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NÓMADAS 8 NO. 28. ABRIL 2008. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA Cibercultura: metáforas, prácticas sociales y colectivos en red Rocío Rueda Ortiz* Se considera la cibercultura como un campo de estudio a partir del cual es posible comprender las transformaciones culturales ligadas a la introducción de tecnologías digitales en las sociedades contemporáneas y, en particular, en las del denominado Tercer Mundo, a través de relaciones complejas de entramados tecnosociales, en tres ámbitos, a saber: el ejercicio del poder, la acción social colectiva y la experiencia estética. Palabras clave: cibercultura, estudios ciberculturales, tecnologías de la información y la comunicación, capitalismo cognitivo, movimientos en red, estética. Considera-se como cibercultura um campo de estudo a partir do qual é possível compreender as transformações culturais ligadas à introdução de tecnologias digitais nas sociedades contemporâneas e, em particular, as denominas de Terceiro Mundo, através de relações complexas de enramados tecnosociais, em três âmbitos: o exercício do poder, à ação social coletiva e a experiência estética. Palavras-chaves: cibercultura, estudos ciberculturais, tecnologias da informação e a comunicação, capitalismo cognitivo, movimentos em rede, estética. Cyberculture is considered a research field where it is possible to understand the cultural transformations that are linked to the construction of digital technologies in contemporary societies and, in particular, in those of the so-called Third World, through complex relations of techno-social frameworks in three areas: the exercise of power, the collective social action, and the aesthetic experience. Key words: cyberculture, cybercultural studies, information and communication technologies, cognitive capitalism, network movements, aesthetic. * Doctora en Educación, área de teoría, historia y filosofía, Universidad de las Islas Baleares (España). Coordinadora de la Maestría en Investigación en Pro- blemas Sociales Contemporáneos del IESCO, Universidad Central, e investiga- dora de su línea de Comunicación-Educación, clasificación A en Colciencias. E- mail: [email protected] ORIGINAL RECIBIDO: 15-II-2008 – ACEPTADO: 03-III-2008 [email protected] PÁGS.: 8-20 Dibujo EMBERA: Astrid Ulloa

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NÓMADAS8 NO. 28. ABRIL 2008. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

Cibercultura: metáforas,prácticas sociales

y colectivos en red

Rocío Rueda Ortiz*

Se considera la cibercultura como un campo de estudio a partir del cual es posible comprender las transformacionesculturales ligadas a la introducción de tecnologías digitales en las sociedades contemporáneas y, en particular, en las deldenominado Tercer Mundo, a través de relaciones complejas de entramados tecnosociales, en tres ámbitos, a saber: el ejerciciodel poder, la acción social colectiva y la experiencia estética.

Palabras clave: cibercultura, estudios ciberculturales, tecnologías de la información y la comunicación, capitalismo cognitivo,movimientos en red, estética.

Considera-se como cibercultura um campo de estudo a partir do qual é possível compreender as transformações culturaisligadas à introdução de tecnologias digitais nas sociedades contemporâneas e, em particular, as denominas de TerceiroMundo, através de relações complexas de enramados tecnosociais, em três âmbitos: o exercício do poder, à ação social coletivae a experiência estética.

Palavras-chaves: cibercultura, estudos ciberculturais, tecnologias da informação e a comunicação, capitalismo cognitivo,movimentos em rede, estética.

Cyberculture is considered a research field where it is possible to understand the cultural transformations that are linkedto the construction of digital technologies in contemporary societies and, in particular, in those of the so-called Third World,through complex relations of techno-social frameworks in three areas: the exercise of power, the collective social action, andthe aesthetic experience.

Key words: cyberculture, cybercultural studies, information and communication technologies, cognitive capitalism, networkmovements, aesthetic.

* Doctora en Educación, área de teoría, historia y filosofía, Universidad de las

Islas Baleares (España). Coordinadora de la Maestría en Investigación en Pro-

blemas Sociales Contemporáneos del IESCO, Universidad Central, e investiga-

dora de su línea de Comunicación-Educación, clasificación A en Colciencias. E-

mail: [email protected]

ORIGINAL RECIBIDO: 15-II-2008 – ACEPTADO: 03-III-2008

[email protected] • PÁGS.: 8-20

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Presentación1

Manuel Medina, en el prólogo alreciente texto de Pierre Lévy, Ciber-cultura (2007), plantea cierto consen-so en la comprensión de esta últimacomo la cultura propia de las socie-dades en cuyo seno, las tecnologíasdigitales configuran decisivamente lasformas dominantes tanto de informa-ción, comunicación y conocimientocomo de investigación, producción,organización y administración. Esdecir, en la cibercultura, además desistemas materiales y simbólicos, estánintegrados agentes y prácticas cultu-rales, interacciones y comunicaciones,colectivos, instituciones y sistemasorganizativos, una multiplicidad decontenidos y representaciones simbó-licas junto con valores, significados,interpretaciones, legitimaciones, etc.

Ahora bien, esta nueva condición–dominante– de las sociedades, si bienconstituye para algunos una línea decontinuidad con el proyecto tecno-científico hegemónico de Occidente,para otros representa un golpe a laepisteme, a la razón moderna y a susmodelos universales y eurocéntricos deconocimiento científico y, en conse-cuencia, posibilita una posibilidad derenovación de sus campos de saber ypoder puesto que atañe a diferentesniveles ontológicos, epistemológicosy metodológicos de producción deconocimientos (Haraway, 1995;Stiegler, 1998; Latour, 1998; Slo-terdijk, 2000). Adicionalmente, comohan señalado Pierre Lévy (1999 y2007), Arturo Escobar (2005) y Mar-tín Barbero (2005b), este cambiotecnosocial está ligado a las transfor-maciones de la sensibilidad, la ri-tualidad, las relaciones sociales, lasnarrativas culturales y las institucionespolíticas, que están produciendo unanovedosa relación entre movimientos

y colectivos sociales y tecnologías dela información y la comunicación(TIC), entre unos saberes locales y unaacción política que no pasa –exclusi-vamente– por las instituciones tradi-cionales, ni por sus estrategias,programas y políticas de acción, sinopor una comunicación en red, por dis-positivos digitales y móviles, blogs, y,en general, por los espacios deinteracción en Internet. Veamos pues,de manera sucinta, cuál ha sido la tra-

yectoria de este nuevo campo de pes-quisa para las ciencias sociales y cuálesson las preguntas singulares para Amé-rica Latina.

