informe misionero adultos 10/11/2012

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A nival, de 18 años, y su primo Floresmilo estaban siguiendo a un venado en la sel- va de la región oriental del Perú. Anival apun- tó con el arma al animal. De repente, una ex- plosión enceguecedora lo arrojó hacia atrás, a las malezas. –¡Aaaaaaay!, gritó desesperado de dolor. Su primo corrió hasta donde estaba Anival, y vio que estaba cubierto de sangre. Esta corría desde su brazo izquierdo, que había quedado destrozado. Floresmilo se arrancó la camisa, para fabricar una venda y detener la hemorragia. —Vamos a conseguir ayuda —le dijo, mien- tras trataba de que su primo se pusiera de pie. –El dolor... no puedo soportar el dolor. ¡Por favor, mátame! –le rogaba Anival. Pero Floresmilo lo ayudó a ponerse de pie y lo ayudó a llegar a la clínica médica más cer- cana, a cinco horas de caminata. La clínica no tenía médico, pero la enferme- ra limpió la herida y le dio a Anival algo para el dolor. Entonces, envió a los dos muchachos PERU | 10 de Noviembre Anival al hospital más cercano, a una hora de distan- cia. Allí, los médicos le amputaron el brazo des- trozado y lo trataron de sus otras heridas. Durante varios días, Anival se quedó en su lecho mirando a la pared. Tenía que luchar contra el dolor y la depresión, seguro de que este era el fin de su vida. De la desesperación a la esperanza Ni Anival ni su primo conocían mucho acerca de Dios. Pero Floresmilo había asistido ocasio- nalmente a la pequeña iglesia adventista que se encontraba cerca del hogar de su familia. Pronto se dio cuenta de que Anival necesitaba ayuda espiritual. Entonces, buscó y halló una iglesia adventista cerca del hospital y le pidió al pastor que visitara a su primo. El pastor accedió y fue a visitar a Anival. Al hacerlo, lo animó con varios textos bíblicos. –Has perdido tu brazo –le dijo al muchacho–, pero Dios te ha conservado la vida. El Señor quiere que sepas que te ama; él tiene una obra para ti, que tienes que cumplir mientras estés en esta Tierra. Y, cuando Jesús regrese, él te va a restaurar el brazo perdido. Anival se mostró un poco escéptico con respecto a las palabras del pastor. Pero, cuando más pensaba en lo que le había dicho, mayor esperanza comenzó a sentir. Quizá Dios sí podía hacer que de toda esta terrible situación resulta- ra algo positivo. Sintió, entonces, que la presen- 15 Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © www.escuela-sabatica.com MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN SUDAMERICANA De la tragedia al triunfo De la tragedia al triunfo

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Anival, de 18 años, y su primo Floresmilo estaban siguiendo a un venado en la sel-

va de la región oriental del Perú. Anival apun-tó con el arma al animal. De repente, una ex-plosión enceguecedora lo arrojó hacia atrás, a las malezas.

–¡Aaaaaaay!, gritó desesperado de dolor.Su primo corrió hasta donde estaba Anival,

y vio que estaba cubierto de sangre. Esta corría desde su brazo izquierdo, que había quedado destrozado. Floresmilo se arrancó la camisa, para fabricar una venda y detener la hemorragia.

—Vamos a conseguir ayuda —le dijo, mien-tras trataba de que su primo se pusiera de pie.

–El dolor... no puedo soportar el dolor. ¡Por favor, mátame! –le rogaba Anival.

Pero Floresmilo lo ayudó a ponerse de pie y lo ayudó a llegar a la clínica médica más cer-cana, a cinco horas de caminata.

La clínica no tenía médico, pero la enferme-ra limpió la herida y le dio a Anival algo para el dolor. Entonces, envió a los dos muchachos

Peru | 10 de Noviembre

Anival

al hospital más cercano, a una hora de distan-cia. Allí, los médicos le amputaron el brazo des-trozado y lo trataron de sus otras heridas.

Durante varios días, Anival se quedó en su lecho mirando a la pared. Tenía que luchar contra el dolor y la depresión, seguro de que este era el fin de su vida.

De la desesperación a la esperanza

Ni Anival ni su primo conocían mucho acerca de Dios. Pero Floresmilo había asistido ocasio-nalmente a la pequeña iglesia adventista que se encontraba cerca del hogar de su familia. Pronto se dio cuenta de que Anival necesitaba ayuda espiritual. Entonces, buscó y halló una iglesia adventista cerca del hospital y le pidió al pastor que visitara a su primo.

