Ganadores del Premio del Jurado y Mención Especial del II Certamen de Microrrelatos de Terror del...

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Primer premio: Sola, de Chelo Sierra

Segundo premio: La chica del billete de veinte marcos, de Santiago Asensio Merino

Tercer premio: Crema de mantequilla, de Miriam García Ronquillo

Mención especial del Jurado: Céfiro, condenado caballero, de Rodrigo Gutiérrez “Kalki”

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Primer premioPrimer premioPrimer premioPrimer premioSola, de Chelo SierraSola, de Chelo SierraSola, de Chelo SierraSola, de Chelo Sierra

A Carmen nunca le gustó vivir sola: odiaba comer sola, ver la televisión sola y, sobre todo, dormir sola. Esto último no lo soportaba. Quizás esa urgencia que tenía siempre por encontrar a alguien con quien compartir su cama, la había llevado a coleccionar el mismo número de parejas que de fracasos. Su última relación acababa de llegar a su fin esa misma mañana. Se había dado cuenta de que Miguel tampoco era el hombre de su vida y, como acostumbraba a hacer en cuanto constataba algo así, había decidido terminar con él. Se acostó casi de madrugada, en un intento de enfrentarse a la oscuridad y a los sonidos de la soledad lo más tarde posible. Los pasos cansados del vecino de arriba, el zumbido grave y constante del motor del frigorífico, los arañazos obstinados de las termitas que habitaban en la pata derecha del butacón, el rítmico ulular de un búho, la sirena de una ambulancia... todo la sobresaltaba aquella noche. Imposible dormir sola. Imposible. Aterrorizada, saltó de la cama, corrió por el pasillo hasta la despensa y, ya dentro, se acurrucó junto a todos esos cuerpos fríos y amontonados. Tan conocidos. Tan reconfortantes.

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Segundo premioSegundo premioSegundo premioSegundo premioLa chica del billete de veinte marcos, de Santiago Asensio La chica del billete de veinte marcos, de Santiago Asensio La chica del billete de veinte marcos, de Santiago Asensio La chica del billete de veinte marcos, de Santiago Asensio MerinoMerinoMerinoMerinoMe pidió fuego al atardecer. Los tirabuzones recordaban vagamente a alguien. Lo comenté. Dio una calada y formó un aro que se confundió con la neblina. Los del norte tenéis pobres maneras de flirtear. Tomemos algo. Annette. Mascullé mi nombre. Donde vivo, nadie tutea apresuradamente.

Pedí cerveza. Ella nada. Escribía poemas, me dijo. Cuando contaba mi vida, vivida a medias, mis vacaciones prosaicas, se acercaron de otra mesa. No hable solo, amigo. Súmese a nuestra tertulia. Respondí que estaba muy bien acompañado. Las risas me golpearon.

Te pareces a la de los billetes antiguos. Una escritora que nadie lee ya. Los poetas románticos vinieron al mundo para enfangar los años de instituto. Hölderlin, Novalis…

Tu comentario merece recompensa. Mis habitaciones, destartaladas por el tiempo, te asustarían. Ven.

Saliendo, señaló el cielo sobre el lago. La luna, dije. No, es una góndola de plata que alumbrará nuestro baño. Argumenté que era noche de otoño.

En la orilla desnudó su cuerpo. En el agua me besó sin abrazarme. La última vez que me bañé con un hombre fue con uno que odiaba todo. Tenía el corazón débil, susurró.

Nadó apartándose y sentí el frío cortante y el dolor definitivo en el pecho.

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Tercer premio Tercer premio Tercer premio Tercer premio Crema de mantequilla, de Miriam GarcCrema de mantequilla, de Miriam GarcCrema de mantequilla, de Miriam GarcCrema de mantequilla, de Miriam Garcíííía Ronquilloa Ronquilloa Ronquilloa Ronquillo

Un golpe en la salita del piano. Coges otro pastel, y la crema de mantequilla mancha el ribete de encaje de tu guante. Estallido de cristal, debe ser el jarrón que había sobre la mesita, junto al piano. Un crujido muy desagradable, como de huesos aplastados. Abres la boca al máximo, introduces el pastel casi entero; sientes su esponjosidad inundando tu boca, y lo tragas de una vez.

