Dificultades Del Aprendizaje Tolerancia

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Ensayo argumentativo sobre la Tolerancia en la educación uruguaya

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Tolerancia

La triple dimensión de un supuesto educativo, la desesperada alternativa de

la Democracia.

2012

Borges, J.I.; Cassinelli, M.; Gorski, F.

Seminario de Dificultades del Aprendizaje. I.P.A.

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IntroducciónUNA APROXIMACIÓN A NUESTRO TRABAJO.

El presente trabajo pretende realizar una aproximación de cara al concepto

jurídico, las características éticas y las repercusiones pedagógicas de la “Tolerancia”

como manifestación y como principio trascendental en el sistema educativo nacional.

Este abordaje se llevará a cabo en tres dimensiones que, lejos de ser

independientes, se encuentran interrelacionadas por lógicas internas que hacen

indivisibles estas secciones.

Partiendo del supuesto de que, las prácticas educativas son por naturaleza,

prácticas políticas (en tanto se constituyen como discursos públicos), las primeras, se

encuentran ligadas necesariamente a marcos de referencia jurídica -institucional, sobre

los cuales se proyecta toda la actividad de los actores que participan de la educación.

Vale destacar que esta noción comprende en su puesta en práctica, a una amplia

gama de sujetos e instituciones que, directa o indirectamente, son participes y co-

participes del proceso de enseñanza, pero cuyo impacto trasciende el mero campo

curricular (padres, investigadores sociales, sujetos que ejercen modos de docencia

indirecta, comunidad toda, etc.)

Asimismo, y aunque parezca una verdad de Perogrullo, la educación como toda

practica social es producida por sujetos. Seres humanos que producen, a la vez que son

producto de las condiciones socio-culturales, en los cuales desarrollan su actividad, su

autoría. 1

Marcos pretéritos que de alguna manera u otra, funcionan como legitimadores (o

deslegitimadores) de su accionar, brindando para su desarrollo un conjunto de esquemas

de pensamiento y acción, mediante los cuales los sujetos interpretan y significan su

mundo.

Resulta de vital importancia comprender esta noción, en tanto la construcción de

la subjetividad se encuentra mediada por procesos exógenos a su conciencia de “ser”,

que es condicionada, transformándolo en un “ser en el mundo”, que mediante la

conexión con otras subjetividades (relaciones intersubjetivas) se construye como “ser

en el mundo con otros”.

1 En el sentido utilizado por Fernández, como un espacio en donde el sujeto se construye como actor y creador de su propia vida, de su singularidad como ser humano.

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Es muy probable que esta capacidad de objetivación, de ser en sí, a la vez que

ser para sí, constituye el telón ético sobre el cual los sujetos como tales se construyen, y

sobre los cuales la educación se entrega (o debería entregarse) de forma tácita en la

mayoría de las oportunidades, en pro de fomentar esta construcción (que es personal al

mismo tiempo que colectiva), sobre principios equitativos, democráticos y liberadores

del potencial cognitivo y meta cognitivo de nuestros adolescentes.

En tercer y último lugar, y siendo como ya hemos mencionado, las practicas

educativas constituyen espacio de constante significación y resignificación situados en

marco tempo-espaciales concretos. Resulta imperioso destacar que este trabajo se limita

a exponer el conjunto de reflexiones manifestadas en torno a observaciones, y otras

apreciaciones realizadas en nuestras propias prácticas educativas desarrolladas en los

liceos Nº 24 de Paso de la Arena, Nº 28 de Pocitos y Nº 54 de Paso Molino.

La riqueza de estas experiencias, producto en parte de las desigualdades socio-

económicas de los estudiantes que concurren a dichos centros, habilita a un intercambio

de apreciaciones que plantean nuevos desafíos en materia de inclusión, y en definitiva, a

la supervivencia de la democracia como sistema equitativo que legitime espacios de

transformación sobre perspectivas concretas de cambio, en función de potenciar las

posibilidades reales de crecimiento para nuestros jóvenes, en el marco del sistema

educativo uruguayo.