Cibercultura y estudiosciberculturales

Según Silver (2000), se puedehablar de tres estadios o generacio-nes de los estudios ciberculturales que

se consolidan en los años noventa ycuya evolución ha estado ligada a losrespectivos desarrollos tecnológicosque dan origen a su vez a nuevas pre-guntas y campos de investigación2 . Elprimero, o del ciberespacio popular,de mediados de los ochenta, se ca-racterizó por una profusión de artí-culos periodísticos de carácterdescriptivo, elaborados con el apoyode expertos ingenieros, y el uso deInternet como metáfora de una nue-va frontera civilizatoria. El segundoestadio de principios de los noventa,se centró principalmente en las co-munidades virtuales y las identidadeson-line (Rheingold, 1996; Turkle,1997) con una especial participaciónde los académicos de las ciencias so-ciales. La cibercultura empieza a serconsiderada como un espacio deempoderamiento, construcción, crea-tividad y comunidad en línea (Boni-lla, 2001; Bonilla et al., 2001). Amediados de los noventa se popula-riza el uso de las plataformas Netscapey Explorer, se extiende el empleo delcomputador personal y se incre-mentan los índices de acceso y usode computadores en general, asícomo de los estudios del ciberespacioen el Primer Mundo. El tercer esta-dio, o de los estudios críticosciberculturales, que va desde finalesde los noventa hasta nuestros días,expande esta noción hacia las inter-acciones, los discursos, el acceso y labrecha digital, el diseño de interfaces,y explora las intersecciones e interde-pendencias entre estos cuatro domi-nios. En este estadio cada vez hay másaproximaciones inter y transdisci-plinares de los estudios culturales, losestudios sociales de ciencia y tecno-logía, los estudios postfeministas y losestudios de la informática social. Apartir de entonces, el campo se hadesarrollado y transformado creandonuevos tópicos, teorías y métodos

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desde una profusión de prácticasculturales en diversos ámbitos que pa-recen incluso sobrepasarlo. La pro-ducción académica inicialmenteestuvo concentrada en los EstadosUnidos y Europa, pero desde estetercer estadio hay una creciente par-ticipación de Asia, África y AméricaLatina. Esto responde también a losprocesos de masificación y acceso ala misma infraestructura tecnológicaen los diferentes países y a que laspolíticas globales han definido lasTIC como centro del desarrollo eco-nómico en las agendas de las políti-cas nacionales y regionales. Esimportante señalar que en AméricaLatina el problema de la “brechadigital”3 surge en este contexto depolítica y es, de hecho, soportado pordos sub-campos de reciente creación:la informática social (1999) y la infor-mática comunitaria (2000). Éstos in-vestigan los usos sociales (por fuerade la escuela) de las TIC, a través delos telecentros, los centros informá-ticos comunitarios, las redes comu-nitarias, los medios alternativos decomunicación, los cibercafés, etc. Enestos campos, la presencia y produc-ción académica universitaria es me-nor que la de las ONG y otrasorganizaciones sociales de los paísesdel denominado Tercer Mundo4. Sibien estos estudios respondieron–y aún lo hacen muchos de ellos– ala pregunta por la brecha digital,cada vez empiezan a señalar otrasproblemáticas como el ingenuo“etnocentrismo” que permea los de-bates sobre las tecnologías; el carác-ter incuestionable del inglés comolengua franca del ciberespacio y lapérdida de lenguas locales; el uso ge-neralizado y estandarizado de un len-guaje despolitizado en los debatessobre las políticas de acceso; lasinequidades de raza, etnia, género ysexualidad on line, etc.

En América Latina es importan-te destacar la singularidad de los es-tudios del campo de comunicacióny cultura y los estudios culturales. Lostrabajos de Martín-Barbero, Orozco,Canclini y Hopenhayn, entre otros,destacan cómo el lugar de la culturaen la sociedad cambia cuando lamediación tecnológica de la comu-nicación deja de ser meramente ins-trumental para espesarse, densificarsey convertirse estructuralmente en

nuevos modos de percepción y de len-guaje; en nuevas sensibilidades yescrituras; en deslocalización de co-nocimientos e instituciones del saber;en el emborronamiento de las fron-teras entre razón e imaginación, sa-ber e información, naturaleza yartificio, arte y ciencia, saber expertoy experiencia profana (Martín-Barbe-ro, 1998 y 2003).

Otra línea de investigacióncrucial en este tercer periodo es la

discusión desde la filosofía y las cien-cias en torno a la necesidad de bo-rrar límites disciplinares y renovarnociones ontológicas sobre la rela-ción humanos-máquinas con lasconsecuentes implicaciones en lasepistemologías y metodologías deinvestigación, por fuera de las tra-diciones disciplinares. Aquí encon-tramos los estudios sociales deciencia, tecnología y sociedad, losestudios feministas de ciencia y tec-nología, y las perspectivas de la so-ciología simétrica y la teoría delactor-red, que tienen un origen an-terior a los noventa pero que em-piezan a ser incorporados a losestudios ciberculturales (Haraway,Sloterdijk, Law, Callon, Latour).Desde estos campos se examina lamanera en que las tecnologías per-miten a grupos o actores, o grupossociales relevantes, negociar formasespecíficas de poder, autoridad yrepresentación en la producción deconocimientos, así como las posi-bilidades para articulaciones poten-ciales entre los seres humanos, lanaturaleza y las máquinas.

