La Lagartija Que Abrio La Calle Mejia

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L u c i a n o A n d r a d e M a r í n

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  • L u c i a n o A n d r a d e M a r n

  • L u c i a n o A n d r a d e M a r n

  • PACO MONCAYO GALLEGOSAlcalde Metropolitano de QuitoPresidente del Directorio del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural

    CARLOS PALLARESDirector Ejecutivo del Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural

    LA LAGARTIJA QUE ABRI LA CALLE MEJALUCIANO ANDRADE MARN

    FONSAL, 2003Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de QuitoVenezuela 914 y Chile / Telfs.: (593-2) 2584-961 / 2584-962E-mail: [email protected]

    Coordinador General de la Edicin y Editor:ALFONSO ORTIZ CRESPO

    DERECHOS DE AUTOR: GRUPO CINCO EDITORES(Javier Gomezjurado, Edmundo Ypez,Wilson Vega, Vctor Hugo Donoso eIvn Gomezjurado)Historietas de QuitoInscripcin No. 013900ISBN: 9978-41-343-X1. Edicin Mayo, 2000.Quito - Ecuador

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    Edicin y Diseo: TRAMADireccin de Arte: Rmulo Moya Peralta/ TRAMAPreprensa e Impresin: TRAMADireccin: Eloy Alfaro N34-85 / Telfs.: (593-2) 2246-315 / 2246-317www.trama.com.ec

    Impreso en Quito-Ecuador, 1500 ejemplares, noviembre del 2003

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  • 5LUCIANO ANDRADE MARN

    La larg a rtija que abri la calle Meja

    Historietas de Quito

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    PRESENTACION ALCALDE

  • UNA APROXIMACIN BIOGRFICA A LUCIANO ANDRADE MARN VA C A

    Javier Gomezjurado ZevallosG rupo Cinco Editore s

    Naci en la en la parroquia de San Sebastin de la ciudad de Quito el27 de enero de 1893, en una amplia casona ubicada en las callesLoja y Ambato, apenas a una cuadra de la quebrada de Jeru s a l n ,c o n v e rtida aos despus en la 24 de Mayo1. Fue hijo del ilustre abogado ypoltico ibarreo Francisco Andrade Marn, quien fuera Rector de laUniversidad Central, Presidente de la Cmara de Diputados y Encargado delPoder en 1912; y de su primera esposa, la dama quitea Clotilde Va c aMerizalde, quien les dej muy pronto. Su primera formacin corri a carg ode sus hermanas mayores, desde 1900 contaron con la presencia de sumadrastra la seora Victoria Malo Germ n .

    Sus estudios primarios los realiz en la clebre escuela de las seoritas To l e d o ,situada adjunta al arco de Santo Domingo y en la Escuela de El Cebollar delos Hermanos Cristianos, donde fue alumno del Hermano Miguel, quien lep repar para la Primera Comunin.

    A los trece aos ingres al Colegio Meja como uno de sus alumnos ms anti-guos, fundando en este establecimiento en 1909 la revista Bolas y Boladas,cuya impresin se realiz con el papel que les haba obsequiado el GeneralA l f a ro. Esta publicacin estudiantil la dirigi Leonardo Endara, fue adminis-trada por Luciano, su hermano Francisco y por Hernando Pallare sZaldumbide, y se mantuvo hasta 1919 en dos pocas difere n t e s .

    A decir del bigrafo Rodolfo Prez Pimentel, fue un muchachn fornido y larg i rucho, muy populare n t re sus compaeros por ser dado a todos los deportes, inclusive al ms peligroso: el andinismo.

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    Se bachiller en 1912, ingresando a la Universidad Central para iniciar sus estudios en Medicina, losmismos que no concluy. Por aquel entonces fund la revista quincenal Andina en compaa deCarlos Honorato Endara, y fue Director de la Biblioteca Municipal a los 24 aos.

    Poco despus, en 1917, viaja a California, en compaa de su hermana Margarita y su cuado ManuelCabeza de Vaca, donde permaneci hasta 1925, aprendiendo ingls y estudiando geografa y agricul-tura en San Francisco y trabajando en la librera Paul Helder donde aplic un nuevo sistema de cata-logacin de publicaciones, opuesto al Decimal. Fue asimismo articulista de los diarios El Da y ElC o m e rcio de Quito. En 1922 apareci su primer folleto y en seis pginas: Una obra grandiosa malc o m p rendida, El brillante futuro de una empresa y una ciudad.

    De re g reso a su tierra fue Concejal de Quito y Director General de Agricultura, durante la poca de ladictadura de 1925. Cuando ejerci este ltimo cargo inici una serie de cursos escolares sobre agricul-tura y cre estaciones experimentales agropecuarias forestales en Quito, en el pramo del Cotopaxi yen Ambato, siendo hoy considerado como el precursor de la forestacin a gran escala y con las ganasdel viajero que se reencuentra con la amada tierra, edit varias cosas en ese ao:

    La instruccin juvenil, popular y escolar s o b re agricultura, folleto de diez pginas.Qu haremos de nuestros pramos?, folleto de 42 pginas.Las heladas, nueve pginas.

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    1 Esta casa aloj mucho tiem-po despus a la escuela Ale-j a n d ro Crdenas. Abando-nada y en proceso de destru c-cin, fue requerida el ao1993 por la Municipalidad,quien encomend al FON-SAL su restauracin para quefuncione en ella el centro Tres Manuelas de re c u p e r a-cin fsica y social para lamujer y la familia.2 Diccionario Biogrfico delE c u a d o r, Tomo VI, Imp.Universidad de Guayaquil,1994, pp.31-38.

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    El alcohol como combustible industrial, 14 pginas.Respuestas al cuestionario sobre asuntos forestales ecuatorianos, cinco pginas.

    Evidentemente estos ttulos estaban relacionados con su nuevo Cargo de Director Nacional de agricul-tura, que lo desempe hasta 1929, presentando su renuncia ante el gobierno de Ay o r a .

    En 1927 edit en 12 pginas su I n f o rme del Departamento de Agricultura s o b re asuntos fore s t a l e secuatorianos y no publicar hasta en 1932 en que apareci un grueso folleto de 113 pginas tituladoEl Ecuador minero, manufacture ro y cacaotero

    Hacia 1933 y en compaa de dos italianos, el alpinista Tulio Boschetti y el paracaidista del ejrcito deese pas, Humberto Re, realiz un viaje de exploracin a los Llanganatis, el mismo que haba sido pla-nificado desde 1932. En este viaje lleg a tomar ms de 300 fotografas durante el re c o rrido y explo-r las tierras que hasta entonces se las describa como desconocidas. Fruto de esa expedicin fue eldescubrimiento de la Te rcera Cordillera de los Andes: la Cordillera Oriental. Es a raz de esta excur-sin el aparecimiento de nuevas tesis sobre el sistema geolgico de la zona, la climatologa seudo tem-perada, la teora sobre la orogenia de las formaciones granticas en el gran bloque del Llanganati, y ele s c l a recimiento de la errnea hidrografa tradicional. Sin embargo, debieron de transcurrir muchosaos para que le sean reconocidos estos descubrimientos.

    Con motivo del cuarto centenario de la fundacin espaola de Quito en 1934 apareci una de susobras ms amadas en 45 pginas y que ha sido re p roducida en mltiples ocasiones: Geografa e histo-ria de la ciudad de Quito, trabajo basado, sobre todo, en el primer Libro de Cabildos de Quito. En elmismo ao fue nombrado Director de la Quinta Normal de Agricultura de Ambato, ciudad a dondese traslad con su primera esposa Zoila Va l a rezo Quiones, quien habra de fallecer en 1941, a causade una afeccin renal. En ese mismo ao 1934 apareci el folleto de nueve pginas sobre laO rganizacin de la Enseanza Agrcola, tema que le apasionaba.

    En 1935 edit un artculo sobre la i n t roduccin de alpacas y en 1936 su gran libro de 239 pginass o b re el Viaje a las misteriosas montaas de Llanganati, develando muchos misterios en torno al teso-ro del Inca y en el cual narraba los detalles de la expedicin antes sealada.

    Nombrado profesor de Geografa en la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad Central en1937, de all pas a la de Geografa Aplicada en la Facultad de Agronoma, la que le concedi elDoctorado Honoris Causa por sus mritos. Fue tambin Director de la Escuela de Agro n o m a .

    Un ao ms tarde, en 1938, y en compaa de Carlos Mantilla Ortega, fund el Diario UltimasNoticias desde donde hizo conocer las inmensas posibilidades de las serranas y pramos ecuatoria-nos, manifestndose como tenaz defensor del Padre Juan de Velasco, por la tesis de la existencia delReino de Quito; llegando inclusive a rechazar el nombramiento que se le haba hecho como miembrode la Academia Nacional de Historia, pues aseguraba que esta haba sido fundada precisamente conel objeto de atacar al Padre Ve l a s c o .

    De nuevo se mantuvo en silencio de 1937 a 1939, quizs era la falta de estmulos a su obra, pues ape-nas la Academia Peruana le haba nombrado como Miembro Honorfico de su seccin de Geografa.1940 quizs fue uno de los aos ms pro l f e ros de su vida, pues en l edit en la revista LneaEquinoccial, de la compaa El Comerc i o :

    Etimologa del nombre Guayaquil en dos pginas.El poncho, dos pginas.La introduccin del eucalipto al Ecuador, dos pginas en la revista Lnea, en donde vapuleaba a Garc aM o reno, personaje de escasa pre f e rencia para l.La teja, dos pginas.P rocesiones de Vi e rnes Santo en el Quito antiguo, dos pginas.Civilizacin indgena, dos pginas.

  • El burroLas plazas de Quito, tres pginas en la misma revista Lnea.La pila de la Plaza Grande, dos pginas.Biografa del penco, tres pginas.Donde naci el Nacimiento?, una pginaP ropiedades y usos de las aguas termales y minerales en el Ecuador, cuatro pginas.El pequeo bagre de los andes, dos pginas.

    Demostrando as su profundo amor a las cosas pequeas de la ciudad y a la agricultura. En 1941 tam-bin public varias cosas de inters, quizs lo ms importante es que tradujo del ingls el Mensaje aG a rc a, folleto de 18 pginas de Elbert Hubbard que quera ayudar a formar jvenes re s p o n s a b l e s ,necesidad bsica para nuestra subcultura informal. Los otros, tambin en la revista Lnea, fuero n :

    El poderoso veneno curare, dos pginas.El meridiano de Quito, dos pginas.Como conoc en EEUU un menaje a Garc a, dos pginas.El rbol de la canela de Quito, dos pginas.U y a l .Los lagos o lagunas del territorio ecuatoriano, tres pginas.D e rrumbes memorables en el Ecuador, dos pginas.El bocio, dos pginas.El rbol de la quina fue descubierto en el Ecuador, dos pginas.

    De nuevo call en 1942 y 1943, para en 1944 editar:

    C a rta Abiert a al director de diario El Comercio, dos pginas.La fundacin de Quito por el Rey indio, dos pginas.Explicaciones sobre los recientes fenmenos volcnicos, dos pginas.La bsqueda del Reventador y el hallazgo de Oyacachi, seis pginas. Uno de sus atractivos trabajos,demostrando por primera vez el hallazgo de una comunidad primitiva a caballo entre Sierra y Orientey con dos tipos de familias indgenas.

    En el mismo ao contrajo matrimonio por segunda ocasin con Georgina Prez Olmedo, quien suposer su fiel y abnegada compaera. Fue profesor de Ciencias Naturales de la Universidad Centraldurante 28 aos, y en mayo de 1944 obtuvo el premio Ministerio de Educacin por haber re a l i z a d oel mejor trabajo cientfico en la Exposicin Agronmica Universitaria, lo que repiti en 1945.

