ARGUMENTO DEL MARTÍN FIERRO

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  • ARGUMENTO DEL MARTN FIERRO

    El relato de la ida (2325 versos). El relato de la vuelta (4893 versos). La aparicin de la segunda parte suscitada por el xito de la primera. Recuerdo de Cervantes. Los XXXIII

    cantos de la segunda parte. Recuerdo de Dante. Martn Fierro hombre de bien. La persecucin. La partida, la miseria, la injusticia social. Vida de frontera. Combate con

    los indios. El amigo Cruz. Muerte de Cruz. Combate singular de Fierro con un indio en defensa de una mujer. Retorno de Fierro al campo de los cristianos. Descripcin de la

    vida en los toldos. Folklore pampeano. Consejos morales de Fierro a sus hijos, El carcter del hroe.

    I

    Jos Hernndez public su poema en 1872, y el extraordinario xito logrado por su obra,

    determinlo a continuarla en una segunda parte. Tal confesbalo el autor en su prlogo de 1878:

    "Entrego a la benevolencia pblica nos dice con el ttulo de La vuelta de Martn Fierro, la segunda parte de una obra que ha tenido una acogida tan generosa que en seis aos se han repe-

    tido once ediciones, con un total de cuarenta y ocho mil ejemplares." As qued integrado el

    poema, sumndose a los 2325 versos de La ida (como dio en llamar el vulgo a la primera parte)

    los 4893 de La vuelta. En la actualidad, el pblico designa a ambas partes reunidas con el

    abreviado' ttulo de Martn Fierro, simplemente, o sea con el nombre del protagonista.

    Hay en eje episodio editorial una semejanza que salvadas todas las diferencias recuerda lejanamente la formacin del Quijote. Escrita la primera parte por inspiracin genial, fu la

    segunda escrita por clculo literario, despus del xito, que Cervantes pudo apreciar en la venta

    del libro y hasta en la falsificacin de Avellaneda. El Quijote sintetiza, supera y mata la novela de

    caballera, inmortalizando un caballero, el suyo, al enfrentarlo

    Fig. 28. Payada de Martn Fierro con "el Moreno" (de la edicin prncipe)

    con la realidad de su tiempo. El Martn Fierro sintetiza, supera y mata el romance de gaucheras,

    inmortalizando un gaucho, el suyo, al enfrentarlo asimismo con la realidad de su tiempo. Aqul

    es un arquetipo de la llanura castellana; ste un arquetipo de la llanura argentina. Pero en uno y

    otro libro, cada personaje, vigoroso de carcter y accin en su primera parte, languidece en la

    segunda y hasta claudica: Don Quijote, de su locura paladinesca en favor de la justicia; Martn

    Fierro, de su protesta salvaje en favor de la libertad, degenerando estas dos individualidades for-

    midables, hasta convertirse, vencidos por la realidad y el dolor, en moralistas de orden, o mejor

    dicho: de la convivencia social. Es que ambos autores trabajaron sus "segundas partes" con

    reflexin literaria, as en la psicologa de los caracteres como en el primor de la factura. Por eso

    en ambas "segundas partes" hay menos accin y fuerza que en las primeras, a la vez que ms

    personajes y discurso, borrndose un tanto, al final, la silueta enrgica de su respectivo paladn.

    Espero que el lector inteligente no ver en este acercamiento de ambos libros, otra analoga

    que la de esa mera coincidencia bibliogrfica; o sea el proceso de su formacin, y el valor sinttico

    de cada protagonista en el respectivo ciclo social y literario a que uno y otro pertenecen. Todo otro

  • parangn del Martn Fierro con el libro y el hroe mximos de nuestra lengua, sera, desde luego,

    absurdo o paradgico; resultando, por todo lo dems, tan diversos ambos poemas entre s, como lo

    son la cultura esttica del Renacimiento y el ideal religioso de la caballera medieval, respecto de

    nuestra semibarbarie pampeana segn la vida instintiva de sus gauchos y el arte elemental de

    sus payadores.

    Hago esta aclaracin, porque las gentes suelen tener el criterio simplista, y extender a un todo

    esencial, la analoga que slo quiso mostrarse en algn atributo de las cosas. Tal me ocurri con

    ciertos glosadores temerarios, un da que me atrev a sealar otra semejanza, tambin

    meramente atributiva entre este romance de nuestros gauchos y los cantares de Rolando o del

    Cid. Se vio una igualdad, donde slo buscaba establecer una proporcin: el Martn Fierro es a los

    orgenes de la nacionalidad argentina, lo que el Cantar del Cid es a los orgenes de la civilizacin

    espaola. Tal fu mi proposicin. Por consiguiente, ha de ser verdad tambin la proporcin

    complementaria: el Martn Fierro es tan diverso del Cantar del Cid, como lo son el ambiente y los

    tipos de cultura que cada uno describe. Demostrar que nuestro poema ocupa esa posicin "pica"

    dentro de la nacionalidad argentina, es plantear en trminos definitivos el problema de su

    clasificacin literaria. Mas para conseguirlo mejor, bueno ser que tornemos a discurrir sobre sus

    orgenes bibliogrficos, o sea sus dos series editoriales, la primera, de 1872, y la segunda, de

    1878, que hoy constituyen la totalidad del poema.

    Todas las ediciones del Martn Fierro han conservado esa divisin de La ida y de La vuelta, y el

    nmero respectivo de sus cantos: XIII para la primera y XXXIII para la segunda; aun las ms

    incorrectas y arbitrarias, as como las que incluyen ambas partes en un solo volumen1. Esta

    divisin, aunque separa la obra en miembros desiguales e ilgicos, aparece autorizada por

    Hernndez en la edicin autntica del Museo Mitre, a la cual me refiero en otro captulo. Al

    terminar la segunda parte, Martn Fierro dice, finalizando la payada:

    Permtanme descansar,

    Pues he trabajado tanto;

    En este punto me planto

    Y a continuar me resisto Estos son treinta y tres cantos,

    Que es la mesma ed de Cristo2.

