Texto 11.1 Pobreza ExclusionSocial

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1 Semana N° 11 - Tema N° 11.1 DEL DESBORDE DE MATOS MAR A LOS DESBORDES. LLAVE Y POLLADAS. RETORNO A LA CUESTIÓN DE LA ANOMIA 1 Hugo Neira En: Matos Mar, José: "Desborde popular y crisis del Estado, veinte años después". Lima, 2005 Los primeros textos de José Matas Mar, hacia 1957, trataban sobre las barriadas. Eran trabajos pioneros, de frontera que sorprendían e irritaban al mundo intelectual hiperconservador limeño, en el cual la palabra "estructura" provocaba furores macartistas. En los años sucesivos no dejaron desaparecer otros trabajos suyos, precisos, concluyentes, sobre comunidades indígenas, la reforma agraria (1980), el nuevo rostro del campesinado (1981) Y muchísimos otros. De modo que, en 1984, cuando aparece la primera edición del libro que comentamos, su autor tenía ganada una sólida reputación de investigador y director de estudios peruanistas. Había rnilitado'en el social progresismo, junto con Jorge Bravo Bresani, Abelardo Oquendo y Augusto Salazar Bondy, en una izquierda esclarecida cuyo valor la historia de las ideas contemporáneas de nuestro país pondrá en el lugar que merece. Sin embargo, Desborde popular y crisis del Estado significará un giro decisivo en la producción intelectual de Matas Mar. Cabe recordar que hasta ese instante se le conocía por trabajos de tipo monográfico, es decir, por la producción intelectual de un científico social dirigida a lectores especializados. Desborde popular y crisis del Estado es otra cosa. Lo dije en Hacia lo tercero mitad (1996). En un centenar de páginas, Matas Mar consigue un efecto fulminante. El resultado fueron varias ediciones. La razón de este éxito acaso se deba a que Matas Mar emprendía, por una parte, una visión de síntesis, global, holística, ardientemente solicitada por un país sediento de explicaciones. Por otra, el tema, gravemente enunciado desde las primeras líneas, coincidía con el clima de catastrofismo en el que el libro nacía, conviene recordar la violencia desencadenada por Sendero Luminoso y la respuesta militar no menos violenta. La década de 1980 fue tiempos de guerra y de interrogaciones: por los mismos años Alberto Flores Galindo escribía varios ensayos recogidos con el título de Tiempo de plagas. La cuestión es que algunas plagas pasaron y otras persisten, se agravan hasta nuestros días. La feroz arremetida de Sendero Luminoso, tras la captura de Abimael Guzmán, ha quedado en el pasado. Sin embargo, nos sigue habitando la sensación de creciente desorden, de ruptura no entre las "masas" y un supuesto orden, sino de diversos tipos y formas de expresión de masas, a la vez potentes y parciales, fragmentarias; encarnaciones de multiforme desagregación social, y que, más adelante, cabe sumaria mente examinar. En las noticias de cada día, nada más leyendo los diarios, escuchando la radio, viendo la televisión, encontramos no un desborde sino muchos, regionales, clasistas, étnicos, ora en el medio urbano, ora en los rincones del país. Las razones son diversas. Es decir, en conjunto, los "desbordes" no han parado de cuando escribió Matas Mar. Es menester señalar que los grandes temas enunciados en el ensayo de 1984 -la protesta, la crisis del Estado y el nuevo rostro del Perú- no han perdido vigencia, al contrario. Habrán pasado veinte años y, sin embargo, para nuestras acumuladas desgracias, la grieta de mutuos abandonos e incomprensiones entre gobernados y gobernantes se hace cada vez más grande. No estoy presagiando nada, no estoy jugando a los adivinos, estoy diciendo simple- mente lo que todos sabemos. Al menos partamos de una dolorosa ver- dad: el "desborde" no es un tema cerrado. Ignoro en el preciso momento de escribir estas líneas cuál es el contenido de las recientes páginas de meditación personal que Matas Mar ha escrito, agregado y entregado a nuestro común amigo Rafael Tapia, "ánima" viva de estas ediciones sin cuyo personal esfuerzo ellas no 1 Ensayo publicado en: Entera Voz. Ideas, creación y sociedad. Año I, número 0 (pp. 03-07). Chiclayo, noviembre 2007. (Publicación dirigida y editada por Stanley Vega Requejo).

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Pobreza Exclusión Social

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    Semana N 11 - Tema N 11.1

    DEL DESBORDE DE MATOS MAR A LOS DESBORDES. LLAVE Y POLLADAS. RETORNO A LA CUESTIN DE LA ANOMIA 1

    Hugo Neira

    En: Matos Mar, Jos: "Desborde popular y crisis del Estado, veinte aos despus". Lima, 2005

    Los primeros textos de Jos Matas Mar, hacia 1957, trataban sobre las barriadas. Eran trabajos pioneros, de frontera que sorprendan e irritaban al mundo intelectual hiperconservador limeo, en el cual la palabra "estructura" provocaba furores macartistas. En los aos sucesivos no dejaron desaparecer otros trabajos suyos, precisos, concluyentes, sobre comunidades indgenas, la reforma agraria (1980), el nuevo rostro del campesinado (1981) Y muchsimos otros. De modo que, en 1984, cuando aparece la primera edicin del libro que comentamos, su autor tena ganada una slida reputacin de investigador y director de estudios peruanistas. Haba rnilitado'en el social progresismo, junto con Jorge Bravo Bresani, Abelardo Oquendo y Augusto Salazar Bondy, en una izquierda esclarecida cuyo valor la historia de las ideas contemporneas de nuestro pas pondr en el lugar que merece. Sin embargo, Desborde popular y crisis del Estado significar un giro decisivo en la produccin intelectual de Matas

    Mar.

