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MANUAL PRÁCTICO de EVANGELISMO Samuel Vila

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MANUAL PRÁCTICOde

EVANGELISMO

Samuel Vila

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EDITORIAL CLIEGalvani, 11308224 TERRASSA (Barcelona)E-mail: [email protected]://www.clie.es

MANUAL PRÁCTICO DE EVANGELISMO

© 2002, Editorial CLIE

Depósito Legal:ISBN: 84-8267-337-8

Impreso en los Talleres Gráficos de la M.C.E. Horeb,E.R. nº 2.910 SE– Polígono Industrial Can Trias,C/Ramon Llull, 20– 08232 VILADECAVALLS (Barcelona)

Printed in Spain

Clasifíquese: 525 EVANGELIZACIÓN: Métodos y técnicas C.T.C. 02-07-0525-01

Referencia: 22.05.70

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Índice

Introducción … … … … … … … … … … … … 7

Parte 1Evangelismo práctico

I. El evangelismo en la Iglesia … … … … … 14

II. El evangelismo en reuniones sociales de la Iglesia … … … … … … … … … … … … 25

III. Conferencias en lugares públicos … … … 36

IV. El evangelismo personal … … … … … … 43

V. Un puesto en los mercados públicos … … 51

VI. La prestación de libros … … … … … … 58

VII. El método de la encuesta … … … … … 65

Parte 2Diálogos evangélicos

I. Cómo responder a los ateos … … … … … 75

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II. Cómo responder a los escépticos … … … 82

III. Cómo tratar a los que creen en Dios y en Cristo, pero no comprenden el plan de Salvación … … … … … … … … … … 104

IV. Cómo presentar el evangelio a los católico-romanos … … … … … … … … 116

V. Cómo tratar a los que reconocen que deben volverse a Dios, pero ponen excusas … … 129

VI. Cómo tratar a los que rehúsan la ayuda de las iglesias para ser cristianos? … … 137

VII. Cómo discutir con los testigos de Jehová … … … … … … … … … … … … 146

VIII. Cómo tratar con los espiritistas, y los partidarios de religiones orientales … … 160

IX. Cómo conversar con los mormones … … 178

X. Cómo presentar el evangelios a los niños …183

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Introducción

La falta de crecimiento es el gran problema de las iglesiasen este siglo secularista. Muchas iglesias apenas tienen otroaumento que el de algunos hijos de creyentes que llegada laedad propia para ser admitidos, o bautizados, ingresan comomiembros. Sin embargo, el objetivo de las iglesias no esmantener un auditorio de personas convencidas ya de lasdoctrinas cristianas, sino buscar y ganar nuevas almas paraCristo, promoviendo conversiones.

Hoy tenemos medios de difusión en los cuales no podía-mos siquiera soñar hace pocos años, no obstante, muchasiglesias están temiendo por su porvenir, pues no crecen nisiquiera en la medida en que crece la población, y si noencuentran remedio a su escaso crecimiento están condena-das a desaparecer en menos de un siglo.

Por tal razón se habla mucho de evangelismo, peroconsiderándolo generalmente como una labor esporádica decampañas especiales, en las cuales se procura atraer a lasiglesias a público ajeno a las mismas, mediante propaganda,y la presencia de algún buen orador. Todo ello está muy bien,y es digno de ser promovido, sin embargo, no debe olvidarseque el evangelismo es el secreto esencial de la vida de laIglesia, no sólo en días especiales, sino de forma constante,y que el evangelismo en la Iglesia debe ir acompañadosiempre del evangelismo personal.

Cada cristiano tiene el deber de ganar otras almasindividualmente, sin embargo son miles los que nunca hanconquistado alguna para el Señor, y lo más triste es quenunca lo han procurado.

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Un joven nos explicó que había trabajado durante añoscon un compañero a quien nunca habló del evangelio ni ledio a conocer su condición de cristiano. Años más tardeencontró a ese compañero de trabajo en una reunión con-junta de varias iglesias, y le saludó con alegría, manifes-tándole su satisfacción.

«Sí –contestó el recién convertido–, pero yo podía habersido cristiano desde hace mucho más tiempo si tú me hu-bieses hablado de estas cosas: Yo había podido ser un dis-cípulo tuyo y un miembro de la iglesia a la cual tú perte-neces.»

El joven cristiano se sintió gozoso pero abochornado porsu falta de decisión para hablarle de Cristo, al suponer quesu amigo no habría hecho caso de su testimonio, o se habríaburlado de él.

En el conocido himnario llamado Songs & Solos hayla conmovedora historia de un enfermo que después de habersido amonestado por mucho tiempo a aceptar a Cristo, lorecibió por fin, un mes antes de su muerte. Su gozo e interéspor las cosas del Señor mostraron que se trataba de unaconversión real, sin embargo pocas horas antes de fallecerapareció una nube de tristeza en su rostro. Cuando le rei-teraron que Cristo es un Salvador fiel que cumple suspromesas y no debía temer la muerte, éste respondió: «YesI know that he saves me now, but shall I go an emptyhanded?» (Sí, yo sé que Él me salva, pero ¿he de ir conlas manos vacías?). Esto dio lugar a que un creyente poetay músico escribiera el famoso himno, basado sobre esta fraseque ha sido popular por mucho años en los países de hablainglesa. ¡Cuántos cristianos mueren con las manos vacías!

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El ministerio de Cristo nos da un alto ejemplo de trabajopersonal. Sus enseñanzas más profundas fueron dadas, noa multitudes, sino a individuos. A cierto escriba desconocidole declaró cuál era el más grande mandamiento: «Amar aDios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo»;a una mujer pecadora cuyo nombre ignoramos, y sólo noses conocida por la región donde vivía, proclamó Jesús el granprincipio de la adoración espiritual. A Nicodemo le explicóen privado el gran secreto del Nuevo Nacimiento.

El doctor Torrey hace una lista de las ventajas de lalabor personal como sigue:

•Todos pueden hacerla (aun sin haber tenido estudiosde teología).

•Se puede hacer en cualquier lugar (no necesita unpúlpito y un auditorio).

•Se puede hacer en todo tiempo (no a horas determi-nadas, unas pocas veces por semana).

•Es el que da mejor al blanco. (Porque se puede apreciarla reacción de las personas a quienes nos dirigimos y variarla exhortación según entendemos ser conveniente, lo que elpredicador en el púlpito no puede conocer, ni hacer.)

El pastor Guillermo Gratzig en su buen libro Urban-evangelización (un nombre inventado por él para significarla evangelización de las grandes ciudades), dice: «Todosnuestros programas procuran que la gente venga. Que lagente venga a la Iglesia, que los vecinos vengan al culto,que los inconversos vengan a Cristo, que los hermanosvengan a la asamblea, y que también vengan al pic-nic.Tendemos a medir el éxito y el crecimiento, no por el númerode personas que reciben un testimonio personal, o que acep-

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tan a Cristo, sino por el número de asistentes que vinierona la iglesia».

Es verdad que Jesús dijo «venid a Mí», pero tambiénes cierto que Él vino a nosotros.

En la parábola de las bodas, el rey dijo a sus servidores:«llamad a las bodas a cuantos halléis» (Mateo 22:9), peroantes les había dicho «id a las salidas de los caminos».

La Palabra de Dios da el encargo evangelístico en pri-mer lugar a los predicadores. Pablo instituyó a Timoteocomo predicador en la iglesia de Éfeso, cuando partió paraMacedona, pero al lado de sus deberes pastorales le recomen-dó: «Haz la obra de evangelista». Él mismo le había dadoel ejemplo de su recomendación, pues cuando se despidió delos ancianos de aquella misma iglesia, que acudieron adespedirle aI puerto de Mileto, les dijo: «Como nada quefuese útil he rehuido de recomendaros y enseñaros pública-mente y por las casas». La expresión «públicamente», serefería sin duda a las asambleas que había celebrado en laescuela de Tiranno, pero «por las casas», se refiere a su obrapersonal, con una sola familia, o con un número muy re-ducido de personas.

Ningún pastor, por muy elocuente y bien dotado quesea, puede excusarse de llevar a cabo semejante labor. Nin-guno debe encerrarse en su oficina y esperar que los oyentesvengan a entrevistarse con él. El buen pastor de la parábolano esperó que la oveja se encaminase al redil, sino que labuscó y la llevó en brazos. Algunos pastores se limitan aser invitados a visitar enfermos de su iglesia. Es cierto queesta labor es mucho más fácil y grata que el visitar a en-fermos inconversos, pero sin olvidar a estas ovejas ya ga-

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nadas, es aún más eficaz el buscar oportunidades paraevangelizar a inconversos. A veces éstos aparecen comoresultado de la visitación pastoral entre amigos o familiaresde los miembros.

El pastor no puede alcanzar personalmente a millaresde almas que necesitan el mensaje de vida eterna; peropueden entrenar a sus miembros a ser ellos mismos pastoresde almas totalmente alejadas de Dios. Si él ha comenzadodando ejemplo a los miembros de su iglesia de trabajopersonal, no le será difícil interesarles en la misma clase delabor, convocándoles para clases de entrenamien-toevangeIístico. Hay muchos miembros que tienen buenavoluntad para evangelizar, pero poca capacidad para hacerlode un modo inteligente: En la mayoría de los casos lacapacidad va en proporción inversa a la buena voluntad. Laspersonas inteligentes y capacitadas a menudo se dan demenos de dedicarse a una labor evangelística, mientras quelos menos capacitados son los que siempre se hallan dispues-tos a hablar y dar un testimonio, a veces poco inteligenteo acertado.

El presente libro contiene dos partes. La primera des-tinada a dar consejos sobre evangelismo práctico en reunio-nes públicas, aprovechando para ello todas las oportunida-des, y la segunda parte dedicada a ayudar a sus lectores enel trabajo personal, sugiriéndoles las respuestas adecuadasa diversas clases de interlocutores. Son necesarias ambascosas. En primer lugar, que las iglesias tengan un espírituevangelístico como comunidades ansiosas de dar el mensajede salvación a las gentes que acuden a sus diversas activi-dades, haciendo de todas ellas un medio más o menos directo

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de evangelización; y en segundo lagar, proveer a losevangelizantes de las respuestas más adecuadas para sulabor personal. Es necesario que los testificantes sepan quéresponder a las personas que les darán mil excusas paradefender su actitud de escepticismo o descuido de las cosasespirituales, o que profesan otras creencias que les apartande la fe salvadora que es en Cristo.

Para ello lo más importante es poder presentarles lo quela Biblia dice acerca de su posición. Desgraciadamente, elpueblo español y los habitantes de Sudamérica no conocentanto como los pueblos de cultura evangélica el contenidoe importancia de la Biblia, pero la forzada rectificación dela Iglesia Católica en cuanto a la cultura bíblica nos ha dadomucha ventaja, desde un tiempo a esta parte, para hacer usode las Sagradas Escrituras en la labor de evangelización.Además, la Palabra de Dios es en sí misma «viva y eficaz,y más penetrante que toda espada de dos filos», como sedeclara a sí misma, y tener a mano en cada momento lostextos adecuados para poder declacar a las personas «Diosha dicho» tiene siempre un gran valor, por lo menos parahacerles dudar de si es acertada o no su actitud.

Si la conversación se inclina hacia el escepticismo oincredulidad, es necesario tener algún argumento claro ysencillo a mano para inclinar la duda por el lado de la fe.Por lo menos crear el sentimiento de probabilidad; quenunca es, empero, suficiente sin la acción del EspírituSanto, el cual mueve los corazones a creer. La oración y lainsistencia en el testimonio no pueden sustituir, pero sípreparar o complementar la acción del Espíritu Santo, yacrecentar el valor y eficacia de nuestro testimonio.

Tal es el objetivo y propósito del presente libro.

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Parte 1

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Evangelismo práctico

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I

EL EVANGELISMOEN LA IGLESIA

El primer gran motivo de la predicación en laIglesia es el evangelismo, o sea dar la buena nueva dela salvación que Dios ofrece a los seres humanosmediante la obra redentora de Jesucristo.

No todos los mensajes religiosos son evange-lísticos. Algunos son de carácter devocional o deedificación para creyentes. Sin embargo, todo sermónpredicado en la iglesia debe contener una parte máso menos considerable de mensaje evangelístico, par-ticularmente si el predicador nota entre el públicoalgún rostro desconocido, quizá de familiares o ami-gos de los miembros, que no acostumbran asistir a losservicios de la iglesia.

Muchos sermones de edificación contienen a lavez elementos de evangelización: Aquellos que expo-nen los privilegios del cristiano para esta vida o lavenidera, inducen al no creyente a pensar que vale lapena ser cristiano. Los sermones que se refieren a losdeberes cristianos de carácter moral, y sobre todoaquellos que tratan de mayordomía y que podríanproducir un efecto contraproducente en un forastero,necesitan a todas luces algunas palabras de evange-lización antes de darlos por concluidos. Un predica-

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dor notable decía: «Nunca concluyo un sermón sinhaber dado un toque al corazón de los no creyentes,pues no sé si volveré a ver aquellas almas otra vez enla iglesia, o tendré que encontrarlas ante el trono deDios, acusándome por no haberles dado el mensaje devida eterna el día de mi oportunidad».

En algunas iglesias se predican sermones de carác-ter puramente ético, que apenas difieren de lo quediría un moralista escéptico o un orador socialista, enun mitin. Carecen totalmente de alusiones y referen-cias a las promesas de Dios que nos son dadas en lasSagradas Escrituras para la eternidad. Hay pastoresmodernistas que parecen avergonzarse de hacer lamás leve referencia a la vida futura. Tales predicado-res deberían ser bastante honrados para declararseabiertamente escépticos; presentar la dimisión de sucargo eclesiástico, y buscarse un empleo secular. Real-mente ha de ser difícil para tales oficiantes delpastorado mantenerse en el continuado conflicto denadar entre dos aguas, tratando de complacer a losmiembros escépticos que no tienen ninguna esperan-za para el más allá, y no defraudar a los que creen,y necesitan ver renovadas, y alentadas sus esperanzascon las fieles promesas de la Sagrada Escritura.

El evangelismo consiste en el arte de levantar,primero, en los corazones de aquellos que no creen,dudas acerca de si están o no en la posición correctaen cuanto a Dios y la eternidad, y luego, edificar ensus almas el edificio de la fe en las promesas de Dioshechas por Jesucristo y los apóstoles.

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El Evangelio es «Buenas Nuevas» de salvaciónpara la eternidad. Todo lo que no sea esto no esEvangelio. Serán buenos consejos de vida moral, en-señanzas más o menos útiles para el hogar, la familiao la sociedad; pero no es Evangelio en el verdaderosentido de la palabra.

Por esto, cuando el predicador ha expuesto en sumensaje los deberes del cristiano no debe olvidar losposibles oyentes no creyentes, o sea, los que no hannacido de nuevo por la fe genuina en el Hijo de Dios,y debe decir algo, antes de terminar, para levantar enel corazón del nuevo asistente deseos de venir a serlo.No es necesario que presente de un modo completoy extenso el plan de la salvación, pues ello causaríacansancio a los que ya lo han oído infinidad de veces,alargando indebidamente el mensaje; pero es necesa-rio añadir algo relacionado con las anteriores exhor-taciones de edificación y enseñanza para los conver-tidos, que revele al forastero su necesidad espiritual.Puede formularse con la consabida frase: «Si alguienno ha aceptado todavía a Cristo como su Salvadorpersonal…» etc., y de ahí unas frases que se refierana la necesidad de entrar todos los seres humanos enuna nueva relación con Dios para que aquellos privi-legios antes referidos puedan ser alcanzados porquienes todavía no los poseen. Hay que decir algo quehaga pensar al inconverso: ¿Y si fuera verdad lo queestá diciendo el predicador y yo me encuentre exclui-do de tales privilegios? Y esta reflexión induzca alforastero a investigar por sí mismo o a buscar la ayuda

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de una iglesia, para llegar a la certidumbre de la fe.Nunca debe omitirse poner al extraño en este dilema.

Contenido y extensión de los mensajes

Los predicadores modernistas suelen hablar entérminos ambiguos para toda clase de oyentes, supri-miendo de su vocabulario los términos de cielo, infier-no, redención, expiación, pecado, arrepentimiento,nueva vida en Cristo, etc…, limitándose a declaracio-nes como: «Todos somos hijos de Dios»; todos tene-mos necesidad de superarnos… debemos poner nues-tro grano de arena para edificar una sociedad mejor,etc., etc…

En siglos pasados los predicadores hablaban delcielo y del infierno como si acabaran de regresar delotro lado de la muerte. En el presente siglo este len-guaje suele ser objeto de burla, como un lenguajeanticuado, y resulta contraproducente usarlo en lamayoría de los casos, por estar tan extendido el escep-ticismo en nuestros días.

Pero todo el mundo duda acerca de los temas quese refieren al más allá. De ahí el gran interés que existeen este tiempo sobre religiones y sectas extrañas. Lapredicación evangélica moderna, pero sana, debe te-ner en cuenta esta duda general, y partir de ella, paraprocurar construir el edificio de la fe. Es prudentedeclarar, como suele hacerlo con gran frecuencia elfamoso evangelista Billy Graham: «La Biblia dice…»,como queriendo indicar, no se trata de una afirmación

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mía, no es la palabra de un hombre ignorante, comolo somos todos los humanos, acerca de los misteriosde la vida y del más allá, pero la Biblia dice… «LaBiblia declara…», «Cristo dijo…», para que los oyen-tes saquen sus propias consecuencias de las afirmacio-nes del predicador basadas sobre la revelación bíblica.

Debemos entender que la doctrina evangélica esla misma de siempre, supone aquella «fe transmitidaa los santos de una vez por todas», por la cual «de-bemos contender ardientemente» (Judas v. 3): No fueelaborada poco a poco por la Iglesia en los primerossiglos, como afirman los escritores y predicadoresmodernistas, haciéndose eco de las infundadas conje-turas de los escritores ateos de los siglos XVII y XVIII.La prueba de que nuestra fe es la fe auténtica de losapóstoles halla apoyo en el hecho que al lado de losescritos incorporados en el Nuevo Testamento existenotros, reconocidos por todos los eruditos, aun los másajenos a la fe cristiana, como escritos de fechas ante-riores al siglo III, algunos casi de la misma épocaapostólica, como la Epístola a Bernabé (año 73), lasdiversas cartas de Ignacio de Antioquía, discípulo desan Juan, escritas por el pastor de aquella iglesia bienconocida en los Hechos de los Apóstoles, cuando sedirigía a su martirio en Roma, por el año 107 al 110;así como la carta de Policarpo, obispo de Smirna,discípulo de san Juan, escrita poco más allá del año100; las cuales contienen la misma doctrina acerca dela divinidad de Cristo y de su obra redentora, exac-tamente como la hallamos en los documentos apostó-

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licos llamados canónicos. No tenemos, pues, por quéavergonzarnos de la antigua doctrina de la redenciónpor la muerte expiatoria del Hombre-Dios, Jesucristo,de quien dieron testimonio los apóstoles.

Cierto que es un plan inaudito y extraño para lasabiduría humana, no tan sólo en el siglo XX, sino yaen el siglo I, cuando san Pablo escribía: «Porque elmensaje de la cruz es locura para los que se están perdiendo;pero para nosotros, que somos salvos, es poder de Dios. Puesestá escrito destruiré la sabiduría de los sabios y desecharéel entendimiento de los entendidos… puesto que los judíospiden señales y los griegos buscan sabiduría, pero nosotrospredicamos a Cristo crucificado para los judíos ciertamentetropezadero y para los gentiles locura; mas para aquellos queson llamados, así judíos como griegos, Cristo es poder deDios y sabiduría de Dios» (1ª Corintios 18:19, 22-24). Yésta es esencialmente la doctrina del Evangelio, «bue-na nueva de la gracia de Dios», en el siglo XX, comolo ha sido a través de todos los tiempos.

¿Que hay que expresar esta doctrina en un lengua-je moderno para hacerlo inteligible a los hombres denuestro siglo, procurando que no sean escandalizadospor el uso de expresiones y palabras de las que hicie-ron abuso los predicadores y escritores de la EdadMedia? Esto podemos aceptarlo, pero no que se cam-bie el mensaje y la doctrina.

Hace ya algunos años cuando escribimos el libroPruebas tangibles de la existencia de Dios, al final deaquellas consideraciones de teología natural que de-muestran la existencia de un Ser supremo en la natu-

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raleza, autor de la inmensa sabiduría que se revela enella; aquel Ser a quien Jesucristo nos enseñó a llamarPadre Celestial, al entrar en la segunda parte del libropara venir a explicar el plan de salvación, en el capí-tulo que denominamos: Las bases de la fe cristiana, loexplicamos en los siguientes términos:

«Así pues, al lado del astrónomo y del físico, delquímico y del naturalista, del arqueólogo y del histo-riador, el cristiano puede hoy, más que nunca, mirarlos hechos objetivamente y afirmar que la experienciade la Humanidad ofrece una fuerte presunción enfavor de los siguientes supuestos:

1.° Que existe un Ser supremo, ordenador de lasmaravillas de la Naturaleza, cuya sabiduría nopodemos dejar de reconocer y admirar, por másque ignoremos su íntima esencia.

2.° Que el Creador, además de hacerse evidente porlas obras de la Naturaleza, no es improbable hayatratado de establecer alguna comunicación con loshombres, según declaran las religiones, ya en losorígenes de la raza o en otras épocas culminantesde la historia humana por Él mismo escogidas.

3.° Que un estudio de todas las religiones, tradicionesy lenguas y de las diversas razas humanas nosdemuestra de un modo que no admite dudas, suorigen común, por llevar todas ellas vestigios deidentidad filológica y de tradición, respecto ahechos que se supone tuvieron lugar en los albores

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de la Humanidad, como son la felicidad originaly caída del hombre, el diluvio, la torre de Babel,etc.; así como de idénticos principios moral-reli-giosos, cuya perversión se nota en todas ellas alestudiar su evolución a través de los siglos.

4.° Que la Biblia, que contiene los libros sagrados delos hebreos y de los cristianos es, según frase deleminente orador Emilio Castelar, “la revelaciónmás pura que de Dios existe”.

5.° Que Jesucristo es la magna revelación del SerCreador, a quien, Él tan sólo, nos enseñó a llamarPadre; el Maestro por excelencia y Redentor de loshombres, quien vino a levantarnos de nuestro es-tado, moralmente degradado, para que vivamossegún la voluntad de Dios.

6.° Que, según una experiencia mil veces manifestadaen los pueblos civilizados así como en las razasmás salvajes de la tierra, el ser humano que seacerca a Dios en demanda de perdón por losméritos y en el nombre de Jesucristo, y ayuda paravivir según su voluntad, recibe un poder moralque le habilita para romper totalmente con supasado, por degradado que hubiese sido, realizan-do lo que jamás podría efectuar por un meropropósito o determinación propia. El cambio queJesucristo llama “Nuevo Nacimiento”».

Puede observarse que en este enunciado no usa-mos el vocabulario clásico de la fe cristiana copiado

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de las cartas de Pablo; pero expresamos la mismadoctrina dada a los cristianos del siglo I.

Algunos aceptan a Jesucristo como Maestro idealde la Humanidad, el hombre perfecto y sin igual, elprototipo supremo de la raza; pero sin aceptar sudivinidad ni las revelaciones que Él hizo a los hom-bres acerca de la otra vida y de la redención. Mas ental caso resulta el inconcebible absurdo de que elhombre más santo y perfecto haya sido el mayorengañador y el causante de muertes alevosas de se-guidores suyos que han dado sus vidas en virtud detales declaraciones. ¿Qué podríamos pensar de unCristo que dijo «no temáis a los que matan el cuerpoy después no tienen más que hacer…», «el queperdiere su vida por causa de Mí y del Evangelio, éstela salvará», si este Maestro ideal hubiese pronunciadotales palabras sin tener la seguridad absoluta de quehay otra vida tras de la muerte, en la cual tales pro-mesas han de ser cumplidas? (véase Mateo 10:28 y16:25).

El supuesto de que Él no enseñó verdades de ca-rácter espiritual y eterno, sino solamente principiossociales que sus seguidores transformaron más tarde enideales religiosos, puede sostenerse aún menos que laprimera alegación de que Jesús fuera un engañador, yaque desde los mismos orígenes del cristianismo loscreyentes en Jesucristo obraron como si Él hubierapronunciado tales palabras, dando sus vidas gozo-samente, con la esperanza de volverlas a recobrar. Todala historia del cristianismo confirma esta verdad. Por

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ésta y muchas otras razones que no caben en los límitesde este libro, nuestra fe cristiana se extiende más alláde lo que podemos ver o comprobar, hallándose, em-pero, firmemente apoyada sobre hechos de indubitablecomprobación.»

También pusimos como título del próximo capítu-lo, que trata de la conversión a Dios y a la nueva vidaregenerada del creyente: «El método divino de reparaciónmoral», pero en el texto de dicho capítulo, no noslimitamos a decir que Cristo fue un gran ejemplo paranosotros tanto en su vida como en su muerte, sino quetras el subtítulo de ¿Quién era Jesucristo? explicamosclaramente, con ejemplos ilus-trativos, nuestro con-cepto de Jesucristo como Hijo de Dios, el Creador delas estrellas. Y tras el subtítulo La muerte de Jesucristocomo expiación del pecado continuamos explicando elporqué del plan divino de la redención, para exponera continuación bajo el próximo subtítulo El fenómenode la conversión.

No pusimos este último subtítulo como títulogeneral del capítulo porque nos pareció mucho másclara y expresiva para el lector moderno la frase Elmétodo divino de reparación moral, que La conversión delpecado, expresión muy cierta, bien comprensible yclara para los ya creyentes; pero que al no creyente,de tendencia escéptica, le repugna, por el abuso queha sido hecho de ella.

Además, nos decidió a hacerlo así el que la palabra«conversión», en boca o en un escrito de los protes-tantes, les parecía en aquel tiempo a los católicos –y

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aún continúa pareciéndoles– cambio de una religióna otra, del catolicismo al protestantismo; y los escép-ticos consideran que el término pecado es una palabraclerical inventada por los curas para asustar a lasbeatas. Por esto escogimos como título la frase Elmétodo divino de reparación moral, a pesar de que bajolos subtítulos explicamos el antiguo e inmutable evan-gelio del perdón de los pecados por la aceptación,mediante la fe, del sacrificio expiatorio de Jesucristo.Para evitar al lector escéptico tropezar con una fraseanticuada en grandes letras, al lado de los argumentosfilosóficos-científicos de los capítulos precedentes.

Aconsejamos a los hermanos evangelizantes teneren cuenta los tiempos en que vivimos al explicar elEvangelio a los incrédulos. El apóstol Pablo dice: quese había hecho «todo a todos para ganar a algunos»,y observamos esta prudente táctica en su discurso alos intelectuales del Areópago de Atenas. Pero nodisimuló ni negó los hechos sobrenaturales del Evan-gelio para no parecer un judío atrasado, sino queacabó predicando a Jesús con toda valentía al decir:«Por tanto, Dios, habiendo pasado por alto los tiempos deesta ignorancia, ahora manda a todos los hombres, en todolugar, que se arrepientan, por cuanto ha establecido un díaen el cual va a juzgar al mundo con justicia, por aquelvarón a quien designó, dando fe a todos con haberle levan-tado de los muertos» (Hechos 17:30, 31).

Mostrándose del todo consecuente con lo queescribió en el capítulo primero a los Romanos: «Porqueno me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Diospara salvación a todo aquel que cree» (Romanos 1:16).

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II

EL EVANGELISMOEN REUNIONES SOCIALES

DE LA IGLESIA

Una oportunidad muy eficaz de evangelizaciónson las fiestas sociales, generalmente preparadas porlos jóvenes de la iglesia, poniendo a contribución susdotes dramáticas, artísticas o musicales, ya que a ellassuele asistir público que no concurre regularmente alos cultos.

Algunos pastores consideran que dichos actos tie-nen que separarse de los cultos regulares de la iglesia,por tener un carácter festivo, que no con-cierta –di-cen– con la seriedad y reverencia de los cultos. Mien-tras que otras iglesias de espíritu más evangelísticousan dichas ocasiones para llamar a estos invitados alos cultos dominicales, o por lo menos hacerles oír enaquel día algún mensaje evangelístico, breve, que leshaga reflexionar sobre las cosas eternas.

Ningún programa festivo debe permitirse queocupe la atención y consuma el tiempo libre de losjóvenes, si no tiene como objetivo principal dar untestimonio evangelístico. Éste puede ser dado por losejecutantes del programa, por el dirigente del mismoo por el pastor, que siempre, absolutamente siempre,

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debe ser considerado como el elemento indispensable–y de peso– en todas las actividades juveniles.

Hemos oído de labios de algunos pastores pala-bras tan lamentables y equivocadas como éstas: «Estolo hacen los jóvenes; yo no me meto en las activi-dades de ellos, es cosa de la juventud, yo les dejolibres».

¿Qué significa esto? ¿No forman los jóvenes partede la iglesia? ¿No usan locales que pertenecen a lacongregación? ¿No llevan a cabo sus fiestas o veladascomo una actividad en favor de la iglesia?

Por otra parte, ¿no serán miembros de la iglesia,en su mayoría, los que compondrán el auditorio el díade la representación? ¿Por qué, pues, esta dicotomía,o separación, entre la iglesia y las actividades de losjóvenes?

Que el pastor no quiera entrometerse a dar órde-nes en lo que se refiere a los detalles de la fiestadramática o musical, está muy bien; mejor dicho, debeser así, y en este sentido es justo y natural que el pastordiga: «Yo les dejo libres». No es de su incumbencia loque se refiere a tales detalles, pues no puede pedirseque el pastor sea siempre un perito musical ni unmaestro en arte dramático, y debe dejar que los jóve-nes hagan las cosas a su manera, y actúen librementelos que tienen las habilidades propias, sin pretendermandar en aquello que no entiende por la simplerazón de ser el pastor; convirtiéndose así en el man-damás de todas las cosas relacionadas con la iglesia.Este es el mandato que hallamos en la Sagrada Escri-

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tura: «No teniendo señorío sobre las heredades del Señor,mas siendo ejemplo de la grey» (1ª Pedro 5:3).

Pero el pastor tiene el derecho, a la vez que eldeber, de intervenir en todo lo que afecta a la parteespiritual de todas las actividades de los jóvenes. Ycomo estas actividades deben tener siempre la finali-dad de propagar la Buena Nueva del Evangelio, espropio y natural que el pastor tenga siempre que tomaruna parte, ciertamente la más importante, en talesactividades. Él debe ser, o bien el presentador de todoslos actos, si no hay entre los elementos juveniles unpresentador con facilidad de palabra, o –en el caso dehaberlo– tener siempre la palabra de conclusión,quizá con un anuncio de los cultos y emisiones deradio que se den en la localidad; y si el acto ha tenidolugar en locales pertenecientes a la iglesia debe con-cluir siempre con una breve oración.

Si se ha celebrado en un local público, no debeponérsele fin sin una palabra del pastor o del dirigentejuvenil que lo identifique como una actividad cultu-ral, pero de tipo evangélico, pues nunca hay por quéocultar la identidad del grupo actuante.

Los antiguos tenían el refrán «Todos los caminosconducen a Roma», refiriéndose a la famosa red decarreteras empedradas que los emperadores romanoshabían ordenado construir en dirección a Roma desdetodas las naciones de Europa subyugadas por suslegiones. Más tarde el adagio se refería al dominiopolítico que los papas habían adquirido sobre toda lacristiandad.

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Los creyentes evangélicos que nos hemos desliga-do de este poder político-religioso debemos tenercomo mira ideal que todas nuestras actividades par-ticulares, y mucho más eclesiales, tengan como centroy motivo a Cristo. No podemos ni debemos vivir paraotra cosa, si de verdad somos cristianos. «Para mí elvivir es Cristo», decía el apóstol. Glorificar, ensalzary hacer patente al mundo la obra redentora de Cristoy la luz moral de sus enseñanzas es –y ha de ser– elideal de nuestra vida. El apóstol Pablo decía: «Todo loque hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en elnombre del Señor Jesucristo, dando gracias a Dios Padre porÉl» (Colosenses 3:17). Por tal motivo jamás debe ha-cerse una dicotomía entre lo que llamamos diversiónde los jóvenes y los intereses del reino de Dios.