    No s si Hernndez conoci la Divina comedia, pero no es impertinente recordar que el Dante

    quiso circunscribir en 33 cantos cada una de las partes de su poema, de lo cual result un

    promedio de 33.000 versos para cada canto3. El pico italiano haba adoptado como principio

    generador el nmero de la Trinidad y sus mltiplos; as dividi en tres partes la obra, y en 33

    cantos cada parte, y en tercetos cada canto. Fuese devocin teolgica al misterio cristiano, o

    supersticin por el nmero mgico que simboliza el espritu creador en las matemticas ocultas, o

    simple sugestin de la coetnea arquitectura gtica, con sus tres naves y sus tringulos ojivales y

    sus torrecillas cnicas, es lo cierto que ese principio trinitario fu voluntariamente elegido por Dante, quien, llegado al final del Purgatorio, se detiene diciendo:

    Nom mi lascia pi ir lo fren dell 'arte4.

    Es lo mismo, segn se ve, que Hernndez haba dicho en su manera gauchesca: Estos son

    treinta y tres cantos que es la mesma ed de Cristo, "y en este punto me planto". A muchos ha de parecer irreverente el asociar el nombre de Dante en este comentario, pero yo

    me acojo a la sombra de Carduce maestro en este caso insospechable, cuando recordando la

    1 1) Por ejemplo la de 1910. Vida Argentina, Estados Unidos, 1750 (Buenos Aires), en un slo cuaderno de 86 pginas, a dos columnas, profusamente ilustrado (54 figuras) y que es una de las

    ms incorrectas. 2 2) Corresponde esa estrofa a los versos 4858-4863 de mi ejemplar numerado. 3 3) El infierno tiene 34 cantos, pero e primero es de introduccin, como que en algunas autorizadas ediciones se llama "Proemio general". (Vase ed. Scartazzini-Hoepli. Miln, 1899). 4 4) Purgatorio, XXXIII, verso 141.

  • varia fortuna del florentino, y su aficin por el habla popular de su tiempo, transcribe aquel

    epitafio que Giovanni del Virgilio compuso para la tumba del autor de la Commedia: Gloria musarum, vulgo gratissimus auctor ...5 Pero sin duda alguna, lo que Dante confiesa "freno del arte" por deliberada disciplina, se me

    antoja en el pico pampeano simple capricho o supersticin; pues, segn ya lo he sealado, la

    primera parte consta de slo trece cantos. A esa divisin, pues, que parece la autntica, bien que

    no la ms plausible, voy a ceirme para la exposicin del argumento.

    Quiero detenerme en esta tarea un tanto elemental, porque me ha ocurrido encontrarme con

    interlocutores que, aun habiendo ledo el Martn Fierro, no saban concretar el argumento de la obra en el esquema de su accin principal. Esa tarea, como de diseccin anatmica, ha sido

    pacientemente realizada con los poemas clsicos, y no por impasibles eruditos alemanes sino por

    espirituales maestros franceses 6. Se ha considerado, con acierto didctico, que tales resmenes

    facilitan al nefito la comprensin de la obra y al filsofo el planteamiento de los problemas

    estticos que con dichos poemas se relacionen.

    II

    Cronologa de los hechos, significado de los episodios, psicologa de los personajes, son temas

    que, a propsito del Martn Fierro, han sido trados y llevados en los ltimos tiempos por

    nuestros amenos conversadores sin que hayamos visto documentar siempre sus juicios con la

    verdad del poema.

    En La ida (1 parte), refiere el gaucho Martn Fierro su vida entre los cristianos de la pampa,

    hasta que, perseguido injustamente por las autoridades del rgimen establecido en comsaras,

    estancias y fortines, resuelve trasponer la frontera, bus cando entre los indios la rehabilitacin de

    su libertad en e desierto.

    En La vuelta (2 parte), narra su vida entre los indios, 3 describe sus costumbres de paz y de

    guerra, hasta que huy de entre ellos por defender una cautiva a quien rescata; y cuando vuelve

    al real de los cristianos, donde encuentra a sus hijos ya crecidos, a stos les adoctrina con la

    leccin de sus andanzas, compendiada en preceptos de justicia.

    Comienza Fierro su payada autobiogrfica, al comps de la vigela, como los antiguos aedas y

    trovadores. Invoca al empezar, como en las epopeyas de otros pueblos, la inspiracin a sus dioses:

    "Pido a los santos del cielo, que ayuden mi pensamiento; pido a mi Dios que me asista, en

    5 Carducci, Studi letterari (ed. Zanichelli, Bologna). 6 Por ejemplo las de Len Levrault y Max Egger sobre autores griegos y latinos, o las de Rene Doumic sobre autores franceses; resmenes destinados a los ciclos del liceo. (Librairie Classique

    Paul Delaplane. Pars).

  • una ocasin tan ruda!". Se jacta despus de su facilidad para el canto, de su hombra en los

    peligros, de su amor a la libertad: "Mi gloria es vivir tan libre, como el pjaro del cielo." Concluye

    el primer canto, protestando de que nunca pele sino por necesidad, y que slo las persecuciones

    hicieron de l un gaucho errante, infamndole como bandido.