    En 1945 apareci su libro de 133 pginas sobre Altitudes de la Repblica del Ecuador, su C u a d rosinptico de Climatologa Ecuatoriana (una pgina) y uno de cinco pginas sobre cmo resolver el pro-blema de las subsistencias. Su pasin por las cosas de la ciudad de Quito le llev a publicar en ese aosu propio peridico, llamado La Defensa de Quito. l era su director y re d a c t o r, y como era de espe-rarse, tuvo cortsima vida, y en l trat como artculos los siguientes temas:

    Lo que la historia no ha dicho sobre la vida de la beata Mariana de Jess.Mariana de Jess Azucena de Quito, la primera defensora de la ciudad.Te s o ros bibliogrficos sobre la vida de la beata Mariana de Jess.A rruinada la fachada de la Compaa, a rtculo en el que critica duramente con argumentos tcnicos ehistricos el re t i ro de la capa original de tratamiento que tuvo esta fachada. Cuando esto ocurri, seasegura que protest aireadamente, blandiendo su bastn delante de la misma iglesia, contra los obre-ros que con un agresivo chorro de agua y arena pulan el fro n t i s p i c i o .

    En 1946 sigui pujante en sus publicaciones: su folleto de 56 pginas conteniendo la Monografa deP i c h i n c h a, obra premiada por el Ateneo Ecuatoriano y por el cabildo quiteo. Apareci tambin sua rtculo de tres pginas respecto a la tumba de Abdn Caldern, hecho en base a los papeles de suabuelo el Dr. Va c a .

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    Fue en este ao Rector de la Escuela Politcnica Nacional y al ao siguiente planific la constru c c i ndel aero p u e rto de Macar. Fue profesor de Meteorologa y Climatologa en el Instituto GeogrficoMilitar cuando se lo categoriz como tal en agosto de 1947. En 1948 apareci su artculo en tres pgi-nas sobre Los conquistadores de las regiones vert i c a l e s y en 1949 apareci su folleto de 23 pginass o b re Bibliografa geogrfica ecuatoriana y los gegrafos ecuatorianos, demostrando su gran amor porquien fuera su maestro don Augusto Mart n e z .

    La dcada de los 50 fue prolfica. En 1951 edit un folleto de 100 pginas sobre Gua de los cultivosagrcolas para Pichincha y otro sobre La guerra de guambras en Quito (cinco pginas) a pedido deJ o rge Garcs, director de la revista Museo Histrico. En 1952 apareci su folleto de 64 pginas sobreLa desconocida regin de Oyacachi, en el cual demostraba que el camino seguido por Orellana a laamazona pasaba por la poblacin de Pifo.

    En 1954 edit un folleto de 45 pginas sobre La Batalla del Panecillo, asuntos en los que era un maes-t ro, texto que volvera a editarse en 1960. Fue tambin en este ao en el que se edit lo que algunosconsideran su obra maestra: El Reino de Quito en 268 pginas, gran defensa del Padre Velasco y quele concit las antipatas de la Academia de Historia, entonces muy identificada con las posturas deGonzlez Surez, totalmente ajenas al Padre Ve l a s c o .

    En enero de 1955 fund por su propia iniciativa el Museo Cientfico Solar, de carcter cosmogrfico,situado sobre la lnea equinoccial en San Antonio de Pichincha. Apareci este ao en doce pginas suDiscurso por el Da de la Universidad, que concitaba su vocacin de maestro secundario (en el Meja)y universitario. En el 1956 fue condecorado por la Facultad de Ingeniera Agronmica y apareci sufolleto de once pginas sobre La Lnea Equinoccial, pues estaba convencido que tanto los acadmicosFranceses como el seor Tufio se equivocaron en cuanto al sitio exacto por dnde pasaba la Lnea.En el 57 el pblico vio su artculo en seis pginas sobre Sinfonas de las maderas.

    En 1958 el Municipio de Quito le impuso otra condecoracin con la Orden de Caballero de QuitoSebastin de Benalczar en el grado de Comendador y sali a luz su artculo Los efectos fisiolgicosdel injert o, en cuatro pginas.

    E n t re 1964 y 1965 public en el vespertino quiteo Ultimas Noticias ms de 60 HistorietasQuiteas bajo el seudnimo de Quitense, las que fueron suspendidas a raz de la polmica queentabl con Guillermo Segarra, quien haba dudado de los datos de una de las historietas que re f e r ala historia de la llamada olla del Panecillo. Estas historietas, como justo homenaje a su fru c t f e r avida, fueron recogidas en su totalidad, editadas y publicadas en el ao 2000, gracias al esfuerzo deG rupo Cinco Editores y al apoyo de su hijo el Dr. Enrique Andrade Marn Pre z .

    Asimismo Luciano Andrade Marn reedit las obras de Manuel Villavicencio, Te o d o ro Wolf, PabloH e rrera y del Padre Juan Bautista Menten, como parte de la Biblioteca de Ultimas Noticias. En1965 se jubil como profesor y dos aos ms tarde recibi la condecoracin al Mrito Agrcola.

    En el ao 1966 se public su folleto de 61 pginas sobre Geografa e Historia de Quito y el ao siguien-te su d i s c u r s o en 21 pginas en el primer Simposium de Geografa e Historia y un folleto de 23 pgi-nas La geografa ecuatoriana demanda ms ciencia y conciencia polemizando con el tambin notablegegrafo Francisco Tern, quien equivocadamente afirmaba que los descubridores de la llamada ter-cera cordillera habran sido los gelogos de la compaa petrolera Shell.

    En 1969, a sus 76 aos, renunci a la Casa de la Cultura Ecuatoriana y public un folleto que titulMi re t i ro voluntario de la CCE y la defensa de mi derecho de autor del descubrimiento de la terc e r ac o rdillera de los Andes del Ecuador, falseados y conculcados en los textos escolares oficiales deGeografa ecuatoriana para los colegios de la Repblica, como continuacin de la disputa con Te r n .Se despidi de la bibliografa ecuatoriana editando el mismo ao 1969 un artculo en ocho pginass o b re Fitonimias aborgenes.

  • Mientras tanto dedicaba sus afanes a su Casa Museo Solar en San Antonio de Pichincha y a su fami-lia, a la que siempre brind enorme afecto y tern u r a .

    Para 1971 se encontraba ordenando papeles en su Museo de San Antonio, y preparaba la segunda edi-cin de su obra El Reino de Quito. Sin embargo, en junio del siguiente ao se sinti mal de salud yfue trasladado al Hospital del Seguro, donde falleci a causa de un enfisema pulmonar de larga evo-lucin el 24 de julio de 1972, a punto de cumplir los 80 aos, dejando un gran vaco en su familia yen el pas. Se vel en casa de su hermano Miguel y fue sepultado en el cementerio Mariano Rodrguezde El Batn.

    H o y, gracias a un convenio de cesin de derechos por parte de Grupo Cinco Editores, las Historietasde Quito originalmente editadas en ltimas Noticias son reeditadas con otros artculos de LucianoAndrade Marn por el Fondo de Salvamento del Patrimonio Cultural de Quito (FONSAL), comohomenaje al autor y a la ciudad que tanto am, en el marco de celebracin de los 25 aos de la decla-ratoria de Quito como Patrimonio Cultural de la Humanidad.

    Quito, octubre de 2003

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  • LUCIANO ANDRADE MARIN Y SU LABOR POR LAQ U I T E I D A D

    D r. Fernando Jurado Noboade la Academia Nacional de Historia

    Quienes tuvimos la grata oportunidad de tratar y de conocer a don Luciano, podemos dar fe a31 aos de su muerte de su gran bondad, de su generosidad imparable y por sobre todo deesa cosa rarsima que era el cultivo del sentido comn.Refera como uno de los hechos ms gratos de su infancia el haber conocido al Arzobispo GonzlezCalisto, cuya dulzura siempre la ponder, y que la muerte del Prelado ocurrida en 1904 cuandoLuciano tena 11 aos le afect notoriamente. Para entonces en medio de su orfandad ya haba naci-do su vocacin por la historia: sola meterse en los arcones de viejos papeles y all avizoraba cosas desu padre, las de su abuelo materno el mdico Manuel Vaca Martnez (con las listas de enfermos delSan Juan de Dios desde la poca de la Independencia) y las del clrigo Toms Hermenegildo Noboa,enemigo contumaz de Rocafuerte y que venan por va de la seora Malo.

    En 1906 pas al Colegio Meja como uno de sus alumnos ms antiguos, fue all compaero deG u a l b e rto Arcos, Jos Arellano, Juan Barba, Luis Egez, Luis Grijalva, Rodrigo y Csar Jcome,Vctor Jaramillo, Julio Santamara y Vicente Santisteban.

    Cuando tena 19 aos, esto es en 1912, su padre ascendi al Solio Presidencial luego del asesinato delGral. Julio Andrade la noche del 5 de marzo de dicho ao. No haba sido en su juventud el tpico nionorio, ajeno a las normales luchas de barrios, dara fe de ello mucho ms tarde una de sus sabro s a scrnicas, refiriendo las viejas enemistades entre San Roque y La Loma.

    Graduado de bachiller, entr a cursar medicina, tuvo por dilecto condiscpulo al ambateo Vi rg i l i oP a redes Borja. En 1916 a los 23 aos, entr a trabajar en la Biblioteca Municipal como Ayudante dela misma y en 1917 pas a ser Director cargo que lo desempe durante dos aos. Convirti enton-ces a la biblioteca en atildado centro y fue sitio de tertulia de los intelectuales de Quito.

    R e c o rdaba que fue por 1919 cuando vivi una situacin traumtica para l: un familiar suyo tom unplato del ao 1830 con el primitivo Escudo de Armas del pas y lo vendi en una cachinera. Para unenamorado de la historia como l, aquello era un crimen.

    El Archivo Municipal de Quito, que ya lo haban revisado Pablo Herrera y Alcides Enrquez ignora-do historiador ste- lo abri amplias perspectivas. Refera don Luciano que sola su padre enviarlerecados a Monseor Gonzlez Surez, quien siempre lo reciba de manera muy seca. Esto me hizocomparar la dulzura de Gonzlez Calisto con la aspereza del nuevo Arzobispo y le cog verdadera anti-pata. Asist de curioso a su sepelio en diciembre de 1917 con la frialdad que me corresponda diramucho despus. Esta antipata por Gonzlez Surez fue sin duda el inicio de su amor por el PadreVelasco, a quien la distancia de 80 aos, permite mirar ahora como un gran antroplogo y un mal his-t o r i a d o r, en las sapientes palabras de Segundo Moreno Ynez.

    Mientras tanto el boletn de la Biblioteca Municipal en su nmero 1 de mayo de 1919 nos mostrabasu primer artculo: Sucre y el pueblo ms querido de su corazn, en el siguiente boletn apareca una rtculo de once pginas sobre el General Diego Wittle, a su vez en los boletines de 1920 aparecan susa rtculos sobre la biblioteca de Santiago de Compostela y otro sobre el Municipio quiteo en su re l a-cin con la revolucin de octubre. Libros y la independencia seran dos de sus pasiones.

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  • Dotado de espritu polemista, era muy poco amigo de contemporizar, en su mundo interno de sabio,tan hecho de erudicin como de soledad, no daba cabida a pensamientos diferentes a los suyos. Estole trajo varios problemas, reticencias y sus correspondientes re s i s t e n c i a s .