Ciertamente, todos los caminos conducen a Cristosi su palabra y sus enseñanzas llenan nuestros cora-zones.

En representaciones dramáticas

Hace casi medio siglo teníamos en nuestra iglesiade Terrasa un joven altamente aficionado al arte dra-mático, nacido y educado en una comarca de Cataluñallamada «El Ampurdán» lindante con los Pirineos, elcual poseía una habilidad especial para describir lavida campesina y costumbres ances-trales de los ha-bitantes de aquella comarca, inventando toda suertede escenas dramáticas típicas, así como la vida ycostumbres de los gitanos, las de los ancianos y de los

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jóvenes, haciendo vivir tales escenas como si fueranreales. En ocasiones, sus obras de teatro tenían alcomienzo algunas escenas muy graciosas que provo-caban la risa del público.

Por carecer de otro local, tenían que ser represen-tadas sobre la espaciosa plataforma de la misma igle-sia, en festividades dominicales, y en horas no deculto; pero nunca el numeroso público que en aquellostiempos abarrotaba el local era despedido sin haberescuchado un mensaje evangélico y, a veces, inclusocon llamamiento.

Para ello buscaba alguna escena o frase de lamisma obra representada que diera pie para un brevemensaje final, o bien yo mismo introducía en el dra-ma, con la venia del autor, una escena de arrepenti-miento y nueva vida en Cristo por parte de alguno delos personajes de la obra, haciendo así que la parteevangelizante fuera hablada por los propios actores,limitándome a aplicar yo el caso en dos o tres minutosal final, y cerrando el acto con una oración. ¡Más deun alma había sido ganada para Cristo medianteaquel «teatro evangélico», sin escenario adecuado!¡Cuánto más podrían desarrollar ese evangelismodramático las iglesias que cuentan hoy con magníficoslocales adecuados, dispuestos con un escenario, si elmóvil de divertir fuera cambiado por el de «evange-lizar»!

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En actuaciones musicales

Las actuaciones musicales sirven también eficaz-mente para el gran objetivo de evangelizar. En losmejores días de nuestra iglesia teníamos un coro queentonaba entre otras músicas evangélicas trozos del«Mesías» de Hændel. Solíamos, entonces, prepararverdaderos sermones cantados, arreglando el orden delos cantos de tal modo que el programa fuera un men-saje de evangelización, alternado entre palabra y canto.

Empezaba con el cántico «La Creación», deHaydn, lo que daba oportunidad para un mensaje decinco minutos sobre la realidad de la existencia deDios evidenciado por las obras de la Naturaleza,pasando a algún otro cántico que expresara la presen-cia del pecado en el mundo, luego la obra de la Re-dención, aprovechando alguno de los cánticos cono-cidos de Semana Santa, para terminar con otros quetuvieran relación con el gozo o privilegio de la vidacristiana y, finalmente, con la gloria del cielo. Himnosque no faltan en todos los himnarios de las iglesias.O bien dábamos remate con el coro «Aleluya», del«Mesías» de Hændel, si el número de participantescantores lo hacía posible. Cada cántico era introduci-do con un breve mensaje relacionando, en un planhomilético, al mensaje anterior y al que le seguía, demodo que lo llamábamos «sermones ilustrados concánticos».

Sin necesidad de remontarnos al pasado, pode-mos señalar que existe hoy día en Barcelona (distrito

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de la Barceloneta), un coro con un director que es unlaico, empresario de albañilería, pero que, además deposeer el necesario talento musical, es un excelentepredicador voluntario, con tan admirable facilidad depalabra y celo evangelístico que puede suplir fácil-mente –y con toda eficacia– el papel del pastor, per-mitiendo a éste quedar en el culto de la propia iglesiacuando el coro se desplaza a otros lugares. El públicosuele escuchar tales mensajes, cantados y explicadosa la vez, con mucho más deleite que si se tratara delmejor sermón hablado.

Este método es más apropiado hoy día que enningún tiempo del pasado, por estar la gente tancansada de escuchar sermones y vivir una vida tanocupada, que difícilmente resiste un sermón largo,como los que solían predicar los ministros del Evan-gelio en el siglo pasado. Por tal razón, muchos pas-tores han optado por sermones breves de 15 o 20minutos; pero resulta lastimosa esta necesaria reduc-ción de los mensajes a que nos ha obligado la vidamoderna, pues muchos miembros tienen que hacer unlargo desplazamiento para acudir a la iglesia, y puedeocurrirles lo que me decía, hace poco, un miembroantiguo: «Los pastores jóvenes nos dejan hoy día conhambre, porque cuando llega la mejor parte de sumensaje, en lugar de pasar a un segundo punto y aun tercero, con sus divisiones y subdivi-siones taninstructivas, como hacían los predicadores antiguos,terminan abruptamente, para no cansar a los jóvenes,que no tienen en su corazón el deseo de aprender la

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Palabra de Dios como nosotros lo teníamos a suedad». Afortunadamente, aún hay muchos jóvenesque mantienen tal deseo, pero en muchos casos escierto el juicio del anciano.

En cambio, un sermón evangelístico amenizadocon cánticos, música o proyecciones cinematográficas,puede prolongarse una o dos horas sin cansar alpúblico. Naturalmente, no es posible amenizar de talmodo los cultos públicos cada semana, pero al menostendría que intentarse hacerlo, por alguno de los tresprocedimientos citados, una vez al mes.

El testimonio de los participantes

En muchas agrupaciones juveniles, además deltestimonio de boca del dirigente o del pastor, haymomentos de testimonio de los propios participantes,actores, coristas o músicos, quienes explican sus ex-periencias de conversión. Estos son momentos sagra-dos en que los que toman la palabra deben sentir sugran responsabilidad y privilegio. Para ello queremosdarles los siguientes consejos:

1.° Evite el tono de timidez. Este escollo suele producir-se las primeras veces que el actuante da testimo-nio, sobre todo si carece de la costumbre y habi-lidad de hablar en público. Es casi inevitable entales casos, pero queremos recomendar al lec-tor:Si usted tiene que dar testimonio, hable con deci-sión; llevando a la mente de sus oyentes la con-

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vicción de que habla del fondo de su alma, y notiene ningún temor ni vergüenza de honrar a suSalvador diciendo lo que Él ha hecho por usted.Primero, refiriéndose a su muerte expia-toria en elCalvario; y cómo, cuando usted creyó en Él, leimpartió el poder de lo Alto que regeneró y trans-formó su vida. Dígalo con un rostro sonriente, conentusiasmo, y levantando tanto la voz que puedanescucharlo claramente los asistentes de la últimafila.

2.° Evite el tono de rutina. El hecho de haber dado sutestimonio muchas veces puede llevarle a la feacostumbre de decir las mismas palabras rápida-mente, y en un tono de rutina. Vale más no decirnada, que dar un testimonio de semejante modo.Aprenda su testimonio de memoria, si no tienefacilidad de palabra y teme perturbarse; pero dí-galo con entusiasmo, mostrando todo su interésen impresionar a los oyentes. Dígalo como si fuerala primera vez que da testimonio en público. Enrealidad, puede ser la primera vez para muchosoyentes.

3.° Dígalo con plena convicción, para beneficio de las al-mas. Expréselo como si estuviera contando la his-toria, no a un auditorio, sino a un solo oyente porcuya salvación usted hubiese orado muchas veces.Un pastor de Inglaterra se lamentaba a un actorde fama de la poca asistencia a los cultos de suiglesia, diciéndole: «¿Cómo es que predicando yola verdad de Dios, tan pocas personas tienen in-

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terés en escucharla, mientras que tantos acuden alteatro a escuchar historias falsas, inventadas porautores humanos?».A lo que el cómico respondió: «Es que usted ex-plica la verdad como si fuese mentira y yo presen-to la mentira como si fuera verdad».

4.° Suprima detalles ociosos. Hay personas que, al con-tar cualquier suceso o experiencia, entran en de-talles que nada tienen que ver con el asunto, ycansan a quien les escucha; pues retardan la expo-sición de los hechos que realmente tienen interés,así como la conclusión, que todos esperan. Mu-chos profesionales ocupados: abogados, notarios,médicos, etc., se ven obligados a decir a sus clien-tes: «Al grano, señor, al grano»; y los jueces mu-chas veces tienen que ordenar a los testigos queabrevien sus explicaciones, contando únicamenteaquellos detalles que tienen que ver de un mododirecto con el caso. Lo propio ocurre con muchaspersonas que toman la palabra en sesiones demo-cráticas. Su nivel de cultura puede medirse, gene-ralmente, por su forma de hablar: Los más simplessuelen ser pródigos en detalles innecesarios, quea veces obligan al pre-sidente a llamarlos al orden,mientras que las personas cultas son hábiles paradecir las cosas necesarias en palabras mejor esco-gidas y exactas. Es decir, saben reflejar su pensa-miento con mayor precisión y brevedad.

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Al dar testimonio de su experiencia de conversióntenga en cuenta que muchos estarán midiendo sugrado de inteligencia por la cantidad de palabras queusted emplea, aunque por cortesía se mantengancallados. Dé solamente los detalles indispensablespara que sea claro y cohesivo su mensaje. Los hechosconcretos –y el ejemplo– son siempre de mayor valorque las largas peroraciones de carácter exhortativo.Deje esta tarea al pastor o al presidente, y usted limí-tese a contar la experiencia de su conversión de unmodo claro y concreto.

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III

CONFERENCIASEN LUGARES PÚBLICOS

Este sistema de evangelismo que parecía un sueñohace bien pocos años en España es hoy posible, comolo ha sido, y lo es, en muchas naciones de Latino-américa.

Existen muchos locales, de sociedades culturales,u organismos estatales, a los que podemos tener ac-ceso a bajo coste, y a veces incluso gratis, cuando sonsolicitados para dar una conferencia cultural o unaaudición musical de canto en coro.

Toda conferencia, sea sobre el tema que sea, debetener un objetivo evangelístico, y ello debe declararseabiertamente en su parte final, ya que de otro modosería inútil y ociosa su realización.

Hay quienes dicen que basta con ser «un mediopara darnos a conocer», aunque el tema no sea religioso,pero este objetivo no es suficiente, pues el pueblo nosconoce ya, particularmente en poblaciones pequeñas,y no valdría la pena el esfuerzo si no es para hablaral corazón de la gente y hacerles reflexionar sobre lascosas eternas, aun cuando la invitación sea para untema cultural. Las películas del Instituto de Ciencia,Moody, terminan siempre con un mensaje espiritual,sea cual sea el tema que traten. Pero tienen lugar

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muchas conferencias, así como recitales de canto yrepresentaciones dramáticas patrocinadas por igle-sias, que se limitan a presentar aspectos cul-turales, ysus promotores parecen avergonzarse de mencionarsiquiera el nombre de Dios o hacer alusión a las altasverdades del Evangelio.

Y aún es más inexplicable –como decíamos– ladicotomía que tiene lugar frecuetemente en conferen-cias y fiestas musicales y dramáticas que celebranalgunas iglesias en locales propios, en los cuales pro-ceden exactamente como si se tratara de sociedadeslaicas, pues creen que deben separar los actos de ca-rácter festivo o cultural de los servicios religiosos,olvidando el mandato del apóstol Pablo (Colosenses3:17), referido en el anterior capítulo.

Es cierto que en centros ajenos hemos de respetarlas reglas establecidas por sus propietarios, no dandoun carácter extremadamente religioso a nuestras ac-tuaciones, si las hemos anunciado como de caráctercultural o recreativo. Pero en todos los casos de-bemosdejar la marca y el impacto de nuestra fe hasta dondenos lo permiten los principios y reglas de la sociedad.Estos principios son hoy más amplios que en otrostiempos, debido al respeto a las convicciones religio-sas diversas que amparan las democracias de unasociedad pluralista.

Pero ninguna limitación existe (a no ser la de lapropia frialdad espiritual y falta de celo misionero) enlas festividades celebradas en locales propios de laiglesia, para no terminarlos con una oración y un

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insistente anuncio de los actos de culto de la iglesia,por más que la fiesta haya sido anunciada con caráctercultural o musical.

Además, diremos que debe existir entre los cris-tianos evangélicos un estrecho sentimiento de coope-ración entre las diversas iglesias que tratan de acercarlas almas a Cristo. Por tal razón deben aprovecharsetodos los actos públicos en los cuales nos consta quehan concurrido personas ajenas a nuestra fe paraanunciar los demás esfuerzos evangelizantes a los queel auditorio puede tener fácil acceso, como son pro-gramas evangélicos por radio, u otras iglesias ubica-das en diversos lugares de la ciudad. Sólo de estemodo se puede demostrar el celo evange-lístico, queno consiste en el propósito de aumentar, exclusiva-mente, la membresía de la propia iglesia, sino enprocurar la salvación de las almas.

Evangelización mediante fiestas musicales

Los conciertos corales son especialmente apropia-dos para la evangelización: En tales actos es indispen-sable leer antes la letra de los cánticos, a menos quehaya habido la posibilidad de repartir copias entre elauditorio. Es muy difícil distinguir y comprender laspalabras cantadas por un coro si no se ha procedidoantes a su lectura; y si el tiempo y lugar lo permiten,es aún mucho más provechoso hacer alguna conside-ración de carácter evangelístico antes de la interpre-tación coral. Estos mensajes intercalados no deben

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exceder de tres minutos, especialmente si son variaslas actuaciones del coro y éste ha de permanecer depie en los intervalos.

Estas pausas tienen tres objetivos a cual más im-portante:

•Permitir un descanso a los actuantes.•Que el público pueda relajar su oído, y así apre-

ciar y gozar mejor de la siguiente interpretación.•Sembrar la semilla del Evangelio en el corazón

de los oyentes.El canto es siempre mucho mejor apreciado y

gozado cuando pueden ser comprendidas las pala-bras. Un recital de cánticos evangélicos puede ser unverdadero sermón cuando mediante la concertaciónde piezas se le da una estructura de orden homi-lético,como si fuera una cantata, aun componiéndolo dehimnos diferentes. Para ello es necesario poner enprimer lugar cantos que expresen el pecado, la triste-za, la soledad, el dolor, es decir, cosas que tengan quever con el mundo presente; seguidos de otros cantosque se refieran a Jesucristo y su obra redentora, paraterminar con otros que expresen la esperanza celestialy el triunfo de la gloria. Este es el gran mérito de lacelebérrima cantata «El Mesías» de Hændel, y deberíaser la característica de todas las cantatas evangélicas.

Conciertos musicales

Éstos consisten exclusivamente en música instru-mental de piano, violín, órgano u orquesta. Sólo las

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personas expertas en el arte músical pueden hallarsentido y disfrutar intensamente de tales interpreta-ciones, que para los no expertos son simplemente unaserie de acordes más o menos agradables. Muchas delas piezas corales de Bach llevan en sí mismas unsentimiento religioso y espiritual que las caracteriza;pero ello es generalmente desconocido por el público,por figurar los textos originales en el idioma alemán.Ahora bien, si la interpretación musical va precedidade una introducción explicando algún detalle de lavida del célebre autor, o un comentario basado en eltexto original, no sólo puede aumentarse la buenacomprensión y deleite de los expertos en música, sinotambién de los profanos, y así ser, para ambos públi-cos, un medio de evangelización y comprensión espi-ritual.

Desafortunadamente, algunas veces hemos sidotestigos de un concierto musical, realizado por algúnmagnífico ejecutor evangélico, al que han asistidoexpertos musicales no creyentes, y que ha sido con-vocado con un propósito evangelístico (por lo menosasí se ha declarado a los miembros de la iglesia) en elcual no se ha hecho mención alguna del Evangelio, ysu único fruto ha sido la presencia de elementos noevangélicos en un local donde otros días se acostum-bra predicar el Evangelio. Sin embargo, los inspiradostrozos musicales que expresaban, musicalmente, exce-lentes sentimientos cristianos, que podían ser utiliza-dos para dar el mensaje evangélico de palabra, fuerontotalmente ignorados, como si se tratara de un con-

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cierto secular. Sin embargo se publicó la noticia en larevista denominacional como una labor de evangeli-zación.

La evangelización por films cinematográficos

Se trata, quizá, del método moderno más efectivode evangelización. Es un principio pedagógico bienconocido que queda fijado en la mente doblemente, ycon mejor comprensión, lo que entra conjuntamentepor dos de los sentidos –el oído y la vista–, que lo queentra por uno solo.

Como decíamos en el capítulo anterior, hoy con-tamos con los films del Instituto Moody, preparadosespecialmente para la evangelización de escolaresadolescentes; aunque pueden también ser usados conprovecho ante público de adultos; los de ConcordiaFilms, y otras sociedades misioneras, así como tam-bién los films de la Asociación Billy Graham, que, trasuna historia interesante, suelen concluir con un ser-món del famoso evangelista. Es-tos últimos filmsapenas necesitan comentario de los presentadores, yaque el sermón de Billy Graham es una exposición tanclara y sencilla del Evangelio que difícilmente puedeser superada. Sin embargo, una breve conclusión porparte de alguien con facilidad de palabra tiene el calorde la presencia personal. Siempre que sea posible, elpresentador del programa visual debe ofrecer la opor-tunidad de continuar ampliando el conocimiento delEvangelio que ha sido expuesto en la pantalla, anun-

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ciando otros medios al alcance del auditorio, comoemisiones radiofónicas o cultos regulares en iglesiasde la localidad. Nunca debe olvidarse este detalle.

Si el film ha sido proyectado en una iglesia, lo másoportuno es cerrar el acto con una breve oración. Setrata de una nueva forma de culto, y como tal debeser considerado. Si se trata de un local público, quizáserá necesario abstenerse de este detalle para evitarque los escépticos puedan criticar que han sido invi-tados a una conferencia y se les ha dado un cultoreligioso. Pero de invitación a los cultos no puedeprescindirse jamás, si el propósito del acto es realmen-te la evangelización.

Debemos dar gracias a Dios por los medios mo-dernos de difusión del Evangelio con que contamos,y aprovecharlos al máximo, según las posibilidadeseconómicas de cada grupo cristiano.

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IV

EL EVANGELISMO PERSONAL

Esta es la forma más eficaz de evangelización, yaque puede ser llevada a cabo, no por una sola persona,el pastor, a una hora y lugar determinado, sino portodos los miembros de la Iglesia en muchos mo-mentos y circunstancias, y a ella nos hemos referidode modo particular en la introducción. Este métodopuede ser practicado yendo de casa en casa, pero tam-bién tratando de entrar en conversación con personasen parques, vehículos de transporte público, o cual-quier lugar donde se nota la presencia de gentes ocio-sas, especialmente en aquellas ciudades pequeñasdonde la gente suele salir a la calle en frente de suscasas, en días de fiesta o en tiempo de calor.

Este último método tiene la ventaja de que a laspersonas desocupadas, se les evita la molestia de tenerque ir a abrir la puerta, que siempre significa unacontrariedad si la visita no es de un conocido.

El uso de folletos

Para ambas formas de labor evangelizante, eselemento de primer orden el folleto, breve y económi-co, que sirve para iniciar la conversación. Es del tododesaconsejable –por cómodo que sea– echar folletos

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en buzones y debajo de puertas, aun cuando se hayatenido la buena precaución de poner en ellos el sellocon la dirección de algún lugar de culto, pues sin elcontacto personal es muy raro que el folleto –porbueno que sea– llegue a despertar suficiente interéspara que una persona se decida a acudir a un local deculto desconocido. Siempre es mejor que nada, perosólo puede permitírselo personas que cuenten conrecursos propios para comprar los folletos, pues tienemuy poco mérito repartir a manos llenas lo que nadacuesta. Sólo es perdonable este sistema a personasmuy celosas para la extensión del Evangelio, peromuy tímidas e incapaces de iniciar una conversacióncon personas ajenas; y la que tenga este carácter tieneel deber de esforzarse para saber dar un testimoniopersonal hasta que esté capacitado para poder hacer-lo. El folleto debe servir en todos los casos como unmedio para introducir una conversación y contactopersonal. Resulta mucho más aprovechado el coste delfolleto si antes de entregarlo se pregunta a la persona:

—¿Estaría usted dispuesto a leer este folleto si mepermite regalárselo?

Lo que ocurrirá en un 95 % de los casos es que lapersona preguntará: «¿Qué es esto?, o «¿De qué tra-ta?». Ello dará ocasión a una respuesta de testimonio,que puede ser dada en estos términos:

•«Es un folleto evangélico que trata de nuestroporvenir eterno.»

•«Es un folleto evangélico que trata de lo que vaa ocurrirnos cuando muramos.»

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•«Es un folleto evangélico que trata de la salva-ción de nuestra alma.»

•«Es un folleto evangélico que trata del amor deDios.»

•«Es un folleto evangélico que trata de Jesucristoy sus promesas para el más allá de la muerte.»

•«Es un folleto evangélico que trata de los proble-mas de las familias y de los hijos.»

•«Es un folleto evangélico que nos enseña cómovivir en paz y amor con nuestros prójimos.»

Estas respuestas son adecuadas y aplicables a casicualquier clase de folleto; o puede también responder-se en una frase breve que resuma el contenido delfolleto, sobre todo si se trata de los que llevan unabreve ilustración anecdótica.

No se limite a decir «es un folleto evangélico»,como si usted fuera un repartidor a sueldo, no inte-resado en el contenido del folleto, diga algo más quedé ocasión a alguna réplica, y quizá a una conversa-ción, con la persona a quien usted ofrezca el folleto.

Es muy conveniente ir siempre provisto de algu-nos trataditos evangélicos para entregar a las personascon quienes entramos en relación y han respondidoamablemente a cualquier pregunta que hemos tenidoque hacerles. Tales incidencias son oportunidades queno debemos dejar escapar, pues el haber tenido antesconversación sobre cualquier tema o cuestión secularnos ofrece una introducción para el obsequio, y unaposible conversación ulterior sobre temas espirituales.Representa una manifestación de aprecio por el pe-

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queño favor que nos han hecho contestando a nuestrapregunta sobre la dirección de una calle, o sobre cual-quier otro tema. Las personas recordarán mejor elmotivo de nuestro interés. No parece tanto un acto depropaganda como un reconocimiento a su amabilidad.

Una estratagema eficaz

Una de mis tácticas, siempre que viajaba en trenpor España visitando iglesias, era sacar de mi maletínvarios folletos y dejarlos sobre el asiento del compar-timento, si no se hallaba totalmente ocupado, y poner-me a leer yo mismo con mucha atención uno de ellos,como si lo desconociera, aunque la mayor parte loshabía escrito yo mismo. Y cuando me parecía que lasmiradas de los circunstantes indicaban la pregunta«¿Qué contendrán estos folletos que este señor los estáleyendo con tanta afición?» levantaba la mirada yofrecía un ejemplar a cada persona del compartimen-to. Casi siempre conseguía ver que algunos –o por lomenos un viajero– lo leía hasta el final, lo cual mepermitía entablar, al fin, una conversación en voz altacon algunas preguntas: ¿Qué le ha parecido? ¿Le hagustado? o ¿No es bien cierto lo que dice? ¿No creeque vale la pena hacernos las reflexiones que se en-cuentran en este folleto? Muchas veces la preguntaprovocaba un diálogo o discusión en la que tomabanparte varios pasajeros. Otras veces me respondían conmonosílabos, pero raramente. Casi siempre originabauna amplia oportunidad de testimonio.

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Prudencia sin timidez

En ocasiones, personas religiosas católicas dabansu asentimiento y facilitaban una conversación frater-nal sobre temas religiosos. En esos casos procurabaenterarme de la estación en que debía bajar la personao personas católicas; y no en seguida, para evitar quese cerraran y cortaran la conversación con un protes-tante (lo más común en aquellos tiempos, sobre todosi se trataba de alguien que vestía hábitos), les decla-raba mi condición de pastor evangélico. Ya que habíanmanifestado su complacencia entusiasta ante las afir-maciones evangélicas que yo había hecho, deseabaque antes de bajar supiesen de quién procedía el len-guaje que ellos habían aprobado.

Otras veces la persona se adelantaba a decir: «Meparece que usted es un protestante», lo cual me per-mitía entrar en el terreno del diálogo controversialexpresando con toda cortesía, pero con claridad yfirmeza, nuestros puntos de disidencia del dogmacatólico.

De haber principiado con la controversia me ha-bría sido imposible expresar las grandes verdades dela Redención por Cristo, en las cuales convenimos loscatólicos y los cristianos evangélicos, ni dar a todos lospresentes la impresión favorable a nuestra fe que elmétodo de prudencia hacía posible. Este método deprudencia, multiplicado centenares de veces por pas-tores y creyentes responsables, durante un siglo, hacontribuido a formar el cambio de opinión que hoy

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reina en España entre la mayoría de católicos en cuan-to a los antes odiados protestantes. Aunque a ello hancontribuido también otros dos factores: las emisionesevangélicas por radio y la nueva táctica del Vaticanoen cuanto a los disidentes, derivada del ConcilioVaticano II.

Lo esencial de nuestro mensaje es presentar aCristo como Salvador completo y suficiente de lospecadores; combatir los errores de otra iglesia es ac-cesorio. Si el interlocutor dirige la conversación haciaalgún punto de conflicto, o pregunta nuestra opiniónacerca de un tema concreto, hay que responderle contoda verdad y valentía; pero la seguridad de la salva-ción por Cristo es el tema esencial y principal y el quemejor impresión produce en los catolicorromanosfervorosos; a la vez que despierta una inquietantepregunta en el corazón de los indiferentes, por leveque sea el rescoldo de fe que haya quedado en suscorazones de su educación catoli-corromana.

¿Qué hacer con los que rehúsan el folletoo lo tiran al suelo?

Este último caso raramente ocurrirá si nos hemostomado la sabia precaución de interrogar al receptorantes de soltar el folleto de la mano. Pero en el casode que eso ocurra a nuestra vista es necesario incli-narse y recoger el folleto del suelo, pues todos losreglamentos municipales ordenan el mantener lascalles limpias, y el distribuidor de folletos no tiene que

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permitir jamás que los agentes de la autoridad puedanreprenderle por tal motivo. Además de demostrar, conello, su aprecio por el folleto, que puede ser recibidopor otra persona.

La prosecución, «follow up»,de los contactos personales

Una precaución importante es preguntar a quienmanifiesta algún interés especial por el Evangelio sudirección personal, adelantándonos a ofrecerle nues-tra tarjeta, y si éste la da tan sólo de palabra procurarrecordarla y anotarla, a fin de continuar la labor evan-gelística por correspondencia. Cada cristiano deberíaser un agente evangelizador y, además de dar testimo-nios espontáneos, continuar enviando, al menos cadatres meses, un nuevo folleto a las personas que se hanmostrado receptivas y simpáticas. Si alguna de ellascontesta, procede enviarle una carta personal con lasseñas de la iglesia más próxima, y los datos oportunosreferentes a estaciones de radio, a su alcance, queemiten programas evangélicos.

Posiblemente algún lector dirá que un tal sistemarequiere mucho trabajo y atención. Pero cualquiera quelo inicie se dará cuenta de que no es insoportable, yaque por desgracia no suelen ser muchas las personasa quienes hablamos del Evangelio que se interesenhasta el punto de estar dispuestos a darnos su direc-ción, y mucho menos las que contestan haciendo pre-guntas. El sembrar mucho, pero no continuar el

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«follow-up», siempre que es posible, ¿no es hacer,exactamente, lo que se dice en Job 39:13-17, o sea,demostrar tan poca inteligencia y cuidado espiritualcomo el avestruz que pone sus huevos en el desiertoy luego los olvida? Dejamos la continuación de la obraal poder y atención del Espíritu Santo; decimos que éles poderoso para bendecir el pequeño esfuerzo quehemos hecho al hablar de Cristo a una persona; todoello está bien si regamos esta siembra con oración, peroaun la oración es un método demasiado fácil si nohacemos nada más para corroborar nuestro testimoniode un ınodo continuado. ¡Vale la pena ahorrar un pocode tiempo del que perdemos en fruslerías para dedi-carlo a un servicio tan importante!

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V

UN PUESTOEN LOS MERCADOS PÚBLICOS

Otro método plausible de evangelización es poneruna mesa de libros en un mercado público. Este sistematiene la ventaja de no tener que ir de casa en casa, yobligar a las personas a venir a abrir la puerta dejandosus ocupaciones, sino que éstas acuden a hojear loslibros y así nos ofrecen la ocasión de hablarles delEvangelio, sin ninguna molestia de su parte.

Esta labor ofrece dos posibilidades: la venta delibros y el reparto de folletos como medio de entraren conversación sin parecer intromisivos.

Tiene sólo la desventaja del coste de derechos a laMunicipalidad. La evangelización de casa en casapuede hacerse fácilmente, sobre todo si no se hacecomo profesión diaria, sin coste alguno; pero no sepuede eludir el pago de derechos en un mercado.Dicho coste puede ser cubierto, generalmente, por eldescuento que hacen las librerías a los vendedorespúblicos; pero es difícil hacerlo como negocio, porquegeneralmente no es rentable, sino como labor volun-taria de evangelización.

El reparto de folletos no es prudente efectuarlo agranel, como si se tratara de propaganda, a menos que

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se impriman hojitas menos costosas para tal objeto. Elsistema más eficaz y prudente es empezar a hablar alos curiosos acerca de los libros y regalar un folletosolamente a los que han mostrado interés en suspreguntas (pero no suficiente hasta llegar a adquirirun libro), como una muestra de aprecio por su aten-ción de pararse a examinar el estante. Esto da laoportunidad de decir algunas palabras del Evangelioy recomendar la lectura del folleto.

No abuse del reparto a granel

Algunos jóvenes emplean el sistema de tener auno o dos de ellos detrás del stand, y otro, u otros,repartiendo folletos a todos los que pasan por delante,aún cuando pasen de largo, sin prestar la menor aten-ción al puesto de libros. Este es un sistema tan equi-vocado como el repartir tratados a granel en plazas yparques, con la desventaja de que las personas en losparques suelen estar sentadas, y más dispuestas a leer,mientras que los que pasan por delante del puesto dellibros no están en disposición de leer, sino de curio-sear en la feria; y lo más probable es que se deshagandel folleto tirándolo al suelo tras haber andado algu-nos pasos. Es cierto que algunos lo ponen en su bol-sillo y pueden leerlo más tarde, pero en la mayor partede los casos es un desperdicio del folleto, que siemprecuesta dinero, ora haya sido adquirido por el distri-buidor, o regalado por alguna entidad evangélica. Lomás recomendable es entregar a los transeúntes, no unfolleto, sino una hojita de propaganda de los libros

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expuestos, indicando el lugar donde se halla ubicadoel stand, con su número, si es una feria oficial. Si esun puesto ambulante, indicar el lugar en que elevangelizante suele acudir a exponer los libros, dandoel nombre de la calle más próxima. Este método noresulta aconsejable más que en ferias de varios días,o en exhibiciones semanales, para que el coste de lashojitas sea bien aprovechado.

Aproveche el libro para evangelizar

Un método recomendable es incluir en los libros,al entregarlos al cliente, una hojita con el sigiente aviso:

«SI DESEA USTED CONOCER MÁS DETALLES ACERCA DE LAS

VERDADES EVANGÉLICAS QUE SE EXPONEN EN ESTE LIBRO LE

INVITAMOS A ESCUCHAR LAS EMISIONES RADIOFÓNICAS X…CONFERENCIAS PÚBLICAS EN LAS CALLES X Y X…

Es aconsejable poner las direcciones de todas lasiglesias evangélicas de la ciudad sin distinción dedenominaciones, con tal de tener la seguridad de quese anuncia en ellas el mensaje salvador de Cristo, y sise trata de una gran ciudad, las de la barriada o dis-trito donde se expenden los libros.

Como, desgraciadamente, no es de esperar que lasventas sean muy considerables, estos avisos incluidosen los libros pueden ser hechos por fotocopia ociclostyle. Es aún más deseable que habiendo entradoen una relación más íntima con el comprador, éstefacilite su dirección. Aun en tal caso es necesaria lahojita para que éste tenga otros medios de escucharel Evangelio, aparte de su visita personal.

