiestamente, en lugar de pensar en laestrategia del comunismo, que es la nica que permitepensar esta contradiccin ,preverla y descifrar sus formas, para dominar su movimiento, el XXII Congreso (yello no disminuye el alcance de la primera iniciativa) piensa en unaseudoestrategia, la estrategia de un socialismo que corre el riesgo deescamotear la contradiccin , y consiguientemente tratarla en forma inadecuada, no slo en el

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    su prctica y en su ideologa los aparatos de Estado existentes, suprimir algunosde ellos, crear otros, algo que consiste entransformar las formas de la divisin del trabajo entre los aparatos represivos, polticos e ideolgicos,revolucionar sus mtodos de trabajo y la ideologa burguesa que domina sus prcticas, asegurarlesnuevas relaciones con las masas a partir de las iniciativas de las masas, sobre las

    bases de una nueva ideologaproletaria , con el fin de preparar la extincin delEstado, es decir, su relevo por las organizaciones de masas.

    Esta exigencia deriva de la teora marxista del Estado. Para Marx, losaparatos de Estado no son instrumentos neutros, sino, en sentido estricto, losaparatos represivos e ideolgicosorgnicos de una clase: la clase dominante.Para asegurar la dominacin de la clase obrera y de sus aliados, y preparar a mslargo trmino la extincin del Estado,es inevitable atacar a los aparatos de Estado existentes . Esto es la destruccin del Estado. A falta de lo cual, la nuevaclase dominante podra permanecer vencida en su victoria o constreida afosilizarse y empantanarse en sus conquistas,[Pg. 47] renunciando a todaperspectiva seria de pasar al comunismo.

    Si queremos ejemplos en los que el Estado no ha sido destruido, y no esten va de extincin, basta con echar una ojeada hacia los pases socialistas yconstatar las consecuencias que de ello derivan. Los dirigentes soviticosdeclaran: En nuestro caso la extincin del Estado pasa a travs de sureforzamiento....

    El hecho de que el problema del Estado sea, como lo deca Lenin, difcil,muy difcil, el hecho de que merezca investigaciones histricas y concretas, ascomo reflexiones tericas profundas, es una realidad de hecho. Pero se trata deun problema real e inevitable que nos es sealado, de este modo, mediante unelemento necesario de la dictadura del proletariado. Insisto: se trata no slo delproblema del Estado burgus, sino tambin del problema del Estadorevolucionario, igualmente opresivo. E incontestablemente se puede considerarcomo uno de los mayores intereses del XXII Congreso el habernos obligado areflexionar acerca de ello.

    Pero tambin es un hecho el que, a causa de haber abandonado porrazones polticas evidentes, pero sin razones tericas serias, el concepto dedictadura del proletariado, es decir, la idea sencilla y evidente de que elproletariado y sus aliados debenabatir , esto es, revolucionar , la mquina delEstado burgus, para erigirse en clase dominante (Manifiesto ), de [Pg. 48] quedeben atacar la sustancia del Estado burgus que heredan, el XXII Congreso seha privado al mismo tiempo de la posibilidad de pensar la destruccin y laextincin del Estado, como no sea bajo la forma vaga y edulcorada de lademocratizacin del Estado,como si la simple forma jurdica de la democracia en general pudiera bastar no slo para tratar y resolver, sino simplemente para plantear de manera justa los temibles problemas del Estado y de sus aparatos,que son problemas de clase y no problemas de derecho .

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    [Pg. 49]SEXTA INICIATIVA

    Puede decirse que est contenida en potencia en el XXII Congreso, o en lasconsecuencias previsibles del XXII Congreso? De todos modos, tratamos aqu deuna experiencia histrica que interesa a todos los comunistas y a todo elmovimiento obrero, y que supera ya nuestras fronteras.

    He hablado de la necesidad para los comunistas de tomarse en serio lasiguiente contradiccin: el XXII Congreso habla de la libertad de cara al exterior,pero permanece silencioso en lo que concierne al interior.

    Es preciso, pues, abordar la cuestin delcentralismo democrtico , que rigeel funcionamiento del partido y la libertad de los militantes en el partido.

    G. Marchais ha insistido sobre la voluntad de cambioen el partido . Esevidente que la nueva lnea del XXII Congreso tendr necesariamenterepercusiones sobre la vida interior del partido, sobre las formas de expresin y lalibertad de los comunistas y, por tanto, sobre la concepcin y las prcticasactuales del centralismo democrtico. Quede claro que,[Pg. 50] para salir de unpasado demasiado bien conocido y para entrar en nuevas luchas, es precisomodificar algunas de estas prcticas .

    No me corresponde anticiparme sobre las decisiones del partido, de susmilitantes y de sus dirigentes. Quisiera tan slo tratar de enunciar algunasobservaciones sobre una cuestin que nada tiene de simple.

    A qu responde el centralismo democrtico? A la necesidad poltica vitalde asegurarse la mejor unidad (puesto que no somos partidarios de la unidad porla unidad) de pensamiento y de accin posible por parte del partido, con el fin dedar una rplica victoriosa a la lucha de la clase burguesa.

    La burguesa cuenta con la fuerza de todo su sistema de explotacin, con elEstado y sus aparatos, para llevar a buen fin su lucha de clase. La clase obrera nodispone ms que de su voluntad revolucionaria y de su libre organizacin delucha, sellada con la unidad de pensamiento y de accin. El centralismodemocrtico tiene como objetivo esta unidad ideolgica y prctica. Su mecanismoes sencillo: las decisiones son, segn los estatutos, libremente discutidas y

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    adoptadas democrticamente a cada nivel de la organizacin del partido (clula, acontinuacin seccin, luego federacin y congreso). Una vez decididas y votadaspor el congreso del partido, pasan a ser obligatorias para todos los militantes en laaccin. [Pg. 51] A condicin de que acepte esta disciplina, cada militante puedeconservar su opinin.

