misionero adultos 08/09/2012

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[Pida a una niña mayor o a una adolescente que presente este relato en primera persona.] M e llamo Sísifo. Era mi primer día de clases en una nueva escuela, la Escuela Adventista Riverside, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Estaba muy nerviosa, porque era una experiencia nueva para mí. Había asistido a una escuela pública en otra ciudad, donde los niños más grandes intimidaban a los más pequeños y en ocasiones les robaban el almuerzo. A veces parecía que los maestros no se daban cuenta, o que no les importaba. Detestaba esa situación, y me preguntaba si en mi nueva es- cuela sucedería lo mismo. ¿Habrá ladrones también en esta escuela? ¿Se burlarán los demás de mí porque soy nueva? ¿Podré mantenerme al día con mis tareas escolares? Con un suspiro, abrí la puerta e ingresé al salón de clases. Un día de sorpresas La maestra miró desde su escritorio y sonrió. SUDÁFRICA | 8 de Septiembre S í si f o –Niños,hoy tenemos una nueva compañera – dijo. Entonces me presentó, y yo traté de sonreír. Pa- ra mi sorpresa, los demás niños también me son- rieron. Fui hasta mi escritorio y coloqué todas mis pertenencias. A continuación, la maestra dijo que era la hora del culto. Todos se pusieron de pie y se dirigieron a la puerta. ¿Qué está sucediendo? —me preguntaba–, ¿Adonde se dirigen todos los alumnos? La maestra me hizo señas de que los siguiera. Salí junto con los demás estudiantes, y entonces cruzamos el es- tacionamiento e ingresamos en una iglesia. No es- taba segura de por qué estábamos allí, o qué hacer a continuación. Me sentí aliviada cuando una de las niñas me hizo señas para que me sentara con ella. Entonces cantamos, oramos y escuchamos a una de las maestras contar una historia de la Bi- blia. ¡Estuvo muy interesante! La mañana pasó rápidamente, y pronto llegó la hora del almuerzo. Una vez más, comencé a du- dar, preguntándome si tendría que comer sola. –Vena comer con nosotros, Sisifo –medijo una de las niñas. Tomé entonces mi almuerzo y salimos juntas del salón de clases. ¡La iba a pasar muy bien en esa escuela! Aprendí a caminar con Dios Los días pasaron muy rápido. En verdad, estaba disfrutando de mi nueva escuela. Me sentía muy contenta al saber que si tenía un problema o ne- cesitaba alguna ayuda en una de las clases, ya no tenía que pedirla, porque alguien me ayudaría. Nunca antes había estudiado la Biblia, por lo 22 L a nueva escuela de Sísifo L a nueva escuela de Sísifo MISIÓN ADVENTISTA - DIVISIÓN SUDAFRICANA Y DEL OCÉANO ÍNDICO Material adaptado y facilitado por RECURSOS ESCUELA SABÁTICA ©

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[Pida a una niña mayor o a una adolescente que presente este relato en primera persona.]

M e llamo Sísifo. Era mi primer día de clasesen una nueva escuela, la Escuela Adventista

Riverside, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Estabamuy nerviosa, porque era una experiencia nuevapara mí.

Había asistido a una escuela pública en otraciudad, donde los niños más grandes intimidabana los más pequeños y en ocasiones les robaban elalmuerzo. A veces parecía que los maestros no sedaban cuenta, o que no les importaba. Detestabaesa situación, y me preguntaba si en mi nueva es-cuela sucedería lo mismo.

¿Habrá ladrones también en esta escuela? ¿Se burlarán los demás de mí porque soy nueva? ¿Podré mantenerme al día con mis tareas escolares? Con un suspiro, abrí la puerta e ingresé al salón de clases.

Un día de sorpresasLa maestra miró desde su escritorio y sonrió.

SUDÁFRICA | 8 de Sept iembre

S ísi fo

–Niños,hoy tenemos una nueva compañera –dijo.

Entonces me presentó, y yo traté de sonreír. Pa-ra mi sorpresa, los demás niños también me son-rieron. Fui hasta mi escritorio y coloqué todas mispertenencias.

A continuación, la maestra dijo que era la horadel culto. Todos se pusieron de pie y se dirigierona la puerta. ¿Qué está sucediendo? —me preguntaba–,¿Adonde se dirigen todos los alumnos? La maestrame hizo señas de que los siguiera. Salí junto conlos demás estudiantes, y entonces cruzamos el es-tacionamiento e ingresamos en una iglesia. No es-taba segura de por qué estábamos allí, o qué hacera continuación. Me sentí aliviada cuando una delas niñas me hizo señas para que me sentara conella. Entonces cantamos, oramos y escuchamos auna de las maestras contar una historia de la Bi-blia. ¡Estuvo muy interesante!

