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  • ANA MARA GONZLEZ LUNAUniversit Cattolica del Sacro Cuore di Milano

    Memoria personal y memoria colectiva en la literaturade la cristiada. Dos ejemplos emblemticos:

    Rescoldo y Pueblos del viento norte.

    La intencin de dar significado a los hechos humanos paracomprenderlos y conocerlos mejor pertenece tanto a la literaturacomo a la historia. Ambas son formas de escritura y desde su pro-pia especificidad contribuyen al conocimiento del comportamientohumano en la sociedad. El conocimiento del pasado satisface la ne-cesidad de comprender, de dar sentido a los acontecimientos. No envano Todorov dice que el hombre es memoria, que estamos hechosde pasado y volverlo inteligible es tambin tratar de conocernosmejor1. Sabemos que la narracin es el recurso del que dispone lamemoria para contar la historia de los que fueron. Pensar lo pasa-do es contarlo; recordar lo pasado es obligarse a narrarlo, elaborarun relato.

    Ahora bien, con el intento de subrayar el valor que los textosnarrativos tienen como testimonio de una memoria individual y co-lectiva que nos lleva a un conocimiento ms amplio y profundo dela historia, y reconociendo, con Michel de Certeau2, la literatura co-mo un discurso lgico de la historia, la ficcin que la vuelve pensa-ble, propongo dos textos significativos de la literatura mexicana detema cristero, que nos ofrecen una visin que va ms all de la ver-sin oficial de lo que fue la Revolucin Cristera.

    1 Tzvetan Todorov, El jardn imperfecto. Luces y sombras del pensamiento

    humanista, Barcelona, Paids, 1999, p. 319.2 Michel de Certeau, Historia y psicoanlisis, Mxico, Universidad Ibe-

    roamericana-Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente, 1995, p.98.

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    En la novela Rescoldo de Antonio Estrada3, nos encontramoscon el relato autobiogrfico del hijo de un jefe cristero, en el que lafuncin del recuerdo, de la memoria personal, es la de motor de unanarracin de indiscutible calidad literaria. El texto Pueblos de vien-to norte de Luis de la Torre y Manuel Caldera4, es una valiosa reco-pilacin de testimonios orales de protagonistas de la revolucincristera. Recuerdos depurados por el tiempo que se vierten en unacoleccin de relatos que constituyen una memoria colectiva de granintensidad, que tiene el sabor de la epopeya y la fuerza del testimo-nio oral. Ms all de una posicin ideolgica domina en ambos tex-tos la intencin de contar lo vivido para recordarlo.

    Recordemos que la Cristiada fue el enfrentamiento que huboentre los catlicos y el gobierno mexicano anticlerical de PlutarcoElias Calles entre los aos 1926 y 1929; se dio por terminado con lafirma del acuerdo del 21 de junio de 1929 llamado modus vivendique hicieron los respectivos representantes del Estado Mexicano ydel Episcopado Mexicano con la autorizacin de la Santa Sede5. Losestudios sobre la Cristiada son bastante recientes; a partir del es-tudio de Jean Meyer la bibliografa ha ido aumentando y el interspor el tema ha ido ampliando la visin del conflicto. Aunque de for-ma ms limitada y desde un punto de vista ms histrico que lite-rario, tambin la literatura de la cristiada comienza a ser objeto deinvestigacin. Incluida dentro de la llamada literatura de la Revo-lucin, los crticos e historiadores de la literatura mexicana subra-yan el escaso valor esttico de la literatura de tema cristero, mien-tras que los historiadores acuden a sus textos como fuente de infor-macin.

    En su intento de rescatar el pasado y la memoria popular, losautores de Pueblos del viento norte dan la palabra al pueblo mexi-cano, para que cuente su versin de la Revolucin y de la guerra

    3 Antonio Estrada, Rescoldo, Mxico, Jus, 1999. (Ia ed. 1961).

    4 Luis de la Torre y Manuel Caldera, Pueblos del viento norte, Guadalajara,

    Secretara de Cultura de Jalisco, 1994.5 Cfr. Jean Meyer, La Cristiada, Mxico, Siglo XXI, 1973-74, 3 vols.; Coraje

    cristero, Mxico, UNAM, 1982; La Cristiada, Mxico, Clo, 1999; Hctor AguilarCamn-Lorenzo Meyer, A la sombra de la Revolucin Mexicana, Mxico, Cal y Are-na, 1989.