Por último, se encuentran los es-tudios que analizan cómo el tipo dediseños tecnológicos configuran pau-tas de interacción, allí se miracríticamente, por ejemplo, cómo ellenguaje de la hipertextualidadreconfigura el texto, al escritor-au-tor y al lector. En los años recientesse está abriendo la posibilidad de na-rrativas participativas donde los su-jetos y colectivos juegan un papelcrítico en el diseño de sistemas tec-nológicos. En este mismo grupo seencuentran los estudios que integrantecnologías y arte, los movimientosde techno-art, net-art, etc., donde serealizan novedosas aproximacionesque difuminan los límites entre latecnología y el arte en asuntos de

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creatividad y diseño, y se cuestionanlas nociones “cultas” de arte y de tec-nologías “high-tech” en beneficio deexpresiones populares y locales de lasmismas. En América Latina el movi-miento de net-art cada vez tiene másfuerza, no sólo en la Red sino en di-versos espacios, intervenciones urba-nas y de acción colectiva5 .

Para cerrar este apartado, diremosque la condición de buena parte deLatinoamérica y de otros países delsur como “apropiadores”, “incorpora-dores”, “importadores” y “usuarios”de estas tecnologías dominantes, queno como productores o inventoresde las mismas, nos ubica en un lugarpolítico y cultural subordinado y detecnodependencia que los estudiosciberculturales apenas están abordan-do. Estos últimos dirigen sus críticashacia la dialéctica entre los más y me-nos favorecidos, entre quienes tienenacceso a las TIC y quienes no, y encartografiar el mundo en dicha opo-sición, en clave desarrollista, presu-poniendo una sola respuesta: lanecesidad de integrarnos al modelode producción dominante que éstastramitan. Así, la misma crítica termi-na proponiendo la superación dialé-ctica en un único modelo por encimade las singularidades y potencialida-des de los diferentes contextos.Como respuesta a esta perspectiva,empiezan a aparecer los trabajos queanalizan las invenciones y creacionesque desde abajo, desde la reapro-piación y rediseño tecnológicos ydesde las prácticas culturales y losmovimientos sociales, se están plan-teando a dicho modelo, los cuales se-ñalan la tensión e hibridación deprácticas sociales y políticas denuestras sociedades (Escobar, 2005;Martín-Barbero, 2005b), en susingularidad histórica y en sus reso-nancias locales y globales.

Como se puede ver, el campo dela cibercultura tiene muy amplios ydiversos ámbitos de estudio. ParaAmérica Latina, si bien reconocemosque el problema de las desigualda-des en el acceso a una infraestructu-ra técnico-tecnológica es un asuntoque sigue siendo importante, en tan-to configura posibilidades de parti-cipación ciudadana en el escenariode producción dominante6 , paraefectos de este número monográfico

de NÓMADAS, y ubicados en losestudios críticos ciberculturales, he-mos optado por observar tres aspec-tos en los que centraremos nuestradiscusión: el ejercicio del poder, laacción social colectiva y la experien-cia estética, en el contexto de uncapitalismo contemporáneo que,digamos por adelantado, ha toma-do una forma decididamente cultu-ral e imaginaria, una configuraciónpolítico-cultural dominante quetrastoca categorías conceptuales y

objetos de conocimiento de las cien-cias sociales.

Capitalismocontemporáneo,conocimientos y poderes

Como punto de partida, quere-mos sugerir aquí la necesidad de com-prender la cibercultura en su estrecharelación con el actual capitalismo (tar-dío, cognitivo) para superar –o almenos atravesar críticamente– la neu-tralidad de los discursos hegemónicossobre la sociedad de la informacióny el conocimiento y la “novedad” enla que tiende a inscribirse la actualtransformación económica, culturaly tecnológica. En particular, nos in-teresa poner en tensión las implica-ciones que tiene reconocer la culturay la economía no ya como camposaislados, ni externamente relaciona-dos, sino bajo la comprensión de quecultura, comunicación, creación lin-güística, construcción social desaberes son medios de producción yproductos; es decir, asumir que la cul-tura se ha integrado a los procesosde producción y valoración económi-ca en las sociedades contemporáneasy es la fuerza vital del capitalismo ac-tual (Blondieu, 2004; Virno, 2003).De hecho, mientras en el pasado exis-tía una fuerte vivencia social de ladominación en las relaciones de pro-ducción, ahora es más intensa la ex-periencia de su carácter social difusoy de su énfasis cultural.

Lidiamos con un capitalismo quese sustenta en las palabras, los signos,las imágenes, esto es, apoyado enmáquinas de expresión que son lapotencia y el poder de las sociedadesde control (Hard y Negri, 2003;Lazzarato, 2006). Se trata pues de uncapitalismo que signa el desarrollo de

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una economía basada en la difusióndel saber y en la cual la produccióndel conocimiento pasa a ser la prin-cipal apuesta de la valorización delcapital. Ésta se encuentra sustentadaen una nueva división internacionaldel trabajo cuya regulación se apoyaen los nuevos cercamientos del sabery en la captación de lo cognitivo enprovecho de lo financiero. Tambiénse trata de un nuevo régimen técnicoen la producción misma, de una nue-va tecnicidad (Martín-Barbero, 2005)en la que se sustituye el carácter exte-rior y de prótesis de la relación delcuerpo del obrero con la máquina,inaugurando una aleación de cerebroe información, a través de tecnolo-gías del tiempo y de la memoria, queactúan a distancia (Sloterdijk, 2008)sobre los hábitos mentales, las fuer-zas que los componen, los deseos, losafectos y las creencias (Lazzarato,2006).