    Evocada as, bruscamente, la vida fatal que se dispone a referirnos, recuerda en potico

    contraste, los das en que fu buen padre y esposo leal; destila en coplas sabias sus experiencias

    de dolor, "porque nada ensea tanto, como el sufrir y el llorar". Describe entonces los tiempos de

    la pampa feliz: ("Era una delicia ver, como pasaba sus das!") hasta que cirrase aquella edad de

    oro de los gauchos, pastores realistas de esa arcadia brbara, cuando a la paz del fogn y a la

    abundancia de las hierras, sigui la edad de las persecuciones militares, en levas, elecciones y

    fortines; el perodo contemporneo de la decadencia gaucha.

    La nostalgia de aquella edad mejor, realza por contrastre la dolorosa realidad del poema cuyos

    episodios comenzara a referir: "Tuve en mi pago en un tiempo, hijos, hacienda y mujer", dice el

    payador al comenzar en el canto tercero el relato de sus desventuras domsticas. Refiere cmo

    perdi esos bienes, cuando arbitrariamente el juez de paz lo remiti con un contingente a cierto

    cantn de la frontera. Pinta en seguida la vida srdida del fortn cristiano y las peridicas

    invasiones del maln indgena. El color picaresco del primer cuadro, con las inopias de la pro-

    veedura y los abusos del coronel, contrasta con el tono del segundo, pues entra ya de lleno en la

    materia pica, describiendo en ms de cien versos un ataque de los indios al fortn y un combate

    singular del propio Fierro con el hijo de un cacique, ambos a caballo y armados de lanza, facn y

    bolas. En ese lance, que es uno de los ms bellos episodios de la obra, Fierro sali vencedor, segn

    vamos a verlo:

    Una vez entre otras muchas,

    Tanto salir al botn

    Nos pegaron un maln

    Los indios y una lanciada,

    Que la gente acobardada

    Qued dende esa ocasin.

    Haban estao escondidos

    Aguaitando atrs de un cerro....

    Lo viera a su amigo Fierro

    Aflojar como a un blandito!!

    Salieron como maiz frito

    En cuanto son un cencerro.

    Al punto nos dispusimos

    Aunque ellos eran bastantes,

    La formamos al istante

    Nuestra gente que era poca

    Y golpindose en la boca

    Hicieron fila adelante.

    Se vinieron en tropel

    Haciendo temblar la tierra

    No soy manco pa la guerra

    Pero tuve mi jabn,

    Pues iba en un redomn

    Que Labia boliao en la sierra.

    Qu vocero! qu barullo!

    Qu apurar esa carrera!

    La indiada todita entera

    Dando alaridos carg

    Ju pucha. . . y ya nos sac

    Como yeguada matrera.

    Qu fletes traiban los brbaros!

    Como una luz de ligeros,

    Hicieron el entrevero

    Y en aquella mescolanza,

    Este quiero, este no quiero7.

    7 Este verso es tina reminiscencia de Hidalgo.

    Nos escogan con la lanza.

    Al que le dan un chuzazo

    Dificultoso es que sane,

    En fin, para no echar panes,

    Salimos por esas lomas

    Lo mesmo que las palomas

    Al juir de los gavilanes.

    Es de almirar la destreza

    Con que la lanza manejan!

    De perseguir nunca dejan,

    Y nos traiban apretaos

    Si queramos de apuraos

    Salimos por las orejas.

    Y pa mejor de la fiesta

    En esa aflicin tan suma,

    Vino un indio echando espuma,

    Y con la lanza en la mano

    Gritando: "Acabau cristiano,

    Metau el lanza hasta el pluma!"

    Tendido en el costillar

    Cimbrando por sobre el brazo

    Una lanza como un lazo

    Me atropey dando gritos Si me descuido. . . el maldito

    Me levanta de un lanzazo.

    Si me atribulo o me encojo

    Siguro que no me escapo:

    Siempre he sido medio guapo

    Pero en aquella ocasin,

    Me haca buya el corazn

    Como la garganta al sapo.

    Dios le perdone al salvaje

    Las ganas que me tena . . .

    Desat las tres maras

  • Y lo engatus a cabriolas . . .

    Pucha ... Si no traigo bolas

    Me achura el indio ese da.

    Era el hijo de un casique

    Sign yo lo averig.

    La verd del caso ju

    Que me tuvo apuradazo,

    Hasta que al fin de un bolazo

    Del caballo lo baj.

    Ai no ms me tir al suelo

    Y lo pis en las paletas.

    Empez a hacer morisquetas

    Y a mezquinar la garganta. . .

    Pero yo hice la obra santa

    De hacerlo estirar la geta.

    All qued de mojn

    Y en su caballo salt.

    De la indiada dispar,

    Pues si me alcanza me mata,

    Y al fin me les escap

    Con el hilo en una pata.

    Pasado ese combate, Fierro vuelto al cantn, continu meditando en las miserias de aquella

    vida, cuyo cuadro completa: castigos corporales, coimas, desnudez, pagos tardos; jefes que haban

    formado estancias haciendo trabajar a los soldados gauchos y apropindose del ganado que se

    recoga en las malocas; sueldos del gobierno que nunca llegaban; sisas y aparceras del pulpero

    gringo, a quien apaaban el comandante, el comisario y juez. Sobre tales asuntos versan los

    cantos IV, V y VI; preponderando en ellos un tono realista y picaresco, sobre todo cuando pinta la

    silueta extica de un napolitano a quien enviaron desde Buenos Aires al fortn, enganchado para

    el servicio militar.

    Yo no s por qu el gobierno

    Nos manda aqu a la frontera

    Gringada que ni siquiera

    Se sabe atracar a un pingo.

    . No hacen ms que dar trabajo

    Pues no saben ni ensillar,

    No sirven ni pa carniar;

    Y yo he visto muchas veces

    Que ni voltiadas las reses

    Se les queran arrimar.