Como docentes, creemos profundamente en la necesidad de reconsiderar, desde

una perspectiva un tanto más crítica, el conjunto de preceptos, disposiciones y

prescripciones que corren por debajo de la noción de tolerancia. Del mismo modo,

apostamos a una constante revaloración del estudiante como un sujeto activo,

naturalmente activo y con un enorme caudal de energía libidinal, cuya riqueza debe

necesariamente encontrar un lugar en el desarrollo de nuestros proyectos educativos, y

en definitiva, en toda política institucional cuya orientación promulgue un sentido real

para la vida de estos jóvenes. Ante esta realidad, las instituciones manifiestan lo

contrario: rechazo, negligencia y hasta cierto desinterés , lo que constituye,

paradójicamente, un acto de intolerancia hacia los que supuestamente deben ser

tolerados, que son, ni más ni menos, jóvenes con otros intereses, con otros

pensamientos, con más imaginación y menos frustraciones.

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Capítulo I. TOLERANCIA: UN DISCURSO PROBLEMÁTICO.

Desde el año 2009 a esta parte, un promedio de alrededor de unos dos mil

estudiantes por año de enseñanza secundaria, tanto del ámbito público como privado,

solicitaron el trámite de tolerancia al Consejo Directivo Central, conforme a la circular

de tolerancia Nº 2491 correspondiente al 15/10/2002. Cabe preguntarse entonces, ¿Qué

se entiende por tolerancia en la educación uruguaya?

Este elemento casuístico parece no aludir a un alegato inocente, sino que

posiblemente refiere a una tendencia que aparece como prevaleciente en las sociedades

occidentales posmodernas. Padres, educadores, políticos, medios de prensa, estudiantes,

y en definitiva, la opinión pública en general manifiestan una interiorización del

principio de tolerancia como fundamental para asentar las bases de una convivencia

democrática.

En este sentido, la idea que predomina en la cosmovisión de la sociedad, no

puede alejarse del concepto de tolerancia utilizado para la educación media. Bien

sabemos que la educación como práctica social está determinada y circunscripta por el

conjunto de valores hegemónicos que predominan en la colectividad. En definitiva,

estas líneas de pensamiento legitiman las acciones y los criterios que se desarrollan en el

marco del sistema educativo.

No obstante, la heterogeneidad de grupos e intereses que conviven en nuestras

sociedades “democráticas” (intereses inherentes a los que responde cada grupo social),

produce esquemas de pensamiento y de acción también heterónomos. Es por esta razón

que creemos que el concepto de tolerancia puede tener diversas acepciones.

Sin pretender hacer una genealogía conceptual, abordaremos esta noción a partir de

ideas que se exhiben dentro de los discursos políticos2.

De esta forma el sentido que se le asigna al concepto de tolerancia en secundaria,

refiere a los casos de alumnos con “dificultades” para avanzar en sus aprendizajes

debido a problemas físicos o psíquicos. Conforme a ello, la acepción que se trasluce en

el marco de la educación, perfila una noción contemplativa de admisibilidad sobre aquel

2 Esta idea debe leerse en el sentido etimológico del término y aludiendo a la complejidad social y todas sus expresiones dinámicas. Así entendemos al a política como el conjunto de manifestaciones del ámbito publico y privado que contribuyen a la conformación de un ideario “ciudadano común”.

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individuo considerado “distinto” a sus pares en el ámbito de la realización de tareas

académicas.3

Por esta razón, podemos apreciar que esta idea difiere en mayor medida del

concepto utilizado por la Real Academia Española, ya que en la misma no se encuentra

ninguna relación con el sujeto actuante, con el “otro como otro”. Es decir, en la

definición de la RAE, “Tolerancia”, implicaría una relación de contemplación abstracta,

que se manifiesta en el plano de las ideas y no en el campo de las relaciones

intersubjetivas, terreno específico de la educación.

Estos silencios de la RAE, manifiestan una resignificación del concepto por

parte los sistemas educativos, adecuándolo a las nuevas exigencias del sistema político.