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Todo evangelizante tiene que recordar que estábuscando almas para Cristo, no exclusivamente parasu propio grupo o iglesia, y que no va a obtenerbeneficios materiales que compensen su esfuerzo,sino que está dando parte de su tiempo y de su dineroal Señor –quien le pagará con creces– ya en esta vidao en la venidera.

Aproveche el más mínimo interés

La labor en los mercados públicos es muy distintade la tarea personal por las casas, en parques o en laplaya; en cuyas ocasiones hay que procurar no hacersepesados a las personas con conversaciones excesiva-mente largas. En el mercado la iniciativa no parte delevangelizador, sino del público que se acerca a exa-minar los libros. Por tal razón hay que procurar entraren conversación antes de que, satisfecha su curiosi-dad, la persona se aleje, pues está en plena libertad dehacerlo. Las personas tímidas, que tienen constantemiedo de hablar, o de ser inoportunos, no sirven parael trabajo en los mercados, a menos que corrijan sutimidez y se hagan francos y osados. A las preguntasde los curiosos que se acercan, jamás hay que limitarsea contestar con monosílabos, sino aprovechar losmomentos para entrar en conversación.

Sin embargo, tampoco hay que ir al otro extremode interrogar inmediatamente a todo el que se acercapara curiosear. En algunos casos ésta es la manerapara cortar el interés de la persona y hacer que se aleje.

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Es necesario estar atento al rostro y actitudes de lapersona en cuestión, y tratar de entrar en diálogo enel momento en que está a punto de alejarse, si no daninguna señal de interés. Los vendedores secularessuelen ser muy expertos en este arte. El evangelizantedebe esforzarse en cultivar y desarrollar lo que vul-garmente se llama «don de gentes».

El método del coche bíblico

Un sistema magnífico y muy eficaz de concurren-cia a ferias y mercados es el coche-librería, pero nosiempre está al alcance de creyentes particulares. Estanto mejor si el coche va equipado con sistema dealtavoces. Este valioso instrumento de evangelizaciónpuede ser usado lo mismo en ferias y mercados queen otros lugares donde suele concurrir un númeroconsiderable de personas. Algunos lo sitúan a la salidade fábricas, o en plazas de barriadas.

A los que tienen el privilegio de contar con estevalioso instrumento de trabajo, hacemos extensivaslas mismas instrucciones que damos anteriormentepara los vendedores que sólo cuentan con una modes-ta mesa portátil.

Modo de usar los altavoces

Nos resta añadir que los que tienen un cocheequipado con altavoces deben usarlo con prudencia,dada la seriedad y valor del mensaje evangélico. No

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es cuestión de usar el altavoz constantemente, a guisade charlatán público. Un método muy recomendable esanunciar en medio de un cassette de música, no estri-dente, cada tres minutos: «A las X horas (dentro de 15,12, 9, 6 y finalmente 3 minutos), podrán ustedes escu-char una conferencia sobre el tema…» (mencionar elque sea). Y llegada la hora, entrar en el coche y leer unartículo de algún periódico evangélico o un folleto, yaque tal lectura tendrá, naturalmente, mejor hilación depensamiento que una improvisación de cualquier her-mano, quizá con muy buena voluntad pero con pocosconocimientos para hablar en público. La revista «De-cisión» publica buenos artículos apropiados para elpúblico no evangélico. Hay muchas otras revistas cris-tianas con artículos a propósito. Es conveniente que ellector tenga una buena pronunciación, clara e inteligi-ble, y que se esfuerce en ello leyendo el artículo en vozalta, en su propia casa, varias veces, para mejorar sudicción, empleando como críticos a sus propios fami-liares, o a algún hermano que tenga interés en estaobra. Es indispensable que lea con tal facilidad queninguno de los oyentes –que no le ve, por hallarsedentro del vehículo– sea capaz de descubrir si estáleyendo o no, sino que parezca que está predicando ysacando de su corazón las palabras que pronuncia.

No conviene que sean discursos muy largos. Portal razón, quizá algunos de los artículos se tendríanque abreviar, suprimiendo párrafos que no corten elpensamiento del autor; lo que es siempre posible enartículos extensos pero bien redactados.

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Tenemos un libro titulado El Supremo Dilema, quecontiene 31 mensajes de 14 minutos de duración quefueron escritos exprofesamente para público no evan-gélico, y emitidos por Radio Tarrasa, los cuales pue-den ser muy útiles para esta labor de predicar enlugares públicos por medio de altavoces, y lo estánsiendo para emisiones de radio en todos los países dela América Latina, por consistir en una serie de temasde gran interés, respondiendo a preguntas que suelehacerse la gente.

Otra posibilidad para usar el coche con altavoceses utilizar cassettes que se venden en librerías evangé-licas, los cuales contienen también cantos apropiados.Este sistema tiene la ventaja de que el obrero evangé-lico puede atender a los clientes que se acercan a supuesto de libros mientras el cassette va emi-tiendo sumensaje, sin otra preocupación que entrar en un mo-mento en el coche a pararlo, y volver a ponerlo enfuncionamiento en el momento oportuno.

También cuando se usan cassettes que contienenmensajes es recomendable anunciar la radiación y eltema de tres en tres minutos, para preparar o juntarauditorio.

Procúrese evitar situar el coche muy cerca de otrosaltavoces de feriantes. Es preferible situar el coche enun lugar menos céntrico, pero más tranquilo, parapoder utilizar el altavoz con provecho.

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VI

LA PRESTACIÓN DE LIBROS

Un excelente procedimiento en la obra de evange-lización es el préstamo de libros. Muchas veces hemosrepetido en nuestros mensajes por las iglesias que elprimer diezmo de cada nuevo convertido deberíainvertirse en algunos libros evangelísticos yapologéticos para formar en su propio hogar una bi-blioteca de préstamo, siempre dispuesta para facilitarlibros a las personas a quienes el creyente tiene opor-tunidad de dar testimonio, y se muestran dispuestas arecibir un libro prestado, hasta el punto de dar sunombre y dirección, para que pueda ser recogido ellibro al cabo de un mes, o pueda visitárseles, o pregun-tarles por teléfono si han podido o no leerlo. Estemétodo, además del beneficio espiritual que puedederivarse de la lectura, es una puerta abierta para unanueva visita y una nueva conversación. No importaque los libros se deterioren al pasar de mano en mano,pues son propiedad sagrada del Señor, una vez el cre-yente los ha dedicado a tal objeto.

Algunos buenos libros ingleses tienen en sus úl-timas páginas una cantidad de líneas en blanco parair anotando los nombres de las personas que los hantenido en turno. Este sistema tiene sus ventajas y susdesventajas. Ventajas si los primeros nombres anota-

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dos son de personas de prestigio, y desventaja si esa la inversa. Lo más importante es que el evangeliza-dor tenga un buen archivo con las direcciones y lafecha de los libros prestados; pero lo indicamos comoun ejemplo de lo práctico y eficaz que es la prestaciónde libros, para que lo imitemos los hispanos en nues-tras labores de evangelización. También es importantepara la edificación fraternal en favor de amigos impo-sibilitados o enfermos, por más que el objetivo prin-cipal de tal biblioteca particular sea la evangelizaciónde no creyentes.

La prestación de libros es el método más eficazpara proseguir la evangelización, una vez se ha con-seguido despertar el interés de una persona por elprimer método, que es el reparto de folletos.

La venta de puerta en puerta

Muchos evangelistas itinerantes están practicandoun método, mucho más difícil que el de la prestacióngratuita, que es la venta de libros de puerta en puerta,generalmente para completar alguna pequeña ayudaque reciben en favor de tal obra. O por hallarsedesempleados y necesitar algo, por poco que sea, parasu subsistencia. Por lo regular, la ganancia es tanescasa que nadie podría subsistir mediante tales en-tradas, pero la venta de libros es siempre una pequeñaayuda. Algunos han de apelar al recurso de la limos-na, el cual consiste en que, después de haber habladoun buen rato acerca del mensaje, ponen un libro en

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manos de la persona (generalmente un evangelio, unlibrito gratuito o una obrita de evangelización econó-mica adquirido a bajo precio) y cuando ésta preguntacuánto vale, para aceptarlo o rehusarlo, responden:«Deme usted su voluntad», y en el 90 % de los casosreciben un donativo mucho mayor que el precio dellibro.

Este recurso no lo emplean, naturalmente, quienesvan a evangelizar por pura vocación misionera, sinnecesidad de ninguna ayuda. En Norteamérica, laobra evangelística puerta a puerta la realizan cristia-nos muy bien acomodados, o empleados que ocupanelevados cargos. No sienten que sea vergonzoso ir depuerta en puerta, no a vender, sino a prestar librosevangelísticos, por amor al Señor y a las almas.

Libros adecuadosal propósito de evangelización

Es muy conveniente que el creyente que se propo-ne evangelizar por medio de literatura, conozca bienlos libros que va a emplear. No es tan fácil leer un librocomo leer un folleto; pero es indispensable una mira-da al índice del libro, seguida de una lectura de aque-llas partes que el índice indica que contiene mensajeevangélico, o responder a las inquietas preguntas delcorazón humano ante el misterio de la vida, el univer-so y el más allá de la muerte.

En la labor de evangelización a personas descono-cidas no conviene prestar libros voluminosos y de

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difícil lectura, aunque mucho depende de las circuns-tancias del receptor. Si se trata de un enfermo o uninválido no tiene tanta importancia el volumen dellibro, como si se trata de una persona muy ocupadaen actividades seculares.

Por otra parte, es necesario que el libro se adaptea la mente del receptor y que sea de agradable lectura,sobre todo si se trata de niños o jóvenes. Hay novelitasque han sido escritas con el especial objeto de exponerel Evangelio, así como biografías e historias redacta-das con tal propósito.

Como la producción de libros va aumentando dedía en día, es imposible recomendar en un pequeñovolumen como el presente una lista completa, perovamos a intentar hacer un esbozo de algunos títulosque consideramos especialmente adecuados paraparticulares circunstancias.

Libros para niños que contienen un destacado mensaje deevangelización

¿Dios es muy grande?De 4 a 8 años Dios es mi amigo

Dios es mi ayuda

De 8 a 12 años La amazona chiquitaLa pequeña fe

Libros para jóvenes

Amor en peligroSinfonía en tono de amor

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El invernadero¿Yo ser como Jesús?Ser un hombreUna dicha merecida¡Corre, Nicky, corre!

Para jóvenes y adultos con tendenciaal escepticismo e incredulidad

¿Es razonable la fe cristiana?El supremo dilemaA Dios por el átomoPruebas tangibles de la existencia de DiosLa nada o las estrellasCien preguntas acerca de DiosLa Naturaleza hablaEl gran fraude intelectual

De evangelización en general para personas indiferentes

El camino hacia DiosPaz con DiosMensajes de siempre para hombres de hoyDios espera encontrarteFe y bautismoTu vida cristianaCómo conseguir cosas de DiosReligión o Cristo

Para adultos de tendencia catalicorromana

A las fuentes del cristianismoÉl único camino de salvaciónLa casa de doña ConstanzaEl cristianismo evangélico a través de los siglosOrigen e historia de las denominaciones cristianas

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Para espiritistas y personas preocupadaspor la vida del más allá

El espiritismo y los fenómenos metapsíquicosLa inmortalidadEn el otro ladoLa vida en el más alláRegreso del futuroUna visita a la Eternidad

Para enfermos e inválidos

Las bendiciones de la enfermedadEl Dios de todo consueloMeditaciones diariasLibro de cheques del banco de la feEl salmo del pastor¿Qué sucede cuando las mujeres oran?La alabanza da resultadosEl poder de la alabanzaEl propósito de la oraciónLibros devocionales, novelas evangélicas y relatos misioneros en general

Para sectarios mormones y rusellistas

Testigos de Jehová o de SatanásProceso a la Biblia de los Testigos de JehováLos testigos de Jehová a la luz de la BibliaInvasores de la cristiandadLos mormonesA Moroni con amor

Existen centenares de títulos a base de historias,biografías y estudios bíblicos que son buenos e ins-

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tructivos para niños, jóvenes y adultos cristianos; peroen este capítulo hemos querido referirnos sólo a librosa propósito para casos especiales. El lector puedeañadir por sí mismo a esta lista aquellos libros queconsidere más adecuados para su biblioteca de prés-tamo, que le aconsejamos tener clasificada en estasocho secciones. Es muy posible que de algún títulosienta la necesidad de poseer más de un ejemplar, yaque se trata de dejar cada libro en préstamo, puedetenerlo ocupado durante algunas semanas, o meses,y en algunos casos más de lo previsto, pero aconse-jamos no permitirlo más allá de 3 o 4 meses. Si lapersona muestra interés y placer en ser visitada, peroarguye que no tiene mucho tiempo para leer, es acon-sejable cambiarle el libro por otro de menos páginas,a fin de continuar manteniendo la puerta abierta paraotras visitas.

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VII

EL MÉTODO DE LA ENCUESTAEL MÉTODO DE LA ENCUESTAEL MÉTODO DE LA ENCUESTAEL MÉTODO DE LA ENCUESTAEL MÉTODO DE LA ENCUESTA

Este método consiste en visitar hogares de puertaen puerta dando a tal labor una apariencia más formalque la mera distribución de folletos, pues la personaque ha tenido la molestia de dejar sus ocu-pacionespara ir a abrir la puerta y se encuentra con que leofrecen un folleto de escaso valor se siente contrariaday mal dispuesta a escuchar las palabras delevangelizante. Por tal motivo, los practicantes de estemétodo no se presentan como distribuidores callejerosde propaganda, sino como agentes encargados dellevar a cabo una encuesta popular, diciendo a lapersona que acude a atenderles:

«Perdone que le moleste un momento, pero soy unagente de… (aquí es conveniente dar el nombre deuna sociedad de jóvenes, de señoras o de cualquierentidad recién formada que suene bien, como “Socie-dad Promotora del Bienestar Moral”, evitando unnombre eclesiástico o religioso), y le agradeceríamuchísimo fuese tan amable de responder a tres pre-guntas, nada más que tres».

Si se nota titubeo de aire negativo, es buena po-lítica insistir:

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«No son más que tres preguntas, usted no tendráque escribir ni firmar nada, y como compensación ala molestia que le estoy ocasionando, voy a obsequiar-la con este libro» (un libro que no sea un simple folletode cuatro páginas, sino un evangelio o uno de losmuchos libros de 64 páginas de distribuición gratuita,o uno de venta en librerías evangélicas, si los recursosdel evangelizante se lo permite).

El ejemplo de los rusellistas

Los formidables éxitos de los llamados Testigos deJehová son un ejemplo de la eficacia de la labor per-sonal y un acicate para llevarla a cabo nosotros conmayor razón y motivo. Ellos no tienen un mensaje tanclaro y precioso como el nuestro, ya que no creen enla supervivencia del alma, que el día menos pensadopuede ser llamada «para estar con Cristo lo cual esmuchísimo mejor» (Filipenses 1:24); ni tampoco quela morada que Jesucristo anunció a sus discípulos ibaa preparar (Juan 14:2) sea para nosotros, sino tan sólopara 144.000 escogidos; su anuncio es sólo de un rei-nado de paz sobre esta misma tierra después de laresurrección, doctrina en la cual nosotros tambiéncreemos, pero que es más difícil de explicar o aceptarsi se empieza por negar la supervivencia del alma,mientras que nosotros podemos dar una esperanza desalvación gratuita e inmediata tras la muerte, apoyán-donos en citas de la Sagrada Escritura, comoFilipenses 1:23, 2ª Corintios 5:1-10, Lucas 23:39-43 y

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Apocalipsis 14:13, por tal razón, nuestra propagandaevangélica debería tener más aceptación en los paísesde tradición católica-romana que la suya, si fuesepracticada con la misma tenacidad que ellos lo hacen.

Además, no tenemos dos grandes inconvenientesderivados de su interpretación bíblica y de los man-datos eclesiásticos de sus jefes: la prohibición de cum-plir el servicio militar (exigencia que ha llevado acentenares de jóvenes «testigos» a la cárcel), ni laforzada abstención de transfusiones de sangre, ni aúnen peligro de muerte. Todo ello debería hacer lógica-mente más difícil para nuestros conciudadanos acep-tar la doctrina de los rusellistas que la cristiana evan-gélica. Sin embargo, ha sido totalmente al revés. Elloshan aumentado su membresía muchísimo más aprisaque las iglesias evangélicas.

¿Cuál es la razón? La única explicación de suenorme crecimiento es que practican mucho más quenosotros el evangelismo personal. Nosotros presenta-mos un evangelio más fácil, atribuyendo la seguridadde nuestra salvación a las promesas de Jesucristo, envirtud de su obra redentora; es decir una salvacióngratuita, por la fe, mientras que ellos insisten en pro-clamar una salvación por las obras, declarando que esnecesario que cada adepto rusellista gane su propiasalvación, o derecho a resucitar, mediante su propialabor proselitista, yendo de casa en casa a llevar labuena nueva del Reino.

Nosotros tenemos el mismo mandato de parte deNuestro Salvador a quien profesamos amar, y muchas

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más razones para amarle y obedecerle que ellos a susjefes de Brooklyn, pero nuestro jefe invisible es muchomenos exigente que sus jefes visibles de «la Torre delVigía»; por lo menos así nos lo imaginamos. Él nosama tanto que acepta cualquier cosa que hagamos porÉl, sea poco o mucho; y aun-que sabemos que «esmenester que todos nosotros aparezcamos ante eltribunal de Cristo para que cada uno reciba según loque hubiere hecho por medio del cuerpo, ora seabueno o malo» (2ª Corintios 5:10), forjamos a nuestroantojo la medida de su mandato de predicar el Evan-gelio a toda criatura. Creemos que Él nos salvará detodos modos, recibiéndonos inmediatamente en suReino Espiritual cuando muramos; y aun, que añadiráa la corta medida de nuestro fruto espiritual aquellabenévola y tan manoseada promesa: «Bien, buen siervoy fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entraen el gozo de tu Señor»; y confiados en esta benevolenciadescuidamos nuestros deberes cristianos o los redu-cimos a su más mínima expresión.

¿Es justo este proceder? ¿Está de acuerdo con elamor que profesamos tener a Nuestro Salvador, asícomo a la gratitud que se merece su obra completa,perfecta y tan cruenta a nuestro favor? ¡Oh, que estepensamiento nos estimulara a la obra del evange-lismo personal, que todos, todos, por pocos dones quetengamos, podemos llevar a cabo, dentro de nuestrascircunstancias!

Las preguntas para el método de encuesta puedenser:

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1.ª ¿Profesa usted alguna religión? Si la respuesta es:Soy católico-romano (como es lo más frecuente enEspaña y países de Sudamérica), la pregunta si-guiente debe ser:

2.ª ¿Es usted católico profesante o practicante? Estadefinición la aceptan incluso en los círculos ecle-siásticos y si es necesario aclararla puede decirlequé significa si asiste con mucha frecuencia a suiglesia y argumentar a continuación sobre la ne-cesidad de dar la mayor importancia a las cosasespirituales ya que nuestra vida transcurre tanaprisa, etc. Esto puede dar lugar a que la personaconsidere al visitante como un católico fervoroso.De ser así, no se apresure usted a contestar: «¡Oh,no!, yo soy protestante, o cristiano evangélico», amenos que las respuestas muestren una inclinaciónantirreligiosa. No se cierre usted mis-mo la opor-tunidad de dar testimonio de las cosas que soncomunes a la fe católica y a la evan-gélica, peroque nosotros enfatizamos mucho más. Repita lasmejores promesas que tenemos en el Nuevo Tes-tamento acerca de la salvación por la fe, y lasseguridades sobre la vida eterna que Jesucristo daen el evangelio de Juan. Cite textos de este Evan-gelio, por poco que descubra en la persona visi-tada algún vestigio de fe. Ya vendrá el momentode hablar de lo que nos se-para del catolicismo. Nolas anticipe, lo que le cerraría el camino parahablar de lo más importante, el mensaje evangé-lico, desviándose a cuestiones menos importantesde credo o dogma.

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Si las respuestas asumen un cariz antirreligioso, oanticatólico, apresúrese a identificarse como cris-tiano evangélico; pero no se le una con entusiasmoa hablar en contra de la Iglesia Romana, antes biendiga que cada cual dará a Dios razón de sí, y quelos hipócritas religiosos serán juzgados, pero nopierda el tiempo insistiendo en aquello de lo cualla persona visitada ya está convencida, pensandoque de este modo se hará simpática a ella, antesvaya al grano en cuanto a lo positivo, y deje lonegativo para cuando la persona visitada empiecea ver la luz de la salvación, o muestre algún interésen éste –para ella nuevo– aspecto de la fe cristiana.Una de las ilustraciones que puede utilizar en elcaso de personas que se desatan en improperioscontra la Iglesia Católica, es el ejemplo del barcoo vehículo averiado. Explíqueles que nuestra vidano es sino como un viaje a la eternidad. Si nosdamos cuenta de que el barco en el cual nos hemosencontrado viajando está averiado y no puedellevarnos al puerto, lo inmediato y más urgente esbuscar otro barco. La Iglesia Católica no puede serenmendada por nosotros, no está en nuestra manoel hacerlo, pero lo que nos in-teresa es nuestrapropia alma, ya que la Palabra de Dios dice que«cada cual dará cuenta a Dios razón de sí», etc.

3.ª La última pregunta variará, según la respuesta delas dos primeras: Si la respuesta muestra unainclinación religiosa católica, o de cualquier otrafe, pregunte: «¿Qué cree usted que le ocurriría a

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su alma si al atravesar esta calle un coche la atro-pellara y le dejara cadáver?» Y ello le dará opor-tunidad de ratificar las grandes promesas de Jesu-cristo en cuanto a la salvación, ante la inseguridadque fácilmente demuestran las personas, aun lasreligiosas, pero no nacidas de nuevo, ante esatajante cuestión.Si la respuesta es en sentido antirreligioso, presen-te pruebas que se exponen en los capítulos dedi-cados al ateísmo y al escepticismo, páginas 79-105.Muéstrele que este mundo no puede haberse for-mado a sí mismo, ante todas las pruebas de inte-ligencia y designio que se muestran en su organi-zación, particularmente de nosotros mismos, losseres humanos. Somos una máquina maravillosa-mente dispuesta. Es muy efectivo el argumento decomparar nuestro cerebro a una complicada com-putadora electrónica.No intente decirlo todo el primer día, haciéndoseun visitante pegajoso y pesado. Procure obtener ladirección de la persona, si se trata de una conver-sación en un lugar o en un vehículo público. Si setrata de un domicilio visitado por usted, procurerecordar la dirección anotándola cuando salga a lacalle. Procure dejar siempre alguna lectura, ya seafolleto o libro, según los casos, dejando así lapuerta abierta para una segunda conversación.Haga la primera tan interesante que la personadesee otra, cortando la primera antes de que sehaga pesada.

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Consejos para el diálogo personal

La misma advertencia, de ser breves y concretos,tenemos que dar a los que evangelizan por medio deconversaciones personales, no tanto por las casascomo en lugares públicos.

Por lo general, el signo indubitable de que su in-terlocutor está cansado y desea ya que usted se calle,es cuando él se calla. Hay buenos creyentes tan abun-dantes en celo y buenas intenciones como cortos deinteligencia, que sin hacer caso de esta señal siguenhablando, con detalles innecesarios o exhortacionesinoportunas, cuando su interlocutor se queda callado,pero por necesidad (por ejemplo, cuando están deviaje) no puede despedirse de usted y tiene que per-manecer a su lado. Si usted tiene un vivo celo paracontinuar hablándole del Señor, no lo haga incesan-temente, como una cotorra o un aparato de radio;cállese y deje descansar a la persona que tiene a sulado para que ella tenga tiempo de meditar en lo queusted le ha dicho, o para lanzarse por el camino desus propios pensamientos, si no está interesada en loque usted le habla.

Déjele descansar por unos minutos, y si deseaseguir la conversación con mayor provecho haga in-tentos de reanudarla, pero no antes de 5 o 10 minutosde silencio. Es posible que si esa persona no ha que-rido entrar en diálogo antes, lo haga la segunda o latercera vez que intente hablarle, si usted ha sido losuficiente prudente para callarse por un breve inter-

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valo de tiempo. Un método oportuno, en tales ocasio-nes, es dirigirse a otro de los presentes. En varios casoshe comprobado que la persona que se calló antes,pareciendo estar cansada mientras me dirigía a ella,ha tomado interés en la conversación dirigida a la otrapersona hasta el punto de entrar de nuevo en la con-versación, bien para contradecir o para aprobar, yentonces he podido reanudar la conversación con ella.

Además, con esta táctica, usted podrá pensarmejor, y sus propias palabras serán mucho más acer-tadas que si prosiguiera hablando y hablando, porqueusted habrá tenido tiempo de escogerlas entre losdiversos pensamientos que acudirán a su mente paraintentar reanudar la conversación.

El anterior consejo sólo es para cuando su inter-locutor se halle obligado a permanecer a su lado; notiene validez para aquellos casos en que las personasse nos acercan voluntariamente y pueden alejarsecuando les plazca. En este caso, cuanto más se alarguela conversación, tanto mejor, mientras no tenga nece-sidad de atender a otra persona.

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«Santificad a Dios el Señor en vuestros corazo-nes, y estad siempre preparados para presentar de-fensa con mansedumbre y reverencia ante todo el queos demande razón de la esperanza que hay en voso-tros»

(1 Pedro 3:15)

Aunque la iniciativa del evangelismo debe partirdel creyente, es lo más frecuente, y deseable, que délugar a un diálogo en el cual la persona contactadaexpresará sus pensamientos de negación, de duda ode excusas, con respeto al llamamiento del Evangelio.Para ello es necesario que el evangelizador esté pre-parado para responder del modo adecuado, según loscasos. Aunque es imposible anticipar todas las pre-guntas y las respuestas que pueden producirse, va-mos a presentar algunos casos típicos más comunes,que pueden servir como modelo de otros similares.

Parte 2

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Diálogos evangelísticos

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I

CÓMO RESPONDERA LOS ATEOS

A. Yo no creo en Dios. La ciencia ha descubierto,hace ya mucho tiempo, que la hipótesis Dios o diosesfue una idea de gentes ignorantes que no sabían ex-plicarse los fenómenos de la Naturaleza y los atri-buían a seres imaginarios.

R. ¿Y es que nosotros podemos explicarnos lasmaravillas de la Naturaleza prescindiendo de Dios?La idea de Dios es, lo sé, una hipótesis, pero unahipótesis no sólo muy probable sino absolutamentenecesaria. El apóstol Pablo dijo: «Las cosas invisibles deÉl, su eterno poder y divinidad se hacen altamente visiblesdesde la creación del mundo, siendo entendidas por mediode las cosas hechas, de modo que no tienen excusa» (Ro-manos 1:20).

Esta respuesta bíblica se puede ampliar presentan-do el ejemplo de cualquier construcción, o mejor aunmaquinaria, la cual, aun cuando no conozcamos a suinventor o constructor, el mismo instrumento nosrevela de un modo innegable, que fue creada, prime-ro, en la mente de un autor inteligente.

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A. Esta eterna potencia y divinidad no existe,todo ha venido de la evolución de los elementos yde los seres vivos a través de miles de millones deaños.

R. La evolución puede ser uno de los mediosauxiliares de que Dios se sirvió para el perfecciona-miento del mundo y de sus criaturas vivas; pero deningún modo puede ser el motivo o causa de suexistencia; pues se ve de un modo demasiado patentela sabiduría y designio, detrás de todas ellas. Elsalmista David escribió con mucha razón: «¡Cuángrandes son tus obras, ¡oh Señor!, hiciste todas ellas consabiduría, la tierra está llena de tus beneficios». Asimismoleemos en el Salmo 19: «Los cielos cuentan la gloria deDios y la expansión denuncia la obra de sus manos».

El argumento de organización por evolución es-tábasado en la casualidad y hay muchas cosas en elorden de la Naturaleza demasiado bien dispuestaspara ser producto de la casualidad. Una evolución nodirigida por una mente sabia y poderosa se habríadestruido a sí misma, pues por cada resultado acer-tado diez mil no acertados habrían hecho nulo elacierto. Es posible que por casualidad se formen enmiles de años, dentro de cuevas gotosas, esta-lactitaso estalagmitas calcáreas, que pueden tener un toscoparecido con las figuras escultóricas creadas por elarte humano. Pero no podríamos pretender hallar unaVenus de Milo, o un Moisés de Miguel Ángel, forma-dos en una de tales grutas, por efectos de la acumu-

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lación casual de los productos calcáreos que arrastrael agua.

A. Es que en muchos millones de años todo esposible.

R. Es posible todo aquello que no revele un claropropósito, producto de inteligencia, como el ejemploantes citado de las estalagmitas y estalactitas. La ca-sualidad puede haber dado lugar en un ser humanoa una verruga, o una peca, pero formar un ojo, con todoel arte y designio intencionado que aparece en elmaravilloso instrumento de la visión, es imposible, nien un millón ni en cien millones de años.

A. Bueno, son las leyes de la Naturaleza.

R. ¿Y a quién podemos atribuir tales leyes? La leyrequiere siempre un legislador que haya pensado lospros y los contras. Las leyes naturales requieren unLegislador que las haya dispuesto y ordenado conalgún propósito útil, o con varios propósitos útiles ala vez, y esto es aún más admirable.

A. Hay una gran diferencia entre las leyes civilesy las naturales, las leyes naturales son propiedadesde la Naturaleza.

R. ¿Y por qué habrían de serlo? Usted sabe que lamateria está formada por electrones y protones de

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energía. ¿Quién dispuso que los protones y electronesse asociaran en la forma que los hallamos en la Na-turaleza para formar el átomo. Y luego que se asocia-ran los átomos, no en un conglomerado informe, sinode manera que han resultado útiles para la construc-ción del mundo, y más tarde de los seres vivos? Porejemplo: Que dos átomos de hidrógeno y uno de oxí-geno formen el maravilloso elemento que llamamosagua, no es casual. ¿Por qué? Porque el agua tiene unamultitud de propiedades muy útiles para el propósitofinal del Creador, que era la vida en nuestro planeta.

No menos maravilloso es que dos átomos de oxí-geno y uno de nitrógeno formen este gas admirable quellamamos aire, que cumple nada menos que seis obje-tivos maravillosamente beneficiosos, como son: purifi-cación de nuestros pulmones, transmisión del sonido,alimentación ambiental de las plantas, y sobre todo laseparación del abundante vapor de agua que algunavez envolvió totalmente la tierra, y más aún que seansu moléculas totalmente transparentes e invisibles, apesar de estar más apretadas y ser más pesadas que lasdel vapor, para permitir a los seres vivos el magníficofenómeno de la visión.

A. Sí, son todos estos detalles y cualidades delaire muy beneficiosas y útiles, pero es la Naturalezaque lo ha hecho así.

R. Pero yendo al fondo de la cuestión, no existerazón alguna para que se hallen combinadas las cosas

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de un modo tan acertado. Por esto algunos lla-man ala Naturaleza, la «sabia Naturaleza». Pero si tiene elatributo de «sabia» no puede ser meramente el con-junto de materia inerte que nos rodea, y que analiza-mos con nuestros sentidos, pues la materia inerte, porsí sola, jamás se habría combinado de un modo inte-ligente. Debe haber detrás de la materia inerte algúnPoder supremamente sabio que lo organizó según lovemos y observamos. De ahí que sea bien acertadala exclamación del poeta bíblico: «¡Cuán grande son tusobras, oh Jehová, hiciste todas ellas con sabiduría!»

Otro poeta y científico, más reciente, lo expresócon mayor detalle en versos actuales diciendo: «Ve-mos las cosas grandes (mundos, montañas, mares) for-madas de cosas pequeñas (arena, moléculas, gotas) y lascosas pequeñas (átomos y bacterias) formadas por cosasmás pequeñas (electrones, iones) hasta que al fin apa-rece Dios detrás de todas ellas».

Otro escritor inspirado decía: «Por fe entendemosque el universo fue enteramente organizado por la Palabrade Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de cosas novisibles».