    Cabe recordar que hasta ese instante se le conoca por trabajos de tipo monogrfico, es decir, por la produccin intelectual de un cientfico social dirigida a lectores especializados. Desborde popular y crisis del Estado es otra cosa. Lo dije en Hacia lo tercero mitad (1996). En un centenar de pginas, Matas Mar consigue un efecto fulminante. El resultado fueron varias ediciones. La razn de este xito acaso se deba a que Matas Mar emprenda, por una parte, una visin de sntesis, global, holstica, ardientemente solicitada por un pas sediento de explicaciones. Por otra, el tema, gravemente enunciado desde las primeras lneas, coincida con el clima de catastrofismo en el que el libro naca, conviene recordar la violencia desencadenada por Sendero Luminoso y la respuesta militar no menos violenta. La dcada de 1980 fue tiempos de guerra y de interrogaciones: por los mismos aos Alberto Flores Galindo escriba varios ensayos recogidos con el ttulo de Tiempo de plagas.

    La cuestin es que algunas plagas pasaron y otras persisten, se agravan hasta nuestros das. La feroz arremetida de Sendero Luminoso, tras la captura de Abimael Guzmn, ha quedado en el pasado. Sin embargo, nos sigue habitando la sensacin de creciente desorden, de ruptura no entre las "masas" y un supuesto orden, sino de diversos tipos y formas de expresin de masas, a la vez potentes y parciales, fragmentarias; encarnaciones de multiforme desagregacin social, y que, ms adelante, cabe sumaria mente examinar. En las noticias de cada da, nada ms leyendo los diarios, escuchando la radio, viendo la televisin, encontramos no un desborde sino muchos, regionales, clasistas, tnicos, ora en el medio urbano, ora en los rincones del pas. Las razones son diversas. Es decir, en conjunto, los "desbordes" no han parado de cuando escribi Matas Mar. Es menester sealar que los grandes temas enunciados en el ensayo de 1984 -la protesta, la crisis del Estado y el nuevo rostro del Per- no han perdido vigencia, al contrario. Habrn pasado veinte aos y, sin embargo, para nuestras acumuladas desgracias, la grieta de mutuos abandonos e incomprensiones entre gobernados y gobernantes se hace cada vez ms grande. No estoy presagiando nada, no estoy jugando a los adivinos, estoy diciendo simple- mente lo que todos sabemos. Al menos partamos de una dolorosa ver- dad: el "desborde" no es un tema cerrado.

    Ignoro en el preciso momento de escribir estas lneas cul es el contenido de las recientes pginas de meditacin personal que Matas Mar ha escrito, agregado y entregado a nuestro comn amigo Rafael Tapia, "nima" viva de estas ediciones sin cuyo personal esfuerzo ellas no

    1 Ensayo publicado en: Entera Voz. Ideas, creacin y sociedad. Ao I, nmero 0 (pp. 03-07). Chiclayo,

    noviembre 2007. (Publicacin dirigida y editada por Stanley Vega Requejo).

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    veran las tintas. Celebro, pues, que se publique este trabajo de 1984 en el Fondo Editorial del Congreso de la Repblica y con textos de alcance. Lo celebro por triple motivo. Porque as se reconoce en vida a un cientfico social de los nuestros, porque permite volver sobre el tema del desborde y porque remite nuestras lneas, la de unos y la de otros, a un tema central, de lo ms imperioso: el Per invertebrado. Mucho ms que los temas econmicos, sociales y polticos aislados: La visin de conjunto de Matas Mar solo merece una lectura, acertada o no, igualmente audaz, de conjunto. A m, en todo caso, me remite al tema de la anomia, al retorno a ese concepto capital de la teora sociolgica que me ha parecido y me sigue pareciendo el ms adecuado para abordar los fenmenos de visible e innegable desagregacin social, de disociacin entre objetivos sociales y comportamientos que, en nuestro caso, por ejemplo, dan lugar a los casos de corrupcin, de arriba a abajo, de seor a paje, a lo largo y ancho de nuestra escala social.

    Cul fue la tesis primigenia del autor al lanzar su libro en 19847 Es de buen proceder el resumir a un autor antes de adoptar un plan de lectura crtica y esa etapa, recomendada por todos los usos de la didctica secular y que en el Per casi ni se practica, es lo que a continuacin sigue. Unas lneas suyas en el prlogo a la segunda edicin, apenas a los cinco meses de la primera, nos evita circunloquios. "Las circunstancias de su primera aparicin, a fines de 1984, fueron las de un desborde incontrolado de los sectores populares" que irrumpieron a travs de las barreras impuestas por el. Estado, afirma Matas Mar, quien enfatiza, por una parte, a lo que llama "el nuevo rostro del Per" es decir, los nuevos usos populares, comportamientos, platos de comida, gneros musicales, lenguaje de los neourbanos llegados con las invasiones de tierras baldas y de asentamientos urbanos, en lectura antropolgica anticipatoria de lo que aos ms tarde el filsofo argentino Nstor Garca Canclini habra de llamar, para la capital mexicana y para las grandes urbes latinoamericanas, sin duda en frmula que nos incluye, "las culturas hbridas" La otra lectura de Matos Mar es histrica y poltica, "los fracasos de la Repblica criolla". Esa parte de su texto llama a invocaciones, a advertencias, como la que dirige a los responsables de los destinos del pas: "El Per oficial no podr imponer otra vez sus condiciones", afirma. Sin embargo, la verdad es que esas condiciones no solo se afirmaron sino que se profundizaron, me refiero a la dominacin bajo el rgimen de Alberto Fujimori, la cual denomin "la servidumbre voluntaria", recordando El mal peruano (2001), clebre texto de tienne de La Botie. En cuanto a la esperanza que entonces vislumbra Matos Mar, acaso en torno a la cercana de un gobierno de Alan Garca o tras la victoria electoral de la izquierda en los das de ascenso de los frentes clasistas bajo la batuta irrepetible de Alfonso Barrantes, Ie hacen suponer "que se abra el paso al socialismo". Las cosas no ocurrieron as, como lo sabemos. Los desbordes, en cambio, han continuado. Es ms, se han acrecentado: son casi el paisaje social, imaginario y cotidiano de los peruanos de la clase poltica y de los de a pie.