  • Memoria personal y memoria colectiva en Rescoldo y Pueblos del viento norte 301

    Cristera, sin importar de qu lado estaban.Los relatos de la primera de las tres partes en que est divi-

    dido el texto, se refieren al periodo de la Revolucin, inmediata-mente precedente e ntimamente unido al de la Cristiada; en ellosse alternan los recuerdos de experiencias personales, de quienes denios la vivieron, con los recuerdos de lo contado por otros, la me-moria de los padres, tos, abuelos: [...] a pesar de que yo tena doceaos de edad, me acuerdo perfectamente de todo. Y lo que no vi, loo de los mismos labios de mis padres6, porque contaban todo,todo lo que haba pasado, de ese modo supimos todo7. La veraci-dad de lo contado, subrayada con frecuencia, est fincada en la ex-periencia personal: Esto que les cuento es lo que yo vi, nadie me locont, y algo de lo que o, pero de los mismos y de la gente de honor,de gente de palabra8; Yo presenci todititos los movimientos. No-ms las palabras no las oa porque siempre est retiradito, pero elmurmullo de la voz s lo oa. A m me toc ver todo, ya le digo9;[...] estos ojos que se han de comer los gusanos, vieron cmo los ca-rrancistas aprehendieron al seor obispo, porque aqu en mifrente tengo todo aquello que vi10. No slo la experiencia vivida, laautenticidad de lo contado por otros - la tradicin oral - tampoco sepone en duda: Todo lo que pas en esos combates yo lo saba por-que a m me lo platicaban personas de las mismas que fueron, delos que tomaron parte en los combates11; porque con la aportacinde los testigos se reconstruye la historia que completa los recuerdospersonales. Vale la pena notar que casi todos los relatores hacenhincapi en la edad que tenan cuando sucedi lo que estn contan-do, probablemente para justificar algunos olvidos, o bien para ase-gurar que a pesar de que eran tan slo nios, se acuerdan muy biende todo, e inclusive de algunos detalles.

    Recuerdos trados a la memoria despus de muchos aos, en

    6 Luis de la Torre-Manuel Caldera, cit., p. 23.

    7 Ibidem, p. 32.

    8 Ibidem, p. 35.

    9 Ibidem, p. 45.

    10 Ibidem, pp. 91-92.

    11 Ibidem, p. 48.

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    los que el tiempo seguramente ha nublado datos precisos pero enlos que se mantiene vivo el sentimiento, la huella que aquellos aosdejaron en el pueblo: la memoria de los sentidos, la memoria del co-razn, expresada con el lenguaje, fresco y sencillo, caracterstico delos habitantes de esas zonas rurales. Yo, la verdad, tena miedo.Estaba chamaco. Ya tena como diecisiete aos de edad, pero siem-pre tena miedo12; Pero, pos pa qu ms que la verd, todos and-bamos con el miedo metido hasta los escondrijos. Y pos que hacauno13; Las dos traamos el miedo en la pura mirada14. A los re-cuerdos personales de nios se une la memoria colectiva, se mezcla,se inserta lo que se deca, lo que se contaba, lo que se tema. Expe-riencia de la muerte que, parafraseando algunos de los testimonios,podemos calificar de fuerte y fra como el viento que soplaba enenero, que ya no se olvid nunca, aunque no hubiera casi cosa boni-ta que recordar15.

    Son numerosos los ejemplos en los que a travs de la memoriase manifiesta el pasado como un presente todava latente. Asimis-mo, se suele identificar el recuerdo con el sentido de la vista: analo-ga entre la capacidad de ver de los ojos y la posibilidad de volver aver de la memoria: Yo me acuerdo como si ahorita lo estuvieraviendo16; Doa Adelita Carlos, en cambio, al hablar de la muertede su padre parece representar la presencia en la ausencia: Todolo vi, lo tengo bien presente. Presente lo tengo. Qu de cosas; yaunque no pueda acordarse de qu bando eran los que mataron asu padre, los hechos no dejan de hacerse presentes aqu, en mi ca-beza17, porque ms all de las distintas posiciones polticas sobre-vive la experiencia del dolor.