    Su obra constituye un innegable y multivariado sntoma de enorme amor por Quito, pues al marg e nde lo anotado, es preciso dejar constancia de dos amores profundos por la quiteidad: el uno fue lahistoria de la Palabra pues tena apasionada obsesin por las primeras palabras en quitu habla-das en ese viejo Quitu, antes de que llegaran los incas. Poco antes de morir, deca que tena ya seali-zadas a cien de esas primeras palabras.

    El otro amor grande, era su pasin por la historia de la geografa y de la Ciencia, de all su hondo afec-to por su maestro Augusto Martnez y su admiracin sin lmites por la obra de los AcadmicosFranceses. En su quinta de la Mitad del Mundo, tena como joya preciada una piedra hallada cerc ade las pirmides de Caraburo y Oyambaro y que haban servido de punto bsico a los sabios de 1739.

    Los viejos quiteos an re c u e rdan esa polmica cuando un alcalde quiso ampliar el Ejido de la ciudad,e x p ropiando las casas adyacentes hasta la calle Luis Felipe Borja. Se comprenda en el proyecto supequea y vieja casita, la defendi casi con los puos, asido al pedazo de tierra que era lo nico quetena en Quito. Fue quizs un momento cumbre en que lo personal no pudo aliarse con un pro y e c t oc i t a d i n o .

    Quito, julio 10 de 2003

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  • LA CIUDAD ABORIGEN Y LA FUNDACIN ESPA O L A

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  • CIVILIZACIN INDGENA1

    Un gran pueblo aborigen como el pueblo indio de los Andes del Ecuador, tiene tras des no solamente una historia identificable como personalidad tnica, sino algo ms sus-tancial an, muy poco estudiado y apenas entendido hasta la presente; una civiliza-cin, y civilizacin indgena, difcilmente accesible al cere b ro actual del hombre blanco.

    De la historia del indio ecuatoriano, hemos hecho ya cuanto hemos querido nosotros, los hus-pedes de la indianidad que figuramos en nuestra literatura blanca como hospedadores y hasta como re-a f i rmamos y la negamos a voluntad de nuestro estado de nimo individual y de las conveniencias denuestra sociedad y organizacin social forasteras entre los indios. Hemos llegado al punto de apode-r a rnos de su historia, de incluirnos en ella y de llamar a esto incorporacin del indio a nuestra civiliza-cin. Pero, la incorporacin no es la del sujeto, sidentores del indio, a sabiendas de que ellos no leen nise interesan en nuestros jeroglficos. A la historia definida del indio, a aquellos datos ms o menos tra-zables de su vida colectiva a travs de biografas relativamente verosmiles de ciertos hombres suyos, lano la del objeto; no es la del proceso subjetivo del vivir indgena, sino meramente la del individuo fsi-co, la de esa corprea efigie nacida de otra civilizacin, a quien pretendemos vanamente imponerle lanuestra, siendo que tampoco sta es nuestra, porque aqu, a la altura de los equinoccios, somos foras-t e ros de ambas civilizaciones los que grabamos el papel con estos caracteres de ambas civilizaciones lla-madas ecuatorianos.

    De la civilizacin india, de aquel proceso mismo de hacer la vida del pueblo indio, casi somosuna tabla rasa de desconocimiento, por mucho que la veamos todava desenvolverse ante nuestros pro-pios ojos. La civilizacin aborigen nos tiene perplejos en la misma medida que la civilizacin llamadaoccidental ha pasmado nuestra vista, porque con la primera somos muy superficiales y cuando ms ex-c a v a d o res de objetos por los objetos, rara vez por las subjetivaciones; y porque con la segunda todavaestamos pensando en los rumbos orientales u occidentales de la antigua historia, cuando ya es tiempode entenderla y acogerla por el inequvoco y eterno sendero de las latitudes geogrficas.

    La civilizacin europea, llamada tambin ms genricamente occidental, ha olvidado ya porcompleto la subjetivacin mstica que, sin duda, movi siempre al artfice de los artefactos que hizo elh o m b re para comodidad de su existencia personal y social. Ms bien en la recoleccin y adecuacin delos elementos primos para su subsistencia, an persisten en esa civilizacin ciertos vestigios de subjeti-vaciones y mistificaciones en las que el hombre se muestra siquiera fraterno, ya que no absolutamentefilial a la unidad de la Naturaleza, a la integridad con el Cosmos. Las celebraciones de las vendimias yde otras cosechas, las del rbol de X m a s, o navidad, con su magnfica X inicial, simbolizando exquisi-tamente el solsticio en el hemisferio norte, son huellas, vestigios de una civilizacin refinadamente natu-ralista, sabia y exacta, que parece muerta, pero que ha de re v i v i r, y que sigue sobreponindose en nues-t ros calendarios, pero que sigue, por todos vistos, pero por rarsimas personas entendidos, del zodiaco.

    Lo que en esta llamada civilizacin occidental que transitamos menos que vacilantemente, lla-mamos sabidura de alta universidad, una atenta observacin y meditacin nos ha persuadido que enedades aborgenes del hombre, y sealadamente en las edades antiguas de los indios de las Amricas,f u e ron conocimientos y credos populares mantenidos con prstina pureza por un magistral sacerd o c i ono de templos especiales como concebimos ahora la profesin mstica y metafsica, sino ampliamentede hogares, de talleres y de chacras. La sabidura csmica era entonces, slo as patrimonio de todas lasgrandes y las pequeas fenomenalidades de la Naturaleza, y estaban encarnadas en todo acto del hom-b re en una forma consciente del hombre como parte integrante del planeta Ti e rra. All est, por ejem-plo, la precisin mxima de sus calendarios que, como el de los mayas, casualmente visualizados porlos sabios, dej perplejos a todos los acadmicos de la Soborna. Los calendarios aborgenes, as de M-jico como de Quito (an ni sospechados por los investigadores modernos), son de una precisin queahora la diramos matemtica. No tenan esos re g i s t ros impresos en folletos o en papeles que en estos

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    1 Revista Lnea, N 6, Qui-to, 1 de abril de 1940.

  • das tenemos y que los fijamos en las paredes como la cosa ms balad del mundo, no obstante que tie-nen que ser hechos por los hombres ms sabios del mundo. En esta civilizacin llamada fantstica enque vivimos, un hombre entre cien millones acaso pueda trazar el calendario; en la civilizacin de nues-t ros indios, todos saban trazar el calendario, sencillamente porque cada ocupacin diaria de esa huma-nidad, estaba ntimamente relacionada con el calendario. La cuenta del tiempo, el cmputo de das, se-manas, meses y aos era llevada por un proceso general del hombre en su vida, del cual ahora no po-demos tener ni idea. Era, empero, enunciado en pocas palabras, el mismo proceso por el cual una plan-ta jams se equivoca como marcha la Ti e rra alrededor del Sol.

    Las fiestas y costumbres de nuestros indios ecuatorianos, por ejemplo, nos atrevemos a decirque ninguna es caprichosa, ninguna es resultado de un convencionalismo entre los hombres. Todas seefectan y re p resentan eventos csmicos, altamente precisos del calendario, pero no de un calendariotrado en las carabelas de Coln, sino hecho aqu por sus mayore s .

    Anlogamente, las ocupaciones fundamentales y ancestrales de nuestros indios puros, todasestn en un modo o de otro hasta hoy vinculadas con los acontecimientos del cielo, o sea de la tierr acon el cielo y del hombre con ambos. Cuando la india anda en la calle o se sienta en el suelo y toma lap u s h c a (hilaza de lana o de algodn) en la mano, guardando una porcin determinada y medida (h u a r -c o) en el seno y se pone a estirar e hilar rpidamente con el s i g s e, h u i c h a y y p i ru ru, esa india est ejecu-tando un acto perfectamente mecnico, pero al mismo tiempo est iniciando (a lo menos as era la cos-t u m b re ancestral) los movimientos planetarios y la obra vital de un rayo de sol. De all es que los p i ru -ru s de las excavaciones tienen a la vez ciertas decoraciones msticas que no las entienden los arq u e l o-gos objetivos, quienes apenas aprecian estas cosas bajo el punto de vista artstico, llamados por ellos ci-vilizaciones a las modalidades de los art e f a c t o s .

    Consiste en enmadejar el hilo entre los dos brazos, formando un nmero 8, un l a y m i. Y, es-te nmero 8, si el lector se digna fijarse bien en lo que venimos diciendo, es la misma figura de la X mag-nfica que consta en la inicial de Xmas o navidad del hemisferio norte; y, a la vez, este l a y m i es lo quelos improlijos historiadores nos han trasmitido la noticia del I n t i - R a y m i, la fiesta del solsticio de invier-no o fin de ao, del 21 al 25 de junio, del hemisferio sur, exactamente equivalente al solsticio de invier-no o fin de ao, del 21 al 25 de diciembre, del hemisferio norte, de donde vino como forastera la civi-lizacin llamada Occidental.

    Y, sin irnos ms adelante, por ahora con esta especulacin, concluiremos diciendo que el hilode lana que hila y tuerce y enmadeja la india joven, es, al propio tiempo la prueba de capacitacin deella para ser buena esposa, porque debe saber manejar exquisitamente el h u i c h a y como para pre p a r a run poncho al novio, poncho de bodas que se llama c a p i s a y o o enjugador del sudor en el ro s t ro del va-rn. Esta prenda a de darla y ponerla la novia a su novio en la misma forma que la civilizacin occi-dental hace los esponsales con aros metlicos, como promesa y garanta de fidelidad. El c a p i s a y o, ensu diseo, tampoco es cosa caprichosa. Debe llevar un nmero tal de tiras y disposicin de colores, querefleje el linaje de la pareja, ni ms ni menos que los bellos clanes o faldas escocesas, que llevan en smismas el smbolo de la prosapia de quien los usa. Son los capisayos y los clanes, lo que los perg a m i-nos de familia en la civilizacin espaola.

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    L u c i a n o A n d r a d e M a r n

  • U YA L UNA TRADICIN INDITA SOBRE EL REINO DE QUITO Y SUS AMAZONAS2

    P R O L O G O

    Qu i e ro presentar aqu y por primera ocasin, al conocimiento de todos cuantos gustande leer y estudiar las antigedades quiteas o ecuatorianas, una de las leyendas, sinduda, ms interesantes que han podido sobrevivir todava entre los indios de nuestropas, acerca de la existencia de un gran Reino de Quito con dominios hasta el inmenso ro que lleg allamarse Maran o Amazonas, desde cuando lo penetraron y descubrieron para ellos, los espaoles en1 5 4 1 - 1 5 4 2 .

    Un caso de buena suerte me permiti entrar en posesin que dir nica de esta leyenda, mien-tras me ocupaba habitualmente hace ms de ocho aos en labores y negocios agrcolas en Gupulo,Lumbis y Cumbay, tratando, sobre todo, con los jefes y cabecillas ms serios y caracterizados de esascomunidades indianas inmediatas a Quito, advirtiendo, eso s, que adems de tales negocios, nunca des-cuid de indagar con ellos cuanto fuese posible respecto a sus tradiciones, costumbres, lengua, linajes,adems de todo cuanto ms los indios supiesen sobre la Historia Natural del pas.

    Algo til creo que voy alcanzando con este procedimiento, que, entiendo es el mismo que prac-t i c a ron los primitivos cronistas espaoles, y porque estoy persuadido de que es ms importante an es-tudiar a los indios vivos, que a los indios muertos, para poder tener algn derecho de penetrar en la his-toria y en el pensamiento indios por la puerta principal, y no por la puerta falsa, abriendo slo bre c h a sdemoledoras, como en una simple labor de profanacin de sepulcro s .