Golpes en el pasillo, se diría que cuadros cayendo. ¿Los cuadros? Bastante gratuito, la verdad... Tragas el resto del pastel y chupas la crema de mantequilla de tus dedos. Miras con fastidio tu guante manchado.

Un golpe sordo contra la pared del pasillo, y un reguero de sangre asoma por debajo de la puerta. Tu vestido almidonado cruje al girarte para coger otro pastel. El tacto de la caja es suavísimo y el trazo en el nombre del fabricante, exquisito. Te vuelves a girar en la silla, y está frente a ti. No puedes dejar de mirar sus ojos desencajados mientras masticas tu último pastel, saboreando esa deliciosa crema de mantequilla.

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MenciMenciMenciMencióóóón especial del Juradon especial del Juradon especial del Juradon especial del JuradoCCCCééééfiro, condenado caballero, de Rodrigo Gutifiro, condenado caballero, de Rodrigo Gutifiro, condenado caballero, de Rodrigo Gutifiro, condenado caballero, de Rodrigo Gutiéééérrez rrez rrez rrez ““““kalkikalkikalkikalki””””

Cabalgata; calesas, costosos carruajes, cabalgaduras, cuales calurosas cabecean columpiando crines cresponadas, caminan cadenciosas completando carretera camposanto cobricruzado.

Canícula, campanadas, capitanea comitiva cierto carcamal con casulla, cíngulo, crucifijo, claro capellán; continúan camino cruzando cipreses, convoy con célebres caballeros, camaradas, cónyuge -Carolina-, concubina… Culminan cercando cripta, cuala criados compelidos construyeron, consumándola con colosal cúprica cruz, cincelada contendiendo cielo.

Clérigo compite compungiendo conciencias celebrando calcada cortesía como cubriócomendador; centinelas constatan contraponiendo citas, chismorreos cómplices, cínicos, caballero codazo chocó con cara cerrando comedia. Calumniado capellán corrióconcluyendo: “Como cieno creciste, cieno cuando caíste, Creador cuídalo”.

Camaradas calan caja concavidad cirios circunvalada, corazones conmovidos claman cielo con canciones consagradas, confiando calma caballero Céfiro.

Chilló cuervo, correteó cabrito conteniéndose cerca caja, cofrade circulaCogiéndolo … “¡caramba!”, crucificándose, contramarchea cobardado. Confirmando conmoción, candado cajacedrada cliqueó, carcajadas cavernosas, compuerta crepitócediendo, Céfiro confiado contempló colérico, cara cericeleste, capa cubriendo centelleante celada, cortante cuchilla celosamente cogida …, comitiva consternada columbraba calofría.

¡Chas!, caballos cabritáronse, confusión, caos, corpulento Céfiro clamó “¡Carolina, cianuro!”“¡Céfir…!” -contestó-, cuchilla cruzó cantando clavándose criminal corazón, chivo convirtióse cuernicaballo, contiguos congregaron cuantiosos cadáveres.

Concienzuda ceremonia celebró contento, colmó cruz con cuerpos cuya calmaconturbada confunde creyente, concluyó cabalgando cuernicaballo conjuntoconcubina, conciliado consigo; camandulero caballero Céfiro, chivo compañero.

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¡MUCHAS FELICIDADES A LOS GANADORES!

El Museo del Romanticismo y Nanoediciones queremos dar las gracias a todos los participantesde esta II edición del Certamen de Microrrelatos de Terror, por la acogidade nuestra modesta iniciativa,que pretende celebrar una fecha tanromántica como es el Día de Difuntos

¡Hasta el próximo año!