Con todos los descubrimientos de los últimos dossiglos, los sabios han venido a decirnos que la materiaen su última esencia es mucho más etérea, mucho mássemejante al espíritu que lo que se suponía antes. Larelación de la materia con el espíritu es una viejacuestión que ha sido debatida en todas las edades.Comúnmente se ha sostenido que son dos cosasdistintas entre sí, y naturalmente, los que querían

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atenerse sólo a lo tangible, negaban la existencia delespíritu, aun cuando ello les llevara al absurdo, altratar de explicarse el orden, invención y designio quese revela en las obras de la Naturaleza. Pero hoy lossabios nos dicen… «La materia ha dejado de ser lo queera antes, ya que hallamos que sólo podemos expresarla entérminos de energía».

Si esto es así, ¿no será el Espíritu una forma su-perior de energía y Dios mismo la Energía Supremae Inteligente de este misterioso universo, que ya hadejado de ser materia simple, para convertirse a nues-tros ojos, abiertos por la ciencia, en un universo de luzcondensada en formas materiales?

De este modo, frases bíblicas como aquella de que«Dios es Luz y en Él no hay ninguna tiniebla» y la nomenos enfática e incontestable «En Él estaba la vida yla vida era la luz de los hombres», así como la afirmaciónde San Pablo «En Él vivimos y nos movemos y somos»(Hechos 16:28), se hacen mucho más inteligibles.

A. Todo lo que quiera, pero el caso es que nadieha visto a Dios.

R. Es cierto, la misma Biblia lo dice: «A Dios nadiele vio jamás», aunque algunas veces Él ha queridohacerse visible por medio de un desenvolvimiento omaterialización de sí mismo. (La palabra no es deltodo exacta, porque desconocemos la relación queexiste entre la materia y el espíritu.) Esta manifesta-ción de la Divinidad invisible se llama en el A.T. «el

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ángel Jehová», y en el N.T. lo hallamos realizado enla encarnación –en el seno de la Virgen María– delDios hombre, Cristo Jesús.

Vea usted cómo fue profetizado su nacimiento:«Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña para sercontada entre las familias de Judá, de Ti saldrá el queserá señor en Israel, y sus orígenes (o salidas exomai)son desde el principio, desde los días de la eternidad.1

El lenguaje es muy judío, pero se revela aquí tanto laeternidad y divinidad del niño que nacería en Belén,como sus teofanías, o salidas del seno de la divinidadinvisible para hacerse visible a sus criaturas. La salidaaquí profetizada fue, empero, muy diferente a lasanteriores. En ésta «el Verbo» se hizo carne para llevara cabo la maravillosísima revelación del amor de Dios,sufriendo por los hombres.

1. Exomai es una de las palabras hebreas de doble sentido. Significaprincipio y también salida. El libro de Éxodo es el libro de la salida deIsrael de Egipto.

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II

CÓMO RESPONDERA LOS ESCÉPTICOS

En labores de evangelización tropezamos mu-chasveces con escépticos, que no niegan la existencia deDios, pero nos dicen, más o menos, lo siguiente:

E. «Yo no soy ateo, yo creo que algo debe existirdetrás de todo lo maravilloso que hay en la Natura-leza; pero no creo que sea posible saber nada acercade este gran misterio y pienso que nunca lo sabremos.Por tanto no me preocupo de ninguna religión, ya quenadie sabe lo que es Dios.»

¿Qué debemos responder a quienes nos hablan ensemejantes términos?

R. Una respuesta bastante comprensible y efectivaes ponerles el ejemplo de un padre. Jesús vino ahacernos la gran revelación de que el Poder invisibleque adivinamos detrás de las maravillas de la Natu-raleza puede y debe ser considerado como nuestroPadre Celestial; no sólo porque Él ha dado vida a todolo existente sino porque sus sentimientos son los deun padre hacia sus criaturas, por más que nosotros nocomprendamos su modo de actuar y muchas veces

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nos parezca un misterio. Jesucristo, después de resu-citado, cuando sus discípulos estaban ya más aseso-rados de su pensamiento porque había estadodoctrinándoles durante tres años, ante el hecho asom-broso, pero innegable para ellos, de su resurrección,les dijo: «Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios yvuestro Dios».

Aun cuando ignoremos mucho acerca de Dios,tenemos deberes innegables con respecto a un Ser aquien debemos, no solamente la vida, sino todos losbienes de que disfrutamos, esto es lo que quería sig-nificar el apóstol Pablo en aquel texto en que dice: «Lascosas invisibles de Él… se echan de ver por las cosas quevemos y tocamos; y que los que no quieren reconocerlo son“inexcusables”». Suponga usted –podemos decir alinterlocutor escéptico– que sus hijos, ya mayores, quese han ausentado del hogar paterno, dicen: «Yo nodiscuto la existencia de mis padres, pero no me ocupode ellos, no les busco ni trato de comunicarme conellos, no los maldigo ni les voy detrás, simplementeno quiero saber nada de ellos».

E. Es que hay una gran diferencia entre los padresnaturales que conocemos, y Dios, a quien no conoce-mos.

R. Pero esto no nos exime del deber de admirar yagradecer sus obras. Dios era menos conocido por loshombres inspirados que escribieron el A.T., que paranosotros, que tenemos la última revelación que nos

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dio por medio de Jesucristo; sin embargo, encontra-mos en aquellos escritos una reverencia y una gratitudextraordinaria hacia Jehová (El que ha sido, es y será),pues tal es el significado del nombre. Por ejemplo enel Salmo 92 leemos: «Bueno es alabarte, ¡oh Jehová!, ycantar salmos a tu nombre, ¡oh Altísimo!, por cuanto mehas alegrado, oh Jehová, con tus obras; en las obras de tusmanos me gozo. Cuán grandes son tus obras, oh Jehová,muy profundos son tus designios. El hombre necio noentiende y el insensato no comprende, que si brotan losimpíos como la hierba y florecen todos los que hacen ini-quidad, es para ser destruidos eternamente».

¿Usted se conforma con ser destruido, o condena-do eternamente?

E. Es que yo no soy impío, soy un hombre de bienque procuro no hacer mal a nadie.

R. Es cierto que la palabra impío ha recibido unaconnotación algo equivocada en nuestra lengua cas-tellana, pero si la estudiamos etimológicamente nosdaremos cuenta de que el verdadero significado de in-pío, es sencillamente, no-piadoso. No significa serladrón, o asesino, sino simplemente no tener senti-mientos de piedad, de fe, de gratitud y amor a Dios.En este sentido usted es in-pío, usted mismo acaba dedeclararlo.

E. Es cierto, no soy un beato.

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R. Sin embargo la revelación de Dios a este mundocondena tanto a beatos como a «impíos», si su conduc-ta no es según la voluntad de Dios. Jesús condenabaa los beatos de su tiempo, que eran los fariseos, y losllamaba hipócritas; pero también, exhortaba a todos,desde el mismo principio de su ministerio, diciendo:«El tiempo se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acer-cado; arrepentíos y creed el Evangelio». Y a algunos quese consideraban justos porque no habían sido objetode una calamidad pública que había costado la vidaa varios ciudadanos, y ellos continuaban vivos por lamisericordia y paciencia de Dios, les exhortaba dicien-do: «Si no os arrepintiereis todos pereceréis de la mismamanera». Y decía una gran verdad, puesto que lamuerte no perdona a nadie y lo mismo que habíasucedido a aquellos ciudadanos de Galilea víctimasde una catástrofe, les ocurriría a ellos un poco mástarde, y nos ha de ocurrir a cada uno. Si no de unmodo, de otro, nuestros cuerpos han de perecer.

E. Claro, todos tenemos que morir; de esto no seescapa nadie.

R. Pero Jesús, que había venido del mundo delespíritu que es el mundo de la vida, veía las cosas deun modo muy diferente que nosotros, que disfruta-mos de la vida en el cuerpo físico, sólo por una bre-ve temporada de X años. Para Él todos los hombreseran como un rebaño de ovejas destinado al matadero;de ahí su interés en hacerles partícipes de la vida

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eterna que Él vino a traernos. Por esto podía decir: «Notemáis a los que matan el cuerpo mas no pueden matar elalma, temed más bien a Aquel que puede destruir alma ycuerpo en el infierno» (Mateo 10:28).

E. Pero yo no soy tan malo como para merecer elinfierno. Esta idea la inventaron los curas para tenerespantada a la gente y dominarla a su gusto.

R. No, amigo mío, esto no lo inventaron las auto-ridades de la Iglesia Católica, sino que son palabrasque se encuentran en los más antiguos documentos dela fe cristiana, es decir en los Evangelios, y aun cuandohay diferencias de opinión acerca de lo que realmentesignifica la condenación (que por supuesto no seráigual para todos los hombres, según des-cubrimos enMateo 11:20 y Lucas 12:47-48), y hay quienes opinanque será separación de Dios en tinieblas, otros sufri-miento, y otros extinción del alma; no quiera ustedarriesgarse a conocer experimentalmente lo que será,puesto que éste es el gran peligro del cual Jesucristovino a advertirnos muy seriamente, y Él mismo de-claró que vino a padecer en la cruz del Calvario yresucitar, para poder librarnos de ello. De tal grave-dad lo consideraba, y Él conocía muy bien las cosasdel más allá.

E. Pero yo le repito que no creo que Dios vaya acastigar en la otra vida sino a personas muy culpa-bles, pero no a individuos honrados como usted o yo.

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R. Lo que usted crea, ni lo que yo crea, no noslibrará, si Él nos considera indignos de entrar pornuestros méritos en regiones de absoluta santidad.Que no seamos tan malos como otros es bien posible;pero tampoco somos perfectos. Ni usted ni yo hemoscumplido el primer mandato de la Ley de Dios, quedice: «Amarás a tu Dios sobre todas las cosas y a tu prójimocomo a ti mismo». No hemos amado a los me-nos afor-tunados que nosotros, como a nosotros mis-mos;hemos sido esclavos de nuestro egoísmo. Y en cuantoa la primera parte del mandato divino «amarás a Diossobre todas las cosas», ¿no cree que la propia despreo-cupación que usted ha manifestado hace un momen-to, es ya una ostensible ofensa para el Autor de todoslos bienes de que disfrutamos?

El apóstol Pablo, refiriéndose a los paganos detiempos pasados, dice: «Y como ellos no tuvieron a bienel reconocer a Dios, Dios les entrego a una mente reprobadapara hacer cosas impropias» (Romanos 1:28), luego citauna lista larga de cosas malas que los hombre hanhecho, y aunque muchas de las tales cosas no puedenser atribuidas ni a usted ni a mí, dice el mis-mo após-tol: «No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, nohay quien busque a Dios» (Romanos 3:10). De modo queel no buscar a Dios es ya en sí una impiedad, porquesignifica culpable ingratitud.

Y hablando el mismo apóstol a los sabios deGrecia, en su Areópago de Atenas, después de expli-carles que Dios es el Espíritu infinito que da a todosvida y aliento y todas las cosas, añade que lo ha

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hecho para que los hombres busquen a Dios: «Si talvez palpando pueden hallarle, aunque ciertamente no estálejos de cada uno de nosotros» (Hechos 17:27), y en Amós5:4 leemos: «Así dice Jehová: “Buscadme y viviréis”».

E. ¿Y cómo se puede buscar a Dios si nunca lehemos visto ni nadie le puede ver?

R. A Dios, en su esencia, ciertamente no podemosverle, pero tenemos el deber de buscarle a través dela revelación que Él ha hecho de sí mismo, de un modomuy especial, mediante el Verbo encarnado, que enpalabras humanas llamamos su Hijo Jesucristo. EnJuan 1:18 leemos: «A Dios nadie le vio jamás, el unigénitoHijo que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer».

E. Pero hay tantas religiones y tantos modos depensar acerca de este gran misterio, que es muy difícilsaber dónde está la verdad.

R. Es cierto, a causa de la influencia del malignoque ha inculcado toda clase de ideas extrañas en lasmentes de los hombres, como dice el apóstol Pablo:«Pero si nuestro Evangelio está aún encubierto, entre losque se pierden está encubierto; en los cuales el Dios de estemundo cegó los pensamientos de los incrédulos, para queno les resplandezca la iluminación del Evangelio de la gloriade Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2ª Corintios 4:4).

E. Yo no niego la existencia de Dios, pero si existedebe haberse olvidado ya de este mundo, pues los

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mismos elementos de la Naturaleza, que parecen bienordenados para beneficio de los seres vivos, a vecesproducen mucho mal cuando se desatan en terremotosy ciclones, inundaciones o incendios, y obran sinmisericordia. Si existiese un Dios sabio y bueno de-trás de estos elementos, esto no ocurriría.

R. Usted reconoce a un Ser que obró con benéficasabiduría al ordenar este mundo y que actualmenteparece estar desatendido de Él, porque no evita ca-tástrofes naturales. Entonces usted no quisiera queDios hubiese dictado a la materia leyes fijas y perma-nentes. ¿Cómo quisiera entonces que mantuviese Diosel equilibrio del Universo?

Todos sentimos que es un gran beneficio para losseres vivos la existencia del agua, precioso elementoque no se encuentra en los planetas vecinos a la Tierra,pero en ciertas circunstancias, un exceso de lluviapuede causar inundaciones. Del mismo modo, ¿quiéndejará de bendecir a Dios por el aire que res-piramos,que sirve para tantas cosas útiles en el orden de lacreación (véase lo dicho en páginas 82 y 83), por másque de vez en cuando un ciclón cause devastacionesen alguna parte de la Tierra.

¡Cuántas veces podemos dar gracias a Dios por elfuego que nos calienta, y nos ayuda a cocer los alimen-tos, y a ablandar y transformar la materia sólida delos metales, por más que alguna vez causa daño, alproducirse un incendio!

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E. Pero si existe Dios debiera intervenir en talescasos.

R. Entonces quisiera que Dios efectuase milagrosa cada momento en que nosotros hemos tenido undescuido, y que no hubiese dejado las leyes de laNaturaleza obrar por sí mismas.

E. Exactamente. Esto es lo que quisiéramos todoslos que estamos en duda acerca de la religión. O, deotro modo, que hiciera aparecer letras de fue-go en loscielos que indicaran cuál es la religión verdadera.

R. Y ¿en qué lengua quisiera usted que fuera re-dactado tal letrero en un mundo donde existen milla-res? Además, si Dios obrara de este modo, usted seríael primero que se sentiría esclavizado, por tener quepracticar alguna religión por la fuerza. ¿No compren-de que de semejante modo no sería factible la pruebadel amor, la fe y la gratitud, que Dios quiere despertary mantener en Ios corazones de un número de hom-bres y mujeres por los siglos de los siglos?

En cierta ocasión en que los paganos querían ren-dir culto al apóstol Pablo, a causa de un milagro quehabía hecho, creyendo que era el Dios pagano Júpiter,el apóstol Pablo y su compañero Bernabé tuvieron queprotestar diciendo: «Varones, ¿por qué hacéis esto?, puesnosotros somos hombres de igual condición que vosotros,que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis alDios vivo que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que

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en ellos hay; el cual, en las generaciones pasadas, ha dejadoa todas las gentes andar en sus propios caminos; si bien nose dejó a sí mismo sin testimonio haciendo bien, dándonoslluvias del cielo y estaciones del año fructíferas, llenandode sustento y alegría nuestros corazones».

«Y diciendo estas cosas –relata el evangelista Lucas–, a duras penas lograron impedir que la multitud les ofre-ciese sacrificio.»

«Pero entonces –continúa explicando el escritorLucas–, vinieron de Antioquía y de Iconio unos judíos quepersuadieron a la multitud, los que cambiaron inmediata-mente de parecer (creyendo, sin duda, que en lugar de serun dios, era un mago poseído de poderes infernales); ydespués de apedrear a Pablo le arrastraron fuera de la ciudaddejándolo por muerto» (Hechos de los Apóstoles 15:14-20).

E. ¿No ve usted que si Dios hubiese intervenido enfavor de Pablo no hubiera ocurrido esto?

R. Sí, pero ¿dónde habría quedado la libertad yresponsabilidad de aquellas mismas gentes? Todoshabrían creído, pero obligados por el terror. No ha-bría habido lo que narra a continuación el versículo20, que vinieron los que de corazón habían creído elmensaje del Evangelio y le rodearon de cuidados,lamentando la ceguera moral de aquella gente paga-na, y llenos de cariño al apóstol, por haber entendidoque era un mensajero del verdadero Dios, le cuidaroncon amorosa solicitud; y al día siguiente ya estaba elapóstol restablecido y salió, con Bernabé, para Derbe.

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E. Bueno, yo no puedo creer en la existencia de unDios que se calla, años tras años y siglo tras siglo, yha permitido las barbaridades que se han cometido enel mundo. ¿Por qué permitió las persecuciones quesufrieron los cristianos en los tres primeros siglos; loshorrores de la Inquisición o los campos de exterminiode Hitler en Alemania?

R. Es cierto, pero Dios no callará siempre. En elSalmo 50, Dios dice por boca de un escritor inspirado:«Tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis pa-labras. Si ves a un ladrón, tú te vas en seguida con él, yte juntas con los adúlteros. Das suelta a tu boca para el maly tu lengua trama engaños…, estas cosas hacías y yo hecallado; pensabas que de cierto sería yo como tú? ¡Pero teredarguiré y las pondré delante de tus ojos!» (Salmo 50:17-21).

Si Dios hubiese intervenido con milagros paraimpedir las barbaridades que usted cita habría ende-rezado, momentáneamente, algunas cosas muy ma-las, cierto, pero que al fin y al cabo también fueronarregladas algunos años después; pero habría aterro-rizado y sujetado al mundo, obligando a los hombresa cumplir su voluntad, tanto si la amaban como si no.Todas las gentes habrían vivido por si-glos aterroriza-dos de ese poder del cielo, no se habrían sentido libresy responsables, y muchas hermosas manifestacionesde fe, confianza y amor al Invisible, no se habríanproducido. Se habría hecho nula la prueba de la fe,que muchas veces ha admirado a los habitantes de los

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cielos. Sabemos que algunos mártires de los primerossiglos se denunciaban a sí mismos como cristianos, searrojaban a las hogueras y morían con la mayor ale-gría. El Señor Jesucristo ya previno que esto ocurriría,pero no lo fomentó, sino que aconsejó a sus discípulos:«Si os persiguieran a una ciudad huid a la otra». ¿No fueesto ya un anuncio de que Él no intervendría direc-tamente en contra de los perseguidores, a pesar delpoder que mostró en los días de su encarnación? Perolo que reveló, es que iba a preparar moradas celestia-les para los suyos, y que volvería en gloria, al final delos siglos; y esto ha estimulado y mantenido la fe enÉl a través de más de veinte generaciones. No dijocuándo volvería, y así mantiene a los suyosespectantes.

E. Pero el hecho es que, con esta inseguridad y consu silencio, ha dejado a los malos hacer, y la muerteha sido el resultado final de infinidad de injusticias.

R. He aquí, precisamente, la razón por la que debehaber un juicio tras la muerte. Si nosotros tenemos unsentimiento de justicia en nuestras conciencias y nosindignamos por las iniquidades que han tenido lugaren el mundo, el que nos ha dado estos sentimientosdebe ser mucho más justo que nosotros; el autor delSalmo 139 dice: «El que hizo el oído, ¿no oirá? El que hizoel ojo, ¿no verá? ¿No entenderá el que dio al hombre laciencia?» Ni nuestro ojo, tan perfecto como una deli-cadísima cámara fotográfica, ni nuestro sentido mo-

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ral, puede haberse formado por mera casualidad; esirracional pensarlo.

Por otra parte, Él debe ver las cosas de un modomuy diferente de como las vemos nosotros, porqueestá al otro lado de la muerte, y para Él la muerte noes lo que para nosotros, una desgracia irreparable yuna separación definitiva, sino una reunión y muchasbienvenidas. Recuerde lo que decía el apóstol Pablocuando estaba preso y pronto a ser juzgado porNerón: «Porque para mí el vivir es Cristo y el morir esganancia, mas si el vivir en la carne resulta para mí enbeneficio de la Obra, no sé entonces qué escoger. Porque deambos lados me siento apremiado, teniendo deseos de partiry estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor» (Filipenses1:21-23).

E. ¿Y qué ocurrió? Lo mataron, ¿verdad?

R. No, en aquella ocasión las oraciones de loscristianos de Filipos fueron atendidas y Pablo obtuvola libertad y la vida de parte del loco emperadorromano; pero sólo por un poco de tiempo. Todosconocemos cómo, tras el incendio de Roma, la falsaacusación de incendiarios contra los cristianos trajo lasegunda prisión de Pablo y su ejecución. Aparente-mente, lo peor, para los que de nuevo estarían orandopor su liberación; pero para él mismo y los que lehabían precedido en el viaje a la eternidad, una de-cisión del tirano «muchísimo mejor», como escribíaPablo: «La mejor de todas».

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E. ¿De dónde habría sacado el apóstol Pablo tantemeraria seguridad?

R. Bueno, tenía varios motivos: En primer lugarlas afirmaciones que Jesucristo mismo hizo de palabraa sus inmediatos discípulos, las cuales quedaron plas-madas en varios lugares de los Evangelios. Posi-blemente, el apóstol Pablo había recibido testimoniode Pedro, de Juan y de los demás apóstoles que ha-bían escuchado de boca del Señor Jesucristo las pala-bras que tenemos en Juan 14:1: «No se turbe vuestrocorazón, creéis en Dios, creed también en mí, en la Casa demi Padre hay muchas mansiones, sino ya os lo hubieradicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros». Y tam-bién aquellas otras que se encuentran en dos diferen-tes Evangelios y que son una clarísima advertencia,que ningún hombre se habría atrevido a hacer, apartede Jesucristo: «No temáis a los que matan el cuerpo ydespués ya nada pueden hacer, pero os mostraré a quiéndebéis temer: temed a Aquel que después de haber quitadola vida tiene autoridad para echaros al infierno, sí os digo,a éste temed» (Lucas 12:4). Luego, por las relaciones queél mismo tuvo con el Señor Jesucristo, primero en elcamino de Damasco y más tarde en su arrebatamientoal mundo espiritual (2ª Corintios 12:4).

E. Bueno, esto está escrita en los evangelios y enlas epístolas de Pablo, pero ¿quién conoce hastadónde son auténticos tales libros? ¿No pudieron serfalsificados en los primeros siglos? Existen algunos

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evangelios apócrifos llenos de cuentos inverosímilesacerca de Jesucristo, ¿no podrían ser así también conlos que la Iglesia ha considerado como auténticos?

R. No, de ningún modo. Hay una gran diferenciaentre los cuatro evangelios auténticos y los apócrifosa que usted se refiere. No sólo por haber sido recono-cidos oficialmente en varios concilios primitivos, sinoporque desde el mismo principio del movimientocristiano fueron reconocidos, leídos y comentadoscomo «Memorias de los apóstoles». Además, existenotros documentos del siglo II que proclaman las mis-mas creencias básicas cristianas, como la muerte re-dentora de Jesucristo, su resurrección y sus promesasde vida eterna, exactamente igual como lo expresanlos documentos del N.T. Me refiero, naturalmente, alas cartas de los mártires de principios del siglo II. Porejemplo, Ignacio de An-tioquía, que escribió sietecartas en su viaje al martirio, en Roma; la de Policarpoa los Filipenses, la carta a Diogneto, la Didacta, y otrosdocumentos que escribieron los apologistas cristianosdel siglo II, Clemente de Roma, que a últimos del sigloI escribió a los Corintios, Irineo de Lyon, Justino, etc.La autoridad y autenticidad de los cuatro Evangeliosestá demostrada, asimismo, por el Diatessaron, de Ta-ciano, y por centenares de citas en todos los escritosde los apologistas y comentadores cristianos. No setrata, pues, de que la Iglesia Católica nos haya dichocuáles son los libros sagrados del Cristianismo, sinoque lo ha marcado el uso y respeto que las primitivas

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asambleas cristianas tenían para tales escritos, desdesu mismo origen.

E. Yo no creo en la deidad de Jesucristo. Que fueraun hombre bueno, más adelantado que la gente de suépoca, lo comprendo, pero no que fuera hijo de Dios.

R. Sin embargo, esto es lo que Él declaró durantesu ministerio público, sobre todo hacia el final, cuan-do ya no era de temer que el entusiasmo del pueblojudío por sus milagros le forzara a proclamarse Mesíasjudío, y se confundiera su muerte redentora con la deun revolucionario político. Me refiero a un poco antesy después de su resurrección.

E. Yo no creo en la resurrección de Jesús, esto debeser un cuento que inventaron sus discípulos.

R. ¿Y con qué motivo lo harían? ¿Qué ventajapodría reportarles semejante engaño? ¿Es posible ycreíble que los primeros discípulos se hubiesen sacri-ficado hasta dar su vida por una mentira forjada sobreun cuerpo muerto? ¿Ninguno habría sido infiel, anteel temor de la muerte, para descubrirla? El heroísmopor una fe sincera, sea de la clase que sea, se compren-de; pero el sacrificio de todas las comodidades mate-riales, y aun de la propia vida, por el solo empeño ensostener una mentira conocida, forjada por uno mis-mo, o por varias personas que tuvieron que sacrificar-se por ella enormemente y hasta la muerte, es un caso

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sin precedentes y un absurdo inimaginable para todamente sensata.

E. Podría ser que ellos obraron de buena fe, peroque hubiesen sido víctimas de una alucinación o ilu-sión; que creyeran haber visto a Cristo resucitado yno fuera verdad.

R. Esto no es verosímil en el caso de la resurrecciónde Jesús, porque las apariciones de Cristo tuvieronlugar, no una vez, sino varias, entre diferentes perso-nas, que habrían tenido que volverse locas todas a lavez, pues todas afirmaban que le habían visto y co-mido con Él, e incluso repitieron las palabras que leshabía dicho. Un desequilibrio mental es muy posibleen un solo testigo, pero no en 11 y me-nos en 500testigos juntos. La aparición de Jesús a Saulo de Tarso,¿fue también una ilusión del perseguidor? ¿Y quépodemos decir de los soldados que le acompañabany oyeron la voz misteriosa que se juntó a la luz sobre-natural, hasta el punto de dejar ciego al joven perse-guidor de los cristianos?

Además, si de ilusión se hubiese tratado, pronto sehabrían cuidado los sacerdotes judíos de desvane-cerla,presentado el cuerpo de Jesús. Este era un argu-mentomucho más eficaz para suprimir el naciente cristia-nismo, que los azotes y la cárcel. ¿Por qué no lo usa-ron? ¡Qué empeño no tendría el Sanedrín judío enpoder desmentir la resurrección de Jesús! ¡Qué noharía Pilatos, cuyo sello había sido quebrantado y

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cuya autoridad quedaba por los suelos, para descubrirlo que había, de verdad, acontecido!

E. Pero ¿por qué (según los evangelios) se apareciótan sólo a sus discípulos, y no a sus enemigos?

R. Esto, precisamente, es la mayor prueba de au-tenticidad del relato, que según los mayores expertoses tan naturalmente relatado, que tiene todas las se-ñales de verosimilitud. Los apóstoles contaron lo quevieron y sabían, pero nada más. Si los escritores cris-tianos del siglo II hubiesen fabricado el cuento de laresurrección para convencer a las gentes, habríandicho que Jesús estuvo con los apóstoles, no de vezen cuando, sino todo el tiempo; que volvió a hacermilagros que dejaron anonadados y estupefactos a susmismos enemigos, etc. Pero el hecho es que Cristodeseaba hacerles sentir que, aunque au-sente, vivíaespiritualmente con ellos; sabía sus pensamientos ysus propósitos, como en caso de Tomás. Nosotros loentendemos y apreciamos el motivo, pero ellos no loseñalan, para justificar tales ausencias; se limitan aexplicar la cosa tal y como sucedió.

No es extraño que uno de aquellos testigos, elapóstol Pedro, escribiese años después: «El cual nos haregenerado en esperanza viva por la resurrección de Jesu-cristo de entre los muertos». Esto significa que, si Cristono se hubiese levantado de la tumba, habrían dicholos apóstoles –y nosotros lo seguiríamos diciendo aligual que ellos–: «Ojalá fuera verdad lo que dijo aquel

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profeta judío, Jesús, antes de que le mataran; que Élera el Hijo de Dios que vino a salvar a los que en Élcreen, y que nos espera al otro lado de la muerte; pero,¡ay!, nada más se ha sabido de Él desde que lo ma-taron». En tal caso el cristianismo sería una esperanzamuerta, pero ahora Pedro lo llama «Una esperanza vivapor la resurrección de Jesucristo de los muertos».

E. ¡Ojalá pudiera yo tener la fe que usted tiene!Pero no puedo verlo así tan claro como usted lo ve.Yo tengo muchas dudas. Comprendo que usted es másfeliz creyendo estas cosas; pero me asalta de nuevo elpensamiento: ¿Y si no es verdad? Hay demasiadosmotivos para dudar de todo esto, a pesar de lo lógicoy razonable que usted lo presenta. Hay muchos hom-bres muy sabios, diplomados en grandes universida-des, que se han roto la cabeza discutiendo estos temastan profundos de Dios, la vida, y la muerte, y no hanpodido resolverlo.

R. Pero hay también muchos hombres no menossabios, diplomados de grandes universidades, espe-cialistas en estos temas, que creen. El creer, o no creer;no depende tanto del nivel intelectual como de lavoluntad de cada uno.

E. Pero es que yo quisiera creer y no puedo. Sé quesería mucho más feliz si creyera como usted. No te-mería tanto la muerte como la temo, si supiera quehay Dios y otra vida; pero leo la historia de la hu-

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manidad, y veo que todo ha terminado y termina conla muerte, y temo que así sea también conmigo.

R. ¿Por qué no hace usted la oración del escéptico?Jesús decía: «Vete a tu cuarto y cerrada la puerta ora a tuPadre que ve en secreto, y tu Padre, que ve en secreto, terecompensará en público» (Mateo 6:6). Vaya usted a unlugar secreto y dígale al Padre Celestial: «Señor, quierocreer en Ti; quiero saber cuál es tu voluntad, Tú que eresEspíritu Infinito, habla a mi espíritu limitado, muéstramela verdad».

Haga usted esto, sinceramente, y luego continúehaciendo por su parte lo que tiene que hacer todohombre sensato, lea el Nuevo Testamento. Sobre todoen la parte del Evangelio de Juan y en las epístolas,y siga después con los otros tres Evangelios, parafamiliarizarse con Jesucristo-Hombre, después dehaber escuchado sus revelaciones, como Jesucristo-Hijo de Dios.

E. ¿Y es seguro que así podré creer? ¿Y si vuelvoa tener dudas?

R. No se preocupe usted por las dudas futuras,trate de vencer las presentes, aplicándose al estudiode las evidencias de la fe cristiana. Nadie está libre deser tentado por una duda. El gran predicadorSpurgeon decía que nadie puede evitar que los pájarosrevoloteen alrededor de su cabeza, pero lo que nodebe permitir –y en el sentido moral e intelectual

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todos debemos evitar– es que hagan un nido en sucabeza.

No pretenda poder explicarse todos los misteriosantes de creer. Recuerde que hay misterios inexplica-bles todavía, tanto en el terreno de la ciencia como enel terreno de la fe. Los más grandes científicos sabenque quedan muchas cosas por descubrir en estemaravillosísimo mundo en que vivimos; lo mismoocurre en el terreno de la fe. Hay cosas que Dios nonos ha revelado, seguramente porque no nos conveníasaberlas.

Cuando le surja alguna duda, haga un cálculo deprobabilidades, empezando por las evidencias de laexistencia de Dios, contrapesándolas con las proba-bilidades de la casualidad como razón del orden,previsión y designio, que se descubre en el Universo.

Continúe con las evidencias de la fe cristiana,basada en la resurrección de Jesucristo. Trate de ex-plicarse el Cristianismo sin Cristo, y verá hacia dóndese inclina al fin la balanza en la computadora de sumente:

Quedarán todavía grandes misterios (como el quesuelen presentar los niños y también los más gran- dessabios) acerca del origen de Dios, la Trinidad y laPersona de Jesucristo. Pero después de haber sopesadobien las probabilidades de uno y otro lado, dé el saltode fe. Esto es, dígase: sobre tales y cuales evidencias,que no puedo negar, doy el salto de fe en favor de talesy cuales dificultades y misterios, que no puedo probar.La fe no es un empeño absurdo, una terquedad, como

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algunos suponen, sino un cálculo de probabilidades.No pretenda entenderlo todo antes de creer. An-

ticípese a creer antes de conocerlo todo, pues hacién-dolo a la inversa no creería jamás. Diga como aquelpadre que fue a Jesús con el problema de su hijoenfermo, a quien Jesús preguntó: «¿Crees que puedohacer esto?», y él respondió: «Creo, ¡ayuda a miincreduIidad!» (Marcos 9: 24).