    He guardado, desde entonces, la revelacin de esta leyenda, re s e rvndomela para darla a co-nocer en una oportunidad adecuada, afortunadamente como la actual, en que ha comenzado a discu-tirse con viva devocin, no dir ya sobre la existencia o no de un Reino de Quito, sino ms bien sobrela personalidad de este Reino y sus alcances, y tambin por ser ste el ao conmemorativo de la cuart acenturia del descubrimiento espaol del Amazonas.

    P resento, pues, aqu una leyenda nueva, indita para todos los estudiosos de estos asuntos, y,lo hago consignando las re f e rencias necesarias as para ilustrar la informacin, como para acreditar laautenticidad de quien me la cont por dos veces, porque me fue posible hacerle repetir el relato en otraocasin al informante, a fin de comprobar y mejorar mis notas originales.

    El caso fue as: hallbame un da, hace cosa de ocho aos, re c o rriendo a pie en compaa deun indio principal de Lumbis, un antiguo camino chaquin denominado de Curipogyo3 que va,desde pasada una quebradilla de encima de Los Dos Puentes de Gupulo, remontando por las faldasN-E del cerro de Auqui hasta Cumbay. Era un viaje de inspeccin para establecer derechos de trnsi-to que reclamaban para s todos los indios de Lumbis, Pisucull y Cumbay, arguyendo que era un ca-mino pblico que les perteneca especialmente a los indios de toda clase, inclusive a los yumbos, desderemotsima antigedad, y aclarando que antes de que los gobiernos nacionales le hicieran el carre t e rodesde Los Dos Puentes hasta Cumbay, aquel chaquin fue el camino pblico de todos.

    El indio que me acompaaba, era principal de Lumbis, cacique dir, vive an, y es deposita-rio de todos los documentos reales de la comunidad y a la vez, el portavoz y regulador de costumbre sy tratos de su indianidad local. Su nombre es el de Lucas Ushia y Laymia4. Habindonos sentado abeber agua en una pequea y extraa fuente de la parte alta de este camino, y la nica agua que es po-sible hallar en todo el trayecto hasta Cumbay, el indio me dijo en un tono entre amistoso y re c l a m a n-te. Esta agua de Curipogyo que estamos bebiendo fue obsequiada a nuestra Reina por un yumbo fi -n s i m o .

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    L u c i a n o A n d r a d e M a r n

    2 Revista Lnea, N 32, Qui-to, 30 de junio de 1941.Originalmente el art c u l ofue publicado el 9 de juliode ese ao en el vespert i n oltimas Noticias, comohomenaje a su tercer aniver-sario de fundacin.

    Notas del autor:

    3 Segn mis investigacionestoponmicas, este nombre esuna adulteracin de la pala-bra quichua Puripogyo,que quiere decir, manantialde los caminantes, porq u ep u r i es caminante, y pogyo,fuente o manantial. Si fueraCuripogyo, significaramanantial de oro, lo cuales absurdo. Este fue, pues,el autntico camino que usla gran expedicin de Gon-zalo Pizarro y Ore l l a n a ,cuando fueron al descubri-miento del Amazonas.4 Estos dos apellidos son devisible origen Aymar, co-mo lo es el de Cantua.

  • Semejante aseveracin, incit mucho mi curiosidad, y le dije que me contara todo cuanto su-piese sobre lo que me acababa de decir. El indio accedi de muy buen grado, y comenz a re f e r i rme loque aqu copio, procurando conservar en lo posible cierta necesaria literalidad del estilo narrativo india-n o .

    R E L A T O

    En la gran antigedad de nuestros mayores, los naturales, hace cientos y cientos de aos,quin sabe cuando sera eso cuando en esta tierra reinaba un Rey de Quito, Rey queera la cabeza de otros reyes y capitanes de todas las dems tierras fras, abrigadas y ca-lientes, desde los cerros y ms all de los cerros por donde amanece el da hasta los cerros y ms all delos cerros por donde anochece el da, ocurri que el Rey grande empez a perder el poder y la sobera-na sobre las gentes y tierras lejanas que formaban todo ese reino que dizque no tena fin. La pena ycongoja del Rey eran muy grandes, porque parece que un envidioso jefe del pas del trueno, que vivaen Pintag, deseando menguar los dominios del Rey de Quito, hizo alianza con el rayo, el trueno, el re-lmpago y la tempestad, y, llamndolos en su favor con mil ofrendas y ayudas de malos brujos, logrque estos elementos se enfureciesen contra el Rey de Quito y descargasen una tormenta tan terrible deaguas, de centellas y de truenos sobre el Ilal, Alangas, Lumbis y Puengas, que, durando la torm e n t avarios das sobre estos cerros, y lo mismo sobre este A u q u 5, todo l, desde Ay a - u m a6 hasta U y a l 7 c o nespantosa oscuridad, al fin, despej una maana, cuando el Sol enojado por la rebelin de sus elemen-tos del cielo que les haban inquietado los brujos del jefe envidioso, dej ver de nuevo su luz y su calorpara alumbrar, secar y serenar la tierra que haban daado estas fuerzas mal aconsejadas.

    Al clarear el da, el asombro fue grande, al verse que desde la cumbre de U y a l se haba abier-to una espantosa boca o quebrada con direccin a Cumbay, para tragar a todos los caminantes, prin-cipalmente a los y u m b o s que siempre venan por este camino desde todas las lejanas orientales, pararendir tributo al gran Rey de Quito. Como la boca era tan grande y poda comer tambin a todos losnaturales de Lumbis, Cumbay, Tumbaco, Puembo y Pifo, tampoco ellos se atrevan a pasar a Quito,e s t remecidos del terro r.

    El Rey de Quito, mientras tanto, estaba hasta enfermo ya de tanta pena, porque los y u m b o sno podan llegar con las frutas, las hierbas y los remedios de adentro de las montaas para que tambincoma el Rey y la Reina y toda la familia real, porque el Rey reciba regalos de todos los y u m b o s de to-da clase de lado y lado de los cerros, y el Rey coma cosas muy variadas, y no cualquier cosa como no-s o t ros los naturales.

    En tal situacin desesperada, el Rey de Quito, dio en mandar a los mismos naturales del Qui-to que quedaban al otro lado del ro, que vayan a la otra montaa de Gualea, Mindo y Nanegal paraque traigan a su mesa todo lo que le gustaba comer en el palacio.8 P e ro, no se convena con perder alos y u m b o s del Oriente y a las gentes de Lumbis, Cumbay, Tumbaco, Puembo, Ya ruqu, Pifo y Papa-llagta, y, entonces mand a los brujos de Quito a que le den la vuelta la cara al cerro de Uyal y le pon-gan la boca ms bien para el lado de Gupulo. Bajaron brujos del Quito, y no pudieron por mucho queh i c i e ron. El cerro haba estado finsimamente embrujado por los brujos de Pintag que aprenden la bru-jera de los mismos yumbos del Oriente.

    Entonces, el Rey, viniendo a ver desde el frente, desde H u a n g u i l t a h u a, grit a la gente que es-taba llenecita en todo el cerro de Auqui, desde la cumbre de Ay a - u m a hasta la de U y a l para que vayanal Oriente a nombre del Rey de Quito a traer brujos finos para que le den la vuelta la cara al cerro. Ha-ban corrido muchos de mi pueblo de Lumbis, y haban trado yumbos bien finos; pero ni ellos logra-ron darle la vuelta la boca al cerro. Tanto entrar, ms y ms al Oriente, haban ido a dar con el yum-bo brujo ms fino de todos los yumbos del Oriente y le haban encontrado en el ro ms grande de to-dos, en un H a t u n - Ya c u9 y le trajeron. El haba sabido hacer obedecer a cualquier cerro, y pudo darle lavuelta la cara al Uyal, ponindole la boca (quebrada del volcn), frente a frente a Gupulo, lejos delcamino de C u r i p o g y o, para que no se pueda comerse ms gente.

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    5 Auqui quiere decir,prncipe, y de esto lo sabemuy bien Lucas Ushia, ys o b re lo cual tiene otra le-yenda a tradicin corre c t -sima an cro n o l g i c a m e n-te, con re f e rencia ya altiempo de los Incas, poste-r i o res a los Quitus. Ade-ms, el Dr. Jos GabrielN a v a rro tiene publicadoun excelente estudio docu-mental sobre este Auqui,c o m p robando que fue unah e redad del hijo de Ata-h u a l p a .6 Ay a - u m a, en quichuapor todos conocido, signi-fica cabeza de muert o .La silueta del cerro, efecti-vamente, es la de un cad-ver tendido de espaldas,cuya cabeza est hacia elS u r, y es Ay a - u m a, mien-tras los pies estn hacia eln o rte, y es U y a l , comopuede verse en la fotografacon que se ilustra este art -culo, o simplemente yendoa contemplar el perfil de es-te cerro desde la Pata deG u p u l o .7 U y a l , segn mis in-vestigaciones toponmicasy lingsticas aborgenes,significa el escuchadero o apostadero para escu-char. Efectivamente, esun sitio magnfico para co-municarse a gritos, comoes usual entre los indios,desde los altos de El Batn(Huanguiltahua) hastaUyal, y de aqu a Pisucully a Cumbay.8 Es el hecho hasta hoypracticado, por cualquierrazn que sea, pero estric-tamente, que los indios deZmbiza y Nayn, y sloellos, tienen por ocupacinhabitual antiqusima, en-trar a sacar frutos tro p i c a-les de Gualea, Mindo yNanegal, en Occidente.9 Incuestionablemente, es-te es el nombre quechuapor excelencia, Hatun-Yacu, Gran Ro, para elque, por los espaoles lellamamos Maran oA m a z o n a s .

  • El Rey de Quito y todos haban tenido inmenso gusto, y haban he-cho unas fiestas que nunca se han visto. La Reina le haba dado de beber mu-cha chicha al finsimo yumbo brujo, y l para halagar a la Reina, haba veni-do otra vez al camino de todos los p u r i s, yumbos y naturales, y haba dejadosacando agua y haciendo esta vertiente que llamamos Curipogyo ( P u r i p o g y o )que, como se ve, no se sabe de dnde, sino es brujera, puede salir el agua, por-que est muy arriba del cerro y todo el cerro es seco de lado y lado.

    Esta agua que estamos bebiendo, es pues, el agua regalada por elyumbo brujo a la Reina de Quito, para que bebamos ya sin pena todos los ca -minantes que pasemos por aqu hasta ahora

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  • LA CIUDAD INDIA DE QUITO1 0

    Los quiteos del mundo moderno nunca hemos intentado hacer siquiera un bosquejo dere c o n s t ruccin grfica ideal de como pudo haber sido aquel pueblo que en lengua deindios ahora se llama Quito, al que se refiri Diego de Almagro literalmente en el ac-ta de la fundacin de la villa espaola de San Francisco, que l, y slo l fund el 28 de agosto de 1534s o b re una hoja de papel a distancia de treinta leguas poco ms o menos, al norte de la ciudad de San-tiago de Quito, que le sirvi a Almagro, para el caso, como de una mera escribana.

    Pueblo, en el lxico espaol de la poca, es cualquiera poblacin, en sentido general, sea ciu-dad, villa o aldea. Y ciudad, segn el mismo lxico, es una poblacin comnmente grande, que go-za de mayores preeminencias que las villas en cuanto concierne al rgimen administrativo y poltico dela nacin.