No obstante, ¿podemos adop-tar sin más esta noción de capitalis-mo –cognitivo– y la novedad quenos sugiere? Zukerfield (2008) plan-tea dos limitaciones: desconocer lacentralidad del conocimiento en an-teriores formas de organización pro-ductiva a lo largo de la historia dela humanidad y, en consecuencia,soslayar la importancia de conoci-mientos que subyacen a procesosproductivos manuales y/o físicos;y la falta de conceptualización so-bre el conocimiento que intervie-ne en los procesos productivos y desistematización de los diversos tiposdel mismo –ya que se asume únicoy homogéneo– (un ejemplo de elloson ciertas formas de producciónligadas al trabajo musical en gruposargentinos que nunca produjeronde acuerdo con patrones fordistas,pues desde años atrás ya eran traba-jadores inmateriales, laboraban en

el sector de servicios y sus tareasprofesionales, de ocio y de estudio,siempre presentaron fronteras di-fusas). Para nosotros, existen dosproblemas adicionales: el manteni-miento de las relaciones de poderentre el conocimiento válido deunos (científico-técnico) y el no-co-nocimiento o doxa de los otros (quedeben ser disciplinados o excluidos,o incluidos segmentadamente), aho-ra mantenidas a través de nuevosmecanismos de producción de di-

ferencias y exclusiones en tiemposde globalización (Castro-Gómez,2005). Y el dualismo mente/cuer-po que la enunciación capitalismo“cognitivo” produce7.

Ahora bien, cada vez es más evi-dente que los productos propios deltrabajo posfordista contemporáneo,sustentados en agenciamientos de in-teligencias humanas y maquínicas, entecnologías digitales cuyos productos

son recombinables y reproduciblescon un costo cercano a cero, estánplanteando un debate donde la cul-tura irrumpe con fuerza como un cam-po de batalla y de negociación delpoder social. Así, por una parte, en-contramos los movimientos de cul-tura libre con licenciamientos comoel creative commons8 y, de otra, y demanera paradójica, las leyes sobre lalegalidad y los derechos de propiedadintelectual de los “bienes comunes”.En efecto, se trata de bienes (infor-mación, servicios), cuya circulaciónes difícil de restringir, pero sobre lacual la legislación actual arremete ensentido contrario. Kavita Philip(2008), de hecho, cuestiona la nove-dad de este debate y lo contextualizahistóricamente en otras batallas porel poder como un fenómeno que noes exclusivo de la globalización delcapitalismo del siglo XXI. Por ejem-plo, la ciencia europea del Renaci-miento no podría haber surgido sinlas múltiples apropiaciones de textose ideas del saber medieval islámico.En consecuencia, para ella la maneracomo hoy se enuncia qué es la “pira-tería” y quiénes son “piratas” y“autores”, las legalidades y contrale-galidades globales y los alegatos a fa-vor y en contra de la propiedadintelectual, mantiene dimensionesanteriores a la producción contem-poránea, donde las historias premo-dernas, coloniales y poscoloniales depiratería y tráfico global de las ideas,nos dan una percepción más atinadasobre el papel del conocimiento enlas economías globales y disipan lafalacia de la supuesta novedad de laeconomía del conocimiento actual.Nos preguntamos si la variación se-ría más bien que el conocimientohoy se entreteje con los discursos ac-tuales de terrorismo y seguridad –es-pecialmente en Norteamérica–. Bajoestos discursos, un hacker es en prin-

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cipio un terrorista, los países que“piratean” productos informáticosatentan contra la seguridad nacionalde los países del Primer Mundo y,más aún, contra la civilización occi-dental, sus valores y libertades. Setrata sin duda de un asunto político,ya que determina quién tiene el dere-cho de crear y quien tiene el deberde reproducir.

Adicionalmente, los que se ubi-can por fuera de los circuitos deproducción de conocimientos y tec-nologías dominantes, se sitúan másbien en los de la tecnodependenciay la reproducción “pirata” como su-cede en los países del Tercer Mun-do –soportados por una “economíainformal” que a su vez es el susten-to del mismo mercado “legal” capi-talista9 –. Se trata, por una parte,de un discurso de doble moral enel que está bien codiciar los bienesde consumo, mientras se haga de lamisma manera como se hace en lospaíses capitalistas avanzados, vislum-brándose así, como señala Philip(2008), un augurio de legítima uni-formidad, aunque ni los Estados nilas empresas de software están encondición de exigir a la poblaciónde estos países que adquiera siem-pre aplicaciones legales, ya que esprácticamente imposible dado elingreso de un ciudadano prome-dio10 . Y, por otra parte, la nociónde inmaterialidad del actual capita-lismo tambalea, pues éste se basatambién en procesos de pesada ma-terialidad. Es decir, el trabajo indus-trial no desaparece, sino que emigrahacia zonas geográficas donde esposible pagar bajos salarios y en lascuales la legislación no protege eltrabajo y favorece la libre empresa,incluso en perjuicio del medio am-biente y la sociedad. Un ejemplode ello son las maquilas en Centro-

américa e India y los programas de“reciclaje tecnológico”, puesto quepaíses de África y Asia, y tambiénde Latinoamérica, se han converti-do en “basureros tecnológicos” delos países del Primer Mundo11 .

En efecto, podemos decir que hayuna integración de las poblaciones,especialmente las del llamado se-gundo y Tercer Mundo, dentro de unrégimen global de gobierno pero,como hemos visto, con nuevas caras

de dominación y desigualdad, y másaún, como señalan los estudios deLeon Tikly (2004) y los del grupo colo-nialidad/modernidad/decolonialidad(Escobar, 1999; Castro-Gómez yMendieta, 1998; Castro-Gómez,2005), bajo una nueva forma de “co-lonialismo occidental”, o bajo el “ros-tro postcolonial del Imperio”, cuyopropósito es la integración mante-niendo exclusiones culturales yepistémicas propias de la constitu-