    .

    Cuando llueve se acoquinan

    Como el perro que oye truenos Qu diablos solo son genos Pa vivir entre maricas Y nunca se andan con chicas Para alzar ponchos ajenos.

    Pa vichar son como ciegos,

    No hay ejemplo de que entiendan,

    Ni hay uno solo que aprienda

    Al ver un bulto que cruza,

    A saber si es avestruza,

    O si es ginete o hacienda.

    As traza el poema de Hernndez la silueta espordica de los primeros inmigrantes en la vida

    elemental de nuestros desiertos. No expresa con ello un sentimiento xenfobo, como se ha pre-

    tendido, sino la observacin objetiva de un hecho real, lgico por otra parte, no slo en su verdad,

    sino en ese vago desprecio que el gaucho deba naturalmente sentir en presencia de hombres

    afeminados por otro tipo de cultura o incapaces en esa viril beligerancia del hombre con la

    naturaleza primitiva, en lo cual consisti, pese a todas las doctrinas "sociolgicas", la

    superioridad histrica y espiritual de los gauchos.

    Cansado de aquella vida del fortn, agravada por el hambre y el abuso militarista, Martn

    Fierro busc su libertad en la fuga; y al regresar a su rancho, lo encontr convertido en tapera,

    con su hogar deshecho, su mujer y sus hijos dispersados por la misma necesidad en que los dejara

    su ausencia. Es en aquel momento cuando el gaucho del poema, hombre en todo momento,

    prorrumpe en desgarradores gritos de desesperacin humana, mostrando hasta qu hondura de

    su corazn medan las punzadas de aquel dolor varonil. Los que han dicho que el gaucho no sen-

    ta el amor de la familia, deben releer aquella sobria elega de la tapera desierta y la china

    ausente, que ennoblece las estrofas del canto VI. De su dolor, arranc su decisin de hacerse

    "gaucho matrero", es decir, gaucho alzado contra el orden social, pues dentro de l slo haba

    encontrado la desventura, y ahora su vida en plena libertad individualista, sera una protesta

    militante contra la incipiente organizacin poltica de su pas. A partir de entonces el poema

    cobra, por tal actitud del hroe, la significacin cvica que tambin algunos le han negado. No es

    un paladn militar, armado de armas resplandecientes, como el protagonista de las epopeyas

    clsicas; es un hroe civil, y su hazaa es la protesta de un hombre libre en medio de una

    democracia embrionaria y de una naturaleza virgen. En tal atmsfera superior, los sucesivos

    lances de su vida obscura, cobran trascendencia social. As su pelea con el negro a quien mata en

  • la prxima pulpera (cantos VII y VIII), cuyo significado de implcita fatalidad el mismo payador

    esclarece con estas palabras:

    l nada gana en la paz

    Y es el primero en la guerra No le perdonan si yerra,

    Que no saben perdonar, Porque el gaucho en esta tierra

    Slo sirve pa votar.

    Para l son los calabozos,

    Para l las duras prisiones,

    En su boca no hay razones

    Aunque la razn le sobre;

    Que son campanas de palo

    Las razones de los pobres.

    Si uno aguante, es gaucho bruto Si no aguanta, es gaucho malo Dle azote, dle palo!

    Porque es lo que l necesita!

    De todo el que naci gaucho,

    Esta es la suerte maldita.

    Vamos suerte, vamos juntos,

    Dende que juntos nacimos Y ya que juntos vivimos

    Sin podernos dividir . . .

    Yo abrir con mi cuchillo

    El camino pa seguir.

    Otros pasajes del poema insisten en ese obscuro determinismo del medio social sobre el gaucho

    ignorante y pobre. Dulese Jos Hernndez, poeta, del abandono en que nuestros gobernantes

    haban dejado a aquellos nativos, como Jos Hernndez, prosista, habra de proponer en su libro

    Instruccin del estanciero, medios de salvar el tipo y las virtudes del gaucho en las fundaciones

    agropecuarias de la nueva organizacin argentina. Pues como lo he dicho ya, el Martn Fierro

    apareci en nuestras letras cuando los gauchos comenzaban en la vida real el ciclo penoso de su

    decadencia y cuando un nuevo tipo de cultura civil iba a tornar imposible la vida para esos

    vigorosos hijos del desierto. No supimos transformarlos para hacerlos tiles en la nueva sociedad,

    y no porque fueran especficamente inferiores, ni porque fueran superiores los nuevos colonos de

    la inmigracin cosmopolita, como se ha pretendido en nombre de un abstracto darwinismo mal

    aplicado a la ndole de estos problemas. Doble carcter de protesta moral por el crimen que se

    perpetraba y de elega arrancada a las entraas de aquella raza moribunda, eso fu, pues, el libro

    que aqu comentamos.