    El dicho pueblo aborigen que en lengua de indios en 1534 se llamaba Quito, dentro del l-xico mismo usual de los espaoles de entonces, no era ni una aldea ni una villa, porque desde el solopunto de vista de la poblacin humana que la ocupaba era cosa grande, conforme consta en la colec-cin de documentos inditos de Sebastin de Benalczar, en uno de los cuales, muy poco conocido y es-crito por un soldado de Benalczar testigo presencial de los hechos, dice as: Sali de all (de Ricpam-ba) el Capitn Benalczar con toda la gente que le qued, porque algunos fueron arriba (al sur) con donDiego de Almagro, y viniendo caminando al campo, lleg a Quito, donde agora es el asiento y ciudad;y hallse all una fuerza grande de las cavas hechas a mano de los naturales para la defensa de los in-dios de guerra; y as por esto como por haber muchos tambos y casas, en las cuales haba mucha comi-da de todo gnero, y mucho ganado y ovejas de la tierra, mucha ropa y muchas pallas indias ofre c i d a sal Sol, que ellos adoraban, resolvi poblar all, y as se pobl, ao de mil quinientos treinta y cuatro

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    1 0 Historietas de Quito:ltimas Noticias, Quito,28 de noviembre de 1964.Pg. 21.

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  • La declaracin de este documento, como se ve, parece que es relativa en un tiempo anterior al28 de agosto de 1534 en que Almagro fund la villa de San Francisco puesta la mira en el distante Qui-to, y anterior tambin al 6 de diciembre del segunda vez llegado al pueblo que los indios llamaban Qui-to, lo ocup, se asent en l y lo instal como villa espaola de San Francisco, renombrndola con ladenominacin original india de Quito.

    Segn este precioso documento histrico, Quito era una ciudad por el nmero de sus pobla-d o res, por su magnitud material y por sus abastecimientos y an como plaza bien fort i f i c a d a .

    Por sus preeminencias polticas y administrativas nacionales, tambin era una ciudad, y toda-va ms, era una metrpoli india, porque era la sede alterna, (que diran ahora) y preferida al Cusco porlos ltimos Incas, Huayna Cpac y Atahualpa, como cabeza o capital del gran imperio del Ta h u a n t i n-suyo, con palacios y aposentos reales, con adoratorios y observatorios, con obras de comodidad urba-na y con una red completa de comunicaciones y abastecimientos hacia los cuatro vientos.

    S o b re esta gran ciudad metropolitana aborigen vino a asentarse de forastera una modesta vi-lla espaola que tuvo que batallar mucho para ser fundada primero, sobre papel, en otra parte y conotras denominaciones y calidades antes de alcanzar el sitio de su dorada meta.

    E L Q U I T O P R E - P R E H I S T R I C O

    Aunque nuestras historietas, fieles a su ttulo, nunca tratan de prehistorias, de tradicio-nes, de leyendas ni de fbulas, ahora, empero, digamos pocas palabras sobre el Qui-to pre h i s t r i c o .El nico historiador que nos ha dado noticias las ms verosmiles acerca del Quito pre h i s t r i-

    co que encontraron aqu los fundadores de nuestra historia nacional, el Padre Juan de Velasco. l, sinduda, se afirm en lo que describi y relat el curioso cronista indio Jacinto Collahuazo. Hablando dela nacin CARA-SCYRI, el Padre Velasco dice lo siguiente:

    En la ciudad capital de Quito fabricaron un templo al Sol en la altura hoy llamada del Pa -necillo, con la puerta al oriente guarnecida de dos altas columnas, que eran los observatorios de los sols -ticios para la regulacin del ao solar que seguan. Pusieron 12 pilastras en contorno del templo, queeran otros tantos gnomones para seguir por su orden el primer da de cada mes. Fabricaron otro tem -plo a la Luna en la opuesta correspondiente altura, que hoy se conoce con el nombre de San Juan Evan -g e l i s t a. Despus describiendo algo ms, Velasco dice: El templo del Sol, que ocupaba el pequeo plan

    de la cumbre del Panecillo, era la figura cuadrada, todo de piedra labrada con bas -tante perfeccin, con cubierta piramidal y con una gran puerta al oriente por dondeheran los primeros rayos del Sol a su imagen re p resentada en oro. Este templo fuemagnficamente reedificado por Huayna Cpac, y las columnas perm a n e c i e ron intac -tas hasta la entrada de los espaoles, quienes las deshicieron por buscar tesoros, conel pretexto de aprovechar las piedras labradas en otros edificios de la ciudad .El templo de la Luna, sigue diciendo Velasco, s o b re la eminencia de San Juan Evan -

    gelista, era redondo, con varias troneras o ventanas redondas en contorno, dispues -tas de manera que siempre entraba por alguna de ellas la luz de la Luna a herir en suimagen hecha de plata, colocada en medio. Encima de ella corresponda un cielo for -mado de lienzos de algodn de color azul, donde estaban colocadas tambin muchase s t rellas tambin de plata .De estos dos templos que relata, en el del Sol, situado en la colina del Yavirac (Pa-

    necillo), y en el de la Luna, situado en Huanacauri (San Juan), se han encontrado has-ta recientemente, buenas evidencias. Al pie sur del Panecillo fue hallado hace pocotiempo un maravilloso espejo cuadrado de brillante obsidiana, de las increbles me-didas de 0,45 X 0,30 metros, que se lo conserva en el Museo de la Escuela Politcni-ca de Quito. Y, en el sitio del templo de la Luna de San Juan se han encontrado va-rias bellsimas piedras negras ultra-pulidas de buenas dimensiones y de varios curio-ssimos diseos. Las conservan algunas personas, y un museo nuestro .

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  • El gran palacio imperial del Inca, que existi donde hoy se levanta el gran templo de San Fran-cisco, debi ser cosa grandiosa y paralela a los del Cusco, aunque los espaoles de la poca se callan eldescribirlo, pero si lo mencionan.

    Tambin se mencionan, as mismo, sin describirlas a las casas de placer que el Inca tena alrespaldo (occidental) de las casas del seor San Francisco. Sitio que hasta hoy se ha perpetuado conel nombre de colina de El Placer; pero, sobre cuyos ltimos escombros edific otra quinta de placer elGeneral Juan Jos Flores, ya en los primeros tiempos de la Repblica.

    Los incas de Quito tambin tuvieron otros muchos palacios menores dentro de la ciudad: unodedicado a las pallas o vrgenes del Sol, o Aglla-huasi, monasterio pagano, diremos, donde se asent elconvento de monjas catalinas; otro, segn parece de las amautas o sabios astrnomos al pie de San Juan,c e rca del sitio del asentamiento de la villa de San Francisco; otro, as mismo, de los quipo-camayos, cro-nlogos o historiadores, en algn otro sitio ocupado por convento catlico espaol; y as por el estilo,podra decirse que casi no hay convento o iglesia de Quito, que no est superpuesto sobre alguna edifi-cacin llamada pagnica de los aborgenes. Las gigantescas piedras bsicas que hasta hoy los soport a na esos edificios religiosos como a innumerables casas antiqusimas de nuestra ciudad, lo confirman. Enlos llamados dinteles, bajos, de muchas casas viejas de Quito hay piedras monolticas largas de casi dosm e t ros, que son un claro vestigio de ese famoso monumentalismo ptreo de los incas.

    Por otra parte, las populosas concentraciones de indios yanaconas de la poca del incanatopara trabajadores y sirvientes de la ciudad india, estn todava presentes en la forma de los pueblos (aho-ra barrios) de Machangarilla o Santa Mara Magdalena, al sur, y de San Milln, al norte, poblados cris-tianos que los espaoles de principios del siglo XVII tuvieron que fundar para reducir all las afluenciasde indios yanaconas que, por costumbre ancestral todava seguan viniendo re g u l a rmente hasta 80 aosdespus de fundada la villa de Quito, desde las provincias ms distantes y cercanas, a prestar sus serv i-cios en todos los mltiples menesteres de la antiqusima ciudad india de Quito.

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  • FUNDACIN ESPAOLA DE QUITO1 1

    Los dos ms part i c u l a res historiadores de la conquista espaola del Reino de Quito, elantiguo Padre Juan de Velasco, y el moderno doctor Pablo Herrera, coinciden en afir-mar que la historia de esta conquista es difcil de entenderla o que no se la ha escritoan debidamente.

    El Padre Juan de Velasco empieza diciendo de ella estas palabras: No hay historia ms dif -cil de entenderse que la de esta conquista. Los muchos y diversos sucesos, con muchas y diversas jorn a -das en una misma parte y de un mismo tiempo, hacen dudosa y errada su cronologa. La variedad deasuntos por una parte confunde a los autores de manera que no hay hasta ahora uno que la haya escri -to part i c u l a r, clara y completamente. Por esta insuperable dificultad, slo se hallan en las historias ge -nerales muy diminutos y defectuosos e inconexos y mal dirigidos los puntos que pertenecen a sta. Yotampoco me lisonjeo de ponerla en su debido punto de vista, sino slo en aquel orden que fueron capa -ces sus enmaraados sucesos. Esto lo dijo Velasco el ao 1789.

    Por el ao de 1870, Pablo Herrera dice tambin estas otras palabras: Nos hemos ocupadode referir algunos porm e n o res de la conquista de Benalczar, porque, como lo observa con mucha ra -zn el Doctor Pedro Fermn Cevallos en su Resumen de la Historia del Ecuador, estn destituidos deellos no solamente la historia de Prescott sino la del mismo Padre Velasco, escritor ecuatoriano. Bienes que el primero no trat sino por incidencia de la conquista de Quito, y si se hubiera propuesto escri -birla, como lo hizo respecto de Mjico y el Per, lo habra hecho con la erudicin y puntualidad que lehacen tan recomendable. El Padre Velasco es quien debi darnos la historia de Quito con la extensiny exactitud posibles; pero debemos excusarle sus erro res, faltas y vacos, porque arrojado sbita y br -baramente de su patria, no pudo llevar otro caudal de noticias que las que le suministraba su memo -r i a .

    U N S O L O P U N T O D E V I S T A

    De otro lado, todo cuanto hasta ahora se ha escrito como historia de la conquista y dela fundacin de Quito ha sido puramente desde el solo punto de vista espaol, cuan-do, sin faltar en nada a la relatividad de la verdad, a este asunto puede tratrselo des-de cuatro puntos de vista: del espaol, del indio, del mestizo, y del imparcial, como cindonos as alsabio adagio del propio espaol que dice: nada en este mundo es verdad ni mentira: todo depende delcristal con que se mira

    El asunto, por cierto, se divide en dos partes: una la conquistamisma espaola del pas o Reino de Quito, y otra, la fundacin de la ciudadde Quito por los espaoles; ambas insuficientemente escritas y parc i a l m e n-te interpretadas. Respecto de este segundo punto en part i c u l a r, los quiteosy los ecuatorianos en general, no podemos satisfacernos con la frmula sim-plificada de hacernos saber que el 6 de diciembre de 1534 tuvo lugar la fun-dacin de Quito por Sebastin de Benalczar.

    Estos hechos, en resumidas y verdaderas cuentas tuvieron lugara s :

    A principios de 1531, Francisco Pizarro viniendo de Panam llegaa Tumbes para la conquista del Per; estando all, llganle re f u e rzos de Ni-caragua, entre ellos, el hbil capitn Sebastin de Benalczar. Funda Piza-rro a San Miguel de Piura el 16 de mayo de 1532, y lleva consigo a Benal-czar tierra adentro a la conquista de Cajamarca que termin en la captura

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    L u c i a n o A n d r a d e M a r n

    1 1 Historietas de Quito:ltimas Noticias, Qui-to, 5 de diciembre de1964. Pg. 15.