    12 Ibidem, p. 52.

    13 Ibidem, p. 58.

    14 Ibidem, p. 141.

    15 Narrar es guerrilla contra el olvido y connivencia con l; si la muerte no

    existiera, tal vez nadie relatara nada. Cuanto ms humilde - cercano fsicamentea la tierra, humus - es el sujeto de una historia, ms se advierte la relacin con lamuerte, Claudio Magris, en Microcosmos, Barcelona, Anagrama, 1999, p. 248,citado en Fernando Barcena - Joan-Caries Mlich, La educacin como aconteci-miento tico, Barcelona, Paids, 2000, p. 22.

    16 Luis de la Torre-Manuel Caldera, cit., p. 30.

    "Ibidem, pp. 182 y 184.

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    La zona geogrfica a la que se refieren los relatos orales, reto-mados y adaptados por De la Torre y Caldera, es la del norte del es-tado de Jalisco, sobre todo los pueblos de Huejuquilla y Mezquitic,donde ellos han vivido muchos aos. Los nombres de lugares, ran-chos, aldeas junto con los de generales villistas o carrancistas en larevolucin, cristeros o federales en la cristiada, se repiten constan-temente en los diferentes relatos. La voz del pueblo que sufri tan-to los abusos de los villistas como los de los federales; vctimas deuna situacin se defendan como podan y vivan el terror diario, lahambruna provocada por las luchas, por la ocupacin en algunoscasos de los villistas, en otros de los carrancistas. No se trata deuna versin oficial o de parte, se trata de la memoria del puebloque se encontr en medio de la revolucin y de la guerra cristerasin quererlo18. En palabras de uno de los mismos protagonistas en-contramos resumido ese trgico destino comn: A m se me haceque la Revolucin se traga a sus hijos y la muerte llega parejo19.

    Como una lnea continua, casi sin pausas, en el texto como enla historia, se pasa de la Revolucin a la Cristiada, siguiendo un or-den cronolgico en la secuencia de los relatos. As, en lugar de can-tar "la cucaracha" seguan con el "Alabado" o "Viva Cristo Rey"20.Despus de la revolucin, nos dice Jess de la Torre, la verdad quenadie quera arriesgar el pellejo que tanto nos haba costado traerlotodava pegado. Estbamos vivos. Qu ms21.

    En la memoria colectiva habitan tambin personajes legenda-rios como Valentn, quien malquistado con el gobierno despus dela Revolucin, encuentra la ocasin para vengarse, en la Cristiada,que le cay como anillo al dedo. En la construccin de su leyenda,sin duda, ha contribuido el que se contaran y cantaran sus hazaasen el corrido que le hiciera Chimano Noriega, un campesino que,como recuerda su hijo, no saba leer sus canciones, no las escriba.

    18 Probablemente por esto Jean Meyer propone leer la Cristiada como la

    Ilada Uno puede sentirse griego o troyano; no dejar de sentir una emocin pro-funda al leer cada uno de los episodios de esa epopeya, aunque la haya ledo cinco,diez, cien veces. Prlogo a Jos de la Torre-Manuel Caldera, cit. p. 13.

    19 Ibidem, p. 82.

    20 Ibidem, p. 63.

    21 Ibidem, p. 126.

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    Cuando las volva a cantar les inventaba otras cosas. Las componaal vuelo22. As, el corrido, con el correr de los aos, se fue modifi-cando segn la versin que se daba de los hechos: para unos fuetraidor y para otros valiente.

    El ttulo bajo el que se agrupan los ltimos ocho relatos pare-ce tomar el nombre de la novela de Antonio Estrada: Rescoldo23.Tanto la novela como los testimonios orales de Pueblos de vientonorte se refieren al mismo periodo del conflicto armado, la llamadaSegunda, es decir, el segundo levantamiento que tuvo lugar en al-gunos estados de la Repblica Mexicana, cuando ya haban firma-do, en 1929, el Episcopado Mexicano y el gobierno de Ortiz Rubioun acuerdo con el cual se daba por terminado el conflicto24.

    El trmino Rescoldo quiere explicar el levantamiento como lavoluntad de volver a encender desde las brasas que quedaron de laguerra cristera - 1926-1929 - la llama de la rebelin.

    Brasas de rescoldo cristero... Que aunque sea nosotros guarde-mos la lumbrita bajo las cenizas. Y noms en la espera de quesoplen buenos vientos y nos arrimen baraas, para que devuelta se prenda la Cristiada en todo Mxico... Que sea unalumbradona bonita, bonita25.