    Los cantos IX, X, XI, XII y XIII, ltimos de la primera parte, cuentan las aventuras de Martn

    Fierro alzado como matrero despus del homicidio del moreno. Sus noches solitarias en el

    desierto, bajo la luz de las estrellas, su encuentro con la partida policial que lo persegua, la

    descripcin del combate que libra solo contra los agentes armados y el origen de su amistad con

    Cruz, tales son los principales temas en esta parte del relato. Cruz vena entre los soldados: era l mismo un gaucho, accidentalmente al servicio de la polica;

    pero al ver cmo Fierro lidiaba slo contra tantos, denodadamente, sinti tocado su corazn por la

    simpata fraternal y por la admiracin heroica, pasndose del bando perseguidor a la parte del

    perseguido valeroso. Y dijo: "Cruz no consiente Que se cometa el delito De matar as a un valiente!" A partir de ese instante, la chispa de la amistad se enciende entre aquellos dos

    espritus. Juntos ponen en fuga a los sobrevivientes de la partida policial; a solas, despus del

    combate, se refieren sus vidas atribuladas; y as unidos los dos por la comn desventura de su

    raza ("Ya veo que somos los dos Astillas de un mismo palo"), y por el natural estoicismo ("Ami-gazo, pa sufrir han nacido los varones"), resuelven, por fin, trasponer la frontera, y buscar refugio en la tierra de los infieles. De esta suerte van ellos a realizar la vida del hombre libre y

    justo en plena naturaleza. Estarn as lejos del comisario, del juez, del pulpero, del comandante,

    y de todos los agentes de aquel orden social que no siempre es el orden de la justicia verdadera.

    Una instintiva protesta anrquica parece agitarse en la dramtica autobiografa de Cruz (X, XI y

    XII) o en las melanclicas reflexiones de Fierro (XIII); pero, si bien se mira, hay en las palabras

    de ambos amigos una rebelin sacrosanta. Si protestan de aquella organizacin, es porque

    suean con otra mejor. No pudiendo ellos realizarla fuera de s entre los puebleros, prefieren

    realizarla dentro de s, aunque sea entre los indios. Es el retorno a la naturaleza, con que soara

    el propio Juan Jacobo, en un supremo arranque del ideal. As Fierro y Cruz se alejan de su pago,

    es decir de su patria, como los proscriptos argentinos de 1840 habran de alejarse del suyo,

    cuando el orden social representado por la dictadura, les hizo dejar su patria para salvar dentro

    de s su sueo de justicia. Sueo doctrinario fu el de nuestros proscriptos. Sueo instintivo fu el

    de nuestros gauchos. Aquellos eran paladines de la ciudad; stos lo eran de la pampa. Como tales

    debemos considerar a los protagonistas del Martn Fierro, que as afrontaban las inclemencias

    del desierto y los peligros de la toldera, con una confianza In el propio ingenio y en la propia

  • fuerza, que ya era alegra en el pregusto de la libertad, sin dejar de ser nostalgia en el abandono

    de sus lares...

    Y pronto sin ser sentidos

    Por la frontera cruzaron.

    Y cuando la haban pasao

    Una madrugada clara,

    Le dijo Cruz que mirara

    Las ltimas poblaciones,

    Y a Fierro dos lagrimones

    Le rodaron por la cara.

    III

    De esa manera tan profundamente humana concluye la primera parte del poema. La segunda,

    segn lo he dicho, es ms extensa y verbosa, aunque menos concreta y dramtica. Puede decirse

    que en La vuelta el payador diluye su preludio en los cantos I, II y III, hasta retomar el hilo de la

    rapsodia. Recordando su vida en los toldos, aboceta en ellos algunos cuadros de la vida indgena,

    que continan en los cantos IV, V y VI, aunque con cierto carcter general y objetivo, que les

    quita vivacidad poemtica. Con todo, hay en ellos trozos pintorescos, as la descripcin del

    Nguillatn en el canto II, la tctica de los malones en el IV y V, el trato de los indios a los

    cautivos cristianos en el VI. A partir de este canto, el poema vuelve a individualizarse en sus

    protagonistas de la primera parte: Fierro mismo y Cruz, cuya muerte en los toldos refirenos el

    canto VI del poema.

    Al llegar ambos gauchos a las tolderas, un cacique haba resuelto no quitarles la vida, pues

    acostumbraban utilizar a los cautivos como guas de los malones contra el blanco o como rescate

    en sus tratados. Pero al breve tiempo se propag en la tribu una peste (la virgela negra), que las

    machis o mdicas hechiceras no pudieron vencer. "Cristiano echando gualicho, gritaban

    alborotados."

    Y pronto fu necesario sacrificar un cristiano a sus dioses, para conjurar la peste:

    Haba un gringuito cautivo

    Que siempre hablaba del barco Y lo augaron en un charco

    Por causante de la peste Tena los ojos celestes

    Como potrillito zarco.

    Esta sensacin de nostalgia y debilidad de la tierna vctima, est pintada con tal sobriedad, que

    ella resalta, no slo en su contraste con la brutalidad de los toldos, sino en la misma fatalidad de

    la inmolacin injusta... Pues no eran los cristianos quienes haban trado el flagelo, porque Cruz

    mismo, el compaero de Fierro, sucumbi poco despus a los estragos de la peste. Con el relato de

    este episodio, torna el poema a sus protagonistas de la primera parte, despus de las

    divagaciones filosficas y la descripcin general del ambiente, temas en que se retarda la materia

    de los seis anteriores cantos. El recuerdo de la muerte de Cruz, es uno de los trozos ms

    elocuentes de Martn Fierro, as por la precisin del cuadro realista, como por la hondura del

    sentimiento elegiaco:

    Se le pasm la virgela,

    Y el pobre estaba en un grito Me recomend su hijito

    Que en un pago haba dejado,

    "Ha quedado abandonado,

    Me dijo, aquel pobrecto."

    "Si vuelve, busquemel,

    Me repeta a media voz "En el mundo ramos dos

    "Pues l ya no tiene madre:

    "Que sepa el fin de su padre,

    "Y encomiende mi alma a Dios."

    Lo apretaba contra el pecho

    Dominao por el dolor Era su pena mayor

    El morir all entre infieles Sufriendo dolores crueles

    Entreg su alma al Criador.

    De rodillas a su lado

    Yo lo encomend a Jess! Falt a mis ojos la luz

    Tube un terrible desmayo Cai como herido del rayo

    Cuando lo vi muerto a Cruz.