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III

CÓMO TRATAR A LOS QUE CREENEN DIOS Y EN CRISTO, PERO NO

COMPRENDENEL PLAN DE SALVACIÓN

Hay muchas personas, en especial en los países dehabla española, que creen en Dios y en Cristo de unmodo general, porque así se lo han enseñado desdela niñez, pero no tienen una relación personal conJesucristo, ni esta esperanza viva a que se refería elapóstol San Pedro, pues no comprenden el plan desalvación de Dios. Generalmente tienen una esperan-za vaga de que no ha de irles del todo mal en cuantoa sus almas, porque no han sido grandes pecadores.¿Cómo trataríamos a esta clase de personas para lle-varles a la fe cristiana genuina?

En primer lugar es necesario hacerles comprenderque aun cuando sean personas honorables y de buenareputación delante de los hombres, son pecadores anteDios. Hemos tenido ya ocasión de citar este punto, aldialogar con escépticos, que no están nada seguros desi hay o no hay otra vida; y confían, para el caso quela hubiera, en su bondad natural para justificarse anteDios. Puntualice que las Sagradas Escrituras describenla condición del ser humano de modo muy diferente

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a como nosotros solemos opinar. Cite a tales personaslos siguientes textos:

•Proverbios 16:3: «Todos los caminos del hombre sonlimpios en su propia opinión, pero Jehová pesa los espíri-tus».

•Romanos 3:23: «Por cuanto todos pecaron y estándestituidos de la gloria de Dios».

•Lucas 16:15: «Entonces les dijo: Vosotros sois los queos justificáis a vosotros mismos delante de los hombres, peroDios conoce vuestros corazones, porque lo que los hombrestienen por muy estimable, delante de Dios es abominación».

•Mateo 9:12, 13: «Al oír esto, Jesús les dijo: “Los sanosno tienen necesidad de médico sino los enfermos. Id, pues,y aprended lo que significa, Misericordia quiero y no sacri-ficio, porque no he venido a llamar a justos sino pecad oresal arrepentimiento”».

Hágales notar que el primer mandamiento deDios es amarle a Él sobre todas las cosas y al prójimocomo a uno mismo. ¿Quién lo cumple?

Haga énfasis en el pasaje de Juan 3:3-7: «El que nonaciere otra vez no puede ver el Reino de Dios».

Sin duda, Nicodemo era un hombre religioso yhonrado, tanto o más que los hombres honrados queexisten hoy en el Cristianismo protestante o católiconominal; sin embargo, Jesús le declaró que le era in-dispensable nacer otra vez; es decir, entrar en unanueva relación con Dios por medio de Aquel que undía sería levantado sobre la cruz del Calvario para

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realizar una obra expiatoria en favor de los pecadores;y le aclaró el sentido de sus palabras con aquel textoclave de la doctrina de la salvación: «De tal manera amóDios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito para quetodo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga vidaeterna» (Juan 3:16).

En una conversación íntima, si la ocasión es apro-piada, use el método de personalizar ese texto. Sobre todosi se trata de una persona sencilla. Es un métodoexcelente.

Divida el texto por frases y pregunte:—¿A quién amó Dios?—Al mundo. ¿Usted forma parte del mundo?—Naturalmente.—Pues bien, porque Dios es infinito puede y

quiere tratar a las personas individualmente. Noso-tros no podemos hacerlo, porque somos finitos, y nopodemos pensar ni dialogar sino con muy pocas per-sonas. Si nos hablan tres o cuatro a la vez, tenemos queparar atención a una y después a otra, pero Jesús nosenseña que Dios puede atender a miles, y aun amillones, a la vez. Este es un misterio que no cabe ennuestra mente finita, pero quizá algún día lo compren-deremos: De momento no podemos hacer otra cosaque aceptar su enseñanza, de que Él puede ver yatender a cada uno en particular. Por lo tanto, pode-mos sustituir la palabra mundo por su propio nombrede usted y escribir:

• De tal manera amó Dios a …………………… (elnombre que corresponda).

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• Que ha dado a su Hijo Unigénito (aquí podemosañadir el nombre Jesucristo).

• Para que si ……………………… (el nombre dela persona) cree en Él, no se pierda –esta frase expresaun gran peligro, del que la gente tiene diversas opi-niones, y Jesús lo expresa en diversas figuras, perosiempre en un sentido de horror.

• Mas ……………… (el nombre de la persona)tenga, ¿qué? … vida eterna.

Trace una línea perpendicular y escriba a un ladoPERDICIÓN — VIDA ETERNA

Es una alternativa que debemos afrontar, ¿quéelegiremos? ¿Cuál es el porvenir que usted preveepara su propia alma?

Es posible que aquí surjan toda suerte de excusas;posiblemente le dirán: Es que yo ya creo en Cristo. Siem-pre he tenido fe. Quizá aquí os cuenten algún hechomeritorio, o alguna práctica que suelen llevar a cabotodos los días, para probar que han sido siemprepersonas religiosas.

En tal caso haga notar la diferencia entre

Creer en Cristo y creer a Cristo

Creer que existió Jesucristo en Palestina, hace casi2.000 años, que enseñó buenas cosas acerca de Dios,que le crucificaron y, aunque resucitó y está en el cielo,es una base apropiada para la fe; pero no es la fegenuina, la fe que salva.

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Esta consiste, no solamente en creer en Cristo, sinoen creer a Dios, esto es, poner fe en sus palabras, tenercomo ciertas sus promesas.

Hay millones de personas que creen en Cristocomo un personaje histórico, del mismo modo quepueden creer en Sócrates, Platón o Napoleón, es decir,toman a Cristo como un personaje histórico y nadamás.

Pero lo que pide la Palabra de Dios es que creamosa Cristo. Es decir, que pongamos plena confianza enlas promesas que Él hizo, y vivamos y muramos enesta confianza, de que Él no trató de engañar a susdiscípulos, ni éstos a los que aceptaron su testimonio.

Pregúntele directamente: «¿En cuál de los dossentidos cree usted en Jesús?»

Si la persona insiste en una religiosidad basada enbuenas obras, más bien que en la fe, cítele las palabrasde Jesús a los judíos cuando le preguntaron: «¿Quéharemos para que obremos las obras de Dios? RespondióJesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el queÉl ha enviado» (Juan 6:28).

El caso de Cornelio

Preséntele ejemplos bíblicos de personas excelen-tes que a pesar de su moralidad necesitaron de Cristopara ser salvos. Por ejemplo: Cornelio (Hechos 10:1-6). Haga notar que el mismo ángel le dijo: «Tus ora-ciones y tus limosnas han subido como un memorial delantede Dios». Eso significa que Dios no desestima las

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buenas obras, sino que las tiene en consideración, yquizá por tal razón, Dios ha hecho que usted puedaescuchar el Evangelio de mis humildes labios, o leerestos libros que le explican las buenas nuevas de suamor. Ahora bien, fíjese en que el ángel le dijo aCornelio: «Él te dirá lo que debas hacer». ¿Qué es lo quele faltaba al buen centurión? ¿Qué le dijo Pedro?: «Deéste dan testimonio todos los profetas, que todo el que creeen Él recibirá perdón de pecados por su nombre». Esto eslo que Cornelio nece-sitaba añadir a sus buenas obras.Esto es lo que aún falta hoy día a muchos que piensansalvarse por sus buenas obras: poner una fe viva, esdecir, una fe ab-soluta, en las palabras de Jesús. Siusted tiene fe en Cristo de un modo general, pero noha entrado en una relación personal con Él, habién-dole aceptado como su único y suficiente Salvador, seencuentra en la misma situación de Cornelio y debeañadir, a sus buenas obras, la fe que salva y justificadelante de Dios, para que sus buenas obras adquieranun doble valor y le proporcionen una buena recom-pensa en el cielo; pero la entrada allí sólo se obtienepor la fe puesta en los méritos de Cristo, no pornuestros propios méritos.

Puede citarle también el pasaje de Filipenses 3:4-8, donde después de explicar cuán buen judío era elapóstol Pablo, y cómo se esforzaba en agradar a Dios,aun en el celo que mostraba para perseguir a losherejes (cristianos), Él considera todas sus cualidadesreligiosas como basura, a fin de «ser hallado en Él, noteniendo mi propia justicia, basada en la Ley, sino la que

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es por medio de la fe de Cristo, la justicia que procede deDios sobre la base de la fe» (Filipenses 3:9).

Haga observar a su interlocutor que si la salva-ción fuera por la justicia propia, no habría sido ne-cesario que Cristo muriera por los pecadores; y queprácticamente es una ofensa a Él y un desprecio desu sacrificio si tratamos de ganar por nuestras pro-pias obras lo que Él ganó con su obra expiatoria.Léale el pasaje de Gálatas 2:21, que dice así: «Nodesecho la gracia de Dios (esto significa no quiero des-echar la gracia de Dios), pues si por medio de la Ley seobtuviese la justicia, entonces Cristo murió en vano».Asimismo son muy contundentes e ilustran bien esteprincipio los textos de Romanos 3:20 y 4:2-6. Convie-ne darlos a leer de la misma Biblia a la personacorrespondiente.

Pero al llegar a términos tan drásticos, es necesariocitar Efesios 2:8-10, para contrarrestar la mala impre-sión que suele producir en los católicos la idea de lasalvación por la fe, acusándonos de que proclamamosuna fe barata, una fe sin obras.

Explíquele el papel de las obras con el ejemplo deun deudor atribulado a quien un gran millonario,compadecido de su situación, le saldara todas susdeudas por un acto de generosidad. Sería una nece-dad, y casi una ofensa, si el antiguo deudor tratara dedevolver a su bienhechor lo que éste habría saldadopor su acto de benevolencia. Pero siempre sería bienaceptado un pequeño obsequio de Navidad, o decumpleaños, que demostrara la gratitud del beneficia-

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do para con su bienhechor. Así son nuestras buenasobras para con Dios, no hay que practicarlas como unmérito o manera para ganar nuestra salvación, ni si-quiera para contribuir a ella, puesto que Jesucristo laobtuvo por nosotros; sino un modo de mostrar nues-tro amor y gratitud a quien ganó para nosotros unasalvación completa y perfecta.

Estos reparos y objecciones al plan de Dios parala salvación según el Evangelio son presentados, tantopor los cristianos nominales del catolicismo, el protes-tantismo, como por los judíos, espiritistas, y por lospartidarios de nuevas sectas que han abandonado elantiguo Evangelio sustituyéndolo por al-guna nove-dad de tipo orientalista. Todos ellos suelen objetar ala salvación por la fe como demasiado simple y hastainmoral. Es mucho más justo –dicen– que Dios salvepor las obras a las personas que se lo merecen.

R. En tales casos preséntense los versículos citadosen el capítulo anterior y hágase énfasis en la expresión«para que nadie se gloríe» (Efesios 2:9) y Romanos 4:1-8.

Recuerde el ejemplo del ladrón en la cruz, que fuesalvo sin haber podido hacer nada más que poner suconfianza en Jesucristo.

Es posible que su interlocutor le diga:

O. Si la salvación es por gracia, mediante la fe enCristo, lo más conveniente es, pues, aprovechar estavida para «pasarlo bien», sin tener en cuenta las res-

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tricciones de la religión, y aceptar a Cristo en losúltimos momentos de nuestra existencia.

R. Esto sería un grave error por los siguientesmotivos:

a) Nuestra vida es incierta y puede terminar encualquier momento inesperado, sobre todo hoy díaque nos vemos obligados a arriesgarla continua-men-te –cosa que no ocurría en tiempos de nuestros abue-los–. Además, existen enfermedades fulminantes,como los infartos de corazón.

b) Dios conoce los pensamientos de nuestros co-razones, y lo más probable es que, al que llevara estepropósito egoísta, Dios no le diera tiempo para con-vertirse.

c) Hágale constar que la salvación por la fe dejaen los corazones de los salvados por gracia, un amory una gratitud, generadora de buenas obras, tantomás valiosas mientras nos hallamos en este mundo ylas realizamos en difíciles circunstancias, aunque esde creer que continuaremos el servicio por gratitud yamor en la eternidad. Esto es lo que parece indicarnosEfesios 1:12 donde leemos: «A fin de que seamos para laalabanza de su gloria, nosotros los que ya antes esperamosen Cristo», y Efesios 3:10: «Para que la multiforme sabi-duría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de laIglesia a los principados y potestades en los lugares celes-tiales». Y Apocalipsis 22:3: «Y sus siervos le servirány verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes».

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Aun cuando la Palabra de Dios nos presenta estasposibilidades para el futuro, Dios aprecia tanto másnuestras buenas obras aquí, porque son una expresiónde la fe, en esta época de nuestra existencia a la quepodríamos llamar el «test» de la eternidad. Notemosla declaración de Jesús a Tomás: «¿Porque viste, Tomás,creíste? Bienaventurados aquellos que no vieron y creye-ron» (Juan 20:29).

Cómo evangelizar a socialistas y comunistas

En el trabajo de evangelización personal encontra-remos personas de tendencia izquierdista o socialistaque argüirán en contra de la doctrina de la sal-vaciónpor la fe en Cristo diciendo que es demasiado sencilloeso de creer en un hombre Justo que padeció pornosotros hace dos mil años para justificarnos denuestros pecados. Que si hay un Dios justo que ha depedirnos cuentas en el más allá, deberá tener en cuen-ta mucho más nuestros hechos, que no nuestra fe enuna religión.

A los tales hay que mostrarles todo lo que laPalabra de Dios enseña en cuanto a la necesidad delas buenas obras, leyéndoles en la Escritura los pasa-jes de Santiago 2:1-20 y 5:6, pero haciéndoles notarque Santiago no defendía las obras sin fe, sino queataca la fe sin obras, la fe hipócrita, la fe que trata deescabullirse de las obras, descuidando los principioséticos y sociales de Jesucristo y de los apóstoles. Hayque convenir en la idea de que los graves fallos éticos

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de muchos cristianos de nombre, en siglos pasados,dieron lugar a la reacción social de Marx y Lenin, quetenían toda la razón en muchas cosas, pero lamen-tando que su punto de vista filosófico-ateo, hayaperjudicado no sólo al Cristianismo, sino al propiocomunismo, porque la carencia de temor de Diospermitió a jefes como Stalin llevar a cabo crueles«purgas» de partido y otros abusos que han tenidoque ser rectificados por sus sucesores, a pesar de queéstos no respetan tampoco plenamente los derechoshumanos.

Es justo reconocer que en nuestras propias iglesiashemos sufrido de quienes al amparo de la fe, hantenido en poca estima las obras que deben seguir a lafe, es decir, los frutos del Espíritu, que son la demos-tración de la fe verdadera, como leemos en Gálatas5:19-25; pero esto ya ocurría en los días de Pablo, comovemos en 2ª Corintos en los capítulos 10 al 13 y no esmotivo para que rechacemos la enseñanza del Evan-gelio acerca del plan de la salvación declarado porJesucristo en Lucas 24:46-48, Juan 3:12-21, y en mu-chos otros textos.

Puede hacerse observar que Cristo mismo da unclaro valor a las obras en este mismo pasaje en que nosexplica el plan de la redención por la fe (Lucas 23:21).

Si bien es cierto que ha habido y hay en el Cris-tianismo personas hipócritas que han abusado de ladoctrina cristiana de la Fe, ha habido otros cristianos,a través de todos los siglos, que la han enaltecido yhonrado.

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La fe cristiana es una semilla cuyo fruto es lacaridad. Si el fruto no aparece, es que la semilla estámuerta. Las declaraciones de Cristo con referencia aesto son muy explícitas. La fe produce la beneficencia,el amor al prójimo y el amor a la justicia.

Examínense las páginas de la historia y se veráque los grandes bienhechores de la humanidad hansido cristianos verdaderos, desde los grandes hom-bres de la Iglesia Primitiva hasta San Francisco deAsís, San Damián, Vicente de Paul, Livingstone,Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja Internacio-nal o Martin Lutero King. Mientras que en las filas delos escépticos y ateos figuran todos los que, faltos deltemor de Dios, se han lanzado a las iniquidades einjusticias de la opresión o del terrorismo. Nuestrodeber es presentar el propósito divino con perfectoequilibrio, para que nunca seamos nosotros responsa-bles de inducir a otros en el error, por hacer un énfasisexcesivo en una parte de la revelación de Dios, olvi-dando la otra parte.

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IV

CÓMO PRESENTAREL EVANGELIO

A LOS CATÓLICO-ROMANOS

En nuestros esfuerzos evangelísticos encontrare-mos muchas personas que, al hablarles de religión,coincidirán con nosotros; y si no llegamos a decirlesque somos cristianos evangélicos, puede que nosconfundan con un miembro fervoroso de la iglesia ala que ellos pertenecen. No es prudente en tales casosatacar desde el principio los errores de su pro-pia fereligiosa, porque esto cerraría el contacto y les dejaríacon una impresión falsa acerca de la nuestra. Perotampoco es conveniente dejarles con la falsa impre-sión de que somos católico-romanos, sin tratar dedarles un poco más de luz espiritual de la que ellosposeen.

Una de las mejores formas de entrar suavementeen el terreno apologético con estas personas es hacién-doles la pregunta de si están seguros de su sal-vación.Si no responden de modo positivo –lo que es muy raroentre los que no han nacido de nuevo–, sean católicoso protestantes nominales, cíteles la declaración deJesús en Juan 3:1-3 y sus firmes promesas de Juan 5:24,Lucas 24:47. Si usted nota que confían en sus buenas

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obras, use los argumentos y los textos bíblicos quese exponen en el capítulo anterior y haga énfasisen Juan 20:31, 1ª Juan 5:13, Romanos 5:1-2 y Romanos8:1.

También son muy oportunas las afirmaciones quehace Jesús acerca de las personas que él llama «susovejas». Dígale: ¿No es usted una oveja de Jesucristo?¿No cree usted que Él es el Hijo de Dios que vino abuscar y salvar a los pecadores de este mundo? ¿No seha sentido usted pecador y ha pedido a Jesucristo quele perdone todos sus pecados y le haga una oveja suya,o sea, un cristiano de verdad?

C. Probablemente le dirá que se ha confesadomuchas veces, precisamente por esto, porque se hasentido culpable ante Dios por cosas que le supo malhaber hecho.

R. En tal caso, no se apresure usted a decirle quelos curas no pueden perdonar pecados, pues segura-mente, él, o ella, lo han hecho con toda buena fe,pensando que se dirigían a Dios a través del sacerdote;ya vendrá la ocasión de disipar el error de la confesiónauricular. El primer tema a tratar con cual-quier cató-lico-romano es el de la seguridad de la salvación.

El Purgatorio

Pregúntele: ¿Qué piensa que le ocurriría a su almasi al atravesar la calle le atropellara un carro (coche,

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automóvil) y le dejara cadáver? ¿Iría a vivir con Cristoen el cielo?

C. Probablemente iría al purgatorio.

R. Pues permítame decirle que esta no era la es-peranza que tenían los cristianos de los primeros si-glos, pues cuando apedrearon a Esteban, leemos queeste primer mártir de la fe cristiana, dijo: «Señor Jesús,recibe mi espíritu». Y cuando Pablo estaba inciertosobre si la sentencia de Nerón sería de muerte o delibertad, declara que por su parte quisiera más bien«ser desatado y estar con Cristo, lo cual es muchísimomejor». No habla de ir al purgatorio, lo que no podríaser calificado de ningún modo, de muchísimo mejor.

C. Es que él era san Pablo y merecía bien ese pre-mio inmediato por todo lo que había hecho y sufridoen su carrera apostólica por amor de Jesucristo.

R. Pero éste no era el caso del ladrón que muriócrucificado al lado de Jesús, a quien el Señor se dirigiócon estas palabras: «De cierto te digo que hoy estarásconmigo en el Paraíso».

Si se trata de un católico instruido, probablementele diga que el mismo apóstol declara que hemos deser probados por fuego (1ª Corintios 3:12-15). En talcaso hágale notar que no dice que nosotros tengamosque ser probados por fuego, sino la obra que hemoshecho. Usando una figura, el apóstol Pablo dice que

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ésta será quemada, para comprobar si fue o no decalidad: No hay aquí ninguna indicación de que elcristiano tenga que ser sometido a ningún fuegopurificador, sino que dice: «la obra de cada cual seráprobada por fuego».

C. Pero muchos cristianos no nos sentimos bas-tante malos para merecer el infierno ni suficientemen-te buenos para merecer el cielo.

R. Otra vez tiene que volver usted a la idea demerecer. ¿Dónde queda la obra de Jesús por nosotros?Sí nosotros hubiésemos podido merecer y ganar elcielo, el Hijo de Dios no se hubiese hecho hombre nihubiese querido «padecer por los pecados El Justo por losinjustos para llevarnos a Dios», como dice Pedro. Seríaen menoscabo de su obra redentora todo lo que pre-tendamos hacer para ganar nuestra salvación.

C. Entonces, ¿toda persona que no sea muy pia-dosa tendría que ir a arder en el infierno por toda laeternidad? ¿No comprende usted que es necesario quehaya un purgatorio para los que no son ni muy malosni muy buenos?

R. Pienso que tenemos que dejar a Dios el secretode lo que va a hacer con los que no sean creyentes ycon los que, siendo creyentes, no son lo que Él desea.La Sagrada Escritura resume en una sola palabra eldestino de quienes han rechazado la salvación de

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Cristo, los llama «perdidos», y «salvados» los que lahan aceptado y agradecido. Tanto los unos como losotros recibirán premio o castigo «según sus obras».

C. ¿Y no cree en la eficacia de los sufragios por losdifuntos?

R. No, por supuesto; y he de decirle que por des-gracia esta doctrina ha engendrado mucha increduli-dad en el mundo, pues significa continuar las diferen-cias sociales en el más allá; por muchos paliativos conque se quiera disimular esta doctrina, llamando limos-nas a los estipendios exigidos por tales servicios.Recuerde sólo las severas palabras de Pedro a Simónel mago: «Tu dinero vaya contigo a la perdición porque hassupuesto que el don de Dios se obtiene con dinero, no tienestú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no esrecto delante de Dios. Arrepiéntete pues de esta tu maldad,y ruega a Dios si quizá te será perdonado el pensamientode tu corazón; porque veo que están en hiel de amarguray en ataduras de maldad» (Hechos 8:20-23).

La transubstanciación

C. Quizá tenga usted razón en este asunto de lasindulgencias. Reconocemos que en tiempos de Luterose hizo una propaganda escandalosa sobre ello, conel buen propósito de recoger dinero para edificar laBasílica de san Pedro en Roma, y ello trajo la pro-testa de los reformadores. Pero éstos fueron demasia-

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do adelante en sus protestas contra el dogma tradi-cional católico. Por ejemplo: En el asunto de la exis-tencia real de Jesucristo en la eucaristía, ¿cómo pue-den ustedes negarla cuando Jesucristo dijo: «Esto esmi cuerpo» (Mateo 26:26) y, además, añade: «El quecome mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna yyo le resucitaré en el último día» (Juan 6:54)?

R. Sí, pero Jesús mismo aclaró por anticipado, enesta ocasión, el sentido de sus palabras diciendo: «Yosoy el pan de vida, el que a mí viene nunca tendrá hambre,y el que en mí cree no tendrá sed jamás» (Juan 6:35) yratificó el sentido espiritual y simbólico de sus pala-bras al decir en el versículo 63: «El Espíritu es el queda vida, la carne no aprovecha para nada, las palabras queyo os he hablado son Espíritu y son vida. Pero hay algunosde vosotros que no creen».

Además lo declara en el mismo pasaje de la ins-titución de la Santa Cena en Lucas 22:19 donde, des-pués de decir «Esto es mi cuerpo que por vosotros esdado», añade: «haced esto en memoria de mí»; palabrasque repitió San Pablo en 1ª Corintios 11:25.

Si Jesús dijo: «Esto es mi cuerpo», también dijo «yosoy la puerta» o «yo soy la vid» o «yo soy el camino», ytodos entendemos que Jesús no es una puerta mate-rial, ni una vid, ni una parra. ¿Por qué hemos deentender en un sentido literal sus palabras al tratarsede la memoria de su muerte, cuando no lo hacemosasí, sino que entendemos el significado figurativo, enlos demás casos?

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El culto a los santos

C. Dejemos este asunto, porque no nos entendería-mos; pero ustedes no veneran a los santos, ni a lamadre del Salvador.

R. Sí que los veneramos. A lo que nos negamos esa rendirles culto. Los tenemos en suma veneración yrespeto. Muchas veces predicamos acerca de su ejem-plo y de sus virtudes, dignas de ser imitadas; pero noacudimos a ellos como intermediarios, porque laPalabra de Dios dice así: «Hay un solo Dios, y un solomediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre elcual se dio asimismo en rescate por todos» 1ª Timoteo 2:5,6).

Recuerde el caso de Pedro y Cornelio. Cuando estecenturión romano le salió a recibir a la puerta de sucasa, se arrodilló a sus pies, pero Pedro le le-vantódiciendo: «Levántate porque yo mismo soy hombre» (He-chos 10:25, 26).

Permítame hacerle una reflexión muy sencilla. Losseres humanos somos finitos, no podemos atendervarios asuntos a la vez, únicamente Dios es infinito,sólo Dios está en todas partes, ¿cómo pueden lossantos por más que estén en el cielo, siendo seresfinitos como nosotros, atender a miles de personasque les oran todos a la vez?

C. Es que Dios, que es infinito y omnipresente, looye, y se lo comunica.

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R. En este caso resultaría que no oramos a Dios pormediación de los santos, sino a los santos por media-ción de Dios. ¿Cree usted que esto es lógico y razo-nable? ¿Por qué no ir directamente a Dios, que esquien oye primero nuestra súplica? Jesucristo mismonos recomienda orar a Dios Padre en su nombre,diciendo a sus discípulos: «En aquel día pediréis en minombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros,pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéisamado y habéis creído que yo salí de Dios»… «hasta ahoranada habéis pedido en mi nombre, pedid y recibiréis paraque vuestro gozo esté completo» (Juan 16:24-27).

La confesión auricular

La misma consideración puede hacerse en cuantoa la confesión auricular: Si Dios está en todas partesy puede oír nuestra oración, ¿por qué no dirigirnosdirectamente a Él cuando sentimos que hemos faltadoy tenemos remordimiento acerca de nuestros peca-dos?

C. Es para tener la satisfacción de oír al sacerdotedecir «Ego te absolvo» (que significa «yo te perdono»),y cumplir alguna penitencia, que nos es impuesta porel sacerdote, por nuestros pecados.

R. Pero la Sagrada Escritura está llena de declara-ciones de que solamente Dios puede perdonar lospecados; y cuando el mismo Jesucristo dijo al paralí-

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tico «Tus pecados te son perdonados», le acusaban de queestaba blasfemando porque sólo Dios tiene semejanteautoridad (Marcos 2:7) y Él no negó que fuese así,como lo entendían los judíos, pero afirmó por mediode un milagro su autoridad, como Dios hecho hombreque era.

C. Pero es que el sacerdote lo hace en nombre deDios, son representantes suyo.

R. Pero tengo que decirle que ésta no era la cos-tumbre de los cristianos primitivos. Puedo citarle tro-zos y sermones de grandes escritores de los primerossiglos, como San Basilio, San Juan Crisóstomo, SanAgustín y otros, en los cuales éstos declaran que es aDios solo, en secreto, sin ningún testigo humano, quehay que presentar nuestras confesiones. En las biogra-fías my detalladas, que tenemos, de grandes cristianosde los primeros siglos, no hallamos noticia alguna deque fueran a confesarse con un sacerdote. Si los cris-tianos primitivos hubiesen entendido las palabras deJesús «A los que les remitiéreis los pecados les serán remi-tidos», en la forma en que la Iglesia Católica dice, en-contraríamos ya en los Hechos de los Apóstoles, y entodas las historias posteriores de grandes cristianos,mención de esta práctica tan esencial en un mundo depecadores. Pero no es esto lo que hallamos, sino total-mente lo contrario. Cuando Pedro reprendió a Simónel Mago, diciéndole que estaba en «hiel de amargura yataduras de maldad», no le conminó a confesarse inme-

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diatamente de su pecado, ni con él, ni con Juan, ni conningún otro apóstol; sino que le dijo: «Ruega a Dios porsi quizá te será perdonado este mal pensamiento de tu cora-zón». Y así lo hallamos en toda la historia de los cris-tianos de los primeros siglos hasta los concilios de laEdad Media.

C. ¿Qué quiso, pues, significar Jesús cuando dijoa sus discípulos: «A quienes remitiereis los pecados,les serán remitidos, y a quienes los retuviereis, lesserán retenidos» (Juan 20:23)?

R. Evidentemente, se refería a la gran responsabi-lidad que pesaba sobre los discípulos como mensaje-ros del glorioso Evangelio, que proporciona el perdónde los pecados a los hombres que lo aceptan.

El ministro del Evangelio –y en particular el quese dedica a la obra misionera, como tenían que dedi-carse los apóstoles (versículo 21)–, tiene el privilegiode ofrecer el perdón de los pecados, o de retener a loshombres en sus pecados, según sea su diligencia endar a conocer las Buenas Nuevas de salvación. Si eldiscípulo de Cristo, al entrar en contacto con pecado-res necesitados de salvación, les habla de todo menosde la gloriosa posibilidad y seguridad que Dios lesofrece de perdonarles sus pecados si se arrepienten yaceptan a Cristo como Salvador, ¿no les retiene por sudescuido o negligencia en aquellos pecados de loscuales podrían ser librados? Si, en cambio, les anunciaa Cristo y la salvación. ¿No se convierte en el medio

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para que sus pecados sean remitidos? ¿No les da porsu mensaje el perdón?

C. ¿Por qué, pues, tenemos instituido en la Iglesiael mandato de confesarse con un sacerdote, y la cos-tumbre de recibir penitencias, así como la gracia di-vina de las indulgencias? ¿No son éstas un medio paraobtener el perdón de algunos pecados, mediante laaplicación de los méritos de las buenas obras prac-ticadas por el propio ofensor, o el traslado, en favorde los fieles que se hacen acreedores a ello, de lasbuenas obras que sobraron a la bendita Virgen y a lossantos?

R. No, de ningún modo.Por varios siglos, como le he dicho, no hallamos

que los cristianos se confesaran a los pies de un sacer-dote, pero cuando habían cometido un pecado muygrave, y público, que pudiera traer escándalo al buennombre de la doctrina cristiana, lo confesaban enpúblico, ante toda la asamblea; y entonces, el pastoru obispo les imponía una penitencia que consistíageneralmente en estar excluidos de participar de lacomunión durante un cierto período de tiempo, quea veces ascendía a muchos años: Tenían que salir dela asamblea cuando se celebraba la co-munión y enmuchos casos estar de rodillas a la puerta de afuera.Como esto era un castigo muy severo, se aplicabanindulgencias, o sea, acortamiento del período de ex-comunión, y de ahí vino la costumbre de las indulgen-

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cias: Los días de indulgencia significaban días dereducción de la penitencia impuesta por el propiopastor o presidente de la asamblea cristiana, a quienerróneamente empezaron a llamar sacerdote, puessacerdote, que significa «mediador entre Dios y loshombres», no hay más que uno, como hemos visto enel citado pasaje de 1ª Timoteo 2, y es lo que dicetambién el autor de la carta a los Hebreos, donde seexplica que Él es el único sacerdote y no hay otro,declarando: «Porque los otros sacerdotes llegaron a sermuchos debido a que la muerte les impedía continuar; maséste, por cuanto permanece para siempre, tiene unsacerdocio intransferible; por lo cual puede también salvarcompletamente a los que por medio de Él se acercan a Dios,viviendo siempre para interceder por ellos» (Hebreos 7:23-25).

C. ¿De modo que no significan los días de indul-gencia, días de acortamiento de la pena de purgatorioimpuesta por Dios a las almas que salen imperfectasde este mundo?