    Sigamos las grandes lneas de aquel libro. En Desborde popular y crisis del Estado, Matas Mar se anticipa a "la marea de ilegalidad, alegalidad, clandestinidad y semiclandestinidad" que ser el rasgo predominante de estos ltimos decenios. Nos propone cuatro captulos: "Legado andino y patria criolla: una nacin inconclusa", "El nuevo rostro del Per", "El nuevo rostro urbano: la forja de una identidad" y "La crisis del Estado y el desborde popular". Sus primeras pginas, no de las mejores, traza una suerte de resumen histrico que no deja de girar sobre las viejas oposiciones entre lo hispano y lo andino, la ciudad y el campo. Es ms, lo dije y lo reitero, la tesis de los dos legados y la nacin inconclusa es poco original, es dicotmica, y el desarrollo de su texto mismo la desdice, pues lneas despus sostiene que hay "un nuevo rostro del Per". Es decir, el "eppur si muove", el "sin embargo se mueve" del astrnomo italiano Galileo Gallei. En nuestro caso, la materia humana peruana se transforma, pese a los inmovilismos que le atribuimos. A eso se refiere el autor, en esos aos posteriores al gobierno de Juan Velasco, a una "realidad cambiada", la de un "un agro sin haciendas ni grandes propietarios, con prevalencia del sector", con lo cual resulta "una cultura andina ms consciente de s misma". Pero acaso cuenta en sus observaciones sobre el Per de la dcada de 1980, los cambios en la geografa humana, el desplazamiento' de la poblacin provinciana y rural a la urbe, y, obviamente, la expansin de Lima. Con las mutaciones de 1972 a 1981, en efecto, llegaron los cambios sociales y tambin un nuevo tipo de problemas, mientras las viviendas limeas, aun en la precariedad, accedan masivamente a la radio y a la televisin. Si la composicin de los sectores populares no era la misma, ni en la ciudad ni en un campo

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    parcelado, las clases dominantes tampoco lo son. Despus de la oligarqua, la compuso gente ligada al capital internacional, al capital privado asociado al Estado (al que ms tarde el economista Hernando de Soto llamar el "rnercantilismo") y un nuevo actor con plata: el narcotrfico. Por lo dems, se forman circuitos econmicos diferentes, seala Matos Mar, uno oficial y otro popular y contestario. Este ltimo se caracteriza por el uso intensivo de la mano de obra y el trabajo familiar. El empresario informal, dice, es un hombre mltiple, y describe la espontaneidad de esas nuevas actividades en la cintura limea de los barrios emergentes. Destaca la capacidad de organizacin y el pragmatismo. En fin, el desborde es el resultado de la ineficacia del Estado y del sistema legal impuesto.

    El desborde es muchas cosas" La descripcin se vuelve precisa, certera. La invasin de terrenos como nueva legalidad en emergencia, el traslado de prcticas comunitarias a la construccin de casas y al sentido organizativo de las barriadas, la importancia de los vnculos familiares extendidos a las nuevas actividades mercantiles, pero no solo a la produccin, a los vnculos sociales, asociaciones provincianas, clubes, fiestas pueblerinas festejadas en la capital, observa la difusin de la msica andina y su transformacin en el medio urbano, llama la atencin sobre los gneros nuevos corno-la chicha, la alambicada red de microbuses informales que cruzan nerviosamente una megalpolis reconvertida, de arriba abajo, en algo distinto de la vieja ciudad virreinal, todo est ah, en ese texto primigenio, incluyendo el repliegue de los sectores opulentos a sus barrios residenciales. Est la revolucin silenciosa de la ciudad popular, su dinamismo comercial, su violencia.