ción de la modernidad. No obstantey de manera paradójica, en este mo-vimiento dominante se revela la de-pendencia de actividades de códigode fuente abierto (open source) paraajustar y crear nuevos diseños tecno-lógicos, tanto para controlar la cir-culación de información, como paradiseminarla. De hecho, la socializa-ción de la juventud por la vía de losvideojuegos abre una dimensión sub-versiva por la proliferación de prácti-cas ciberactivistas y hacktivistas, queestallan en la cultura del software li-bre y se expanden hacia esferas mu-cho más políticas, como el creativecommons o el copyleft. “Estas prácticas,incluso las de los jóvenes que traba-jan produciendo videojuegos yprogramando software, han democra-tizado, sin saberlo, las capacidades deplanificación popular y de auto-organización colectiva hasta ahoraconcentradas en manos del capital”(Dyer-Whiteford, 2004: 62). Ensuma, la actual forma de producciónnos revela un contexto complejo yparadójico en el que perviven formasanteriores del capital y de gobiernoen un escenario heterogéneo de in-tensidades y escalas locales y globales.De hecho, las formas de opresión queaparecen hoy sobrepasan las relacio-nes de producción y como señalaBoaventura de Sousa Santos (2003),ni siquiera son específicas de éstas yno alcanzan particularmente a una cla-se social pero sí a grupos socialestransclasistas o incluso a la sociedaden todo su conjunto. Intentemospues arañar un poco de esperanza jus-tamente desde las prácticas de colec-tivos y movimientos sociales en laRed, que creemos son la contracarade este contexto de cambio y que,paradójicamente, están montados ypotenciados por las mismas condicio-nes de producción y por las tecnolo-gías antes descritas.

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Cibercultura, prácticas,colectivos ymovimientos sociales

Entre los académicos de las cien-cias sociales de América Latina existecierto acuerdo en que los movimien-tos y colectivos sociales de resisten-cia en la Red pueden imprimir ungiro político en el régimen de la pro-piedad social y el bien común de lahumanidad (Tamayo, León y Bush,2005; Escobar, 2005; Finquelievich,2000; Lago et al., 2006). Para noso-tros, la novedad de estos movimien-tos sociales está en que no remitencomo antes a la lucha de clases y a lanecesaria toma del poder, sino queanuncian, como señala Lazzarato(2006), que algo ha sido creado en elorden de lo posible, esto es, un acon-tecimiento que no es solución a pro-blemas, sino apertura de posibles;que se expresaron nuevas posibilida-des de vida y que se trata de llevarlasa cabo. Es evidente que han empeza-do a aparecer otras condiciones y lu-gares por donde pasa la experiencia yla acción colectiva que, según Rodrí-guez (2008), se convierten en nuevasformas de capital social y comunida-des de sentido donde son otras laspreocupaciones políticas y sensiblesde las subjetividades sociales. Talpostura nos adentra en otra atmósfe-ra social y cultural, donde las tecno-logías por sí solas no producentransformaciones políticas sino queson las estructuras, las redes y las prác-ticas sociales en las que éstas se inser-tan las que otorgan un significado yconfiguran tendencias de uso e inno-vación social, de dominación o decooperación. No obstante, ¿qué tan-to han cambiado las prácticas de losmovimientos sociales, sus discursosy organización al entremezclarse conla nueva condición tecnológica, cuá-les son sus formas de agenciamiento?

Frente a esta relación entre movi-mientos sociales y TIC, Valderrama(2008) propone dos aspectos noda-les: el papel mediador de estas últi-mas en los procesos comunicativos ylas profundas transformaciones de lasdinámicas políticas de la sociedad(que pasan por la crisis estructuralde legitimidad y de las prácticas delejercicio político tradicional). Así,

son varias las características de estecambio:

a. Se matiza la centralidad delespacio público urbano deinteracción cara a cara, asícomo la llamada esfera públi-ca, y se promueve una nuevaprovista por la inmaterialidadde las redes electrónicas (ejem-plo de ello son espacios como

Facebook, Flickr, MySpace,etc.).

b. Las prácticas sociales se cons-tituyen en torno a valores cul-turales, modos de vida yconstrucciones de sentido(más allá de intereses de claseo sectoriales) y en oposición amodos de organización y co-municación verticales, buro-cráticos y rígidos, de ahí quese privilegie la adopción de untejido organizacional y comu-nicativo en red.

c. La presencia creciente de co-lectivos y movimientos socia-les de carácter global en la Redque no obedecen directamen-te a regulaciones estatales.

Sin embargo, esto no significaque no haya acciones off-line, comolo muestra Lago (2008), sino quehay una suerte de continuidad de re-laciones virtuales y cara a cara quemantienen y proyectan acciones po-líticas sobre centros de toma dedecisiones o en su interior, con in-tervenciones en la calle, en las plazasy, en general, en el entorno urbano.En particular, los movimientos anti-globalización o de resistencia globalhan mostrado formas de articularseen red y capacidad de redimen-sionamiento de sus luchas a nivelterritorial, donde la intención no esglobalizar la experiencia a partir desu unificación, sino recrear formasde cooperar, y donde cada procesolocal tendrá su propio lenguaje yforma de coordinación. La popula-rización de Internet está provocandocambios de actitud en los movimien-tos, pues se ha comenzado a dar unlugar específico a la comunicaciónque antes no tenía (Lago et al., 2006;Tamayo, León y Burch, 2005).

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En efecto, las luchas sociales queen el pasado procuraban una eman-cipación política, ahora lo hacencomo una búsqueda personal, socialy cultural y, por lo tanto, las formasorganizativas son también diferentesde las que les precedieron. Antes per-tenecían a una idea de democracia re-presentativa, hoy ésta es tensionada poruna idea de democracia participativa.Los protagonistas de estas luchas yano corresponden al dúo ciudadanía-clase social, las luchas ya no son delas clases sociales, sino de grupos so-ciales, con contornos más o menosdefinidos en función de intereses co-lectivos, a veces muy localizados peropotencialmente universalizables. Unejemplo prototípico de lo que pue-den ser estas nuevas formas de accióncolectiva sustentadas en TIC sonaquellas que provienen de colectivosde contrainformación, de software li-bre, creative commons, y, en general, dela cultura libre, porque la descentra-lización de la circulación lingüística,perceptiva y cognitiva se acopla conla descentralización de los medios deexpresión, con otros regímenes designos, que son “potencialmente”más favorables al plurilingüismo, a lasplurinteligencias (Lazzarato, 2006), yse sustentan en el trabajo colectivo yla producción de libre circulación debienes comunes. No obstante, seríaingenuo pensar que esto se producesin fricciones y pujas de poder en elinterior de estos mismos colectivos ymovimientos, o que se rompe total-mente con prácticas políticas tradi-cionales. Así, es interesante mirarcómo en estos colectivos también se(re)producen ciertas dinámicas orga-nizativas autoritarias, la centralidadde los nodos coordinadores, el lugardel género, la raza y el dominio deconocimientos y lenguajes en las re-laciones de poder y de creación co-lectiva. En este sentido, es importante