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  • y asesinato de Atahualpa. Pizarro y los suyos se re p a rt i e ron el oro que en redoblada medida les dio elInca tratando de librarse de la muerte, el 25 de julio de 1533; sin embargo, al cabo de un mes del fes-tn del oro, Pizarro le hace estrangular a Atahualpa el 29 de agosto del mismo ao. Entre tanto, ya aprincipios de 1533, Pizarro mand a Benalczar a apostarse en San Miguel de Piura para vigilar la po-sible venida que ya se anunciaba de una expedicin del famoso capitn Pedro de Alvarado, pro c e d e n t ede Guatemala, para terciar en la conquista del Quito.

    Estando Benalczar en Piura, unos cronistas dicen que recibi pedidos de socorro de los in-dios caaris para que vaya a ayudarles a defenderse del temible indio quiteo Rumiahui, que los ata-caba, alzado como jefe de la indianidad quitense en defecto del Inca Atahualpa inmolado. Los cro n i s-tas dicen que Benalczar tambin se alz (se revel) emprendiendo por s, sin orden expresa, en la con-quista del pas de Quito, a cuya aventura sali de San Miguel de Piura en octubre de 1533. Por otrap a rte, Diego de Almagro, el segundo de Pizarro en autoridad, que estaba tambin tierra adentro del Pe-r, sabedor de que Pedro de Alvarado sobre una buena flota de buques y con un respetable ejrcito ha-ba llegado ya a las costas de Manab, corri a Piura y avanz hacia Quito donde operaba Benalczarconquistndolo, a fin de interponerse a Alvarado disputndole la codiciada conquista del Reino de Qui-to, ms renombrado que el del Per en cuanto a cantidades de oro .

    S I S E P E L E A N L O S E S P A O L E S , T R I U N F A R U M I A H U I

    Llegado Almagro a las llanuras de Ricpamba, con plenos poderes para hacer fundacio-nes no encontr all a Sebastin de Benalczar que ya haba avanzado hasta Quito,donde por primera vez entr a fines de diciembre de 1533; pero, en cambio Almagrohall pisadas frescas de caballos en Ambato y adivin que Alvarado ya estaba rondando por all. Man-d Almagro que Benalczar re g resase prontamente de Quito. Reunise con l, y entonces apareci elp o d e roso guerre ro Pedro de Alvarado listo a trabarse en batalla de rivales con Almagro. En tal trancey teniendo que habrselas con un formidable contendor veterano de la conquista de Mxico, apela a laastucia, y con argucia funda de prisa, con todas las formalidades legales, en el mismo sitio de campa-mento donde casualmente estaba, no una villa siquiera, sino una ciudad con el nombre de Santiagode Quito, pero advirtiendo en el acta que esta fundacin podra ser trasladada a otro lugar ms conve-niente. Esto lo hizo el 15 de agosto de 1534, pretextando ser la tierra nuevamente descubierta y an-dar acabndola de pacificar y no tener experiencia de los sitios donde mejor pueda estar el dicho pue-blo. Asegurando Almagro con este ardid de una fundacin previa, en cuya acta Almagro deca quel, en nombre de Su Majestad y del Gobern a d o r, Pizarro conquist la tierra, y que l fund y pobl es-ta ciudad de Santiago de Quito, le propuso arreglos a Alvarado, quien no tuvo por menos que re n d i r-se ante los hechos consumados y alejarse aceptando una compensacin de 100.000 pesos de oro que sesacaran de la tan prometida riqueza del Quito que estaba conquistndose. Este arreglo de Almagro conAlvarado se hizo el 26 de agosto del mismo ao.

    L O S E S P A O L E S S E O B L I G A N A F U N D A R A Q U I T O T R E S V E C E S

    Y, dos das despus, el 28 de agosto, Almagro blandiendo siempre sus altos poderes, delos que careca Benalczar, volvi a hacer otra fundacin, esta vez de una simple vi-lla de San Francisco en el mismo pas incierto de Quito. Tal fundacin era como pa-ra remachar el clavo jurdico en caso de algn reclamo o duda posterior; pues, Alvarado, no menos ad-v e rtido, haba impuesto una clusula en las capitulaciones con Almagro de que, para ser vlido el arre-glo, Francisco Pizarro deba aprobar la fundacin de Santiago de Quito. Hasta aqu no han advert i d olos historiadores que Almagro, para halagar la vanidad de Pizarro, le fund una aadidura de villa

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  • con el nombre de su santo Francisco; fundaciones que ambas las aprob de seguida gustoso Pizarro ,aunque ambas llevaban en las actas respectivas la consabida frmula de que se trasladarn a Quito, aese Quito, que Oh! sarcasmo, nunca lleg a conocer don Francisco Pizarro, conquistador del Per: co-sa que tampoco jams lo han advertido los historiadore s .

    Desde que se fund la villa de San Francisco sobre una hoja de papel y a cosa de treinta le-guas de la escribana o Santiago de Quito, tres largos meses pasaron en guerras guerreadas, como diceel cronista Oviedo, entre Benalczar y Rumiahui sin que el capitn espaol pudiese nuevamente arr i-bar a Quito, la meta soada de esta difcil conquista; hasta que slo el 6 de diciembre de 1534, Benal-czar pudo al fin hacer su entrada triunfal en Quito y ocuparla definitivamente, instalando en ellas lasautoridades previstas en la fundacin legal pero terica.

    Diego de Almagro es, pues, el verd a d e ro fundador de la villa de San Francisco de Quito, el da28 de agosto de 1534 por un acto de habilsima poltica que nunca podr desconocrsela. A Sebastinde Benalczar, en propiedad de lenguaje no se le puede calificar de fundador, como convencionalmen-te se lo hace. El es un conquistador, s, un ocupante, un fundamentador, un instalador y legal de la vi-lla, o, como un excelente autor moderno lo dice, es el fundador ejecutivo de San Francisco de Quitoespaol, aunque tambin un demoledor de la ciudad india de Quito y casi un despoblador de los nati-vos de ella.

    Dos ltimos puntos son dignos de ser considerados en este gran asunto de la llamada funda-cin de Quito, a saber: primero, que as como un nio le dio el indicio al filsofo Elbert Hubbard deque el Coronel Rowan fue el que gan la guerra de la independencia de Cuba contra Espaa llevandoEl mensaje a Garca; as nosotros creemos que Rumiahui fue el verd a d e ro hroe de esta jorn a d a ,p o rque l y slo l les puso en jaque y en trance a los espaoles Almagro, Alvarado y Benalczar hastadar por resultado la doble y hasta triple fundacin de Quito, caso nico en la historia de las ciudadesen todos los tiempos.

    Y, segundo, que en el Reino del Per los espaoles se apoderaron del tesoro de los incas y delas tierras de los incas; en el Reino de Quito, los espaoles slo se apoderaron de las tierras, pero no delt e s o ro de los quitus. En Cajamarca, Atahualpa les entreg a sus captores para liberarse de la muert ems de lo que ellos pidieron; en Quito, Rumiahui, se dej torturar y matar por el fuego antes que re-velar el escondite de los tesoros, y les tiene a los espaoles y a los no espaoles hasta ahora ocupadosen buscarlos, rastreando el pas de Quito, delante del gran templo y convento de San Francisco de Qui-to, el ms estupendo testimonio fehaciente de que hubo y tal vez sigue habiendo tales tesoro s .

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  • LA PLACETA DE LA FUNDACIN1 2

    Los puritanos de la lengua castellana no aceptan la palabra placeta, como un dimi-nutivo de plaza, y aconsejan ms bien el uso de la palabra plazuela en este caso,un vocablo que no tiene ms sabor quiteo que castizo. Nosotros respetamos a lospuristas, pero por ahora nos vamos a ceir estrictamente a la palabra placeta que consta en los vene-rables manuscritos de los siglos XVI y XVII que existen en el riqusimo Archivo Municipal de Quito.An ms, porque en tales documentos se puede advertir la sustancial diferencia que dieron los conquis-t a d o res castellanos a las palabras placeta y plaza en la fundacin y en la estructuracin definitivade Quito como villa y como ciudad.

    En nuestra historieta anterior13

    ya vimos cmo las casas de Sebastin de Benalczar, de Juande Ampudia y de Diego de Tapia, los principales personajes del asentamiento de la villa de San Francis-co, formaban una encru c i j a d a1 4 de tres esquinas maestras de las que haba de partir a los cuatro vientosel trazado general de la urbe futura. Estas tres esquinas, que hoy podemos identificarlas as, son stas:una, la que diramos maestra o fundamental, de Benalczar; dos, la de Ampudia que vino a ser El Bea-terio: y, tres, la de Tapia, donde esta hoy la Casa del To ro .

    La cuarta esquina de esta encrucijada en esos iniciales del Quito espaol, qued vaca form a n-do una placeta, o sea un pequeo espacio libre donde puedan tener trato comn los vecinos y comar-canos, y donde puedan tener lugar reuniones y demostraciones pblicas. Y, curiosamente ahora en1964, vuelve a encontrarse vaco ese mismsimo lugar de la fundacin, o fundamentacin, mejor dicho,de la villa de San Francisco de Quito, vacancia que ha ocurrido por simple obra y gracia de la casuali-dad, en que la actual Caja del Seguro, duea de una casa esquinera no muy antigua que all exista, lademoli y dej el solar vaco slo que con unas paredes exteriores de cerr a m i e n t o1 5.

    L A S M E D I D A S D E Q U I T O

    Aquella placeta original no tuvo, por cierto las mismas dimensiones que el espacio va-cante actual, sino algo ms grandes; pero sin llegar a ocupar una cuadra cuadradacomo decimos con cierta redundancia a las manzanas, que, de otro modo las lla-mamos. Segn las medidas adoptadas en esos mismos das, para los primeros trazos urbansticos de lavilla, una cuadra cuadrada deba dividirse en cuatro solares, y cada uno tener 150 pies de lado o seaa p roximadamente 45 metros modernos; lo que quiere decir que una cuadra quitea al iniciarse la villadeba ser de cosa de 90 metros por lado. A esta placeta sealaron precisamente el rea de un solar, osea 45 metros por cada lado; de ah que recibi el nombre de placeta.

    La dicha placeta, en los primeros tiempos de la villa, no slo sirvi para el lugar de re u n i ncomn del vecindario, sino tambin como el patrn de las medidas de los solares que deban adjudicar-se a los pobladores que asentasen en debida forma como vecinos de Quito, o sea como quiteos.Despus, cuando la villa ya fue avanzando a mayores, o sea a ciudad, traz y form la verdadera pla-za tambin con el doble propsito de servir de lugar de reuniones pblicas y al mismo tiempo de pa-trn de medida para fijar las dimensiones de las tierras agrarias que se adjudicasen a los conquistado-res. Por tan significativa razn, esta es la primera plaza verdadera de Quito, que por la Ley de Indiastena que llamarse Plaza Mayor, que la hemos denominado popularmente con el nombre de PlazaG r a n d e

    Sebastin de Benalczar, antes que ninguno de sus acompaantes en la conquista, instalaciny asentamiento de Quito, fue el primero que tuvo una casita ms o menos habitable en el lugar que ya

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    1 2 Historietas de Quito:ltimas Noticias, Quito,21 de noviembre de 1964.Pg. 13.1 3 El autor se re f i e re a lahistorieta El antiguo bea-terio, publicada en la p-gina 2 3 3 de esta edicin.1 4 Se trata de la intersec-cin de las calles Benalc-zar (que corre de norte asur) y la Olmedo, que va deeste a oeste.1 5 La municipalidad deQuito aprovech estas cir-cunstancias para mantenerel lote vaco y re c rear luegola antigua plazoleta de lafundacin. El 30 de no-v i e m b re de 1979 se inaugu-r en el centro de la nuevaplazoleta la escultura de Se-bastin de Benalczar obse-quiada por el Instituto deCultura Hispnica de Ma-d r i d .