    Los ttulos de los tres captulos en que est dividida esta obra

    22 Ibidem, p. 106.

    23 Las fechas de publicacin de ambas obras permiten hacer esta hiptesis;

    seguramente los autores del Pueblos de viento norte (1994) se inspiraron en la no-vela Rescoldo (1961) para poner bajo ese ttulo los relatos que se refieren a ese pe-riodo de la historia.

    24 Entre 1929 y 1931 pudo creerse que sera viable la modus vivendi, la

    Iglesia trataba de facilitarle las cosas al gobierno condenando a los catlicos que seoponan a los arreglos y a todo movimiento armado que utilizara un pretexto re-ligioso. Sin embargo, la mayor parte de los cristeros no crean que los arreglos hu-biesen sido una verdarera victoria, lo vean como una capitulacin impuesta por laIglesia que en realidad los llevaba a un modus morendi. As, entre 1934 y 1940 al-gunos grupos de cristeros, no ms de 7500 combatientes, volvieron a levantarse, semantuvieron irreductibles en sus sierras y declararon que no se someteran jamshasta que el gobierno hubiera abandonado toda persecucin contra la Iglesia. JeanMeyer, La Cristiada, cit., voi 1, p. 368.

    25 Antonio Estrada, cit., p. 71.

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    Las brasas, El airazo, Las cenizas , son metfora del dramticodesarrollo de la ltima rebelin cristera: nunca sopl el aire con lasuficiente fuerza para reencender las brasas, y al final los eventosterminaron de apagar el rescoldo dejando slo las cenizas. Ese finalde cenizas anticipado por las mujeres al hablar de la otra vuelta,reiterando ese otra vez de la revolucin, de la persecucin del go-bierno26.

    Ahora bien, desde el punto de vista histrico, la novela deEstrada abarca fundamentalmente algunos aos de la rebelin,1934-1936, aunque se conlcuye con las ltimas cenizas del 1940, ygeogrficamente se ubica en la sierra de Durango. Las fechasanotadas son muy pocas pero se intercalan en la narracin casi conla misma precisin con que se describen los lugares en donde sedesarrolla el drama.

    La necesidad del autor de contar para recordar, para recupe-rar al padre perdido en esa lucha se manifiesta desde el principio,cuando el cuerpo del padre parece no tener un lugar fsico dondedescansar, porque ni siquiera se sabe dnde qued cuando lo mata-ron27. La narracin permite, al reconstruir la historia, que el padreencuentre su lugar en la memoria del hijo. Se trata de un viaje alpasado siguiendo las huellas del padre; un viaje por caminos ya re-corridos, por recuerdos dolorosos y ntidos que cuentan el destinotrgico de Florencio Estrada y de los rebeldes que lo siguieron en lalucha. Un viaje de regreso al lugar de los hechos en compaa de sumadre, en el que los olvidos se hacen patentes: Como si la memo-ria se me hubiera embotado diatiro, desde que lo perdimos. Pero yaestoy mirando de vuelta cmo pas todito. Y siempre mejor del finalpara atrs28 dice ella, tras haber gastado todas sus lgrimas. As,la memoria tiende un puente entre el pasado y el presente, desde elpropio instante actual, entre el mundo de los muertos y el de los vi-vos: as era todito, todo como en los recuerdos [...], as con nuestrasnimas revivindolo todo, como cuando sucedi. Y mientras la viu-da de Florencio Estrada necesita ver para recordar, su hijo tiene

    26 Ibidem, pp. 32-35.

    27 Ibidem, p. 19.

    28 Ibidem, pp. 19-21.

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    que contar para recordar, desde el principio, porque la narracin esel recurso del que dispone la memoria para contar la historia de losque fueron. Gracias a la memoria el escritor puede hacer presentelo pasado, lo ausente.

    De esta manera el acto personal de querer rescatar la figurapaterna relatando su ltima lucha, resulta ser, a su vez, un testi-monio histrico. La historia personal y la historia colectiva se cru-zan, se mezclan a lo largo del relato, de la misma manera en que sefusionan literatura e historia.