    En mi primera resea, seal que esa descripcin ajustada a los hechos no lo era en sus conclusiones. A esa vasta desagregacin (rural) y recomposicin urbana, Matas Mar le otorg un sentido histrico que jams tuvo. La serie de invasiones urbanas de la poca tenan un claro sentido de supervivencia, sin duda, pero no de captura del poder, y menos socialista. La direccionalidad que les atribuy no est en los protagonistas. Matas Mar desbord el desborde. No fui el nico en sealarlo, tambin diversos especialistas en barriadas y movimientos urbanos: no exista una articulacin que ligara las masas a un proyecto de nuevo Estado. Ocupar tierras baldas mediante invasiones ilcitas y a menudo entre grescas era una rebelin pero no una .revolucin. Al contrario, de alguna manera se robusteci el statu quo. El fenmeno de integracin, aunque de manera catica y agresiva' de los recin venidos a la modernidad urbana, vino a completar, en diversos rdenes, lo existente, por paradjico que esto resulte. Se ampli el mercado. Lo informal y lo formal se comunicaron. No veo, por ello, dnde reside ese "proyecto alternativo" que seala. Acaso en los estados mayores de la intelectualidad de izquierda de la poca y de algunos partidos pequeos, pero no en la dinmica misma de los pobladores. Cuestionamiento del Estado? La "contestara" economa popular se acomod al crdito chicha de los das de Alan Garca y a las medidas para formalizar la informalidad de Alberto Fujimori. Como explicarn otros despus de Matas Mar, la clave de la informalidad parece ser la iniciativa individual y no la accin popular colectivizante. Los nuevos limeos populares se interesaron en el poder pero no para ocuparlo, sino para que les sirva, les apoye o, en caso contrario, al menos no les estorbe. Despus de su libro, la administracin Fujimori estableci slidos lazos con los sectores ms deprimidos tanto urbanos como rurales. No, de la precariedad no insurge una radicalidad, al contrario. Los estudios sobre la sociedad de la dcada de 1990 van a mostrarnos, ante nuestro asombro, cmo los atomizados actores sociales se relacionaron con el Estado-Fujimori en nombre del pragmatismo, en una relacin costo-beneficio, sin entregarse del todo, pero sin desautorizar ese autoritarismo que buscaba una "poltica sin poltica", hasta conseguirla (Julio Cotler, 1993; Carmen Rosa Balbi, 1997; John Crabtree, 1999; Martn Tanaka, 1999). La vinculacin entre el Estado mafioso y las bases de los conos deja de ser misterio desde el trabajo del investigador japons Yusuke Murakami, Lo democracia segn e yD: un estudio de lo conciencia y el comportamiento poltico de los sectores populares de Limo (2000). y no me extender sobre el fujimorismo durante el rgimen de Alejandro Toledo. El fantasma del ausente en Tokio que gana batallas de simpata en las encuestas hoy por encima de todo actor poltico peruano.

    Los estudios sobre la anomia como forma caracterstica de la desorganizacin la han aplicado el socilogo estadounidense William Isaac Thomas y el filsofo polaco Florian Witold Znaniecki a poblaciones de inmigrantes polacos, caso tpico de desmoralizacin en el pasaje de una sociedad que dejaba a otra distinta y, sin duda, desconcertante (El campesino polaco en

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    Europa y Amrica, cinco volmenes, 1918-1921). Cabe aplicarla al caso peruano? Migrantes en su propio pas? Exiliados del interior? En todo caso, esos estudios en otras sociedades nos llaman a la reflexin. La entrada a lo nuevo suele ser errtico, cargado de dolor y resistencia, de un acomodamiento que puede dar sorpresas mayores.

    Es el caso que ha estudiado el historiador ingls Eric Hobsbawm en Rebeldes primitivos (1959), los orgenes de la mafia americana, cuando el secreteo y los tribunales de la resistencia del sur de Italia transfieren las lealtades rurales al corazn de los negocios clandestinos en Estados Unidos, con los brillantes resultados por todos conocidos. La leccin de Hobsbawm es que lo arcaico y premoderno puede acomodar la modernidad a sus usos y tomar caminos imprevisibles. He llegado al tema de lo incierto, lo indeterminado, de la sorpresa. Quiero decir que los tres mejores trabajos sobre los conflictos inherentes a la informalidad que aciertan en el diagnstico de la enfermedad yerran en la cura. Los venci las paradojas del azar. Como Matos Mar, casi por las mismas fechas, Hernando de Soto aborda el tema en El otro sendero (1986). Poco despus, Carlos Franco analiza las exploraciones en la "otra modernidad" en "La plebe urbana, el populismo y la imagen del alumbramiento" (Socialismo y Participacin, nmero 52,

    diciembre de 1990).

    Ambos, en parte, acertaron en la descripcin del fenmeno, pero no en la previsin inmediata. Muchos de los informales de De Soto se hicieron ricos pero sin generar por ello una nueva burguesa en trminos del economista y socilogo alemn Max Weber; es decir, ser no solo nuevas capas de gente con dinero (y Weber fue muy claro en diferenciar entre tener riqueza y ser capitalista) sino la adquisicin de bienes "espirituales", la educacin realmente superior y la cultura, y la ambicin de comandar el conjunto de la sociedad entera. Los nuevos ricos son "achorados", y no los veo obligndose a formar una clase superior de la sociedad, una nueva elite conductora. En el fondo, re producen ciertos rasgos de la antigua clase dominante, la que se encerraba en sus clubes y sus haciendas dejando el mando del pas, como si fuera un potrero, a los dictadores militares (con la sola excepcin de Velasco). Esto no quita, ciertamente, reconocer que el primer De Soto tuvo razn en su trabajo de 1986, es decir, los pobres no eran tan pobres, los desempleados se autoempleaban, los informales inventaban su propio trabajo y eran, en definitiva, impacientes empresarios populares estorbados por un exceso de papeleo y burocracia. La tesis De Soto sobre la informalidad, en tanto que respuesta racional y creativa de puestos de trabajo y que contornea el obstculo de un Estado con exceso burocrtico, vino a modificar los criterios mismos del debate. Con De Soto la idea de categora residual y de marginalidad, que haba obsesionado promociones enteras de investigadores desde 16s das del antroplogo estadounidense Oscar Lewis y su "cultura de la pobreza", fue abandonada por un concepto ms dinmico e inteligible. Si el informal es un empresario, el argumento fundamental en el anlisis De Soto radica en los costos de la informalidad, que ahora no examinar. Mi objecin es ms sencilla. La informalidad, al instalarse, arregl en parte la sruecin y la desarregl en parte (sin duda por la ausencia de normas y de Estado). En el Per no hay Estado. El hecho es que la Lima de hoy, con sus nueve millones-de habitantes, el manejo "combi" de sus millares de autos y micros, es el lugar habitacional de nuevos citadinos, aunque las calles son peligrosas, pues en ellas operan bandas criminales muy bien organizadas. No puedes fiarte de nada ni de nadie, ni de un taxista ni de un uniformado. El desorden ha crecido a la par de esas capas de productores precarios y desesperados en el inmenso pas de pobres que es el Per. Falt algo que De Soto elude y nunca acaba de definir: qu tipo de Estado para las transformaciones societales propone. Y con quines, qu elite dirigente. Las grandes reformas no se hacen solas. Se hacen con voluntarismo, y en el Per sera preciso una energa descomunal para arrancarlo de sus inveterados vicios. Un Konrad Adenauer, un Jawaharlal Nehru, un hombre del Renacimiento porque habra que echar mano a las prcticas de El Prncipe (1532), del filsofo y poltico italiano Nicols Maquiavelo, y a la vez, un hombre del futuro, de la ciencia, del conocimiento, acompaado de un 'puado de hombres excepcionales y determinados. Eso fue Haya de la Torre en 1931. Sin embargo, el Per de la maa y de dejar las cosas como estn pudo ms.