  • conocemos. Ni el Cabildo siquiera tuvo ramada cmoda bajo la cual reunirse. De modo que las pri-meras sesiones de dicho Cabildo o Municipalidad de la villa, tuvieron lugar dentro de la casa de Benal-c z a r. Ms pronto que una casa municipal, se hizo una casa de fundicin del oro que arrancaban demanos de los indios. Y, esta casa de fundir oro se la situ precisamente a un costado de la placeta. Po-co despus de esto, el Cabildo tom para s la esquina oriental de la placeta, y all levant por fin, suprimera casa municipal, y tan pobre en medio de los crisoles de oro, que no tuvo ni tablas para form a run bal o arca donde guardar sus primeros maravedes de impuestos. Ni tampoco tuvo papel para asen-tar sus actas y documentos y se vio obligado ese mendicante Cabildo a vender solares a los vecinos conpago no en moneda, sino en manos y pliegos de papel para escribir la documentacin. Por supuesto laprimera casa o casas del Cabildo fue una cabaa rstica de tapias y techo pajizo. En tales das los es-paoles no usaban en singular la palabra casa, sino siempre en plural casas; por eso, al referirse alas habitaciones de Benalczar, de Puelles, de Ampudia, de Tapia, de To rres, del Cabildo, decan las ca-s a s

    Cuando ya se lleg a fundar la Real Audiencia de Quito, la susodicha placeta era todavael centro cvico de la ya ciudad de Quito, y tuvo que hacerse tambin a un costado de esa placeta, no elgarboso (palacio) sino lo que ellos llamaron las casas reales, tambin un edificio amplio s, pero bas-tante modesto, con buen patio y ya cubierto de teja, porque las dichas casas o casa que le fue compra-da a Juan de Larrea, quien fue el que tuvo el lujo de exhibir la primera casa de teja en Quito, eleganciaque, naturalmente le fue traspasada por compra-venta a la Real Audiencia. Ms de setenta aos trans-c u rr i e ron con esta modesta concentracin y disposicin de nuestra ciudad de Quito alrededor de la pla-

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  • ceta original donde empez la vida espaola en la capital india. A principios del siglo XVII se dio co-mienzo a la construccin de unas nuevas Casas Reales ya en el frente no de la misma placeta, sino en laplaza dimensional y legalmente Mayor de la ciudad; y en el ao de 1612 se la inaugur solemnsi-mamente trasladando al sello real y a los pendones de Espaa y de Quito desde las antiguas casas re a-les viejas a las nuevas.

    N A C I M I E N T O D E L A P L A Z A G R A N D E

    Con este gran traslado, todo comenz a cambiar en Quito, de las pequeas a las gran-des dimensiones. La Plaza Mayor se convirti en el centro de una nueva vida y de nue-vas aspiraciones. El Cabildo tambin se traslad a una nueva casa estable; la Catedralprincipi a destacarse delante de la primeriza Capilla Mayor, que qued como Sagrario, y el Obispotambin ya busc su residencia en los alre d e d o res de la gran Plaza Mayor, la Plaza de la Audiencia, don-de haba que or al pueblo sus clamore s .

    La pobre placeta del primer asentamiento de la villa de San Francisco, fue quedando pro n t a-mente abandonada y triste, con sus primeras casuchas destruyndose y convertida en muladar pblico.A la larga circ u n d a ron con tapias toda la cuadra o manzana entera que qued como un solar de escom-b ros. Las monjas de La Concepcin se aficionaron del lote, lo compraron en 15.000 pesos la parte cons-t ruida, y la parte de placeta en 1.000 pesos, y quisieron cerrar las calles adyacentes para ocuparla; hu-bo bullas graves, les re c h a z a ron a las monjas y todo qued abandonado desde 1612, quin lo cre y e r a ,hasta 1865, en que fueron rematados esos terrenos por un seor Sa. De modo que todas las casas quehasta hoy circundan esa manzana, apenas tienen 100 aos de existencia, no son en nada coloniales, ha-biendo sido el asiento fundamental de la villa y despus ciudad de San Francisco de Quito.

    En esa placeta de la fundamentacin de Quito, que es el sitio al mismo tiempo ms trgico dela ciudad, tuvieron lugar horro rosas escenas: el horrendo asesinato de Pedro de Puelles por Rodrigo deSalazar en las casas que antes fueron de Sebastin de Benalczar1 6; la profanacin de la cabeza del des-venturado Vi rrey Nez Vela cuando la colocaron en la picota improvisada en la placeta

    1 7; y muy pro-

    bablemente la inmolacin por el fuego del gran Rumiahui y de sus valientes capitanes que pre f i r i e ro nuna muerte cruel antes que revelar el escondite de los grandes tesoros del Inca y de los incas.

    Esta encrucijada de esquinas ha quedado como para siempre con un aire, con un hlito tristey funesto realmente indeleble. Quien lo visite o transite por all lo siente hasta sin advertirlo. Ojal, queahora que el casual destino le ha dejado vaco al espacio de la primera placeta de Quito, se la convirt i e-se en algo ms simblico, menos desairado, que neutralice ese hlito de tristeza y que ostente algn sim-bolismo de los primeros das de nuestra tan histrica ciudad1 8.

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    1 6 O b s e rvar la historietaLa casa de ms historia ytragedia que tiene Quito,publicada en la pgina 1 4 9de esta edicin.1 7 E x a m i n a r, entre otras, lahistorieta El rollo o picotacolonial de Quito, publica-da en la pgina 4 3 de estaedicin y La esquina de laVi rgen en la pgina 2 0 1.1 8 Sin duda, tomando enconsideracin estas pala-bras, la Municipalidad re-c re la Placeta de la Fun-d a c i n .

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  • LA TEJA1 9DONDE QUIERA QUE HAY UNA TEJA EN AMRICA, ALL ESTUVO ESPA A

    Al fin, Espaa, los espaoles, sus vstagos cosmopolitas y la lengua misma castellana,todos nos quedamos sin una palabra en el idioma castellano para denominar aquelloque, por falta de otra expresin, llamamos colonizar, despus de tanto asentar co-lonias espaolas en el mundo.

    El lenguaje castellano actual carece en su lxico de un trmino moderno que reemplace a lavieja expresin peninsular de asentarse y poblar, ni que equivalga con exactitud al vocablo antiguo ytodava superviviente del idioma ingls para decir settle, to settle, settlement, no obstante que almundo ingls tambin le afecta por igual el acontecimiento de Coln, del cual sin duda tomaron la ins-piracin los espaoles criollos de Amrica para acuar su todava fresco verbo c o l o n i z a r .

    Esto entraa una injusticia de los lingistas espaoles contra la historia de un gran pueblo, su-yo propio, sntesis de razas aventureras y pobladores. No tiene ms excusa esta injusticia, que ser unaa b e rracin pa, como otras tantas que ruedan por el orbe ironizando los hechos de la humanidad letra-da de esta era del libro .

    Cristbal Coln no fue sino un insigne navegante y un intrpido descubridor. No lleg a serl mismo un colonizador, un poblador de tierras. Son los espaoles que vinieron tras de l, los quese asentaron y poblaron las tierras descubiertas por el genovs Coln por mandato de los Reyes de Es-paa y para el cetro imperial de Espaa. Porque, el proceso histrico de esta etapa de Amrica tienet res captulos perfectamente distintos en la accin, que la crnica de los hechos, o historia que decimosh o y, los diferencia an ortogrficamente como descubrimiento, conquista y colonia, atribuyendoi n a d v e rtida y confusamente a Coln esta ltima empre s a .

    Cul sera, entonces, el trmino propio que reclama la lengua de Castilla para expresar estafuncin biolgica del hombre ejecutada por los espaoles en Amrica, y que est lejos de ser la obra in-mediata y peculiar de Coln?

    No sera posible improvisarla; pero hay un detalle, aparentemente nimio de la materialidadanimal que, an el ms profundo de los filsofos, ni el ms superficial de los observ a d o res, no podradesdearla ni dejarla pasar inadvertida, ya como un hecho zoolgico, ya como una fisonoma art s t i c a :la de saber hacer casa caracterstica, segn la especie, que diramos, a la manera de una ave determ i n a-da, su nido genrico y especfico. La casa del espaol es casa de teja! Y, el hombre para asentarse ypoblar una tierra, para colonizarla, tiene primero que hacer casa, y casa segn la geografa en todosentido. Y, una casa sin techo, no es casa.

    P e ro, el espaol desafi la geografa y hasta la cosmografa en el procedimiento singular y to-tal de hacer colonia, porque as como dijo que el sol no se pona en sus dominios, tambin hizo ca-sa apartndose de las reglas de las latitudes, e insisti en hacer casa de teja donde quiera que hubo es-paoles bajo el sol en la redondez de la tierr a .

    Se burl el espaol con esto de las leyes de la naturaleza?Los siglos han dicho que no. Al contrario vienen a demostrar que nada hay ms sabio den-

    t ro de las normas de Natura que la de teja espaola para albergar al hombre-hogar igualmente que alh o m b re-individuo, lo mismo en el desierto de Texas que en el lluvioso Quito que est en las ingles delcielo, segn un poeta religioso, ciudad que, antes que por sus cimientos, comenz a construirse cuatro-cientos seis aos ha2 0, por las tejas anticipadas a fabricarse en El Tejar pblico ordenado formarse porel primer Cabildo que despachaba sus asuntos provisionalmente bajo una casa de techo de paja. Y ciu-dad que todava tiene un pueblo entero que es un taller de tejas: La Magdalena2 1.

    Donde quiera que hay una teja en Amrica, all, en efecto estuvo Espaa: al ras del mar enGuayaquil y en la alta meseta ecuatorial de Quito; en las misiones de California y en las misiones delParaguay; en la Pampa y en el Altiplano; en las laderas venezolanas y en los fangales de Florida.

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    1 9 Revista Lnea, N 4,Quito, 1 de marzo de1 9 4 0 .2 0 Esto se deca en 1940.2 1 El autor se re f i e re al an-tiguo pueblo de La Mag-dalena, integrado comop a rroquia urbana a la ciu-dad de Quito desde 1910,abandonando paulatina-mente la produccin de te-jas por el avance de la ur-b a n i z a c i n .

  • La teja en Amrica fue el smbolo de Espaa, mucho ms que el mismo castillo en la Pennsu-la y fuera de ella. El castillo no es hoy ya sino un re c u e rdo; la teja sigue siendo una realidad y una sus-tancialidad. Es la teja el verd a d e ro escudo de armas de Espaa, a perpetuidad en el mundo americano.

    La teja puede ser la materia prima para crear alguna nueva palabra que sustituya con pro p i e-dad a colonia y colonizacin, porque es el emblema perfecto de asentarse y poblar, ya que es la tie-rra misma hecha paraguas y parasol para la casa, y porque esa simplificada creacin de arcilla re t o rc i-da, ese cao en abreviatura susceptible de convertirse en ladera hogarea, en remedo de montaa cond renajes a porfa, es tambin el boceto del llamado sombre ro, invencin asimismo perfeccionada porlos espaoles y aprovechada primeramente por los religiosos siempre sabios en las comodidades terre s-t res y celestes. Fue el sombre ro de teja, autnticamente de teja, el primer orgullo de los inventores pa-ra desafiar no slo al sol y hacer sombra, sino especialmente al aguacero, prenda que apareci en las co-munidades monsticas y el que ms furor hizo en Quito, donde la lluvia moja despiadadamente al hom-b re. Por eso el hombre que sala antes de la casa de teja en Quito, se llevaba tambin una teja en su ca-beza y transitaba cautelosamente por debajo de los amplios aleros del Quito sabiamente urbanizado porla capa y de la teja, amplia y segura.