R. No. Es simplemente un invento fraguado en lossiglos supersticiosos de la Edad Media, del que no sehallan trazas en las enseñanzas de Cristo ni de susapóstoles, sino todo lo contrario: Jesús siempre conce-dió perdón absoluto y completo a los pecadores que aÉl acudieron arrepentidos, como usted puede compro-bar al leer el N.T. Y ésta es la principal razón por laque estuvo prohibida su lectura a los católicos durante

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muchos siglos, y hasta tiempos muy recientes, comolo descubrirá examinando los documentos y decretospapales a través de la Historia.

Lo primordial primero

La discusión con un católico-romano puede con-tinuarse bajo muchos otros temas, como los de lainfalibilidad de los papas, el pecado de la intolerancia,etc. Pero como se trata de errores que muchos cató-licos hoy día ya reconocen, apenas si vale la penadiscutir o presentar tales puntos, sino que basta conpresentarles claramente el asunto de la salvación com-pleta que tenemos en Cristo, por la fe y no por obras,ni por el hecho de pertenecer a una iglesia, bien seacatólica o protestante.

Como hay tantos puntos de contacto entre el cris-tianismo evangélico y el catolicismo, conviene hablarprimero de aquellos temas en los que estamos deacuerdo, mejor que entrar en controversia; sin embar-go si se trata de una persona a la que tenemos opor-tunidad de anunciar el Evangelio una sola vez, con-viene no dejar de hacerle saber que la persona que leha hablado es un cristiano evangélico, pues esto pue-de serle una guía, en tiempos futuros, para buscar elcamino de la salvación, informándose de alguna otrapersona evangélica, cuando la Palabra de Dios –queya empiezan a leer y estudiar los católicos– hable a sucorazón, mostrándole las grandes verdades del Evan-gelio en su primitiva pureza.

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V

CÓMO TRATAR ALOS QUE RECONOCEN

QUE DEBEN VOLVERSE A DIOSPERO PONEN EXCUSAS

Con frecuencia tropezamos con personas que hanescuchado el Evangelio por muchos años y están con-vencidos de que es la verdad y que algún día deberánreconciliarse con Dios, pero tratan de aplazar estemomento con toda clase de excusas. Algunos dicen:

O. No me siento con deseos de ser cristiano.

R. Hay personas que creen que antes de ser con-vertidos han de sentir alguna emoción especial, ungran peso por sus pecados, han leído, quizá de gran-des despertamientos en los cuales personas emocio-nales lloraban y hasta se desmayaban por el temor dela condenación y el deseo de ser salvos. A los talespuede leérseles Juan 3:20, 21: «Amados, si nuestro co-razón no nos reprocha algo, mayor que nuestro corazón esDios y Él conoce todas las cosas. Amados, si nuestro co-razón no nos reprocha tenemos confianza en Dios».

Y también Jeremías 17:9 y 10: «Engañoso es el co-razón más que todas las cosas y perverso. ¿Quién podrá

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conocerlo? Yo, Jehová, que escudriño el corazón y pruebolos riñones, para dar a cada uno según sus caminos, segúnel fruto de sus obras».

O. No me siento pecador como para ser condena-do. Que Dios condene a los grandes pecadores delmundo se comprende, pero no a una persona que nohace mal a nadie, sino todo el bien que puede. Estome hace dudar del infierno.

R. Explíquele que Dios no es injusto, y no va acondenar en bloque a la humanidad entera, sino quela Palabra de Dios enseña que cada persona va aser juzgada según sus obras, leyéndole Apocalipsis20:11 y 12: «Y vi un gran trono blanco y al queestaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierray el cielo, y no se encontró ningún lugar para ellos. Y via los muertos grandes y pequeños de pie delante deDios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto,el cual es el libro de la vida y fueron juzgados los muertospor las cosas que estaban escritas en los libros, según susobras».

«Y el mar entregó los muertos que había en él; y lamuerte y el hades entregaron los muertos que había en ellos;y fueron juzgados cada uno según sus obras».

El que sea usted una persona honorable puedetener el mérito de disminuir su grado de condenación,pero no va a librarle de ser condenado, pues la Palabrade Dios dice en Romanos 3:23: «Por cuanto todos peca-ron y están destituidos de la gloria de Dios»… «No hay

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justo ni aun uno; no hay quien entiende, no hay quienbusque a Dios».

¿Cree usted que es poca cosa el ser destituido dela gloria de Dios? Y éste es el veredicto que pesa sobretodos aquellos que no han buscado a Dios en estavida, por más que en muchos de los condenadosexistan atenuantes que van a librarles de una conde-nación terrible, pero no del ser destituidos de la gloriade Dios. Háblele aquí de los privilegios de los redi-midos por Cristo, leyéndole Efesios 1:3, 11-14: «Benditosea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nosbendijo con toda bendición espiritual en los lugares celes-tiales en Cristo… a fin de que seamos para alabanza de sugloria, nosotros los que ya antes esperábamos en Cristo. EnÉl también vosotros, habiendo oído la Palabra de Verdad,el Evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuis-teis sellados también en Él, con el Espíritu Santo de lapromesa, el cual es las arras de nuestra herencia con mirasa la redención de la posesión adquirida, para alabanza desu gloria».

Así como Apocalipsis 1:5 y 6: «Al que nos amó y nosliberó de nuestros pecados con su sangre e hizo de nosotrosun reino de sacerdotes para su Dios y Padre, a Él sea lagloria y el dominio por los siglos de los siglos».

Aun cuando usted sea tan bueno que no ocupesino un lugar muy lejano en la escala de condenados,esta sola condición es suficiente para que tenga quelamentar muy mucho los privilegios que hubiese te-nido aceptando a Jesucristo como su Salvador y Señor.Ahora note que sólo hay un medio para evitar el juicio

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de condenación y es el que Jesús declara en Juan 5:24:«De cierto, de cierto os digo: el que oye mi Palabra, y creeal que me envió tiene vida eterna y no vendrá a juicio decondenación sino que ha pasado de la muerte a la vida».

Para demostrarle la pecaminosidad efectiva detodo ser humano ante la Ley de Dios, cítele el textode Mateo 7:12: «Así que todo cuanto queráis que loshombres os hagan a vosotros, así hacedlo vosotros a ellos,porque esto es la ley y los profetas».

Fíjese que Jesús declara que ésta es la esencia dela ley divina, sin embargo podemos preguntarnos anosotros mismos: ¿Ha hecho usted siempre a susprójimos lo que desea que otros hagan con usted? Yono, porque mi corazón es egoísta y siento que nopuedo justificarme delante de Dios hasta el punto depoder pedirle que me clasifique entre los justos pormis propios méritos. No puedo decirle que he sido tanbueno durante toda mi vida que no necesito para nadala obra redentora de Jesucristo, para borrar mis peca-dos. ¿Puede hacerlo usted?

Por esto es que Jesús añadía a continuación: «En-trad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta yespacioso el camino que lleva a la perdición y son muchoslos que entran por ella, porque es estrecha la puerta yangosto el camino que lleva a la vida y son pocos los quela hallan».

¿Y cuál es esta puerta por la cual tenemos quepasar ineludiblemente para entrar en la vida eterna?Véalo en San Juan 10:7-9: «Volvió, pues, Jesús a decirles:De cierto, de cierto os digo, yo soy la puerta de las ovejas…

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el que entre por medio de mí, será salvo, entrará y saldráy hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, matary destruir; yo he venido para que tengan vida y para quela tengan en abundancia».

Y añade aún más: «yo soy el buen Pastor; el buenpastor da su vida por las ovejas.»

O. Seguro que me convertiré algún día, pero toda-vía no, porque soy joven y quiero disfrutar de la vida.

R. Pero Dios dice, en Eclesiastés 12:1: «Acuérdatede tu Creador en los días de tu juventud, antes que venganlos días malos y lleguen los años de los cuales digas no tengoen ellos contentamiento».

Expóngale el ejemplo del rico necio que dijo:«Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años,descansa, come, bebe, diviértete, pero Dios le dijo: Necio,esta noche vienen a pedir tu alma, y lo que has provisto,¿para quién será? Así es el que atesora para sí mismo y noes rico en Dios».

Enfatícese esta verdad con Gálatas 6:7 y 8: «No osengañéis, Dios no puede ser burlado, que todo lo que elhombre sembrare, esto también segará, porque el que siem-bra para su carne de la carne segará corrupción, mas el quesiembra para el espíritu del espíritu segará vida eterna».

O. Es un porcentaje muy pequeño el de las perso-nas que mueren de accidente o de muerte repentina, yDios sabe que tengo verdadero propósito de ser cris-

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tiano algún día, y la Sagrada Escritura dice que Dioses «lento para la ira y grande en misericordia».

R. Por parte de Dios sí, hay muchas demostracio-nes y pruebas de que Él es paciente, pero puede ocu-rrir que usted mismo cambie de actitud. En He-breos3:12 y 13 se demuestra que el esperar puede traerdureza de corazón: «Mirad, hermanos, que no haya enninguno de vosotros un corazón malo de incredulidad paraapartarse del Dios vivo, antes exhortaos los unos a los otroscada día, entretanto que dura este Hoy; para que ningunode vosotros se endurezca por el pecado».

Muéstresele que no siempre habrá oportunidadpara reconciliarse con Dios, leyendo Isaías 55:6, quedice: «Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadleen tanto que está cercano. Deje el impío su camino y elhombre inicuo sus pensamientos y vuélvase a Jehová, el cualtendrá compasión de él, y a nuestro Dios el cual será amplioen perdonar».

Nótese la razón para esta acción rápida por nues-tra parte, pues el profeta continúa diciendo: «Porquemis pensamientos no son como vuestros pensamientos nimis caminos como vuestros caminos, dice Jehová».

Esto queda ilustrado con la historia ya citada delrico necio, que no contaba conque los planes de Diospara con su vida eran diferentes de los suyos (véaseLucas 12:15-20), y es lo que afirma Santiago en elcapítulo 4:13-17 de su epístola: «Vamos ahora los quedecís, hoy y mañana iremos a tal ciudad y estaremos allíun año, y traficaremos y ganaremos, cuando no sabéis qué

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será el mañana porque ¿qué es vuestra vida?, un vapor queaparece por un poco de tiempo, que luego se desvanece, enlugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, y siviviéremos haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis envuestras fanfarronadas. Toda jactancia semejante es mala;el pecado está, pues, en aquel que sabe hacer lo bueno y nolo hace».

Y es lo que dice también Salomón en Proverbios29:1, donde leemos: «El hombre que reprendido endurecela cerviz, de repente será quebrantado y no habrá para élmedicina».

Jesucristo destaca también la responsabilidad deaquellos que han tenido oportunidad de escuchar suPalabra y han resistido las invitaciones de su gracia,diciendo: «Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado,no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa de supecado» (Juan 15:22.)

O. Algunos responderán: Quisiera ser cristiano,pero perjudicaría mi negocio.

R. Es cierto que en muchas partes del mundo aúnhoy perjudican mucho sus intereses materiales, y haynaciones en las que llegan a exponer su libertad los quese declaran cristianos y empiezan a poner primero ensus vidas las cosas de Dios, pero los negocios de estavida –y la misma libertad– no es lo más apreciable detodo, mientras que la salvación es eterna.

Enséñesele que es preciso que confíe en Dios,leyéndole 2º Crónicas 25:8, 9: «En Dios está la fortaleza

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para ayudar o para derribar; y AmasÍas dijo al varón deDios: ¿Qué, pues, se hará de 100 talentos que he dado alejército de Israel? y el varón de Dios respondió: De Jehováes darte mucho más que esto».

Así como Mateo 6:33, donde leemos: «Buscad pri-meramente el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosasos serán añadidas».

O. Es que mis familiares se me oponen.

R. Cítele Marcos 10:29, 30: «De cierto os digo que nohay ninguno que no haya dejado casas, o hermanos y her-manas, o padre, o madre, o hijos, o campos, por causa demí y por causa del Evangelio, que no reciba cien veces másahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres,hijos y campos, con persecuciones, y en ta era venidera, lavida eterna».

Y también Marcos 8:34-38: «Y llamando a la multi-tud, así como a sus discípulos, les dijo: Si alguien quierevenir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz ysígame, pues cualquiera que quisiere salvar su vida laperderá, pero cualquiera que haya de perder su vida porcausa de mí y del Evangelio la salvará.

»Porque, ¿qué provecho hay que una persona gane elmundo entero y que pierda su alma? ¿Pues qué puede darel hombre a cambio de su alma?

»Porque quienquiera que se avergüence de mí y de mispalabras, en medio de esta generación adúltera y pecadora,el Hijo del hombre también se avergonzaría de Él cuandovenga en la gloria de su Padre con los santos ángeles».

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VI

CÓMO TRATAR ALOS QUE REHÚSAN LA AYUDA DE

LAS IGLESIASPARA SER CRISTIANOS

Con mucha frecuencia los esfuerzos evangelís-ticos son interpretados por la gente como propósitosproselitistas para ganar adeptos hacia una iglesiadeterminada. Es posible que las personas se resis-tan a aceptar a Cristo escudándose en fallos cono-cidos o defectos de los miembros de las iglesias.En tal caso hay que hacer notar a los objetantesque la invitación del Evangelio es a reconciliarsecon Dios, no a que se hagan miembros de una congre-gación determinada, sino que esto vendrá, a su tiem-po, como un deseo natural del que es nacido delEspíritu.

Veamos un diálogo entre un objetante y unbuscador de almas para Cristo, en similares oca-siones:

O. Jesús no organizó ninguna iglesia ni denomi-nación, yo leo la Biblia y oro a Dios y no necesitónada más.

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R. Está muy bien que usted practique los mediosde gracia y tenga comunicación espiritual con Diospersonalmente, pero Jesús quiso que los cristianos sereúnan en su nombre. En Mateo 18:15 al 20, leemos:«Otra vez os digo que si dos de vosotros se ponen de acuerdoen la tierra, acerca de cualquier cosa que pidan, les seráhecho por mi Padre que está en los cielos. Porque dondeestán dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy enmedio de ellos».

O. Jesús no dijo que fuese necesario acudir a unaiglesia para poder ser salvo.

R. Jesús no dio reglas específicas acerca de laorganización de las Iglesias, pues sabía cuán granabuso se haría de sus instrucciones que serían inter-pretadas por muchos a su manera para ejercer auto-ridad y señorío sobre las heredades del Señor (1ªPedro 5:14). Véase como ejemplo lo que ocurrió conla comparación que hizo acerca del gran descubri-miento de Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo»y cómo fue interpretada la respuesta de Jesús paraestablecer el Papado. Teniendo en cuenta la existenciade un gran enemigo que haría un tremendo mal usode cualquiera de sus declaraciones, Jesús debía sermuy parco en sus palabras. Por eso se li-mitó a decir:«Donde dos o tres se reunieran en su nombre, allí estaríaÉl en medio de ellos». Pero, ciertamente, con esas brevespalabras puso su sello de autoridad al deber de reunir-se los creyentes para comunión y edificación, ya sea

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en grupos grandes o pequeños, para que en cualquiercircunstancia sus hijos pudieran dar cumplimiento aesta instrucción y deseo de su parte.

O. Hay tantas iglesias con el nombre de cris-tianas, que ¿quién es capaz de adivinar cuál es laverdadera?

R. Es por causa de lo muy difícil que resulta ar-monizar en un mundo de pecadores los dos principiosde libertad y unidad. Libertad, para las formas deexpresión del amor que la Obra redentora de Cristoha hecho brotar en los suyos, y unidad para el mejordisfrute de la comunión y edificación fraternal, a lavez que de testimonio para los que no creen.

Cristo conocía el problema de aquella malignainfluencia a la que denominó «las puertas del infierno»,o sea, Satanás, y sabía que él usaría la idea de unidad,que ciertamente es deseable cuando es practicada poramor, para ahogar durante siglos la idea de libertady multiplicidad que Cristo mismo sugirió al decir «doso tres». No dijo «dos o trescientos», con lo que habríanquedado limitadas y cortadas muchas iniciativas deadoración, alabanza y testimonio, que Él espera de sushijos.

O. Pero había sido una eficaz salvaguarda parala unidad que el mismo recomendó con gran énfasisen su oración pontifical de Juan 17, cuando dijo: «Masno ruego solamente por éstos, sino también por los

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que han de creer en Mí por medio de la palabra deellos, para que todos sean uno; como Tú, oh Padre, enMí, y yo en Ti, que también ellos sean uno en nosotros,para que el mundo crea que Tú me enviaste» (Juan17:20-21).

R. Tiene usted toda la razón, pero ¿por qué no hade haber la unidad del amor, en el Espíritu, a pesarde las diversas formas de interpretación de su volun-tad en los propósitos de adorarle y servirle? Vea elejemplo que Dios mismo nos ha dado en la Natura-leza. Hay mucha clases de plantas, aunque una solavida vegetal anima a todas, y lo mismo ocurre en lavida animal, ¡de cuántas maneras está expresada enla Naturaleza! ¿Por qué los que tienen la misma vidadel Espíritu, por una fe sincera en Jesucristo comoSalvador y Señor, no han de amarse unos a otros?

O. ¿Defiende usted, entonces, la idea de que puedoadorar a Dios en la Iglesia Católica Romana, o en laIglesia protestante oficial predominante en mi país,o en una congregación sectaria que promueve cual-quier clase de doctrina, por ejemplo, «los Unitarios,los Mormones, o los Testigos de Jehová»? Antes queesto prefiero quedarme en casa con mi Biblia y mihimnario y adorar a Dios de manera individual.

R. Pero si usted es un hijo de Dios, hablará de sufe a otras personas y no estará solo por mucho tiempo,porque «contagiará» su fe a otros. Es decir, la compar-

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tirá con otras personas, y pronto serán por lo menosdos o tres, o cinco o veinte o cien personas adorandoa Dios de la misma manera en la unidad del Espíritu.Pero esto no le da derecho a aborrecer a otros indivi-duos que aman y adoran a Dios de su propia manera,aunque usted considere que no lo hacen correctamente.

O. Hace pocos siglos que se aborrecían de talmanera que se mataban unos a otros los que no teníanuna fe cristiana idéntica, a pesar de todo lo que Cristodijo acerca del amor.

R. Es cierto, porque cegados por la ambición y porla idea de unidad autoritaria, no habían aprendido delejemplo que Dios nos da en la Naturaleza, y que elHijo de Dios encarnado enseñó a sus primeros discí-pulos en Marcos 9:38 y Lucas 9:49, cuando los docele denunciaron a un «sectario» que hacía milagros enel nombre de Jesús, pero no estaba unido al grupoapostólico. «No se lo impidáis», dijo; no dijo «seguidle».«Este fallo en el amor y la tolerancia fue el principal triunfode Satanás en el pasado y debemos evitarlo a toda costa; perono nos dejemos llevar hoy por el sentido opuesto en esta horade apostasía del tiempo del fin, sepamos seguir la verdad enamor» (Efesios 4:15).

O. Ahora lo entiendo: usted ha dicho que no bastaadorar con otros que no comprenden el evangelioexactamente como yo lo comprendo, sino que he detestificar de mi propia fe a los que no creen; a la vez

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que puedo aprovecharme de lo que haya de bueno enla fe de otros.

R. Exactamente, puede hacerlo ocasionalmente,procurando dar testimonio de sus convicciones par-ticulares hasta donde no sea motivo de división oescándalo. Practique los principios éticos de Romanos14, y procure hasta donde le sea posible rendir cultoa Dios con los que sienten y piensan como usted, conlos cuales pueda tener una comunión espiritual com-pleta. Es éste su privilegio y deber.

O. Tiene usted razón en cuanto a esta idea detolerancia y amor. Pero es que hoy día hay tantasiglesias que explican el evangelio de un modo tandiferente, que es may difícil saber dónde está la ver-dad y a qué iglesia debe uno pertenecer.

R. En cuanto a esto, le diré que hay dos puntos dereferencia que nos dan luz sobre este tema.

1. El ejemplo de los grupos cristianos que organi-zaron los apóstoles.

2. El propio instinto espiritual, si es usted un hijode Dios, nacido de nuevo.

La Palabra de Dios, tanto en los evangelios comoen las epístolas, declara la necesidad que tienen loscristianos de juntarse para testimonio, edificaciónmutua, adoración y alabanza. El autor de la carta a

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los Hebreos, dice: «No dejando de congregarnos,como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; ytanto más cuando oís que aquel día se acerca» (Hebreos10:25).

Cuando usted se junta con un grupo de cristianos,da testimonio a otras personas de la fe que ustedprofesa. «Me seréis testigos», dijo el Señor. El asistir aun lugar donde se predica el Evangelio es hacersetestigo en favor de la enseñanza que allí se expone.Quizá usted no puede hablar, pero con su asistenciada un testimonio personal de que es digno de créditolo que expone el predicador, u otros participantes, enaquella reunión. Esto no le exime del deber de dartestimonio usted mismo particularmente, pero, cierta-mente, es mucho más fácil este testimonio colectivoque el testimonio personal.

Si usted es de Cristo, si le ha confiado su vida parala eternidad, ha de darle un tributo, una ofrenda de sutiempo, asistiendo a un lugar donde se predique elEvangelio puro y predicándolo usted mismo.

Por otra parte, usted tiene necesidad de edificar supropia fe en la adoración y edificación en grupo. Enel Salmo 133 leemos: «Mirad cuán bueno y cuán deliciosoes habitar los hermanos juntos en armonía…», y terminael salmo diciendo: «Porque allí envía Jehová bendición yvida eterna».

Usted tiene necesidad de alabar a Dios en la con-gregación de los santos: «Anunciaré tu nombre a mishermanos, en medio de la congregación te alabaré» (Salmo22:22).

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Aunque éste es un salmo mesiánico, y quien estáhablando es el Mesías Redentor, tiene una aplicacióninmediata y muy directa a todos los hijos de Dios. Eraun propósito que expresaba el propio salmista encuanto a sí mismo, aunque tenía un alto significadoprofético.

«He proclamado tu justicia en la gran congregación»,leemos en el Salmo 49:9.

«Exáltenlo en la congregación del pueblo», dice elSalmo 107:32.

«Alabaré a Jehová con todo el corazón, en la compañíade los rectos, en la asamblea» (Salmo 11:1).

«Cantad a Jehová un cántico nuevo, su alabanza resue-ne en la congregación de los santos» (Salmo 149:1).

Ciertamente hay un gozo y una bendición especialen alabar a Dios con un grupo de personas. Aun oírlodesde lejos, produce una emoción en el corazón delcreyente, ¡cuánto más juntarse y tomar parte en laadoración a Dios!

Por esto leemos también en Efesios 5:19, 20: «Sedllenos del Espíritu, hablando entre vosotros en salmos,himnos y cánticos espirituales, cantando y salmodiando alSeñor en vuestros corazones» (Efesios 5:19).

O. Pero es que hay muchos hipócritas entre los quese juntan para alabar a Dios, aun en las congregacio-nes más sanas en doctrina.

R. A tal objección responde de un modo completoel capítulo 14 de Romanos, donde el apóstol está

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hablando de diversas opiniones que pueden existirentre el pueblo de Dios, y termina diciendo: «Pero tú,¿por qué juzgas a tu hermano? o ¿tú también por qué me-nosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos anteel tribunal de Cristo. Porque está escrito: Vivo yo, dice elSeñor, que ante Mí se doblará toda rodilla y toda lenguaconfesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros daráa Dios cuenta de sí. Así que ya no nos juzguemos más losunos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo uocasión de caer al hermano» (Romanos 14:10-13).

Y un poco más adelante, leemos en el versículo 19:«Así que sigamos lo que contribuye a tu paz y a la mutuaedificación».

En este pasaje, el apóstol inspirado por el Señor,nos indica claramente nuestro deber, corroborandoaquella significativa frase que Jesús dijo a Pedro: «¿Yéste qué? ¿Qué te va a ti? Sígueme tú» (Juan 21:22).

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VII

CÓMO DISCUTIRCON LOS TESTlGOS DE JEHOVÁ

Aunque no tan frecuentemente como católico-ro-manos, es posible encontrar en el trabajo evange-lístico adeptos de esta secta, que se ha extendidoextraordinariamente en estos últimos años debido asu carácter negativo en contra de los dogmas másdifíciles del Cristianismo, su oposición política a todoslos gobiernos de la tierra, y su intensa laborproselitista, de casa en casa, que impone a todos susadeptos.

Al igual que a los católicos, hay que tratar a estaspersonas con amor y tolerancia; no dándoles la ven-taja de ser más corteses que nosotros, como algunasveces ocurre. Es cierto que suelen ser muy importunosy pegadizos a quienes les da oído, pero se puedemostrar la firmeza de la propia fe, sin ser descortéscon el que tiene una opinión diferente. Debemos teneren cuenta que los «Testigos de Jehová», son, por logeneral, antiguos católicos que encontraron en elRussellismo una salida de sus dudas acerca de lareligión en que fueron educados, y recibieron estadoctrina como un gran descubrimiento de las Sagra-das Escrituras; con el mismo entusiasmo con quenuestros antepasados de hace un siglo recibieron la fe

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cristiana evangélica. Es, pues, necesario respetar suentusiasmo y fervor. Además, es digno de tener encuenta que muchos de ellos han pasado de la ferusellista a la fe cristiana evangélica, con relativa faci-lidad, cuando han encontrado algún creyente evangé-lico capacitado para mostrarles los errores de su secta.

T. Lo más probable es que el rusellista le diga,cuando usted le declare ser cristiano evangélico: «Esmuy bueno que usted sea evangélico y le gusteestudiar la Biblia, precisamente nosotros somos es-tudiantes de la Biblia».

Dígale pronto, antes de que ellos puedan sacar aluz los errores de su secta, que usted ha encontradoen la Biblia la mejor y más grande noticia: que Jesu-cristo es un Salvador completo y perfecto para lospecadores que le aceptan y confían en Él de todocorazón.

Probablemente les oirá decir: «Sí, Jesús vino departe de Dios para enseñar a los hombres a vivirsegún la Ley de Jehová; pero la fe en Él debe iracompañada de obediencia a la Palabra de Jehová».

La no Deidad de Cristo y la Trinidad

O bien le dirán: «Está bien que confíen en Jesúscomo el Redentor que murió por nuestros pecados,pero no digan ustedes que Jesús era Dios eterno,sino un enviado de Dios, la primera criatura del Dioseterno».

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Si usted le hace preguntas bien atinadas acerca dequién era esta criatura que vino de parte de Dios, ysu interlocutor es un «Testigo» bien instruido en ladoctrina de su secta, le dirá que «Jesús era el arcángelMiguel», y que «la Biblia no enseña que haya tresdioses: El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, sino unsolo Dios.

Posiblemente citará Deuteronomio 6:4.

R. A este alegato puede usted responder que ladoctrina de la Trinidad se halla en la Biblia desde elprimer capítulo, leyéndole el plural que aparece enGénesis 1:26: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre anuestra imagen conforme a nuestra semejanza».

Y en Génesis 11:7: «Ahora pues, descendamos y con-fundamos allí su lengua para que ninguno entienda el hablade su compañero».

Si su interlocutor conoce el hebreo, o fuera deorigen judío, es un buen argumento recordarle que lapalabra «Elohim» es un plural de «Él» (Dios), y porlo tanto el texto de Deuteronomio 6:4 es literalmente:«Oye, Israel, Jehová nuestros dioses, Jehová uno es». Pa-rece un contrasentido, ¿verdad?, pero ¿de qué otramanera podía Dios hacer evidente el profundo peroinnegable misterio de la divinidad trinitaria tantasveces revelado en otros lugares de la Sagrada Escri-tura y al mismo tiempo la unidad de Dios en suconstitución trinitaria? Léale las declaraciones deJesús en Juan 10:30: «Yo y el Padre una cosa somos»,y Juan 17:21: «Para que todos sean uno, como Tú, oh

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Padre en Mí y yo en Ti, que también ellos sean uno ennosotros».

Y lo que dice en Colosenses 1:15-17: «El cual es laimagen del Dios invisible, el primogénito (o heredero) detoda la creación; porque por Él fueron creadas todas lascosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra,las visibles y las invisibles; sean tronos, sean dominios, seanprincipados, sean potestades; todo fue creado por medio deÉl y para Él. Y Él es antes de todas las cosa, y todas lascosas tienen consistencia en Él».

Y según leemos en Apocalipsis 21:5-7: «Y el queestaba sentado en el Trono dijo: He aquí yo hago nuevastodas las cosas; y me dijo: escribe. Porque estas palabras sonfieles y verdaderas; y me dijo: Hecho está yo soy el Alphay la Omega, el principio y el fin. Al que tenga sed yo le darégratuitamente de la fuente del agua de la vida. El que venzaheredará todas las cosas y yo seré su Dios y él será mi hijo».

¿Quién es el que dice esto, sino aquel mismo dequien Juan declara al principio de su Evangelio: «Enel principio era el Verbo y el Verbo estaba con Dios y elVerbo era Dios»? Como aclara el versívulo 18 del mis-mo capítulo: «A Dios nadie le ha visto jamás, el UnigénitoHijo que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer».

Todos estos textos demuestran que Jesucristo esDios eterno, juntamente con el Padre y que este serinvisible se ha desdoblado y hecho visible en la per-sona del Verbo, Jesucristo.

Es un invento muy atrevido, para no decir blas-femo, del fundador de la secta Rusellista, decir queJesucristo es, simplemente, un ángel creado, el ángelMiguel.

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Si Jesucristo no era Dios, queda muy disminuidoel valor de su obra redentora.

Use, para ilustrarlo, el ejemplo del juez que pagóla multa de cierto acusado a quien quería perdonarcon justicia. ¿Qué le parece si el juez en vez de pagarél mismo la multa hubiese obligado a pagarla a algunode los presentes en la sala de juicio? ¿Habría sidojusto? Y por otra parte, ¿habría podido levantar en elcorazón del beneficiado el mismo amor y gratitud,como el hecho de ver al propio juez sacrificándosepersonalmente a su favor?

Escriba el texto de Juan 3:16 en la misma formapersonal que aparece en la página 112, poniendo elnombre de su amigo y sustituyendo el nombre de«Hijo Unigénito» por el de: arcángel Miguel, y hagalas consideraciones pertinentes.

La abstención de sangre

T. Probablemente le hará leer Levítico 17:10-13,que dice: «Si cualquier varón de la casa de Israel o delos extranjeros que moran entre ellos, come algunasangre, yo pondré mi rostro contra la persona quecoma sangre, y la cortaré de entre su pueblo. Porquela vida de la carne en la sangre está, y yo se la he dadopara hacer expiación sobre el altar por vuestras al-mas; y la misma sangre hará expiación de la persona.Por tanto he dicho a los hijos de Israel, nin-gunapersona de vosotros comerá sangre, ni el extranjeroque viva entre vosotros comerá sangre y cualquier

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varón de los hijos de Israel o de los extranjeros quemoran entre ellos, que cace animal o ave que sea decomer, derramará su sangre y la cubrirá con tierra».

R. Hágale notar que el texto bíblico no dice que lasangre sea el alma de las personas, sino solamente suvida. Es cierto que si a una persona se le quita lasangre se le quita la vida; pero lo mismo ocurre si sele produce una herida en una parte vital, como elcerebro, aunque no llegue a derramársele sino unaparte pequeñísima de su sangre, y quede casi toda ellaen el cuerpo.

T. Pero usted no podrá negar –le dirá el «Testigo»–que la misma palabra «nephesh», que significa san-gre, se emplea también en muchos lugares del AntiguoTestamento para designar lo que ustedes llamanalma.