El pastor accedió y fue a visitar a Anival. Al hacerlo, lo animó con varios textos bíblicos.

–Has perdido tu brazo –le dijo al muchacho–, pero Dios te ha conservado la vida. El Señor quiere que sepas que te ama; él tiene una obra para ti, que tienes que cumplir mientras estés en esta Tierra. Y, cuando Jesús regrese, él te va a restaurar el brazo perdido.

Anival se mostró un poco escéptico con respecto a las palabras del pastor. Pero, cuando más pensaba en lo que le había dicho, mayor esperanza comenzó a sentir. Quizá Dios sí podía hacer que de toda esta terrible situación resulta-ra algo positivo. Sintió, entonces, que la presen-

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cia de Dios lo liberaba de la depresión y llenaba su mente de esperanza. Cuando el pastor regre-só a visitarlo, Anival se mostró mucho más dis-puesto a oír más sobre Dios.

El pastor le dejó una pequeña Biblia, y el jo-ven comenzó a leer una porción de ella cada día, dando vuelta las páginas con su pulgar, la única parte de su mano derecha que no estaba cubier-ta de vendas. El pastor le recomendó pasajes de la Biblia que él podía entender.

Otros miembros de la iglesia también lo visi-taron, y Anival se sintió animado por la amistad que ellos le brindaron.

Una nueva vidaVarias semanas después, Anival abandonó el

hospital. Él y su primo visitaron la iglesia adventista, y asimilaron todos los mensajes de esperanza y amor que escucharon allí. Los dos primos hallaron un nuevo significado en la vida. Anival se dio cuenta de que Dios tenía planes para su vida, y pidió ser bautizado. Pocos meses después, Floresmilo también fue bautizado.

Anival regresó a la casa de sus padres como una persona diferente. Había salido de allí como un adolescente con problemas e indisciplinado, pero regresó como un hombre con un propósi-to y una nueva dirección para su vida. En lugar de estar lleno de resentimiento por haber per-dido uno de sus brazos, ahora se sentía lleno de gozo, y era una persona dedicada a los demás. Sus hermanos pronto notaron la diferencia y le preguntaron qué le había pasado. Con mucho entusiasmo, Anival compartió su fe.

El hermano mayor de Anival, que se llama Absalón, respondió positivamente al amor de Dios, y a él le siguieron otros hermanos. Los hermanos carnales de Anival ahora llegaron a ser sus hermanos en Cristo. Sus padres, que habían sido testigos de los cambios que habían experimentado sus hijos, también expresaron su deseo de aprender más de ese Dios que los había transformado.

Una nueva misiónEn la actualidad, Anival, Floresmilo y Absalón

son inseparables. Juntos viajan a otros pueblos pa-ra compartir el amor de Dios siempre que pueden. El padre de Anival se está preparando para cons-truir una capilla en el poblado que está cerca de su lugar de origen, a varias horas de distancia. Pla-nean viajar hasta ese lugar para celebrar reuniones de evangelización.

Los tres jóvenes trabajan como agricultores, para obtener el dinero que les permite compartir su fe con los demás. Hasta el momento, han organizado ocho series de evangelización en los pueblos vecinos, y más de cincuenta personas han sido bautizadas.

“Perdí mi brazo —dice Anival—, pero siento que he ganado otros cuatro brazos: los de mi hermano y los de mi primo, que siempre están a mi lado para ayudarme. Juntos seguiremos compartiendo nues-tra fe con todas las personas que sea posible. A su vez, queremos que esas personas aprendan a com-partir su fe con otros, para que las buenas nuevas de Cristo se esparzan con rapidez, y el Señor venga pronto a buscamos”.

En la región oriental del Perú, hay decenas de iglesias que carecen de la edificación más sencilla donde reunirse para adorar al Señor. Parte de lasofrendas del decimotercer sábado de este trimes-tre será usada para construir una capilla en uno de los pueblos donde la obra está creciendo con rapidez. Gracias por colaborar con sus ofrendas.

C a p s u l a i n f o r m a t i v a Muchos habitantes del Perú tienen que es-

forzarse para satisfacer las necesidades diarias de su familia. Pero los creyentes sienten pasión por compartir el amor de Dios y su promesa de regresar a llevar a sus hijos a vivir con él.

Parte de las ofrendas del decimotercer sába-do de este trimestre ayudará a construir al menos una capilla para los creyentes de la región selvática del oriente peruano.