    A lo largo de la narracin la madeja de los recuerdos se vadestramando, y al mismo tiempo con ella va tejiendo la historia enla que tambin se relatan los recuerdos de los otros, de su padre.Sern pues los recuerdos los que expliquen cmo y cundo empezFlorencio Estrada a participar en la Cristiada y por qu no quisoaceptar los "arreglos" con los que oficialmente se haba dado porterminado el conflicto: La madeja de recuerdos que se estara tra-bando, de sien a sien de sus cabezas; quizs la punta del hilo deesa madeja est seguramente en el recuerdo del juramento que hizocuando decidi participar en la lucha29, al que se le dio mayor valorque a las instrucciones dadas por el Episcopado Mexicano e inclu-sive que a las rdenes de la Santa Sede: en esta sierra acostum-bramos cumplir la palabra empeada a cualquier hombre. Cuntomenos nos vamos a rajar con Dios...; Yo creo que Diosito vale untanto ms que cualquier fulano30.

    La mayor parte de los relatos de Pueblos del viento norte, ascomo la novela Rescoldo, son ejemplo de lo que ese episodio de lahistoria de Mxico ha dejado grabado en la memoria colectiva. Lamemoria en cada uno de los textos tiene como punto de partida re-cuerdos de infancia, tan vivos y con claros elementos en comn quehacen posible un conocimiento ms amplio de lo que fue la Cristia-da, ms all de la historia ofical y de las versiones que las partes

    29 Ibidem, p. 45.

    30 Ibidem, p. 71. La Santa Sede despus de aos de silencio en septiembre

    de 1932 con la encclica Acerba Animi protesta contra los abusos del gobierno me-xicano pero ordena la sumisin a las leyes y renueva las consignas contra todarebelin armada. Cfr., Jean Meyer, La Cristiada, cit., voi 1, p. 360.

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    han dado.El motor de la escritura de los dos textos elegidos es, sin duda

    alguna, la memoria: se recuerda para no olvidar; se rescata el pa-sado para dar un sentido al presente desde el cual se mira, para po-der pensar un futuro. La correlacin existente entre la actividad denarrar una historia y el carcter temporal de la existencia humanaes fundamental, porque el tiempo se hace tiempo humano en lamedida en que se articula en un modo narrativo, y la narracin al-canza su plena significacin cuando se convierte en una condicinde la existencia temporal31.

    En los testimonios orales subyace la presencia del interlocu-tor, hay un t a quin se le cuenta, y se crea as una suerte de con-versacin, que contina simblicamente, a travs del texto escrito,con el lector32. An tratndose de una novela, es decir de un textode ficcin, en Rescoldo el narrador lleva al lector por el camino dela memoria y no de la imaginacin, utilizando un lenguaje cuidadoy vivo que es reflejo del vnculo que mantiene constantemente conlos acontecimientos relatados33.

    Ambos textos son un ejemplo de cmo la literatura puede serfuente de informacin valiosa para las ciencias sociales, porque loque ofrecen va ms all del dato objetivo y cientfico, mas no porello menos importante. La memoria del poeta contribuye a recupe-rar la historia desde el punto de vista, no de la ciencia, sino de larememoracin y del recuerdo.

    Parece evidente, entonces, que la memoria del pasado contri-buye a reformular el sentido que los acontecimientos ocurridos tie-

    31 Paul Ricoeur, Tiempo y Narracin, Mxico, Siglo XXI, 1995, p. 113.

    32 En algunos casos, inclusive, son dos los protagonistas que se alternan en

    el relato, a este respecto cfr. Ai vienen los faldillones, en Jos de la Torre-Ma-nuel Caldera, cit., pp. 67-72. Expresiones que ejemplifican la interaccin con el re-ceptor-lector en este relato, como en otros, no faltan: como le iba diciendo, hacafro.

    33 Para Paul Ricoeur la imaginacin no necesita quedar inscrita en la huella

    del tiempo, pero la memoria s. Tanto la imaginacin como la memoria se refiere acosas ausentes, pero mientras la primera se mueve en al mbito de lo posible, lasegunda est estrechamente vinculada con lo que verdaremante sucedi. PaulRicoeur, Memoria, olvido, melancola, en Revista de Occidente, (Madrid), n 198,1997, p. 107.

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    nen para el presente. Ahora bien, si queremos aprender del pasado,como dice Todorov, tenemos que recurrir a esa memoria ejemplarque es capaz de retener lo ocurrido -especialmente lo ms dram-tico de la historia - para impedir su repeticin. No se trata de re-cordar para encontrar una oportunidad de venganza, sino de recor-dar para hacer justicia, cuidar del presente y asegurar un porvenirmejor34.

    34 Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria, Barcelona, Paids, 2000, p.

    118.

    CampoTexto: AISPI. Memoria personal y memoria colectiva en la literatura de la cristiada. Do ...