De esta manera, la educación entendida como una práctica social entrecruzada por

subjetividades, fuerza la idea de “reconceptualización” en el plano tangible y

personalista del concepto “Tolerancia”, con la posible ambición de procurar introducir

de manera forzada a un sujeto particular dentro de ciertos elementos normalizadores.

Partiendo de esto, nuestro propósito será identificar y deconstruir el concepto de

tolerancia de hecho y de derecho en el marco de nuestra educación nacional.

Tolerancia de hecho como manifestación discursiva, como articuladora de las relaciones

pedagógicas, y tolerancia de derecho como principio rector, como máxima para el

encauzamiento de las vidas de tantos jóvenes alternativamente aceptados.

Rastrear la existencia jurídica de la idea de tolerancia y hallar sus implicancias

éticas y pedagógicas, será nuestro cometido en los próximos apartados, intentando

significar la idea de tolerancia con la precisión conceptual que tiene su aplicación en la

enseñanza media.

Comprender a la tolerancia, como un recurso inclusivo, que apunta a legitimar

ciertas prácticas educativas será nuestro propósito. Y en la búsqueda de una

desestructuración del término, transitará el objetivo fundamental de este escrito, que

más que un disparador de certezas, lo será de interrogantes.

Capítulo II. 3 Erminia Pucci, ex Secretaria de Secundaria, versaba en relación al concepto de tolerancia: “…ese concepto (tolerancia) lleva a la práctica el reconocimiento del adolescente diferente” En: (El Observador Pg.3, Patricia Madrid – 19/04/2010)

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DEL DERECHO A LA TOLERANCIA.

Es imposible comenzar a desarrollar este apartado jurídico, sin enunciar como

puntapié inicial la mayor norma que rige nuestra educación después de la Constitución

de la República. En referencia a ello, la Ley General de Educación Nº18.437 del año

2008, se expide en relación a la tolerancia como una orientación teleológica y como un

fin de la educación en sí misma.

Así en el artículo 3º4, podemos inferir que la educación que se propone apunta a

promover un desarrollo integral del individuo, en pro de potenciar diferentes

competencias que orientan al sujeto hacia la convivencia democrática.

Con esta perspectiva, la tolerancia aparece como un elemento fundamental en la

incorporación de valores, que permitan a los sujetos acceder a posibilidades equitativas

de desarrollo, apuntando a la inclusión como eje fundamental de un sistema

democrático que convoca en su llamado a una participación activa de la ciudadanía.

Así como la tolerancia aparece como un medio de la educación, también se

expresa como un fin en sí mismo. Dado que la democracia implica una búsqueda

perpetua de la paz, y la construcción de una verdadera comunidad sustentada en la

diversidad y en la libertad en todas sus formas, será una tarea de la educación la de

propender al desarrollo de un perfil tolerante en los individuos, en el sentido de

estimular el respeto y la convivencia armónica.5

Ahora bien, partiendo de este marco jurídico general, hemos encontrado una

gran cantidad de circulares que versan sobre el tema de la tolerancia en la educación

media.6

4 Artículo   3º . (De la orientación de la educación).- La educación estará orientada a la búsqueda de una vida armónica e integrada a través del trabajo, la cultura, el entretenimiento, el cuidado de la salud, el respeto al medio ambiente, y el ejercicio responsable de la ciudadanía, como factores esenciales del desarrollo sostenible, la tolerancia, la plena vigencia de los derechos humanos, la paz y la comprensión entre los pueblos y las naciones.

5 Art 13. (fines de la educación.) Inciso E.- Promover la búsqueda de soluciones alternativas en la resolución de conflictos y una cultura de paz y de tolerancia, entendida como el respeto a los demás y la no discriminación.