La mañana pasó rápidamente, y pronto llegó lahora del almuerzo. Una vez más, comencé a du-dar, preguntándome si tendría que comer sola.

–Vena comer con nosotros, Sisifo –medijouna de las niñas.

Tomé entonces mi almuerzo y salimos juntasdel salón de clases. ¡La iba a pasar muy bien en esaescuela!

Aprendí a caminar con DiosLos días pasaron muy rápido. En verdad, estaba

disfrutando de mi nueva escuela. Me sentía muycontenta al saber que si tenía un problema o ne-cesitaba alguna ayuda en una de las clases, ya notenía que pedirla, porque alguien me ayudaría.

Nunca antes había estudiado la Biblia, por lo

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que todas las cosas me resultaban novedosas; aun así, mis nuevos amigos me ayudaron cuando lo necesité. Y, cuanto más aprendía de Dios, y de su pueblo, más quería seguir aprendiendo. Comen-cé a leer mi Biblia y a orar todos los días; y poco después decidí aceptar a Cristo.

Mi madre vio los cambios que se habían pro-ducido en mi vida, y me dijo cuán feliz se sentía de que estuviera estudiando en Riverside. Yo también me siento muy feliz.

Compartiendo las alegrías y angustias

Entonces, mi madre tuvo mellizos, un varón y una niña. Yo los quería muchísimo y disfrutaba de ayudar a mi madre a la hora de cuidarlos. Pero, cierto día, cuando tenían solo tres meses, ambos se enfermaron. Tenían mucha fiebre y les costaba respirar. Mis padres corrieron al hospital con los niños, y yo me dediqué a orar sin cesar.

Me costaba mucho concentrarme en la escuela, y mi maestra se dio cuenta de ello. Cuando le conté que los mellizos estaban enfermos, ella interrum-pió la clase para orar por ellos. Sus oraciones me

hicieron sentir mucho mejor, y logré concentrarme en los estudios otra vez. Después de dos semanas en el hospital, los mellizos regresaron a casa.

Durante el receso escolar, fui a visitar a mi abuela, que vivía a varias horas de viaje de mi hogar. Cierto día, mi abuela recibió una llamada telefónica. Ella se volvió a mí y me comunicó que mi hermanito había fallecido. Quedé tan abatida que no podía creer que eso hubiera sucedido. Corrí hacia el teléfono y llamé a mi padre.

Él me informó que era cierto. Lloré durante varios días. No podía comer, y tampoco quería hablar con nadie. ¿Por qué había sucedido esto?, le decía entre lágrimas a Dios.

Cuando regresé a casa, mi madre me dijo que Dios no había querido que mi hermanito murie-ra, y que al igual que nosotros él también se sentía muy triste. Pero que, si confiábamos en Dios, él nos iba a ayudar para que de esa muerte resultara algo positivo. Yo creí lo que me decía, aunque aún me dolía en lo más profundo de mi corazón y continuaba teniendo interrogantes.

Cuando regresé a la escuela, mis compañeros de clase me consolaron y oraron por mí. Estoy segu-ra de que sus oraciones me ayudaron a fortalecer mi fe. Me siento muy agradecida por estar en una escuela como Riverside, donde podemos compar-tir nuestras alegrías y tristezas. No sé qué sería de mí si no tuviera esos solícitos amigos cristianos que oran por mí y me animan.

Para marcar una diferenciaLa Escuela Adventista Riverside ha producido

una enorme diferencia en mi vida. Pero la insti-tución necesita mucha ayuda. Necesitamos construir nuevos salones de clases, pero la mayoría de los padres no puede ayudar a cubrir los costos. Es-toy muy contenta porque parte de la ofrenda de este decimotercer sábado ayudará a mejorar esta escuela.

Muchas gracias por compartir la carga que sentimos de mostrar a otras familias, por medio de las clases de la escuela, que Dios realmente las ama.

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La Escuela Adventista Riverside se en-cuentra en Ciudad del Cabo, una de las grandes ciudades de Sudáfrica. Los estu-diantes asisten a la escuela para aprender inglés y forjarse un futuro mejor.

Muchos de estos estudiantes vienen de ho-gares no adventistas. En Riverside, descu-bren que Jesús es su amigo especial y su Salvador.

El Gobierno le ha dicho a la escuela que tiene que reemplazar las aulas de clases si es que quieren seguir teniendo la autoriza-ción de funcionamiento. Parle de la ofren-da de este decimotercer sábado servirá pa-ra que esta escuela tenga nuevos salones de clases.

C á p s u l a i n f o r m a t i v a