    En principio, las cosas estn, pues, claras: yo dira, incluso, que lmpidas.Pero en los hechos resultan ser mucho ms complicadas.

    En primer lugar, porque este principio (el centralismo democrtico)no puede ser separado de otro principio , que concierne no a launidad , sino a laexistencia misma del partido. Del mismo modo que la unidad no es un fin en smisma, el partido no es un fin en s mismo. Si su existencia es vital, lo espara la lucha de la clase obrera : para servirle de organizacin de vanguardia. No tiene,pues, ms sentido que el que le viene dado en funcin de la lucha de la claseobrera o, en sentido ms amplio, de la lucha de la clase obrera y popular. De ahla clebre frase de Lenin: ha de estarun paso por delante , y slo un paso.

    Ahora bien, para estar un paso por delante de las masas, y nada ms queun paso, es preciso que el partido est profundamente ligado a las masas, atentoa sus aspiraciones, sus contradicciones, a todo lo que suceda de nuevo y deimportante en la clase obrera y en las capas sociales que se unen a su lucha. Espreciso que se halle en condiciones de or y de aprender. En condiciones decomprender a los que hablan y en condiciones, sobre todo, de comprender a losque guardan silencio. Slo con esta condicin puede el partido tomar iniciativas y jugar su papel de vanguardia: sin retrasarse,[Pg. 52] ni estar a la que salta, niflotar por encima de las luchas.

    Si no se cumple esta exigencia fundamental, en concreto, y en todos losinstantes, la cuestin del centralismo democrtico puede convertirse en unacuestin formal. Y algunas de las disposiciones y de las prcticas que aseguran,bajo determinadas formas interiormente satisfactorias, la unidadinterna delpartido pueden trabar su funcin de vanguardia en la lucha de clases obrera ypopular. Porque la unidad interna del partido no tiene ms que una razn de ser:servir a la lucha de clases obrera y popular, que, en lo esencial, transcurre fueradel partido propiamente dicho, entre las amplias masas.

    Es a partir de ah cuando las cosas pasan a ser complicadas y han de sertratadas polticamente: no slo en funcin de la literalidad de los estatutos, no tanslo en funcin del principio de unidad interna, sino en funcin delpapel de vanguardia del partido, es decir, de su poltica en su estrecha relacin con lasmasas.

    Por ejemplo, la cuestin de la eleccin de los delegados al congreso. Esbien sencillo hacer notar que han sido elegidos mediante un escrutinio mayoritariocon tres vueltas! (clulas-seccin, secciones-federacin, federacin-congreso),que no se puede decir que sea en s muy democrtico que digamos, y que

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    conduce, de hecho, a eliminar todadiferencia [Pg. 53] en las sesiones plenariasdel congreso, lo que da lugar a decisiones unnimes (lo que no es, en s,forzosamente algo malo),pero sin discusin .

    En la intervencin televisada en que se mencion el abandono de la

    dictadura del proletariado, G. Marchais haba expresado con fuerza el deseo deque el XXII Congreso fuera vivo y que se desarrollara en l una verdaderadiscusin. G. Marchais hablaba naturalmente de las sesiones terminales delcongreso, puesto que todo el mundo sabe lo vivas que son las discusiones en lasclulas, las secciones y un gran nmero de federaciones. Ahora bien, con laestructura del partido, su aparato que controla el proceso de la vida interior, loshbitos contrados por este aparato y tambin por los militantes, as como con estemodo de escrutinio por eliminaciones sucesivas, el deseo del propio secretariogeneral del partido no poda ms que quedarse en un simple deseo. No ha habidouna verdadera discusin en el XXII Congreso: se han registrado enmiendas dedetalle, y los oradores no han hecho otra cosa que parafrasear el documento.

    La cuestin del modo de eleccin de los delegados (algo que puede serfcilmente mejorable) no es decisiva. Pero su existencia puede ser el indicio de laexistencia de un ciertosistema de filtro que funciona naturalmente. Es de temerque no slo funcione con ocasin de las elecciones de delegados o de responsa-[Pg. 54] bles: como es de suponer que no funcione slode abajo arriba (cosa querpidamente se le ocurre a uno), sino tambin, llegado el momento,de arriba abajo . Cmo, si no, explicar, al margen de este doble filtro, el hecho de que elpblico deseo de G. Marchais no haya tenido consecuencia alguna?

    Personalmente, no me detendr en consideraciones formales (importantes,pero secundarias). Porque la cuestin del centralismo democrtico no puedereducirse a una cuestin jurdica: es,ante todo , una cuestin poltica y terica , estambin una cuestinhistrica .

    Sabemos que la historia de las organizaciones de lucha de clases delmovimiento obrero, e incluso del movimiento comunista, ha sido muy agitada: seha visto marcada no slo por conflictos entre organizaciones, sino por escisiones,y, en el interior de las organizaciones, por la creacin de fracciones y por luchasde tendencias, con frecuencia muy violentas. Y, en cada ocasin, la cuestin delas formas de organizacin se ha visto ms o menos implicada en las luchas, aveces directamente.

    Fue Lenin quien introdujo el centralismo democrtico como forma deorganizacin por excelencia del partido revolucionario. Gramsci, que lo opona alcentralismo burocrtico, deca que el centralismo democrtico es una ideaplstica: sealando as que no es inmutable, sino que puede cambiar de formas.Es preciso saber que Lenin estaba contra las fracciones y[Pg. 55] que tuvo quebatirse l mismo en el interior de un partido en que existan tendenciasorganizadas. Se dir entonces:fracciones no , tendencias s ?

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