informe misionero adultos 20/10/2012

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E va Sánchez miró hacia afuera, a través de la ventana, y suspiró. Ella y su esposo se aca- baban de mudar al pueblo natal de él, en la costa norte del Perú. Pero Eva no podía encontrar una iglesia adven- tista en aquel pueblo, y ni siquiera conocía a otro adventista en el lugar. Un tiempo después, Eva halló una congrega- ción adventista, pero para llegar debía viajar me- dia hora en autobús hasta otro pueblo. Comenzó a asistir a aquella iglesia y a colaborar con los ministerios de la mujer y de niños. Pero no podía olvidar el campo misionero de su propio pueblo. Entonces, decidió invitar a sus nuevos vecinos a un Grupo pequeño en su casa. Cuando llegó la Semana Santa, Eva alquiló un pequeño salón. Allí organizó reuniones especiales, a las que invitó a los miembros de su Grupo pequeño. También los instó a que invitaran a sus vecinos y a sus pa- rientes, y ellos así lo hicieron. Pedro Eva se enteró de que Pedro, uno de los que es- taba asistiendo a las reuniones, vivía en un basu- PERU | 20 de Octubre Eva ral. Cuando asistió por primera vez, tenía olor a suciedad y a alcohol. Pedro no dejó de asistir to- das las noches. Cada vez que lo hacía, parecía un poco más limpio que la noche anterior. Cuando Eva ofreció estudiar la Biblia con los interesados, Pedro fue el primero en responder. Fue también el primero en solicitar el bautismo después de completar los estudios bíblicos. Cuando Eva trató de decirle muy amablemente que quizás él aún no estaba listo para dar ese paso, Pedro respondió: “Oh sí, lo estoy. He conocido a mi Padre, y ahora quiero seguirlo”. Eva pensó en los cambios que había observado en la vida de Pedro. Estaba limpio y sobrio, y realmente amaba al Se- ñor. El y otras siete personas fueron bautizados el mismo día. Pedro era un hombre nuevo, pero aún vivía en el basural. Afortunadamente, pocos días después de su bautismo, un viejo amigo le pidió que fuera a vivir en su casa, para que cuidara de ella. Como en el pueblo no había un templo, Eva llevó a los nuevos creyentes a la iglesia del otro pueblo al que tenían que viajar en autobús. Los jóvenes del parque Eva buscó otras formas de alcanzar a los resi- dentes de su nueva comunidad. Del otro lado de la calle donde ella vivía, había un parque. Duran- te la noche, se escuchaba música a todo volumen, porque los jóvenes se juntaban allí para beber y usar estupefacientes. A menudo, los jóvenes arrojaban basura en los patios del vecindario, y en ocasiones también lan- 9 Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA © www.escuela-sabatica.com MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN SUDAMERICANA P asión por compartir P asión por compartir

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E va Sánchez miró hacia afuera, a través de la ventana, y suspiró. Ella y su esposo se aca-

baban de mudar al pueblo natal de él, en la costa norte del Perú.

Pero Eva no podía encontrar una iglesia adven-tista en aquel pueblo, y ni siquiera conocía a otro adventista en el lugar.

Un tiempo después, Eva halló una congrega-ción adventista, pero para llegar debía viajar me-dia hora en autobús hasta otro pueblo. Comenzó a asistir a aquella iglesia y a colaborar con los ministerios de la mujer y de niños. Pero no podía olvidar el campo misionero de su propio pueblo. Entonces, decidió invitar a sus nuevos vecinos a un Grupo pequeño en su casa. Cuando llegó la Semana Santa, Eva alquiló un pequeño salón. Allí organizó reuniones especiales, a las que invitó a los miembros de su Grupo pequeño. También los instó a que invitaran a sus vecinos y a sus pa-rientes, y ellos así lo hicieron.

PedroEva se enteró de que Pedro, uno de los que es-

taba asistiendo a las reuniones, vivía en un basu-

peru | 20 de Octubre

Eva

ral. Cuando asistió por primera vez, tenía olor a suciedad y a alcohol. Pedro no dejó de asistir to-das las noches. Cada vez que lo hacía, parecía un poco más limpio que la noche anterior.

Cuando Eva ofreció estudiar la Biblia con los interesados, Pedro fue el primero en responder. Fue también el primero en solicitar el bautismo después de completar los estudios bíblicos. Cuando Eva trató de decirle muy amablemente que quizás él aún no estaba listo para dar ese paso, Pedro respondió: “Oh sí, lo estoy. He conocido a mi Padre, y ahora quiero seguirlo”. Eva pensó en los cambios que había observado en la vida de Pedro. Estaba limpio y sobrio, y realmente amaba al Se-ñor. El y otras siete personas fueron bautizados el mismo día.