6 Las Circulares que contemplan tolerancias son: 1725, complemento de 4 de enero de 1985: Establece el trámite para solicitar la tolerancia; 1985: Reglamento, que comprende: Materia, Beneficiario, Alcance, Límites, Presupuestos, Trámite y Recursos;2045: Modifica algunos puntos de la Circular 1985; 2429: Pautas para incorporar alumnos con capacidades diferentes; 2434: Crea la asignatura Lengua de Señas; 2454: Instructivo para Régimen de Tolerancia en la asignatura Inglés; 2491: Que entendemos por Tolerancia; 2512: Alumnos Sordos; 2520: Regula exámenes de 2º y 3º de Bachillerato; 2568: "Atención a la Diversidad" Idioma Español; 2784: Enfermedades Crónicas.; 2831: Establece el control por parte de las Direcciones liceales una vez iniciado el trámite de solicitud de exoneración y/o tolerancia; el Oficio 4566

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En primera instancia, cabe aclarar que el concepto “tolerancia”, es un

neologismo en el plano jurídico de la educación nacional. Este término se instituye en la

década de los 90 con un significado aproximado al que tiene hoy en día. A partir de esta

fecha han ido apareciendo distintas circulares que complejizan, explican y especifican

en las diversas áreas de la educación sus correspondientes implicancias, tanto en el

marco institucional, cómo curricular.

Es interesante apreciar la evolución jurídica por la que ha atravesado dicho

concepto, observando las distintas apreciaciones que se manifiestan en la normativa

referente a la tolerancia desde la última década del siglo pasado a la actualidad.

En segundo lugar, es importante destacar que en las últimas circulares se observa

un pasaje de la enunciación singular de la tolerancia a un plano plural (Observable por

primera vez en el oficio 4566).

Para comprender esta nueva dimensión del término, debemos posicionarnos en

la circular que problematiza a la tolerancia como elemento pedagógico y contemplativo

en sí. Nos referimos a la circular Nº 2491 del año 2002, en donde se trata de precisar los

alcances y los límites de este concepto.

Quizás uno de los aspectos más relevantes de esta circular, lo constituye la

delimitación conceptual del término, siendo que el mismo es presentado no en forma de

definición teórica, sino como un instrumento que apela directamente a la acción. De esta

manera, este planteo se traduce en un marco, a partir del cual se proyectan una serie de

acciones que tienden a promover las prácticas tolerantes.

Consecuentemente, esta normativa pretende instrumentar para el caso de los

estudiantes que puedan presentar dificultades, una serie de métodos de evaluación que

se adecuen a sus posibilidades.

Entre aquellos métodos propuestos para una evaluación coherente con aquellas

posibles dificultades, destacamos los siguientes: Priorizar los aspectos conceptuales, de

comprensión y razonamiento, frente a la disortografía y/o errores de cálculo;

instrumentar otras formas de evaluación que permitan al alumno compensar sus

dificultades, teniendo en cuenta las características individuales y sus fortalezas; permitir

la utilización del procesador de textos; otorgar en lo posible y cuando el alumno lo

del año 2005: Establece que las exoneraciones y tolerancias otorgadas regirán durante los dos Ciclos de Educación Secundaria; El Oficio 173 del año 2010: Establece que en todos los trámites de exoneración y tolerancia, las Direcciones y Secretarías de los Liceos oficiales y habilitados del país (Información recopilada por Prof. Mag. Ana María Da Silva Martínez. Inspectora Técnica).

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requiera, mayor tiempo en la ejecución de las pruebas y exámenes (tanto evaluaciones

mensuales como anuales); sin embargo, también deja en claro qué, el hecho de que un

alumno tenga tolerancia, no implica que sea eximido de iniciar o continuar recibiendo el

apoyo pedagógico específico.

Más adelante en una circular que data del año 2005, la tolerancia se empieza a

expresar con un carácter plural. Esta idea de “las tolerancias” tiene su iniciativa en la

comprensión de diversos tipos de dificultades físicas y psíquicas, intentando

nuevamente hacer hincapié en la diversidad digna de un sistema democrático.

Por otra parte, esta idea está íntimamente relacionada con la compartimentación

de las áreas de conocimiento en disciplinas taxonómicas, lo que sugiere de alguna

manera la preocupación por precisar las dificultades para afrontarlas en forma directa.