  • As concluye el canto VI y luego, el VII, contina diciendo sobre el mismo tema:

    Aquel bravo compaero

    En mis brazos espir;

    Hombre que tanto sirvi,

    Varn que fu tan prudente,

    Por humano y por valiente

    En el desierto muri.

    Y yo, con mis propias manos,

    Yo mesmo lo sepult A Dios por su alma rogu

    De dolor el pecho lleno,

    Y humedeci aquel terreno

    El llanto que derram.

    Cumpl con mi obligacin,

    No hay falta de que me acuse,

    Ni deber de que me escuse

    Aunque de dolor sucumba:

    All seala su tumba

    Una cruz que yo le puse.

    Despus de leer esta doliente elega, de tan honda verdad y colorido, nadie podra negar que

    quien inspir este poema tipificando en el la psicologa de nuestros gauchos, senta

    profundamente la amistad. Fierro y Cruz pueden quedar en nuestra literatura como dos

    genuinas personificaciones de aquel sentimiento viril, desde el momento en que la chispa

    bienhechora encendise espontnea entre esos dos aparceros de la vida, hasta la hora de la

    muerte, despus de haberles alumbrado los siniestros caminos de la aventura.

    Asimismo quien lea los cantos VIII, IX y X, ver que si Martn Fierro senta el amor de la

    amistad caballeresca para el hombre que le depar el destino, senta tambin el amor de la

    piedad caballeresca para la mujer que el azar puso bajo la proteccin de su brazo. Vagando un da

    por el campo, se haba detenido sobre la tumba de Cruz, donde tantas veces fuera el gaucho

    desterrado a recordar al amigo y lamentar su propio aislamiento "en tierra ajena", cuando oy

    una voz humana que lloraba. Muchos martirios haba visto Fierro en los toldos, y entre ellos el de

    una chinta a quien su indio degoll "y se la tir a los perros". Mas a pesar de su experiencia,

    confiesa su horror ante el cuadro que descubri hacia el lado "de ande venan los llantos".

    Era una infeliz mujer

    Que estaba de sangre llena,

    Y como una Madalena

    Lloraba con toda gana; Conoc que era cristiana Y esto me dio mayor pena.

    Cauteloso me acerqu

    A un indio que estaba al lao;

    Porque el pampa es desconfiao

    Siempre de todo cristiano,

    Y vi que tena en la mano El rebenque ensangrentao.

    Tratbase de una cautiva, entregada en servidumbre por un indio a su china. sta odiaba a la

    blanca, tal vez por celos; hasta que un da habiendo fallecido una hermana de la duea del toldo,

    acusaron a la cristiana "de haber echao brujera". La cristiana era viuda, pues haban muerto a

    su esposo en el mismo maln de su cautiverio, y tena con ella su nico hijo, de tierna edad.

    Convencido el indio de que la cautiva haba "hecho el dao" en su casa, y no consiguiendo esa

    confesin por torturas, vengse de ella degollando a su hjto, y atando las manos de la madre con

    los redaos de la criatura inmolada ("Me amarr luego las manos Con las tripitas de mi hijo"). La indignacinque este cuadro produce en Fierro, engndrase en la simpata "cristiana" del dolor

    y no concluye sino en la "caballeresca" vindicacin del coraje, definindose con todo ello su

    estampa de paladn. Retado a duelo singular el indio por el gaucho aqul con sus bolas, ste con su cuchillo los originales movimientos del lance en presencia de la mujer protegida y del nio asesinado, ocupan todo el canto IX:

  • Fig. 30.Combate singular de Martin Fierro con un indio en defensa de una mujer(edicin

    prncipe)

    Tres figuras imponentes

    Yo con la lengua dejuera

    Formbamos aquel terno;

    Y el salvaje como fiera

    Ella en su dolor materno

    Disparada del infierno.

    La lucha del gaucho con el mal queda as caracterizada, y el presentimiento de que aquello es

    un juicio de Dios asoma en dos o tres invocaciones del combatiente a sus dioses y hasta en una

    vaga presencia de la providencia, como cuando el indio tropieza con el cadver del nio, cosa que

    favoreci la victoria del gaucho:

    Al fin de tanto lidiar

    En el cuchillo lo alc En peso lo levant

    Aquel hijo del desierto Ensartado lo llev,

    Y all recin lo largu

    Cuando ya lo sent muerto. Me persin dando gracias

    De haber salvado la vida:

    Aquella pobre afligida

    De rodillas en,el suelo

    Alz sus ojos al cielo

    Sollozando dolorida.

    Me hinqu tambin a su lado

    A dar gracias a mi Santo En su dolor y quebranto

    Ella, a la Madre de Dios,

    Le pide en su triste llanto

    Que nos ampare a los dos.

    Se alz con pausa de leona

    Cuando acab de implorar,

    Y sin dejar de llorar

    Envolvi en unos trapitos

    Los pedazos de su hijito

    Que yo le ayud a juntar.

    As concluye el canto IX, en tanto que el X clausura las andanzas de Martn Fierro entre los

    pampas, porque despus de haber muerto a un indio no le quedaba ms recurso que la fuga,

    tornando a la frontera cristiana con la cautiva rescatada. Es significativa, en este pasaje ms que

    en ningn otro, la castidad del poema, pues Fierro, a fuer de intachable paladn, protege a la

    viuda, venga al nio, mata al indio y rescata a la cautiva, sin que en ningn instante se turbe la

    ley del honor caballeresco por el inters de una compensacin sexual. Quizs Fierro entrara en

    intimidad carnal con la cautiva, siquiera alguna noche del desierto, al cruzar la pampa sobre un

    solo caballo, que consiguieron robar a los indios. Si tal cosa ocurri, Hernndez no nos lo dice,

    quizs porque un acto tan natural le resultaba espreo para el arte, o porque quiso que la

    generosa figura de su hroe se destacara en toda su grandeza moral:

  • Me vine como les digo

    Trayendo esa compaera Marchamos la noche entera

    Haciendo nuestro camino

    Sin ms rumbo que el destino,

    Que nos llevara ande quiera

    .. Despus de mucho sufrir

    Tan peligrosa inquiet Alcanzamos con sal

    A divisar una sierra

    Y al fin pisamos la tierra

    En donde crece el omb8.