R. A esto puede usted responder que es cierto,porque los hebreos tenían un vocabulario muy limi-tado, pero también es innegable que la misma palabra«nephesh» se emplea para decir «yo mismo», o «él mis-mo». Por ejemplo, en 1º Samuel 18:1-23, Isaías 42:2,Salmos 3:3 y 7:3. En otros lugares la palabra «nephesh»es usada con referencia a los sentimientos morales yespirituales de la persona, de modo que no podría deningún modo aplicarse a estos pocos litros de hemo-globina que llamamos sangre. Según el Antiguo Tes-tamento la «nephesh humana tiende al mal» (véase

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Deuteronomio 18:6 y 1º Samuel 3:20), en los piadosos«aspira a Dios» (Salmos 42:2, 63:2, 103 y 104:5). Asimis-mo leemos que la «nephesh descansa en Dios», en Sal-mos 62:2 y 63:9. Aplicaciones que de ningún modopueden hacerse a la sangre, considerada como líquidovital del cuerpo. Sería absurdo decir que la sangre deun hombre o de un animal tiende al mal o aspira aDios, si no es un sentido metafórico, tal como nosotrostambién usamos la palabra alma para significar per-sona al decir que en Nueva York viven siete millonesde almas, o cuando declaramos ante una mala noticia:«Me has clavado un puñal en el alma». Todos entende-mos que tanto la palabra puñal como la palabra almason términos figurados y que de ningún modo debe-mos materializar. En consecuencia, no es extraño quela palabra hebrea «nephesh» sea usada en varios sen-tidos, a veces como sangre, otras como aliento vital,y otras veces como elemento espiritual.

En el Nuevo Testamento la palabra «psique» equi-vale a la palabra hebrea «nephesh», y también se usaen un sentido figurado en textos como Hebreos 4:12donde leemos: «La Palabra de Dios es viva y eficaz y máspenetrante que una espada de dos filos y que alcanza hastapartir el alma y el espíritu y las coyunturas y tuétanos, ydiscierne los pensamientos y las intenciones del corazón».Y aún en el A.T. leemos, por ejemplo, en el Salmo129:8, que «el impío cuando despierta, su “nephesh” estávacía». ¿De qué puede estar vacía el alma si se tratarasimplemente de sangre física? O cuando leemos en losSalmos 42:2 y 63:1: «Mi “nephesh” tiene sed de Dios, del

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Dios vivo». ¿Puede la sangre tener sed, o sea, ardientedeseo, de algo? Pero el alma, en el sentido de serespiritual, sí que puede tener este vivo deseo de co-nocer a Dios y estar en comunión con Él.

T. Le dirán los «Testigos»: Si la sangre no es elalma, ¿por qué prohibiría Dios a los judíos comerla?

R. Se comprende claramente que lo hizo parainspirarles horror y repugnancia a los crímenes desangre. En aquellos tiempos primitivos no existíanarmas de fuego que matan sin derramar mucha san-gre, ni apenas eran conocidos los venenos mortales.Las peleas y luchas con gran derramamiento de san-gre, era la causa más común de los asesinatos. Esta esla primera razón por la cual era necesario crear unrespeto reverente a la sangre.

En segundo lugar, Dios tenía el propósito de en-señar a los hombres la doctrina de la redención porlos sufrimientos del Mesías, hijo de Dios hecho hom-bre, y les ordenó todos aquellos sacrificios que encon-tramos en los libros de Éxodo y Levítico, mediante loscuales se ilustraba de un modo gráfico el sacrificio deCristo en favor de los pecadores. Gracias a la educa-ción que los israelitas tenían acerca del valor expiato-rio de las víctimas ofrecidas sobre el altar, pudo Juanel Bautista decir acerca de Jesús: «He aquí el Cordero deDios que quita el pecado del mundo», y la doctrina de laredención por la muerte de Cristo pudo ser fácilmentecomprendida, primero por los judíos y más tarde por

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los gentiles que también tenían esta tradición proce-dente de la revelación de Dios en el Edén, la cual seextendió por todo el mundo, pero atrozmente tergi-versada por los sacerdotes de religiones paganas ins-pirados por Satanás (1ª Corintios 10:19-22), que llega-ron a prescribir sacrificios humanos.

Pero esta orden de Dios a los hebreos de no co-mersangre, no justifica de modo alguno el condenar amorir a una persona que necesita una transfusión. Enaquellos tiempos no se sabían hacer transfusiones. Nopuede ser la voluntad de Dios dejar morir a personascuya vida podría salvarse, sino todo lo contrario. Heaquí el resultado de materializar las cosas espirituales.

Todos entendemos que cuando leemos en la Bi-blia: «La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado»se refiere a los méritos de su sacrificio, y no a la sangreliteralmente derramada en la cruz, que no puede, enmodo alguno, llegar literalmente a todos los hombres.

La supervivencia del alma

Es notorio que los Testigos niegan, en contra de laopinión y enseñanza de toda la cristiandad por espa-cio de veinte siglos, la supervivencia del alma despuésde la muerte. Dicen que no tenemos un alma espiri-tual, sino que el alma es simplemente la vida, basán-dose en que la palabra «nephesh» tiene, como hemosvisto, varios significados.

Con respecto a esta doctrina es clarísima la adver-tencia que hace Jesucristo en Lucas 12:4: «No te-máis

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a los que matan el cuerpo y después nada más pueden hacer,temed a Aquel que después de haber quitado la vida, tieneautoridad para echar en la Gehenna, sí, os digo, a éstetemed».

Haga notar aquí la distinción que hace Jesús de lostres conceptos que ellos confunden: «cuerpo», «vida»y «alma». El alma no es la vida, sino algo totalmentedistinto, que sobrevive al cuerpo cuando a éste le esquitada la vida. Haga constar que Jesús poseía, no sóloun vocabulario de palabras más extenso que los an-tiguos hebreos, sino que tenía un conocimiento bienclaro de las cosas espirituales.

Hágale observar que aun en el A.T., el mismo DiosJehová inspiró a los profetas hebreos para que decla-raran esta distinción. Léale Eclesiastés 12:7: «Y el polvovuelve a la tierra de donde procede y el espíritu vuelva aDios que lo dio».

Y otros pasajes de los salmos, como el de Salmos90:10, que dice: «Los días de nuestra edad son setenta uochenta años… porque somos cortado presto y “volamos”no dice “dormimos” o nos “pudrimos en el cementerio”».

T. Si le replican con el texto de Eclesiastés 9:5:«Porque los vivos saben que han de morir, pero losmuertos nada saben, ni tienen más paga porque sumemoria es puesta en olvido», invítele a leer un pocomás adelante en el mismo capítulo, hasta el versículo6 donde dice: «También su amor y su odio, y su envidiafenecieron ya y nunca más tendrán parte en lo que se hacedebajo del sol».

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Fíjese que dice «debajo del sol» pero el cielo de Diosno está debajo del sol, sino mucho más lejos. ¿Nocomprende –puede continuar usted diciendo– que elpasaje significa que los muertos no intervienen en losasuntos de la tierra, pero sí pueden intervenir en lascosas del cielo?

Léale también Filipenses 1:23: «Para mí el vivir esCristo y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carneresulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces quéescoger, porque de ambos lados me siento apremiado, tenien-do deseos de partir y estar con Cristo lo cual es muchísimomejor».

T. Si le dicen: «Pero entonces, ¿por qué dice sanPablo en 1ª Corintios 15:54-57 que la resurrección esla victoria sobre la muerte y Jesús hace tanto énfasisen que a los que creen Él los resucitará en el díapostrero y no irán a condenación?» (Juan 5:13-29).

R. Porque en la resurrección el alma ha de recibirun nuevo cuerpo, mucho más glorioso que el cuerpocarnal que ahora poseemos. Recuerde que el mismoapóstol Pablo decía, en 2ª Corintios 5:4, que no quisieraser desnudado, sino sobrevestido con el nuevo cuerpo;sin embargo, en el mismo pasaje afirma: «En tanto queestamos en el cuerpo peregrinamos ausentes del Señor», yen el versículo 1 del mismo capítulo afirma que «Si elcuerpo se deshace tenemos una nueva casa hecha no demanos, eterna era los cielos». Fíjese que habla en presente«tenemos», no en futuro. No dice «tendremos».

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Para hacer claros estos textos puede proceder delmismo modo que hemos indicado en la página 112acerca del gran texto Juan 3:16, escribiendo su propionombre o el nombre de la persona con quien estáhablando en el lugar de las palabras «mí»; y en 2Corintios 5:8, sustituya la palabra «presentes al Se-ñor», por «desde el cementerio». Es evidente que nopodemos tratar de ser agradables a Cristo cuandoestemos en el cementerio, si no existe un alma inmor-tal que vive en su presencia.

T. Seguramente le responderá su amigo que, ambospasajes se refieren al dia de Cristo.

R. Fácilmente puede usted demostrarle que talsuposición es un subterfugio, ya que el texto literaltiene en ambos lugares un sentido inmediato.

Léale Apocalipsis 14:13 y haga énfasis en la frase«De aquí en adelante.» ¿Por qué diría «de aquí en ade-lante», si después de la redención obrada por Jesucris-to la suerte de los fallecidos fuera, según la teoríarusellista, esperar en el sepulcro, en estado incons-ciente, el día de la resurrección?

Pero ni para los judíos, creyentes en la resurrec-ción, ni para los cristianos es así, pues ellos lo llama-ban «ser reunido con los padres», y no hay reuniónentre huesos desparramados en diversos sepulcros.Lo que ellos creían era la existencia de un lugar lla-mado «hades» donde los espíritus esperaban el día dela resurrección de los cuerpos (véase Lucas 16:19-31).

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La evangelización de los «Testigos de Jehová» esuna tarea difícil por lo muy aferrados que se hallana las doctrinas de sus jefes de Brooklyn, hasta el puntode negarse a leer otros libros que no sean de ellos, oescuchar argumentos de palabra, empeñándose enhablar ellos constantemente.

Por eso lo más probable es que si usted se muestrafirme en su fe evangélica, ellos dejarán de visitarle,pues tal es la orden que han recibido de sus jefes. Sólovisitan, con una pertinacia tenaz, a las personas quese muestran dudosas e ignorantes de las SagradasEscrituras. Quizá sea usted, en tal caso, quien tengaque visitarles a ellos. En previsión de tal circunstanciasería bueno que usted les preguntara, en sus primerasvisitas, su dirección particular, pues cuando hayanobservado la firmeza de su convicción evangélica, nole darán su dirección, ni su número de teléfono, antesrehuirán todo contacto.

Su fanatismo es muy superior al de la inmensamayoría de los católicos de nombre, pero también esmayor su interés en temas espirituales.

Por eso podemos asegurarle que si usted está fir-me en su fe evangélica, no es en vano el trabajo conellos. Existen en España nuevos grupos evangélicosformados por ex-Testigos de Jehová, que fuerondespertados de su apatía espiritual como católicosnominales por la intensa propaganda que llevan acabo estos sectarios, pero acabaron reconociendo laverdad de la doctrina evangélica, según es expuestaen la Biblia, y particularmente en el N.T., renunciando

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a las teorías artificiosamente formuladas por los jefesde la secta, y actualmente son fervorosos cristianosevangélicos. ¡No se desanime, pues, en trabajar paraellos, si usted conoce bien la Biblia y está firme en sufe. De no ser así evítelos, pues son muy insistentes ytenaces, y le harían perder mucho de su tiempo!

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VIII

CÓMO TRATARCON LOS ESPIRITISTAS,

Y LOS PARTIDARIOSDE RELIGIONES ORIENTALES

En las labores de evangelización es bastante fre-cuente encontrar a personas amantes de novedadesque probablemente recibieron en su infancia unaeducación religiosa católica o protestante; pero nohabiendo llegado a poner una fe viva en Jesucristo,han dado oído a quienes tratan de investigar sobre lavida futura en fenómenos psíquicos, prohibidos en lasSagradas Escrituras, y creen haber descubierto enreligiones esotéricas, de países occidentales, el secretode la verdad.

Hemos de convenir con el amigo espiritista uorientalista, a quien tratamos de dar el mensaje delEvangelio, que los fenómenos parapsíquicos parecenser una realidad innegable, ya que su estudio hapasado de los grupos de entusiastas de una religiónque estuvo de moda en el siglo pasado, el espiritismode Allan Kardec, a las universidades de los principalesciudades de América y Europa, incluso de Rusia.

La telepatía, la premonición, la videncia, el fenó-meno llamado «desdoblamiento», o los estados de

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trance, la capacidad que tienen ciertas personas pararecibir mensajes a distancia, la llamada mediumidad,son todos los campos que la parapsicología está estu-diando a fondo. Pero el gran problema es que estasexperiencias no son comprobables a voluntad, comolos experimentos físicos, que obedecen en todo mo-mento a leyes fijas establecidas por el Creador; porconsiguiente, sus resultados son diversos y muchasveces contradictorios. Ello hace sospechar que puedeser cierto –y los cristianos creemos que lo es– queintervienen en su realización agentes libres que pue-den o no responder según se les antoje.

Es bien notorio que los fenómenos parapsíquicosson tan antiguos como la humanidad, por lo menosdesde que los hombres aprendieron a fijar sus ideaspor escrito; sin embargo, no han dado los resultadossatisfactorios que sería de desear, y ello es la principalprueba de que no proceden de Dios. De haber sido lavoluntad de Dios revelarse al mundo por semejantemedio, tendríamos una revelación progresiva y uni-forme, como la tenemos en la Biblia. De ser espíritusangélicos, obedientes a Dios, los que se manifiestan enlas reuniones espiritistas, tendríamos una doctrinaigual y consecuente en todos los casos, y a través detodos los experimentos realizados en cualquier pue-blo. Pero no es así, sino totalmente al revés. Por estoes que, desde tiempos antiguos, Dios prohibió –porboca de Moisés– al pueblo de Israel, que hiciera usode tales procedimientos, diciéndoles: «Cuando entresen la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer

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según las abominaciones de aquellas naciones. No sea ha-llado en ti quien haga pasar su hijo o su hija por el fuegoni quien practique abominación, ni agorero, ni sortilegios,ni hechicero ni encantador, ni adivino ni mago, ni quienconsulte a los muertos. Porque es abominación para conJehová cualquiera que hace estas cosas, y, por estas abomi-naciones, Jehová tu Dios echa estas naciones de delante deti. Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. Porque estasnaciones que vas a heredar, a agoreros y adivinos oyen, masa ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios. Profeta de enmedio de ti, de tus hermanos, como yo te levantará Jehovátu Dios y a Él oiréis» (Deuteronomio 18:9-15).

Cuando Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado,vivió como hombre entre los hombres, ratificó estasadvertencias ordenando a los espíritus que habíantomado posesión de cuerpos humanos que se callaseny abandonasen su presa, aun cuando dieran a veces untestimonio favorable a su Persona, como hallamos enel evangelio de Lucas: «Había en la sinagoga un hombreposeído de un demonio, quien gritó con voz muy fuerte:¡Ah!, ¿qué tenemos que ver contigo, Jesús nazareno? ¿Hasvenido a destruirnos? ¡Ya sé quién eres tú, el santo de Dios!

»Jesús entonces le increpó diciendo: Cállate y sal de él,y el demonio arrojándole en medio salió de él sin hacerleningún daño.

»Todos quedaron sobrecogidos de estupor y se decíanunos a otros: ¿Qué manera de hablar es ésta, que mandacon autoridad y poder a los espíritus inmundos y satán?Y su fama se extendía por todos los lugares de los contor-nos» (Lucas 4:33-36).1

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Tanto experiencias fidedignas de nuestros tiem-pos, como la Sagrada Escritura, nos confirman que losfenómenos parapsíquicos son reales, pero no son dig-nos de confianza por la razón de que proceden de unapoblación espiritual invisible, no sujeta a la voluntadde Dios, sino todo lo contrario. El apóstol San Pabloadvierte a los cristianos de Éfeso:

«No tenemos lucha contra carne y sangre, sino contraprincipados, contra potestades contra los dominadores deeste mundo de tinieblas, contra malicias espirituales en losaires.2 (Efesios 6:12).

Afortunadamente estos espíritus no pueden ma-nifestarse según su propio capricho, porque aun cuan-do no son obedientes a Dios están sujetos a su poder,y solamente pueden hacerlo con quienes buscan talesrevelaciones, y las personas que mantienen una realcomunión de espíritu y propósito con el Dios todopo-deroso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, se hallanprotegidos de un modo especial, de forma que mu-chos magos y adivinos se han visto impotentes yprivados de sus dones parapsíquicos ante la presenciade algún cristiano verdadero.

P. El espiritista o teósofo os dirá: «Nosotros no nosdirigimos al demonio pidiéndole fenómenos psíqui-cos, sino a Dios, el PADRE eterno, rogándole que nosenvíe buenos espíritus que nos guíen e instruyan, ycreemos que Él lo hace, muchas veces, por los buenosmensajes que nos son dados de amor y caridad, através de las médiums, parlantes o escribientes, o con

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más trabajo y lentitud, mediante la tabla del OuijaBoard (tablero parlante alfabético), que responde anuestras preguntas».

R. A esto podemos responder que Jesús no admitíamensajes, buenos ni malos, de tal procedencia, sinoque ordenaba a los espíritus callar. ¿Por qué razón?Porque Él sabía muy bien lo que más tarde explica elapóstol Pablo en el pasaje a los efesios, que tales es-píritus son seres rebeldes a Dios, y cualquiera que seael testimonio que den, no debemos fiarnos de ellos,«porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz» (2ªCorintios 11:14).

La experiencia confirma tales declaraciones de laSagrada Escritura, pues unas veces las revelacionesparapsíquicas asumen tonos de gran moralidad y enotras ocasiones son totalmente al revés. Esto es lo queconfiesa el propio Allan Kardec, padre del Espiritismomoderno, cuando afirma: «Espíritus malos y burlonesprocuran engañar a los que tratan de po-nerse encomunicación con ellos, para divertirse»,3 y esto lodice, no en uno, sino en muchos lugares de sus obras.Incluso afirma que tales espíritus se complacen en«inducir a los hombres al mal con su consejospérfidos»,4 y que «un médium de altas cualidadesmorales puede transmitir enseñanzas falsas y grose-ras».5

Sería ciertamente admirable si desde este mundopudiéramos establecer comunicación con nuestrosdeudos fallecidos; pero, ¿es posible?

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P. El amigo espiritista os dirá que «sí», y contaráde muchas comunicaciones recibidas del más allá porprocedimientos parapsíquicos en los cuales fueroncontestadas acertadamente preguntas; de cosas quesolamente las conocía el fallecido.

R. A esto responded con una sola pregunta: ¿Sabíala respuesta la persona que hacía la pregunta?

P. Claro que la sabía –os dirán–, pues ella fuequien acreditó la veracidad de la respuesta. Peronadie más que el difunto y ella. ¿No es esto pruebasuficiente de que era el alma del muerto la que habla-ba por medio de la sonámbula?

R. No, no lo es; pues uno de los fenómenos para-psíquicos mejor conocidos es la adivinación del pen-samiento. Un sonámbulo, y aun ciertos adivinos enestado de vigilia, tienen la facultad de adivinar elpensamiento de las personas. Naturalmente, haymucho engaño posible en este arte, pero se han dadocasos totalmente verídicos de esta misteriosa facultad,sin ninguna invocación a personas fallecidas. Si el quehacía la pregunta conocía la respuesta, no hay dudaalguna de que tuvo lugar un fenómeno de telepatíao videncia con la mente de la persona viva, sin inter-vención alguna del espíritu del fallecido.

En cambio, no se ha logrado jamás la revelaciónde un secreto conocido únicamente por la personafallecida. Puedo citarle muchos casos de experimentos

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hechos a este respecto que han resultado siemprefallidos.

El gran psicólogo norteamericano William Jamestuvo siempre un gran interés en los fenómenos delEspiritismo. Los estudió durante varios años sin po-der convencerse de si procedían o no de espíritusdesencarnados. Determinó, pues, hacer una pruebadefinitiva. Unos meses antes de su muerte escribió undocumento que entregó sellado a un comité de hom-bres de ciencia diciéndoles que después de su muerteharía toda clase de esfuerzos para comunicar el con-tenido de dicho documento a un buen número demédiums, con objeto de que éstos transcribieran lacomunicación al referido Comité.

William James murió el 27 de agosto de 1910 ypoco después varios médiums de diversas partes delmundo dijeron haber recibido mensajes de él. Se re-cibieron cientos de documentos que decían ser igualesal documento sellado que obraba en poder del Comi-té.

Sus miembros empezaron a sentirse defraudadosal observar que dichos escritos no estaban de acuerdoentre sí; pero el desengaño fue absoluto cuando pa-sado el tiempo estipulado en el testamento del doctorJames, se abrió el documento sellado y ni uno de loscientos de documentos presentados se aproximabasiquiera al contenido del escrito dejado por WilliamJames.

Una prueba similar a ésta hizo el famoso F. W. H.Myers, quien, en el año 1891, encerró en cubierta

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doble un manuscrito cuyo contenido únicamente élconocía, y lo entregó cerrado y sellado a la Sociedadde Investigaciones Científicas de Londres, con ins-trucciones de que sólo después de su muerte se abrie-ra, cuando algún médium de confianza asegurarahaber recibido de él la comunicación de lo que el sobrecontenía.

Pero sucedió que cuatro años después de sumuerte, el 13 de diciembre de 1904, habiendo asegu-rado una famosa médium inglesa, llamada Mrs.Verrall, que el alma de Myers le había comunicado elmensaje secreto, se abrió el sobre y se encontró que…lo que había dejado escrito Myers nada tenía que vercon lo que había escrito automáticamente la médiumVerrall.

Antes de morir Houdini, el gran opositor delEspiritismo, había dejado a su esposa «una clave es-pecial» que él procuraría usar desde el otro mundopor conducto de los médiums, caso de serle posible.Después de dos años de muerto, algunos médiumsdijeron que habían recibido comunicaciones auténti-cas del alma del opositor del Espiritismo, lo que causógran sensación.

Los periodistas asediaron a Mrs. Houdini apreguntas y ésta ha declarado repetidas veces que,por más que ella ha hecho todo lo posible para poner-se en comunicación con su difunto esposo, nada habíaobtenido, y que los comunicados que los espiritistashabían atribuido a Houdini eran completamentefalsos.

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Hay, además, otras pruebas de que los espíritus quehablan en las sesiones espiritistas son espíritus menti-rosos, o bien resultado de fenómenos mentales, sinintervención alguna de los espíritus que se invocan.

A saber:• ¿Por qué los supuestos espíritus que se presen-

tan como personajes de la antigüedad hablan siempreidiomas modernos y no aquellos que deberían serlesfamiliares?

• ¿Por qué Aristóteles, Platón, Cicerón o Sénecapronuncian discursos, en las sesiones espiritistas, eninglés, francés, español y nunca en griego o latín clá-sico?

• ¿Cómo se explica que el doctor Phinet, que envida hablaba sólo francés, al comunicarse después desu muerte, según decían los componentes de ciertoscírculos espiritistas franceses, cuando fue invocadopor la médium Miss Pipper, no sólo hablaba inglésperfectamente, sino que le fue imposible hablar fran-cés cuando se lo pidieron?

• Si la médium conociese tan sólo el español o elalemán, ¿en qué idioma hablaría el espíritu?

• ¿Por qué las faltas de ortografía en lo comuni-cado cuando el médium escribiente adolece de estedefecto? Si fuera un espíritu desencarnado quien im-pulsará la mano de la médium, en vez de serlo supropio subconsciente, es decir, si se tratara verdade-ramente del alma de algún literato, como muchasveces pretenden ser tales espíritus escribientes, noincurriría de ningún modo en tales faltas ortográficas.

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Muchos crímenes quedan envueltos en el miste-rio, sin el correspondiente castigo por falta de pruebalegal.

•¿Por qué los médiums no ayudan a la acción,muchas veces difícil, de la Justicia invocando el espí-ritu o espíritus que fueron víctimas del crimen paraque revelen ante los tribunales a los verdaderos cul-pables?

Con unos cuantos éxitos evidentes el recursosomnambúlico se convertiría en norma legal, y eltriunfo del Espiritismo en el mundo sería completo.

Pero ocurre totalmente lo contrario. Cada vez quese intenta alguna prueba seria para determinar de unmodo concluyente la identidad de los espíritus, y porende la realidad de las comunicaciones con el mundode los fallecidos, resulta un fracaso.

Ante tales fallos de identificación se hace evidenteque cuanto más admirables sean los fenómenosparapsíquicos conseguidos, se hace más clara la pre-sencia de espíritus de mentira, y, por ende, diabólicos.Dicho de otro modo, si la médium que afirma estaren comunicación con el alma de Sócrates, de Platóno de Aristóteles, no puede expresarse en lengua grie-ga, es fácil pensar que no se trata de una comunicacióngenuina con tales personajes, sino de un fenómenohipnótico del cerebro de la médium que está hablandocomo en un sueño del contenido de su propio sub-consciente o cerebelo, o bien que es una mentirosa yfinge estar dormida. Pero si la declaración es hechapor un cesto parlante, fenómeno mucho más maravi-

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lloso que el sueño hipnótico, no podemos por menosque sospechar que nos hallamos ante la presencia deun enviado de aquel a quien Jesús llamó mentiroso ypadre de mentira, ya que es más evidente que unpoder extrahumano ha movido aquel cesto, y hahecho escribir las palabras de mentira manifiestas portal incongruencia.

Si no podemos creer muchas veces a personas alas cuales podemos ver el rostro, que como se dice es«el espejo del alma», ¿cómo vamos a creer a seresespirituales a quienes no podemos ver?, ¿quién nosgarantiza la verdad o realidad de sus declaraciones?

Y mucho más: cuando los mismos experimentado-res tienen que confesar que los autores de tales fenó-menos se han mostrado, muchas veces, mentirosos,¿cómo podemos suponer que cuando hablan en untono diferente dicen verdad, o no son los mismosburladores de antes, que han querido hacer otro pa-pel, si no podemos identificarles de ninguna manera?

Por eso los cristianos nos atenemos a la adverten-cia de Juan: «Amados, no creáis a todo espíritu, sinoprobad si los espíritus proceden de Dios; porque muchosfalsos profetas han salido en el mundo. En esto conoced elEspíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristoha venido en carne procede de Dios, y todo espíritu que noconfiesa que Jesucristo es venido en carne no procede deDios y éste es el espíritu del anticristo que habéis oído queviene y ahora ya está en el mundo» (1ª Juan 4:1-3).

Precisamente, uno de los temas preferidos delespiritismo es negar la divinidad de Cristo, y de ello

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advierte el apóstol Juan, el último testigo de la presen-cia del Señor en el mundo, en aquellos tiempos cuan-do abundaban más los dones carismáticos en lasasambleas cristianas, y con la misma ansia de buscaruna revelación carismática del Espíritu Santo podíanaquellos cristianos, ponerse en una situación mentalque diera oportunidad a los espíritus malignos arevelarse en tales asambleas.

La reencarnación

Este es otro punto básico y doctrina favorita, tantodel espiritismo como de la teosofía y religiones orien-tales.

Semejante doctrina no puede ser consideradacomo una revelación de los «espíritus superiores» alos médiums espiritistas modernos, pues era la tradi-cional creencia de los antiguos egipcios, y lo es toda-vía de los hindúes.

¿Y qué pruebas tiene el espiritista de esta viejateoría? Ninguna otra que las que tenía un sacerdoteegipcio cuando exhortaba a los fieles a la pureza paraevitar la reencarnación en un cerdo, y a la honradezpara evitar entrar en el cuerpo de un cuervo o de unalechuza; es decir, nada más que las especulaciones desu propia imaginación.

Quizá el espiritista os responderá citando losdones artísticos revelados raramente por algún niñoprecoz, diciéndoos que ha encarnado el espíritu de suabuelo; pero el estudio de este fenómeno entra dentro

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del campo de la moderna eugenesia que ha descubier-to cosas maravillosas en los cromosomas y genes dela ascendencia familiar, sin necesidad de recurrir ahipotéticas reencarnaciones para purificarse de peca-dos de vidas pasadas. Al lado de una hipótesis tanincierta está toda la experiencia contraria de la huma-nidad, pues la verdad es que nadie recuerda nada delas supuestas vidas anteriores por las cuales todosdebemos haber pasado, según la teoría espiritista.

Injusticia del castigo sin recuerdo

Si venimos a este mundo para expiar nuestraspasadas culpas, y a enmendarnos con ello de losmismas, lo primero sería que el Creador nos indicarapor cuáles faltas padeceremos, dándonos un recuerdode la vida antigua, que nos permitiera enmendar lapresente. El no hacerlo así resultaría arbitrario y, porende, bien poco eficaz, como estamos viéndolo con lasituación del mundo. Nadie castigaría a un estudian-te, o a un obrero, por faltas de conducta, sin indicarlelos motivos del castigo. ¿Podríamos pretender que loharía –o acaso lo está haciendo– el sapientísimo Crea-dor?

Pero son revelaciones de los espíritus –nos dicenlos adeptos a la filosofía de Allan Kardec– ellos nosaseguran que así es. ¿Cómo podemos rehusar unaverdad garantizada por fenómenos tan evidentescomo los que nosotros hamos presenciado muchísi-mas veces en sesiones espiritistas?

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Ya hemos indicado el probable origen de muchosde estos fenómenos, así como el fracaso de pruebas delas cuales dependía la identificación de los espíritus.

Por otra parte, todos sabemos que la mente, tantode los médiums como de los asistentes a cualquiersesión espiritista, está saturada hoy día de la doctrinade la reencarnación; no es extraño, por consiguiente,que los supuestos mensajes psíquicos se refieran a taldoctrina, por no llamarla dogma, del Espiritismo.

Es natural que Allan Kardec y otros líderes espi-ritistas, interesados en el estudio de religiones anti-guas, proyectaran aquellas ideas de sus propias men-tes a las mentes de los médiums en las sesiones espi-ritistas, que se pusieron de moda con motivo delincidente de las hermanas Fox, dando lugar a la ela-borada doctrina religiosa del Espiritismo moderno.

Por otra parte, es bien comprensible que, tantopara los antiguos sacerdotes paganos, como para losmodernos espiritistas, la teoría de la reencarnaciónparezca más lógica y plausible que la doctrina cristia-na sobre el «más allá». Parece resolver algunos pro-blemas sobre diferencias de condición entre los sereshumanos. Parece mucho más racional y creíble que laextraordinaria doctrina cristiana de la resurrección.No requiere una fe tan grande como aquélla. Auncuando el nacimiento natural es una gran maravilladel poder de Dios, estamos tan acostumbrados a verloque no nos parece nada extraordinario. En cambio,está fuera de la experiencia humana la formacióninstantánea de un nuevo cuerpo. Pero los pensamien-

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tos de Dios son más altos que nuestros pensamientosy sus recursos ilimitados. Las cosas que están fuera denuestra experiencia no son más difíciles para Dios queaquellas que nos permite ver la Naturaleza.

Pero precisamente lo que la mente humana habríasido incapaz de sugerir ni pensar, son las realidadesque la ciencia va descubriendo, día por día, en elUniverso de Dios.

¿Cómo podían imaginarse nuestros abuelos algotan inverosímil y extraordinario como la teoría atómi-ca y la electrónica? Sin embargo, lo que hace cien añosera inverosímil e imposible, hoy es innegable. Nadiepuede decir, esto es imposible, cuando se trata delpoder y sabiduría escondida en el Universo. UnUniverso que presenta marcas innegables de unaInteligencia y Poder superior a nuestra limitada men-te.

Es lógico que al discurrir sobre la inmortalidadpensaran los hombres en la posible reencarnación delos espíritus de los difuntos, en cambio, si no es poruna fe profunda en la revelación divina, parece unabsurdo imaginar la resurrección. He aquí la diferen-cia entre una doctrina de origen humano y una reve-lación divina.

El silencio de la Biblia

La aparente ausencia en los escritos de Moisés declaras referencias a la vida futura dio a pensar anti-guamente si los hombres de su tiempo no habían lle-

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gado todavía al concepto de la inmortalidad, pero eldescubrimiento de las tumbas y jeroglíficos ha descar-tado totalmente tal suposición.

¿Por qué Moisés, habiendo sido enseñado en toda«la ciencia y sabiduría de los egipcios», no introdujoen la religión judía una doctrina al parecer tan plau-sible, la cual él mismo no podía desconocer? Es difícilentenderlo si no es creyendo que el Espíritu Santo, queinspiró al caudillo de Israel, le preservó de tal engaño.

La enseñanza bíblicaopuesta a la reencarnación

Y no sólo esto, sino que toda la enseñanza del A.T.niega que los muertos vuelvan a la tierra. David ex-clama ante la muerte de su hijo: «El no vendrá a mí, masyo iré a él» (2º Samuel 12:23). Asimismo Job habla dela muerte como de un lugar del cual no se vuelve (Job10:21).