instituciones propuestas por el Esta-do– para desde allí proponer cambios.Pero también esa multiplicidad queno se agota en el individualismorampante y que nos presenta nuevasformas de hacer política, en una suer-te de devenir minoritario (Lazarato,2006), de política menor, que no seadecúa a los modos de operar de lasorganizaciones sociales tradicionaleso a los conceptos de las ciencias so-ciales modernas, sustentadas en tota-lidades y esencialismos de categoríasbinarias. Tampoco se sostiene en laidea de un Estado y de un ciudada-no con “una” identidad cultural.Como hemos planteado aquí, éstoshan estallado y entrado en una esferaglobal, ambigua y confusa, pero congran potencial de creatividad social.

Cibercultura y estética

Las transformaciones económicasy tecnológicas de las que hemos ha-blado antes son posibles por los cam-bios en las maneras de sentir que lespreceden. Es decir, otras modalida-des de experiencia social emergen através de nuevas formas de socialidady de acción a distancia, como señalaSloterdijk (2008); de comunicación,interacción y coordinación de accio-nes on-line y off line; de creación y cir-culación de obras que posibilitan losnuevos repertorios tecnológicos. Puesbien, el arte es una esfera que tradi-cionalmente ha tomado la delanteraen la creación cultural –aunque la ex-presión suene un poco paradójica–,pues hace emerger complejidades,que de otro modo no tendríamoscondiciones de considerar. Esto seproduce en el campo del arte hoy enmedio de una transformación del es-tatuto de lo real y de la diversifica-ción de las formas de producción deverdad y de circulación de ideas y

considerar cómo la dimensión cultu-ral y, en particular, la de culturaspolíticas tradicionales de muchosaños en países como el nuestro, per-manecen, se camuflan y se hibridancon las nuevas prácticas políticas co-lectivas pero también singulares.

Lo anterior nos lleva a plantearcon Valderrama (2008) que el ciberes-pacio es efectivamente un campo delucha donde la esfera pública (en eseborroso intersticio de lo privado-pú-

blico) que de allí está emergiendo,alberga infinidad de ilusiones e inte-reses y que su control se vuelve estra-tégico no sólo para el mercado, sinotambién para los colectivos y movi-mientos sociales que siguen invocan-do otras formas de vida, otrosmundos múltiples. Es decir, en elciberespacio persisten flujos designos, sonidos, imágenes que se bi-furcan a partir de una lógica que com-bina invención con repetición. O sea,una construcción de lo nuevo a par-tir de lo viejo, lo viejo repetido pararenovarse: por ejemplo, usar los ca-nales establecidos –como las leyes e

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obras a través de las redes telemáticascomo lo plantea Adolfo Vásquez(2008).

Los lenguajes de la Red, como lahipertextualidad y las narrativas de lahiperficción como apuestas quepropenden por la creación y la inven-ción de modalidades narrativas querompen con los esquemas comu-nicativos tradicionales de la culturaescrita y con el logocentrismo, abrentambién posibilidades de expresióny acción colectiva. Aquí encontramoslos trabajos de las redes de artistascontraculturales, los movimientos net-art y digital-art, que están invocandoapuestas políticas de creación cultu-ral desde la integración de arte, fic-ción y tecnologías. Es decir, se tratade propuestas estéticas y políticasdonde emergen nuevas metáforas,aproximaciones teóricas y prácticassociales y culturales en el campo delos estudios ciberculturales. Quizásel movimiento más conocido en elcampo de la estética y las TIC es eldel net-art que propende por la orga-nización de nuevas prácticas micro-políticas y microsociales, nuevassolidaridades, otros contratos ciuda-danos, conjuntamente con nuevasprácticas estéticas como una vía po-sible para renovar tanto la políticacomo el arte. En este campo tambiénse encuentran los movimientoshacktivistas y artivistas que están pro-moviendo, a través del software librey el creative commons, la creación co-lectiva. La verdad del arte se descentray se propicia la intervención/inter-acción del espectador con la obra tam-bién como autor. Andrés Fonseca(2008) destaca proyectos en Lati-noamérica y España que fomentanprácticas creativas, proyectos y publi-caciones sobre cultura libre y digitalque animan proyectos off-line y on-liney donde se promueve la generación

de interfaces entre tecnología, conte-nidos emergentes, prácticas artísticasy comunidades. Estas múltiples for-mas artísticas y culturales creadas co-piando y mezclando, en los samplers yel mixing, muestran usos “transforma-dores” de los bienes informacionales,que inciden tanto en los contenidospor fuera de los originales como enlos mercados en los que compiten.

En el campo de la escritura y laproducción literaria, la interaccióncon la obra y su intervención es unode los planteamientos centrales quenos propone Jaime Alejandro Ro-dríguez (2008), a través de la irrup-ción de una nueva figura, la delautor-lector, o el “golpe de gracia” quesufre la figura tradicional del novelis-ta dadas las posibilidades estéticas ycreativas propias del ciberespacio y desu lenguaje hipertextual. Se trata dela anunciada muerte del autor deBarthes y que en las narrativas de

hiperficción se materializa a tal pun-to que es imposible seguir mantenien-do las categorías de autoría y autoridadpropias de la modernidad. De hecho,Rodríguez (2008) sugiere que la es-critura posmoderna promueve abier-tamente la participación del lector,la “doble productividad”, ya sea a tra-vés del juego o a través de la puestaen marcha de conciencias paralelas deinterpretación. No obstante, el retoen este campo tiene que ver con su-perar una primera fase de produccio-nes hipermediales, de múltiplesopciones de lectura, pero que siguenmanteniendo una “autoría” –aún siella está constituida por un equipoamplio– y lanzarse hacia el paradig-ma de la creación colectiva, máximaexpresión de la interactividad parti-cipativa que abandona definitivamen-te el esquema de la creación de autorpara disponer ahora los medios de ex-presión grupal, a través, por ejemplo,del proyecto Narratopedia.