    .. Ai mesmo me desped

    De mi infeliz compaera,

    "Me voy, le dije, ande quiera,

    Aunque me agarre el gobierno"

    Pues infierno por infierno,

    Prefiero el de la frontera.

    8 La geografa del poema es harto vaga, debido quizs a los

    pocos accidentes de la pampa. La frontera y la sierra de que

    habla deben ser las del Azul. Los toldos parecen estar cerca del

    Ro Negro. El retorno le trae a la tierra "en donde crece el

    omb". o sea las cercanas de Buenos Aires.

  • A partir del canto XI, Martn Fierro nos cuenta su vida entre las estancias y pulperas del

    cristiano, a las cuales regresa con la experiencia fatal de la vida indgena, ya serenada en el

    dinamismo de su protesta aventurera y ms dado a filosofar sobre las malandanzas de la vida.

    Discursos morales o ejemplos biogrficos, puestos en la propia boca del payador, o de sus hijos, a

    quienes encuentra ya crecidos, o de otros personajes como Picarda y Vizcacha, son la materia que

    constituye los veintids cantos restantes hasta el final del poema.

    IV

    Quien lea el Martn Fierro, atendiendo a su arquitectura, o sea a los elementos que entran en

    su composicin, ver que el poema se divide por su argumento en tres partes, que son la primera,

    sobre la vida de frontera9; la segunda, sobre *la vida entre los indios10; la tercera, sobre el retorno

    del hroe a la tierra de los cristianos4). El asunto y color de la primera los dan los fortines, con la

    fuerza o la coima de los malos gobiernos; de la segunda, los dan las costumbres de los toldos, con

    su folklore originalsimo; de la tercera, la familia de Fierro, de Cruz, de todos los gauchos en una

    palabra, con el desastre que para ellos trajo nuestra imprevisora organizacin democrtica. Es

    entonces cuando Picarda cuenta su vida digna de su nombre; y el viejo Vizcacha dice sus

    proverbios, dignos tambin del suyo. El hilo conector de las tres partes, consiste en la vida de

    Fierro mismo, quien se va de sus pagos en protesta por la injusticia de los malos gobiernos y

    quien vuelve de los toldos por la justicia de haber vengado a una indefensa cautiva; pero en quien

    jams claudican ni el honor individual ni el patriotismo que se funda en el instintivo amor a su

    tierra y en la organizacin de la justicia para su pueblo. Al volver Fierro de los toldos a su pago,

    o sea "la tierra en donde crece el omb", segn dice de su patria el gaucho besa aquella tierra, por verla salvada ya de su primera barbarie: "Bes esta tierra bendita que ya no pisa el salvaje" (3851). Palabras que parecen aludir a la reciente campaa de Roca. Entre la primera y

    esta segunda parte del poema (1872-1878) importantes sucesos haban modificado el problema de

    los indios y del desierto. Pero al finalizar el poema, cuando ha concluido de dar a sus hijos los

    consejos del bien, apelando a la ley moral, encuentra deficiente todava la organizacin social de

    su patria, y pide escuelas y derechos para los gauchos (XXXIII), encareciendo las reformas

    democrticas que benefician a las., clases populares, o sea que calientan por abajo, como el fuego

    de la merienda. "Que el fuego, pa calentar, Debe ir siempre por abajo". En las tres etapas que he sealado, el ambiente social se modifica, aunque la accin del poema

    es continua y el ambiente geogrfico sea en los tres la pampa. Ocurren los hechos; primero, en el

    fortn, o sea la frontera del tiempo de Sarmiento (1868), pues el general Gainza; ministro de

    guerra, figura en el relato; luego, en las tolderas del sur, ms all del Azul y el Tandil, en

    vsperas del ministerio de Alsina (1874); por fin, en la regin de las estancias vecinas de Buenos

    Aires, al finalizar la presidencia de Avellaneda (1878), una vez iniciada, con el ministerio de

    Roca, la supresin de los fortines como Hernndez tambin lo haba pedido, y la definitiva campaa militar al interior del desierto patagnico.

    Toda esa cronologa poltica, que doy por inferencia, no la menciona el poema, pues a

    diferencia de las epopeyas antiguas, poco se cuida nuestro aeda de hroes, prncipes y semi-dioses

    oficiales. Su protagonista es el pueblo, y por eso mismo es la epopeya de una democracia. Siendo

    la nuestra una repblica de pastores y payadores, el poema popular de Hernndez, al haber

    brotado de la conciencia popular, naci formado en el crisol del arte popular argentino y de la

    psicologa gauchesca, mdula de la raza, vibrante de pica fecundidad en todo el siglo pasado. Confrontado el poema con cada uno de los captulos precedentes de esta obra, ver mi lector que

    casi todos los elementos de la poesa payadoresca han pasado a la rapsodia de Hernndez,

    refundindose y superndose. Msica, baile, metro, vocabulario, folklore, todo est

    fragmentariamente en los cantos anteriores, hasta que vino el Martn Fierro a rematar la serie

    centenaria.