    'Tampoco fue muy afortunada la apuesta de Carlos Franco sobre la plebe urbana. Sin embargo, la idea es excelente, plebe y no solo clase, contenidos emocionales, culturales y, en el fondo, la imagen tomada del pasado en 'Roma, una suerte de potencialidad ascensional. La lucha contra el patriciado. Cuando Franco escribe, en 1986, pareca en efecto que la

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    institucionalidad plebeya construa un espacio propio, la que no negaba, dice, la institucionalidad modernizadora generada por las clases altas y' medias de las ciudades. Es decir, no haba dos pases que se oponan como en la versin dualista de Matos Mar. En efecto, los pueblos jvenes y las urbanizaciones populares no calcaban, sin duda, el modelo de la ciudad tradicional pero tampoco la desaparecan. En cuanto a las manifestaciones culturales, la yunza y la feria popular, dice Franco, no son homologables ciertamente al club privado, a la fiesta social o al supermercado, "pero no son tampoco sus opuestos geomtricos". Todo ello revela un paradigma distinto pero coexistente con los paradigmas de la modernidad. Los hijos y nietos de los migrantes ocupan un espacio como para una batalla, "se posicionan", dice Franco, autodesarrollan una identidad y son pragmticos.

    Por posicionarse lo han hecho pero aliado de Fujimori, y no solo cuando gobernaba. Puede, entonces, que la batalla de la plebe ascensional resulte ms sutil, o se extienda en la larga duracin de los historiadores sociales como el francs Fernand Braudel, la larga cuenta de los pueblos, categora que entre nosotros usaron Manuel Bura y Alberto Flores Galindo. Pero cmo dejar de mencionar que desde' el desorden, desde la precariedad atendida y servida en las oficinas clientelistas y pragmticas del Fondo Nacional de Compensacin y Desarrollo Social (Foncodes) de la dcada de 1990, poco import la usurpacin de Fujimori, la plebe result dndole bases electorales y sociales al Chinito, y hoy, pese a lo que se sabe, se vocea y se mira en la televisin (como el interminable juicio a Montesinos en un penal), a pesar de todo lo que se publica ahora sobre terrorismo de Estado y corrupcin en la dcada de \990, el apoyo contina, fuerte y superior al que reciben los partidos democrticos. Algo anda mal, muy mal, en la sociedad peruana. El fujimorismo se sirvi de la inclinacin tradicional de las elites a servirse del Estado para delinquir, lo que acaso no deba asombrarnos mucho, pero tambin, y esto es ms difcil de tragar, de la propensin de las capas bajas para aceptar regmenes tutelares aunque corruptos. Y para volver a nuestros autores, ni hubo socialismo popular ni burguesa emergente chola ni plebe urbana autnoma. De dnde, en una economa sin empleos? Acaso se les peda lo imposible. Sin embargo, el postulado comn a la esperanza en estos tres observadores es la misma: la emergencia se iba a organizar ella misma. Un viejo postulado libertario, las masas encuentran su sentido por s mismas. En eI fondo no son necesarios ni partidos ni vanguardias y menos Estado, de derecho u otro. Qu ilusin.

    As, pregunto: e qu lugar, de dnde iba a producirse ese "dilogo con las masas" que reclama Matas Mar hace veinte aos? Y si no haba interlocutor, cul es esa formalidad que proviene de las masas (cito escrupulosamente el texto aludido) y que podran constituir otra legitimidad del Estado y la autoridad de la nacin? Cul, en efecto, cuando lo que hemos visto es el crecimiento, arriba y abajo, de lo informal corrupto, el efecto chicha? Es cierto, acaso, que las energas desprendidas por los desbordes es nicamente integrador, lo son los cocaleros, los Humala. los separatismos en llave? Se les puede inscribir, en su diversidad y antagonismos distintos, en una sola explicacin y en una direccionalidad? No estamos confundiendo nuestros buenos deseos con un imaginario social, tan fragmentado como la propia sociedad? En fin, ise puede hablar en el caso del Per de una sola sociedad? Realmente la prspera comunidad china de Lima y los no menos prsperos masones peruanos y los ganaderos puneos son parte de un mismo esquema social, con los mismos valores y cosmovisin de la vida, las mismas actitudes y deseos?