Pedro era un hombre nuevo, pero aún vivía en el basural. Afortunadamente, pocos días después de su bautismo, un viejo amigo le pidió que fuera a vivir en su casa, para que cuidara de ella.

Como en el pueblo no había un templo, Eva llevó a los nuevos creyentes a la iglesia del otro pueblo al que tenían que viajar en autobús.

Los jóvenes del parqueEva buscó otras formas de alcanzar a los resi-

dentes de su nueva comunidad. Del otro lado de la calle donde ella vivía, había un parque. Duran-te la noche, se escuchaba música a todo volumen, porque los jóvenes se juntaban allí para beber y usar estupefacientes.

A menudo, los jóvenes arrojaban basura en los patios del vecindario, y en ocasiones también lan-

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zaban piedras a las casas. Eva se preguntó qué podía hacer para alcanzar a aquellos jóvenes para Cristo. Pero ella no tenía nada en común con ellos y no sabía cómo acercárseles. “Dios, ayúda-me a conocer a estos jóvenes que tanto te necesi-tan”, era su oración.

Un día, Eva se enteró de que Daisy, una de las integrantes de su Grupo pequeño, conocía a una de las jovencitas que a menudo andaba dando vueltas por el parque. Daisy se ofreció presentár-sela. Eva preparó un pastel y escribió: “Yo quiero a Nelita, pero Jesús la ama aún más”. Entonces, ella y Daisy le llevaron el pastel a Nelita, que era el nombre de la chica. Nelita aceptó el pastel, y las tres se pusieron a conversar. Nelita les contó de los problemas que tenía en su hogar, lo que la había llevado a juntarse con la gente del parque y a su problemático estilo de vida.

Eva la escuchó con sincera preocupación. A medida que las dos se conocían más, Eva la invi-

tó a estudiar la Biblia. Nelita aceptó la oferta, aunque estaba un poco preocupada por la posi-ble reacción de sus padres. Sin embargo, estaba ansiosa por hallar una vida mejor, y decidió invi-tar a sus amigos para que se unieran a ella.

Eva le pidió a Moisés, su hijo adolescente, que dirigiera el grupo de estudio de la Biblia. Moisés no estaba muy seguro de que podría hacerlo, pero finalmente aceptó, diciendo: “Lo haré, pero ustedes tienen que orar”. Eva le aseguró que ora-ría por él.

Moisés regresó del grupo de estudio de la Biblia radiante de entusiasmo. “Todos tenían muchísi-mas preguntas”, dijo. Varias semanas después, Eva visitó el Grupo pequeño. Al aproximarse a la casa, escuchó que los jóvenes estaban cantando. Entonces se le dibujó una sonrisa, porque los jó-venes que una vez habían maldecido a Dios aho-ra le estaban cantando alabanzas.

Una nueva iglesia filialVarios meses después, Nelita y otros dos jó-

venes fueron bautizados. Uno de ellos, llamado Matías, en el pasado había tirado piedras a la casa de Eva. En la actualidad, dirige el grupo de jóvenes en la creciente congregación que ahora se reúne en el pueblo. Nelita, que en el pasado había sido una de las perturbadoras del parque, ahora comparte su fe con esos mismos jóvenes.

“Cuando llegué a este pueblo, era la única adventista –dice Eva—. Pero Dios me ha dado una familia maravillosa”.

La familia de la iglesia de Eva ha crecido has-ta superar los 75 miembros, además de muchos niños. Ahora se reúnen en un pequeño salón con patio, sobre el que han colocado una tienda de lona. Con la ayuda de las ofrendas del deci-motercer sábado de este trimestre, la congregación construirá un templo en el lugar donde ahora se encuentra la tienda de lona. “Sera sencillo –dice sonriendo—. Pero será para la gloria de Dios”.

Gracias por ayudar a que el pueblo de Huan-chaco (República del Perú) sea alcanzado me-diante sus ofrendas.

C á p s u l a i n f o r m a t i v a En el Perú, hay aproximadamente un ad-

ventista por cada ochenta personas. Una de las razones del rápido crecimiento de la Iglesia Adventista en el país es la implementación de Grupos pequeños, en los que los miembros invitan a amigos para estudiar la Biblia y tener momentos de camaradería en sus hogares.

Muchos de esos Grupos pequeños se han conver-tido en pujantes congregaciones. Sin embargo, para algunos de ellos, resulta difícil alquilar un salón donde reunirse para los cultos. Parte de las ofrendas del decimotercer sábado de este trimestre será usada para que la congregación de Eva construya una capilla donde reunirse para adorar a Dios.

Si desea saber más sobre las capillas que po-drán ser construidas gracias a las ofrendas del decimotercer sábado de este trimestre, lo in-vitamos a ver el DVD de Misión Adventista.