Por su parte, Lucía Santaella(2008), desde Brasil, nos muestracómo tecnologías móviles de puntacomo las de localización (GPS por sussiglas en inglés), pueden convertirseen posibilidades de colaboración, in-tercambio y búsqueda de conexiones,a través de prácticas espacializadorasy socializadoras, que se ligan con unatradición estética de activismo polí-tico. Se trata de un renacimiento dela experiencia singular y sensible delas personas con los lugares y sushistorias, una suerte de reterri-torialización posterior a la desterri-torialización digital. Sin embargo, esuna relación que no es transparenteo carente de cuestionamientos. Porejemplo, se critica a estas tecnologíasel que inauguren un neo-cartesianis-mo por el surgimiento de la especifi-cidad temporal y local, tramitada portecnologías de vigilancia y navegación;

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y la dependencia de ciencias aplica-das que siguen centradas en unmodelo de defensa militar norteame-ricana y de su ideología imperial, asícomo en su ubicuidad comercial pro-pia del mercado actual. Estos proyec-tos con tecnologías de localizacióntoman distancia de expresiones artís-ticas de galerías y museos que, comoseñala Vasquez Rocca (2008), man-tienen una función de archivo que fijala verdad del arte, pauta la cultura yadministra el gusto. Pero también sedistancian de las producciones exclu-sivas de la Red como el net art y estánbuscando interfaces sociales, con lu-gares específicos y dentro de ellos.

La necesidad deinventarnos metáforaspara la multiplicidad

Quisiéramos plantear aquí quedetrás de las preguntas por el accesoa las TIC y de quiénes están exclui-dos –que sin duda siguen siendo im-portantes y urgentes en sociedadescomo las nuestras– y de sus metáfo-ras sobre la “brecha digital”, hayotras que aquejan a nuestras nuevasgeneraciones, las locales y las globa-les, y que están vinculadas directa-mente con la posibilidad de laacción política, la sensibilidad, conel sufrimiento y la felicidad. Nos en-frentamos, de una manera desigualy heterogénea, a una tendencia cre-ciente y dominante de generacionescuya configuración emotiva y cogni-tiva deriva más de una exposición ala semiosis de máquinas de expresióny a su lenguaje visual y digital que ainteracciones con el núcleo familiar,y esto, como bien lo ha señaladoMartín-Barbero (2005), no se debea los medios en sí mismos, sino atoda una reconfiguración de la ciu-dad y de los espacios urbanos y a las

maneras como hoy los habitamos.La generación que está creciendo, in-tegrada a esta cibercultura, los lla-mados nativos digitales (Prenski,2001), ha entrado en circuitos glo-bales incluso antes de haber forma-do una sensibilidad localizada. Esteacontecimiento se caracteriza pornuevas formas de socialidad, deinteracción y de percepción cogni-tiva, mediadas por repertorios tec-nológicos que posibilitan la acción

a distancia, la interactividad, la si-mulación, la integración de lengua-jes orales, escritos y audiovisuales.Pero se trata de un pasaje que estáatravesado por disturbios, angustias,sufrimientos y patologías (Berardi,2007) que, como lo señalan Gómezy González (2008), las viven en carnepropia los jóvenes que están “inte-grados” o conectados y con capaci-dad de adquirir estas tecnologías. Yesto en particular porque si la socie-dad industrial construía máquinas- de represión de la corporeidad y eldeseo, la sociedad postindustrial

funda su dinámica en la movilizaciónconstante de este último.

Así, en el contexto de exacerba-ción de la socialidad, de la acción adistancia y de la modulación y el go-bierno de la libertad, se produce unasingularización de los dispositivostecnológicos de acuerdo con lasposibilidades económicas de cadaquien, donde su consumo representauna opción de participación sim-bólica, expresión y construcciónde mundos compartidos (Muñoz,2007), y de trabajo liberado comolo entienden Gómez y González. Peroal mismo tiempo –y en medio degozos y desgarres– su contracara es ladromología o “catástrofe temporal”(Virilio, 2005) que la velocidad pro-duce en nuestra experiencia diaria, enfunción de la aceleración tecnológi-ca, llevada a cabo en todos los secto-res. Se trata de una regla sumaria querepresenta, desde subjetividadesindividuales, a países enteros, encua-drando, por supuesto, grupos, insti-tuciones y corporaciones (Trivinho,2006).

Asistimos pues a la reconfigu-ración de las relaciones entre culturay economía, de las relaciones de po-der y los conocimientos globales ylocales y a la emergencia de subjetivi-dades individuales y colectivas que semueven entre las inequidades e injus-ticias estructurales de vieja data ennuestras sociedades y las seduccionesdel actual capitalismo y sus modosde capturar la fuerza y la vitalidad denuestros cuerpos-mentes en aras delmercado y el consumo. Pero al mis-mo tiempo, se están produciendoformas de resistencia, de creatividadsocial y de acción política para cons-truir horizontes de sentido desde lamovilización social y la expresión es-tética, que como señala Muñoz

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(2007), hacen posible la transforma-ción de la realidad a partir de relacio-nes horizontales con otros legítimosy la emancipación de agentes cómpli-ces de la auto-creación; aunque no sinparadojas y destiempos en el campocultural.

Así, las ciencias sociales y la in-vestigación en el campo de los estu-dios ciberculturales tienen el reto dedesplazar los análisis totalizantes ymolares de nuestras sociedades, he-redados de las ciencias modernas y losdiseños tecnosociales autoritarios yantidemocráticos que gestionan lavida para hacerla “útil”. La ciber-cultura requiere pluralidad, una mul-tiplicidad de abordajes críticos y demetáforas que nos permitan nombrarformas de vida en donde se hagan vi-sibles los nuevos mecanismos de pro-ducción de poder (de dominación yde resistencia) a través de máquinassemióticas, pero también donde seaposible articular las potencias y lassingularidades en una diversidadcreativa. En suma, no podemos olvi-dar que las metáforas que usamospara describir nuestros objetos deestudio, también lo/nos crean.