    Me parece que el libro de Matas Mar nos conduce a una problemtica mayor. Que es la misma que envuelve la obra de De Soto, de Franco y de muchos otros estudiosos. Matas Mar la abord desde lo que convendra llamar la socioantropologa, un campo de disciplinas mltiples, necesarias para intentar comprender la destructuracin y recomposicin de la sociedad o sociedades peruanas en este fin de milenio y comienzo de otro. Ahora bien, entender lo contemporneo es la tarea ms difcil para los seres humanos, el presente es siempre fluido y esquivo, nos engaa con su aparente transparencia. En realidad, es enigmtico, lleva en el vientre lo nuevo, eso lo sabemos desde el filsofo alemn Georg Wilhelm Friedrich Hegel, quien nos previno tambin que solo llegamos a entender el curso de la historia, pero tarde: la metfora de la lechuza alza el vuelo cuando llega la noche. Los peruanos de la dcada de 2030 nos podrn entender mejor que nosotros mismos, si es que para entonces el Per todava existe, si es que el caos que abre la creciente anomia no concluye por rompernos.

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    El Per es hoy el pas de los desbordes y no de la crisis del Estado -eso era antes, en la dcada de 1980- sino de la crisis sin Estado. Ha quedado mellado Palacio, desacreditada la vida poltica. Qu duro, doloroso y necesario ha sido ver los videos del ex asesor Vladimiro Montesinos corrompiendo a diestra y siniestra y llegar a asumir que la red o maquinaria criminal que mont con Fujimori y los jefes militares hoy en prisin fue inmensa, realmente inmensa, cada uno con su propia red de mafiosos como indican los procesos, que nadie se sorprenda del estado de nimo de desilusin y desasosiego. El deterioro de la confianza en el poder mismo se ha acrecentado, hoy abraza el Ejecutivo, alcanza a ministros, al Congreso, a los partidos polticos. Es el Estado quien pierde autoridad. La crisis desciende por escalones a los presidentes de regin. Y recientemente a los alcaldes. Por lo dems, el desborde se repite en los partidos polticos, cuyos dirigentes histricos, los carismas mismos, se tambalean. En este pas en que nadie obedece a nadie, la mquina del tiempo parece haber descendido a los tiempos de la premodernidad, cuando las sociedades no tenan ni Estado ni proyecto en comn ni futuro. El Per se est volviendo un pas invertebrado. Utilizo con desgano y temor el concepto. Lo establece el filsofo espaol Jos Ortega y Gasset para una Espaa en donde los particularismos de clase y de regin tiraban la manta cada uno para su lado. Lo de Ortega y Gasset fue presagio, en 1921, de la guerra civil de 1936 a 1939.

    En qu medida los diversos desbordes, los estrictamente sociales, son equiparables? Creo que es conveniente distinguir lo que Matas Mar llama, y con razn, lila protesta" de otro tipo de fenmenos. La protesta es social, sindical, clasista, recientemente de regiones enteras (el gran paro de Arequipa el ao pasado) de zonas productivas, de los cocaleros de Tingo Mara. Pero llave qu es? Es protesta, pero con contenidos muy particulares, que van desde la demanda de los ilaveos por autoridades de Estado suficientemente legitimadas a simple y llanamente, en la desesperacin, al hecho de dar varios pasos hacia la abierta desobediencia civil. Que se vayan todos, desde los regidores hasta el alcalde y el propio Toledo. Dejar, por eso, para las lneas que siguen, los casos ms tradicionales de anomia individual que han aumentado, efecto perverso de la permisividad de una sociedad que se abre, mal que bien, al mercado y a la democracia. Menciono sin abundar los casos urbanos de pandillaje, de consumo de drogas, de ebriedad, alcoholismo (nuestros choferes se matan en las carreteras por borrachos), prostitucin a gran escala y trfico de menores, hay cifras pavorosas de muchachas madres de familia antes de ser adultas. Crimen, suicidio y desrdenes mentales son formas frecuentes en toda sociedad, y si se elevan, no seamos presuntuosos, son equiparables a las modalidades que estudiara el terico social francs rnile Durkheim y el socilogo estadounidense Robert King Merton. Aunque, claro est, la criminalidad en Lima se ha elevado de 1970 a 1990, alcanzando a otras cosmpolis, nada que envidiarle a Mxico.

    En fin, lo que Matos Mar llama "desborde" yo llam simplemente "anemia" (Socialismo y Participacin, nmero 37, marzo de 1987), dicho con todo respeto al amigo y al profesor que tuve con provecho en la Universidad de San Marcos de la dcada de 1970. Anomia, sin duda, es el fondo del problema, y el desborde es la feliz. metfora utilizada por Matos Mar, aquella que evoca para un peruano, la naturaleza indomable y el capricho climtico. Pero los desbordes, tan repetitivo s y variados, son expresin de un problema de fondo, de un desorden a la vez de la sociedad como del Estado, la primera se impacienta y crea formas particulares de rebelin e insumisin sin alcanzar "la gran transformacin", como si se la temiera. En cuanto al "Estado en forma", como lo llam el historiador Jorge Basadre, este tarda, ese orden jurdico superior nos falta, unos principios generales de obediencia y normas que el peruano, de arriba o de abajo, desea tanto como teme. Hoy ese es el tema. O Estado o perecemos. Los noto demasiado distrados a mis compatriotas en la materia, la construccin institucional no es primera prioridad ni en las elites polticas ni en el pueblo, piensan en mercado, capitales exteriores, plazos electorales y vacancias presidenciales, pero las sociedades, la peruana o cualquier otra, pueden implosionar. El historiador Pablo Macera compar en algn momento el Per con el Imperio Austro-Hngaro (1867-1918), pero no hablaba solamente de su complejidad y variedad interna. No lo entendieron. Esta monarqua dual desapareci. Las crisis no resueltas prolongadamente abren agujeros negros en los Estados. Por evitar revoluciones o transformaciones radicales, el Per sufre una implosin.