En síntesis, es notorio que el concepto ha evolucionado conforme a necesidades

inmediatas que se transcriben en el plano jurídico. Pero a pesar de ello, aun el concepto

de tolerancia parece no recibir una definición clara en el plano educativo, sino que

apenas se remite a una serie de lineamientos fenomenológicos que intentan promover la

inclusión de forma alternativa, promoviendo una escuela cada vez más democratizadora,

partiendo de principios de admisibilidad y contemplación particular.

Capítulo III.

De la tolerancia o del agotamiento de la superación personal.

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Es evidente que al referirnos a un tema directamente vinculado a la dimensión

educativa, es ineludible comprender la carga ética que se le confiere al mismo. En este

caso, el concepto de tolerancia, será abordado como un elemento moral que guía la

conducta de las instituciones y los sujetos que la comprenden.

Entender a la tolerancia como un valor supremo dentro de un marco

democrático, asigna indefectiblemente una dimensión ontológica al concepto, así como

un plano epistemológico y práctico del mismo.

En lo concreto, podríamos afirmar que la tolerancia enunciada como un

principio ecuménico, responde de manera histórica a una serie de principios cristianos

ya percibidos desde tiempos de Constantino hacia el siglo IV d.C.

En esta idea que aun prevalece, y se fortalece en forma laica a partir de las

expresiones de las sociedades occidentales como motor del sistema democrático, y la

convivencia pacífica, la tolerancia esconde tras de sí una idea de permisibilidad, piedad

y armonía en su sentido idealista.

Visto esto, el concepto de tolerancia enmarcado desde el plano educativo, se

constituye en su más profunda raigambre, a partir de las precisiones mencionadas, es

decir, dentro del plano jurídico que esboza a la tolerancia como principio pedagógico

encontramos una idea de piedad, que no se separa epistemológicamente del precepto

cristiano.

Siendo que la tolerancia se proyecta como un esquema de pensamiento y de

acción, dentro de los pilares y fines de la educación en sí misma, podríamos establecer

que en lugar de promoverse el desarrollo elevado del individuo en el plano personal, se

hace hincapié en una contemplación subjetiva que delimita al “tolerado” en la

posibilidad de sentirse un par entre sus iguales.

De esta forma, parece ser que la proyección propuesta en el marco jurídico y

pedagógico sobre un sujeto activo que presenta apenas algunas dificultades7

directamente vinculados a un plano cognitivo o físico, necesariamente debe ser

contemplado como un ser inacabado y comprendido en su dimensión incompleta. 8

7 Sin duda este término conlleva una carga peyorativa. En este caso nosotros lo utilizaremos para evidenciar el sentido con que es utilizado habitualmente en nuestro sistema educativo. 8 La construcción de un sujeto tipo que se representa en un ideal tanto físico como espiritual (intelectual) no es otra cosa que una construcción histórica y cultural de ciertos parámetros entendidos como ineludibles y preestablecidos hacia el objetivo de alcanzar un ser complaciente y modélico.

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Esta es la lógica que se promueve desde las instituciones educativas que

naturalmente proyectan una ética propia, lo que denominaremos ética institucional. Esta

última se conforma a partir de un precepto platónico que desasocia el cuerpo de la

cognición, la acción del pensamiento. La tolerancia como pauta contemplativa asume al

individuo desde ese plano dicotómico. Es decir, se le atribuye falencia o físicas o

intelectuales.

El intento de constituir en la tolerancia una práctica inclusora, determina al

sujeto que se manifiesta dentro de ella como un ser “castrado”, dispuesto a

desempeñarse en un sistema claustro que nunca se adaptará a sus posibilidades, sino que

lo anunciará como “distinto”.

Las representaciones de este otro como sujeto inmerso en un determinado

espacio, y enmarcado en unas relaciones humanas específicas, hacen del sujeto un ser

reprimido en su propia existencia, asfixiado por la tanática re-flexión sobre sí mismo.

Ello se interioriza en el sujeto a partir de la institucionalización de su falencia,

expresada por el diagnóstico patológico que los propios mecanismos de la institución le

asignan.