En el N.T., donde las instrucciones sobre la vidavenidera son más claras, existe una contradicción aúnmás evidente con la doctrina espiritista. Toda referen-cia a la vida venidera es, bien como de un lugar decondenación y miseria que es necesario a todo tranceevitar (Mateo 5:29, 16:26 y Lucas 12:5) o de un lugarde felicidad suprema que conviene a cualquier costeasegurar (Mateo 16:27; Juan 14:3 y 17:24).

En las epístolas del N.T. leemos: «Está establecidoa los hombres que mueran una vez y después el juicio»(Hebreos 9:27) y la esperanza del apóstol Pablo era:

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«Ser desatado y estar con Cristo, lo cual es mucho mejor»(Filipenses 1:23), no volver a ser atado a otro cuerpomortal.

Cuando nuestro Señor se hallaba pendiente entre elcielo y la tierra, colgado en la cruz del Calvario, y oyó elclamor de un alma náufraga, la oración del infeliz ladrónque estaba a punto de perecer en sus pecados, no le contestó:Reencarnarás muy en breve y tendrás una nueva oportu-nidad en el mundo para mejorarte; sino que le dijo: «Decierto te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso»(Lucas 23:43).

La esperanza de una vida consciente, espiritual,después de la muerte es completada en el N.T. por ladoctrina de la Segunda Venida de Cristo y la Resurrec-ción, por medio de la cual los espíritus de los que hanvivido una vez sobre la tierra volverán a recobrarcuerpos físicos que les permitirán relacionarse, no sólocon el universo espiritual, sino también con el univer-so físico, tan ligado a aquél. Pero tal acontecimientosería totalmente innecesario de ser cierta la teoría dela reencarnación; y Cristo, en lugar de ser «un espírituavanzado», «un gran maestro de la humanidad»,según dicen los espiritistas, habría sido un osadoengañador, por atreverse, no solamente a afirmar laresurrección de los muertos, sino a anunciar su Segun-da Venida como clave y motivo de tan estupendoacontecimiento. Este es el gran dilema que se levantaentre el espiritismo y el cristianismo. Y ante la impo-sibilidad de concertarlo, nosotros preferimos atener-nos a la enseñanza de Jesucristo, por inverosímil que

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parezca a la ciencia de nuestros días, que le falta aúnmuchísimo para haber dicho la última palabra sobrelos grandes misterios del Universo.

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IX

CÓMO CONVERSARCON LOS MORMONES

Desde hace algunos años se han extendido por lospaíses de habla hispana jóvenes norteamericanos, muybien educados y pulcramente vestidos, que van decasa en casa como misioneros mormones, secta hastahace poco desconocida en los países hispanos, peronotable en los Estados Unidos desde mediados delsiglo pasado, cuando un considerable número de fa-milias que habían dado oído a las declaraciones de unjoven visionario de 14 años llamado Joe Smith, emi-graron desde la población de Navoó, Illinois, al estadode Utah, en Nuevo México, donde fundaron una grancolonia de creyentes de esta nueva religión. El jovenSmith dijo que había visto en un bosque aparecérseleDios Padre y Dios Hijo Jesucristo, y más tarde declaróhaber tenido conversaciones con un ángel llamadoMoroni, quien le reveló el lugar donde se hallabanescondidas ciertas planchas de oro escritas en egipcioreformado –según decía– por un judío llamadoMormón, emigrado desde muchos siglos, primero aCentroamérica y después al norte, en la ciudad dePalmira, cerca de Nueva York. Es decir, un cuentomuy sospechoso.

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Sin embargo, gracias al celo misionero de los jó-venes mormones –que obedecen la tradición religiosade sus familiares– y de su poderosa y bien organizadaiglesia, es posible encontrar hoy, aun entre los pobla-dores hispanos, quien responda a nuestra laborevangelística:

—Yo soy mormón.La respuesta adecuada a una declaración semejan-

te puede ser:—El mormonismo es una religión muy reciente

para ser la única y auténtica Iglesia de Jesucristo. Todose basa en la palabra de un jovencito de hace 150 años,en una época de mucha superstición dentro delCristianismo, y no tiene las garantías que tiene elCristianismo auténtico. De Jesucristo tenemos el tes-timonio de los apóstoles que vieron al Señor, comoleemos en 1ª Juan 1:1-4, Lucas 1:1:1-4 y 1ª Corintios15:1-10.

Los apóstoles dieron sus vidas voluntariamenteantes que negar lo que habían oído y visto de Cristo,en cambio sabemos que Joe Smith fue asesinado juntoa su hijo, cuando estaba en la cárcel, y no por su fe,sino por delitos seculares, y nadie más que él habíavisto la supuesta visión de Dios Padre e Hijo, ni tam-poco las planchas de oro. Nadie ha podido comprobarpues, si Smith mintió o sufrió una alucinación, porquemurió sin dejar testigos.

M. No, quedaron once testigos que vieron lasplanchas de oro.

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R. Pero de estos once, más de la mitad apostatóal poco tiempo y abandonaron la Iglesia mormona.Algunos de los que apostataron, incluso dijeron quehabían recibido revelación de Dios y que el mormo-nismo era falso, y por eso lo abandonaron.

Además, en el libro de Mormón hay párrafosenteros copiados literalmente de la Biblia tradu-cida en días del rey Jaime I de Inglaterra, en el sigloXVI, mientras que dicho libro pretende habersido escrito por el judío Mormón en el año 420,y ello manifiesta claramente el fraude de laredac-ción de dicho libro, que sólo podía ser leído,según la leyenda inventada por Joe Smith, medianteunos cristales que transformaban el egipcio reforma-do en correcto inglés. ¿Es verosímil tan extrañomilagro?

M. Bueno, también tenemos otros milagros en laBiblia.

R. Pero no tan inverosímiles y absurdos como éste.Además Joe Smith inventó la patraña del egipcioreformado para disimular el hecho de que el len-guajehallado en las planchas no era el egipcio normal dela lexicografía egipcia. Sin embargo, no se ha encon-trado en todos los monumentos antiguos de Egiptoninguna noción ni referencia a tal reforma del lengua-je egipcio. Todo ello está en contra de la veracidad delcuento inventado por Joe Smith.

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M. Pero, si hemos de creer a profetas de tiempoantiguo como Isaías, Jeremías, etc., ¿por qué no creerque Dios pudo haberse revelado a Joe Smith hace 150años?

R. Porque las revelaciones a los antiguos profetashebreos han sido confirmadas por las cosas que hansucedido en el mundo, y sobre todo por el testimoniode nuestro Señor Jesucristo durante su estancia en latierra, mientras que las profecías de Joe Smith, preci-samente porque vivió mucho más cerca de nos-otros,tenemos pruebas de que fueron mentirosas; por ejem-plo: La afirmación de que había habitantes en la luna,cuando él no se imaginaba que alguna vez los hom-bres pudieran llegar a la Luna. También dijo que elSeñor volvería a la tierra dentro de 56 años, escrito en1835, o sea, en el año 1891. Pero no vino. Vea lo quedice el Señor en la Biblia, libro que los mormonesaceptan también como Palabra de Dios, pero solamen-te como parte de la Palabra de Dios: «El profeta quetenga la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quienyo no le haya mandado hablar, o que hable en nombre dedioses ajenos, morirá, y si dices en tu corazón… ¿cómoconoceremos la Palabra que Jehová no ha hablado?

»Si el profeta habla en nombre de Jehová y no se cumplelo que dijo ni acontece, es palabra que Jehová no ha hablado.Con presunción la habló el tal profeta, no tengas temor deél» (Deuteronomio 18:20-23).

Esto es algo que puede ser dicho a nuestros com-patriotas seducidos por la propaganda mormona,

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que, aunque no son tan numerosos como los seduci-dos por la aún más intensa propaganda Rusellista,pueden encontrarse todavía en algún lugar.

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X

CÓMO PRESENTAREL EVANGELIO A LOS NIÑOS

Los niños pueden ser convertidos a Dios en unaedad bastante temprana, que varía según la inteligen-cia de cada uno de ellos. Por tal motivo no puededarse una regla general. La Historia del Cristianismoy la experiencia nos ofrecen ejemplos de niños queentendieron el mensaje del Evangelio y fueron conver-tidos a Dios, dando evidencia de haber nacido denuevo, a edades muy diversas.

El gran obispo de la Iglesia de Esmirna, Policarpo,sucesor inmediato de Juan, sabemos que fue conver-tido a los 9 años; Mathew Henry a los 11; JonathanEdwards a los 7; Isaac Watts, el gran poeta cristiano,a los 9; José Grec a los 10; Enrique Drummond a los9; el doctor Davis, autor de un antiguo Manual deEvangelio Personal, redactor por muchos años del«Atalaya Bautista» y del «Expositor Bíblico», dice:«Fui convertido al Señor a los 13 años, y sé que podíahaberlo aceptado 2 o 3 años antes».

Spurgeon declara: «He recibido durante el añopasado a 40 o 50 niños en mi Iglesia. En cuanto a latotalidad de mi experiencia pastoral, de 2.700 miem-bros que he tenido que expulsar de la comunión de

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mi Iglesia, nunca he tenido que expulsar a ningunoque fue recibido mientras era niño.

Se le preguntó una vez a un agricultor cómo teníatan buenas ovejas y contestó: «Cuido de los corderi-tos», y esto es cierto también en el terreno espiritual.Jesús mandó a Pedro en estos términos: «apacienta miscorderos». Alguien ha dicho que los niños de las con-gregaciones evangélicas deberían ser ganados paraCristo antes de llegar a los 12 años, pero esta decla-ración no es del todo segura, por la razón que hemosindicado antes, de los diversos grados de inteligencia.Creo que podemos decir que la edad más propicia esde los 12 a los 15 años, pero en muchos casos puedenserlo bastante antes.

Es necesario dar un mensaje claro de evangeliza-ción a los niños, en el lenguaje de su propia edad, paraque puedan ser genuinamente convertidos lo antesposible.

La ética no es suficiente

Hay quienes sostienen la opinión de que basta conexhortarles a que sean amables, generosos y buenos.Que no hay que hablarles de doctrina, hasta que ten-gan edad de comprender los misterios de la fe, puessi se les habla de temas doctrinales darán su asenti-miento a la doctrina cristiana sin comprenderla, y lanegarán y abandonarán en cuanto lleguen a la edaddel raciocinio.

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Negamos rotundamente semejante punto de vista,y declaramos que, si bien es verdad esta lamentableexperiencia en determinados casos, no es por habersido adoctrinados en exceso, sino por ha-ber sido maladoctrinados. En otras palabras, no es tanto por habersido adoctrinados demasiado pronto, como por defi-ciencias de adoctrinamiento.

La enseñanza religiosa que por muchos siglos hasido dada en las iglesias (en la católica-romana con elaprendizaje del catecismo y en las iglesias protestan-tes con las lecciones de la Escuela Dominical), haconsistido más en lecciones de memorización que depersuasión. Se ha procurado llenar la memoria deHistoria y textos Bíblicos sin explicar a los niñosporqué las doctrinas de la fe cristiana tienen que sercreídas; y a los primeros embates de la cultura secu-larista y muchas veces atea que han recibido en loscolegios, aquella fe ingenua, que fue profesada sinconvicción, tan sólo para sumarse al grupo y al am-biente que rodeaba al niño en sus años infantiles, seha desvanecido al cambiar las circunstancias de suinfancia.

No se ha tenido bastante en cuenta que la eternapregunta de los niños, no es simplemente un ¿qué?ante las realidades de la vida y de la muerte, sino un¿por qué? Y si las respuestas de la iglesia no les hanconvencido, o no han experimentado un verdaderonacimiento del Espíritu por la aceptación personal deJesucristo como Salvador, bien pronto les va a parecerque las ideas de la cultura secular, de tendencia escép-

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tica, son mucho más seguras y acertadas que las dela religión. No se les ha anticipado que la cienciatampoco tiene respuesta satisfactoria a los misterio-sos «porqués» de la vida y de la muerte y llegan a laedad peligrosa sin haber sido equipados intelectualy espiritualmente para resistir con eficacia los inevi-tables embates de la duda. Y ello es mucho másnecesario en nuestro siglo que en ningún otro.

El atractivo social tampoco es suficiente

Muchas iglesias, observando los fracasos de laeducación religiosa, han dedicado la mayor parte desus esfuerzos –y de sus recursos– a fortalecer los ali-cientes de la vida social de la Iglesia, por medio dediversiones, convirtiéndola en un club social cada vezmás atractivo y menos religioso.

Pero este sistema tampoco es plenamente eficaz,porque el mundo tiene atractivos mucho más fuertesque los que pueda proporcionarles la iglesia. No escondenable el sistema de hacer de la iglesia un lugargrato de compañerismo y expansión juvenil, pero aquídebemos aplicar aquella frase de Jesús a los judíos:«Estas cosas conviene hacer y no dejar las otras».

Enséñeles a razonar su fe

Los niños pueden hoy, mejor que en ninguna otraépoca del pasado, comprender fácilmente los grandesprincipios de la fe cristiana y las razones que tenemos

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para aceptarlos, a pesar de todas las especulacionesdel pensamiento moderno… Debemos tener en cuen-ta que los niños son más razonadores de lo que parece,aun en edad muy temprana.

Recordamos el caso de nuestra propia nietecita,Débora, cuando tenía la edad de 6 años y sentada enel jardín, su abuelita le estaba explicando que Dioshizo las flores y los frutos, los pajaritos que trinabanen los árboles, los pececitos que daban vueltas por eltanque del surtidor, así como el agua, el aire y todaslas cosas buenas de las que disfrutamos en este mun-do. Después de escuchar un rato con atención levantósu vocecita para decir: «Abuelita, ¿y a Dios quién lohizo?» «Grandma, ¿who made God?» en su lenguamaterna, más fácil para ella que la paterna).

En palabras muy sencillas procuramos presentarleel gran argumento de Descartes: «Algo debe existirdesde siempre, pues de la nada, nada puede salir. Sien el Universo hubiese un tiempo en que no existieranada, todavía no existiría nada, pues la Nada nadapuede producir. Algo debe haber existido siempre.Ahora bien, ¿qué es lo que ha existido primero? ¿UnEspíritu inteligentísimo, o la materia inerte? Si fue lamateria, ¿cómo pudo organizarse a sí misma de unmodo tan maravilloso que revela inteligencia, inven-ción y designio? Una inteligencia, por cierto, muysuperior a la nuestra, pues nosotros no habríamossabido ni podido hacer un mundo tan admirable y tanbueno como el que Él hizo por nosotros. Es a esteEspíritu que hizo todas las cosas con tanta sabiduría

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para que las gocemos y seamos agra-decidos, a quienJesús nos enseñó a llamar Padre Celestial. Las Sagra-das Escrituras nos dicen que Él ha existido siempre,aunque esto sea un misterio para nosotros, imposiblede comprender».

El sistema de enseñanza que los mejores educado-res cristianos suelen usar con los niños, es el que sigue:

El orden didáctico de la educación cristiana

1. Enseñarles la realidad de la existencia de Dios, elPadre celestial que ha creado todas las cosas. Losniños admiran el hermoso mundo que les rodeay es necesario hablarles de Dios, espíritu invisible,como sabio autor de todas las cosas visibles.

2. El amor y la bondad de Dios se manifiesta por lasbuenas cosas que él ha puesto en este mundo quehabitamos; debemos por lo tanto ser agradecidosa tales beneficios. Uno de los textos másimpresivos para los niños es el Salmo 19:1, yMateo: 6:26-30. Porque se refieren a cosas sensi-bles, que pueden tocar y ver.

3. Referirles las historias de la Biblia, tanto del An-tiguo como del Nuevo Testamento. Pero no limi-tándose al relato histórico, sino haciéndoles notarla intervención y el propósito divino en la narra-ción. Hay maestros que se limitan a contar elhecho como un cuento, sin hacer apenas ningúnénfasis en el significado moral y espiritual de lahistoria; piensan que porque la historia es de la

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Biblia están dando ya una instrucción religiosa porel mero hecho de contarla. Si hacen algún comen-tario es más bien de carácter ético; por ejemplo, sise trata de la historia de José se limitan a contarla actitud perdonadora de éste para con sus her-manos; cuando lo más notable de la historia es queDios estaba con José porque José vivía una vidade comunión con Dios, siguiendo las enseñanzasde su padre Jacob; y que si nosotros tenemos aDios en cuenta, Dios nos tendrá en cuenta a no-sotros, como lo hizo con José.Del mismo modo, en la historia de David y Goliat,no basta excitar la curiosidad de los niños contán-doles que el pequeño David era tan valiente queno tuvo miedo del gigantón. Hay que hacerlesnotar por qué lo era, explicándoles lo que Daviddijo a Saúl, según los versículos 36 y 37 de 1ºSamuel 17, y lo que dijo al gigante, según losversículos 45 y 46. Es decir, hacer notar de unmodo particular a los niños, la fe del niño David.Asimismo, en las historias del N.T. hay que hacernotar a los pequeños la enseñanza espiritual, sinhacerles un sermón como si se tratase de una clasede adultos, pero sin olvidar que los niños tienentambién un alma que está abriéndose a las verda-des espirituales.

4. Referirles las parábolas de Jesucristo. Las del hijopródigo, y la del buen samaritano, son las másgráficas y aptas para contar a los niños, además detodas las otras; sin olvidar hacerles notar en cada

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una la lección espiritual que contienen, en pala-bras sencillas, que ellos puedan fácilmente com-prender.

5. Si los niños han llegado a la edad de asistir a laescuela primaria, pronto oirán a los maestros ex-plicarles la grandeza del Universo y se levantaránpreguntas en sus mentes de cómo podía Jesús serDios, o cómo podía Dios haberse acordado de unmundo que es –oirán decir– como un grano dearena en un Universo de millones de estrellas. Estaes la prueba más fuerte para su fe religiosa, cuan-do el niño llega a la edad de 10 a 15 años.En este período, el más peligroso, hay que ayudar-les con mucho tacto y sabiduría a sustituir la feinfantil, basada en la palabra del padre y de lamadre (si son hijos de familias cristianas) o laconfianza en la palabra del pastor y del instructorde la Escuela Dominical (cuando se trata de niñosde familias ajenas a la iglesia), por una fe propia,basada en la autoridad de la Sagrada Escrituracomo revelación de Dios.Hay que explicarles que Dios es el Espíritu Infinitoque está en todas partes del Universo, y para Élno hay nada que sea demasiado grande ni dema-siado pequeño. Salomón, que había edificado unespléndido Templo (posiblemente el mayor delmundo en aquellos tiempos), pensando por inspi-ración del Espíritu Santo en la grandeza de Dios,decía: «Pero, ¿es verdad que Dios morará sobre latierra? He aquí que los cielos de los cielos no te pueden

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contener, ¡cuánto menos esta casa que yo he edificado!Con todo, Tú atenderás a la oración de tu siervo, y asu plegaria, ¡Oh Jehová, Dios mío!, oyendo el clamory la oración que tu siervo hace hoy delante de Ti» (1ºReyes 8:27, 28).El autor del Salmo 139 escribía también, por ins-piración de Dios: «¿A dónde me iré lejos de tu Espí-ritu, y a dónde huiré de tu presencia? Si subo a loscielos, allí estás tú, y si bajo al Sheol, allí tú estás. Sitomare las alas del alba y emigrara hasta el confín delmar, aun allí me alcanzaría tu mano, y me agarraríatu diestra. Si dijese: al menos las tinieblas me cubrirány el día se tornará noche alrededor de mí, ni aun lastinieblas encubren de Ti; y la noche es tan luminosacomo el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz.»Porque Tú formaste mis entrañas, Tú me tejiste en elvientre de mi madre. Te alabo, porque formidables,prodigiosas son tus obras, prodigioso soy yo mismo ymi alma lo sabe may bien» (Salmos 139:7 a 14).Puede citárseles también la declaración de Pabloa los sabios del Areópago de Atenas:«El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hayen él, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita entemplos hechos por manos humanas, ni es servido pormanos de hombre, como si necesitase de ellos algo, puesÉl es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.»Y de una misma sangre ha hecho toda nación de loshombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra;y les ha prefijado el orden de las estaciones, y las fron-teras de sus lugares de residencia, para que busquen a

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Dios, si tal vez palpando pueden hallarlo, aunque cier-tamente no está lejos de cada uno de nos-otros, porqueen Él vivimos y nos movemos y somos; como tambiénalgunos de vuestros propios poetas han dicho» (Hechos17:24-2).Quizás el niño le dirá: Pues si Dios es Espíritu yes tan grande que llena el Universo, ¿cómo esposible que Jesús sea el Hijo de Dios?Explíquesele Juan 1:1-18:»En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Diosy el Verbo era Dios. Todas las cosas por medio de Élfueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fuehecho… Y el Verbo se hizo carne y habitó entre noso-tros, y vimos su gloria, gloria como del Unigénito delPadre, lleno de gracia y de verdad… A Dios nadie leha visto jamás, el Unigénito Hijo que está en el senodel Padre, Él le ha dado a conocer» (Juan 1:1, 3, 14, 18).Dígale que Jesús es la manifestación visible delDios invisible, poniéndole quizá como ejemplo elvapor de las nubes que puede transformarse enagua o en nieve. Puede ayudarle a hacer entenderal niño que Jesús era Dios, el texto de Miqueas 5-2: «Pero tú Betlehem Ephrata, aunque eres pequeñapara ser contada entre las familias de Judá, de ti saldráuno que será Señor en Israel y sus orígenes (o salidas)son desde el principio, desde los días de la eternidad».Todos los niños saben que Jesús nació en Belén, yeste texto identifica a Jesús como el que existíadesde los siglos de la eternidad. De ningún niñohumano puede decirse esto:

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6. Hay que explicar a los niños que son pecadores.Es una doctrina que ellos comprenden y aceptancon gran facilidad, ya que todos ellos están acos-tumbrados a recibir reprensiones de sus padres ymaestros por sus travesuras o desobediencias, ypor el sentimiento natural de conciencia que tie-nen dentro. Es fácil hacerles comprender quepecan cuando desobedecen a los mayores, o cuan-do son egoístas, y no aman al prójimo como a ellosmismos, después de haberles indicado que ésta esla voluntad de Dios, el Padre celestial, y por tantopadre de todos.Hay que explicarles desde muy temprana edad,tan pronto como pueden comprenderlo, que Jesúsvino de parte de Dios para salvar a los pecadores.

Provoque una decisión

Si ve que el niño comprende bien el plan de sal-vación y la ocasión es propicia; si nota que está con-movido o muestra de alguna manera un profundointerés, invítele a aceptar a Cristo en aquel mismomomento. Si dice que quiere ser cristiano, o que quiereamar a Jesús, respóndale usted: «Esto que acabas dedecirme a mí, ¿no lo querrías decir al Señor Jesucristo,para que Él lo oiga de tus propios labios en oración?

Es mejor ponerlo de este modo que no invitarle aorar, lo que podría asustarle con la idea de que debeformular una larga oración… Anímele, con estas pa-labras: «Dile todo lo que sientas al Señor Jesucristo,

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que está aquí, junto a nosotros». Léale Mateo 18:19, 20y 28:20, así como Juan 6:37: «Al que a Mí viene de ningúnmodo le echaré fuera».

Y no la malogre

Trátele desde este día como un cristiano. Nuncaponga en duda la seriedad y realidad de su decisióncon motivo de alguna travesura. Jamás trate de cor-regirle diciéndole: «Esto no lo hace un niño cris-tiano» o bien «¿Tú eres cristiano y has dicho unamentira?».

Nunca muestre usted ninguna duda acerca de sucristianismo. En todo caso invítele a pedir perdón aJesús por su falta, pero nunca ponga en tela de juiciola realidad de su conversión.

Si el niño pide ser bautizado no le responda: «Eresdemasiado pequeño», a secas; explíquele, quizá, quelos ancianos de la iglesia desean ver más frutos odemostraciones de que él es un cristiano, pero queusted sabe que él lo es. Todo niño es un adulto pordentro (por lo menos así se considera a sí mismo).Piense que su fe es como una plantita de débil tallo,no la pisotee si quiere verla crecer y robustecerse enlos próximos meses o años.

No ponga a prueba su fe, antes ayúdele a resolversus pequeños problemas de conciencia. No le diga queDios no le amará y que va a echarlo en el infiernoporque ha hecho una travesura. Tome más en serio lascosas espirituales, para ayudarle a él a tomarlas en

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serio también. El niño tiene un concepto de justiciamucho más acentuado de lo que usted puede suponer.

Si el niño le pregunta acerca del infierno, no se lopinte en vivos colores, como una abuela de la EdadMedia. Dígale que la Biblia relaciona el infierno úni-camente con los que han rechazado a Cristo de unmodo deliberado y consciente, cometiendo de esemodo el pecado imperdonable. Haga énfasis en laperfecta justicia de Dios, que pagará a cada uno segúnsus obras. No le dé lugar a pensar que Dios es un serairado, siempre dispuesto a echar gente en el infierno,después de haberle hablado tantas veces de Él comode un Padre amante y misericordioso. Recuerde queel niño tiene que habérselas con una sociedad del sigloXX, y oirá a la gente hablar del infierno muy a laligera, y en tono de burla, no en un tono de terrorcomo ocurría en siglos pasados.

Razonando con los adolescentes

Si el niño va a la Escuela y está estudiandogeografía astronómica, puede ayudarle a comprenderel plan para la salvación de los pecadores, elejemplo que presenta el autor del libro «Filosofíade Plan de la Salvación» quien dice: «Si un planetasaliera de su órbita alrededor del sol, tendería a aban-donarla y no podría jamás ser restaurado, a no ser queel sol, el gran centro de nuestro sistema planetario lesiguiese en su extravío, y aumentando su poder deatracción al aproximarse más al planeta errante, le

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hiciese volver (atrayéndolo hacia sí) a su primitivaórbita».

La gran ley del mundo espiritual es muy semejan-te a la ley física… Jesús la condensó en estas palabras:«Amarás al Señor tu Dios con toda tu aIma, con todas tusfuerzas y con todo tu entendimiento, y a tu prójimo comoa ti mismo».

Siguiendo esta ilustración podemos decir quela atracción que debería unir el alma a Dios y tam-bién a sus semejantes, fue rota por el pecado, y elser humano, impelido por su egoísmo dandovueltas sólo sobre su propio centro, choca en su carre-ra con los otros seres morales, o sea con sus pró-jimos sobre la tierra; se cruza su órbita con otrasórbitas de particulares intereses y de ahí los ren-cores y las guerras que han existido siempre en elmundo.

¿Cómo podía ser retrotraído el hombre a su anti-gua órbita moral?

El mejor medio es que el mismo Creador se aproxi-mara a él, y atrayendo sus afectos por alguna pruebaextraordinaria de su misericordia volviera a ganar suamor, confianza y obediencia de un modo tan abso-luto, que el hombre, movido por aquella benevolenciade parte de su Creador, no quisiera vivir ya egoísta-mente, tan sólo para sí, los pocos años que tiene paravivir en este mundo, sino que los empleara parahonrar a quien le amó, cumpliendo la buena voluntaddel Padre Celestial en su relación con sus prójimoshermanos.

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Hágale sentir la necesidad que tiene de aceptar alSaIvador que Dios ha enviado, agradeciendo desdeentonces su inmenso sacrificio de la cruz y viviendopara Él. Puede ayudarle a poner claro ante el niño losejemplos que se encuentran en las págs. 97 a 101.

Evíteles discusiones teológicas

Evite a toda costa que el niño pueda oír a losmayores discutir sobre temas de teología. Ni siquieracuando él parezca estar distraído en sus juegos, puesmuchas veces los niños parecen estarlo, pero tienen unoído muy fino para escuchar y retener los comentariosde los mayores. Para un niño creyente, todos losmayores están tan seguros de las cosas es-piritualescomo de las materiales. Déjele entrar en los problemasde la fe por caminos más convenientes; apoyado,cuando llegue el caso, con buenos razonamientos ymagníficos libros que fortalezcan su fe. Que no vea enmodo alguno, en los mayores, ningún concepto deduda o vacilación sobre temas espirituales, hasta quetenga suficientes conocimientos para enteder las opi-niones diversas que existen acerca de ciertos temas,como «la predestinación y el libre albedrío», «la se-gunda Venida de Cristo y el Milenio»; los diversosconceptos acerca de la «posesión y la plenitud delEspíritu Santo», hasta que tenga suficientes conoci-mientos para comprender y escoger por sí mismo laconvicción doctrinal que considere más de acuerdocon la Sagrada Escritura.

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Suprima motivos de escándalo

Por el mismo motivo, evite que pueda enterarsede conflictos de Iglesia. Tenga como norma de familiaevitar toda conversación delante de los niños quecontenga crítica o reproche acerca del pastor, o deotras personas a quienes el niño tiene respeto, mayor-mente los que oran o suben al púlpito. Este principioes muy difícil de observar en las familias cristianasporque coarta la intimidad familiar entre los mayores;pero es indispensable, de todo punto, ob-servarlo enfamilias cristianas donde haya niños menores de 15años, y aun si hay adolescentes in-conversos. Recuer-de la severísima advertencia que hace Jesús respectoa los que escandalizan a los pequeños (Mateo 18:6-14).Procure que los niños salgan a otra habitación o aljardín, con alguna excusa de la que de ellos no se dencuenta, o advierta a la persona que ha iniciado unaconversación en tal sentido: «Hablaremos de este“santo” en otro momento». No es ninguna ofensa parasus invitados que usted cuide de la salud espiritual desus hijos con el mismo o mayor empeño que tiene parapreservar su salud física, antes por el contrario, laobservación que usted haga para desviar la conversa-ción y la explicación a solas que dé a su amigo, lepuede ser a él mismo de gran utilidad. Sobre todo sitiene familia, no dejará de agradecérselo.

Si sus hijos o alumnos de la Escuela Dominical hanoído ridiculizar la historia del Edén –cosa muy pro-bable en nuestros días–, hay que explicarles que fue

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Jesús, el Verbo eterno de Dios, el que se ma-nifestabaa los primeros hombres, no con un cuerpo mortalcomo el que tuvo después de haber nacido de laVirgen María, sino con un cuerpo celestial, co-mo elque tienen los ángeles de Dios que han tenido la fa-cultad de presentarse a los hombres con cuerpos sen-sibles, pero de carácter superior, con los cuerpos queel apóstol Pablo llama «cuerpos celestiales». LéalesGénesis 18. Dígales que, mucho más que los ángeles,tiene Jesús la facultad de asumir un cuerpo sensible,ya que Él es el rey de los ángeles.

Si la persona a quien han oído referirse a loshechos milagrosos del A.T. como mitos del folklorehebreo es el pastor de su iglesia, no empiece a despo-tricar en contra de él en presencia de los niños. Si éstees un ministro creyente en las verdades del N.T., quepredica la fe por Jesucristo, no dé importancia alasunto delante de los niños, pero visite al pastor ypídale que tenga más cuidado en no escandalizar a losjóvenes, ora sean sus propios hijos o sus alumnos dela Escuela Dominical. Pídale que puesto que existendiversas opiniones sobre las narraciones del A.T., yalgunas de ellas están avaladas por citas de Jesucristoy de los apóstoles, que se guarde tales opiniones parasí, y se limite a explicar el Evangelio.

Si usted observa que el pastor no predica la sal-vación por Jesucristo, sino que se limita a dar con-sejos éticos y sociales, busque una iglesia donde sepredique el antiguo Evangelio de Jesucristo; y una vezsus hijos se hayan adaptado a las nuevas amistades

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y ambiente de su nuevo hogar espiritual, explíqueleslos motivos de su cambio, apoyando sus tesis enbuenos libros. Evite discutir las cuestiones doctrinalesprematuramente, sino hasta que ellos hayan llegadoa la edad de comprender sus razones y motivos, ysean capaces de sucederle en la defensa y confirma-ción del Evangelio de la gracia de Dios que usted hatenido el privilegio de conocer. La fe dada una vez alos santos, amenazada, hoy como nunca, por diversosvientos de doctrina, y sobre todo, por la apostasía einfidelidad propia del tiempo del fin (Lucas 18:8, y 2ªTimoteo 4:3, 4).