    El problema de la anomia peruana es que no es sencillamente desviacin personal como en la teora clsica. En nuestro caso peruano abraza capas anchas, subculturas delincuenciales. Un

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    caso patente es la clase empresarial que desfil por la oficina del Sistema de Inteligencia Nacional (SIN) en los das de Montesinos. La medicin y evaluacin de la anomia clsica, como conducta individual desviada, toma en el caso peruano proporciones distintas, y merece la refundacin misma de la teora de Merton. (Qu ocurre cuando no se aplica a un individuo, al que se supone que halla obstruccin en el acceso a los medios legtimos de xito y, en consecuencia, toma caminos con desviacin? Estoy resumiendo el postulado de la sociologa mertiana. Las cosas no ocurren as en el Per, se delinque en grupo, con otros, con muchos, en "chocln", alegremente y casi con la seguridad de la impunidad. Entonces, qu tipo de sociedad es esta, como la peruana, en que la desviacin no es individual, sino socialmente admitida, cuando deja de ser individual y atomstica, y se hace referencial, norma de la no norma, elogio de la viveza, la pendejada y el cuento? (Qu pasa cuando los tensionados no son los que infringen las leyes sino los que la cumplen, es decir, los que pagan impuestos, se detienen ante la luz roja, llegan a la hora, cumplen sus contratos y no tienen un "sancochado", vale decir, una querida o una doble casa en algn suburbio? Cundo la eleccin o valoracin grupal y la interaccin grupal prefiere identificarse con el mosca, el vivo, el que la sabe hacer? LO no es acaso cierto que se premia el xito y la movilidad social. an a costa de toda regla? A diferencia de las sociedades que sirvieron a Durkheim a fines del siglo XIX y a Merton en Estados Unidos a mediados del XX, los retrados o culposos, en este pas, no son los corruptos sino la arrinconada decencia, sea de izquierda o de derecha.

    Los mandatos morales y la internalizacin de los valores solo podran provenir de las clases dirigentes, que no hubo, del Estado, que haba y desmontamos, y de la educacin pblica, que exista pero reducimos a menos que cero. Estoy mencionando por lo menos dos formas de la aberracin. Los ms ricos y poderosos son los primeros en solicitar la excepcin ante la ley, la impunidad, y si bien el Per ha vuelto a la democracia, el habitas, en el sentido que lo entendi el socilogo francs Pierre Bourdieu, es decir, la disposicin a un cierto tipo de conducta que proviene del origen de clase es tan fuerte que ni las obligaciones del cargo hacen olvidar a un vicepresidente que no se puede firmar decretos para favorecer a un familiar, como ocurri hace poco, en sonado escndalo. Son siglos de costumbres de seores estamentales (Weber los estudia, pero para la Edad Media europea) de uso de lo pblico como si fuese privado. Al menos la democracia, y la prensa a ella ligada, trae consigo los moralizadores escndalos. En cuanto al Estado o, mejor, los gobiernos son fuente de ejemplar anomia.

    De seor a paje, todos contribuimos con la extensin del desaliento. Los gremios se radicalizan, los cocaleros vuelven una y otra vez a las calles limeas, pero los escndalos que apuntan al entorno presidencial vuelan de titular en titular, reuniones ilcitas de funcionarios procesados luego por corrupcin, resoluciones irregulares. No solo el gobierno central, las acusaciones de delitos de malversacin de fondos envuelven por igual a flamantes autoridades regionales. Los requerimientos, los juicios por pensin de alimentos a hombres pblicos y congresistas, ex consejeros en prisin, ex generales cajeros de 12'1 mafia, investigaciones preliminares a parientes del ex presidente, actividad desbordantes de las fiscalas, el listado del desorden gubernamental es interminable. Mientras las crceles estn llenas por delitos de trfico de influencia, usurpacin de funciones y omisin de denuncias de gente del rgimen anterior, el pas reclama la lucha contra la corrupcin para con la administracin actual. Esta prdida constante de legitimidad, desestabiliza hasta los escalones mnimos del aparato oficial. Despus del asesinato del alcalde Cirilo Robles de llave, el 26 de abril, Arnaldo Chambilla Maquera confiesa a un diario limeo no poder dormir tranquilo. De tercer regidor en una comuna provincial del: Callao es ahora burgomaestre por una decisin del Jurado Nacional de Elecciones (JNE). Teme que las turbas lo ataquen. No hay garantas en llave. Se destruyen las huellas palpables del Estado, como en los tiempos en que Sendero Luminoso volaba las comisaras y los locales pblicos, pero esta vez son las turbas.