Más que potenciar al individuo “tolerado” y fomentar su desarrollo, sucede lo

contrario. El ser se restringe, se confina, se resguarda en la égida que le brinda el status

de “contemplado” en su “limitación”.

Todo ser conciente de su realidad9, y por lo tanto de su medio de acción, no se

resigna a entenderse sin menospreciarse, ni desmotivarse al percibir que es tratado con

cierta devoción frente a sus homólogos.

Es de esta manera, como la institución, subestima y limita la posible realización

de un sujeto por considerarlo desde su infancia como alguien incapaz de complacer el

modelo ideal anteriormente mencionado, al tiempo que resigna sus expectativas a un

plano de lucha consigo mismo, que lo estanca en el perpetuo estado de intentar

demostrar que su inferioridad no le precede.

Capítulo IV.LA ENSEÑANZA TOLERANTE DE LOS APRENDICES IGNORADOS.

9 Las limitantes, comprendidas como “tolerancias” por nuestro sistema educativo, no limitan al sujeto, como ser conciente y activo.

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Puesto que la tolerancia es un aspecto que ha resignificado la tarea educativa en

lo que refiere a las propuestas de clase y las formas de evaluación, consideramos

pertinente hacer alusión en este capítulo a la implementación de la tolerancia y su

vínculo al plano pedagógico, así como también, a su afectación en la dimensión

psicológica de los actores del proceso de enseñanza- aprendizaje.

Para comenzar este análisis, resulta pertinente detenernos en aquella concepción

de sujetos a los cuales se ven destinadas nuestras clases, y sin los cuales no cabría

posibilidad de desempeñar nuestro rol. Asimismo, estos sujetos-los estudiantes- se ven

representados en forma idealista por nuestro sistema educativo.

Son las propias instituciones educativas, y no sólo las de enseñanza media, sino

también la propia formación docente, las que pregonan un modelo “ideal” de estudiante.

Este modelo, se encuentra a su vez circunscripto ante una tradición de enseñanza y

aprendizaje, que no se adecuan necesariamente a nuestra realidad actual.

Con ello, pretendemos arrojar luz sobre aquellas cuestiones que han sido creadas

en función a una demanda que proviene sobre todo desde las exigencias externas, de la

comunidad, las familias, y las políticas educativas. Encontramos en este aspecto, tal

como lo hemos desarrollado en los capítulos precedentes, que las normativas referidas a

las tolerancias, se han ido modificando en el transcurso del tiempo, adaptándose a

demandas emergentes, y poco estables.

En relación a esto, cabe destacar también la estrecha relación que guarda el

sistema educativo con los modelos que prevalecen en nuestra sociedad actual. Teniendo

en cuenta que las instituciones educativas son centros en los cuales se procura

“normalizar”, visto desde una perspectiva cívica, y homogeneizar a la población que allí

concurre, la Escuela como institución socializadora, se ha estructurado bajo una lógica

de distribución y funcionamiento que permita el cumplimiento de tales fines.

De esta forma, la educación presupone un modelo atencional determinado en

donde prima una determinada forma de concentración de carácter básicamente

unidireccional, partiendo de la premisa de que todos los estudiantes poseen el mismo

ritmo en sus aprendizajes, pudiendo desempeñarse sin dificultad alguna, una vez

adquiridas las habilidades que se enseñan en la Escuela.

Sin embargo, estas modalidades de clase hoy en día se han visto casi obsoletas y

se encuentran en una situación contradictoria, sobre todo en lo que refiere a la cuestión

de las tolerancias.

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Si bien por una parte, las tolerancias buscan en cierta medida la inclusión y la

promoción de una educación democratizadora, por otra, entran en un juego perverso en

donde el que es “tolerado” se ve discriminado, ante esta etiqueta que se le asigna.

Cabe destacar en este aspecto, que muchas veces los propios estudiantes que presentan

ciertas dificultades se escudan en la tolerancia para no aprender, ya que esto les genera

prestigio ante sus pares que no han sido catalogados.