    9 2) La Ida, alrededor de 2300 versos. 10 3) Primera mitad de La vuelta, alrededor de 1300 versos. *) Segunda mitad de La vuelta, alrededor de 3 500 versos.

  • As tambin sus caracteres humanos, han madurado en el transcurso de un siglo, al par de la

    nacionalidad. El gaucho Martn Fierro, su protagonista, da continuidad al argumento, como

    sujeto de la accin y payador del relato, que se supone contado en una pulpera. Adems de

    Fierro, cuyos rasgos eminentes son el valor y el ingenio, se destacan en la obra el viejo Vizcacha,

    prototipo d* la filosofa popular, mezcla de Digenes y de Sancho; Picarda, cuya vida recuerda a

    los hroes de la novela picaresca, tal cual si fuera un Rinconete gauchesco; el aparcero Cruz,

    smbolo vivo de la amistad, inspirador de los "amigos" de gauchos en desgracia que Eduardo

    Gutirrez pint despus en todas sus crnicas; y por fin el Moreno, adversario de Fierro en su

    ltima payada, y que, al vencerlo con alusiones a su vida pasada, trae al desenlace del poema el

    eco de una voz misteriosa, que bien pudiera ser la voz de la conciencia. En el folklore pampeano,

    tambin Santos Vega fu vencido, al trmino de su carrera, por un payador misterioso...

    Los otros personajes de la obra no tienen la importancia de aqullos: trtase de simples

    nombres, como el de Gainza; o de caracteres especficos, no individuales, como el cacique, la

    china, el juez de paz, el comandante, el pulpero, el proveedor, el organista, el mercachifle; o de

    simples figuras de fondo, como las mujeres del poema y los hijos del protagonista. Lstima es que

    de todo el relato, no quede ninguna silueta femenina que nos impresione por su gracia o su

    fuerza. Nada hay en l que ni remotamente recuerde a Nausica o Penlope, sin duda porque el

    modelo real la mujer gaucha no ofreca mayor inters en su sencilla rusticidad. Su pasivo instinto la adhera al varn, y ste en cambio vigorizbase en la ardua vida de ese medio, sin

    perder en la aspereza de la guerra y la doma, su amor al arte y su temor a la divinidad.

    Se ha dicho que el gaucho no tena religin, y esto es un error de los que confunden las

    prcticas del rito catlico y el sentimiento de la moral evanglica. El gaucho era cristiano, aunque

    no practicaba ningn culto "oficial", por individualismo salvaje y por falta de iglesia orgnica en

    las campaas donde viva. En Martn Fierro, que idealiza el tipo gaucho y lo perpeta en el arte,

    abundan testimonios de su sentimiento cristiano, vagamente potico, pues en religin no era sino

    una trunca reliquia de la catequizacin colonial.

    Desde la primera estrofa, ya revela el cantor que si se sabe dotado de la inspiracin lrica, a sus

    dioses lo debe, y a ellos debe pedrsela cuando se dispone a payar. As aquella jactancia de trovero

    no est reida con esta plegaria de creyente:

    Pido a los Santos del Cielo

    Que ayuden mi pensamiento (I, 1).

    Vengan Santos milagrosos

    Vengan todos en mi ayuda (I, 1).

    Pido a mi Dios que me asista

    En una ocasin tan ruda (I, 1).

    Y cantando he de llegar

    Al pie del Eterno Padre (I, 1).

    Nadies me puede quitar

    Aquello que Dios me dio (I, 1).

    Y de la vigela al son

    Imploro a la alma de un sabio

    Que venga a mover mi labio

    Y a alentar mi corazn (II, 1).

    Gracias le doy a la Virgen

    Gracias le doy al Seor (II, 1).

    Que cante todo viviente

    Otorg el Eterno Padre (II, 1).

    Con igual abundancia, da testimonio de su fe cristiana en el curso de su poema, a medida que

    se le presentan, variados episodios de vida:

    Pido perdn a mi Dios,

    Que tantos bienes me hizo (I, 13).

    Pero ponga su esperanza

    En el Dios que lo form (I, 13).

    Mostr noble corazn,

    Cristiano anelaba ser (II, 6).

    Ni pa encomendarme a Dios

    Tiempo el salvaje me dio (II, 9).

    Le castig, en mi concencia,

    De haber salvado la vida (II, 9).

    Su Divina Magest (II, 9).

    Ella, a la Madre de Dios,

    Donde no hay casualid

    Le pide en su triste llanto

    Suele estar la Providencia (II, 9).

    Que nos ampare a los dos (II, 9).

    Me persin dando gracias

  • Dado el carcter autobiogrfico del poema, cuyo protagonista es el mismo payador que las

    refiere, quiere decir que el "carcter" sobresaliente de la obra es el propio Martn Fierro;

    arquetipo de gaucho ingenioso en el habla, varonil en la obra; individualidad tan potente

    que por realizar su libertad entre los hombres huye al desierto, y que por realizar la justicia

    en defensa de la cautiva rescatada, vuelve de entre los indios, hablando el lenguaje de la

    sabidura; hombre leal, casto, valiente, sobrio y tenaz, sensible al color de la naturaleza, al

    misterio de la muerte, a la intuicin de la divinidad, a la ternura de la mujer, al calor de la

    amistad, a la devocin de la patria; paladn de amor, de sabidura, de valor, de libertad y de

    justicia, cuya silueta erige entre los hroes del arte literario, uno de los tipos ms vivientes

    y dignos de la simpata humana. Y es tipo tan acabado de hombre Martn Fierro, que en

    cierto arrebato exclama al expatriarse:

    Respetar tan slo a Dios;

    De Dios abajo, a ninguno!