    En Quito abandonamos el orgullo del sombre ro de teja en la cabeza de nuestros clrigos ymonjes, desde que se incrust la novelera del tricornio francs trado por las legiones de religiosos arr i-badas en misin especial por Garca Moreno, mientras mora tambin el chambergo de toquilla pseu-do-teja, usado desde los primitivos quiteos. Pero en Texas, all afuera del trpico, an sigue el org u-llo de la teja espaola en la cabeza de los tejanos, con el nombre de sombre ro texano, all s razona-blemente s o m b re ro por los ard o res de un sol subtropical, algo ms acervo, quin lo imaginara, que elmodesto sol ecuatorial de este siempre entumecido Quito.

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  • EL BURRO2 2

    El nico captulo que siempre se les olvid a los fecundos escritores ecuatorianos, es pre-cisamente el captulo segundo, y quiz el mejor, del libro en un solo tomo que escribipara los protagonistas de su primer captulo, el inmortal Miguel de Cerv a n t e s .Ninguno de los libros escritos por nuestros historiadores, gegrafos, naturalistas, literatos, polticos, so-cilogos, indigenistas y periodistas trae siquiera una casual alusin o re f e rencia a la obra del burro enla vida y desarrollo del pueblo del Ecuador, no obstante que el burro puede ser considerado e identifi-cado como un complejo de todos y cualesquiera de estos tpicos, desde la historia del pas, donde hajugado seguramente el ms importante de los papeles, hasta el propio periodismo, cuya tarea recia, pa-ciente y jams interrumpida, pudo muy bien hallar su smbolo en el asno, el nico de los animales de lac reacin que come papeles y papeles impresos, porque l mismo es una fbrica de celulosa y talvez di-ramos que el primer inventor del cart n .

    Es el burro, repetimos, el captulo indefectiblemente olvidado, quizs misteriosamente re h u i-do, por los escritores estudiosos e inspirados del Ecuador en todo tiempo, mientras este animalito deapariencia inspida, ha sido para nuestro pas, sin duda, el ms grande agente de su formacin y de suc o n f o rmacin; en verdad el que despus de la espada y de la cruz, no es superado por ningn otro delos elementos de colonizacin que los espaoles trajeron a estas tierras hoy llamadas ecuatorianas. Laespada y la cruz, son ciertamente, los emblemas ms re p resentativos de la conquista; pero, nadie podrn e g a rnos que es el burro el que podra alegorizar con plena exactitud a las pocas de la Colonia y de laRepblica, porque sin el asno, la indianidad misma ya se habra extinguido y no se hubiera multiplica-do ms ni mejor en los campos y viejsimos pueblos aborgenes, pretendidamente p o b l a d o s por los es-paoles, y, porque sin el burro no habra existido la unin poltica y la interdependencia econmica en-t re las provincias y entre los cantones de la Repblica. La literatura gastada en lo moderno para el fe-rro c a rril y el automvil, puede ser legtimamente aplicada al burro, en este caso, y con unos alcancesmuchsimo mayores a favor de la obra del jumento, que no sangra la economa de la nacin, sino alcontrario, que es el fertilizador por excelencia del pas.

    Como ningn otro, es pues, el burro un smbolo que abarca slidamente la vida ecuatorianadesde la poca colonial hasta la republicana, y en una forma tan sustancial, que la inteligencia humanapuede quedarse perpleja en descubrimientos, si medita y analiza con menos orgullo y ms penetracinen la fantstica obra del burro, de este hroe ignoto de la fauna domstica, en el desenvolvimiento den u e s t ro pas, porque, hasta la jurisdiccin poltica afectiva est trazada en su territorio gracias a la pre-sencia filosfica de este noble cuadrpedo, menospreciado por los caballeros del primer captulo cerv a n-tino. Y, quien no lo crea as, permtanos un momento su despreocupada atencin.

    Cul cosa ha hecho, por ejemplo, mejor y ms completa obra en el Ecuador a travs de suhistoria, desde 1534 hasta 1940, el trigo de Fray Jodoco, o el burro ?

    El trigo, al fin y al cabo, en el terreno de la realidad nacional, no ha alcanzado a hacer ni laobra de la cebada misma para la poblacin ecuatoriana, especialmente para la indianidad. El indio to-dava no aprende a comer pan de trigo en cuatrocientos y ms aos de estar aqu esa espiga. El indio,cuando mucho, en Finados, esa torta de trigo con levadura, llamada pan; pero en cambio come todoslos das la simple harina de cebada tostada y molida o m a s h c a. Entonces, el trigo no ha logrado unainfluencia sobre la vida indgena. En la poltica y en la sociologa del indio no se cuenta el trigo, y pue-de prescindirse de l. Mas, en estos precisos das es cuestin de alta poltica de la Repblica lo re l a t i v oa las harinas de trigo para la poblacin no aborigen, para los forasteros o cuasi-forasteros del Ecuador.

    En contraste, el indio sin el burro, casi perecera y se extinguira, y no slo l, sino que se des-poblara del resto de habitantes no indios el territorio populoso del Ecuador. Ni un nmero varias ve-ces redoblado de ferro c a rriles y de automviles podra atajar este desbande de la poblacin actual. Por-que este pas montaoso ecuatorial, alomado y quebrado a porfa, no tiene opcin posible para el veh-culo de ruedas, a no ser que mediante laboriossimos trayectos de artificio (digamos caminos). No hay

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    2 2 Revista Lnea, N 8,Quito, 1 de mayo de1 9 4 0 .

  • paso franco para el vagn aventure ro y comedido en pos de nuestras tierras quebradas y lodosas. El ba-jel original de los Andes equinocciales, fue un da la runa-llama; extinguida sta, tom su lugar aventa-jadamente el burro. Ese da entr recin Espaa en la vida interna de la indianidad y all se qued, sien-do esa civilizacin lenta, a las ancas del burro, la que andamos hasta el siglo XX. El transporte asnalpuede ser sustituido en las carreteras troncales con la va de hierro o con la va neumtica, y para lasgrandes heredades y explotaciones pero, el transporte caletero, diremos, de chacra a chacra en las zo-nas de agricultura intensiva, reclamar siempre el burro: el vehculo de la miscelnea en el pas de lamiscelnea de las pro d u c c i o n e s !

    El caballo ser siempre un mal avenido forastero en este pas que es precisamente la anttesisde las pampas o llanos. La triste caricatura del gran equino, es clsica en nuestros altos y fatigantes ce-rros. El Ecuador no es para caballos; aqu el burro hace un papel ni siquiera igual al del caballo en Eu-ropa, sino tambin a la vez, el rol del sobrio camello incsico, la llama, soportando todo el trabajo so-b re las jorobas andinas.

    P e ro, adems del transporte menudo del campesino, el burro desempea en el Ecuador unafuncin notabilsima en sustentar la vida del hombre pobre o rico. Es la de mantener la fertilidad delsuelo, principalmente en las zonas ms ridas del pas. Eliminemos al burro de la provincia del Coto-paxi, y produciramos un cataclismo en ella. Pero una hecatombe mayor ocurriera si suprimiramos alb u rro de la provincia de Tungurahua, porque lo mejor de esa provincia, que es lo mejor del Ecuador,volviera a ser un erial muerto, rido e inhabitable como debi serlo hasta despus de la llegada de losespaoles; se acabaran todas sus huertas de hortalizas y todos sus huertos frutales, as como todas susmieses. Guayaquil y casi toda la costa no tendra qu legumbres nutritivas comer, y, la feria total deAmbato quedara como fulminada por un rayo. Pues, ha de saberse que la gran feria ambatea con susbeneficios, no consiste nicamente en una prodigiosa concentracin de merc a d e res de veinte leguas a laredonda, sino que, como un valiossimo sub-producto de dicha feria, los cuatro o cinco mil asnos que

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  • con sus amos acuden a ella, dejan semanalmente cientos de toneladas de estircol tan valioso, que se lodisputan los hortelanos a los ms altos precios, porque es la vida de sus huertas locales. Es, pues, unaferia de fertilidad o de fertilizantes para la vigorosa vida agrcola de esa provincia de agricultura inten-siva que da de comer con los ms selectos productos a muchas otras provincias de la Repblica, graciasa su inmensa y utilsima poblacin asnal, que puede llegar fcilmente a unos 20.000 burro s .

    Anlogamente, si eliminamos a todos los burros de una provincia como la de Manab, tam-bin all mataramos de sed a casi todas sus ms florecientes poblaciones; pues el sistema de apro v i s i o-namiento de agua potable en ella es gracias al asno.

    Por fin, querrn cre e rnos nuestros lectores en la revelacin ms extraordinaria que vamos ahacerles acerca de la influencia decisiva del burro en la alta poltica ecuatoriana? El burro marca en elEcuador los verd a d e ros lmites de la soberana nacional efectiva. Donde hay burro en el territorio ecua-toriano, all hay posesin efectiva y jurisdiccin eficaz de nuestra nacionalidad. Del Carchi al Macar,y del callejn interandino a la costa orense, guayacense y manabita, exceptuando el tumultuoso Esme-raldas, hasta Galpagos, las leyes y la administracin nacional se dejan sentir normalmente con influen-cia y dominio ecuatorianos. En el Oriente no hay un solo burro .

    Para term i n a r, esta connaturalizacin tan completa del burro en el Ecuador, hasta el punto su-mamente curioso de haber una gama entera de burros, desde el desnudo y lucio asno costeo y galapa-guino hasta el asno esquimal, el b u rro tzuntzo de los pramos, adems del gallardo y salvaje burro delChota, no se explica de otro modo sino quiz a que el origen del burro como especie zoolgica debe es-tar incuestionablemente en las zonas secas del frica ecuatorial o en los desiertos del frica tropical, y,al ser trasladado a la Amrica tropical, halla su mejor hogar precisamente en las zonas secas y bien so-leadas del nivel del mar ecuatorial, tolerando, empero con diversos disfraces de piel las grandes altitu-des, asimismo asoleadas del Ecuador.

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  • N O M E N C L ATURA URBANA DEL ANTIGUO QUITO2 3

    Siendo Quito una ciudad tan y tan antigua, como lo es, y cuyas calles del centro primiti-vo de la urbe se conservan hasta hoy conforme la primera traza que dieron los espaolesa la villa que se iniciaron en el ao de 1534, es muy natural que los nombres de tales ca-lles han ido cambiando quizs de siglo en siglo, segn la vida y costumbres de cada poca. Porque la de-nominacin que en los antiguos tiempos reciban las calles, plazas y ms lugares que componan el po-blado era obra espontnea del vulgo que utilizaba a cada lugar con el nombre de lo ms caractersticoy distintivo que all se encontraba.

    En ms de los cuatrocientos aos de vida que tiene nuestra ciudad, es pues, bastante difcil tra-tar de re c o n s t ruir esa diversa nomenclatura cronolgica. Lo que nosotros vamos a revelar aqu escasa-mente al respecto, re p resenta un trabajo en verdad mprobo, del cual suficiente ser decir que no es im-p ro v i s a d o .

    Vamos a dar, por tanto, en forma algo esquemtica, perodo por perodo, esta nomenclaturac i e rtamente tradicional de Quito.

    L A C A L L E M A E S T R A O C A L L E R E A L D E Q U I T O

    Al fundarse la villa, como es lgico, lo primero que trazaron los espaoles fue la Ca-lle Real, que necesariamente tena que ser la calle o lnea maestra a la cual tena queajustarse el trazado de las dems, paralelamente y transversalmente a ella, a fin de dar-le a la