No obstante, la tolerancia se ve aplicada en las propuestas de evaluación a modo

diferencial, contemplando las diferentes dificultades que pueda presentar el alumno a la

hora de desempeñarse sobre todo a nivel escrito. Ahora bien, se nos presenta la cuestión

de qué se entiende por evaluar en forma tolerante, si se trata de una práctica realmente

justa y democratizadora, o si por el contrario resulta una práctica discriminatoria

abriendo una brecha entre aquellos estudiantes “comunes”, y los “tolerados”.

En lo que respecta a la formulación de los informes para tramitar la tolerancia,

los mismos son asignados a los docentes, quienes deben explicitar en ellos aquellas

“dificultades” que se perciben en los estudiantes, pudiendo realizar de acuerdo a la

normativa vigente, aquellas sugerencias que se consideren pertinentes para su

superación. Ello se torna un tanto inicuo ya que a través de este informe y las

sugerencias que en la misma se expresan generalmente, se considera que el estudiante

presenta una desviación en lo que respecta a la capacidad de aprender, siendo dichas

sugerencias un medio de encauzamiento implementado a través de las tolerancias.

Por otra parte, no es un detalle menor el hecho de que este informe se realice en

función a áreas específicas del conocimiento, como es el caso de las materias Idioma

español, Matemáticas e Inglés, consideradas por el sistema educativo como los pilares

fundamentales para el desarrollo cognitivo del niño, sustentado en las áreas de la teoría

piagetiana.

De todas maneras, sabemos que los informes de tolerancia no remiten

únicamente a procesos cognitivos, sino que los mismos también hacen referencia en

muchos casos a la capacidad atencional y su “problemática” situación. En este sentido,

las problemáticas que aborda la tolerancia en los planos pedagógicos y psicológicos del

educando, no son otra cosa que dificultades, que se vinculan a un modo de enseñanza

particular. Aquel que entiende y percibe al sujeto, como un ser domesticable y vacío. La

tolerancia parece entender a la educación en términos tradicionales, exigiendo ciertos

elementos constitutivos del individuo que lo hagan tender hacia el sujeto ideal.

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Como destaca Alicia Fernández, cuando el objetivo que se prioriza está

íntimamente ligado a factores como rendimiento/velocidad del estudiante en realizar las

actividades pertinentes, pareciera ser que el lugar que ocupa el pensamiento, la

reflexión, el juego e incluso la alegría, se reducen a su expresión minimalista. Son

prácticas tradicionalmente desechadas por su supuesta falta de “potencial pedagógico”

en relación a los contenidos de la curricula. Sin embargo, el juego como actividad

cognitiva requiere de una estructura lógica- mental compleja. Quien piense que el juego

no es problemático, está cometiendo un grave error. Quizás el mayor problema derive

de una mala interpretación de lo que verdaderamente significa jugar en clase, que nada

tiene que ver con una suerte de desprestigiar los contenidos académicos a abordar, de

donde proviene la enorme incidencia la subestimación de esta actividad, en nuestras

prácticas cotidianas.

De allí que, esta resignificación del concepto juego esté íntimamente vinculada a

un auto análisis en relación a nuestros propios modos de aprender y atender, teniendo

siempre presente que jamás los niños que aprendieron una “cosa” sobre “algo”, jamás lo

hicieron respondiendo a ese supuesto estímulo externo que los docentes intentamos

interiorizar, sino que por el contrario, quienes consiguieron aprender fue porque

pudieron soñar, imaginarse, recordar, es decir, distraerse y, por lo tanto, pensar10.

Por consiguiente, uno de los desafíos que se nos presenta consiste en analizar y

trabajar en las diferentes formas de atención que nuestros jóvenes traen consigo, de

modo tal que toda esa carga subjetiva produzca un conocimiento significativo en

relación al campo disciplinar sobre el cual trabajamos. Para logarlo, es imperante que lo

que comúnmente en educación entendemos por tolerancia, sea entendida como una

capacidad alternativa de la que propone las lógicas institucionales. Lógicas que, por

otra parte, no logran diferenciar entre lo que Fernández denomina como desatención

reactiva de los indicios positivos de la distracción creativa.