Citas

1 En la escritura de este artículo apare-ce un nosotros que constituye este tex-to, no sólo proveniente de los diferen-tes trabajos que hemos realizado en lalínea de Comunicación-Educación delIESCO en la Universidad Central,sino que intenta recoger y dialogar conlas voces de otros articulistas del pre-sente número.

2 Aunque sus antecedentes los podemosrastrear en el movimiento contracul-tural de los hackers-hippies en los añossesenta; en los desarrollos de la ciber-nética de primer y segundo orden, enlos cincuenta y ochenta, respectivamen-te; y en la Inteligencia Artificial, es inte-

resante el origen doble y opuesto de lacibercultura y su espacio, el ciberes-pacio, en la contracultura cyberpunk yen la guerra, esto es, en la experimen-tación social y el control de poblacio-nes y territorios.

3 La brecha digital, que hoy en día cons-tituye un índice para medir el desarro-llo de los países, se convirtió en unapreocupación oficial a mediados delos años noventa por el desequilibrioentre quienes tienen acceso a las TIC yquienes no lo tienen, cuando el De-partamento de Comercio de los Esta-dos Unidos acuñó el término digitaldivide (Rueda, 2005a).

4 Es importante señalar que de los tra-bajos registrados en América Latinaen estos campos, la mayoría de ellosrecibieron algún tipo de financiacióndel Centro Internacional de Investiga-ciones para el Desarrollo (CIID) deCanadá, o IDRC –por sus siglas eninglés–. Para un estado del arte sobrela apropiación social de TIC en Amé-rica Latina, ver Rueda (2005b).

5 Para una revisión completa de este mo-vimiento en América Latina, ver lostrabajos de los colombianos AndrésBurbano y Jaime Barragán (2002) yel del Mexicano Damián Peralta(2006).

6 Para una mirada genealógica críticade cómo se constituye en ColombiaInternet como campo, así como cifrasactualizadas de acceso y conectividaden el país, ver la reciente investigaciónrealizada por Tamayo, Delgado yPenagos (2007).

7 Nos referimos aquí a que se manten-dría la división metafísica entre cuer-po y mente como si el trabajo mental ycon máquinas de expresión, no causa-ra cansancio o no consumiera energíacorporal, por lo que creemos que esimportante considerar si con dichasmetáforas (sociedad de la informa-ción, capitalismo cognitivo, sociedadinformacional) no estamos invisibili-zando otras facetas de este nuevomodo de producción económica, sub-jetiva y cultural.

8 Las licencias creative commons o CC es-tán inspiradas en la licencia GPL (Ge-neral Public License). Su propósito esposibilitar un modelo legal ayudadopor herramientas informáticas parafacilitar la distribución y el uso de con-tenidos para el dominio público. Exis-ten una serie de licencias creativecommons, cada una con diferentes con-figuraciones o principios, como el de-recho del autor original a otorgar li-bertad para citar su obra, reprodu-cirla, crear obras derivadas, ofrecerlapúblicamente y con diferentes restric-ciones como no permitir el uso comer-cial o respetar la autoría original. Ver<http://creativecommons.org/>.

9 Según el informe de Business SoftwareAlliance (BSA), la asociación de losprincipales creadores y productores deprogramas informáticos en el mundoentero, entre el 2003 y el 2005, la tasade piratería subió en Bolivia del 78 al83 %; en Paraguay, el 83 % en los tresaños; en Guatemala, del 77 al 81 %;en Venezuela, del 72 al 82 %, y en ElSalvador pasó del 79 al 81 %. Ade-más, en Argentina pasó del 71 al 77%; en Chile, del 63 al 66 %; en Co-lombia, del 53 al 57 %, y en Panamá,del 69 al 67%. Con estas cifras, la re-gión en su conjunto se ubicó apenasdos puntos por debajo de EuropaCentral y del Este, que con un 68% decopias ilegales fue denominada comola meca de la piratería informática. Ver<http://www.pergaminovirtual.com.ar/revista/cgi-bin/hoy/archivos/2006/00000 666.shtml>, consultadoen enero de 2007. Como este estudio

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también se encuentran los de la OCDEdonde se dan cifras de pérdidas en laindustria del software y el hardware, lamúsica, etc. No obstante, no encon-tramos estudios que permitan com-prender la otra cara: ¿cómo medir elsustrato que genera la piratería paraacceder en todo caso a bienes informa-cionales de algún tipo?, es decir, ¿cómoésta favorece el mercado legal? Y, almismo tiempo, sería interesante con-frontar estos índices de piratería conlos planes y programas nacionales deacceso a tecnologías y ver cómo aqué-lla ha efectivamente aportado a la de-mocratización del acceso en estos paí-ses, pues sus estados no logran ofrecerotras alternativas de cobertura másamplia.

10 Una muestra es el costo del paqueteOffice de Microsoft (Windows Vista):$453.000 (200 dólares aproximada-mente), comparado con el salario mí-nimo legal de un colombiano: $516.500(270 dólares aproximadamente).

11 Ver el reportaje de la BBC “Riesgos dela basura tecnológica” del 28 de no-viembre de 2006, donde se señala cómoen el mundo se producen aproximada-mente 50 toneladas de basura electró-nica cada año, que son enviadas a lospaíses más pobres. En sólo EstadosUnidos, entre 14 y 20 millones de com-putadores personales son desechadosal año. El plomo, arsénico, selenio,cadmio, cromo, cobalto, mercurio,entre otros componentes de los com-putadores, están ocasionando enferme-dades por la inhalación de los tóxicosque se desprenden de los componen-tes de los computadores que son inci-nerados en grandes basureros y en loscuales trabajan niños, jóvenes y adul-tos de estos países. Ver <http://news.bbc.co. uk/hi/spanish/science/newsid_ 6191000/6191104.stm>,consultado en enero de 2008.

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