    Es eso el desborde de Matas Mar? O es otra cosa: la desobediencia civil. Olas de un descontento que tarda en decir su nombre. La sociedad se desapega del Estado que se ha desapegado de la sociedad gracias a la importacin maravillosa de la globalizacin en su versin tonta de la dcada de 1990. En todo caso, lo que ahora ocurre va ms all de la protesta clasista de la dcada de 1980. Bloqueo de carreteras por cocaleros, adopcin de tcticas que dieron resultado en Bolivia, troncos y piedras en las calles bloqueadas, marchas pacficas y no pacficas. Pedido de los lderes puneos para que se libere a acusados

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    susceptibles de encontrrseles culpables del asesinato del alcaIde Robles. la situacin es confusa, paradjica, la desobediencia civil se insurge y reclama a la vez la presencia de ministros, por lo menos tres, para una mesa de negociaciones. Sublevacin y negociacin? La vieja tradicin colonial y republicana que estudia la investigadora francesa Marie-Danielle Demlas de insurgirse y pactar (La invencin poltica:

    Bolivia, Ecuador, Per en el siglo XIX, 2003), pero del lado del orden, del supuesto orden, del "Estado en retirada" (la idea es de la profesora Carol Wise, Reinventando el Estado, 2003), no tiene preparado los substitutos en caso de vacancia del poder presidencial. Indisciplina en los partidos, inscripcin de muchos otros, el crdito del poder mellado, despus de la fuga de empresarios de televisin y de diarios por los vladivideos, desacreditado el mismo silln presidencial, la vida poltica misma. Cierto, vino la transicin, las elecciones de 2001, la presidencia de Toledo, pero este a los pocos meses perdi la confianza de los ciudadanos, acaso por asuntos familiares, del entorno, acaso por un desaliento que igual hubiera heredado todo aquel que llegase a Palacio. Ese es asunto hondo que merece reflexin, lo guardo para el filo de 2006, si es que no es antes. El hecho es que hay un rgimen democrtico en el desamparo popular.

    No est descompuesto nicamente el Estado, esto no es tan grave, pues tiene enmienda, sino tambin la sociedad. Por dnde, en efecto, comenzar? La anomia en sus mltiples expresiones nos va a despedazar? (No ser esta crisis, una al fin y al cabo, tpica de cuando una sociedad abandona los protectores y paternales espacios de lo comunitario e ingresan los individuos, en tanto que tales, a jugar otros roles sociales, ms speros, ms exigentes, menos gregarios? (No es este el fondo de la cuestin, no lo tnico sino lo premoderno que se resiste a morir? y cmo lo hara, cmo adaptarse a un mundo de patrones y seores tan anmicos como las propias clases subordinadas? Quin romper y cmo se romper este crculo vicioso, la cadena fatal de conflictos a la vez viejos y nuevos? En llave, un estudio de terreno realizado por Carlos Ivn Degregori, a diferencia de lo dicho en diarios y canales de televisin, seala cmo el fondo de la cuestin no tiene mucho de tnico: fue objecin de ciudadanos en un cabildo abierto, ante una gestin de alcalda, sobre unos fondos de compensacin municipal. Al parecer el alcalde, aimara o no, quiso manejar eso de manera distinta a los petitorios de las parcialidades o las comunidades campesinas. La cosa termin a golpes y puetazos, igual daba que fueran quechuas o puquinas (y los de Tingo Mara migrantes amaznicos) se continu en la plaza pblica de ambos lados, y acab, tras semanas de desidia de las autoridades regionales y nacionales, en el atroz asesinato de abril. El proceso de descentralizacin, los gobiernos locales y su articulacin poltica al parecer floja o inexistente con la nacin es lo que est en juego. Por entero, el aparato regional, prefectural, de gobernadores a representantes y ministros de Estado. Para volver a Matas Mar, Jlave es a la vez desborde y protesta, crisis del Estado y desobediencia civil. El asunto llama a un planteo mayor. (Qu Estado para esta sociedad y qu sociedad para los peruanos? Algo que venza la

    destruccin de nosotros mismos, envuelta en hechos, al parecer, desconectados.

    En suma, la anomia se halla a ambos lados del pas que habitan 29 millones de atribulados peruanos. Para decir rpidamente las cosas, del lado del gesto de las llantas quemadas ante cualquier manifestacin, la toma de locales, la gresca callejera entre barriadas colindantes. y as botas de los Humala. Pero tambin est la anomia en el poder mismo: los escndalos, la ausencia de un cuerpo de funcionarios en carrera pblica por concurso, todo lo que se ha estado dando estos aos, en el sur, Chile, como gestos de seriedad, de construccin institucional, de civilizacin abierta a la comunicacin, a la ciencia, al siglo XXI, un Estado y un 'orden democrtico como garanta de desarrollo, de capitales extranjeros y no su contrario. En el Per, en cambio, hemos hecho crecer la anomia y sus desbordes, arriba y abajo. Somos el anti-Chile.

    Esta maana, para preparar esta nota de recibo al maestro sanmarquino que nos visita, le echaba un vistazo a los diarios locales. Un diario seala que muchos hospitales an no cuentan con incineradores para los residuos txicos. Si va a comprar el SOAT no lo haga en las calles, "muchos inescrupulosos venden esta pliza" (El Comercio). "En Tumbes se quejan del contrabando de pltanos". "Se advierte en los cuarteles extraas movidas". "Sunat denuncia a

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    Saga Falabella por reetiquetado". "Con la ayuda de la Polica Nacional del Per y la fiscala, desbaratan 49 estaciones ilegales de radio en la capital". "El 30% de peruanos sufre del odo" (Per 21). Y por el da del padre, "dos padres se suicidan por soledad". "En la Ciudad del Pescador, Callao, dos delincuentes drogados bajan de un vehculo y abren fuego contra los ass a una pollada (La Repblica). Eso es el Per hoy, querido maestro Matos Mar: nueve muertos en una pollada. Unos tipos que le disparan a inocentes. La ausencia de la obra poltica (1651), del filsofo ingls Thomas Hobbes, la guerra de todos contra todos, ms las botas de los Humala.