La importancia trascendental de comprender estos nuevos modos de creatividad,

que también construyen autoría y por lo tanto, apuntan a la construcción de una

subjetividad autónoma, requiere de un enorme poder de autocrítica profesional, que

exija constantemente replantear nuestros supuestos más sólidos, nuestras bases

epistemológicas sobre el conocimiento e incluso, sobre el significado de lo que es y no

es educación.

10 Fernández, Alicia. “La Atencionalidad atrapada”. Nueva Visión Editores, Buenos Aires, 2011, pág.115.

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Dentro de este panorama, el concepto de tolerancia vuelve a resignificarse.

Tolerancia es, ahora, el espacio comunitario en donde los pensamientos, la creatividad y

todo el caudal imaginativo encuentra su lugar, en un ambiente que brinda posibilidades

de desarrollo equitativas, en donde el sentido y valoración de sus acciones se legitiman

al momento de exteriorizarse, al momento de compartir esas experiencias y de dialogar

con el otro en un marco de mutua convivencia y negociación constante.

En síntesis, superar el preconcepto de la tolerancia como elemento demarcador

de desigualdades, requiere necesariamente de un gran poder de autocrítica de los

docentes que a diario desenvuelven sus actividades. No estamos hablando aquí de un

esfuerzo solitario, por el contrario, se trata de superar estas adversidades en el marco de

nuevas tendencias institucionales que propicien la no demonización de estas

divergencias entre los intereses, con el fin último de fomentar un espacio en donde la

tolerancia esté relacionada al desarrollo de una conciencia autónoma vinculada a la vida

ciudadana.

Capítulo V.LA IMPERIOSA NECESIDAD DE PENSAR.

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¿Es posible pensar a la Tolerancia como un mecanismo restrictivo de la

superación personal?, somos conscientes que las líneas que conforman este escrito, no

son suficientes aún para responder a tal interrogante. Esto se debe a dos razones

fundamentales. La primera, la Tolerancia es un recurso instituido hace relativamente

poco tiempo en el sistema educativo uruguayo, y su abordaje en el plano analítico ha

tenido leves oportunidades, por otra parte, en este caso, la extensión de este trabajo no

nos ha permitido sistematizar una respuesta profunda y metódica al respecto.

A pesar de que nuestro esquema, presenta una triple dimensión, que propende

abarcar la mayor extensión posible del problema, nunca es suficiente, ni acabado, el

cometido de analizar una problemática educativa que nos atañe de cerca, y constituye

parte de nuestra labor.

Es innegable a su vez, que nuestra tesis, rondó alrededor de la premisa, “la

tolerancia no contribuye a la educación del joven instituido como tolerado, sino que por

el contrario lo perjudica en su integralidad humana”. Naturalmente, una afirmación tan

radical, debe solventarse en bases muy profundas, sin embargo, nuestra noción toma el

valor más de impresión y sensación, que de elemento irrefutable.

A pesar de que no faltan argumentos empíricos, en este escrito intentamos

objetivar el problema desde un punto de vista más teórico. Es decir, relegamos los

hechos particulares que conviven en nuestra cotidianeidad, para constituir una serie de

apreciaciones generales sobre el tema.

Como advertimos al principio, este trabajo no intenta ser, un acabado reflexivo

sobre el tema, “Tolerancia en la Educación Media Básica”, sino que por el contrario,

cobra el valor de “puntapié inicial”, proyectado hacia la meditación y reflexión del

tema.

Sin pretensiones de conformar a nadie, con este escueto trabajo, sí pretendemos

darle un lugar a la proyección y observación del tema, como parte del trabajo de los

actores activos de la educación. Cómo educadores tenemos la obligación de comprender

las valoraciones intrínsecas de los cánones educativos que supone el sistema.

Analizarlos, criticarlos, y responder sobre ellos, puede ser un buen principio para

intentar construir un mejor perfil educativo, tanto en nosotros, como en nuestros

estudiantes.

BIBLIOGRAFÍA.

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